CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 24
VERDADES Y CONFESIONES
—Majestad podría dejar de dar vueltas. Empieza a marearme —protesta Frederick meneando el abanico cerca de su cara con insistencia.
Van volvió a Sunland, bueno volvió al bosque oscuro, han pasado varios días desde la última vez que cazo algo y en estos momentos lo que menos nos conviene es que pierda su autocontrol para que los lobos lo tomen como excusa y lo hagan pedazos por ello. Para prevenir, Frederick ha abierto un portal y lo ha enviado de cacería, el problema es que Van ya se fue hace más de tres horas, cuando se supone que no tardaría ni una sola en volver, es un cazador experimentado ya debería estar aquí, y me aterra pensar que los guardias de élite lo hayan atrapado.
Camino en círculos en un va y ven dentro de la habitación. Jared está reunido abajo con su manada, y nos ha pedido privacidad, por lo que todos nos encerramos en la habitación, pero Van se fue y no ha vuelto.
—No puedo Frederick, no sé cómo puedes estar tan tranquilo, lleva tres horas, tres horas y aún no vuelve.
—Quizá esta cazando un rebaño entero, se está tomando su tiempo en saborear, digiere y vuelve, le di la potestad de poder regresar en cuanto él quisiera para que se tomara su tiempo, así que por favor tranquilícese majestad, me pone los nervios de punta el verla caminar de un lado a otro.
Planto todo mi peso en una sola pierna y pongo mis manos sobre mis caderas. Enarco una ceja y lo miro.
—¿Desde cuando tanta consideración con Van? Antes hubieras preferido que se descontrolara para que la manada lo hiciera pedazos, pero ahora hasta le das tiempo ilimitado de caza.
Frederick cierra de un tirón el abanico y lo desaparece mágicamente. Su mandíbula se tensa con nerviosismo, y apoya sus manos en el reposabrazos de la silla para acomodarse en ella de manera que evade mi mirada.
—¿Qué pasó exactamente en las profundidades Frederick? ¿Eh? —doy un par de pasos hacia él con los brazos cruzados.
—Nada de lo que me enorgullecería hablar majestad, ni por lo que usted debería preocuparse. Es totalmente vergonzoso que cómo mago real no haya podido mantener bajo control a un cuarteto de jovencitos, y aún peor que haya tenido que pedir ayuda a un vampiro, algo que no he hecho ni en la peor de mis pesadillas, pero sí no hubiera sido por él mi causa en este mundo hubiera quedado inconclusa, así que técnicamente le debo la vida a uno de los seres más indeseables sobre la faz de la tierra, y sé ser recíproco.
Habla entre dientes, como sí le costara escupir esas últimas palabras. Y no es para menos, Frederick jamás admitiría que en realidad está agradecido y menos con Van.
—Ya veo, tan recíproco te muestras que hasta le abres un portal para que vaya a alimentarse, con tiempo ilimitado de espera.
—Que ya va a volver majestad no desespere, en lugar de estar preocupada por el horario de cacería de un vampiro, empiece a preocuparse más por la estrategia que vamos a utilizar para volver a Sunland, porque déjeme decirle que el tener a un reducido grupo de guardianes y a una manada de diez lobos con usted no garantizará su triunfo por encima de un ejército de guardias de élite muy bien entrenados y letales con báculos iluminados por la llama divina eterna ¿Entiende lo que eso significa?
—Ejército que te recuerdo es mío por ley y derecho —enarco una ceja.
—Si, pero le recuerdo que la reina Safiye ya sentó a alguien más en el trono, y ese alguien se está haciendo pasar por usted, por lo tanto, es probable, no, es muy probable que ese alguien ya haya dado la placa del dragón de oro a Safiye delante de todos los guardias, lo que por ende le da el poder de manejar la guardia a su antojo.
¡Rayos! Es cierto, no había pensado en ese diminuto detalle, la placa del dragón: el escudo de armas de la guardia de Sunland. Técnicamente la guardia sirve al reino, por lo tanto, siguen ordenes de quien en el trono este sentado, pero sí la placa es entregada por la reina o rey a otro miembro de la familia real de manera formal en automático esa persona tiene la potestad de mandar al ejército a su antojo.
—Es cierto, no había pensado en eso, pero aparte de sus báculos, ellos no tienen más que fuerza bruta, debe haber una forma de debilitarlos al menos ese día
—¿Y esa forma es ? —se gira hacia mi buscando una probable respuesta.
Entreabrí mis labios para decir algo, pero en ese mismo instante la puerta de la habitación se abre sorpresivamente a mi espalda haciendo que de un respingo por la impresión
—Aquí esta —escucho la voz de Jared pero he de admitir que al girarme hacia el portador de la voz casi me voy de espaldas. Eran Jared, y Hansel. Este último traía los ojos enrojecidos y un aspecto terrible. Nada comparado a la gracia y elegancia con la que siempre lo había visto. Su mirada paseaba sobre mí estudiándome de arriba abajo con interés y admiración. —Que sepas que a mi familia no le guardo secretos, y menos a mi hermano.
¡Rayos! Jared le conto todo a Hansel. No es que no hubiera querido que se entere, es solo, que me hubiera gustado decírselo yo misma. No sé en qué palabras se lo dijo Jared ni que tanto le habrá dicho, pero lo que sí es seguro, es que por su expresión puedo deducir que no se lo tomó nada bien.
—Hansel...—intento decir en un susurro, él da un fuerte golpe en el marco de la puerta y desaparece por el pasillo sin pronunciar palabra.
—¡Hansel! —grito su nombre y avanzo hacia la puerta. Me detengo al costado de Jared al ver que Hansel ya ha desaparecido de entre los pasillos —¿Qué rayos le dijiste?
—La verdad —dice encogiéndose de hombro.
—¿Cómo qué la verdad? ¡Sé claro! —exijo.
—¡Le dije quién eres! — ladra— Lo que escondes, y con quien te has estado relacionando.
¡Maldito desgraciado! Yo debí decírselo no él.
Las ganas de golpearle su rostro perfecto me queman bajo la piel, pero me abstengo por la alianza que debo mantener, así que solo lo empujo con brusquedad aun lado, y me abro paso por los pasillos. Al bajar, en el vestíbulo sentí el peso de las miradas de la manada de Jared sobre mí, pero ninguno se interpuso en mi camino, cosa que agradezco. Al salir el viento frío del otoño me alborota el cabello y me golpea el rostro. Me adentro en el bosque en una dirección cualquiera, llamo a Hansel por su nombre, pero no responde. Camino sin una dirección en concreto durante varios minutos gritando su nombre, pidiéndole que me escuche, que me deje explicarle. Pero él no aparece.
—Hansel ¿Dónde estás? —susurro más para mí misma con la garganta irritada de tanto gritar, mismo instante en el que me veo prácticamente perdida en medio del bosque. Paso mis manos por mi cabello con frustración, camino sin fijarme en el camino, lo que me lleva a dar un paso en falso que me provoca un dolor horrible en el tobillo y hace que caiga irremediablemente al suelo, un grito que suena más a un quejido se escapa de mi garganta. Mi cara choca contra el frío suelo, y mi tobillo duele. Me siento como puedo escupiendo algo que hojas secas y tierra que se ha metido en mi boca y compruebo que me he torcido el tobillo. Duele, por todos los cielos duele.
—¡Ahhh! —un segundo grito de dolor se me escapa de la garganta cuando intento ponerme de pie.
—¿Ahora lo entiendes? Ese es el mismo dolor que sentí yo al enterarme que la persona en la que yo confiaba a ojos cerrados no es quien yo creía —esa voz. Levanto la mirada hacia los árboles, y allí, en una rama lo veo de cuclillas observarme con ¿Decepción? ¿Desilusión? No lo sé con certeza, solo sé que su mirada ya no es la misma.
—Hansel —me escucho balbucear.
—Creí que yo podría ofrecerte el mundo. Ofrecerte un mundo solo para ti, en dónde no existiera el mal ni la avaricia. Mi mundo tal vez. Un mundo en el que finalmente serías feliz, pero que estúpido ¿no? Resulta ser que en realidad tú... tú ya tienes tu propio mundo, y no solo eso, un reino, y un ejército que moriría por defenderte.
Desciende en un salto y se acerca a mi en cuestión de segundos para ponerse de cuclillas frente a mí. Me observa con los ojos dilatados, pero no pronuncia palabra. Esos ojos que días atrás me veían como a un frágil cristal al que debían proteger, ahora me ven como una perfecta extraña.
Lo sabe todo. En mi defensa ¿Qué podría decir?
—Ese no es mi mundo, es mi destino y la vida que para bien o para mal me tocó vivir —respondo con suavidad.
—¿Entonces qué? Me vas a decir que no te has estado riendo de mí con el vampiro ese. ¡Me vas a decir que cuando estabas en Sunland y fingías ser Cordelia cuando llegabas a tu habitación no te burlabas de mi junto al imbécil vampiro! —me toma por los hombros y me sacude con brusquedad. Esta fuera de sí, demaciado enojado considerando que él nunca lo había estado conmigo, y lo comprendo, pero este no es Hansel, no lo es.
—¡No! — protesto en mi defensa tratando de apartarlo —¡¿De verdad crees que soy así?!
—¿Y cómo eres? ¡¿Cómo jodidamente eres?! ¡Explícamelo! ¡Porque te juro que por más que trato de procesar toda esta mierda de verdades no logro entenderlo! No logro entenderte. Ya ni siquiera creo saber quién eres. Te veo y me aterra el solo imaginar el color de tus ojos y cabello como el de Cordelia, el imaginarte en el palacio fingiendo ser ella me, me...
—¡Hansel mírame! —tomo su rostro entre mis manos y lo obligo a verme a los ojos —¡Soy yo! ¡Soy yo! Soy Malena, sí. Tal vez no la que recuerdas, pero sigo siendo yo. Me alaga que me hayas guardado en tu corazón por tantos años, y créeme, créeme por favor cuando te digo que yo también lo hice, pero la vida me arranco muchas cosas, y me dio otras cuantas a cambio con un alto precio; el trono de Sunland por las personas que amaba. Condenándome a vivir en las sombras bajo el nombre de Cordelia —para este momento, un par de lágrimas ya habían rodado por mis mejillas, y unas cuantas más ya se aproximaban, inundando mis ojos. Hansel no se contuvo, y también dejo que sus ojos liberaran su dolor a través de ellas. Con mis pulgares trate de limpiar algunas de ellas mientras continuaba luchando por mantener mi voz fuerte, y no dejar de se tornara quebradiza —jamás pensé siquiera en herirte. Y nunca me burlé de ti, lo juro. Yo trate de mantener la distancia en un principio para mantenerte seguro, pero la niña que llevo dentro, la que jugaba contigo hasta ver las puestas de sol, la que amaba correr en medio de los campos de flores, sigue aquí, sigue apreciándote mucho, y le duele... me duele que hayas tenido que enterarte de todo esto así, pero trata de entenderme también, esta situación es demasiado grande para mí, fingir ser Cordelia no ha sido fácil, fingir que soy sumisa cuando lo que quiero es gritar tampoco lo ha sido. Todos ansían el poder y el trono, muchos ya han intentado matarme por el, y yo solo intento sobrevivir, luchando por ganar una guerra en la que mi ejército obedece a mis enemigos. Ya no puedo Hansel, esto me sobrepasa, trato, créeme que trato de ser fuerte de ser valiente, pero en el fondo, en el fondo tengo miedo, miedo de no ser suficiente, miedo de no poder controlar los elementos, miedo de fallar y arrastrar conmigo al reino entero y a quienes se están arriesgando al ayudarme y yo...
No lo soporto más. El dolor y el llanto se apoderan de mi cuerpo. Hansel no dice nada, pero me toma entre sus brazos y me aprisiona con fuerza, justo con esa fuerza que necesito para apoyarme antes de derrumbarme en un mar de llanto y sacar de dentro de mi toda esa frustración y temor que tanto me atormenta. Lo abrazo de vuelta, no dejo de llorar, por alguna razón no dejo de hacerlo. Estar así entre sus brazos, entre los brazos de la ternura y la compasión, hace que encuentre un refugio para mi debilidad y me quiebre por completo, sincerándome y mostrándole mi lado más humano, la parte que aún conservo intacta: la sensibilidad. Por un lado, me siento aliviada al saber que ya no tengo que mentirle más, y por otro me siento extrañamente feliz porque por primera vez lo estoy abrazando con sinceridad sin mentiras ni secretos de por medio. Sé que es un hombre lobo. Sabe que soy la reina de Sunland. Los secretos finalmente se han acabado entre nosotros.
***
—¿Qué es lo que los hace ser hombres lobo? —pregunto seguido de un suspiro.
Nos mantuvimos sentados un rato en un viejo tronco en medio del bosque mientras el dolor en mi tobillo disminuía. Al caer el ocaso, ya podía asentar el pie gracias a unos masajes que me proporciono Hansel. Así que con un leve cojeo empecé a caminar.
De camino a la casa, nos mantuvimos haciéndonos preguntas el uno al otro. Ahora con respuestas sinceras, y sin miedos de por medio.
—Bueno, recuerdas la tribu que visitamos aquel día que te mostré los viñedos.
—¿La tribu woltt?
Asiente con la cabeza.
—Hace ya casi quinientos años, cuando las brujas y los vampiros tomaron fuerza e invadieron el actual Sunland, los jefes de las en aquel entonces cuatro tribus incluyendo a la tribu woltt acudieron al Dios de la Tierra, hicieron sacrificios en su nombre y le rogaron les diera su bendición y protección contra la plaga sangrienta. Cuenta la leyenda que el elemento se manifestó a través de un lobo blanco enorme y robusto. Los jefes siguiendo las órdenes del viento lo mataron, de esa forma comieron y bebieron de su sangre y lo repartieron entre sus tribus una noche de luna llena, dándoles el poder a todos los de su tribu de convertirse en lobos feroces capaces de defenderse de los vampiros, pero el matar al enviado tendría un precio y ese sería el descontrolarse como todo un animal sin conciencia de sus propios actos cada luna llena.
—Un castigo, que suena más a maldición ¿Existe alguna cura para ello?
—No una en específico, pero existe una forma de mantenerla a raya, y esa forma es el autocontrol, un autocontrol que solo los más fuertes de mente y corazón alcanzan. Jared aún lucha por conseguirlo, pero sin duda está más cerca que yo de lograrlo.
—No te precipites a pensar en negativo. Eres alguien valeroso, de corazón fuerte, sé que lo lograras —alego posando una mano sobre su hombro.
—Gracias.
Las preguntas continuaron, y fue así que también descubrí que solo quienes nacen con los genes del lobo blanco llegan a convertirse en lobos, mientras quienes nacen sin los genes, como Yuri, son denominados indautos, y obligados desde que nacen a guardar el secreto de los lobos. Nadie fuera de Faes lo sabe, o al menos no lo recuerdan. Pero los seres cómo las sacerdotisas, las brujas y los vampiros sí deben recordarlo, ellos existían cuando comenzó la guerra, pero creen que se extinguieron, por eso han mantenido un perfil bajo. Además me conto, que los más jóvenes tardan en tener el suficiente autocontrol sobre sus emociones en las noches de luna llena, y al volverse criaturas sangrientas capaces de asesinar hasta a sus propios familiares sin darce cuenta de lo que estan haciendo, el rey creo una mazmorra dentro del palacio dónde los lobos sin control son atados con collares de púas y cadenas en pies y manos a la pared —algo muy sádico, pero necesario para evitar desgracias —Hansel también me confesó que hace poco él era solo un indauto, todos creían que el único que había heredado los genes del lobo blanco era Jared, por eso se había convertido en príncipe heredero, pero ahora que los genes de Hansel se habían manifestado todo se podría poner de cabeza.
—Entrené día y noche el autocontrol, esperando en aquellas noches de luna llena que los genes se manifestaran en mí, pero eso nunca paso. Al cumplir la mayoría de edad, los jefes de la guardia real experimentados en entrenar hombres lobo me declararon indauto, no había nada que hacer, los genes debían manifestarse a partir de los doce años y yo a los dieciocho seguía sin mostrar señales de poseerlos. Pero después de tu llegada esos genes finalmente salieron a la luz, es algo irónico ¿sabes? Siempre esperé que mis genes se manifestaran para empezar a buscarte, quería tener el suficiente autocontrol y poder para que mi padre me dejara salir, para correr a Sunland por ti. Confieso que me decepcioné mucho al ver que no poseía los genes, pero eso no impidió que empezara a buscarte, hasta finalmente encontrarte, y ahora que lo hice, mis genes por fin se han hecho presentes.
—Es cómo... es cómo sí una parte de ti hubiera estado muy ansiosa por saber de mí, bloqueando o suprimiendo de manera inconsciente los genes —infiero.
—Algo así piensa mi padre, quien después de ver que sí poseo los genes va a obligarme a retomar el entrenamiento, para que aprenda a cambiar de forma a voluntad y no de forma emocional, y por supuesto para que aprenda controlarme en luna llena sin contar que debo ganarme mi manada —suspira con pesimismo encogiéndose de hombros.
—¿Tienes que ganarte a tu manada? —pregunto incrédula, sinceramente creí que al ser príncipe los lobos simplemente se le unían.
—Así es, estoy en mi primera faceta, soy un omega, apenas puedo mostrar los colmillos y mantener parte de mi forma humana. Para lograr ser beta debo lograr convertirme en lobo totalmente y sí quiero ser un alfa como Jared y tener mi propia manada debo ganármela, robarla o pelear por ella.
—A ver si entendí, los omega solo muestran los colmillos, les salen orejas puntiagudas y sacan las garras, eso ya lo vi, y para convertirse en beta deben cambiar de forma a voluntad y convertirse totalmente en un lobo gigante como los que vi en la cueva ¿cierto?
—Exacto.
—Entiendo. Es una locura, toda una locura en realidad, jamás lo hubiera imaginado —confieso —todos se veían tan normales en Sunland que jamás lo hubiera deducido sí quiera.
—Ese es nuestro objetivo, parecer lo más normales posible, por eso se nos prohíbe salir del reino hasta que dominemos la faceta de una beta. Jared tardó cinco años en dominarla por completo, y un año en reunir a su manada y convertirse en alfa.
—Y porque simplemente no te unes a la manada de Jared, es tu hermano ¿no?
—Lo es, pero no se trata de familia, se trata de poder e independencia, mi hermano no se quedó en las filas del ejército de mi padre por demostrar su valía y yo menos, así como tampoco estoy dispuesto a seguir las órdenes de Jared, mi camino apenas empieza y debo o ganarme o robar una manada.
—¿Cómo la robas?
—Asesinando a su alfa.
Su respuesta me dejo con los ojos muy abiertos.
—¿Asesinarías a un alfa por obtener su manada?
—No te asustes Malena, las leyes aquí abordan ese tema y se respetan, y eso está más que permitido aquí, solo que siendo la escoria que soy a esta edad me llevará mucho tiempo convertirme en un beta capaz de asesinar un alfa, así que también está la otra opción de ganármela, que otros lobos se unan a mí a voluntad .
—Todo pasa a su debido tiempo Hansel, no desesperes, sé que en menos de lo que piensas lograrás convertirte en un beta, y te ganaras tu propia manada —trato de reconfortarlo dándole un apretón en el hombro.
—Tal vez tengas razón, todo pasa a su debido tiempo, pero tengo algo claro, no quiero ser el rey de Faes, solo me someteré al entrenamiento para poder controlar la maldición de la luna, no más.
—Porque ser un alfa haría que tu padre tuviera que volver a elegir entre Jared y tú para designar al heredero ¿no? —inferí.
—Exacto. Y no quiero matar a mi hermano, y él tampoco me mataría a mí. Por cierto quería darte las gracias por decirme la verdad y por ser tolerante con quien soy en realidad —susurra apenado.
—No me lo agradezcas, en todo caso yo te debo una disculpa por no haberte dicho quién era en realidad desde que te vi en Sunland, pero en ese entonces estaba aterrada, y no conocía los alcances de Safiye en aquel entonces.
Para ese momento ya estábamos frente al umbral de la casa, iluminado únicamente por pequeñas luces mágicas azules que flotaban en el aire.
—Lo sé, ahora lo sé y te entiendo perfectamente, lo que no entiendo es...—baja la mirada cómo meditando sí era correcto o no decir lo tenía en mente, pero al final se arriesga —¿En qué momento entró ese vampiro a tu vida? ¿Por qué no lo entregaste a los guardias de élite cuando tuviste la oportunidad en el palacio?
Trago saliva. Mi pecho se contrae y mi corazón inexplicablemente late de forma diferente, cómo sí tratara de apartar una piedra para poder bombear suficiente sangre. Su pregunta me inquieta ¿Cómo mentirle? ¿Qué debería decirle o más bien qué no?
—No quiero que te preocupes por mi Hansel, y tampoco quisiera que tuvieras un enfrentamiento con Van.
—¿Van?
—Es su nombre, y sí, es un vampiro, pero no es cómo todos creen que es ni como las leyendas describen a los de su especie, Van es distinto.
—Por favor Lena ¡Es un vampiro! ¡Me vas negar que se alimenta de sangre humana! —exclamó con un tono de voz que sonó a reclamo. —O que no le gusta matar porque se le da la gana.
—¡Hansel cálmate! ¡Él no es así! Lo creas o no, Van no es una bestia sangrienta cómo todos piensan que es. Y sí, sí se alimenta de sangre, pero no humana, desde hace años Van solo se alimenta de sangre de animales, y a mí me consta.
—Lena es un vampiro, por favor, entiende, eres la reina de Sunland ahora, una enemiga letal para él, su astucia es mucho más grande de lo que puede llegar demostrar, nunca te mostraría su verdadero ser ¿Y sabes por qué? —negué con la cabeza con el entrecejo fruncido, da un paso hacia mi y posa sus manos sobre mis hombros —porque sabe que no le conviene, porque sabe que sí tu supieras la verdad su actuación de vampiro bueno y regenerado se vendría al suelo, él solo se ha mantenido a tu lado porque le conviene, porque quiere conocer tus debilidades para luego destruirte —alega exaltado pero yo me niego a creer lo que ha dicho.
—No, no, no. Me niego a creer en tus palabras, sí quisiera destruirme me hubiera matado hace mucho tiempo, oportunidades para hacerlo le han sobrado. Van no es así y nada de lo que digas va a hacerme cambiar de opinión —saco sus manos de mis hombros y me adentro en la casa cojeando. Molesta, confundida y con el corazón latiendo de forma acelerada.
Pongo un pie en el primer escalón de la escalera dispuesta a subir hacia mi habitación y encerrarme allí para no tener que seguir escuchándolo, pero una mano me toma del brazo y hace que me detenga en seco.
—Espera —la voz de Hansel más calmada retumba en el vacío vestíbulo, me volteo a verlo por encima del hombro apretando mis labios en una dura línea para evitar que palabras hirientes salgan de mi boca. —No quiero que te molestes conmigo, menos por un vampiro, solo, solo piensa en lo que te dije ¿sí? Nadie piensa correctamente con la cabeza alterada, relájate y medita mis palabras desde un ángulo realista. Volveré mañana.
Me libera de su agarre, y yo dibujo una dura línea con mis labios. Me despido con un asentimiento de cabeza, y finalmente desaparezco de su vista a través de los pasillos del segundo piso.
Yo confío en Van, pero...
Nunca te mostraría su verdadero ser ¿Y sabes por qué? Porque sabe que no le conviene, porque sabe que sí tu supieras la verdad su actuación de vampiro bueno y regenerado se vendría al suelo, él solo se ha mantenido a tu lado porque le conviene, porque quiere conocer tus debilidades, para luego destruirte.
Entonces por eso no quieres abrirte conmigo Van, porque tu verdadero propósito es matarme. Soy solo un juguete para ti.
¡No!
¡No!
¡No!
Me niego a creerlo, para matarme ha tenido muchas oportunidades, y aún no lo ha hecho. No puedo siquiera imaginarlo atravesándome el pecho con la daga que yo misma le regalé.
¡NO!
—¡Majestad! —exclama Frederick al verme cerrar la puerta de la habitación a mi espalda. —¿Qué ha ocurrido? La veo pálida ¿Ese lobo le hizo algo? — se aproximó y se detuvo a estudiarme con la mirada, yo paso por su lado sin pronunciar palabra y me siento sobre la cama. Me quedé quieta mientras con magia comenzó a tratar mi cojera.
—Frederick...—musité.
—¿Si? — contestó con los ojos muy abiertos.
—¿Crees...? ¿Crees que Van sería capaz de traicionarme? —pregunte con un tono de voz suave.
—¿Qué? ¿De dónde sacó esa idea? —cuestiona frunciendo el ceño.
—No, nada ¿Sabes qué? Olvídalo, estoy delirando —Frederick se queda procesando paralizado mis palabras mientras yo me aproximo a la cama y me desplomo sobre ella.
—Majestad —comienza con una voz suave mientras se acerca a la cama. Tomo una almohada y clavo mi cara en ella, siento el colchón hundirse cuando Frederick se sienta a un costado. —Con todo respeto, creo que está confundida, todo esto de los lobos es confuso para todos, pero a mi parecer más lo está siendo para su corazón.
—¿Qué? — levanto una esquina de la almohada para poder mirarlo y él baja su mirada hasta mi rostro.
—Majestad, tal vez usted no lo vea, pero su corazón también está pasando por una tormenta de emociones. Por un lado, están las palabras de su estimado amigo de la infancia, dulce, amable, valeroso y apuesto, todo un prototipo de hombre y príncipe soñado. Por otro lado está su más leal, bueno, no sabría como definirlo exactamente, pero llamémoslo compañero, él ha peleado con usted y por usted, ha estado acompañándola desde los momentos más difíciles de su vida cuando vivía en el bosque, y la ayudó a sobrevivir cuando se mudó a palacio, tomo su mano y la ayudó a encontrar el camino del bien hacia los elementos, a pesar de ser él mismo la viva representación del mal —susurro al final. — La salvó más de una vez de la muerte, y sí, también es un vampiro, por lo tanto es detestablemente atractivo, bien parecido, sarcástico, sádico, asesino, con un aire letal que le recorre cada uno de los poros y un indeseable de cuerpo y mente, pero no es su origen lo que lo define como ser o criatura, son sus intenciones y sus actos lo que verdaderamente lo definen ¿Entiende?
Me quedo callada por unos segundos. Silencio. Silencio de reflexión.
Tal vez estoy pensando demasiado, me estoy dejando llevar por las palabras de sus enemigos, los lobos lo odian, nacieron jurando matar a los de su especie, entonces ¿No debería dudar? No, debería pensar con la cabeza fría. Frederick tiene en algo tiene razón, no puedo pensar porque me encuentro en medio de una tormenta, una fría y cruel tormenta en la que todos quieren acabar con el mal y otros fomentarlo.
—Estoy a la deriva en medio de una tormenta de dudas, de deducciones ajenas, de preguntas sin respuestas y empiezo a desconfiar hasta de mi propia capacidad para sobrellevar todo esto.
Cubro mi rostro nuevamente con la almohada. Estoy agotada y necesito descansar, descansar de verdad, dormir sin soñar, sin pensar, solo dormir, para que mis pensamientos no me aturdan y para poder esclarecer la situación de la que estoy metida.
—No está, estamos —corrige cruzando una pierna sobre la otra. —No crea que es la única que se siente perdida, soy el mago real, pero mi magia no puede contra los dones de unos niños de veinte años con animalitos sobre el hombro.
—Son magnas, y su magia proviene de los elementos, así que es normal que la tuya no sea superior, además, tu no pasas de treinta años así que prácticamente tienen la misma edad ¿no? —alego sin molestarme en levantar la almohada de mi rostro.
—Treinta y tres majestad, tengo treinta y tres años, y soy un mago real, por lo que tengo la virtud de poseer envejecimiento ralentizado gracias a mis habilidades con las pociones, y mascarillas de fruto tierno, hacen maravillas con las arrugas.
Poción. Frederick dijo poción. Me incorporé de golpe sobre la cama y volteé a verlo con el entrecejo fruncido.
—Frederick ¿Qué crees que haya utilizado Safiye para cambiar el color de mis ojos y cabello al de Cordelia? ¿Tú le diste alguna poción?
—No que yo recuerde, ella nunca me hizo partícipe de tal locura, yo jamás lo hubiera permitido, con todo respeto usted se encontraba exiliada y por lo tanto privada de todos sus derechos dentro de palacio, en todo caso ella tendría que haberla presentado ante la corte con su verdadero nombre no bajo el nombre de su hija, y serían los ministros quienes jugasen sí usted era digna de ser tomada cómo opción o no ante tan desesperante situación —respondió con notoria indignación.
—¿Entonces qué magia crees que haya usado?
—Mmm, eso es difícil —me miro entrecerrando los ojos, extendió una mano hacia mi cabello el cual gracias al calón ha retomado su color oscuro, juguetea con un mechón y sin previo aviso arranca un par de hebras de un tirón.
—¡Ayyy! —me quejo del dolor.
—Lo siento, lo siento mucho majestad, es que me deje llevar —se disculpa pero no parece tan afectado. Se mantiene observando las hebras de cabello por unos segundos mientras yo acaricio la parte de mi cráneo que late por el dolor.
—Parece, no lo sé, pero el brillo en el, no estoy seguro —menea la cabeza de un lado al otro divagando entre sí es o no es pero no me dice qué es, y eso me altera los nervios.
—¡Bueno! ¿Es o no es? ¿Y qué es?
Pone el cabello contra la luz de la lampara y luce muy concentrado al observar cada hebra.
—No me grite majestad que hiere mis habilidades —contesta casi indignado —no estoy muy seguro, pero creo que esto es latrixs
—¿Latrixs?
—Una especie de magia muy antigua, tan antigua como el nombre.
Abrí la boca para preguntar algo cuando un fuerte golpe se escuchó sobre el tejado. Federick y yo nos sobresaltamos al mismo tiempo. Nos pusimos de pie con nerviosismo sin dejar de observar la parte superior de la habitación.
—¿Qué fue eso? —pregunto por lo bajo.
—Mmm —Frederick manipula el aire, como sí buscara rastros de magia en el —¡Ay por todos los cielos casi me da un infarto! Es, él.
—¿Él quien? ¿Van? —pregunto más exaltada de lo que me hubiera gustado.
Asiente con la cabeza.
—¿A esta hora regresó de cazar?
—En realidad regresó un par de minutos después de que usted saliera en busca de cierto lobo, y al no encontrarla salió a buscarla, supongo que ya la encontró —mordió su labio inferior con nerviosismo al hablar, lo que me lleva a concluir que tal vez, Van escucho todo, pero tal vez no ¿cierto?
—Ayúdame a subir —digo más en tono exigente que a manera de petición.
Frederick protesto un par de veces diciendo que era una locura, que probablemente Van ya se había ido, y que tal vez estaba molesto porque claramente me pidió que me mantuviera alejada de los lobos mientras él no estuviese, y yo hice todo lo contrario, pero yo no estaba para obedecer a ninguno de los dos, no mientras uno me oculta secretos, y el otro se ha vuelto de cierta forma su cómplice.
Entre rezongos de probable reproche por haberme dicho la razón del probable enojo de Van, Frederick finalmente me ayudó a subir al techo a través de la ventana, hizo unos escalones con magia que me facilitaron en gran medida la tarea. Conforme ascendía los escalones desaparecían detrás de mí. Cuando llegué al tejado, allí en lo más alto, sobre el viejo tejado de la casa estaba sentado Van de espaldas hacia mí observando la penumbra de la noche.
Cuando finalmente mis pies tocaron el tejado los escalones mágicos desaparecieron por completo. Con precaución di un par de pasos hacia él, cada uno tratando de mantener el equilibrio, con el miedo de hundirme en cada paso, pero él, aunque estaba segura de que ya me había oído no se inmuto en girarse hacia mí en ningún momento.
En silencio, di un último paso. Tome la suficiente precaución midiendo mi equilibrio antes de sentarme junto a él. Por unos segundos no dije nada. De reojo lo observe meditar, sus ojos oscuros y profundos clavados en la ostentosa noche sin estrellas. Un par de mechones de cabello liso le caían por encima de una de sus cejas, mantenía ese característico silencio suyo en momentos serios — y este yo creía que no lo era —. Van era apuesto, letalmente apuesto y letalmente misterioso. Letalmente misterioso para mi.
—¿De verdad crees que yo podría matarte? No es que no pueda, puedo hacerlo, pero de verdad ¿Crees que yo lo haría? —el silencio se ve interrumpido por su voz, envuelta en un tono profundo, grave, varonil, pero al mismo tiempo profundo y decepcionado.
Por un instante no dije nada. Me mordí mi labio inferior levemente, mientras me giré a verlo totalmente, él seguía viendo la oscuridad de la noche. Y por lo que dijo, ahora sé que lo había oído todo respecto a mis dudas.
—De verdad crees qué yo sería capaz de matar al único ser que me ha hecho sentir vivo, realmente vivo, cómo sí de verdad fuese importante y valiera algo en este miserable mundo, de verdad crees que mataría a la única persona que me ha hecho sentir emociones distintas al odio o a la sed de muerte y venganza —una punzada en mi corazón hizo que el pecho se me contrajera. Él hablaba, pero seguía sin mirarme mientras yo no paraba de hacerlo y de culparme por arrastrarnos a esta situación. —De verdad crees que mataría al único ser que he amado.
Su mirada finalmente se encontró con la mía. Y mi cuerpo se congeló por completo al ver que sus ojos estaban enrojecidos. ¿Van estaba por llorar, o sus pupilas estaban dilatadas? Van iba a llorar por mi... por la decepción que mis dudas han causado en su corazón, pero lo que me ha congelado la sangre no es eso, sino que Van, el vampiro frío, él que tanto me recrimino sobre sentimientos cómo el amor, el que siempre me dijo que el amor nos vuelve débiles, acaba de decir que, que me ama. Van, me ama.
HOLAA!!!!
Cuentenme ¿Qué tal les pareció el capítulo?
¿Tienen dudas sobre el origen de los lobos? Háganmelas saber en comentarios.
Como yo las quiero mucho y sé que este capítulo las dejo impactadas y ansiosas aquí les dejo un pedacito del siguiente:
—Te amo Lena... te amo reina mía —volvió a pegar sus labios con los míos. Subí mis manos hasta su nuca lo pegue más a mí y me deje llevar por la intensidad de lo que estaba sintiendo en ese momento.
—Espera...— tomo mis manos entre las suyas y nos separó por un instante. — Él ya te conto su historia, ahora deja que yo te cuente la mía.
Gracias por leerme, nos vemos la proxima semana.
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