Chapter 005
005
"Incluso los milagros toman un poco de tiempo"
-Cenicienta
Rosalie estaba sentada en un viejo barril, observando a su alrededor mientras los piratas continuaban con sus quehaceres. El lugar estaba lleno de sombras, pero ella mantenía la calma, tratando de idear un plan para salir de allí. Aunque sabía que sus amigos estarían preocupados, no podía permitirse mostrar debilidad.
Harry Hook, con su inconfundible andar relajado, se acercó a ella con una sonrisa que mezclaba travesura y picardía. Había estado observándola desde que la trajeron, intrigado por su comportamiento. Rosalie no era como las demás chicas que él había conocido.
-¿Cómoda, princesa? -preguntó Harry, apoyándose contra una pared cercana. Su tono era burlón, pero no malintencionado.
Rosalie levantó la mirada hacia él y le devolvió una leve sonrisa. Sabía que Harry disfrutaba provocando a los demás, pero no tenía intención de dejar que la intimidara.
-Tan cómoda como se puede estar en un barril viejo -respondió, con un toque de humor.
Harry rió suavemente, impresionado por su respuesta.
-Tienes agallas, solecito -dijo, usando el apodo que acababa de inventar para ella-. La mayoría de las chicas como tú ya estarían llorando por mami y papi.
Rosalie alzó una ceja, divertida por el apodo.
-¿Solecito? -preguntó, con curiosidad en su voz-. ¿De dónde viene eso?
Harry la miró fijamente, su sonrisa ampliándose mientras se acercaba un poco más.
-Por tu cabello dorado y esa luz que pareces irradiar, incluso en este agujero oscuro -respondió, como si fuera lo más obvio del mundo-. Eres como un rayo de sol en medio de la tormenta, princesa.
Rosalie lo miró un momento, sin dejarse intimidar, aunque sus mejillas se sonrojaron ligeramente. Harry tenía una forma de hablar que, a pesar de su tono burlón, sonaba genuino.
-¿Así que me ves como un rayo de sol? -preguntó, desafiándolo ligeramente con una sonrisa en los labios.
Harry se inclinó un poco más, acercándose lo suficiente para que Rosalie sintiera su presencia aún más.
-Te veo como mucho más que eso, solecito -dijo suavemente-. Eres fuerte, más de lo que cualquiera pensaría. Y eso es algo que no se encuentra todos los días.
Rosalie mantuvo la mirada, sin romper el contacto visual.
-Y dime, pirata, ¿qué haces con un tesoro tan brillante cuando lo encuentras? -preguntó, volviendo a su tono de desafío.
Harry sonrió de nuevo, ese destello de misterio brillando en sus ojos.
-Lo proteges, lo cuidas, y te aseguras de que nadie más lo tome -respondió-. Pero si decides irte, no seré yo quien te detenga. Aunque... -añadió con una sonrisa traviesa-, te advierto que un pirata nunca se olvida de un buen tesoro.
Rosalie no pudo evitar sonreír ante sus palabras, reconociendo la verdad en ellas. Sabía que algo había cambiado entre ellos en esa breve conversación, y aunque debía ser cautelosa, también sabía que Harry Hook no era un pirata cualquiera.
-Supongo que tendré que decidir pronto entonces, ¿no? -dijo, manteniendo la mezcla de diversión y seriedad en su voz.
Harry asintió y se levantó, ajustando su garfio en la cintura.
-Supongo que sí, solecito -respondió, con una última sonrisa-. Pero recuerda, un pirata siempre encuentra la manera de conseguir lo que quiere.
Con esas palabras, Harry se alejó, dejándola sola con sus pensamientos. Rosalie lo siguió con la mirada, sintiendo que, de alguna manera, algo había cambiado. Mientras lo veía alejarse, no podía evitar preguntarse qué le depararía el futuro en esa isla llena de peligros y secretos.
Era un atardecer hermoso en Auradon. El sol se estaba poniendo, y los últimos rayos dorados iluminaban la explanada frente al jardín de las rosas, donde Bastian Nieves esperaba con un ramo de flores en la mano. Llevaba casi una hora allí, sentado en un banco, esperando a Evie. Habían planeado celebrar su aniversario, y él había organizado todo a la perfección: una cena bajo las estrellas, seguida de un paseo por el jardín iluminado por luciérnagas.
Pero Evie no había llegado. Bastian miraba su reloj de vez en cuando, cada vez con más preocupación y tristeza. No entendía por qué no había aparecido. Evie siempre había sido puntual, y él sabía cuánto valoraba estos momentos juntos. Empezó a pensar que algo debía haber ocurrido, pero sin noticias de ella, la ansiedad comenzaba a instalarse en su pecho.
En ese momento, Anlee, apareció caminando por el sendero cercano. Había notado a Bastian desde la distancia y, al ver la expresión de desánimo en su rostro, decidió acercarse. Anlee siempre había tenido un corazón compasivo y, aunque no conocía los detalles, sabía que Bastian necesitaba apoyo.
-¿Bastian? -preguntó suavemente mientras se acercaba-. ¿Estás bien?
Bastian levantó la mirada, sorprendido de verla, pero al mismo tiempo agradecido por la compañía. Se obligó a sonreír, aunque era evidente que estaba desilusionado.
-Hola, Anlee -respondió, intentando mantener la compostura-. Estoy bien... más o menos. Solo que... bueno, Evie no ha aparecido, y teníamos planes esta noche.
Anlee se sentó a su lado en el banco, observando las flores que aún sostenía Bastian en sus manos. Su corazón se encogió un poco al ver el esfuerzo que él había puesto en la ocasión.
-Lo siento mucho, Bastian. Debe ser duro... -dijo, con una voz suave y comprensiva-. Pero estoy segura de que debe haber una buena razón para que Evie no haya llegado. Quizás algo inesperado sucedió.
Bastian asintió lentamente, queriendo creer eso, pero la incertidumbre lo estaba desgastando.
-Lo sé, pero... simplemente es difícil no imaginar lo peor -confesó, dejando escapar un suspiro.
Anlee le dio una ligera palmada en la espalda en un gesto de apoyo.
-Ella te adora, Bastian. No lo olvides. Puede que hoy no esté aquí, pero eso no cambia lo que ustedes tienen. -Anlee sonrió-. Además, no puedes dejar que esta noche tan hermosa se desperdicie. Si te quedas aquí, mirando el reloj, solo te sentirás peor.
Bastian sonrió levemente ante sus palabras, apreciando su intento de animarlo.
-Tienes razón, Anlee. No debería quedarme atrapado en este momento. Gracias por estar aquí. -dijo, con sinceridad.
Desde una distancia prudente, Malcom, el hijo de Mérida, observaba la escena. Malcom había estado paseando cerca cuando notó a Anlee y Bastian conversando en el banco. Su corazón dio un vuelco, y la inseguridad comenzó a carcomerlo por dentro. Aunque él y Anlee eran amigos desde la infancia, los sentimientos que tenía por ella eran mucho más profundos, pero nunca se había atrevido a confesarlos.
Verla ahora, tan cerca de Bastian, lo llenaba de una mezcla de celos y malentendidos. Para Malcom, la escena parecía demasiado íntima, como si Anlee estuviera consolando a Bastian de una manera más que amistosa. No podía escuchar la conversación, pero sus pensamientos comenzaron a jugar en su contra.
-¿Qué están haciendo juntos? -murmuró Malcom para sí mismo, sus ojos entrecerrados mientras intentaba entender la situación-. ¿Por qué está tan cerca de él?
La mente de Malcom se llenó de dudas, inseguridades, y un torbellino de emociones que no sabía cómo manejar. No quería imaginar que Anlee pudiera tener sentimientos por Bastian, pero la escena frente a él lo hacía cuestionarse todo.
Mientras tanto, Anlee seguía hablando con Bastian, ajena a la mirada de Malcom.
-¿Qué tal si damos un paseo por los jardines? -sugirió Anlee, intentando distraer a Bastian de su tristeza-. El aire fresco siempre ayuda a despejar la mente.
Bastian dudó un momento, pero finalmente asintió.
-Me parece una buena idea -respondió, levantándose del banco y dejando las flores sobre el asiento.
Ambos comenzaron a caminar por el sendero, mientras Malcom, a lo lejos, los seguía con la mirada, sintiendo cómo los celos comenzaban a nublar su juicio.
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