ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 -4
—¡¿Qué haces ahí parado todavía?! ¡Apúrate, el invitado llegará pronto! —gritó furiosa Ava, entrando a la habitación sin siquiera pedir permiso.
—¿En serio vas a comprometerme con un desconocido, mamá? —preguntó Theo, angustiado.
—No es un desconocido, Theo. Es un hombre que nos dará la mitad de su empresa si te casas con él. Así que, para nosotros, ya es de la familia.
—P-pero yo…
—¡Pero tú nada! No tienes derecho a opinar ni a decidir en esta familia. Ya sabes cuál es tu papel como Omega: ser obediente y hacer todo lo que él te pida. Y, por favor, Theo, no arruines la única oportunidad que tenemos para ser millonarios. Piensa en el futuro de tus hermanos.
“¿Y el mío, qué?” Pensó Theo, pero esas palabras nunca llegaron a salir de su boca. No tenía el valor de decirlas.
—Sí, madre.
—¡Apúrate entonces! Tu prometido llegará pronto a conocerte. Y recuerda, Theo: un Omega solo debe obedecer lo que su alfa diga. Siempre sumiso, con la mirada baja. No te atrevas a avergonzarnos.
—Sí…
La puerta se cerró de golpe, dejando a un Omega con los sueños rotos y el corazón hecho trizas. Hoy conocería a su prometido, y en tres días, se casaría. Todo le parecía tan confuso que no lograba similar lo que estaba pasando. Se sintió perdido y atrapado, sin salida.
La mesa estaba preparada con un festín digno de la realeza, con platos variados y bellamente presentados. Las conversaciones entre los alfas giraban en torno a negocios y asuntos que Theo no logró comprender. Era el único Omega en la mesa, sentado en una esquina, esperando pacientemente a que los alfas comenzaran a comer para poder hacerlo él también.
Un suave tintineo de copa rompió la atmósfera, llamando la atención de los alfas, que, absortos en su conversación, se detuvieron por un momento.
—Buenas noches familia. Hoy es un día especial para los Murray, hoy se une un nuevo integrante —comentó Ava con una sonrisa amplia—. Bienvenido a la familia, señor Vicent. Nos honra mucho tenerlo en nuestra cena de esta noche, y nos llena de felicidad saber que es usted quien se ha comprometido con nuestro pequeño tesoro. Theo es muy importante para nosotros, y estamos muy contentos de que haya sido usted quien lo elija como compañero.
—El gusto es mío, señora Ava. Theo es un hermoso Omega, y estoy seguro de que será un excelente compañero en casa —respondió el hombre, con una sonrisa calculada.
—Por supuesto, es perfecto para un hombre como usted. Theo es muy afortunado de encontrar a alguien como usted —alabó Levi.
Vicent sonriendo altivamente y dirigió una mirada hacia Theo, observando cómo el Omega permanecía callado, con la cabeza gacha, sin resistencia, Vicent se sintió complacido. Con una mano rugosa, posó su palma sobre el muslo de Theo y presionó con fuerza, provocando un leve quejido del Omega.
—No puedo esperar para tenerte como la puta que eres, —dijo en voz baja pero firme, solo para que Theo pudiera escucharlo—. Recibirás mi descendencia y te quedarás encerrado en casa, criando a los hijos que te daré. Debes ser una zorra obediente y desesperada, como toda tu familia, que no dudó en venderte al mejor postor.
Theo intentó contenerse, pero el miedo y la humillación lo ahogaban por dentro. Nadie en la mesa parecía haber notado la tensión, cada uno inmerso en sus propias conversaciones mientras él permanecía congelado, atrapado en la mirada de su futuro esposo, que lo observaba con una mezcla de posesividad y desdén.
La cena transcurría de manera cómoda y animada para los alfas, pero para Theo era una experiencia tortuosa. Apenas podía tragar la comida; cada bocado parecía quedarse atascado en su garganta, acompañado por el nudo de ansiedad que sentía en el pecho. Para empeorar las cosas, el alfa sentado a su lado no apartaba sus manos de él.
Los dedos callosos del hombre recorrían descaradamente su pierna, apretando con fuerza cada vez que Theo intentaba alejarse. El Omega tragó el asco que lo invadía y, con movimientos sutiles, trató de zafarse de su agarre. Sin embargo, el rechazo sólo provocaba que el alfa apretara con más intensidad, casi como si quisiera dejar marcas en su piel, recordándole su lugar.
De vez en cuando, el hombre fingía interesarse por él, formulando preguntas amables sobre sus estudios, su vida diaria o sus planes a futuros. Theo sabía que aquellas palabras estaban vacías.
Por dentro, Theo luchaba por mantener la compostura. No podía llorar, no podía mostrar incomodidad. Su papel era claro; permanecer sumiso, obediente, tal como se esperaba de un Omega. Pero cada segundo que pasaba junto a ese hombre lo hacía sentirse más pequeño, más atrapado, como si estuviera encadenado a un destino del que no podía escapar.
—Te gusta que te traten como una puta, ¿verdad? —susurró Jax al oído de Theo, su tono cargado de veneno—. Si hubiera sabido que estabas tan desesperado por un poco de atención, habría dejado que mi amigo terminara lo que empezó la otra vez.
Al recordar al amigo de Jax Theo se estremeció de miedo y asco, en una ocasión cuando sus padres no estaba su hermano Jax con su otro hermano Ciro aparecieron en la casa, era raro verlos por ahí cuando empezaron la universidad y está vez habían venido para hacer una fiesta donde invitaron a sus amigos, Theo rápidamente se encerró en su cuarto y no salió solo escuchando el ruido de la música, el olor de los alfas le mareaban pero era soportable para alguien que vivió rodeado de ellos toda su vida.
Permaneció en su cuarto pero a media noche alguien intento entrar a su cuarto, forcejeando la cerradura, Theo se quedó inmóvil en un rincón considerando aventarse por la ventana pero era demasiado alto si saltaba podría romperse algún hueso o quedar muy gravemente herido.
Solo pudo ver con horror como Jax junto con Ciro y otros tres alfas entraban a su habitación y empezaban a destruir todo lo que veían, uno de los alfas lo arrastró afuera y empezó a toquetearlo en todas partes mientras el forcejeaba y pedía ayuda, el alfa dejo marcas en su piel que ardían y poco después fue su mismo hermano quien aparto a su amigo y a él lo encerró en el cuarto oscuro dejándolo ahí olvidado.
Theo pasó tres días en ese lugar, hambriento, aterrado y sintiéndose más insignificante que nunca. Solo logró salir porque la niñera lo encontró por casualidad. Desde entonces, el recuerdo de esa noche lo atormentaba, un recordatorio constante de que en su propia casa no estaba a salvo.
—Entonces, la boda se celebrará dentro de siete días. Después de que arreglemos los procedimientos en la ciudad C, Theo se mudará directamente a su casa, señor Vicent. Más adelante, nos reuniremos para celebrar la ceremonia formal allí —anunció Ava, emocionada de que pronto tendrían en sus manos el cuarenta por ciento de las acciones de la empresa de Vicent.
La empresa de Vicent, dedicada al comercio electrónico, era una de las tres más grandes a nivel internacional. En el primer lugar del mercado se encontraba Foley Jewels, una prestigiosa compañía de joyería con tiendas en todo el mundo. Todos los empresarios soñaban con colaborar con ellos, y Vicent no era la excepción. Había intentado en varias ocasiones asociarse con Foley Jewels, ofreciendo su avanzada tecnología como incentivo, pero siempre había recibido un rotundo “no” por parte del presidente de la empresa.
Sin embargo, Ava no parecía preocuparse por las dificultades de Vicent. Para ella, lo único que importaba era el beneficio inmediato que su familia obtendría al unir a Theo con alguien tan influyente.
Dentro de siete días, dejaría esa casa que siempre había sido su jaula… solo para entrar en otra. Theo estaba resignado; sabía que oponerse a su destino solo empeoraría las cosas. Ya no había vuelta atrás. Lo único que lo reconfortaba era saber que estaría solo durante esos días, disfrutando sus últimos momentos de libertad en soledad y contemplando, una vez más, el vasto mar frente a él.
Le gustaba ver el amanecer, ese instante en el que el sol rompía la oscuridad con su luz cálida y esperanzadora. Anhelaba que algún día un amanecer llegara también a su vida, trayendo consigo un destello de esperanza, algo que llenara el vacío y le devolviera la calidez que tanto necesitaba. Pero, por ahora, solo había sombras y un frío que parecía eterno.
—¡Theo! —un gritó saco a Theo de su concentración en el boceto que estaba dibujando. Rápidamente se levanto del suelo aventando el libreto mostrándose nervioso al pensar que fue descubierto, pero al levantar la mirada solo vio al Omega de la vez anterior.
Arlo estaba muy feliz de ver a Theo de nuevo, había estado viniendo a la playa con la esperanza de verlo de nuevo antes de marcharse a su hogar. Pero habían pasado casi una semana y nada que veía al Omega ya estaba resignado a irse sin despedirse y agradecerle, ya al día siguiente se iría y al verlo ahí le alegro mucho.
—¡Qué feliz me hace verte de nuevo! —emocionado Arlo abrazo efusivamente al otro Omega ambos eran de la misma estatura. (1'60)
—Ah, hola Arlo me alegra también de verte —susurro Theo sintiéndose abrumado ante el tan apretado y efusivo abrazo.
—¡Ya me había resignado a no vete más! Justo mañana nos vamos y quería despedirme de ti.
—Mm, no es nada, quizás el destino quiso que estuviera ahí para ti —respondió Theo con voz tranquila.
—De verdad estoy en deuda contigo, Theo. Me ayudaste en un momento tan confuso y doloroso, y me diste una nueva perspectiva. Prometo que vendré a menudo aquí para verte.
—No creo que sea posible… Dentro de unos días me iré de aquí. Estoy comprometido y me iré a vivir lejos —murmuró Theo, su voz carente de emoción.
—¡Oh, felicidades! —exclamó Arlo.
Theo asintió, pero su expresión fría y distante fue evidente para Arlo, quien frunció el ceño al notar la falta de entusiasmo.
—¿No estás feliz?
—No tengo elección. Es un matrimonio de conveniencia, y mi opinión no cuenta.
—¿Cómo puede ser eso posible? El matrimonio debería ser por amor, no por obligación —protestó Arlo, indignado.
—No importa —respondió Theo con resignación, desviando la mirada—. Ya lo acepté. No hablemos de mí. ¿Cómo te sientes? ¿Tu alfa te consoló?
Arlo se sonrojó ligeramente al recordar el consuelo que su alfa le brindó ese día. Asintió tímidamente, su sonrisa era pequeña pero sincera. Aunque su rostro aún mostraba señales de cansancio, como ojeras y un ligero rastro de palidez, su semblante era mucho más brillante que antes.
—Sí, me siento mucho mejor. Estar aquí, lejos del ruido de la ciudad, me dio paz. Me hizo reflexionar y pensar más en mi futuro. Decidí concentrarme en mi empresa y en crear más momentos bonitos junto a mi alfa.
Theo lo observó con cierta admiración. Arlo era valiente, determinado y capaz de encontrar fuerza incluso después de haber tocado fondo. Theo, en cambio, no podía imaginarse a sí mismo enfrentándose a una situación tan enorme con esa fortaleza.
Ambos pasaron un rato jugando en el agua, olvidándose momentáneamente de sus preocupaciones, hasta que el sol comenzó a ocultarse en el horizonte. Luego, se sentaron juntos en la orilla, contemplando las olas que lamían sus pies descalzos.
De repente, Arlo tomó una libreta que yacía al lado de Theo. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver el diseño a medio terminar en una de las páginas.
—¡No puedo creerlo! —exclamó emocionado—. ¡Eres Sunset!
Theo se sonrojó profundamente, arrebatándole la libreta de las manos y guardándola apresuradamente en su mochila.
—¿Cómo sabes sobre mis diseños? —preguntó nervioso.
—Esos diseños son inconfundibles —respondió Arlo con entusiasmo—. ¡Me encantan! Son mis favoritos y siempre los espero con ansias tres mes. Siempre soñé con conocerte en persona y reclutarte como es debido, pero siempre esquivabas compartir tu información, y era imposible dar contigo. Ahora que te tengo aquí… ¡Theo, ven conmigo a mi empresa! Trabaja conmigo, juntos lograremos grandes cosas.
Theo estaba completamente abrumado por lo que escuchaba. No podía creer que el Omega frente a él fuera el dueño de “Olivine”, la empresa de moda a la que vendía sus diseños.
Cuando era menor de edad, Theo había comenzado a enviar sus bocetos, vendiéndolos para ganar dinero y escapar de su casa. Nunca quiso fama, solo estabilidad. Por eso, cedió los derechos de sus diseños sin reclamar crédito alguno. Pero ahora, Arlo, quien se sentía culpable por haberle quitado el reconocimiento, quería compensarlo ofreciéndole un lugar importante en su empresa.
Antes de que Arlo pudiera seguir explicando su propuesta, Theo lo dejó sin palabras con su respuesta:
—No puedo aceptar. Hoy es el último diseño que envío a la empresa. A partir de ahora me concentraré en ese matrimonio y me alejaré del diseño —murmuró Theo, sintiendo un nudo en la garganta. Había tomado la decisión, ya no seguiría aferrándose a un sueño que se había ido desvaneciendo poco a poco. Ahora que el matrimonio estaba tan cerca, su vida cambiaría por completo, y el diseño quedaría atrás, como un recuerdo lejano de algo que una vez fue suyo, pero que tuvo que dejar ir.
—Tengo que irme, mis padres llegarán pronto a casa y debo recibirlos —agregó Theo, con tono firme.
—No, Theo. Hablemos de esto, veo mucho potencial en ti. Con un poco de mi ayuda, serás increíble.
—Lo siento, Arlo. El diseño siempre fue solo un hobby. Ahora que tendré una familia, debo concentrarme en ello.
—¿Pero te veré de nuevo? En tan poco tiempo te has vuelto alguien importante para mí, y no quiero perder el contacto.
—No lo sé… tal vez. Si el destino nos cruza nuevamente, podríamos salir a comer y hablar de nuestras vidas.
—Está bien —susurró Arlo, con los ojos vidriosos.
—Adiós.
Theo se giró lentamente y se alejó, dejando a Arlo con la sensación de haber perdido algo que ya no podía recuperar.
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