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CAPÍTULO 38

CAPÍTULO 38

INVIERNO EN MI CORAZÓN

El primer copo de nieve cayó.

El invierno llegó. Y su primer enviado llegó hasta mí, a mi reino.

Mis párpados pesan. La cabeza me da vueltas y siento unas enormes ganas de vomitar, pero entonces...

—Malena. Malena. ¿Malena, puedes oírme?

Una voz femenina resonaba en mi mente, distante al principio, como un eco lejano perdido en la oscuridad. Poco a poco, me aferré a una luz que parecía parpadear a lo lejos, y con cada segundo que pasaba, la voz se volvía más clara, más cercana.

—¿Está despertando?

—Sí, está despertando. Majestad, ¿puede oírme? —Una mano masculina pasó frente a mis ojos, llamando mi atención.

Parpadeé, confusa, mientras trataba de recuperar parte de mi propia conciencia, mi cuerpo se sentía pesado, como si hubiera cargado una montaña entera.

—¿Qué... qué me pasó? —pregunté con la voz apagada.

Al instante en que mis ojos tratan de enfocar algo noto que estoy en el suelo recostada en el regazo de Ruth, mientras que Frederick y unos cuantos rostros más están frente a mí. Rostros que aún me es difícil reconocer.

—Nada, no debe preocuparse por nada. Todo está hecho, cerró la grieta en un esfuerzo sobrehumano y... sobrevivió. Sobrevivió majestad —me informa Frederick con una voz regocijante, aliviado. Elevo del todo mi torso y casi por instinto empiezo a buscar algo con la mirada a mi alrededor, algo o más bien... alguien.

En otra vida estaremos juntos

Esa frase otra vez.

La frase que escuché antes de perder el conocimiento vino nuevamente a mi cabeza. La voz. La voz que escuché era masculina, lo sé, pero no, no estoy segura de a quién pertenecía.

¿Sería la de él?

¿Sería esa su forma de despedirse?

Aunque echo un vistazo a mi alrededor solo encuentro humo, cenizas, colores grises y brasas agonizantes. Escombros, polvo, cenizas, rastros de la destrucción era lo único que queda.

No apareció en ningún momento después de... después de que me diera la puñalada más dolorosa que jamás alguien me ha dado, al menos no alguien a quien yo quiera y confiara tanto como confiaba en él. Y aunque mis palabras tal vez le hirieron una herida igual de profunda, no justifica el hecho de que se haya ausentado en medio de la que sabía era la batalla más grande de mi vida. La batalla en la que mi vida estaba en juego, la batalla en la que prometió estar y al final él... no estuvo.

—¿Sucede algo majestad? —pregunta Frederick con tono de preocupación.

Niego lentamente con la cabeza.

—Unas sacerdotisas aparecieron de la nada hace un rato después de que trajera tu cuerpo hasta aquí, dijeron que se la llevarían por su seguridad. Ella está bien sí eso lo que te inquieta —por un instante fruncí el ceño sin entender con exactitud a lo que se refería Sheynnis, pero cuando noté que Solrrang tampoco estaba parpadeé varias veces y asentí con la cabeza.

Apoye las palmas de mis manos sobre el suelo recubierto de polvo y cenizas para intentar ponerme de pie, me tambaleo varias veces durante mi torpe intento por lo que un par de manos me sujetaron y me ayudaron a ponerme de pie.

Frederick con educación después de solicitar mi permiso tomó mi brazo y lo pasó por encima de su cuello.

Mire de nuevo a mi alrededor. La mayor parte del lugar era cenizas, escombros, y casas desmoronadas, pero al menos ya no había señales de ninguna criatura, ni de ningún habitante.

—Debemos marcharnos ahora mismo majestad. Aunque la muralla se cerró muchas cosas quedaron retenidas de este lado —informa Frederick.

—¿Qué? —lo mire frunciendo el ceño.

—Las cosas que cruzaron. Algunas murieron, pero otras se internaron en el bosque oscuro después de que cerraste la grieta — aclara Jared—. Mis lobos ya están buscándolos, yo me uniré a ellos, continuaremos buscando hasta que no quede ni uno solo con vida.

—Yo no recomendaría que los buscaran por la noche.

Una voz suave e imponente interrumpió justo cuando Jared hizo un ademán de cambiar de forma. Entrecerré los ojos, intentando descifrar de quién se trataba. Una luz cálida envolvía la silueta de una mujer, haciendo difícil distinguir sus rasgos.

—Las criaturas se vuelven más fuertes bajo el manto de la noche. La oscuridad las alimenta, les concede poder y las protege. Todo aquel que intente rastrearlas en esas horas, sufrirá un trágico final.

Su tono era calmado pero firme, como si cada palabra estuviera cargada de una verdad ineludible.

Cuando la luz que la rodeaba se extinguió y sus pies tocaron el suelo, mi corazón dio un vuelco. Reconocí al instante quién era.

La sacerdotisa. La protectora de las reliquias de Sunland. La misma mujer que, con manos firmes había colocado la corona de Sunland sobre mi cabeza el día de mi coronación.

Vestía una elegante túnica gris, adornada con intrincados bordados dorados que trazaban formas antiguas y místicas. Su cabello rubio y ondulado caía en cascada, escapando de la capucha que cubría parcialmente su rostro, dándole un aire de sabiduría y misterio.

Por unos segundos nadie dijo nada, hasta que ella volvió a hablar.

—Ve por tu manada. No están cazando, los están cazando. Cuando el último rayo de sol caiga en menos de veinte minutos, todos morirán —miró a Jared fijamente, y este, aunque se lo pensó un par de segundos no tardó en cambiar de forma y correr hacia el bosque. Sheynnis la única de su manada que no se había internado intentó seguirlo, pero en un gruñido Jared le dejó claro que no lo hiciera.

—Majestad —la sacerdotisa se giró hacia mí e hizo una pequeña reverencia—. Bienvenido sea su reinado, una vez más ha demostrado que es digna de la corona. La corte y su pueblo la esperan.

Los ojos color avellana de la mujer se fijaron en los míos. Parpadeó varias veces antes de girarme hacia Frederick y compartir una mirada.

A partir de hoy...

A partir de este momento...

Mi reinado comienza.

***

Dos horas más tarde el palacio es un desastre. El pueblo había encontrado la calma gracias a la pronta intervención de la sacerdotisa después de que se sintiera un fuerte sacudón debido a la grieta en todo el reino, ella utilizó su magia para que todos se guardaran en sus casas aguardando con calma.

Yo dormí un rato después de volver de Zaruma. Estaba demasiado débil y cansada como para hacer algo más, aunque quisiera. Dos doncellas fueron las únicas que admití en mi habitación para que me ayudaran a bañarme y cambiarme. Luego solo recuerdo haber caído a la cama y cerrar los ojos.

Al despertar noto que la noche ya ha llegado. A través de las ventanas de la enorme habitación se colaba la escasa luz nocturna. Me apoyo sobre mis codos para intentar levantarme y al instante siento que la cabeza me da mil vueltas. Llevo una mano hasta mi sien y noto que tengo una venda envuelta alrededor de mi cráneo, algunas partes de mis brazos y muslos también se encuentran con parches y vendas, cubriendo mis heridas.

Me dejo caer en la cama nuevamente, sintiéndome incapaz de hacer algo más, cierro los ojos hasta quedarme dormida. Esperando el amanecer, un mañana en el que la muerte de mi madre solo habrá sido una pesadilla y el alma negra de la bruja esa nunca entró al reino con esas cosas oscuras que asesinaron a muchas personas inocentes.

***

El sol se alza nuevamente en la mañana de un nuevo día, pero su rostro es lo único que puede distinguirse en medio de nubes grises que lo opacan. Se alza en el tercer día de una nueva era. Todo el festejo quedó suspendido hace dos días. Aunque dicha suspensión a los únicos que debió molestar fue a los ministros y los nobles, ellos eran los únicos que realmente festejarían, ya que en los planes que tenía Safiye los únicos que se beneficiaban eran ellos.

En estos días no he podido salir de la habitación, me siento incapaz de dar más de tres pasos fuera de ella sin marearme. El dolor que siento no solo se limita a lo físico, mi corazón también ha sido el que no ha parado de doler, y mi mente de culparme por la muerte de mi madre y de muchos otros en Zaruma. Mis heridas estaban siendo tratadas por Vesnom, quien fue enviado por el rey Magnus para que ayudara tanto en mi recuperación como con la de la manada de Jared. Muchas de sus heridas causadas por esas cosas de oscuridad no se estaban regenerando y necesitaron ayuda de pócimas y elixires. La manada entera estaba en el palacio recuperándose antes de volver a su reino. Los guardianes por otro lado vinieron a despedirse ayer por la tarde, las sacerdotisas les enviaron un mensaje diciendo que debían volver a las profundidades, al final, resulto ser que los ataques de vampiros en las profundidades no eran para otra cosa sino para debilitar la muralla desde lo profundo, el secreto de las magnas aún se guarda, pero no se sabe durante cuánto tiempo más pueda hacerse, pues después de lo que sucedió todos saben el secreto de Faes y los lobos. Ya no tenía caso seguir ocultandolo, no cuando casi todos los habitantes del pueblo de Zaruma los vio protegerlos, y los ministros los vieron acorralar al que alguna vez fue su colega, en el jardín. Sacrificaron su secreto para ayudar, una razón más por la que les estoy eternamente agradecida y en deuda.

Abro las puertas del balcón, los rayos del sol ya no chocan con mi cara, en su lugar ahora está el aire frío del invierno, que remueve mi cabello y me eriza la piel. Nevó toda la noche y los barandales están llenos de nieve, aun así, me acerco a el. El patio al que tengo vista está recubierto de hielo y nieve, los pájaros ya emigraron a hacia Terra, no queda nadie que alegre las mañanas con su cantar. Y la soledad comenzaba a invadirme tanto a mi como al reino que aguardaba por explicaciones.

Respiro hondo. El día que me espera no será fácil, ni este ni ningún otro en adelante.

Las dos doncellas no tardaron en aparecer en mi puerta. Al verme de pie en el balcón, saludaron con una reverencia y me informaron que el médico real de Faes, Frederick y la sacerdotisa esperaban fuera de la habitación para verme.

Las doncellas me cubrieron con un abrigo de piel blanco y me ayudaron a volver a la cama. Vesnom no vendría sino a otra cosa que a revisarme así que no había necesidad de cambiarme.

Las doncellas los dejaron pasar después de que me acomodará en la cama. Sentada apoyando mi espalda en unas almohadas pegadas al respaldo de la cama, con las piernas cubiertas por el edredón aguardo.

Vesnom fue el primero en aparecer por la puerta con un maletín marrón en mano. Frederick y la sacerdotisa aparecieron detrás de él.

—Buen día majestad —saludaron al unísono haciendo una reverencia.

—Buenos días ¿Cómo van las cosas allá afuera? —fije mi mirada en Frederick.

—Por ahora bajo control, pero su presencia es requerida lo más pronto posible, tanto frente al pueblo, como frente a los ministros. Todos exigen verla, quieren explicaciones. Están confundidos, de un día a otro se quedaron sin reina madre, sin ministro de gobierno y resulta ser que la reina a la que respetaban no era más que un... rubel.

—¿Un rubel? —enarqué una ceja.

Frederick miró a la sacerdotisa. Ella dio un paso al frente con ambas manos estratégicamente acomodadas sobre su túnica.

—Así es majestad. La mujer a la que todos creyeron la reina durante todos estos meses no era un espejismo y mucho menos una usurpadora humana, era un rubel. Una criatura mágica proveniente de Terra capaz de imitar la voz y sonidos de cualquier animal o persona con tan solo probar su sangre, normalmente son herbívoros y consumen uno que otro marisco de vez en cuando, pero corrompido por la oscuridad, lograron que en lugar de imitar una voz imitara una forma física; ultrajaron su núcleo y torrente mágico, para que al portar la corona que en su momento estuvo sobre su cabeza pudiera tomar su forma. Clavaron la corona en su cabeza, y a través de ella canalizaron su sangre hasta la cabeza del rubel, para que así pudiera adoptar su voz utilizando palabras gestos y sonidos propios de usted —explico.

—¿Y dónde está la criatura ahora? —quise saber.

—Está aquí. Después de varias horas de búsqueda, encontré una forma idónea de quitarle la corona sin lastimarlo, para que volviera a su forma original —anunció la sacerdotisa, con su voz serena mientras giraba la mirada hacia la puerta.

—Ruumplen —lo llamó, su tono suave pero lleno de autoridad.

Pasaron un par de segundos antes de que la puerta se abriera. Mi intriga creció cuando, aunque la habitación quedó expuesta, no vi a nadie entrar. No fue hasta que...

—Ma... ma-majestad —una voz chillona y temblorosa rompió el silencio.

Me incliné hacia delante, tratando de encontrar al dueño de esa voz peculiar. Allí, detrás de la figura imponente de la sacerdotisa, asomó tímidamente la cabeza de una criatura de mediana estatura. Sus ojos brillaban con un miedo palpable, y sus pequeñas manos temblaban mientras sostenían la corona con la piedra de Sun.

—¿Quién eres? —pregunté, intrigada, observando cómo la criatura permanecía oculta detrás de la sacerdotisa.

—Soy Ruum-plen, su-su ma-jestad —respondió con un tono entrecortado, balbuceando cada palabra. Pero no se movió de su escondite hasta que la sacerdotisa se inclinó hacia él, susurrándole algo al oído.

Con evidente nerviosismo, la criatura finalmente se animó. Salió de detrás de la sacerdotisa, pero con pasos cautelosos, como si cada movimiento estuviera cargado de duda.

Subió los dos escalones que conducían a mi cama, rodeándola lentamente. Sostenía la corona frente a él como si fuera un escudo, un objeto que lo protegía de mis ojos inquisitivos. Finalmente, se detuvo a mi lado y, con un gesto tembloroso, me ofreció la corona

La criatura en sí no parecía medir más de un metro de alto. Su piel estaba revestida de un color verde grisáceo. A pesar de su altura tenía una cabeza grande, igual que unos ojos saltones y nariz similar a la humana solo que con fosas nasales anchas. No tiene pelo, está descalzo, lleva una pequeña túnica hecha de musgo recubriendo su torso hasta sus rodillas.

—E-es-to, e-es tu-yo... no mío, di-di-go suyo.

La voz de la criatura, aunque temblorosa y entrecortada, contenía una honestidad que me desarmó. Sus pequeños brazos verdes temblaban mientras sostenían la corona, y de alguna manera, esa vulnerabilidad logró enternecer mi corazón. Con cuidado, llevé mis manos hacia la corona, lista para tomarla. Esta vez, no hubo resistencia. La corona, que antes parecía tener voluntad propia, se deslizó de entre sus dedos con facilidad.

Bajé la mirada hacia el objeto en mis manos y noté algo curioso: la criatura tenía solo cuatro dedos, gruesos y callosos, con una textura que a simple vista parecía áspera.

—Gracias —dije suavemente, acomodando la corona sobre mi regazo.

La criatura apenas alcanzaba a asomar su cabeza por encima de la altura de mi cama. Sus grandes ojos brillaban con un destello de nerviosismo, mezclado con algo que no pude identificar de inmediato.

—¿Me persona? —preguntó de repente, con un tono tan tierno y una mirada tan grande que sentí cómo una calidez inesperada se instalaba en mi pecho.

No pude evitar sonreír, aunque mi corazón seguía apretado por todo lo que había sucedido hasta ahora.

—Se dice me perdona —lo corrigió la sacerdotisa.

—¿Me perdona? —volvió a preguntar. Y yo me pregunté cómo es posible que existan personas tan crueles y sin corazón, capaces de dañar a criaturas tan tiernas e inocentes como esta.

—Tú no tuviste la culpa de nada. Al contrario, te agradezco por cuidar la corona por mí todo este tiempo —le dije con una voz suave viéndolo a los ojos.

La mirada de la criatura se iluminó y emocionado se giró hacia la sacerdotisa.

—¿Tonces ia puero comel pelcaro?

—Si Rumplen, ya puedes comer pescado. Te llevaré de vuelta al valle —le aseguro la sacerdotisa.

—Siii —chilló de felicidad la criatura.

En medio de todo el malestar de mi cuerpo y todo el dolor acumulado en mi corazón, el ver la felicidad reflejada en los ojos del rubel me transmitió un sentimiento de... felicidad. Quizá solo un rayo, un pequeño rayo, que me hizo ver lo importante que soy ahora que la responsabilidad de muchas vidas ha recaído sobre mis hombros. La felicidad y la paz tanto de humanos como de criaturas mágicas dependen de mí, porque si la muralla cae todos ellos sufrirían.

La criatura se despidió tropezando con algunas palabras, la sacerdotisa aclaró que no sabe hablar nuestro idioma, pero debido al ultraje que sufrió por parte de la reina madre y el ministro de gobierno absorbió algunas cosas de los humanos, como el pensamiento crítico y el habla en nuestro idioma, aunque con algunos problemas de pronunciación ahora que ya no posee la corona. Safiye lo tenía amenazado, por eso solo podía decir y hacer lo que ella le ordenaba, más en cuanto ella murió, busco refugio en la sacerdotisa, llego a ella guiado únicamente por el olor y la percepción de su magia, la magia que lo hace sentir seguro en su hogar. Después de unos segundos la sacerdotisa se disculpó explicando que llevaría a Rumplen al valle al que pertenece en Terra.

Entonces Vesnom entró en acción, me pidió que me retirara el abrigo y comenzó a examinar mis heridas, una a una fue depositando en ellas las pócimas especiales que usan en Faes para acelerar la restauración de tejidos y músculos. La herida en la cabeza siendo la más grave fue la que más le llamó la atención ya que según él la gravedad del golpe y el punto donde se dio sugiere que yo perdiera al menos el conocimiento, fue entonces que por fin le conté tanto a él como a Frederick lo que había ocurrido, la historia que me contó el ministro, lo que había hecho junto a Safiye y en lo que se había convertido frente a mis ojos. Les conté del rayo que expulsé hacia él y como eso salvó mi visión.

—La luz en su interior restauró la luz en sus ojos, dejarla ciega hubiese sido una catástrofe para nosotros y un éxito para él, pero con lo que él no contaba era con que dos elementos juntos impedirían el daño de la oscuridad en su visión. Es increíble como hasta ahora existen descendientes de aquellas familias con esas aspiraciones —comentó Vesnom.

—No tan increíbles si el odio se hereda como la sangre de generación en generación. Al menos con esto ya sabemos cuál será la primera reforma para su mandato: la familia real tiene prohibido contraer nupcias con cualquier noble descendiente de una de las siete familias reales que existieron hace quinientos años —sentenció Frederick.

—No estaría nada mal —afirmó Vesnom—. Lo sucedió es impactante, hay demasiadas cosas que aún deben esclarecerse, pero por ahora yo le recomendaría no sobrepensar las cosas, deje que su cabeza descanse un poco, aunque he aplicado algo de medicamento la herida seguirá ahí por un par de días más. Las heridas en la cabeza son más difíciles de tratar que en cualquier otra parte del cuerpo, sin embargo, la suya está respondiendo de manera satisfactoria al tratamiento, hasta me atrevería a decir que los mareos ya no volverán a molestarla de manera tan frecuente, solo debe tener cuidado de no lastimarse y seguir el tratamiento y los cuidados la pie de la letra. Yo debo ir a visitar a mis lobos, el príncipe Jared y toda la manada se llevaron varias heridas severas al pelear con esas cosas de oscuridad, aunque las heridas empiezan a regenerarse de apoco, debo continuar medicándolos hasta que llegue el rey Magnus por la tarde —dijo al tiempo que cerraba su maletín de cuero asegurándose de que había guardado todos los frasquitos que saco para tratar mis heridas.

Vesnom se despidió momentáneamente y salió de la habitación para ir a revisar las heridas de los lobos, dejándome a solas con Frederick. Volví a ponerme el abrigo con cuidado y puse la corona a un lado de la cama.

Frederick se sentó en el borde de la cama, cruzó sus piernas y me miró fijamente por un par de segundos.

—¿Qué? —pregunte al notar su mirada fija sobre mi.

—Vamos pregúntemelo. Sé que quiere hacerlo.

—¿Preguntar qué?

—Esa mirada vacía y perdida me lo está gritando desde hace días, pero yo prefiero oírlo de sus labios. Pregúntemelo, no sé ahogue sola en el mar de la tristeza —extendió su mano hacia la mía sobre la sábana, la tomo en el aire y la cubrió con su otra mano—. Sabe que estoy para servirla, y cuenta conmigo para lo que sea, incluso para guardar secretos.

Cerré mis labios en una dura línea, en el fondo sabía a lo que se refería, y sé que puedo confiar en él, pero la pregunta que surgió en mi mente no fue la que salió de mis labios.

—¿Dónde está el cuerpo de mi madre?

—Me encargue personalmente de esconderlo. Mantengo su cuerpo congelado en mi torre, nadie se atreve a entrar allí, así que supuse que era un buen lugar para mantenerlo oculto. Limpie la herida en su cuello, y la sangre en su cuerpo, pero le aseguro que no la he tocado más allá de eso.

—Bien. A mi padre no pude darle una digna sepultura, pero a ella sí —afirmó con la voz apagada.

—¿Eso es todo? —Frederick busco mi mirada. Vacile mordiendo mi labio inferior y clavando mi mirada en la corona a un costado. Él era el único al que podía preguntárselo y quizás no volveríamos a tener la oportunidad de hablar sobre este tema a solas así que no lo aguante más.

—¿Lo has visto?

Frederick curvo sus labios en una sonrisa que parecía de victoria pero era más melancólica, dio dos palmadas suaves sobre mi mano antes de negar lentamente con la mirada.

—No, pero es muy probable que haya retornado a su hogar. De estar aquí ya hubiera aparecido por esa ventana para sacarme a patadas y saber cómo está —un nudo se formó en mi garganta causando que mi expresión se tensara—. Pero tengo esto —Frederick levantó en el aire un collar, y no cualquier collar, basto una mirada para que me diera cuenta de que era el calón. Lo único que quedaba de él... el calón.

—Lo encontré en el jardín, supongo que después de semejante pelea debió caer de su bolsillo —lo puso en mi mano y cerró mi puño con el adentro.

—Me abandonó después de asesinar a mi madre, que irónico ¿no crees? —digo manteniendo la mirada fija en mi puño.

—No entiendo a lo que se refiere majestad —dice frunciendo el ceño.

—¿No te das cuenta? —solté con una mezcla de furia y desesperación—. Me golpea justo donde más me duele al asesinar a la persona por la que habría dado mi propia vida. Y, extrañamente, desaparece cuando había prometido estar junto a mí en todo momento ese día. Para colmo, la muralla se abre, dejando paso no solo a criaturas oscuras sino también... ¡a la gran bruja! ¿No crees que todo este tiempo solo me estuvo utilizando?

Las palabras que había estado reteniendo en mi interior salieron como un torrente incontrolable

—¿Qué? A ver, ¿cómo está eso de que la bruja entró aquí? —pregunta con evidente desconcierto.

—Solrrang me lo dijo, y yo la vi. —Mis manos temblaban al recordarlo, y mi voz apenas se mantenía firme—. Lo único que pude distinguir debajo de una capa roja que la envolvía era un rostro pálido, labios carnosos de un rojo intenso y algunos mechones de cabello amarillo. Solrrang dijo que no entró su cuerpo, pero sí como una especie de ilución.

—Entonces...—La mirada de Frederick se escandaliza por completo, incluso su rostro palidece.

—Alguien les abrió la puerta y no encuentro a otro culpable que no sea él. ¡Es que todo lo señala! —cierro el puño dónde tengo el calón con fuerza.

—Majestad, míreme —Frederick posa su mano nuevamente sobre mi puño con el calón dentro—. No creo que él lo haya hecho, no pudo haber sido él. Lo más seguro es que volviera por voluntad propia a donde pertenece.

—¿Qué? ¿De cuándo acá te pones del lado de Van? Además, ¿por qué entonces se fue justamente ese día?

—En primer lugar, no me estoy poniendo del lado de nadie, es solo que, a mi pesar, ese vampiro me salvó la vida más de una vez, y vi en primera fila todo lo que hizo por usted, por ayudarla, día a día, es por eso que su lógica me parece absurda. No sé porque se fue justamente ese día. Tal vez creyó que al morir Safiye todo estaba hecho y usted, bueno, ascendería. Mire, no sé con exactitud lo que hubo entre ustedes, pero sí de algo estoy seguro es de que él sabía que su relación no solo estaba mal, sino que era imposible. Usted es la reina de Sunland, y su obligación es proteger y servir a su pueblo, mientras que él es un vampiro que con autocontrol y todo necesita de sangre para vivir, libertad y adrenalina para sentirse bien consigo mismo, y un palacio lleno de humanos y paredes de oro, roca y plata solo terminarían convirtiéndose en una cárcel para él.

Baje la mirada hasta mi puño, examinando detenidamente los hechos, las palabras de Frederick, las palabras que él me dijo y todo lo que él me enseño... la villana.

Él quería que yo fuese la villana para que no fuese la víctima y al final, de alguna manera termine siendo ambas, para diferentes personas. Entonces, su propósito siempre fue asegurarse de que yo no muriera, pero ¿por qué? o ¿para qué?

—Tal vez tengas razón —dije finalmente sin levantar la mirada—. Pero al menos debió tener el valor de verme a la cara antes de irse. Debió sí quiera... sí quiera despedirse. Yo hubiera comprendido las cosas sí él me las hubiese explicado, pero no lo hizo, como siempre decidió por sí solo, tomó la decisión, y a mí, la tonta e ingenua Lena me toca agachar la cabeza y aceptar su decisión ¿no?

—Usted no es ninguna tonta majestad, lo único que necesita para darse cuenta de eso es entender que ni usted ni nadie puede salvar a todas las personas de este mundo, ni siquiera a las que más se ama, nadie puede ir en contra de las leyes de la vida o el tiempo, nacemos con un fin y una vez lo cumplimos nos vamos de este mundo. Cuando empiece a pensar las cosas con la cabeza fría verá cómo poco a poco usted misma empezará a soltar, perdonar y sanar, poco a poco, todo a su tiempo. Pasó por muchas cosas difíciles en un mismo día y es comprensible que sus emociones esten alteradas, y hasta cierto punto desordenadas. Trate de calmarse, y tómese su tiempo para pensar y aceptar las cosas que ya sucedieron. Necesita aceptar su pasado, para afrontar su presente o no podrá vivir en paz en el futuro que le espera.

—Un futuro como reina ¿no? —mire la corona a un costado.

—Un futuro como reina —afirma—. Pronto tendrá que enfrentarse a la corte y explicar los hechos sucedidos con respecto al ministro y a la reina madre, tendremos también que hacer un análisis de las políticas y leyes vigentes para saber sí usted está de acuerdo con mantenerlas o sí gusta hacer algunas reformas. Hay aún muchas cosas por hacerse, y todas aguardan por usted majestad.

Vivir en el pasado; un mal presente, y un catastrófico futuro. Soltar, perdonar y sanar. Es todo lo que necesito para afrontar mi presente, y no lo conseguiría sí no me levanto de esta cama.

—Organiza una audiencia con los ministros para hoy por la tarde, aprovechemos la visita del rey Magnus y presentémoslo como testigo. También anuncia al pueblo que haré acto de presencia en el balcón real para ofrecer las explicaciones que correspondan. Diles a todos que su reina, su verdadera reina, va a darles la cara.

Frederick curvo sus labios en una sonrisa e inclinó su cabeza a manera de reverencia.

—Delo por hecho majestad.

Tal vez él haya tenido sus propios motivos.

Tal vez no quería herirme.

Tal vez no me traiciono como pienso.

Tal vez, nunca estuvimos realmente enamorados.

Tal vez solo estuvo esperando este momento para poder irse.

Tal vez, solo quería asegurarse de que tomaría mi lugar en el reino antes de irse, o tal vez, él y yo nunca estuvimos destinados a estar juntos.

Tal vez en otro mundo, dónde todos somos humanos o vampiros. Tal vez en otra época, dónde todos conviven en paz y el mal se ha extinto. Tal vez, en otro momento. Tal vez, en otra vida.

Hellooo!!!

Vengo a que se depriman conmigo😞(Mini maratón final)

Lo sé, lo sé, la cosa esta color de hormiga, pero yo quiero terminar de martirizarlas con una canción que representa mucho los sentimientos de Lena en estos momentos:

https://youtu.be/gsdLuAvDxrg

Nos vemos en el final...

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