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𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘶𝘭𝘰 -1

El llanto del bebé molestaba profundamente a Ava. Cada grito del pequeño le clavaba un dolor punzante en la cabeza. Ya no podía soportarlo, no quería lidiar más con él, especialmente sabiendo la monstruosidad que era. Ese no era su hijo, su linaje era puro, solo de alfas. El hecho de que un Omega hubiese aparecido para manchar su sangre le provocaba asco y rabia.

—¡Llévense a esta cosa de mi vista! No lo quiero ver —gritó Ava, su voz llena de desprecio.

Una anciana con ropa de sirvienta, temblorosa, entró en la habitación y, con manos firmes, tomó al bebé que seguía llorando en su cuna.

—Sácalo de mi vista, no lo quiero ver —musitó Ava, con una mueca de asco, mirando a la anciana con desprecio.

—Sí, señora —respondió Donna, la sirvienta, llevó al bebé a la cocina donde ya había preparado un biberón para calmarlo.

Donna llevaba años sirviendo a la familia Murray. Conocía bien el temperamento de cada uno, y sabía la razón detrás del desprecio de la familia hacia el pequeño bebé.

—¿Por qué tuviste que nacer Omega, precioso? —susurró suavemente Donna, mientras acunaba al bebé—. Todo sería mucho más fácil si fueras un Alfa o incluso un Beta como yo.

Ese, y solo ese, era el “crimen” de esa pequeña criatura que, a su corta edad, aún no comprendía la cruel realidad que le esperaba.


Theo, tres años…

No había luz en el lugar, todo era oscuro y silencioso, salvo por el crujido de las ramas que arañaban la ventana como si quisieran entrar. Hacía frío, y su pancita gruñía de hambre. Theo no entendía por qué su papá y su mamá no lo querían. Él era un niño bueno, ¿o no? Tal vez no tanto… tal vez esta vez había hecho algo muy malo, aunque no sabía qué.

Siempre escuchaba lo que sus hermanos mayores le decían. Esta vez, le habían pedido que ayudara. Su hermano mayor le dijo que, si hacía bien su trabajo, sus papis estarían felices y lo querrían mucho más. Eso lo emocionó. Quería tanto que lo quisieran.

—Solo hazlo, Theo. ¡Es divertido! —le había dicho su tercer hermano mayor Ciro, dándole una sonrisa.

Así que Theo ayudó. Tomó los papeles y documentos que sus hermanos le dieron y los metió en la máquina grande que hacía ruido y cortaba todo en pedacitos. Al principio, le pareció divertido; hacía sonidos raros, y sus hermanos se reían. Theo también se rió, pensando que estaba haciendo algo bueno.

Pero se dio cuenta de que no lo era cuando su papá lo encontró.

El rostro de su papá estaba rojo de enojo. Theo apenas tuvo tiempo de hablar antes de que el cinturón cayera sobre él. Dolió mucho, tanto que sintió que no podía respirar. Papá Levi no siempre estaba en casa, pero cuando lo estaba, Theo intentaba comportarse muy bien para no molestarlo. Sin embargo, esta vez no funcionó.

Lo llevaron al cuarto oscuro después del castigo. Era un lugar pequeño, sin luz ni juguetes, alejado de la casa principal. Theo le tenía mucho miedo. Allí no podía hacer nada más que escuchar su pancita gruñir y mirar por la pequeña rendija que dejaba entrar un poco de luz. Desde esa rendija, había contado cinco veces que la luna salía. Podía contar muy bien para su edad, eso le hacía sentirse orgulloso.

La única parte buena del cuarto oscuro era cuando su abuelita Donna venía a verlo. Ella siempre encontró la forma de alcanzarle comida a través de la ventanita. Le enviaba sándwiches o huevos hervidos en una cajita, atados a una cuerda que bajaba por la pared. Cuando vio la cajita, se sintió como si estuvieran jugando un juego secreto. Era como si su abuelita le enviara información importante para una misión.

—¡Gracias, abuelita! —susurraba bajito, porque no quería que sus papás lo escucharan.

Cuando lo dejaban salir del cuarto oscuro, siempre olía muy mal. Se sentía sucio y asustado, pero su abuelita nunca hacía una cara fea ni lo rechazaba. Ella le daba un baño de burbujas y luego lo abrazaba mucho.

—Fuiste muy valiente, mi niño —le decía, dándole besos en la frente.

Lo que la abuelita no sabía era que Theo siempre lloraba en el cuarto oscuro. Pero se limpiaba las lágrimas antes de que ella llegara, porque no quería que se diera cuenta de lo asustado que estaba. No quería que ella también dejara de quererlo.

Theo era un niño bueno. Siempre trataba de serlo.


Theo, cinco años…

La playa era el lugar más hermoso para Theo. Le encantaba cuando su abuelita lo llevaba cada mes después de hacer las compras. Era su día favorito, porque era la única ocasión en la que podía salir a jugar.

Le gustaba mucho sentir la arena entre los dedos de sus piecitos, como si fuera una manta suave que lo abrazaba. Miraba las olas crecen y romperse a lo lejos, mientras la brisa marina le hacía peinados graciosos en su cabello. El mar tenía un sonido especial, como una canción que lo calmaba y lo hacía soñar con lugares mágicos. Amaba el mar más que cualquier otra cosa.

Ni siquiera cuando iba a la escuela se sentía así de feliz. En la escuela, las maestras siempre estaban enojadas. Lo regañaban si decía algo mal o si pronunciaba una palabra diferente. Theo no entendía por qué las maestras eran tan malas. Una vez quiso contárselo a sus papás, pero ellos no lo escucharon. En lugar de eso, lo castigaron por hablar “mal” de la maestra que, según ellos, le estaba enseñando lo mejor.

Ese día en la playa era día de mercado, y Theo estaba emocionado porque su abuelita siempre le compraba dulces. Tenía que comerlos antes de volver a casa, porque si sus hermanos los veían, se los quitaban todos. Era un secreto entre él y su abuelita, y eso lo hacía aún más especial.

En casa, su lugar favorito era la habitación de su abuelita. Allí pasaban tiempo juntos, y ella le enseñaba cosas mágicas, como usar la máquina de coser. Theo miraba con atención cómo ella confeccionaba su ropa y le ayudaba a hacer ropa pequeña para sus ositos de peluche. Era algo que lo hacía sentir importante y querido.

Los ositos no podían quedarse con él, porque sus hermanos siempre rompían sus juguetes. Así que los dejaba escondidos en la habitación de su abuelita, donde sabía que estarían a salvo. Su abuelita cuidaba de sus ositos, igual que cuidaba de él.

La abuelita de Theo era su lugar seguro, su refugio. Allí, con ella, no tenía miedo, no sentía tristeza. Solo paz y amor, como cuando estaba en la playa, escuchando el mar.


Theo 7 años…

A medida que Theo crecía, su vida se volvía cada vez más dura. Vivir entre alfas que solo lo miraban con desprecio era un peso insoportable para un pequeño Omega, que aún no lograba comprender porque su familia le daba esas miradas de rechazo.

—¡¿No dije que no entras a mi cuarto, Omega estúpido?! —una voz furiosa hizo que Theo saltara asustado.

El pequeño Omega se encontraba en la cocina, comiendo junto a su abuela, cuando el hermano mayor de quince años irrumpió en la habitación con la furia de un volcán. Agarró el cuerpo diminuto de Theo y, sin previo aviso, le dio una bofetada tan fuerte que lo mandó al suelo. Donna, la anciana, jadeó horrorizada al presenciar la escena.

—S-señorito, debe haber un malentendido —dijo, apresurándose a levantar al niño, quien lloraba desconsolado.

—¡¿Qué malentendido?! Este mocoso lo arruina todo en esta casa —gritó Julen mirando furioso a Theo antes de salir corriendo hacia la oficina de su madre, decidido a que su hermano recibiera el castigo que, según él, merecía.

Los Murray tenían cinco hijos varones, cuatro de ellos alfas, y Theo, el menor, era el único Omega. Vivir entre seis alfas era opresivo para un Omega, que no encontraba en ellos la seguridad que un Alfa normalmente podría ofrecer. En lugar de sentirse protegido, Theo solo sentía su opresión, su rechazo. Todo lo que necesitaba era el calor y la aceptación de su familia, pero en lugar de eso solo recibía desprecios.

El objeto que supuestamente había destruido Theo era una colección de autógrafos de los jugadores favoritos del alfa. Julen había encontrado los autógrafos tirados y destrozados por el suelo de su habitación, al ver su colección destruida pensó en el único culpable de todo en esa casa.

Donna consoló a Theo, colocando una bolsa con hielo sobre su mejilla hinchada y roja.

—Abuelita, yo no fui… —balbuceó entre sollozos.

—Lo sé, mi niño, lo sé —respondió Donna con dulzura.
Sabía perfectamente que Theo no había sido el culpable.

Esa destrucción era obra de Jax, el segundo señorito, pero como sirvienta, no podía hablar ni hacer nada al respecto. Solo podía mirar, impotente, mientras su querido dulcecito recibía un castigo injusto. Intervenir solo empeoraría las cosas para Theo, y quedarse callada era una tortura para ella. No le quedaba más que esperar a que el castigo terminara y sanar las heridas que se quedaban.


Theo, diez años…

El sol comenzaba a ocultarse, y la casa de los Murray se encontraba extrañamente tranquila. Theo estaba en la cocina, terminando de lavar los platos que le habían obligado a limpiar después de la cena. Sus manitas se movían rápido, tratando de no dejar ningún plato sucio, porque sabía lo que pasaría si lo hacía.

—¡Teo! —la voz de Jax, el segundo hermano mayor, resonó desde la sala. Theo tembló al escucharla, pero respondió con un tímido:

—¿Si?

Antes de que pudiera terminar de secar el último plato, Jax apareció en la puerta de la cocina junto con Ciro y Demir. Los tres lo miraban como depredadores observando a su presa.

—Ven aquí, Omega inútil. Tenemos un trabajo para ti —dijo Jax con una sonrisa cruel.

Theo dejó el plato en el fregadero y, con el corazón acelerado, caminó hacia ellos. Sabía que no podía negarse, porque las consecuencias serían peores.

—Te hicimos un regalo —dijo Demir, mostrando una caja de madera. Theo miró la caja con curiosidad, pero al abrirla, su rostro se llenó de horror. Dentro había arañas vivas, pequeñas pero numerosas, moviéndose desesperadas.

—¿Qué te pasa? ¿No te gustan? —preguntó Ciro burlándose, mientras los demás reían.

—N-no… —balbuceó Theo, retrocediendo un paso, pero Jax lo empujó hacia adelante, obligándolo a sostener la caja.

—Vamos, pequeño inútil, demuéstranos que no eres tan cobarde —dijo Demir mientras los otros lo rodeaban, cerrándole cualquier salida.

—No quiero… —intentó decir Theo, con lágrimas acumulándose en sus ojos, pero Jax le arrancó la caja de las manos y volcó su contenido sobre él.

Las arañas cayeron sobre su cabeza, sus brazos y su ropa, y Theo gritó, tratando de quitárselas de encima, pero los hermanos no hicieron nada para ayudarlo. En lugar de eso, se reían a carcajadas, disfrutando de su sufrimiento.

—¡Míralo! Parece un pequeño ratón atrapado en una trampa —dijo Ciro, señalándolo mientras Theo caía al suelo y se sacudía con desesperación.

—Ya basta —dijo Demir, fingiendo compasión—. Pobrecito, déjalo.

Por un momento, Theo creyó que Demir lo ayudaría, pero cuando extendió una mano para levantarse, Demir lo pateó en el estómago con fuerza, haciendo caer de nuevo.

—¿Qué creías? ¿Qué te íbamos a dejar en paz? —se burló.

Theo no podía respirar del dolor. Su pequeño cuerpo temblaba mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Quería gritar por ayuda, pero sabía que nadie lo escucharía. Su abuelita no estaba, y sus padres nunca lo defendieron.

—Eres patético —dijo Jax mientras le lanzaba un balde de agua fría encima, empapándolo de pies a cabeza—. Limpia este desastre antes de que mamá llegue, y ni se te ocurrirá decirle nada, porque sabes lo que pasará si lo haces.

Los tres se alejaron riendo, dejando a Theo temblando en el suelo, mojado, con algunos restos de arañas aún en su ropa. A pesar de todo, Theo se levantó, recogió el trapeador y comenzó a limpiar. Mientras lo hacía, no podía evitar preguntarse por qué tenía que vivir así, por qué no podía ser como los demás niños que veían jugando felices en el parque cuando iba al mercado con su abuelita.

Con cada lágrima que caía, se prometía a sí mismo que un día saldría de esa casa, que un día sería libre. Pero ese día parecía tan lejano como las estrellas que veía desde la pequeña ventana de la cocina.

(◦′ᆺ‵◦) ♬° ✧❥✧¸.•*¨*✧♡✧ ℒℴѵℯ ✧♡✧*¨*•.❥

Aquí el primer capítulo, no olviden votar ⭐ y comentar también 💗

∆Personajes:

°Ava Murray: Alfa 45 años
°Levi Murray: Alfa 56
°Julen Murray: Alfa 26 años
°Jax Murray: Alfa 24 años
°Ciro Murray: Alfa 22 años
°Demir Murray: Alfa 20 años
°Theo Murray: Omega 18 años
°Donna: Beta 70 años.

Los demás irán apareciendo mediante avancen los capítulos, no les pongo mucho de los personajes porque irán conociéndolos de a poco.

El Alfa de Theo se llamará: Asmael Foley.

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