CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 17
LA NUEVA REINA
Han pasado un par de horas desde que salimos de las profundidades de Terra. Mi cuerpo ha colapsado, mantengo una temperatura neutra por fuera, pero por dentro siento que el frío me consume. Frederick ha ido a escondidas al palacio para buscar entre sus libros algo que pueda ayudarlo a entender lo que me está pasando. Poseer un elemento se considera poder, pero poseer dos te hace superior, dominarlos... dominar los dos es lo que muy pocos logran.
—¿Segura de que no tienes hambre? —me pregunta Van apoyando sus codos sobre sus rodillas. Desde que volvimos me la he pasado en cama, con Van sentado a un lado en una silla. Apenas y pude hacer un hechizo para cambiarme de ropa y ponerme un vestido desgastado de los que aún quedan aquí.
Hansel sigue inconsciente, el golpe que le di en la cabeza debió ser más fuerte de lo que creí, esa es otra de las razones por las que Frederick se arriesgó a ir al palacio, tenía que traer más medicina o Hansel podría morir.
—Ya devolví todo lo que tenía en el estómago cuando atravesé el portal, no quiero tener nada más en el estómago que me devuelva las náuseas.
—Sí no comes vas a morir.
—Sí no muero hoy, tal vez lo haga mañana o pasado. Soy humana Van, desde que nacemos nuestro único destino después de vivir es la muerte, y créeme cada que la experimento más de cerca siento que me queda menos tiempo de vida —digo con una voz débil, me duele todo, y lo peor es que no hay medicina que calme el dolor causado por un elemento en su portador.
—No digas tonterías, no vas a morir, solo hablas así porque los elementos en tu interior aún no se alinean, y hasta que encuentren el equilibrio en tu interior vas a sentir que tu cuerpo colapsa de dolor —me espeta con algo de molestia.
—¿Le temes a la verdad Van? No lo digo por el dolor que estoy sintiendo ahora, lo digo porque sí eso llega a suceder, que sé que sucederá en algún momento, tú tienes que aceptarlo de manera coherente como lo hacen todos y no armar un río de sangre como el que estuviste apunto de armar en las profundidades —mi comentario hace que frunza el entrecejo, su quijada se tensa, y evade mi mirada mientras se recuesta de brazos cruzados en el espaldar de la silla.
Lo que hizo en las profundidades estuvo a punto de quitarle la vida. Después de asesinar a uno de los vampiros que me atacó se volvió loco al verme desvanecer en sus brazos, asesinó a varios gepards que ni siquiera eran oscuros, se peleó con medio pelotón de aspirantes a guardianes dejando heridos a media docena y peligro de muerte a otros diez, por suerte entre ellos no estaban Ruth, Teo, Zev, o Eli. Para cuando llegó Eli el ya estaba más calmado porque yo había aparecido de entre la multitud gritando su nombre para que dejara en el suelo a uno de los aspirantes que tenía levantado en el aire agarrado del cuello, lo estaba asfixiando con una ira que el pobre chico no había provocado.
—Solo hice lo me apeteció hacer —contesta fijando su mirada en cualquier cosa que no sea yo.
—Pues no estuvo bien, no puedes aplacar tu ira con quien no la provocó, por poco matas a inocentes.
—Pero no lo hice, y te voy a pedir que no empieces a sermonearme, lo último que necesitas es malgastar tu energía en mí.
—No, pero quiero hacerlo, porque llegará el inevitable día en el que voy a morir, y cuando lo haga tú... ¿Qué piensas hacer? ¿Volverás a las sombras? ¿Matarás a la mitad de los humanos dentro del reino?
Esas preguntas han retumbado en mi cabeza desde que lo vi en las profundidades sin autocontrol, dispuesto a asesinar a todos los guardianes. Van y yo hemos compartido un largo tiempo juntos desde que yo era una niña, lo que me hace pensar que probablemente exista un lazo entre nosotros que no había visto hasta ahora, él ha estado en las malas y en las peores conmigo y juntos hemos comenzado a caminar sobre el peligroso sendero del poder, pero ¿Qué pasará cuando llegue el inevitable día de mi muerte?, a diferencia de él tengo fecha de caducidad, y entre más poder obtenga más enemigos se unirán contra mí, lo que atraerá a mi inevitable muerte.
—No voy a discutir eso contigo, y menos ahora que estás tan débil — contesta posando su mirada sobre mí. Nuestros ojos se encuentran y su mirada afirma sus palabras. Aunque no sé nada de él a parte de su nombre, él sabe todo de mí, se acostumbró a mi presencia en su vida y tal vez no está preparado para hablar de mi eterna ausencia después de mi muerte.
—Bien, pero algún día lo haremos, y sí por alguna razón no lo hacemos al menos prométeme que no causaras ningún desastre del que yo pueda sentirme culpable, sí vas a desatar tu ira hazme un último favor y hazlo con quien me hubiera gustado que lo hagas...
—¿Con el causante de tu muerte? —enarca una ceja sin cambiar la expresión de seriedad en su rostro y yo asiento.
Le sostengo la mirada por unos segundos hasta que un vuelco en el estómago me obliga a cerrar los ojos para empezar a retorcerme por el dolor que me recorre el estómago y me sube por el tórax hasta el punto de cortarme la respiración.
Van nota mi dolor y rápidamente se sienta en la cama para ayudarme a hacer lo mismo, recojo mis piernas y las pego a mi pecho en un intento por suprimir el dolor. Van me recuesta sobre su pecho con cautela mientras con una mano aparta el cabello que ha caído sobre mi rostro.
—¿Mejor? —pregunta al ver que mi expresión de dolor se suaviza.
Asiento lentamente aferrándome a su pecho mordiendo mi labio inferior, aunque el aire me vuelve a los pulmones el frío que siento en mi interior me causa un dolor insoportable en los huesos.
—No puedes estar acostada cuando hay una masa de agua recorriendo tu interior.
—Soy nueva en esto de los elementos, trata de entenderme, ¿Al menos crees que sobreviva a esto? —pregunto empuñando su camisa, justo la parte que lleva recogida hasta los codos.
—Has sobrevivido a cosas peores, vas a vivir Lena. Vas a vivir —me asegura mientras me apega más a él poniendo una mano sobre mi hombro. Su toque frío es lo último que se me antoja en este momento, pero lo que está haciendo lo hace desde el inexistente corazón en su pecho, y no puedo, no, más bien no quiero decirle que me suelte porque me hace más daño, aunque su toque me haga daño prefiero ser masoquista y quedarme entre sus brazos, y por un instante sentirse menos vulnerable ante el mundo, para seguir luchando hasta mi último aliento de vida.
—¡Majestad! —Frederick aparta la desgastada cortina de la habitación sosteniendo unos libros viejos que rápidamente deja en una esquina del suelo, para quedarse solo con uno entre sus manos. —¿Sigue mal? — pregunta al verme más agonizante entre los brazos de Van.
—¿Tú qué crees? —le contesta Van de mala gana.
—Tengo la solución, usted no se nos va a morir —dice mientras recoge la túnica alrededor de sus piernas para poder ponerse de cuclillas frente a la cama. —Usted es alguien fuerte, la vida la ha puesto a prueba infinidad de veces desde que nació, y esta es solo una más.
—Ahorrate los discursos motivacionales ¿Tienes o no la solución a esto? —le espeta Van con hastío.
Frederick suspira y hace una mueca de desaprobación hacia él para luego bajar la mirada hasta el libro entre sus manos y dejarlo a un lado.
—Sí el elemento no se ha logrado estabilizar es porque su lugar no ha logrado encontrar —recita para mí —usted debe abrirle un lugar en su cuerpo, conectar con el elemento en su interior y alinearlo para que encuentre el equilibrio ¿entiende?
El dolor vuelve como una ola a la orilla del mar con fuerza y rudeza, me retuerzo en los brazos de Van, pero al mismo tiempo una frase se proyecta en mi mente: eres capaz de más de lo que todos creen, pero primero necesitas demostrártelo a ti misma para que los demás empiecen a creer... o a temer.
Para que los demás crean en mi poder yo debo creer primero, debo controlarlo, entonces la solución a esto no está en una botella con medicina, ni en las hojas viejas de un libro, la solución para ganar la batalla es ser el elemento.
Como puedo me despegó lentamente de Van, sosteniéndome el estómago por el dolor. Frederick y Van por primera vez trabajan juntos sin ponerse malas caras y me ayudan a ponerme de pie.
—¿Qué está haciendo majestad?
—Voy a ir al río... necesito agua —explico con voz jadeante.
Frederick y Van comparten una mirada de confusión, pero no cuestionan nada y es algo que agradezco. Van no pierde más tiempo dudando, al ver que caminar me era casi imposible me levanta del suelo entre sus brazos y sale prácticamente corriendo de la casa de la forma sobrehumana que tanto lo caracteriza, me aferro a su pecho mientras corre conmigo en los brazos hacia el río, por la velocidad a la que va lo único que siento son las hojas de los arbustos rozarme los tobillos.
Cuando escucho el agua del río mi corazón da un vuelco ansioso, y ni hablar de mi estómago. Van me baja a la orilla con cuidado para luego mirarme con confusión.
—¿Crees que es lo correcto?
—No lo creo —digo mientras me arranco el salón del cuello, sí voy a alinear dos elementos en mi interior, primero debo deshacerme de toda esa mala energía. Le extiendo el calón y él lo toma sin demora. —Estoy segura.
Lentamente sumerjo mi pie en el agua y al hacerlo siento como un torrente de energía fluye dentro de mí. Es como sí el elemento hubiera estado esperando por esto. Doy un par de pasos más, y conforme avanzó el dolor en mis huesos disminuye, pero aún me siento débil por lo que sin querer doy un paso en falso y resbalo de una piedra, afortunadamente Van me sostuvo evitando mi caída. Nunca terminaré de acostumbrarme a lo rápido que es este hombre.
—¿Estás bien? ¿Quieres que te saqué de aquí?
—No, estoy bien —le aseguro mientras me pongo en marcha nuevamente. Van se queda sobre una roca detrás de mí en silencio, respetando mi decisión.
La luz del sol impacta sobre mi cabeza, mientras el agua cubre mis pies, y es entonces que entiendo; para mantener el equilibrio los elementos deben tener un lugar específico dentro de mi cuerpo, así como el sol en el cielo y el agua en la tierra, los elementos deben alinearse en un orden específico, y como la luz está en mis ojos, el agua debe estar en otro de mis sentidos; el gusto.
Lentamente bajo mi mano hasta tocar el agua, formo un pequeño pozo con ambas palmas, tomo con ella un poco de agua que posteriormente llevó a mi boca. El agua fresca entra en mi cuerpo, recorre cada centímetro de mi ser y sé que no es por el agua que acabo de tomar, es por elemento que ha encontrado su lugar.
Cierro mis ojos en busca del equilibrio total, me centro en el autocontrol y la sabiduría que exige el controlar un elemento. Inhalo con suavidad y exhalo segundos después de la misma manera. El elemento finalmente encontró su punto estable porque le he dado un lugar para el. Abro los ojos y extiendo mis manos hacia el agua a mi alrededor, levanto una masa de agua con solo señalarla, hago que se curve, que de vueltas e incluso que me levante.
¡Lo logre!
El elemento agua finalmente ha dejado de masacrar mi cuerpo y se ha unido a el. Doy un par de giros en el aire mientras soy sostenida por el agua y cuando finalmente logro que me deje sobre una roca bajo mi mano indicando que debe unirse al caudal del río nuevamente, pero la masa de agua no parece entender mi petición, en lugar de unirse al agua del río empieza a girar a mi alrededor como un cachorro ansioso por dar lametazos a su dueño y me empapa entera.
—¿Qué está pasando Lena? — escucho la voz de Van, pero no lo veo, mientras jugaba con el agua olvide por completo que él estaba aquí.
—Quiero que se una al caudal del río, pero no me obedece —le explico mientras trato de redirigir la masa de agua hacia el río, pero todos mis intentos son inútiles.
—Extiende una mano, tratare de tomarla —propone, y en verdad trato de hacerlo, pero desafortunadamente no puedo. Van intenta meter su mano a través del agua que rodea mi cuerpo, pero esta no se lo permite, Van se desespera y empieza a pelear con el agua como sí de su peor enemigo se tratara. Después de unos segundos la masa de agua se separa finalmente de mi cuerpo, pero no porque quisiera hacer caso y volver al caudal del río, al contrario, arremete contra Van tomándolo del cuello, lo levanta en el aire y las piernas de Van empiezan a danzar en su lucha por zafarse del agarre del agua. La fuerza que ejerce alrededor de su cuello empieza a asfixiarlo, y yo empiezo a aterrarme, sí no la controlo lo matara.
—¡Basta! —grito con autoridad —se acabó, vuelve al río. —Le hablo como sí de un magna se tratará, pero inesperadamente esta vez sí obedece, dejando caer a Van de trasero al suelo para luego unirse al río mientras cae como lluvia sobre él.
Van mojado no es algo que se vea todos los días, Van enojado, bueno eso sí lo veo a diario. Levanta sus brazos a sus costados y sacude las mangas mojadas de su camisa al tiempo que niega con la cabeza mientras lame su labio inferior como tratando de reprimir su ira. Levanta la mirada hacia mi y yo la evado rápidamente mientras salgo del río, sí algo estoy empezando a amar es mi vida, así que voy a ponerla a buen recaudo.
Van sale del río en silencio goteando por todas partes al igual que yo, ambos estamos empapados a la orilla de un río que contiene más rocas que agua.
—Te urgía un baño ¿no? —digo con una leve sonrisa, la cual desaparece rápidamente después de que el me lanzara una mirada que me deja clarísimo que no.
Pasa las manos por su cabello soltando un suspiro, me observa de pie a cabeza y finalmente habla:
—¿Ha dejado de doler?
—Un poco sí, bueno en su gran mayoría, Frederick tenía razón, yo debía darle un lugar para que se equilibrara. —Le aseguro mientras exprimo las puntas de mi cabello con ambas manos.
—¡Majestad! ¡Majestad gracias a todos los cielos! —escucho la voz jadeante de Frederick, tiene apoyada su mano en el tronco de un árbol mientras que con la otra se sostiene el pecho —¿Ya está bien? — pregunta como sí le costara respirar.
—Mejor —le aseguro. Suelta un suspiro aliviado mientras intenta recuperar el aire.
Hago un ademán de dar un paso hacia Frederick, pero lo único que consigo es irme de cara al suelo, por suerte logre amortiguar mi caída con mis manos de lo contrario el impacto hubiera sido doloroso, más doloroso.
—¡Lena! —exclama Van aproximándose a mí para ayudarme a ponerme de pie. Se pone de cuclillas y me gira hacia su cuerpo dejando parte de mi torso apoyado en su rodilla.
—¡Majestad! ¿Qué sucede ahora?
—Creo, creo —muerdo mi labio inferior para luego apretar ambos labios en una estrecha línea, siento algo de vergüenza por lo que voy a decir, pero la debilidad en mis piernas no se debe a otra cosa, así que me arriesgo y fijo mi mirada en los ojos de Van para confesar lo que siento. —Creo que tengo hambre, mucha hambre.
Van resopla algo que no logro entender mientras pone los ojos en blanco y Frederick se limita a soltar otro suspiro aliviado.
Volvemos a la casa, nos cambiamos y veo que Frederick sometió a Hansel a un tratamiento mágico de sanación, su cuerpo flota en el aire mientras lo rodean unas chispas mágicas celestes.
Minutos después, Frederick va al pueblo más cercano por algo de comer para los que sí comemos decente, o al menos eso dijo lanzándole una mirada despectiva a Van antes de desaparecer por un portal. No sé cuándo llegará el día en que esos dos dejen de agredirse, casi estoy segura de que la única razón por la que ninguno ha asesinado al otro es porque en todos sus intentos he estado yo presente para evitarlo.
Van seca su cabello húmedo con una toalla y se sienta junto a mi en el final del recibidor de madera, yo tengo las piernas cruzadas apoyando mis codos sobre mis muslos, mientras espero con ansias el regreso de Frederick, el hambre me mata. Van quema la toalla con su magia sombría y adopta la misma posición que yo solo que sin expresión aburrida. Tira sus brazos hacia atrás en silencio, mientras levanta la mirada y observa todo alrededor. Aquí el clima siempre se ve frustrado por lo denso del bosque, pocos son los rayos solares que logran entrar y tocar tierra, esa debe ser una de las razones por las que la energía de los vampiros aún se conserva en este bosque
—¿En qué piensas? —pregunto sin mirarlo para romper el hielo.
—Estúpidamente en ti —contesta sin mucho esfuerzo. Me giro hacia él para ver sí existe la más mínima de las expresiones en su rostro, pero nada, su expresión es neutra.
—¿En mí? —pregunto señalándome con el dedo índice.
—Si en ti —baja la mirada hasta entrelazarla con la mía, nuevamente llevo puesto el calón por lo que sé que está fijando su mirada en el azul claro de mis ojos —¿En que demonios nos hemos metido Lena? La vida era más simple, más cómoda y más sencilla cuando vivíamos aquí, aunque lo de sencilla fuese literal, comparado con lo de ahora es mejor.
—Tienes razón —afirmo con pesimismo bajando la mirada —lo dije una vez y lo vuelvo a decir ahora que lo he experimentado: las sombras no son tan peligrosas como lo es la luz cuando no se es feliz. El poder destruye, la magia consume y al final ¿con qué nos quedamos? Con nada, absolutamente nada.
—No me refiero a eso, me refiero a que con cada paso que das hacia tu venganza burlas a la muerte de una u otra manera. Estuviste a punto de morir dos veces en un mismo día, y ni hablar de lo que te hizo el elemento, cuando te propuse buscarlos no pensé en lo débil de tu cuerpo, debí haberte entrenado bien primero.
—No tiene caso hablar de eso Van, ya estamos en Sunland, ya tengo el elemento agua, ahora solo debo hacer lo que me dijo Solrrang.
—¿Solrrang? —replica él frunciendo el entrecejo. Y claro, Van no tiene ni la menor idea de nada de lo que averigüé allí abajo, el problema es que prometí no revelar nada, a nadie, y Van es exactamente el nadie al que se refería Ruth ¿Será correcto ocultarle todo? Bueno a las magnas no las he mencionado aún y por Solrrang no creo que vaya a haber problema con que hable un poco de ella. Me muerdo el labio inferior por unos segundos, debatiéndome internamente entre si hablar o no, suspiro y hago lo primero apuesto por confiar en él, después de todo, está conmigo y no haría nada para dañar a Solrrang.
—Una dragona que vive en las profundidades, ella desencapsuló el elemento agua para mí, y me dijo que no buscara más poder hasta que no controle el que ya tengo — le explico.
—¿Una dragona? ¿Viviendo en las profundidades? Eso no tiene sentido Lena —sacude la cabeza con confusión mientras busca mi mirada.
—No, probablemente no lo tiene, así como tampoco tiene sentido que los dos vampiros que atacaron a Karina en Oceanía me atacaran en las profundidades aún sin conocer mi identidad, solo por portar un calón con tu energía. ¿Vas decirme de una vez qué relación tienes con ellos? —me gire completamente hacia él, yo también quería respuestas, y llevo tiempo, mucho tiempo esperando por las respuestas a estas preguntas ¿Qué relación tiene él con esos vampiros?
Van tensa su quijada, evade mi mirada y centra su atención en los árboles frente a él, el tema lo ha incomodado, y más que eso lo ha molestado, pero yo nunca me molesto con sus preguntas, siempre respondo y confío a ciegas en él, pero él no ha sido recíproco conmigo, lo que me lleva a pensar seriamente en las veces que Frederick me ha advertido sobre mi relación con él.
—¿Confías en mí? —pregunta sin mirarme. Su pregunta me cae como balde de agua fría, es exactamente lo que empezaba a cuestionarme yo misma ¿Realmente confió en Van? Me quedo en silencio unos segundos analizando su pregunta. Siento la mirada fría de Van sobre mí, pero no levanto la mirada.
—¿Confías en mi Lena? —vuelve a preguntar, pero esta vez lo hace con un tono de voz más suave, justo en ese tono grave que me neutraliza, que se mete en mi cabeza haciendo eco su voz grave y varonil.
Levantó la mirada y me encuentro con la suya, con ese par de ojos oscuros como pozos profundos capaces de envolver a cualquiera en las sombras con sólo mirarlos.
—Eso intento Van, pero día con día me pones esa tarea más difícil —le contesto prácticamente en un susurro.
—Sí confías en mí, no vuelvas a preguntarme sobre ellos. Uno ya está muerto, yo mismo lo mate —me asegura con una frialdad que me obliga a tragar saliva para mantenerle la mirada.
—Y sí tú confiaras en mí, no crearías barreras entre nosotros ¿De qué me sirve saber que mataste a uno sí no conozco el motivo? —le mantengo la mirada, ahora que hemos llegado hasta aquí no pienso retroceder.
—Te lastimo, esa es suficiente razón para matarlo. Y sí he creado barreras entre nosotros, es porque sí cruzas la línea hacia mi mundo me temo que no voy dejarte ir nunca Lena, nunca —la seguridad en sus palabras hace que eche un poco mi cabeza hacia atrás. Su voz y el tono con el que aseguró aquello retumba en mi cabeza, creando una fuerte opresión en mi pecho que no logró controlar, él está...
—¡Majestad he vuelto! — giro mi cabeza siguiendo la voz de Frederick quien aparece a través de un portal con dos cestas de comida, y vaya que no pudo ser más oportuno.
Me pongo de pie rápidamente, tratando de disimular mis nervios y voy hacia él para ver qué es lo que ha conseguido, finjo una sonrisa hacia Frederick ignorando a toda costa las miradas de Van, pero mi traicionero corazón da un vuelco al cruzar al costado de Van para entrar en la casa, sé que me sigue con la mirada, pero yo no soy capaz de mirarlo, siento que sí lo hago podría perderme en color sombrío de sus ojos, y no, no voy a hacerlo.
Comí con ansias no lo voy a negar, tenía mucha hambre, en poco tiempo me había acostumbrado a la buena comida del palacio, a lo único que había logrado acostumbrarme en realidad, porque a los zapatos altos y a los vestidos asfixiantes no creo poder acostumbrarme nunca.
—Estoy satisfecho —comenta Frederick recostando su espalda en el sofá para luego empezar a frotar su estómago —¿Usted lo está majestad?
—Lo estoy —le aseguro frotando mi estómago mientras me recuesto en el sofá a su lado.
—Genial, los mortales acaban de terminar de matar a quien los consumía por dentro —ironiza Van de brazos cruzados apoyado en el marco de la puerta principal.
—En efecto, pero como es de costumbre para nosotros los humanos, la felicidad dura poco, en especial, para usted majestad —el comentario de Frederick hace que vuelva la mirada hacia él confundida, y no por la ironía en sus palabras, sino por el tono en que las dice.
—¿Qué estás tratando de decir estorbo? Habla claro —le espeta Van quien también sintió que escondía algo entre sus palabras.
—Tenemos problemas majestad, serios problemas —me asegura viéndome a los ojos. El semblante de Frederick cambia totalmente a uno serio, se pone de pie para poder hablarme de frente mientras que Van se acerca a él intrigado.
—¿Qué clase de problema? —pregunto, pero Frederick baja la mirada hacia sus manos y suspira, cómo sí estuviera buscando la manera de decirme algo serio. —Me estas poniendo nerviosa Frederick, habla.
—Cuando fui a palacio, constaté muchas cosas, entre ellas, que el ataque a la bóveda fue premeditado por... la reina madre.
Imposible, eso no tiene sentido. Ella me necesita en el trono para mantener su posición, no me atacaría sin tener un heredero asegurado, o al menos... eso creí.
—¿Qué? —suelto frunciendo el ceño.
—Eso no tiene lógica, esa mujer fue quien la puso en el trono para no perder el poder, no planearía la muerte de Lena sin antes tener un heredero.
—Es que ese es el punto, todo este tiempo estuvimos subestimando los alcances de la reina madre y sus planes, ella solo puso a su majestad en el trono para que reforzara la muralla, cuando reforzó la muralla, y cumplido con su función, la reina madre se deshizo de ella o al menos eso creyó hacer, y ahora... ahora tiene a alguien más en el trono, con las mismas facciones de la fallecida princesa Cordelia, con las mismas facciones suyas majestad. En el trono de Sunland está sentada un títere más de la reina madre.
Eso no es posible ¿verdad? Eso es... es repugnante, los alcances de esa mujer son repugnantes, me utilizó, aseguro que la muralla no se viniera abajo, y luego me hizo a un lado como a un trapo sucio inservible ¡jJa! No sé ni porque me sorprende, esa mujer no tiene sentimientos, ni consciencia, lo único que le importa es el poder. Yo sabía que entre sus planes estaba matarme, pero nunca pensé que se desharía de mi tan rápido, ¿Por qué? ¿Descubrió mis planes y decidió matarme antes que yo pudiera hacer algo contra ella?
—¿Viste a la nueva reina? ¿Crees que al igual que a mi le haya cambiado el color de ojos y cabello para hacer que se parezca más a Cordelia? — pregunto a Frederick sin una gota de asombro en el rostro, lo único que reflejan mis ojos son desprecio y repugnancia hacia las acciones de esa mujer, hacia las acciones de Safiye.
—De lejos, desde mis aposentos las vi en el jardín, la acompañaban sus antiguas doncellas mientras la reina madre tomaba el té plácidamente junto a ella.
—¿Plácidamente? — Van enarca una ceja.
—Si —le responde Frederick sin muchas ganas.
—Esa mujer no tomaría el té plácidamente con su marioneta a menos que hubiera alguien de importancia presente —pienso en voz alta. Van vuelve su mirada hacia mi mientras pasa sus dedos por su mentón con un gesto pensativo.
—Y sí... y sí esa no es una marioneta, y sí esa era la verdadera Cordelia — deduce Van.
—¡Imposible! —refuta Frederick.
Ni tan imposible, a estas alturas nada de lo que haga Safiye por el poder me sorprende. Cordelia viva, la verdadera heredera viva, pero sí ese verdaderamente fuese el caso.
—Y sí así fuera, sí su hija estaba viva ¿Por qué me utilizó entonces?
—No es obvio, para reforzar la muralla —asegura Van.
—¡Imposible! Sí la princesa estuviera viva, ella nunca hubiera recurrido a la hija de un ministro exiliado, no tiene lógica —argumenta Frederick muy seguro de sus palabras.
—No tiene lógica porque tú pequeño cerebro no tiene la capacidad de entender la magnitud del accionar de una mente maquiavélica. Safiye, tu adorada reina madre, se ha ganado el reconocimiento a la mujer más perversa del año, no, de la era, y ¿sabes por qué? Por que ella sabía que su hija no estaba destinada a heredar el trono, la hizo pasar por muerta, utilizó a Lena quien por alguna remota razón es la verdadera heredera, para que reforzara la muralla, luego de usarla y manipularla a su conveniencia la mandó a matar en un supuesto atentado, que estoy seguro estuvo muy bien premeditado.
La deducción de Van hizo que Frederick y yo abriéramos los ojos de par en par. Es que ¡Ja! Ni yo misma me lo puedo creer, todo este tiempo estuve planeando cómo destruirla mientras creía engañarla con mi perfecta actuación de hija abnegada, mientras que ella fingía el doble de bien haciéndome creer que me quedaría en el trono bajo su mando, cuando en realidad lo único que quería era que reforzará la muralla para luego matarme. Y ella lo logró, ella logró lo que quería, me sacó del palacio y puso en el trono a alguien más.
—Excelente —suelto con sarcasmo. —Safiye resultó ser peor que el par de vampiros que atacaron a Karina, admiro la forma en la que manipulo todo a su favor, su maldad me ha dejado sin palabras.
—A mí no me sorprendería tanto, de una mujer que es capaz de suplantar a su propia hija se puede esperar cualquier cosa, lo que me sorprende es que tanta maldad pueda caber en el insignificante cuerpo de una simple humana.
—La maldad de un ser humano sin escrúpulos puede llegar a ser mucho más grande de lo que cualquiera puede imaginar, y lo peor es que yo lo sabía y aún así no me previne a mí misma de lo que era capaz Safiye, de por sí ya era algo sumamente raro que me pusiera precisamente a mí en el trono, cuando podía tomar a cualquier otra huérfana del reino, era demasiado bueno para ser cierto, demasiado bueno para ser mío. Mi familia fue víctima de la maldad del mundo cuando nos exiliaron y despojaron de todos nuestros bienes, sin importarles mi edad, el frío o el hambre que pudiéramos pasar —un par de lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas de forma involuntaria, y sé que no son de dolor, son de rabia, de la ira que siento al haber perdido la oportunidad de vengar a mi familia. —Mi padre murió de depresión, mi madre tuvo que enredarse con un alcohólico para poder tener algo que comer, mis hermanos crecieron expuestos a distintas enfermedades, y yo... perdí la oportunidad de vengarme de los culpables de nuestra desdicha.
Oculto mi rostro entre mis manos, y me clavó de cabeza entre mis rodillas, para tratar de calmar mi llanto, pero es inútil, las lágrimas siguen corriendo en mi rostro mientras empiezo a odiarme a mi misma por haber sido tan tonta y creer que yo podría engañar a una mente maquiavélica como la de la Safiye, cuando está claro que no le llegue ni a los talones.
Una mano se posa sobre mi cabello, y sé que probablemente es Van, Frederick no me tocaría sin autorización. Levantó lentamente la mirada, y rápidamente mis ojos hinchados llenos de lágrimas se entrelazan con el par de pozos oscuros de Van. Me mira de una forma en la que nunca antes lo había hecho, es ¿empatía? No, eso no existe en él, es algo distinto es, es ¿calidez?
—Te dije que no quería volver a ver gotas de sal sobre tus mejillas — susurra mientras pasa su dedo pulgar por mi pómulo derecho —pero aquí estás, mostrando toda tu debilidad, derrumbándote sin intentar siquiera demostrar lo contrario. Estas hecha para reinar Lena ¿Por qué no lo entiendes? — susurra mientras termina de limpiar las lágrimas sobre mis mejillas.
—Lo perdí todo Van, otra vez lo perdí todo, ni siquiera pude encontrar al verdadero traidor, para demostrar la inocencia de mi padre —dije con la voz temblorosa.
—Lena, estas tan pero tan equivocada, que has eclipsado la verdad con el odio reprimido en tu interior, perdiste una batalla, pero no la guerra.
—No entiendo, eso no tiene sentido ahora —niego con la cabeza.
—Claro que entiendes, y sí aún no lo haces, métetelo muy bien en tu cabecita, ven —me toma por los hombros y en un abrir y cerrar de ojos me saca de la casa. Ya en el exterior, me pide que rodee su cuello con mis manos y que me sujete fuerte a él, no entiendo para qué quiere que lo haga, y dudo mucho en querer hacerlo, pero obedezco, nada podría ser peor ahora. Una vez se asegura de que estoy aferrada suficientemente fuerte a él hace un hechizo que nos lleva hasta la copa de uno de los árboles más altos del bosque, me despego de su pecho lentamente y él me toma de la cintura para ayudarme a mantener el equilibrio, desde allí se puede divisar gran parte del reino y del bosque, la vista es impresionante. —Tú eres la verdadera reina de Sunland, porque posees el elemento que solo una reina puede poseer.
Las palabras en susurro de Van me hacen salir de la burbuja en la que la bella vista me había metido, y vuelvo a la realidad, esas eran las palabras que necesitaba oír. Yo soy la reina de Sunland, yo soy la portadora del elemento luz, yo soy a quien todas las criaturas mágicas reconocen como reina de Sunland, soy, soy yo la verdadera heredera al trono, la elegida de la piedra de sun fui yo, y al seguir con vida sigo siendo la reina, por lo tanto, este sigue siendo mi reino, y quién lo está robando son las verdaderas usurpadoras.
—Lo soy, yo soy la verdadera reina de Sunland, y como tal, puedo, y voy a reclamar mi trono.
—Lo harás, pero esta vez, jugaremos en mi tablero, atacaremos desde las sombras el único lugar dónde Safiye no tiene control de nada —me asegura Van.
—Esta vez vamos a hacerlo bien esta vez... voy a hacer que mis enemigos no sepan que estoy avanzando hacia ellos, esta vez voy a meditar muy bien cada uno de mis pasos esta vez no voy a fallar, voy a encontrar al verdadero traidor y tomar el lugar que me corresponde dentro de este reino, cueste lo que me cueste, voy a vengarme.
(MINI MARATÓN)
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