Capítulo 29. Ezra.
«Ezra»
El ojo dorado volvió a quedar oculto bajo la venda, pero las palabras de Samara quedaron grabadas en mi mente, dejándome un poco nervioso.
—¿Qué te dijo? —preguntó Flora en cuanto volvimos a quedarnos solos.
—Solo está preocupada —expliqué.
—¿Por qué no le contaste lo del oráculo? —preguntó lo más tranquila posible, imaginé que para no alterarme a mí.
—Porque se lo dirá a mis papás —respondí mordiéndome el lado inferior— y me imagino que con todo lo de Ada ya estarán suficientes preocupados.
Ella me miró con comprensión.
—Entiendo.
—Creo que debería hablar con Ada —medité en voz alta— y comenzar a arreglar todo este problema
—¿Y qué le dirás?
—No lo sé —suspiré—. Solo sé que necesito verla, ¿puedes esperar aquí en lo que la busco?
Flora sonrió para tranquilizarme.
—Aquí estaré.
Me acerqué a ella para darle un corto beso en la boca, ese simple contacto bastaba para calmar a mi corazón.
—No te vayas, por favor.
—Te lo prometo.
No sabía porque de pronto me sentía así de ansioso, como si todo estuviera a punto de desaparecer... o como si la normalidad hubiera escapado de mis manos y yo estuviera intentando aferrarme a ella sin saber cómo.
Salí de mi cuarto, muy consciente de que mi pecho vibraba de nuevo, como siempre lo hacía cuando Ada y yo nos separábamos por mucho tiempo y, por un momento, eso fue lo único que importó. Ese imán que comenzó a guiarme por los pasillos, seguro de que me llevaría hacia donde estaba mi hermana.
Me detuve frente a una puerta que no estaba lejos de la habitación de mis padres. El imán tembló con fuerza indicándome que ella estaba al otro lado, pero me quedé unos segundos observando la entrada y reconociéndola, era el cuarto en donde Ada hubiera crecido de haberse quedado en Sunforest.
Respiré hondo para armarme de valor y abrí la puerta. Ella estaba ahí, recostada en una cama toda blanca —sábanas, almohadas y edredón— que hacía que su cabello rojo pareciera fuego alrededor de su pálido rostro. Respiraba con calma y desde donde estaba podía escuchar su corazón latiendo al mismo ritmo. Sus ojos cerrados me indicaron que seguía inducida en su sueño.
Estaba tan concentrado en mi hermana que no me di cuenta de que no me encontraba solo, pero cuando intenté acercarme a ella una sombra se movió con una rapidez impresionante, interponiéndose en mi camino.
—Ezra —lo reconocí.
El chico tensó la mandíbula, dejándome claro que no le gustaba mi presencia. Sus ojos dorados destellaron con cierto peligro y dio un paso más hacia mí, para enfrentarme. Su cercanía me ayudó a superar la sorpresa inicial y alcé la barbilla para demostrarle que él no me intimidaba.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó con un susurro suave y amenazador.
—Yo podría hacerte a ti la misma pregunta —me defendí.
—Estoy protegiéndola —respondió con orgullo.
—¿De mí? —cuestioné alzando mis cejas—. Yo soy su hermano, por si no lo sabías.
La satisfacción de poder decir en voz alta esas palabras tan solo duró un segundo, porque Ezra sonrió de una manera bastante inquietante.
—Lo sé —respondió con lentitud, como si estuviera haciendo un enorme esfuerzo para mantener a raya el enojo—. Siempre lo supe.
Ante eso, no pude evitar mirarlo con asombro.
—¿Quién eres? —pregunté con confusión.
—Ya te lo dije, soy quien la protege —dijo dando otro paso hacia mí, pero yo no retrocedí—. A diferencia de ti, que fuiste lo suficiente tonto como para ponerla en peligro.
—¿Qué? —exhalé quedándome sin aire.
—Te reconocí desde el primer día —escupió con rabia—. Le advertí a Arus de tu presencia pero él no me escuchó, le dije que lo único que harías sería ponerla en peligro y mira quién tenía razón...
Aquellas palabras nublaron mis pensamientos y, antes de que pudiera reaccionar, ya lo había empujado con todas mis fuerzas. Ezra solo se tambaleó cuando debió haber salido volando y probablemente hasta atravesado la pared contraria, fue cuando comprendí que era alguien lo suficiente poderoso como para enfrentarme.
—¿QUIÉN ERES? —le exigí con un grito lleno de furia.
Ezra arrugó la nariz y arremetió contra mí, pero yo me moví con rapidez hacia un lado y él ni siquiera alcanzó a tocarme, lo cual lo hizo enojar mucho más. Se giró, enfurecido.
—¡NO DEBISTE BUSCARLA! —gritó tan alto como yo.
—¡Y A TI QUE TE IMPORTA LO QUE YO HAGA!
—ME IMPORTA ELLA —dijo señalando a Ada con uno de sus brazos—. Y AHORA ESTÁ EN PELIGRO POR TU CULPA.
—¡ESO NO TE INCUMBE!
Ezrá bufó y se agachó, como si estuviera a punto de saltar sobre mí. Yo me coloqué en posición de defensa, sin dejarme intimidar por él.
—Eres un príncipe inmaduro y egoísta —dijo impregnando veneno en cada una de sus sílabas.
—¡Ezra!
La potente voz de Arus retumbó por la habitación, sobresaltándonos a los dos, ya que estábamos tan concentrados en el otro que ni siquiera habíamos notado su llegada. Sorprendidos, los dos nos giramos para observar su figura.
Ezra se puso recto al ver a Arus, pero no escondió su fiera mirada.
—¿Si? —preguntó con una voz de ultratumba.
—¿Cómo te atreves a dirigirte a mi nieto de esa manera?
Sorprendido, miré de hito en hito a Arus y Ezra. ¿Qué estaba pasando ahí?
—Señor —respondió Ezra con una voz mucho más suave—, no le dije nada que no fuera cierto.
Parpadeé sorprendido al escucharlo, pero casi enseguida lo comprendí todo.
—Eres un hada —susurré mirando a Ezra.
Antes de que alguien pudiera negarlo o afirmarlo, mis padres aparecieron en el hueco de la puerta, seguramente atraídos por los gritos. Papá entró primero, intentaba parecer molesto pero su rostro lucía tan cansado que no lo logró, aún así me relajé un poco al notar que sus ojos dejaron de ser grises para volver a su color original. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y paseaba su mirada entre los tres.
—¿Es qué no puede haber ni un momento de paz en este castillo? —preguntó sin dirigirse a nadie en particular.
Mamá sonrió durante un segundo, como si estuviera de acuerdo con él. Ella tenía el cabello mojado —seguro también acababa de bañarse— y se veía algo extraña sin sus vestidos usuales, ya que traía puesto un short de mezclilla y una sudadera blanca. Se recargó en la pared que estaba en la habitación y pasó de nosotros tres para mirar a Ada, la sonrisa se borró tras soltar un suspiro. La miré, deseando poder leer sus pensamientos.
—Bueno —continuó papá— ¿alguien va a explicarme qué está sucediendo aquí?
Sus ojos verdes cayeron sobre los míos, exigiendo en silencio una respuesta.
—Ezra y yo solo nos estábamos presentando —respondí.
—Una muy ruidosa presentación, por lo visto.
—Supongo que nos dejamos llevar —contesté con tranquilidad y después miré a Arus—. Él es una de tus hadas, ¿verdad?
Arus asintió.
—Una de mis mejores hadas —explicó como un líder orgulloso—. Justo cuando comprendimos que los demonios seguirían atacando a tus padres hasta encontrarla, decidimos mandar a Ezra a protegerla y durante todos estos años él no se ha separado de ella.
—Fue él quien te avisó cuando encontré a Ada... y fue así como te enteraste del ataque en la Tierra.
—Exacto.
Miré a Ezra con curiosidad e intentando comprender los sentimientos encontrados que me estaban embargando, ¿por qué él me odiaba si siempre supo que yo solo era el hermano de Ada? ¿Estaba así de molesto por haberla puesto en peligro? ¿En verdad la quería o sólo fingió para poder mantenerse cerca de ella durante todo este tiempo?
—Hablando de eso, Arus —habló papá— supongo que olvidaste decirme de la relación amorosa que existe entre mi hija y tu hada, ¿o es que no estabas al tanto?
El enojo de Ezra fue sustituido por vergüenza, una emoción que nunca le había visto desde que lo conocía, ni siquiera cuando lo sorprendí besando a Ada bajo las gradas.
—Lo estaba —admitió Arus con cautela— pero me aseguré de que eso nunca interfiriera en sus deberes.
—Y supongo que por eso Ada se encuentra en Sunforest en este momento...
—Eso fue mi culpa —lo defendí, aunque sin entender muy porqué. Tal vez porque eso era lo correcto—. Azael me lo dijo, los demonios reconocieron mi olor en la Tierra y por eso fueron a investigar.
Papá me miró muy serio y supe que había llegado la hora de hablar sobre lo que había hecho, Arus también debió comprenderlo porque se giró hacia Ezra.
—Después hablaremos tú y yo —le dijo—, por ahora puedes irte.
Ezra hizo una mueca y observó a Ada, sin mover un solo músculo de su cuerpo. Se notaba que el chico no quería separarse de ella.
—Es una orden, Ezra.
Él asintió lentamente y segundos después desapareció. Yo me quedé inmóvil y algo tenso, esperando la reprimenda que seguramente me merecía. Incluso, miré a mi padre con algo de miedo.
—No me veas así —se quejó— me haces sentir como un viejo ogro.
Mamá soltó una risita muy baja y se separó de la pared para acercarse más a nosotros, o tal vez para observarme con más atención.
—¿Cómo te sientes?
Ya había perdido la cuenta de cuantas veces me habían preguntado aquello, pero tampoco podía quejarme porque sabía lo mucho que todos se asustaron al verme casi morir.
—Estoy bien —respondí aclarándome la garganta y desviando la vista hacia Ada—. ¿Hasta cuando estará dormida? —pregunté.
—Hasta que Arus la despierte —respondió papá.
Yo fruncí el ceño.
—¿Y por qué no la despertamos ahora?
—Porque queríamos avisarte primero —dijo papá.
—¿Qué cosa?
—Vamos a borrarle la memoria a tu hermana.
La sangre se me heló tanto que sentí como si picos de hielos estuvieran pasando a través de mis venas, hiriéndome.
—¿Qué? —pregunté sin aliento.
—Borraremos desde el día en que te conoció —continuó él, sin atreverse a mirarme a los ojos—. Ella no te recordará.
—No —decreté.
—¿Cómo dices? —preguntó papá, sorprendido.
—He dicho que no.
—No te lo estaba preguntando —aclaró con fuerza—. Te estoy comunicando la decisión que tu madre y yo hemos tomado.
—Pero... —exploté—. ¡Ustedes no la conocen!
Una oleada de dolor atravesó su rostro durante una milésima de segundo, pero supo contenerla.
—Eso es porque nosotros si nos apegamos al plan, ya sabes, nada más para mantenerla a salvo.
—Yo no... eso no fue lo que quise decir.
—Ilústrame, hijo —habló papá, molesto de nuevo—. ¿Qué fue lo que quisiste decir?
—Sé que cometí un error —admití—. Te juro que lo sé, pero intenté hablar con ustedes, explicarles la manera en cómo me sentía y no quisieron escucharme. Era como si estuviera vacío por dentro papá, como si estuviera incompleto, incluso roto. Algo muy dentro de mí me empujó a buscarla hasta que di con ella y perdón por arruinar el plan, pero fue inevitable.
—Eso no justifica...
—No —lo interrumpí—. Sé que no, pero lo hice y ya no hay marcha atrás. Aunque decidan borrarle la memoria para que me olvide, a estas alturas Azael ya sabe en dónde encontrarla, y no solo eso, el oráculo me aseguró en persona que seguía viendo a Ada convertida en reina en el futuro, ¿no se dan cuenta que todo esto sucedió por una razón?
—Jared —pronunció papá con advertencia.
—¡Tienen que escucharme! —insistí con desesperación—. Es hora de ser honestos con Ada, se lo debemos. ¡Ella sabe que puede hacer magia! Sabe que es adoptada y hace poco me confesó que presiente que su lugar no está en la Tierra. Se siente tan incompleta como nosotros... por que somos nosotros quienes le hacemos falta...
Papá y mamá se miraron, sorprendidos ante mis palabras.
—¿Puede hacer magia? —preguntó él, incrédulo.
—Si —afirmé—. No lo hace conscientemente ni puede controlarla, pero yo la vi hacerla con mis propios ojos.
—Pero —dijo alzando la vista para mirar a Arus— yo te vi hacer el hechizo.
—Ada tiene el hechizo —aseguró Arus— pero Jared y yo creemos que es lo bastante poderosa como para someterlo, sobretodo cuando está asustada o enojada.
Papá tragó saliva y mamá se acercó a él para aferrarse a su brazo, entonces noté que estaba tan pálida que di unos pasos hacia ella, con la intención de sostenerla en caso de que volviera a desmayarse.
—¿Qué hacemos, Joham? —le preguntó.
Papá frotó sus ojos con su mano libre, claramente le faltaba descansar mucho más, después bajó la vista para mirar a mamá por entre sus pestañas.
—Confiar en Jared —respondió y el hielo de mis venas se derritió por completo, siendo sustituido por una sensación muy cálida.
—¿En serio? —pregunté aliviado.
Papá resopló
—¿Por qué suenas tan sorprendido? Tienes razón en todo lo que has dicho —expresó con cierta culpabilidad—. No te escuchamos cuando debimos hacerlo, entonces, te escucharé ahora pero solo te daré una oportunidad. Tienes mi permiso para hablar con Ada y explicarle la verdad, prefiero que lo hagas tú porque ya te conoce. Si todo sale bien, juntos crearemos un nuevo plan y veremos cómo fluyen las cosas. Pero si salen mal y ella no quiere saber absolutamente nada sobre nosotros, le borraremos la memoria.
—De acuerdo —respondí con rapidez.
—Jared —advirtió— solo tienes una oportunidad, ¿entiendes eso?
—Si.
—Bien. —Volteó hacia mamá—. ¿Estás de acuerdo, Ami?
Ella asintió con seguridad.
—Haz que esta oportunidad valga la pena, hijo.
—No los defraudaré —les prometí, emocionado ante el nuevo camino que se abría frente a mis ojos.
Por fin Ada estaba de vuelta en Sunforest y dependía de mí que se quedara o se fuera. Me llené de emoción y terror, al mismo tiempo.
Siento que este fue un capítulo interesante, ¿y ustedes?
Para empezar, una teoría menos por la cual preocuparse, ¡Ezra es un hada! ¿Qué opinan sobre esto? ¿Lo aman o lo odian? ¿O aún es muy pronto para decidirlo? Por otro lado, si Jared no mete la pata eso significará que Ada está a punto de descubrir la verdad sobre toooooodo. ¿Qué creen que sucederá? ¿Ada enloquecerá y terminarán borrándole la memoria?
Lo sabremos el viernes ;)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro