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Capítulo Único

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Mael recordó con tristeza aquellas últimas palabras que su hermano mayor le dijo antes de desvanecerse y la manera en que él creyó ciegamente en él.

—No puedo hacer algo como eso —suspiró hondo, acomodando su larga cabellera mientras miraba a lo lejos aquel lugar donde debía presentarse —Hermano… ¿En qué estabas pensando cuando me pediste que hiciera esto? —el albino emprendió el vuelo, aterrizando justo encima de aquel edificio de color blanco con mil pensamientos revoloteando en su mente.

En una habitación del último piso de aquel inmenso hospital, se encontraba una joven postrada en una cama, ella miraba el triste atardecer a través de una gran ventana que tenía unas viejas persianas color beige.

—¿Ya vinieron sus familiares a verla? —preguntaba en voz baja una enfermera a otra, señalando a la solitaria chica de la habitación.

—No y para ser honesta, no creo que eso suceda. Su hermano no ha venido ni una sola vez desde que ella entró aquí, pero afortunadamente él se mantiene al tanto de su evolución y de los pagos correspondientes a la hospitalización... Ella debe sentirse muy triste y sola... Ojalá se recupere pronto...

Mael había logrado escuchar esa pequeña conversación y por un momento sintió lástima por esa joven.

—¿Qué se supone que deba hacer con algo como esto? —dijo para sí, mientras miraba a la muchacha a través de la puerta abierta de la habitación.

Esa joven era de un largo cabello rojizo como la tarde, su rostro estaba adornado de lindas pecas, que Mael comparó con las constelaciones del cielo nocturno. Autumn era una chica muy hermosa a su parecer y mirarla de más lo hizo sentirse extraño.

Las mejillas del avergonzado albino se tornaron de un tenue color rosado y enseguida cubrió su rubor para evitar sentirse estúpido.

—No viniste a flirtear, Mael —se repetía una y otra vez con nerviosismo.

La chica de cabello rojizo apartó la vista de la ventana tras escuchar el cuchicheo del arcángel.

—Lamento la intrusión —dijo avergonzado en cuanto ella lo miró un tanto asombrada. Mael supo que ese era el momento perfecto para comenzar su trabajo y entrar a hacerle compañía a la chica por los próximos siguientes días.

—Descuida, al menos recibí una visita hoy —dijo con una media sonrisa.

Apenado, él bajó la mirada un instante tras escucharla decir aquello y sin vacilar tomó asiento en el borde de la cama.

—¿Eres de esos que vienen a animar a los pacientes? —le preguntó curiosa, en cuanto lo vio vestido de una manera bastante llamativa y poco común.

—Eh, sí —respondió algo dubitativo, rascando suavemente su cabeza con el dedo índice de su mano derecha.

La pelirroja se rio enseguida.

—No hace falta mentir, sé perfectamente qué es lo que eres. Aunque no lo parezca soy bastante creyente de seres como tú —le dijo con una sonrisa amable, mostrándole un collar de hilo negro con una pequeña cruz de madera.

Mael miró aquel objeto con curiosidad sin decir nada al respecto, pues no sabía exactamente a qué se refería ella con eso. Quizá era alguna especie de amuleto o algo por el estilo, pues jamás en su vida había visto algo parecido a ello. Mael sólo conocía el símbolo del clan de las diosas y nada más.

—Todas las tardes le pido un deseo —dijo la pelirroja repentinamente.

—¿De verdad? ¿Será que deseaste la visita de un desconocido? —le preguntó el albino agraciado.

Ella sonrió al escucharlo.

—No —respondió y lo miró a los ojos —Deseé que me llevaran lejos de aquí —al decir esto, Autumn extendió sus brazos simulando extender un par de alas.

Mael se quedó en silencio al comprender aquello y recordó lo que su hermano le dijo:

"Pasa sus últimos momentos a su lado… Así como estás haciendo conmigo… Mael… "

—Creo que me estás malinterpretando —expresó en cuanto cayó en cuenta de lo que la chica deseaba en realidad y se puso de pie enseguida.

Autumn sonrió cabizbaja con amargura.

—Entonces ¿a qué has venido? —la pregunta dejó helado a Mael, pues no iba a decirle la verdad, porque joder, ¿a quién le gustaría que le digan que le queda poco tiempo de vida y que por eso va a tener la compañía de un ser celestial?

El albino evadió la pregunta con un suspiro y le respondió con una pequeña mentira.

—Soy Mael, tu ángel de la guarda y he venido a cuidarte —la voz del albino se escuchó bastante convincente y Autumn creyó en él sin dudarlo.

<<Los humanos suelen ser tan ingenuos >>pensó con tristeza, pues odiaba tener que mentirle.

Autumn se levantó de la cama sigilosamente, mientras Mael seguía inmerso en sus pensamientos y cuando él menos esperó, aquellos delgados brazos le rodearon el torso.

—Gracias Dios, por enviarme a uno de tus bellos ángeles para guiar mi camino y no desistir con mi misión en este mundo —susurró la joven a modo de plegaria, mientras los ojos de Mael se humedecían por la culpa que sentía al no decirle la verdad de su visita.

El albino correspondió el abrazo y acarició el cabello rojo semi esponjado de Autumn.

<<Hermano, me has hecho pecar de una manera tan cruel >>pensó mientras lloraba en silencio.

La pelirroja notó la tristeza en el arcángel y lo abrazó con más fuerza, esperando a que la cercanía de sus cuerpos lo reconfortara. Mael logró tranquilizarse luego de sentir las intenciones puras de la chica hacia él.

—Ser un ángel de la guarda no debe ser fácil —dijo ella repentinamente, en cuanto separaron sus cuerpos.

—En efecto —afirmó, mientras secaba sus lágrimas con las mangas de su pulcra ropa blanca.

La joven sonrió y volvió a su cama enseguida.

—Lo siento, no te dije mi nombre —se disculpó avergonzada —Soy Autumn, mis padres me pusieron así porque nací en una tarde de otoño.

—Creo que es un nombre bastante lindo y adecuado para ti —dijo el albino recordando los colores de los árboles en otoño.

...

Las visitas al hospital se volvieron una costumbre para Mael, a quien ya no le importaba quedarse por largas horas platicando con esa chica sobre tantas cosas.

Ambos se volvieron muy cercanos con el paso de los meses, hasta que un día una de las enfermeras notó algo raro en Autumn: los medicamentos que le suministraban ya no estaban haciendo efecto y su salud se iba deteriorando rápidamente.

Mael notó que ella se veía cada vez más cansada y la luz que irradiaba se iba apagando con cada día que pasaba.

El arcángel desesperado siempre trataba de sanarla cada que ella se quedaba dormida, pero sabía que ninguno de sus esfuerzos daba resultados favorables y por ello, una noche Ludociel se hizo presente.

—Estás siendo muy egoísta con ella, Mael. ¿Por qué te demoras tanto? —decía la voz de su hermano en su mente.

—No sé a qué te refieras, hermano —dijo afligido, mientras miraba a la chica dormida, quien ahora se encontraba con oxígeno, pues últimamente le estaba costando respirar —Pensé que mi compañía le traería algo de paz a su vida, ¿acaso estoy haciendo mal las cosas? —le preguntó, mientras salía de la habitación para tener más privacidad y así hablar con él.

—Sólo tú sabes cómo ayudarla... O perjudicarla... —la voz del azabache se escuchaba seria.

—Hermano, por favor sé más preciso… Yo no quiero que ella se vaya… —los ojos del albino se llenaron de lágrimas, últimamente hacía eso cada que escuchaba los diagnósticos diarios de Autumn.

Mientras el platinado se comunicaba con su difunto hermano, las enfermeras entraron a la habitación de Autumn para verificar su estado de salud y suministrarle los medicamentos que debía tomar por las noches.

—Por favor hermano, ayúdame a que ella ya no sienta dolor —suplicó el arcángel abatido.

—Mi adorado Mael, hay cosas que son inevitables en la vida. Lamentablemente yo no puedo hacer nada al respecto, pero estoy seguro de que tu sí —aseguró, dándole esperanzas.

Los ojos de Mael se iluminaron y en cuanto salieron las enfermeras, él entró para ver a la joven, quien ahora estaba despierta.

—Me alegra mucho que sigas aquí —le dijo casi en un susurro, pues su voz también se había vuelto diferente.

—No me iría sin antes decírtelo —el arcángel se acercó a ella y con su dedo índice tocó su frente con la intención de sanarla un poco, pues vio que estaba sufriendo en ese instante, pero para su mala suerte su magia ya ni siquiera funcionaba ni para aligerar el mal que la acongojaba.

—Vas a estar bien, estoy seguro de que pronto te sentirás mejor—le decía para darle ánimos.

Autumn le regaló una media sonrisa y Mael la contempló unos segundos, los suficientes como para sentirse verdaderamente tentado a robársela.

—Miremos las estrellas juntos... Bueno aún no salen por completo, pero ya hay algunas que logran verse por las tardes —le dijo.

—Lo haría si pudiera —contestó la joven con tristeza.

Mael sostuvo sus manos entusiasmado.

—Si puedes. Déjame llevarte entre mis brazos, así no te cansarás.

Convencida por las palabras de Mael, Autumn asintió enseguida sin imaginar lo que él haría a continuación.

El arcángel tuvo el maldito descaro de quitarle el oxígeno y el suero que iba conectado a la vena de su mano izquierda sin pensar en las consecuencias. Él ignoraba la función de aquellas cosas e inocentemente se la llevó con la intención de distraerla un poco para que olvidara su pesar.

Mael y Autumn estaban sentados sobre el techo de aquel edificio, contemplando los pocos minutos que quedaban de luz.

La pelirroja se sentía feliz a su lado, pues era la primera vez en tanto tiempo que podía salir al exterior y mirar sin obstáculos el paisaje que todos los días tenía frente a ella.

—Ojalá te hubiera conocido antes... —le dijo Mael en cuanto sintió que ella se aferraba a su brazo y acurrucaba su cabeza sobre su pecho —Me hubiese gustado pasar más tiempo contigo y observar el cielo todos los días a la hora que tú quisieras... —el albino tenía el rostro pintado de vergüenza, mientras hablaba con toda honestidad. Autumn lo escuchaba con atención sin decir nada, pues en ese punto ya ni siquiera tenía las fuerzas necesarias para articular palabra alguna.

Mael creyó que ese silencio por parte de ella se debía a que estaba ruborizada y no sabía qué decir al respecto. Entonces pues, él se inclinó hacia ella. Sus miradas se conectaron de inmediato y Mael se atrevió a besarla sólo para sentir un último suspiro por parte de ella.

Las lágrimas fueron inevitables en ese instante. Él abrazó su cuerpo con fuerza, no podía aceptar que ya se hubiera ido, que no había podido ayudarla en todo ese tiempo... Entonces, sólo entonces recordó algo que su hermano le había dicho momentos antes.

—Sólo tú sabes cómo ayudarla... O perjudicarla...

Mael lo comprendió todo en ese momento y se lamentó el haber sido tan egoísta, tan ingenuo, tan ignorante...

Mientras él sufría por la pérdida de esa joven a quien le había agarrado cariño en tan poco tiempo, la voz de aquel azabache se hizo presente.

—Oh hermano, nunca imaginé que fueras a acelerar el proceso—dijo la voz de un sorprendido Ludociel en su mente —Mira que arrebatarle la vida con un beso fue lo mejor que pudiste haber hecho para que ella muriera tranquila... Cada vez te vuelves más creativo, Mael...

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Básicamente el beso de Mael la dejó sin aliento y terminó por matarla más rápido a falta de oxígeno...

F por mi Oc :((

Pd. Espero que les haya gustado este pequeño fic💛

An Airad

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