Capítulo 41. Nuevo plan.
«Nuevo plan»
Ada terminó tan exhausta que se quedó dormida sobre el pasto cuando apenas comenzaba a anochecer, después de todo había utilizado mucha energía en la mañana y no se quedó quieta en todo el día. Era normal que estuviera cansada.
Cuando la cargué entre mis brazos para llevarla a su habitación, recordé las veces que papá lo había hecho conmigo cuando yo era pequeño. Sonreí cuando la dejé sobre la cama y observé su rostro, tranquilo y vulnerable. Descubrí que esa Ada me gustaba, relajada y envuelta en una paz que no se le veía estando despierta. Era como si todas sus murallas hubieran desaparecido de pronto.
Con un chasquido hice que apareciera su pijama para que estuviera más cómoda y ella se giró de lado, acomodándose en la cama sin despertarse por completo. La cubrí hasta los hombros con el edredón blanco para que no pasara frío y besé su frente antes de girarme hacia la puerta, para dejarla descansar.
Dos figuras en la entrada me sorprendieron, no tardé en entender que se trataba de mis padres, pero no los había escuchado llegar. Ellos entraron a la habitación y miraron a Ada. Mamá se acercó a ella para acomodar más el edredón y le acarició el cabello con cariño, se notaba en sus ojos que aún no podía creer que su hija estaba ahí, con nosotros.
En cambio, papá se acercó a mí y puso una de sus manos sobre mi hombro. De cerca, pude notar que yo no era el único exhausto. Él tenía los ojos mucho más hundidos de lo que recordaba y rodeados de ojeras grises.
—¿Cómo les fue? —me preguntó en voz muy baja, para no despertarla.
—Bien —respondí en el mismo tono— creo que se divirtió.
—Gracias por cuidarla.
Asentí, un poco preocupado por su aspecto.
—¿Y a ustedes? —intenté averiguar.
Él suspiró con cansancio.
—Fue mucho más largo de lo que creímos —admitió desviando la mirada hacia Ada—. No quiero despertarla, vamos afuera y te cuento.
Algo agradecido por incluirme, lo seguí hasta que los tres salimos del cuarto de mi hermana. Mamá fue la última, por lo que apagó la luz y cerró la puerta tras ella, para después saludarme con una pequeña sonrisa, aunque también lucía cansada.
—¿Qué sucedió? —pregunté cuando comenzamos a caminar por el pasillo.
—Los forestnianos están un poco nerviosos —explicó papá—. Al principio pensamos que era por Azael, pero tras una larga charla por fin comprendimos que están nerviosos por Ada.
Un mal presentimiento hizo que el estómago se me contrajera de golpe.
—¿No les gusta Ada?
—No es que no les guste —intervino mamá— pero tienen miedo de que Ada se convierta en algo parecido a lo que fue el reinado de Isis, es complicado.
—Ada no haría eso... —intenté defenderla.
—La profecía dice que es posible —comentó papá con tristeza.
—Pero nosotros no lo permitiremos.
—¿Cómo? —preguntó él.
Aquello no era un reto ni una amenaza, ni siquiera lucía enfadado. Me miró a los ojos con curiosidad y entonces comprendí que en realidad esperaba encontrar la respuesta correcta en mí.
—Encontraremos la forma —dije con seguridad.
Sus ojos se desviaron hacia mamá y los dos se detuvieron al mismo tiempo, en medio del pasillo en penumbra. Por ende, yo los imité, un poco confundido. Mamá extendió su brazo hacia mí y yo tomé su mano, pensando que eso era lo que ella quería, pero en cuanto nuestros dedos se entrelazaron giró mi brazo para dejar mi muñeca expuesta y los dos se inclinaron para mirar el ojo dorado que estaba marcado en mi piel.
Tragué saliva.
—¿Samara se los dijo? —adiviné.
—Vino a hablar con nosotros después de la asamblea —confirmó papá sin despegar la vista de la marca.
—¿Para decirles exactamente qué? —interrogué.
—Que está preocupada por ti —dijo mamá soltando mi mano.
Rápidamente la escondí en mi costado, aunque ya no tenía caso. Los dos me miraron de manera extraña, arrugando la frente.
—¿Qué es? —preguntó papá.
—Aún no estoy muy seguro —confesé— pero no tienen que preocuparse.
—Jared —resopló—, esto va más allá de la preocupación. Eso —dijo señalando — es la evidencia de que estás tramando algo sin involucrarnos o tomarnos en cuenta siquiera. Y eso nos duele, hijo. ¿No entiendes que podemos ayudarte?
—Papá... —intenté calmarlo, pero él negó.
—Hace un momento lo dijiste —me recordó— "nosotros no lo permitiremos". NOSOTROS. Así que si sabes de alguna manera de impedir que la profecía se cumpla, y a estas alturas estoy muy seguro de que la sabes, es momento de que nos lo digas.
Guardé silencio, tan solo mirando la angustia en sus ojos verdes. Había desesperación en el rostro de ambos, o no estaba seguro de si era la mía reflejándose en ellos.
—Aún no sé cómo impedir la profecía —confesé— pero tengo algunas pistas y lo estoy averiguando.
—¿Cuáles?
—No puedo decirles, lo siento.
La mirada de decepción que me dedicaron a continuación sería algo difícil de olvidar, pero me mantuve quieto y serio, porque no me quedaba de otra.
—¿No confías en nosotros? —preguntó mamá, dolida.
—No se trata de confianza —intenté explicar sin revelar demasiado— es solo que ustedes ya hicieron su parte, lograron mantenerla a salvo durante 18 años haciendo un sacrificio enorme. Ahora me toca a mí. Les prometo que haré todo lo que esté en mis manos para que tanto Ada como Sunforest estén a salvo. Solo díganle a los forestnianos que confíen en nosotros.
—Ese es justamente el problema —gruñó papá perdiendo la paciencia—, que los forestnianos confían ciegamente en nosotros y tengo el presentimiento de que nos hemos equivocado.
—¿Qué? —pregunté sin comprender.
—Al alejar a Ada de esa forma lo único que logramos fue convertirla en una completa extraña, por eso a los forestnianos les cuesta confiar en ella —respiró hondo—. Antes tenía sentido porque el plan era que ella nunca volviera aquí y que no se convirtiera en reina, pero ahora...
—Pues ahora el plan cambió —lo interrumpí con ferocidad—. Ada está aquí y no podemos cambiarlo, eso no significa que no haya esperanza. Tú viste lo que sucedió con mamá, ella también era una extraña y ahora la adoran...
—No es lo mismo, cuando Alexander Rey murió... Amira se convirtió una especie de leyenda llena de esperanza que todos estábamos esperando. Ada es todo lo contrario, es parte de una profecía que promete destrucción y muerte. Es normal que tengan miedo.
—Tienes que confiar —supliqué— en ella, en mí. Somos tus hijos, tienes que confiar en que los dos haremos lo correcto.
—Jared —insistió con desesperación—. Los amamos tanto que confiamos ciegamente en ustedes, pero tienes que entender que Ada no creció aquí con nosotros y, por lo tanto, ella no siente el mismo amor que nosotros tres tenemos por el bosque. ¡Todo eso podría explotarnos en la cara! Y todo será nuestra culpa.
Yo bufé.
—El sentimiento de culpa no te está dejando ver más allá de la nariz —dije con voz grave, intentando con todas mis fuerzas mantener la calma—. Tal vez Ada no creció con nosotros, pero no la subestimes, no pienses que no puede llegar a amar su hogar tanto como tú y yo. ¿Quieres ayudar? Entonces enséñale a amarlo. Fue lo que hiciste con mamá, ¿no? Cuando ella no quiso saber nada del trono fuiste tú quien la hizo enamorarse del bosque. Al final todo esto, incluyendo a nuestra familia, es gracias a ti y puedes hacerlo de nuevo. Yo sé que puedes papá.
Él me miró impresionado, sin decir una sola palabra. Mamá estaba a su lado en el mismo estado de shock. Se notaba que ambos habían tenido un largo día y eso me hizo suavizar un poco mi mirada.
—Tú encárgate de que Ada se enamore de Sunforest —volví a hablar, ésa vez con un tono de voz más condescendiente— y yo me encargaré de que la profecía no se cumpla. ¿Tenemos un nuevo plan?
Ellos se miraron durante un largo rato. Al ver que mamá no traía puesto su anillo comprendí que papá estaba comunicándose silenciosamente con ella. Al final, ella asintió y volvieron a mí.
—Tienes toda nuestra confianza, hijo.
—Eso es lo único que necesito —aseguré.
chan chan chan
No sé ustedes, pero yo creo que este capítulo pone muchas preguntas sobre la mesa ¿no?
¿Ustedes qué creen? ¿Los forestnianos deberían tener miedo? ¿Ada está destinada a convertirse en la próxima Isis? Lo sabremos muy pronto ;)
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