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Capítulo 7. Pastel de coco.


«Pastel de coco»

—Jared.

Gemí al escuchar mi nombre. No sabía muy bien cuánto tiempo había dormido, pero sentía como que apenas acababa de acostarme y necesitaba descansar un poco más. Una mano sacudió mi hombro fuertemente, impidiéndolo.

—¿Qué? —abrí mis ojos para dedicarle una mirada asesina a Aiden, pero él me ignoró.

—¿Qué sucedió anoche? —preguntó bajando la voz—. Escuché a mis papás murmurando sobre un ataque.

—Todo está bien —lo calmé al comprender su preocupación y me senté sobre la cama al mismo tiempo que pasaba las dos manos por mi cara, intentando despejarme—. Unos demonios nos tomaron por sorpresa en la cascada, eso es todo.

—¿Demonios? —repitió incrédulo.

Asentí.

—Papá los derrotó pero antes alcanzaron a herirlo —respondí recordando toda la sangre.

—¿Él está bien?

—Perfectamente —aclaré—. Samara lo curó como si nada.

Aiden sonrió, orgulloso.

—Mamá es la mejor sanadora.

—Tú también lo serás —aseguré.

Aiden había heredado los poderes sanadores de su madre, pero hace poco que lo habíamos descubierto y aún no era muy bueno dominándolos. Después de todo, él seguía siendo menor de edad y su magia aún no maduraba como la de un adulto, pero yo estaba seguro de que —con un poco más de práctica y entrenamientos— él sería tan bueno como su madre.

—¿Qué hacían unos demonios en Sunforest? —preguntó sacándome de mis pensamientos.

Mi rostro se ensombreció al escucharlo.

—Están buscando a Ada —respondí bajando aún más la voz.

Sus ojos amarillos se abrieron aún más, sorprendidos.

—¿Lo saben?

—No lo creo. Anoche, después del ataque, fui a verla para comprobar que estuviera bien y me quedé un buen rato para protegerla, pero ningún demonio apareció. Ella está a salvo.

Aiden me miró, pensativo.

—Tal vez nos atacan para obtener información.

—Yo llegué a la misma conclusión —concordé— y no solo eso, parece ser que no es el primer ataque, nuestros padres han estado ocultándonos algo.

—¿Cómo lo sabes?

—Anoche lo dieron a entender, Dandelion parecía preocupado.

—Esta mañana también lucía preocupado —admitió él— por eso puse atención a los murmullos.

Alguien tocó a la puerta en ese momento y los dos nos callamos de golpe, intercambiando una mirada nerviosa.

—¿Jared? —preguntó mamá. Abrió la puerta sin esperar mi respuesta y se recargó en el marco, mientras nos dedicaba una mirada divertida—. ¿No es muy temprano para que ustedes dos ya estén tramando algo? —preguntó cruzando sus brazos y alzando sus cejas.

—Nunca es demasiado temprano para tramar algo —bromeé, arrebatándole una breve sonrisa.

—Buenos días Amira —la saludó Aiden, siempre tan educado como su padre.

—Hola Aiden —respondió ella con cariño— ¿por qué no vienen a desayunar? Tenemos que hablar con ustedes.

—¿Tenemos? —preguntamos al unísono.

Mamá asintió.

—No tarden.

Aiden y yo nos observamos en cuanto mamá salió de la habitación, dejándonos solos.

—¿Ahora qué? —pregunté en voz alta, nervioso de nuevo.

—Será mejor que vayamos a averiguarlo —respondió mi mejor amigo.

Decidí quedarme en pijama para no hacerlos esperar y juntos bajamos hacía la cocina. Sentados en la larga mesa rectangular estaban Dandelion y Samara del lado izquierdo con papá y mamá del lado derecho. Los cuatro nos observaron en cuanto entramos y nos hicieron una seña para que nos acercáramos.

—Buenos días —saludamos a todos y ellos nos respondieron de la misma manera.

Me senté en la mesa y observé toda la comida, no pude evitar pensar que Almendra nos consentía demasiado. Había sopa de frutas, yogurt, panqueques, nueces, arándanos, fresas, zarzamoras, piñas caramelizadas y pasteles de coco.

Al notarme nervioso, mamá volvió a sonreírme mientras tomaba una zarzamora y se la llevaba a la boca, parecía que era una de esas mañanas en las que había amanecido de buenas.

—Coman —nos incitó—, no hemos envenenado la comida.

Aiden soltó una risita nerviosa y acercó los panqueques para servirlos en su plato. En cambio, yo busqué la mirada de mi padre.

—¿Cómo estás? —pregunté en cuanto él alzó su rostro hacia mí, como si me hubiera leído la mente.

—Como nuevo —prometió.

Yo asentí un poco más tranquilo y comencé a servirme mis frutas favoritas, mientras cada quien tomaba lo que más le apetecía.

—Hace mucho que no desayunábamos todos juntos —dijo Samara con una auténtica sonrisa.

—Lo sé —suspiró mamá— todos hemos estado muy ocupados.

—Tendré que felicitar a Almendra en cuanto la vea —comentó Dandelion—, este pastel de coco está delicioso. Pruébalo, Sam.

Samara abrió la boca cuando él tomó un trozo de pastel y lo dirigió hacia ella.

—Mmm. —Lo saboreó, inclinándose un poco para besar a Dandelion—. Tienes razón.

—Mamá —se quejó Aiden ante aquellas muestras de cariño—, estamos desayunando.

Yo reí por lo bajo, sí a mí me molestaran las muestras de cariño que se daban mis padres frente a todos, ya me hubiera mudado hace mucho tiempo y lo más lejos posible, pero la verdad es que siempre me habían parecido tiernas.

—Yo también me quejaré cuando tengas novia —se burló ella.

—Hablando de novias —dijo mamá pensativa— ¿cómo van las cosas con Flora?

Desprevenido, me atraganté con el jugo de manzana que estaba tomando y tosí fuertemente cuando se me fue por otro lado.

—B... bien —logré responder, algo avergonzado por la situación en la que nos habían encontrado ayer.

Papá rió.

—Pues yo diría que bastante bien...

Aiden me lanzó una mirada intrigada, pero yo lo ignoré y clavé la vista en mi plato, queriendo desaparecer en ese momento.

—No le hagas caso —dijo mamá acariciando mi hombro—. Nos gusta Flora, ¿verdad Joham?

—Claro —respondió papá con una sonrisa malvada—. Después de todo, ya están mayorcitos para cuidarse ¿verdad?

Sentí como un calor se extendió por mis mejillas hasta alcanzar mis orejas, y eso que los forestnianos no nos ruborizábamos fácilmente.

—¿Me pasas el pastel de coco, Dandelion? Me parece que quiero probarlo.

El hombre de cabello negro y ojos amarillos me sonrió con complicidad mientras me pasaba el plato dorado que contenía el pastel. A pesar de que Arus era mi abuelo de sangre, Dandelion siempre se había comportado más como el abuelo alcahuete que yo siempre había querido. Aunque también era el papá de mi mejor amigo, quien era como un hermano para mí... nuestras relaciones eran algo complicadas de entender.

—No te preocupes, Jared —me tranquilizó Dandelion—. Tu padre te lo dice por experiencia, ya que él embarazó a su novia cuando ella solo tenía 16.

Mamá cubrió su boca con la mano derecha en un intento de ocultar su sonrisa, mientras que papá entrecerró los ojos y miró a Dandelion como si fuera un traidor.

—Pero me casé con ella —intentó defenderse.

—Seis años después —recalcó Dandelion.

—Bueno —se rindió encogiéndose de hombros— Jared no estaría aquí si no hubiera sido así.

—Oh, ni siquiera lo digas —dijo mamá, mirándome con cariño—. Fuiste una de las mejores cosas que nos ha pasado en la vida, junto con Ada...

El ambiente se tensó en un santiamén y mamá pareció haberse dado cuenta de lo que acababa de decir demasiado tarde. Tragó saliva y desvió la mirada, pero alcancé a ver cómo papá la tomó de la mano por debajo de la mesa.

Nadie volvió a comer después de eso y todos nos miramos los unos a los otros, tenía el presentimiento de que algo estaba a punto de suceder.

—Bueno —continuó papá —aprovechando que el tema ha salido, me gustaría hablar con ustedes dos sobre lo que pasó ayer.

Aiden y yo nos miramos rápidamente, los dos expectantes. Ayer habían pasado demasiadas cosas.

—¿Te refieres al ataque? —quise asegurarme.

Él asintió y yo me relajé un poco, por un momento pensé que me habían descubierto.

—Me imagino que Aiden ya debe saber lo que pasó —comentó mirando al chico— ustedes dos nunca han podido guardarse un secreto.

—Lo puse al tanto —admití.

—Bien, lo mejor será que los dos comprendan lo que está sucediendo.

—Creo que lo comprendemos —me adelanté—. Ese no fue el primer ataque, ¿verdad?

—No. Y tampoco será el último.

—Están buscando a Ada.

Papá no se sorprendió por mi afirmación.

—Tienen 18 años buscándola, parece que no se rendirán.

Aquello sí me tomó por sorpresa y miré a mis padres, incrédulo.

—¿Me estás diciendo que los han estado atacando durante 18 años? —cuestioné asombrado.

—Si.

—¡Por qué no me lo habían dicho!

—Te lo estamos diciendo ahora.

Abrí la boca, completamente sorprendido. ¿Cómo es que yo no me había dado cuenta de eso?

—Vinieron por Ada tan solo unas horas después de que naciera, el oráculo del infierno se los confirmó —contó mamá—. Se marcharon al comprobar que ella ya no estaba aquí, pero todos los años regresan. Esperan algún día encontrarla en el bosque.

—Azael aún cree que la profecía se cumplirá —explicó papá al notar mi confusión— por lo tanto, su lógica le dice que algún día Ada se convertirá en reina.Tal vez está esperando ese día.

—¿Qué es lo que crees tú? —intenté averiguar.

—Que serás un rey magnífico —respondió— pero, para eso, necesito que comiences a asistir a las reuniones y a tomar más responsabilidades. Eso evitará que la profecía se cumpla.

Asentí, un poco mareado por toda la información y comprendiendo por qué papá había reaccionado de esa manera al olvidarme de la reunión. Ellos esperaban que yo rompiera con la profecía asumiendo mi papel de príncipe.

—Y bueno —continuó Dandelion, lanzándole una mirada de advertencia a su hijo— queríamos que tú también estuvieras presente porque, en primera, Jared te lo iba a contar de todas formas y, en segunda, queremos que ambos tengan mucho cuidado.

—¿Por qué? —preguntó Aiden, sin entender.

—Hasta ahora los ataques habían sido en contra de Amira y yo —respondió papá, mirándome— pero ayer te incluyeron y eso nos preocupa un poco.

—Sabemos que a ustedes dos les encanta meterse en problemas —dijo Dandelion— pero esperamos que a partir de ahora tengan un poco más de cuidado y estén alertas. Ya no son niños pequeños, así que eso no debería ser un problema, ¿verdad?

—Tendremos cuidado —prometí, ya que yo era el mayor.

—¿Estás bien? —preguntó mamá al notar mi tono de voz.

—Algo molesto, la verdad —me sinceré—. Tengo 23 años y apenas me estoy enterando de los ataques. Debieron decírmelo antes.

—No queríamos que vivieras con miedo —explicó papá.

—Prefiero vivir con miedo a no saber que ustedes están en peligro —aseguré.

Ellos me contemplaron sin poder ocultar su sorpresa.

—Estamos bien, Jared —dijo mamá para tranquilizarme.

—Asumiré mi papel de príncipe —aseguré—, siempre y cuando ustedes se comprometan a ser honestos conmigo a partir de ahora.

Ellos se miraron durante un segundo, pero asintieron con una sonrisa. Desgraciadamente, aquello no iba a poder ser una honestidad recíproca, ya que si yo confesaba lo de Ada todos estaríamos en serios problemas.


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