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Capítulo 46. Combate.


«Combate»

Ada soltó una majadería cuando junté sus muñecas en la espalda y la mantuve contra el suelo, boca abajo, impidiendo que se moviera. Reí al escucharla, pero papá arqueó sus cejas y nos miró con desaprobación, seguramente pensando que ese no debería ser el lenguaje de una princesa.

—Suéltala, Jared —me ordenó.

Liberé a mi hermana de inmediato y ella se giró para quedar bocarriba y observar el cielo mientras recuperaba el aliento. Le ofrecí mi mano para ayudarla a levantarse y ella la tomó.

Estábamos en la cima del castillo, porque era un lugar con espacio de sobra y suficiente privacidad como para poder entrenar lejos de miradas curiosas. A pesar de que habíamos iniciado bastante temprano, en ese momento el sol ya se encontraba encima de nuestras cabezas y ambos estábamos sudando por el ejercicio.

—Sigues descuidando tu izquierda —le advertí, justo por eso había logrado derribarla—. Aunque seas diestra, no debes descuidar ninguno de tus flancos.

—Lo sé —resopló—, me lo dices todos los días.

Ya teníamos una semana entrenando, pero hasta ahora papá se estaba limitando a enseñarle ejercicios físicos y combates cuerpo a cuerpo. Yo entendía la razón, por muy poderosa que fuera Ada, su cuerpo debía ser igual de fuerte como para manejar esa magnitud de magia.

A pesar de que a mi hermana le había venido bien el inicio de los entrenamientos —ya que la ayudaban a distraerse de su corazón roto— podía notar a leguas lo frustrada que estaba por la falta de magia en ellos. Papá ya le había advertido que su paciencia era muy importante y, aunque él no me había comentado nada al respecto, yo sabía que estaba evaluando en ella aquella cualidad. Después de todo, la paciencia era algo crucial en una futura reina.

—De nuevo —ordenó papá girando a nuestro alrededor para no perdernos de vista— y esta vez no te contengas, Jared.

Ada hizo una mueca, pero flexionó suavemente sus rodillas para prepararse. Yo me quité mi playera al notarla empapada por el sudor y la pasé por mi frente antes de tirarla al suelo.

Papá se detuvo, esperando, y por el rabillo del ojo alcancé a ver que Arus apareció a su lado. Le dijo algo que no alcancé a escuchar, pero papá alzó la mano en su dirección para indicarle que guardara silencio. Aquello me distrajo y Ada lo notó, porque justo en ese momento decidió saltar sobre mí.

A pesar de que Ada era alta, también estaba bastante delgada y eso la ayudaba a moverse con agilidad, sobre todo en el aire. Aún así, logré arrojarme al suelo justo a tiempo y rodé sobre él para alejarme de su ataque, con una marometa que terminó dejándome en cuclillas.

Ada aterrizó donde ya no estaba y me lanzó una mirada asesina al localizarme. Yo le sonreí, provocándola.

—Ven por mí —la animé.

La estaba provocando a propósito, ya que durante nuestro primer combate había descubierto que aunque ella fuera muy buena ocultando sus sentimientos a todo el mundo, en medio de la pelea se volvía vulnerable y se dejaba llevar por sus emociones. Eso simplemente no podía ser, ella tenía que aprender a controlarse mientras luchaba.

Por esa razón me sentí muy orgulloso cuando ella no respondió a mi trampa, a pesar de que el primer día había saltado descuidadamente sobre mí cada vez que yo la había provocado. Sin duda, estaba mejorando rápidamente.

Sus ojos azules evaluaron mi posición, intentando encontrar algún punto débil. Yo no le iba a regalar más tiempo, así que tras un salto rápido arremetí contra ella por la izquierda... y exhalé con sorpresa cuando ella me bloqueó. Me agaché cuando noté su pierna venir hacia mí y escapé por un pelo, pero ella aprovechó para rodear mi cuello con uno de sus brazos e inmovilizarme a su costado con fuerza.

Tal vez eso habría resultado si no hubiera dejado sus piernas tan cerca de mí, pero yo no desaproveché la oportunidad y con mi brazo libre las barrí. Ada perdió el equilibrio y aflojó la llave que tenía alrededor de mi cuello, por lo que yo aproveché para tomar su muñeca y jalarla hacia mí para tumbarla en el suelo.

Ella soltó el aire de golpe y antes de que lograra comprender si quiera yo me senté sobre sus piernas para inmovilizarla, junté sus muñecas con una mano sobre su vientre y con mi antebrazo libre presioné su cuello en contra del suelo. Ella ni siquiera forcejeó, se limitó a soltar un grito lleno de frustración.

—Estuve tan cerca —se lamentó.

Yo solté sus manos y envolví su cintura para ponerla de pie, mientras la miraba algo impresionado.

—Eso estuvo muchísimo mejor —la felicité, ignorando su berrinche.

Ella me miró con desconfianza, pero pareció creerme cuando papá se acercó a nosotros con una sonrisa de satisfacción.

—Muy bien hecho, hija.

—Pero... —dijo ella sin entender— Jared volvió a ganarme.

—Es una mala perdedora —le expliqué a papá y ella me fulminó con la mirada.

Él la miró con algo de ternura.

—No se trata de ganar o perder, Ada —explicó con paciencia—. No puedo esperar que derribes a Jared después de una semana cuando él tiene años de ventaja sobre ti... pero estuviste muy cerca y eso fue impresionante. Además, controlaste tus emociones y protegiste tu flanco izquierdo. Esos son todos los avances que necesito por hoy.

Ada sonrió con algo de orgullo.

—Que bueno, porque estoy exhausta —admitió.

—¿Tan exhausta como para aprender a desaparecer?

El cansancio huyó de sus ojos y miró a papá con emoción.

—¿Lo dices en serio?

—Bueno, después de una semana de arduo trabajo te mereces una recompensa.

Ada saltó de la emoción en su lugar y papá soltó una ligera risa al verla.

—Estoy listísima —aseguró.

—Bien —dijo haciendo una seña para que se acercara a él—. Ven, dejemos que Jared descanse un poco.

Tal vez debí aprovechar aquella luz verde para ir a bañarme y realmente descansar, pero no pude moverme. Me quedé ahí, observándolos. El mismo cabello pelirrojo brillando bajo la luz del sol, prueba de que eran padre e hija trabajando juntos. Papá le dio instrucciones durante algunos minutos y ella se limitó a escuchar con atención, a asentir cuando fue necesario.

Arus seguía ahí y no tardó en colocarse a mi lado.

—¿Qué haces aquí? —pregunté con curiosidad.

—Tú padre quería información sobre Ezra.

No esperaba que me respondiera, pero oculté muy bien mi sorpresa en cuanto lo hizo.

—¿Qué tipo de información?

—Él sólo quería asegurarse que no tuvo nada que ver con la separación de Ada y Ezra.

—¿Tiene miedo de que Ada lo culpe?

—Creo que le duele el sufrimiento de Ada y solo quería asegurarse de que Ezra no tomara la decisión equivocada.

—¿Y no lo hizo?

—Ezra tuvo sus motivos —se limitó a responder.

—Ezra la ama —respondí a cambio— yo lo vi con mis propios ojos.

Arus continuó inmutable.

—Yo nunca dije lo contrario —admitió con cierta tristeza.

Observé a Arus al escuchar su tono de voz, pero no me devolvió la mirada. Sus ojos grises continuaron clavados en mi padre y eso me hizo recordar algo.

—Arus —lo llamé— ¿es posible que mi hermana sea más hada que forestniana?

—¿A qué viene esa pregunta?

—He notado ciertas diferencias —confesé—. Son muy sutiles, pero están ahí. Se mueve con mucha más elegancia y a veces me recuerda a ti. Además, la he visto enamorada, triste, enojada y sus ojos no cambian de color conforme sus emociones. A estas alturas, creo que nunca lo harán.

Arus desvió los ojos de papá y observó a Ada con atención, como si fuera un enigma que estuviera resolviendo.

—Puede ser —dijo por fin—. Tal vez su parte hada modificará alguno de sus rasgos forestnianos, supongo que lo descubriremos con el tiempo, pero no creo que eso debería preocuparnos más de la cuenta.

—Tienes razón —comprendí, que los ojos de Ada no cambiaran de color era la menor de nuestras preocupaciones.

En ese momento Ada desapareció por primera vez. Volvió a aparecer algunos metros más lejos de donde papá le indicó que lo hiciera, pero aún así celebró en grande y giró para mirarme con emoción. Yo le hice una seña para indicar que la había visto.

—No recuerdo si te agradecí —le dije a Arus—, pero gracias por haber creído en mí y dejarme acercar a ella.

Él hizo un gesto recíproco con la cabeza.

—¿Has descubierto el significado de su lazo? —preguntó.

—Estoy en eso —respondí cruzando mis brazos para esconder el ojo del oráculo.

—¿Es algo que debería preocuparme?

—No —lo calmé— todo se resume a que era mi destino encontrarla y tenías razón, no puedo defraudar a mi destino. Solo quería agradecerte por comprenderlo, incluso antes de que yo lo hiciera.

Pareció que Arus estaba a punto de decir algo más, pero justo en ese momento Ada calculó mal la distancia de su aparición y cayó por el borde del castillo sin que ninguno de nosotros pudiera evitarlo, soltando un largo y lejano grito.

Los tres corrimos al mismo tiempo, pero Arus fue el más rápido de todos.

—Yo voy —nos dijo antes de desaparecer por el borde donde Ada había caído.

Al escucharlo, papá me tomó del pantalón para detenerme tras adivinar mis intenciones. Él también se obligó a permanecer en su lugar, a pesar de que había algo de miedo en sus ojos, pero segundos después Arus reapareció frente a nosotros con mi hermana sana y salva entre sus brazos.

Papá se llevó una mano al pelo, echándolo atrás con alivio.

—Por el bosque —exclamó—, nunca le digas a tu madre que te enseñé a aparecerte en la cima de un castillo... o me matará.

Probablemente eso sería cierto. Mamá podría ser una humana indefensa, pero también era una mamá osa y en ciertas ocasiones resultaba temible. Si se enteraba de que su hija había caído varios metros desde la cima del alto castillo, todos estaríamos en serios problemas.

—Será nuestro secreto —prometió Ada con una sonrisa cómplice.


Bienvenidos al primer maratón :) 

¡Espero que lo disfruten! 

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