CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 35
EL PRINCIPIO DE SU FIN
El día por fin había llegado.
Oficialmente, hoy, se cumplen quinientos años desde que la reina Scarleth nos liberó de los vampiros.
Quinientos años desde que Sunland tiene en el trono a la familia Beaumont.
Quinientos años desde que Sunland es libre de la magia oscura, o al menos eso es lo que todos creíamos...
El sol brilla alto en la mañana, la intensidad de los rayos que atraviesan las ramas secas del bosque, anuncian que está en su punto más alto. Es medio día.
Presenciar un día soleado, con un destino incierto como el mío, es como revivir aquel sentimiento que probablemente la reina Scarleth sintió el día en que levantó la muralla, que nos liberó del mal. Exilio a toda criatura portadora de oscuridad. La muralla los expulsó con la magia proveniente del elemento luz. El mismo elemento que ahora está en mis manos, estuvo en sus manos, y lo utilizo para liberar incluso a los que no lo merecían. Cuando pienso en la reina Scarleth, me imagino muchas cosas, entre ellas, que debió tener un corazón muy noble, tal vez era bondadosa, o por el contrario fue una guerrera. Una guerrera que se levantó, reunió el valor necesario, se enfrentó a ellos, los desterró, reino, pero... ¿Qué pasó después? ¿Cómo murió? No estudie en la academia real, por lo tanto, nunca tuve la oportunidad de conocer por completo la historia de la reina, ni cómo llamo a su primer hijo, ni quien fue su esposo, ni, nada...Tal vez pueda saber más sobre ella sí leo el libro de los siete sellos, en especial la parte en la que ella se enfrentó al mayor de los males y salió victoriosa.
Pero han pasado quinientos años, y así como el bien, el mal ha evolucionado, ya no proviene de vampiros, ahora proviene de los mismos humanos, cuyas almas el poder ha corrompido.
Hoy era el día.
Hoy finalmente se llevara acabo la ceremonia del cambio de Era.
No puedo negar que me siento nerviosa, porque sí lo estoy.
Desde hace media hora no he dejado de ver mi reflejo en el agua cristalina del río. Sentada en una dura roca, que sobresale a la superficie en medio del río, espero. Espero a los guardianes. Espero a la manada.
Frederick y Van han ido a ocuparse de otros asuntos de vital importancia, por lo que me encuentro sola, acompañada únicamente de mi daga y mi magia. Sola en medio del bosque oscuro, un bosque tenebroso al que no entran más que cazadores arriesgados y guardias de élite. Un bosque cuyas leyendas cuentan que quien entra muy difícilmente sale, pues la densidad de su flora hace que te pierdas en el sin poder encontrar un camino de retorno, y al caer la noche los lobos se comen todo lo que represente un buen festín; incluidos los humanos. Algunas teorías tenían razón, y otras no tanto, con los años aprendí a moverme aquí dentro, aprendí a evitar a los animales nocturnos y aún más importante: aprendí a sobrevivir, aún teniendo pocas posibilidades para hacerlo.
Ahora mismo estoy en medio del río cerca de la muralla con las sombras, no suena como algo divertido, pero tampoco es que sea tan peligroso, al menos hoy no. La muralla nos protege de ellos, gracias a que ella nos protegió a todos sin distinción. Sin duda Scarleth fue una gran reina... ¿pero yo?
Apenas fui capaz de levantar la mirada cuando sentí unas gotas de agua sobre mi cabeza. Se sentían frías, y de considerable tamaño como para ser de lluvia por lo que en mi mano derecha forme una bola de luz mientras que con la izquierda me aseguré de tomar el mango de mi daga. Cuando eleve la cabeza junto con la mirada mi sorpresa fue aún mayor.
Era... hermoso.
Increíble y majestuoso.
Era un caballo de agua.
La bola de luz se deshizo en mi mano.
Un corcel alto, que parecía tener vida propia.
Más pude confirmar esta teoría cuando comenzó a dar vueltas a mi alrededor con movimientos majestuosos que hacían bailar el agua, mientras liberaba un pequeño splash.
Sin apartar la mirada del corcel, me puse de pie sobre la roca. Extendí mi mano hacia él cuando finalmente dejó de girar y se quedó estático frente a mí. Dobló una de sus patas delanteras, como si hiciera una leve reverencia, y finalmente mi mano tocó su fría superficie.
Magicamente sin que yo hiciera nada que lo probocara en cuanto logré tocar su frente, el agua que lo componía se iluminó en un amarillo brillante, mientras una brisa suave comenzo a moverse a nuestro alrededor, alborotando mi cabello
—Zev...
Susurre. Tenía que ser Zev. Yo no lo cree, pero Zev sí podría, su magna es de agua, y la brisa...
—Ruth, Hover.
La brisa se convirtió en un viento aún más fuerte que trajo con ella pétalos de flores de distintos colores.
—Teo.
Los guardianes de las profundidades, han llegado.
El viento me envolvió con mayor fuerza junto al corcel para luego dispersarse en un estallido que hizo que los pétalos cayeran delicadamente uno a uno sobre mí y el corcel que ya había comenzado a alejarse corriendo a través del río.
—La sorprendimos ¿no? —la voz suave y juguetona de Teo llegó a mis oídos.
No tardé en volver la mirada hacia la orilla del río dónde efectivamente se encontraban los cuatro guardianes con sus respectivas magnas descansando sobre sus hombros.
Sonreí, no tardé en abandonar el río, saltando de roca en roca hasta llegar a la orilla. Mis amigos estaban aquí, y no podría sentirme más feliz de que así sea. Su apoyo es vital para que todo salga bien, y ver que lograron salir de las profundidades nuevamente, me alivia el corazón de una manera inexplicable y me llena de esperanza.
Al llegar a la orilla Ruth me espera con los brazos abiertos al igual que Hover. La rodeo con mis brazos en un fuerte abrazo, al tiempo que Hover pasa su escamosa y fría mejilla por la mía en un gesto enternecedor. La tomo entre mis manos como la primera vez que nos conocimos, y ella no tarda en acomodarse en el calor que le proporcionan las palmas de mis manos.
—Me alegra verlos otra vez —les digo a los demás.
Como respuesta ellos hacen una pequeña reverencia.
—Estamos para servirla majestad.
—No hay necesidad para las formalidades, ustedes son mis amigos y pueden llamarme por mi nombre.
—¿Cuál de los dos exactamente? —pregunta Teo confundido.
Y aunque confieso que su pregunta me incomoda un poco, creo que dada mi situación si yo estuviera en su lugar también me habría hecho la misma pregunta.
—Cállate Teo —lo reprendió Ruth.
—Está bien, él tiene razón. Mi nombre, el que mi madre me dio al nacer, es Malena, y por el que me gustaría que me llamaran, claro, siempre que no hayan personas que crean que soy Cordelia.
—Excelente, majestad Malena entonces —Teo sonrió al decirlo.
—Cumplimos con nuestra palabra al estar aquí Malena, y confieso que me ha fascinado la manera en que fusionaste los dos elementos hace un momento, es algo muy poco visto, pero increíble —comentó Zev.
—¿Yo hice qué? —dije dirigiendo una mirada confundida, al tiempo que Hover subió por mi brazo hasta mi hombro.
—¿Ah no? ¿No fue usted? —frunció el ceño confundido.
—Pensé que habían sido ustedes —confesé.
—Si y no —esta vez fue Eli quien contestó—. Cuando hemos llegado el caballo de agua ya estaba mirándola.
Busque una confirmación en los ojos de Ruth.
—Así es. El viento ha sido obra mía, los pétalos de Teo y el movimiento del caballo ha sido cosa... extraña.
—Muy extraña —susurre.
¿Sí no fue Zev? ¿Quién creó al caballo? Solo alguien con magia proveniente del elemento agua podría haberlo hecho, entonces tal vez...
Volví la mirada hacia el río a mi espalda.
¿Esta es la forma en la que Karina me muestra su apoyo? Solo ella podría hacerlo. Ella vive en las memorias del agua, entonces... no me cabe la menor duda.
—Creo que sé quién lo hizo —dije con la voz baja.
Con Hover aún en mi hombro, caminé hacia la orilla del río. Sumergí mi mano en el agua. Por un instante me permití cerrar los ojos, e imaginar que tomaba su mano.
—Lo usaré bien, no voy a decepcionarte —le susurre al agua con los ojos cerrados refiriéndome al elemento, proyectando en mi mente el rostro de aquella hermosa sirena.
—Malena, ¿estás bien? —quiso saber Ruth con un tono de voz preocupada.
—Si —dije en un hilo de voz antes de incorporarme y girarme nuevamente hacia ellos.
—Creo que debemos hablar de muchas cosas majestad Malena —dijo Eli y yo asentí con la cabeza.
En efecto eran muchas, y en cuanto llegaran los lobos no podríamos continuar hablando, porque entonces empezaríamos a actuar.
—¿Saben que planean hacer las Sacerdotisas ante el ataque de Safiye? —pregunte.
—Más que saberlo somos parte de ello —Eli enarco una ceja orgulloso, mientras que la magna en su hombro hizo arder su lomo en llamas por unos segundos. En definitiva, Inferno podía parecer una magna tierna pero en realidad es bastante poderosa e impredecible.
—Ellas mismas nos enviaron como observadores, para mantenerlas informadas por si las cosas no salen bien, y...—dudo un poco— dado el contexto, no me quedó más opción que contar, más bien, mostrar lo que he sido testigo. Ellas ya lo saben...
Las palabras confusas de Eli solo me dejaron más confundida. Ruth vio mi expresión y lo dedujo en una mirada, por lo que agregó:
—El ejército de criaturas mágicas y guardianes ya espera al ejército de Sunland en la frontera. Criaturas mágicas arriba, guardianes abajo, no tendrán oportunidad de invadir. Ellas leyeron la carta que enviaste, pero no fue suficiente prueba. Por lo tanto, Eli, como encargado de nuestro escuadrón, tuvo que abrir su mente a la alta sacerdotisa y mostrarle con imágenes y diálogos que la verdadera reina de Sunland eres tú. Por eso, ella ya conoce tu verdadero, bueno... tu verdadero tú. Y te apoya. Por eso nos abrió las puertas y nos dejó salir sin tener que usar los canales de correspondencia.
Parpadeé varias veces para tratar de procesar lo que Ruth había dicho. La alta sacerdotisa, la señora de Terra... sabe mi nombre.
—Y como muestra de apoyo, ella te ha enviado esto —Eli extendió ambas manos hacia mí, las mantenía unidas la una sobre la otra sin revelar que había dentro.
—¿Qué es?
—Para saberlo, deberás tomarlo —explicó Teo.
Enarqué una ceja incrédula, sin embargo di un paso hacia el pequeño Eli, la magna sobre su hombro tenía sus pequeños ojos saltones sobre mi. Extendí mi mano hacia las suyas y él finalmente dejó al descubierto lo que entre ellas ocultaba: un destello de luz.
Brillaba.
Más que eso, encandilaba a la vista, en especial a la de los guardianes. En un acto inconsciente mis ojos se recubrieron del elemento luz, lo que me permitió mantenerlos abiertos sin problema.
Fue allí que me di cuenta de que todos tenían sus ojos cerrados.
Ellos no podían verlo como yo.
—Majestad, creo que ya debería tomarlo —dijo Eli en un hilo de voz.
Sacudí mi cabeza antes de hacerlo. Lo tomé con delicadeza, pero en el mismo instante en que lo hice...
—¿Qué? ¿Dónde está? —dije al ver mi mano y las de Eli vacías.
—Es un destello divino, se dice que deriva del elemento luz, pero su magia es mucho más compleja dado que lo creó la mismísima alta sacerdotisa de Terra —explicó Zev.
—Lo que quiere decir que aparecerá cuando sea de utilidad —dijo Eli frotándose los ojos con las manos cubiertas con sus guantes negros.
—¿Y por qué me lo han obsequiado? Es decir, no entiendo, por qué me lo envió la alta sacerdotisa.
—No lo sabemos con exactitud. Ella es muy sabia, seguro sus motivos tendrá —Teo se encogió de hombros, al tiempo que dejó a su magna en el suelo para que fuese hasta el río y tomase agua.
—Es probable que en algún momento durante el golpe de estado necesites un destello de luz divina, al menos eso creo —dedujo Ruth.
Asentí con la cabeza. Más que un destello, lo que necesitaré hoy será un milagro, un milagro para no tener que derramar sangre inocente. Un milagro, para liberar al reino y apresar a su carcelera.
***
Explicarles los planes de acción a seguir a los guardianes fue fácil. Su entrenamiento en las profundidades fue de gran ayuda para ello, sin embargo, hay algo que no tomamos en cuenta cuando junto a la manada de Jared cuando hicimos los planes en Faes y es que las magnas son un secreto para la humanidad y para la mayoría de criaturas con criterio propio fuera de las profundidades. Por lo que tuvimos que hacer unos pequeños cambios en los planes. Y ahora tendría que comunicárselos a Jared y a su manada.
—Francamente no pensé que criaturas tan pequeñas fueran tan poderosas al punto de tener que ocultarlas —. La voz de Jared sonó áspera mientras miraba a Hover en mi hombro.
—Una magna no contrasta su poder con su tamaño. Y sí los humanos de corazón ambicioso se enteran de su existencia, de la existencia de las profundidades, comenzarán a cazarlas y a buscar una y mil maneras de arrancarles el poder del cuerpo —sentenció Eli dedicándole una mirada fría a el alfa, lo cual es irónico, porque Eli aunque tiene la apariencia de un niño es prácticamente el mayor entre todos nosotros.
Silencio. La manada intercambió miradas entre sí. Jared solo lo hizo con Maxthon y este último asintió. Un suspiro largo se escapó de los labios de Jared cuando posó las manos sobre sus caderas. La manada con los cuatro guardianes no iniciaron con pie derecho, y el ambiente entre ellos aún sige siendo tenso, en especial porque hay un par de lobos que aseguran que Eli les quemó sus colas, lo cual no es mentira y por lo cual ni Inferno ni su portador están dispuestos a ofrecer disculpas.
—Bien. Podemos hacer ajustes para que nos ayuden sin necesidad de darse en evidencia. Comprendo la situación, y sí la alta sacerdotisa los ha mantenido ocultos durante años sus razones tendrá. Solo les pido compromiso, cada posición asignada representa un punto importante para el golpe de estado, sí uno flaquea todo por lo que los demás estamos trabajando podría venirse abajo —dijo con determinación.
—Hemos entrenado durante años para pelear y defender nuestros límites en las profundidades, sabemos a lo que venimos y conocemos perfectamente el papel que desenvolveremos hoy —aseguró Zev, dando un paso hacia Jared. A diferencia de Eli, Zev y Jared tenían la misma altura y prácticamente la misma contextura, aunque considerando que Jared es, bueno lo que es, sus hombros y bíceps son mucho más anchos.
Las hojas de las espadas colgadas en la espalda de Zev brillaron cuando un rayo de sol alcanzó a tocarlas al tiempo que él extendía una mano hacia Jared para sellar el acuerdo de silencio mutuo: después de hoy, los guardianes no sabían de la existencia de los lobos, y los lobos no sabían nada respecto a las magnas.
El trato se cerró después de un estrechón de manos entre ambos. Y la tensión bajó considerablemente. Los lobos vestían combinados en colores marrón, mientras que los guardianes vestían túnicas de color verde en diferentes tonalidades. Sheynnis al ser la única mujer en la manada, lucía una falda corta, una top que dejaba caer sobre su abdomen algunas tiras de tela rasgada (después de aquella noche en la que libere a Jared ha suavizado su manera de verme, al menos parece que ya no me odia tanto) los demás, vestían botas de cuero café que llegaban más arriba de sus tobillos, un pantalón oscuro con varias dagas incrustadas en fundas a un costado, y una camiseta café más clara. Fuera de eso vestían iguales, supongo esa era su manera de no llamar demasiado la atención y reconocerse mutuamente en espacios abiertos.
Los lobos no cambiarían de forma ni se exhibirán al menos que fuese estrictamente necesario, por ello todos traían armas, las más grandes protegidas por un hechizo que hacía que personas normales no pudieran verlas.
Después de repasar los pasos a seguir minuciosamente nos detuvimos a comer en Zaruma, el pueblo que limita con el bosque oscuro. Los lobos habían viajado toda la noche y necesitaban recuperar sus fuerzas, y ni hablar de mí, últimamente no había estado comiendo bien, en parte por los nervios que me causaba el pensar que las cosas podrían no salir bien, y por otro lado ya nos habíamos gastado todos los ahorros de Frederick.
Cuando por fin encontramos un comedor, todos nos sentamos a comer en una misma mesa, pero temí a la idea de que se nos quedaran viendo, en especial a los guardianes quienes vestían túnicas de telas no muy conocidas dentro del reino, para poder pasearse por el pueblo tuvieron que pedirle a Hover que proyectara su poder hacia las otras magnas para poder hacerlas invisibles, pues solo ella tenía la habilidad de volverse invisible y las demás no estaban dispuestas a esconderse. Confieso que me sorprendí cuando noté que nadie nos miraba de ninguna manera, incluso hubo algunos que ni se molestaron en dirigirnos la mirada, todos hablaban de una misma cosa sin parar: los quinientos años de independencia y lo pobre que esta fiesta había dejado a muchos en el reino.
Me limité a escuchar y comer en silencio mientras cerraba mi puño con fuerza. El ministro de gobierno lo propuso. El propuso el aumento de impuestos para llevar a cabo la celebración, recuerdo claramente ir en contra de todo lo que Safiye me había exigido, y decirle que en las bóvedas del palacio había suficiente dinero para la celebración, que no necesitábamos quitarle más a los pobres, recuerdo haberle dicho claramente que se lo pediríamos a los ricos, y su negativa fue inmediata.
Y ahora veo que lo hicieron. Cobraron dinero a quienes no tenían para más que sobrevivir.
Malditos.
Desgraciados.
Escorias.
Mientras ellos están en el palacio dándose un banquete, aquí la gente se está muriendo de hambre, pidiendo limosnas en las calles y quienes aún tienen para mantener un negocio luchan por mantenerlo en pie con una economía tan mala.
—Estamos aquí para acabar con la tiranía —.La mano grande, fuerte, de Jared sobre mi hombro hizo que girara la mirada hacia él—. Pronto podrás devolverles lo que ellos les han robado.
Concluye dándome un pequeño apretón. Asentí con la cabeza en un gesto de agradecimiento.
—Ten —Jared tiro una envoltura color beige sobre la mesa hasta dejarla frente a mi plato.
—¿Qué es esto? —quise saber.
—Papá dijo que seguramente lo necesitarías. No me lo agradezcas porque no fue idea mía, solo tómalo y póntelo —contestó de vuelta con voz áspera.
Ni siquiera lo había abierto y ya me estaba advirtiendo sobre los agradecimientos innecesarios. Un arrogante no puede ser amable en todo momento y eso es evidente. Cuando terminé de comer abrí la bolsa de envoltura extraña y lo que encontré me dejó sin habla.
Literalmente, porque no estaba en posición de rechazarlo y Jared ya me había advertido sobre los agradecimientos innecesarios. Trague saliva y mire a Sheynnis sentada frente a mí al otro extremo de la mesa, ella se encogió de hombros y curvo sus labios en lo que deduje era una sonrisa, mientras que Ruth sentada a mi lado se quedó igual de perpleja que yo, lo note cuando ambas compartimos una leve mirada.
Para poder ponerme la prenda, le pedí prestado el baño a la dueña del restaurante a lo que ella amablemente accedio. Era bastante pequeño, pero logré cambiarme allí. Después de batallar con el pantalón y luego con el chaleco, finalmente, pude contemplar la prenda sobre mí.
Es un traje negro de dos piezas, un poco ajustado en los hombros por la chaqueta y en la cintura por el pantalón. Los bordados que adornan la chaqueta es lo que más llama mi atención, son como hojas y enredaderas doradas brillantes interconectadas bordadas a mano, cada hilo dorado parece haber sido cosido con una precisión sobrehumana, o en este caso sobrenatural, creando así bordados perfectos que cubren desde mis muñecas hasta mis codos y mi pecho.
En los hombros, los detalles sobresalen ligeramente, dándome una apariencia casi regia, como si formara parte de algún uniforme real. Paso delicadamente los dedos sobre los botones dorados en la chaqueta sintiendo el frío del metal. A medida que me muevo, la hermosa pieza parece adaptarse más a mi dándome más libertad y movimiento. Y entonces lo entiendo, no es solo ropa; es una armadura suave, diseñada para adaptarse al movimiento, diseñada para hacerme sentir como la reina que quiero ser, pero más que todo está diseñada para... pelear.
Tal y como me lo había aconsejado hacer Frederick con las prendas que él creaba y yo ya no planeaba seguir utilizando pronuncie un hechizo que hizo que la túnica que él había creado para mi con magia se deshiciera y se convirtiera en un sencillo pedazo de tela. Tela que abandone dentro del baño.
Regrese a la mesa para terminar de comer. Ruth fue de las pocas que me dijo lo bien que se me veía el traje, Sheynnis asintió con la cabeza afirmando las palabras de Ruth mientras que los demás integrantes de la manada incluido su líder se quedaron en silencio después de echarme una mirada.
Una vez terminamos la comida, Jared pago de más a la mujer encargada del negocio. Perdí la cuenta de las veces en las que le agradeció a Jared por su amabilidad. El rey sabía que necesitaríamos dinero y envió a Jared muy bien preparado.
—La comida aquí arriba sabe diferente. Como que le ponen más aire —comentó Teo más para su magna que para los demás.
Sheynnis tuvo que cubrir su boca para no estallar en carcajadas y debo admitir que yo estuve apunto de hacerlo.
—¿Qué? Sabe raro —se defendió él encogiéndose de hombros.
—Seguro —dijo Sheynnis con sarcasmo.
Las magnas ocultas a la vista subieron de debajo de la mesa —dónde también se dieron su propio festín de frutas— a los respectivos hombros de sus portadores.
De la nada las sonrisas burlonas se borraron del rostro de todos.
Tres fuertes trompetadas se escucharon en el aire.
Tres fuertes toques que anunciaban una cosa:
—La ceremonia se está iniciando —musite.
El sol está en su punto de caída; ya son las tres, hora exacta en que la ceremonia inicia en honor a la difunta reina Scarleth y su legado como fundadora y defensora de Sunland.
—Bien, supongo que esa es nuestra luz verde. Manada los quiero con los ojos bien abiertos, lealtad honor y gloria es lo que somos y es lo de damos —dijo Jared a su manada con voz autoritaria.
La voz de Jared se tornó más ronca, ambos compartimos una mirada antes de regresarnos a ver a los guardianes y a la manada nuevamente.
—Es hora de que cada uno tome su puesto. Quizá no volvamos a hablar hasta que todo esto acabe, así que solo les pido que hagan lo que su corazón dicte, sí las cosas no salen bien y sienten que estamos perdiendo, por su propia seguridad les pido retrocedan y busquen un lugar seguro. No quiero que nadie derrame sangre de manera innecesaria —paseé una mirada entre ellos. Todos se mantuvieron en silencio, manteniendo una expresión neutra, como las de unos guerreros a punto de ir al campo de batalla—. El golpe de estado, inicia ahora.
***
La plaza real está igual e incluso me atrevería a decir, mucho más decorada y arreglada que el día de mi coronación. La multitud no es mayor que aquel día, pero me conforta saber que esta vez no hay niños corriendo y riendo de un lado a otro. La plaza está muy bien resguardada por guardias de élite, brindando seguridad no solo a Safiye sino a todos los ciudadanos y nobles que se han concentrado en el lugar.
El balcón real, adornado con rosas rojas y telas doradas resguarda detrás de el a la imponente reina madre Safiye con un voluminoso vestido rojo mezclado con tonalidades amarillas se encuentra de pie al costado de el quien en este momento está dando un discurso, pretende estar escuchando atentamente el discurso del mago real, del intento de hechicero que pretende ocupar el lugar de Frederik. Además, allí está... la reina. La falsa reina también está allí, al lado de Safiye portando la corona con la piedra de sun.
Es...
Es... increíble.
El parecido es increíble.
El vestido que lleva, color dorado combinando con algunos tonos rojizos, probablemente representando el otoño, afina su cintura con un corsé de escote recto, de su cuello cuelga un collar con una piedra brillante que combina perfecto con su atuendo, lleva el cabello semirrecogido dándole protagonismo a la corona. Su expresión parece ser neutra, tiene la mirada fija en algún lugar en el público, pero mantiene una sonrisa, una sonrisa igual de falsa que ella.
Las telas decorativas, el sol y las luces mágicas que adornan la plaza dificultan que pueda apreciar su expresión con claridad.
Es como sí fuera yo, ni siquiera estoy segura de que Cordelia tenga este mismo rostro, la última vez que la vi tenía cinco años y su rostro debió cambiar en algo. Por lo que definitivamente ella hizo a esa nueva usurpadora a mi imagen y no a la de su hija. Ella, no es Cordelia.
Los carruajes imponentes de los nobles alrededor de la plaza ayudan a los guardianes a ocultarse mientras buscan un lugar idóneo dentro de la plaza para ocultarse. Los nobles se encuentran inmersos en las estúpidas palabras del joven mago, que ahora mismo se encuentra hablando del como todos los nobles también pueden portar un elemento, palabras vanas llenas de mentiras solo para mantenerlos contentos.
Me sumerjo en medio de los vestidos elegantes y las fragancias hilarantes de los nobles. El momento es ahora. La plaza esta resguardada con la única intención de proveer seguridad a los nobles que en la parte frontal se concentraban, pero la plaza esta abierta para el público en general, y nadie va a impedirme el paso.
Los lobos se estaban infiltrando como ciudadanos comunes por un lado, mientras los guardianes se movilizaban bajo tierra utilizando los canales de comunicación que utilizan los topos —algunos canales pasaban por debajo de la plaza y ellos hicieron aberturas debajo de los carruajes de los nobles para poder desplazarse—. Con una mano sobre el calón avance en medio de la multitud. Todos inmersos en sus propios mundos ni siquiera notaron cuando choque con algunos de sus abanicos, ni cuando les eche una mirada de desaprobación por las tonterías que decían sobre poseer magia y tener de esclavos a personas de bajos recursos. Todas esas ideas tontas seguramente impulsadas por Safiye, solo estaba retorciéndoles la mente con estupideces, ningún ser humano puede ser comercializado, y nadie tiene porque ser esclavo, sí es trabajador debe tener un buen sueldo y recibir buenos tratos, pero aquí estaba yo, escuchando tonterías sobre lo que harían cuando inicie la nueva Era y tuvieran acceso a la magia y a los esclavos.
Levante la mirada hacia el balcón una vez el supuesto mago real dejó de hablar tonterías —en ese punto note que en el balcón principal también estaba el ministro de gobierno, mientras que los demás ministros estaban ubicados alrededor de un corredor más a la derecha con sus tunicas de gala doradas—, para darle paso no a Safiye sino... a ella. La falsa reina.
Por un instante me paralice por completo. No baje mi mano del calón en mi pecho y tampoco la mirada de la usurpadora en turno— sí es que así se le podría llamar— mostró una gran sonrisa sin detenerse a mirar siquiera a Safiye cuando dio un paso al frente. Solo eso basto para que todos los presentes hicieran una reverencia, poco a poco vi de reojo como todos se inclinaban ante su supuesta reina de vestido dorado y guantes blancos, todos, menos... yo.
Cuando todos los torsos estuvieron inclinados hasta la mitad ante ella, fui la única cuyo cuerpo sobresalía en medio de la multitud, manteniendo la mirada alta y fija en ella. Apreté con fuerza el calón en mi puño y sostuve un semblante neutro, hasta que no la usurpadora, sino Safiye, cruzó su mirada con la mía. Su rostro palideció notablemente, y sus ojos parecían a punto de salirse de sus cuencas, pero aun así no se movió ni un centímetro. Yo, por mi parte, curvé los labios en una sonrisa; solo necesitaba tirar del calón para revelarles a todos quién era y por qué no me incliné ante la supuesta reina.
Pero nadie le dio importancia a mi falta de respeto, y todo siguió su curso.
La expresión de horror por parte de Safiye incrementó cuando todos los nobles se incorporaron y yo empecé a mezclarme entre ellos. Ni siquiera tuve tiempo de capturar la expresión de la falsa reina al no verme inclinada, estaba demasiado ocupada capturando la de Safiye como para mirarla a ella o a alguien más. Los guardias de alrededor de la plaza no corrieron hacia mí para obligarme a hincarme lo que me indica que la manada ya se ha encargado de ellos.
Todo en sigilo, todo, paso a paso.
—Queridos ciudadanos de Sunland, hoy conmemoramos una fecha muy importante. El día en que fuimos libres de los vampiros —fuimos libres ¿quien habla así? Yo no diría tal estupidez si estuviera allá arriba— Celebramos nuestra vida y libertad al tiempo que nos preparamos para algo más grande...
Incluso su voz era similar a la mía, ¿cómo puede ser posible que la copiara tan bien? ¿Es Cordelia? ¿O es una copia bien hecha de mí?
Avance más hacia el centro aún más irritada, deslizándome con cuidado a través de la multitud que escuchaba con atención a su reina. Safiye debía estarme buscando frenéticamente con la mirada, y ni hablar de los guardias que estaban en el balcón junto a ella. Al no ver reacción por parte de los guardias de la plaza, Safiye hizo bajar a los que estaban en el balcón. Grabe error por ti querida.
—...porque una nueva Era implica cambios y entre esos cambios tenemos uno que nos beneficiara grandemente como reino y sociedad, un cambio que nos catapultara como seres superiores a los vampiros —continúo hablando idioteces hasta que...
—Hemos decidido, declararle públicamente la guerra a Terra.
Las palabras de Safiye cortaron las de la falsa reina e infundieron un silencio rotundo en la plaza. Pequeños gritillos de asombro ahogados bajo la palma enguantada de varias damas fue lo único que pude percibir antes de ocultarme de la vista de los guardias que bajaron del balcón en mi búsqueda.
El silencio invadió la plaza por unos largos segundos, hasta que fue remplazado por murmullos y pequeños bufidos que no supe cómo interpretar tal vez un están dementes, Terra es muy poderoso para nosotros o un ya era hora de darle un buen uso a los báculos mágicos.
De repente y totalmente de la nada un aplauso retumbó en medio del silencio. Un noble aplaudió con desdén, con una sonrisa de oreja a oreja mientras la dama a su lado lo miraba desconcertada (su esposa probablemente) poco a poco más nobles se fueron uniendo al coro de aplausos que iba en incremento.
Safiye curvo sus labios en una sonrisa malévola. Piensa que ahora que ha hecho público el anuncio ya no hay forma de revertir la orden, porque ella aún cree que el ejército está en la frontera esperando solo una orden para atacar, pero lo que ella no sabe es que...
—¿Y se puede saber con que ejército usted pretende atacar Terra su majestad? —la voz de Frederick, el mago que todos creían muertos, hizo que los aplausos y las sonrisas murieran de forma radical.
Su voz sonó demasiado fuerte, tanto, que probablemente utilizó un hechizo para proyectarla de mejor manera.
Adiós a la sonrisa, Safiye.
Todos se giraron en busca del portador de aquella voz desconcertados. Y no pudieron verlo sino hasta que Frederick decidió aparecer en lo alto del muro que rodea la plaza varios metros lejos del balcón, frente a Fafiye.
Y es que por todos los cielos, debería tener algo para capturar su expresión al ver a Frederick vivo frente a sus ojos. El supuesto mago real también tenso su expresión, mientras que la falsa reina no parecía darle importancia al mago frente a sus ojos, probablemente ni sabía de quién se trataba. Los murmullos no se hicieron esperar, todos apuntando a que tal vez solo sea una proyección del fallecido mago real para conmemorarlo en la ceremonia. Y el impostor no tardó en alimentar sus deducciones:
—¡Tranquilizaos todos es solo una ilusión! ¡El único mago real de Sunland es su servidor! —aclaro audazmente, apartando las mangas de su túnica amarilla para mostrar las palmas de sus manos.
—¿Ah sí? ¿Te parece esto una ilusión?
Apenas tuve tiempo de parpadear cuando Frederick lanzó un rayo mágico hacia el impostor en el balcón. Todos en la plaza gritaron e intentaron cubrir sus cabezas con sus manos mientras el rayo viajó hasta estrellarse en el pecho del falso mago en un impacto tal, que su cuerpo terminó dentro del salón.
Frederick descendió en un movimiento ágil y elegante por el aire hasta la mitad de la plaza. Allí le pidió a un par de mujeres nobles que lo tocaran para que se dieran cuenta que no era una ilusión, aclarandoles que él seguía con vida.
Safiye se escandalizó al ver como todos en la plaza reconocían al viejo y poderoso mago real, mientras que el actual salió volando con el toque de un rayo sin dar muestras siquiera de retornar al balcón para defenderse.
Frederick se envolvió en humo cuando la multitud empezó a abalanzarse sobre él para tocarlo y reapareció en el balcón, justo dónde segundos antes estaba el anterior mago real.
—Creo que este lugar me pertenece —dijo girándose hacia la multitud.
Safiye no pudo hacer más que cerrar sus puños y tragarse su ira cuando Frederick la encaró frente a todos con una sonrisa que sabía a venganza. Ambos eran casi de la misma altura, quizá Frederick era aún más alto que ella considerando que a ella le encanta llevar zapatillas altas.
La multitud se quedó aún más estupefacta cuando Frederick evadió audazmente un rayo rojizo que venía desde dentro del palacio. El otro mago se había levantado. Frederick se giró hacia la plaza, antes de retirarse por unos segundos. Durante su momentánea ausencia se escuchó un grito desgarrador que no acabó sino hasta después de una explosión al interior del palacio.
—Mil disculpas, debía dejar algunas cosas en su lugar. ¿En qué estábamos? —dijo con naturalidad cuando volvió a aparecer frente a todos en el balcón—. Ah, sí, claro. ¿Con qué ejército pretende usted atacar Terra, majestad?
El tono en que decía 'majestad' lo divertía, pero a ella la irritaba.
Safiye entrecerró los ojos hacia él, fulminándolo con la mirada, mientras que, al pie del balcón, se reunía cada vez más gente expectante. Había muchos más que al principio, y la mayoría de los que estaban entrando en la plaza real eran personas de bajos recursos, algo que deduje por sus prendas.
—La placa del dragón dorado ha sido entregada a mi por mi hija Cordelia. Y el ejército de Sunland ya se encuentra en la frontera con Terra —dijo con satisfacción más para el público que para Frederick.
—¿De qué placa habla majestad? —Frederick se hizo el desentendido, mientras la sangre empezaba a subir hasta la cabeza de Safiye provocando que se viera aún más roja por la ira que ya la invadia.
La muy digna intento abrir los labios para decir algo y defenderse yo no iba a permitir que dijera más mentiras.
—Probablemente de la placa del dragón ¿no? —me escuché a mi misma decir sobre el tejado del balcón.
Sin que nadie lo notara mientras estaban enfocados en Frederick, utilice un portal para subir aquí, a la vista de todos, jugueteando con la placa dorada en mi mano—. Pero la cosa es que yo no recuerdo habértela entregado... madre.
Me deslicé por el tejado en un movimiento ágil que aprendí de Sheynnis. Un par de volteretas en el aire con ayuda de mi magia y ya me encontraba de cuclillas sobre el barandal del balcón real. No solo frente a Safiye, sino también frente a... la usurpadora en turno.
—Hola, yo —le sonreí a la falsa reina que palideció al ver mi rostro cuando levanté la cabeza hacia ella.
El calón ya no pendía de mi cuello, me lo quité mucho antes de subir al tejado, por lo que ahora las dos copias de Cordelia estaban viéndose frente a frente, aunque yo apuesto más a que la copia es ella y no yo.
Ni siquiera note en qué momento el avaro ministro de gobierno abandonó el balcón. Es decir, ya ni siquiera estaba aquí cuando bajé, y por la cara de la falsa reina, sé que tiene claras intenciones de hacer lo mismo.
—Impostora —le gruñí y ella dio un paso torpe hacia atrás.
—Aquí la única impostora eres tú ¡Muere de una vez maldita!
Safiye perdió el control totalmente e intentó empujarme para que cayera por el balcón, pero Frederick la detuvo creando una barrera mágica frente a mi que hizo que Safiye se estrellara en ella y retrocediera bruscamente.
—Hagas lo que hagas ya no puedes frenar mis planes. Tú no eres nadie, la muralla ya está muriendo al igual que tú —masculló entre dientes asegurándose de que nadie la oyera bajo el balcón—. Es una farsante, son unos farsantes enviados por Terra para atacarnos ¡Guardia! ¡Arréstenlos!
Gritó a la multitud. Yo me limite a esbozar una media sonrisa antes de incorporarme sobre el barandal.
—La única farsante es esta mujer, que con artimañas ha querido apoderarse del trono, poniendo incluso mi vida y la de todos ustedes en peligro al intentar asesinarme fuera de Sunland para que la muralla cayera junto conmigo. Esa mujer, que ven allí con la corona de Sun no es más que una impostora —señale a la impostora detrás de mí, para luego levantar la placa del dragón y mostrarla a todo el mundo—. La verdadera reina de Sunland soy yo.
Grité a la multitud y por un segundo sentí un alivio profundo al poder decirlo en voz alta al mundo.
—¡MENTIRA!
Safiye estalló en un grito descomunal y lanzó lo que supongo fue un hechizo hacia mí. Apenas fui consciente de en que momento apresó a Frederick con su magia. Di un par de vueltas en el aire cuando unas lianas me sujetaron por la cintura e impidieron que cayera en el suelo frío de la plaza.
Los ojos de todos se abrieron de par en par. Era magia del elemento tierra la que me sujetaba, y magia del elemento aire la que me hizo flotar en el aire y volar hasta el muro alrededor de la plaza lugar dónde segundos antes apareció Frederick.
—La reina legítima soy yo, y como tal, prohibo rotundamente declararle la guerra a Terra, el ejercito esta conmigo, y solo obedecera mis órdenes —volví a levantar la placa en el aire. Tuve que pararme con toda la fuerza de mis piernas cuando un ventarrón sopló a mi espalda removiendo mi cabello.
Y ojalá la mentira se mantenga. Porque Safiye ya se la ha creído.
Safiye estalló en ira ante la sorpresa de los nobles, y la huida de la falsa reina. Se quedó sola en el balcón mientras estampo al pobre Frederick de un solo golpe a la pared.
Safiye estaba fuera de sí. No importaba lo pesado o lo amplio de su vestido, con ayuda de su magia subió al barandal del balcón real y mostró su verdadero rostro cuando intentó atacarme y gritó:
—¡Yo soy la reina madre de Sunland! ¡La mayor autoridad y a la única a la que obedecerán todos los ejércitos!
Un rayo color naranja salió disparado de su mano directamente hacia mi pecho. Rayo que evadí levantando un escudo mágico de luz.
La multitud enloqueció, todos empezaron a correr en direcciones distintas buscando refugiarse de los rayos y bolas mágicas disparadas tanto por mi como por Safiye. Poco a poco los guardias que estaban dentro del palacio empezaron a salir a la plaza para intentar detenerme utilizando la magia de sus báculos puesto que aún pretendían defender a la falsa reina, pero la manada y desde algún escondite los guardianes empezaron a utilizar su magia para detenerlos. Algunos salieron volando en ráfagas de viento otros gritaban mientras unas lianas los arrastraban por los suelos, al menos esos corrieron con más suerte que los que ardieron en llamas o se ahogaron en sus propias armaduras. Los lobos también ayudaban a contener a la multitud y a evacuar a los ciudadanos comunes que no pertenecían a los nobles, mientras los protegían de caer al suelo o de recibir algún rayo mágico por parte de los guardias.
Por mi parte, seguía evadiendo los ataques de Safiye con gran astucia, gracias al sinnúmero de veces que esquivé los de Van (y hay que considerar que los poderes de Van son mucho más letales que los de la reina). Tras lanzar un rayo hacia Safiye que la dejó con la visión perdida, me adentré al palacio saltando a través del techo. Utilizando el agua de una de las fuentes del interior, me envolví en una masa líquida para amortiguar mi caída en el jardín.
Envuelta en agua, me deslicé desde lo alto del techo hasta el jardín, cayendo en un delicado splash. El agua se derramó sobre la grava del jardín mientras mis pies tocaban el suelo, al tiempo que debido a mi sorpresiva caída en el jardín a mis pies tambien cayó... la falsa reina.
Tenía la respiración agitada y su rostro estaba completamente pálido; debió correr mucho desde el balcón real hasta aquí. Eso, al menos, me demuestra que tiene conciencia propia.
Cuando di un paso hacia ella, se arrastró hacia atrás sin dejar de mirarme con pánico. Aún llevaba la corona, aunque su peinado estaba deshecho en gran medida.
—¿Quién eres? —exigí saber.
—No... no lo sé —respondió con la voz temblorosa.
—¿Cómo que no lo sabes? ¿Quién eres en realidad? ¿Cuál es tu verdadero nombre? —arremetí.
—¡No lo sé! —repitió esta vez con la voz temblorosa abrazándose a sus rodillas.
—¿No eres Cordelia?
—¡No lo sé! —repitió con más temor en la voz que antes.
Es extraño, su reacción, su mirada y sus palabras lo son. No parece una persona con sentido crítico como tal, porque sí lo fuera en lugar de quedarse como un pequeño animalito tembloroso frente a mi ya hubiera buscado la forma de huir, o de salvarse a sí misma.
—¿Quién es Safiye para ti? —pregunte con la voz más suave.
La pequeña chica levantó la mirada hacia mi temerosa y volvió a responder.
—No-lo-sé.
—¿Puedes decirme alguna otra palabra que no sea no lo sé? —le espeté.
—La señora manda y yo obedezco. La señora manda y yo obedezco. ¡NO LO SÉ!.
Abrí los ojos de par en par al ver el cambio brusco en su habla. Parecía tener decodificado su manera de hablar, mirar y todo por la Señora.
No podía asesinarla, tal vez era solo una víctima más de Safiye y estaba presa por algún hechizo. Los gritos y los estallidos iban en aumento afuera en la plaza, no podía seguir perdiendo mi tiempo con ella cuando el verdadero plato fuerte era Safiye. Di un paso hacia ella con cuidado, cuidando de no intimidarla. Extendí mis manos hacia ella y envolví mis manos en torno a la corona, con cuidado. Basto tocarla para que nuevamente esa correntada extraña de energía subiera por mis brazos, más en cuanto intente tirar de ella hacia mi sentí como sí estuviese clavada en la cabeza de aquella chica.
—¿Por qué no puedo...?
Tiré con más fuerza, pero entonces...
—¡Aléjese de la reina!
Fueron solo segundos los que me tomó levantar la cabeza después de que mi cuerpo se estrellara contra una fuente en el jardín, gracias a que el ministro de artes oscuras me disparó un rayo mágico.
—Cualquiera puede portar la placa del dragón, pero no cualquiera puede tocar la corona de Sun, lo que nos confirma que la verdadera impostora eres tú —me señaló el ministro con desdén, mientras otros ministros a su espalda ayudaban a la chica a ponerse de pie.
Carajo. Esto definitivamente no iba a ser fácil, y ahora lo será menos para mi porque los ministros han decidido creer en la farsante, o hacerse de la vista gorda, a ellos les importa un carajo la justicia, lo que los mueve es el poder.
—Es una impostora que se ha infiltrado en el reino. Incluso ha clonado los poderes del elemento luz. Es sin duda una bruja —afirmó desde atrás la voz prepotente de Safiye.
Su cabello, totalmente suelto y sin ninguna corona o adorno sobre su cabeza, bailaba al compás de sus pasos hacia el ministro de artes oscuras.
Con una mano sobre mi estómago y la otra apoyada en el borde frío de la fuente, me puse de pie lentamente. Un ardor terrible recorría mi espalda y, en mis nudillos, sentí un dolor aún más intenso que me confirmó que estaban heridos y sangrando.
Por encima de sus hombros pude ver como tres de los ministros mayores se alejaban con la falsa reina apoyada en sus brazos; quizá sí debí asesinarla cuando tuve la oportunidad, quizás muerta sea quien fuese hubiera podido quitarle la corona.
—No saldrás con vida de aquí impostora. El trono de Sunland y su corona son sagrados. Pagarás con sangre tus mentiras —amenazó el ministro de gobierno al lado de la reina madre.
Poco a poco los ministros de: gobierno, artes oscuras, impuestos, y Safiye empezaron a rodearme como a una presa. Mientras los otros ministros más ancianos cuyos nombres y cargos no recuerdo dieron sabiamente unos cuantos pasos hacia atrás, ellos parecían no tener ni la menor de las ideas de lo que estaba por suceder; no sabían a qué lado debían apoyar.
—Es tu fin —afirmó Safiye curvando sus labios en una sonrisa viperina.
—No, no es mi fin. Es el tuyo —curve mis labios en una sonrisa felina.
Una fuerte explosión frente a mí sacó volando a los ministros acechantes, encerrándome junto a Safiye en una capsula de tiempo que nos llevó hasta uno de los salones dentro del palacio, acto que fue suficiente para saber qué; Van había llegado.
HELLOOO!!!!
AHHHHH Esta poniéndose interesante la cosa ¿no?🤭🖤
Quise ponerlo todo aquí, pero noté que no se podía porque iba a extenderme demasiado, así que tendré que dividir toda esa información que falta en un par de capítulos más.
¿No les intriga saber lo que va a pasar?
Gracias por leerme, nos vemos el siguiente lunes.
No olviden votar y dejarme saber en los comentarios que les pareció.
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