Chapter 007
007
"Una pequeña rebelión, un poco de aventura"
—Enredados
Auradon estaba tranquilo cuando Jay, Carlos y Percy se acercaron al auto que los llevaría al muelle. Con mochilas cargadas y miradas furtivas, los tres chicos estaban listos para partir hacia la Isla de los Perdidos. Justo cuando comenzaban a meter las cosas en la cajuela, Bastian y Anlee aparecieron de repente.
—¡Hey, chicos! ¿Van a alguna parce? —preguntó Bastian con una sonrisa.
Jay y Carlos intercambiaron una mirada rápida, intentando mantener la calma.
—Oh, ¿nosotros? Nah, solo... tomando un poco de aire fresco, ya sabes —respondió Jay, soltando una risa nerviosa.
—Con todas esas mochilas, ¿verdad? —dijo Anlee, sospechando.
—Sí, bueno, nunca sabes cuándo vas a necesitar... una muda de ropa —añadió Carlos, esbozando una sonrisa tensa.
Percy, quien había estado en silencio, se rascó la cabeza, tratando de ocultar su nerviosismo. Entonces, Bastian se volvió hacia ellos con una expresión preocupada.
—Oigan, ¿ustedes han visto a Evie? Me dejó plantado...
Jay, Carlos y Percy se miraron incómodos, sin saber cómo responder. Bastian bajó la mirada, su expresión era tan desolada que casi se podía sentir su corazón roto.
—No sé qué hice mal... —susurró Bastian, su voz temblando de tristeza.
Jay intentó cambiar de tema rápidamente.
—Seguro que Evie solo está ocupada con algo importante. Ya sabes cómo es, siempre ocupada con sus diseños y todo eso.
—Sí, seguro que no fue nada personal —asintió Carlos rápido.
—Claro, seguro que te buscará pronto —intentó seguir el juego Percy, aunque no podía evitar sentir lástima por Bastian.
Antes de que pudieran continuar con la conversación, Lonnie apareció de repente, con los brazos cruzados y una mirada decidida.
—Sé que van a la Isla de los Perdidos.
Jay, Carlos y Percy se congelaron en su lugar, intercambiando miradas incrédulas.
—¿Nosotros? No, no... ¿De qué hablas? —intentó negarlo Jay.
—Sí, ¿por qué iríamos a la isla? Es un lugar horrible —rió nerviosamente Carlos.
—Totalmente, ni siquiera sabemos dónde está —añadió Percy con una sonrisa forzada.
Lonnie se acercó, mirándolos a los ojos uno por uno.
—Sé que van a rescatar a Ben y a Rosalie. Y si no me llevan con ustedes, se lo diré a la Hada Madrina.
Los tres chicos suspiraron, dándose cuenta de que estaban atrapados. Jay finalmente asintió, resignado.
—Está bien, Lonnie. Pero solo porque necesitamos toda la ayuda posible.
—Y ustedes dos, ¿quieren venir también? —preguntó Carlos con un poco de sarcasmo, mirando a Bastian y Anlee.
—Ir a la isla no estaba exactamente en mis planes pero, ¿qué mas da? Si eso significa que podría ver a Evie, estoy dentro —dijo Bastian, animándose un poco.
—No hay forma de que me pierda esto —sonrió Anlee.
Lonnie sonrió, satisfecha, mientras el grupo terminó de meter las cosas en la cajuela del auto. Sin que se dieran cuenta, Malcom, el hijo de Mérida, se deslizó sigilosamente en la cajuela, cerrándola detrás de él. Con el auto cargado y los planes en marcha, los chicos no sabían que su misión estaba a punto de volverse aún más complicada.
Rosalie logró escabullirse del barco, corriendo por las calles desoladas de la Isla de los Perdidos. Su respiración era rápida, y su corazón latía con fuerza en su pecho. No sabía hacia dónde iba, pero sabía que tenía que alejarse lo más posible de sus captores. Sentía la esperanza crecer en su pecho al ver la entrada a un callejón que podría ofrecerle refugio.
Sin embargo, justo cuando pensaba que había logrado escapar, alguien la atrapó desde las sombras. Un hombre con una sonrisa siniestra apareció frente a ella, bloqueándole el camino.
—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? —dijo el hombre, sus ojos recorriendo a Rosalie con avaricia mientras extendía una mano hacia ella, como si fuera a robarle algo.
Rosalie retrocedió, su espalda chocando contra una pared. Pero antes de que el hombre pudiera acercarse más, una voz familiar y peligrosa resonó en el aire.
—¿Qué hace un solecito como tú en un lugar como este? —Harry Hook apareció detrás del hombre, su tono burlón, pero con una clara amenaza en cada palabra.
El hombre que había intentado atrapar a Rosalie se tensó, girándose lentamente para enfrentar a Harry. Al ver al pirata, sus ojos se abrieron de par en par, y comenzó a retroceder.
—No estaba... no quería problemas, Harry —balbuceó el hombre, levantando las manos en señal de rendición.
—No creo que te haya invitado a esta fiesta —Harry respondió, su gancho brillando amenazante bajo la luz tenue del callejón.
El villano entendió el mensaje y no necesitó más advertencias. Dio media vuelta y corrió, desapareciendo en la oscuridad.
Harry entonces se volvió hacia Rosalie, que aún respiraba con dificultad, su mirada llena de una mezcla de alivio y resignación.
—Creías que habías escapado, ¿eh? —dijo Harry con una sonrisa ladeada, dando un paso hacia ella.
Rosalie lo miró, sabiendo que sus opciones eran limitadas. No había otra salida, y aunque Harry era impredecible, era mejor que enfrentarse sola a los peligros de la Isla.
—Vamos, te llevaré de vuelta —dijo Harry, esta vez su tono un poco más suave, aunque su mirada seguía siendo desafiante.
Rosalie, sin otra opción, asintió lentamente. Harry le ofreció su brazo, y ella lo tomó con reticencia. Mientras la guiaba de regreso al barco, Harry la observaba de reojo, su sonrisa característica presente en su rostro.
—No siempre estaré cerca para salvarte, solecito. Ten más cuidado la próxima vez.
Rosalie no respondió, dejando que Harry la llevara de regreso, consciente de que, por ahora, su intento de libertad había fracasado.
Mientras caminaban, Rosalie se armó de valor y, con voz firme, le exigió:
—Quiero ver a Ben. Necesito asegurarme de que está bien.Harry la miró de reojo, su sonrisa burlona creciendo ligeramente.
—Lo verás, solecito, pero todo a su tiempo.
Rosalie apretó los labios, molesta por la respuesta evasiva de Harry, pero antes de que pudiera decir algo más, notó la sonrisa en su rostro. Era algo que normalmente le provocaría escalofríos, pero en ese momento, algo en ella la hizo hablar.
—Tienes linda ... aunque solo la usas para asustar a las personas.
Harry se detuvo un momento, sorprendido por el comentario. La miró fijamente, su expresión suavizándose por una fracción de segundo antes de que su sonrisa volviera con un toque de ironía.
—Es más divertido de esa manera, ¿no crees?
Rosalie no respondió, pero en su interior, algo cambió. Harry la llevó de vuelta al barco, y aunque sabía que estaba atrapada de nuevo, no pudo evitar pensar en la breve chispa de humanidad que había visto en él, incluso si fue solo por un instante.
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