Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1. Story

Story

The smiles, the tears, and even the beautiful memories

It's our story.

Because it'll continue on, in a sad way,

It'll be goodbye

Cuando él tenía dieciséis años, tendía a vestirse de tal manera para pasar desapercibido a la mirada de la gente; no quería ser el centro de atención para sus compañeros y la preocupación del qué dirán era casi tan indispensable como los desayunos de las mañanas, donde con la radio sonando de fondo mientras su madre con amor preparaba la cena de las tardes. Si Han JiSung hubiese tenido una moneda por cada vez que se pegaba en el espejo durante la mañana para ver si llevar aretes de platas o no, no habría tenido que sufrir la xenofobia y racismo al llegar a un país occidental y laburar en un McDonalds para subsistir.

En cambio, Lee MinHo había sido un chico que se encontraba en el limbo de existencia; sus pies se encontraban en la tierra pero sentía que su vida era algo que ni siquiera sus manos podían alcanzar. Al ser intangibles las emociones, MinHo solamente se resignaba a existir al margen de su mente, pero al pasar los años terminó consumiéndolo de adentro hacia afuera hasta que al final explotó en acciones que lo llevaron al borde de la muerte.

Ambos conectaron en distintos puntos antes de los veintiocho años; eran compañeros de escuela, tal vez amigos de la infancia. Pero el amor de ambos terminó afectándoles antes de entender qué era el amor.

O eso era lo que JiSung pensaba. Haber sacado una carrera universitaria en el otro lado del mundo pudo abrir un poco más su mente y comprender las circunstancias de las personas al ser perteneciente a una minoría. Mirando hacia su pasado podía comprender a MinHo, y al principio hubo noches en las cuales él se atormentaba con su pasado queriendo desesperadamente cambiarlo, pero cuando los obstáculos de la vida se pusieron en frente tuvo que priorizar sus pensamientos y energías en algo fructuoso. Fue así como, al pasar los años, JiSung se terminó olvidando de MinHo.

Y, por otra parte, JiSung siempre estuvo en el pensamiento de MinHo. Como un amigo, como un colega, como alguien de quien aprendió tantos valores de la vida pero terminó alejándolo por su inmadurez. Él mentiría si dijese que no se atormentó al igual que JiSung, pero tenía que dejarlo ir.

El tiempo pasó, al igual que los años. Ambos se separaron a los dieciséis años; algunas veces en sus corazones albergaban la esperanza de un reencuentro, pero al pasar los años terminaron comprendiendo que cada uno había sido una persona para el otro que implicó un cambio en su vida, pero que no necesariamente regresaría.

Cuando se vieron a los ojos inocentes bajo las colchas de la cama de JiSung podían asegurar que pertenecían al otro, aun cuando su amor no fuese coherente o correspondido.

Pero eran chicos no conceptuales. Inmaduros con superfluas pretensiones. Creían que sus personas nunca coincidirían de nuevo con el otro.

Porque mientras uno se encontraba en el cielo. El otro estaba en el infierno.

. . .

Abril, 2014

Lee MinHo era la joven promesa para la ciudad de Seúl con las Artes Marciales Mixtas. Desde joven tuvo una base sustentable con el boxeo, y ahora, a sus veintiocho años, era un dotado en el campo del deporte de combate.

Cuando él recibió el primer golpe de talón en su abdomen supo que había ganado esa pelea; con un limpio movimiento agarró entre sus guantes el pie de su contrincante para acercarlo y propinarle rápidamente un golpe seco en el rostro del otro para noquearlo en seguida.

Y eso que solo había sido una pelea amistosa.

—¡Lee Know gana la pelea! —exclamó el árbitro extranjero, estupefacto por los ocho segundos de pelea—. Parece que quebraste tu récord.

—Fue solo el calentamiento —respondió MinHo, burlesco, sacándose el protector bucal mientras camina hacia su contrincante del suelo para zarandearle el hombro—. Amigo, ¿Estás bien?

—Ugh...

—Ven, déjame levantarte.

Otro muchacho espectador se metió al cuadrilátero para ayudar a MinHo a sacar de allí al chico noqueado, bajándolo cuidadosamente de la tarima mientras la audiencia espontánea de la pelea vitoreaba en nombre del orgullo de MinHo. Instaló al muchacho en una de las bancas y le tendió una botella de hielo para que se lo colocase en su mandíbula. De igual manera, terminó alejándose de él para comprobar la hora en el reloj digital colgado en una de las paredes y darse cuenta que iba tarde.

Tarde. No sabía quién iba tarde a una fiesta, pero si esta estaría ubicada en el antiguo salón de su vieja escuela, supuso que tendría que ser puntual.

Caminó rápidamente hacia los vestidores mientras se sacaba con sus dientes las vendas que usualmente ocupaba para este tipo de peleas, tirándolas en su bolso abierto en su casillero. Se desnudó sin pudor y caminó hasta las duchas para poder asearse rápidamente y regresar a su casillero para colocarse ropa.

Su día había estado ocupado y tuvo chequeo médico esa mañana, por lo que había olvidado empacar varias cosas para ese momento; además de ilusamente creer que tendría tiempo de sobra para regresar a su departamento para cambiarse e ir a la escuela, pero como tenía todo en contra terminó colocándose el buso negro y la playera grande del mismo color para continuamente echarse una cantidad exagerada de desodorante para matar el olor a sudado de la mañana y rezar para no verse tan mal como creía.

—¿Vas a alguna parte?

Estaba tan sumido en sus pensamientos que MinHo se asustó al escuchar a su amigo JuYeon hablar. —No te aparezcas de la nada.

—No me respondiste. Creí que iríamos a beber después del entrenamiento.

—Tengo una junta de exestudiantes de toda mi generación —contó MinHo.

—¿No dijiste que habías abandonado la escuela? —preguntó JuYeon, mientras se apoyaba en el casillero cercano—. ¿Qué sentido tiene eso?

—La abandoné en segundo, supongo que es lo suficiente como para hacer continuidad a esto, no sé —explicó, sintiéndose ansioso, echándose de nuevo desodorante—. Oye... ¿No tienes algo mejor?

—No te quedan mis pantalones, tengo más trasero que tú —mencionó a su vez que lo nalgueaba. MinHo se defendió dándole una patada en el muslo—. Que sensible.

—Voy a llegar tarde.

—Tengo una cazadora, no sé si te servirá —se rindió, yendo hacia su casillero un par de metros más allá. Sacó de ahí su cazadora, tan negra como la noche y con líneas doradas que daban un sentido de tener clase. Lucía un poco costosa—. Regrésamela cuando nos veamos, pero no te toques con ella puesta.

MinHo hizo un ruido de arqueada antes de colocársela y arreglarse lo más que podía, para finalmente resignarse del desastre natural que él era.

—Se van a burlar de mí —lamentó.

—Si alguno de tus compañeros tiene algún tipo de conocimiento básico del mundo del deporte, preferirá no hacerlo —intentó animarlo mientras le palmea el hombro—. ¿Y qué, la verdad? ¿A quién le importa la opinión de ellos?

—No me fui con la mejor reputación, JuYeon.

—Ni yo. Cuando me gradué, era un nerd que fue rechazado por la chica más popular en la fiesta. Nunca más toqué una reunión de exalumnos.

—¿Cuándo es necesario tener estas fiestas, de todas formas? —MinHo comenzó a caminar hacia el lavabo para ordenar su cabello, solo para encontrarse repentinamente más viejo—. Quiero decir- han pasado diez- doce años. No sé. Tú eres más joven que yo. ¿Por qué tendrías una reunión de exalumnos?

—¿Qué sé yo? Tú eres el paranoico.

MinHo bufó, frustrado. Su cabello café no estaba colaborando en la rebeldía de su longitud, por lo que se designó en simplemente dejarlo.

—Cualquiera, considerando que no veo a esos idiotas desde los dieciséis —contó MinHo, y caminó hacia la salida—. Miento. Me encontré con uno en un supermercado, y otro es interno en la clínica donde me atendía. Del pánico le pedí a Tom que me cambiara.

—No contestaste a mi pregunta, de todas formas.

—¿Cuál de todas?

—Si te encontrabas nervio-

—No estoy nervioso —respondió finalmente, colocando sus ojos exageradamente en blanco—. Solo quiero saber si alguien se encuentra- no sé, en un punto bajo o algo así.

—Tú eres el punto bajo, MinHo.

—Cierra la boca, JuYeon.

Terminaron por despedirse con un burlesco saludo militar antes de separarse por ambos lados, con MinHo creyendo que el fuerte peso de su pecado estaba destinado a convertirse en el caos que él mismo creyó, desde hace años, que se había convertido.

MinHo no entendía por qué quería ir a ese reencuentro; no le afectaba en su vida no saber sobre el estado de sus demás compañeros. A pesar de haber tenido buenos amigos allí, el rencor de que ellos lo dejasen poco a poco de lado cuando abandonó la escuela le ganaba creando un aire de incomodidad en su mente cuando pensaba en ponerse en contacto con ellos, aunque fuese una emoción comparable con la inmadurez del tema.

«Bueno, tampoco es como si hubiese querido haberme contactado- o hubiese querido que me vieran».

Una vez se encontró con Kim SeungMin en el supermercado, hace unos años atrás. El chico estaba trabajando en el supermercado, sin ser tan explícito en su vida más allá de encontrarse sano y contento; en ese tiempo MinHo estaba en uno de sus pases libres de rehabilitación, por lo que el reencuentro fue bastante vergonzoso, especialmente al caer en cuenta que no podría alcanzar nunca una vida plena en el inicio de los veinte aun cuando MinHo era el más alegórico a tener una vida de éxito durante la escuela. Al final, terminó mintiendo con una fantasiosa historia de haber terminado una escuela técnica y que ahora trabajaba como electricista en una cadena de hoteles importantes. Alguna relevancia debía de entregarse MinHo si es que se permitía mentir con descaro.

Y en el hospital, hace un par de meses atrás, se encontró con una chica: Minnie. MinHo no recordaba su nombre verdadero ni su apellido, pero si recordaba que ella había sido novia de Han JiSung durante su último año.

Esa fue la razón por la cual Han JiSung estuvo en la mente de MinHo este último tiempo, preguntándose qué había sido del chico de mejillas rellenas y de sonrisa contagiosa. A diferencia de sus otros compañeros con quienes tenía un conocimiento vital (de si estaban vivos o no) por las notificaciones de SeungMin y Minnie en su momento, con JiSung había sido totalmente diferente. Minnie le contó que el chico había tomado el primer vuelo al extranjero y que nunca más supo de él, casi lo mismo que le dijo SeungMin hace años atrás. ¿Qué tanto tiempo podía estar una persona desaparecida?, MinHo no podía creer que nadie supiese de él; JiSung tenía un mejor amigo en otra clase que era ChangBin, y otro chico de otra escuela que era extranjero, ¿acaso ellos tampoco sabían algo de JiSung?

¿Al menos JiSung iría a esa reunión de exalumnos?

¿Y JiSung se haría la misma pregunta que MinHo en ese instante? ¿JiSung se habrá preguntado, en algún punto, si es que MinHo se encontraba con vida?

La relación de JiSung con el resto de los estudiantes no había sido buena durante la escuela media y la secundaria, y eso MinHo lo podía asegurar porque había sido parte de ello. A pesar de que nunca hubo un abuso físico con él, todo el mundo se tomaba mal que él fuese diferente al resto. Hasta el día de hoy, MinHo todavía no puede encontrar la causa de eso; claro, podía entender que ellos habían sido inmaduros y que molestaban a JiSung por molestar, pero no podía entender qué era lo que JiSung tenía que lo hizo sentir a él y a los demás chicos atacados por su presencia.

«Era bisexual —recordó MinHo—. Pero yo también lo era».

Era un muchachito flaco, escuálido. Pero tenía una voz retumbante que le daba puntos positivos en su motivación a trabajar. Era un chico que había actuaciones en Centros Culturales, y aunque le gustaba mantener el perfil bajo en la escuela, era aquel que designaban siempre a hacer alguna función para un evento especial porque cautivaba el escenario.

Una ola de adrenalina se apoderó de su cuerpo. Su estómago se anudó fuertemente y su corazón comenzó a latir con más fuerza. MinHo habría tomado esa señal como un problema de su salud, pero la verdad es que después de tantos años JiSung seguía teniendo ese efecto en él.

«Quiero verlo...»

Solo pocas veces MinHo pensó en JiSung desde que dejaron de verse; las primeras semanas después del quiebre de su relación. Cuando se enteró que JiSung estaba de novio con Minnie. Una vez que MinHo tuvo un delirio con él. Otra vez donde pensó que moriría tras vomitar sangre en el baño de una estación pública. Algunas veces cuando soñaba con él tras el efecto de las pastillas para dormir...

Pero ninguno de esos pensamientos formaba ese nudo como el de ahora.

«Tal vez pueda disculparme como se debe, anheló. Espero que vaya...»

Finalmente el trayecto había terminado.

¿Qué estaría haciendo Han JiSung en ese momento?

. . .

Los ojos de JiSung se abrieron con sorpresa cuando la camioneta de ChangBin frenó abruptamente en un cruce peatonal. Un grupo de personas no habían sido precavidas y habían saltado frente a la camioneta del chico solo para causarle un susto, pero no fueron absueltos al rosario de insultos que ChangBin les gritaba con la ventanilla baja.

—Cálmate un poco —pidió Chan en el copiloto, tomando el brazo de ChangBin—. Siempre te pones histérico al conducir. Y no puedes ponerte histérico.

—La gente se vuelve estúpida al caminar, también —contestó ChangBin entre dientes mientras presiona el acelerador—. Moriré por ellos antes que por el jodido cáncer.

JiSung se encontraba en el asiento trasero junto a un piano eléctrico de ChangBin y un montón de objetos que gracias a la oscuridad no podía apreciar; sus pies chocaban con un objeto duro dejándolo sentado medio torcido en el asiento, pero el trayecto duraba quince minutos así que podía aguantarse.

Sacó su celular del bolsillo delantero y lo revisó una vez más. Se habían pasado de la hora acordada con los restos de la generación lo que significaría que nadie notaría su llegada, y eso lo agradecía desde el fondo de su corazón porque no estaba seguro de si alguien de allí lo querría recibir.

Él no había querido ir en primer lugar. Cuando ChangBin le contó que los chicos de su generación se juntarían en conmemoración de los diez años de graduado, JiSung negó al instante; aun cuando Chan -siendo un chico que había estudiado en otra escuela- le dijo que los acompañaría, JiSung no se sentía seguro en ir. Incluso, tras él informándole a su psicóloga, se sintió traicionado por el consejo de ella al motivarlo a ir a ese lugar para cerrar el trauma social que esos chicos le habían generado.

—¿Por qué tengo que disculparme yo si ellos me hicieron daño? —le dijo JiSung, enojado.

—No te vas a ir a disculpar. Irás para ver como todos han crecido -como tú- y cerrar ese ciclo de trauma. Perdónales —recomendó.

Era un muy mal consejo para JiSung. ¿Cómo perdonar a un grupo de chicos que lo atormentaron desde su infancia con el más mínimo de su accionar? Ese burdo consejo fue suficiente para que JiSung, por quinta vez en diez años de graduado, dejase alguna terapia.

Fueron amigos en su momento, claro, pero la línea de respeto de persona se cruzaba constantemente y JiSung no pudo poner un alto hasta que fue demasiado tarde; lo que había empezado como una broma de apodos terminó llevando a encerrarlos a cubículos de los baños y llenar de basura sus zapatos. Pero JiSung no podía quejarse porque estaban en una línea de broma.

Después, para su último año, todo empeoró.

«Nadie me quiere allí. No puedo llegar como si nada».

JiSung preguntó una vez más a ChangBin si es que ellos sabían que él estaría allí, y por cuarta vez ChangBin confirmó que los chicos de su salón estaban conscientes de que él iría, pero JiSung no podía conformarse con poco.

Su amigo y compañero de piso Lee Felix le había motivado a ir para demostrar que él estaba en la cima mientras el resto seguía perdiéndose en Corea, pero hasta sus mismas capacidades y vivencias las estaba cuestionando por si era un buen fundamento de su persona.

«No es la gran cosa. Soy un fraude. No tuve que hacerme el importante».

Cuando se graduó de la escuela, él no quiso saber nada de nadie. Habló por última vez con su -en ese entonces- exnovia reciente para informarle que se iría del país. ¿Por qué hizo eso? ¿Tan dramático tenía que ser?

«Soy un fraude».

JiSung terminó encerrándose tanto en su mente que no se dio cuenta que ya había llegado.

—Bien, estaremos aquí por dos horas, guardamos la comida en los tupper y nos vamos —ordenó Chan girándose al asiento trasero para verlo—. ¿Estás bien?

—Como una tuna —contestó JiSung.

—Recuerda que esto no se compara a tu fracaso en Broadway —le animó ChangBin quitando las llaves—. Puedes hacerlo.

Como JiSung era consciente de su fraude, también era consciente de su éxito. ¿O podía llamarse éxito a haber trabajado en una de las cafeterías musicales del barrio de la Quinta Avenida? ¿O haber estudiado en Juilliard? ¿O haber logrado una carrera de éxito en Estados Unidos que lo mantuvo en el foco, tan deseoso por el resto?

Tenía veintiocho años y sentía que no había hecho nada. Había dado un salto tan grande comparado al de sus compañeros y seguía sintiendo como si hubiese sido un chico que no hizo nada en los diez años de separación.

ChangBin era interno en una empresa de producción agrícola donde ejercía su rol de abogado, le pagaban bien y tenía un título reluciente en la cajuela del auto, jactándose del odio hacia su trabajo y estudiando en un vespertino la carrera de Psicología. Por otro lado, Chan era un profesor de música en un conservatorio musical los días de semana, mientras que los fines de semana era el director de orquesta de la banda infantil del Centro Cultural de Seúl, mismo lugar donde JiSung fue aceptado para trabajar durante la semana.

—¿Vienes con nosotros? —le preguntó ChangBin al bajar del auto.

—Necesito un momento —pidió JiSung.

—Estaremos adentro —mencionó Chan—. Cualquier cosa nos llamas.

ChangBin le entregó las llaves de la camioneta a su amigo y junto a Chan se largaron de la calle donde habían aparcado para dejar a JiSung. Este pasó entre medio de los asientos hacia el asiento del piloto y posar sus manos en el manubrio en un intento de canalizar su energía.

—Vale... —se habló—. Estamos aquí.

Intentó sonreír a pésame de sus emociones. Si se desbordaba una vez más probablemente terminaría yéndose a casa sin haber cerrado ninguno de los círculos que había dejado incompleto.

Maldición, ya era un hombre de veintiocho. Podía lidiar con eso.

«O puedo huir —se dijo JiSung—. Soy bueno para escapar. Dejo carreras y amantes en Estados Unidos porque no enfrento el compromiso. Puedo faltar también a este compromiso».

Pero la voz de Felix aun ululaba en su cabeza, volviéndolo loco. Felix insistía en que debía de estar ahí, restregándole al resto la exitosa vida de JiSung, de cuán apasionado él se encontraba y de cómo era el único que seguramente el amor al arte le entregaba la estabilidad que, a esa edad, pocos podían tener. Si JiSung no iba, le fallaría a Felix, y él ya hizo lo suficiente por JiSung como para defraudarlo de esa forma.

Se bajó del auto y le colocó alarma, y sintió como un personaje completamente ajeno a lo que era él se apoderaba de su cuerpo para hacerle frente a esos chicos.

«Eres alguien exitoso. Alguien que nadie puede alcanzar».

«Soy alguien quien tiene éxito de verdad».

Su exnovia Minnie tal vez estaría allí. Ella le había terminado momentos después de la graduación. También quienes fueron sus amigos se encontrarían presentes, y los demás chicos de otro salón. Demasiada gente estaría presente que JiSung apenas respiraba al compás para querer reemplazar a esas personas como el público que lo esperaba en frente del escenario.

Tal vez sonaría infantil, pero él terminó caracterizando a un personaje esa noche con los aires en la cabeza, inalcanzable, queriendo demostrar lo que él era ahora a pesar de que ella le terminó por una mentira, quería probarle lo hombre que era al igual que los demás miembros de la clase. Él era alguien diferente.

Quería probarle a todos que ya no era el chico de diecisiete que no se defendía. Quería ser el hombre que había alcanzado Broadway y una carrera.

Sus manos las guardó en la chaqueta de mezclilla artesanal que Felix había hecho en los bolsillos bordados con diseño de mandala rojo; marcó los pasos como en la academia le habían enseñado al caracterizar un personaje importante y soberbio; levantó su barbilla como muestra de superioridad y medio sonrió para parecer tranquilo.

Él era lo que quería ser.

El recinto escolar era grande, y pasear por allí solo cerca de las diez treinta de la noche era bastante aterrador, pero su faceta agrandada no le permitía ejercer cobardía, por lo que intentó convencerse de que todo lo que estaba a su alrededor no eran más que rastros de nostalgia que lo hacían temblar de miedo.

Las escaleras, los salones, las ventanas y el suelo eran memorias dentro de él. La melancolía comenzó a posarse sutilmente en sus hombros recordando momentos de todos los colores que lo acompañaron durante esos tres años de preparatoria; si pudiese verlo o revivirlo, seguramente habría hecho todo de otra manera.

Siguió con su camino soberbio en dirección donde ChangBin le había indicado: su salón de último año, ubicado en el tercer piso cerca del laboratorio y la sala de artes.

Se templó una vez más antes de subir los escalones, aunque le entraba la curiosidad de que no hubiese algún ruido acompañando el ambiente. Al llegar al tercer piso se dio cuenta que estaba todo vacío.

«¿Me habrán jugado una broma?»

La mera idea le aterró. ¿Por qué ChangBin y Chan le atacarían de esa forma?, no podía estar tranquilo pensando que no había nadie por los pasillos ni ruido en los salones, solo una extraña figura en el fondo que hacía poner los sentidos de JiSung en alerta.

La vergüenza lo atacó repentinamente, sintiéndose realmente estúpido creyendo que lo habrían invitado a una reunión de exalumnos y tener ganas de salir corriendo de ese lugar antes de que alguien lo viese. ¿O tal vez se había equivocado de salón? ¿O de escuela?, no era posible, él llegó con sus amigos, ¿Entonces por qué...?

—Están en el gimnasio.

JiSung saltó en sí por esa espontánea voz. Levantó su cabeza para ver quién le hablaba, pero solo veía una sombra gracias a la oscuridad del pasillo.

—¿Qué? —atinó a decir él.

—No dijeron que estarían en el gimnasio. Hay una nota acá.

Escuchó como la cinta adhesiva se despegaba de la puerta y el ruido de una hoja lo acompañaba. JiSung se acercó al chico para achinar sus ojos y esmerarse en leer lo que esta decía.

"¡No había espacio en el salón! Nos mudamos al gimnasio."

—Pudieron haberlo dicho antes —siguió comentando MinHo—. Bueno, ¿Vamos?

A pesar de que JiSung aún no podía reconocer la voz, accedió con un monosílabo y esperó a que MinHo se le acercase para comenzar a caminar hacia el gimnasio.

Cuando JiSung notó quién era, sintió como un balde de agua fría lo bañaba.

Por otro lado, MinHo solamente quería mantener la calma.

—Ha pasado tiempo —comentó MinHo.

—Un poco —farfulló con sarcasmo JiSung.

Y ambos se mantuvieron en silencio durante su trayecto al gimnasio, preguntándose en qué demonios estaban los dos parados.

. . .

¡Primer capítulo subido! Ay, que me gusta Sunshine. ¡Gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro