Capítulo 26. Vivos y muertos.
«Vivos y muertos»
Cuando abrí los ojos de nuevo, no solo el dolor había desaparecido, también me sentía como si estuviera flotando. El cielo que estaba sobre mí era completamente negro y se encontraba salpicado con miles de estrellas. Ya no tenía frío, ahí se estaba cálido y había tanto silencio que se sentía una paz increíble.
Confundido, me alcé sobre mi lugar, solo para notar que mi cuerpo era tan liviano como el aire. Entonces noté que una figura estaba sentada frente a mí, con la espalda muy recta, los ojos cerrados y las piernas entrecruzadas, como si estuviera meditando.
—¿Oráculo? —pregunté incrédulo—. Pensé que estabas muerto.
—Lo estoy —respondió él sin mover un solo centímetro de su cuerpo, además de su boca.
—Caray —dije mirándome a mí mismo, no había ninguna señal de aquella espada que me había atravesado el pecho—. Yo también estoy muerto, ¿verdad?
Para mi sorpresa él sonrió, una mueca casi imperceptible.
—Tranquilo —dijo— aproveché la fragilidad de tu alma para traerte hasta aquí, pero aún no estás muerto.
Lo miré con atención ante esas palabras y noté las diferencias de la última vez que nos habíamos visto. Su rostro seguía siendo viejo, pero ya no estaba tan pálido ni con las mejillas hundidas, tampoco lucía enfermo, más bien desprendía una atmósfera de paz a su alrededor.
—No entiendo —admití.
El oráculo abrió sus ojos y contuve una exhalación al ver que estos ya no eran completamente blancos ni lechosos. Sus pupilas doradas se clavaron en mí, observándome con atención.
—Jared —me llamó con una voz tranquila—. ¿Te asusta morir?
—¿Cómo? —pregunté sin comprender.
—¿Qué si te asusta morir? —repitió con calma.
—Supongo.
—¿Por qué?
—¿A quién no le asustaría morir? —pregunté en mi defensa.
—¿Qué sentiste cuando Azael te enterró esa espada?
—Dolor
—¿Y qué sientes ahora?
—Paz.
—Entonces, repito, ¿por qué te asusta morir?
Yo pensé seriamente mi respuesta.
—Supongo... —comprendí— que lo que en realidad me asusta es dejar a mi familia.
Él asintió.
—¿Y si esa fuera una manera de protegerlos? —preguntó con seriedad—. ¿Valdría la pena?
—No voy a volver, ¿verdad? Eso es lo que estás tratando de decirme.
—Tienes que volver —aclaró—. Te lo dije antes y espero que no lo hayas olvidado. Solo tú puedes cambiar la historia que aún no está escrita.
—¿Entonces de qué se trata todo esto?
—Yo estoy muerto, ¿no? Y no veo qué tiene de malo compartirte mi experiencia. Lo vi en tus ojos antes de traerte, estabas completamente aterrado y solo quiero que comprendas que seguir adelante no tiene nada de terrorífico. En realidad, es bastante gratificante.
—¿Y por qué me trajiste aquí?
—Vi la oportunidad y no me pude resistir, la última vez que nos vimos resultó que me quedaba mucho menos tiempo del que pensé. ¿Recuerdas lo que te dije?
—Claro —respondí de inmediato—. Dijiste que la profecía se cumplirá y que Ada gobernará, para bien o para mal.
—Y que tú podrías impedir eso último.
—Pero aún no sé cómo —le confesé—. ¿No podrías darme más pistas?
—Te he dado bastante pistas —dijo casi divertido, vaya que la muerte le había sentado bien— pero veo que no eres muy bueno desentrañándolas.
Yo bufé.
—No me gustan los rompecabezas.
—Pues este te tendrá que gustar, pero no te preocupes, porque te daré más ayuda.
Me incliné hacia adelante, ansioso.
—¿Cuál?
—Existe una bruja —relató con una voz misteriosa— que habita en la Tierra. Es muy poderosa y su misión es ayudar a mantener el equilibrio en el planeta, así que ya te podrás imaginar lo ocupada que está. Para que te escuché deberás decirle que eres amigo mío, a pesar de que eso no sea estrictamente cierto.
—Vaya, ¿quieres decir que no somos amigos? —me burlé.
—Los vivos y los muertos no pueden ser amigos.
—Touché.
El oráculo extendió su mano para tomar mi muñeca y acercarla hacia él, la giró para dejar expuesta la cara interna de mi brazo derecho y presionó su pulgar en contra de mi piel. Cuando lo separó pude ver una marca dorada dibujada en mi carne, parecía un ojo.
—Mamá te matará de nuevo cuando le diga que me hiciste un tatuaje.
—Es una señal —explicó— que deberás mostrarle a Enid para que ella te crea y confíe ti, de lo contrario, puede que buscarla sea lo último que hagas.
—¿Me estás mandando con una asesina en serie?
—Te estoy mandando con una de las brujas más poderosas que existen, así que ni se te ocurra dejarte llevar por su apariencia y muéstrale esta marca de inmediato.
—¿Y cómo la encuentro?
—Esa, sin duda, es la parte divertida —explicó— ya que Enid solo se presentará ante un humano.
—Yo soy mitad humano —le recordé.
El oráculo negó.
—Me refiero a alguien de verdad humano.
—Hieres mis sentimientos...
Mi broma quedó ahogada por mi grito de dolor, llevé mi mano a mi pecho sintiendo como si me hubieran desgarrado de nuevo. Me estremecí por completo, mientras alzaba la vista para mirar al oráculo con confusión.
—Parece que es hora de volver —comentó— cuando encuentres a Enid, cuéntale la profecía. Ella sabrá qué hacer.
—Oráculo —jadeé, pero aquél lugar ya comenzaba a desvanecerse.
—Suerte, Jared Rey.
Abrí los ojos y temblé violentamente al sentir todo de golpe: el frío calando mi piel, las punzadas en mis muñecas aún atadas, el aullido de mis costillas rotas y el dolor atroz en mi pecho, ahí donde la espada seguía clavada, manteniéndome crucificado contra la pared.
Tosí, escupiendo la sangre de mi boca y manchando el suelo negro con rojo brillante, después traté de respirar pero no podía llenar mis pulmones... y dolía aún más cada vez que lo intentaba.
—¿Ves? —Escuché la voz de Azael—. Te dije que aún estaba vivo.
Alcé mi rostro, intentando deshacerme de las manchas negras que cubrían mi vista. Notaba su alta figura de pie a un lado de algo que parecía fuego, pestañeé confundido, y entonces comprendí que aquello que pensé que era lumbre en realidad era un flamante cabello rojo.
—Pa... papá —logré decir al reconocerlo.
Nunca, en toda mi vida, lo había visto tan pálido. Me miraba con terror y las entrañas se me retorcieron al comprender que eso que brillaba en sus ojos eran lágrimas.
—Jared —jadeó.
Azael disfrutaba mirándonos como si todo aquello fuera una película y estuviera encantado con la trama, pero papá ni siquiera se dio cuenta. Dio dos zancadas hacia mí e hizo un movimiento mágico con su mano para sacar la espada de mi pecho, la cual tintineó al caer en el suelo a tan solo unos metros de distancia.
Sin ella, me fue imposible mantenerme de pie y comencé a caer hacia el frente, pero papá ya estaba ahí para sostenerme.
—Hijo —dijo a mi oído y yo me ahogué con mi propia sangre intentando responderle.
Se arrodilló en el suelo y sus manos me acomodaron con una delicadeza de la que nunca lo había creído capaz, probablemente similar a la que utilizaba cuando yo tan solo era un bebé. Recostó mi cabeza sobre su regazo y acarició mi cabello con cariño, mientras me observaba con unos ojos tan grises como las cenizas que lo consumen todo.
—Voy a sacarte de aquí —me prometió con desesperación—. Te pondrás bien.
Pero yo no le estaba prestando atención a sus palabras, sino a la alta figura que se acercaba con sigilo tras de él, alzando la espada negra por encima de su cabeza. Entonces lo recordé, esto era una trampa.
—No —balbuceé como pude y otro ataque de tos me dominó.
—Tranquilo hijo.
—Detrás... de ti...
—Lo sé.
Un repentino mareo hizo que mi cabeza girara e incluso vi estrellas durante un momento, después comprendí que habíamos desaparecido, justo a tiempo, cabe mencionar.
La espada de Azael pasó de largo y se clavó en el piso, en el lugar donde papá había estado hace tan solo unos segundos. Alzó la vista y no fue capaz de esconder su sorpresa del todo, pero casi de inmediato volvió a controlar sus expresiones.
Con mucho cuidado, papá recargó mi espalda en la pared y tras dedicarme una última mirada ansiosa se puso de pie para enfrentar a Azael, por la posición de sus hombros pude adivinar que estaba furioso.
—Pagarás por esto —lo amenazó—, así sea lo último que haga.
Azael alzó la barbilla fingiendo que seguía tranquilo, pero yo noté que estaba mucho más tenso que cuando estábamos solo él y yo.
—Me sorprende que Arus te haya dejado venir solo.
Papá bufó, colérico.
—¿En serio creíste que caeríamos en tu trampa? En cuanto secuestraste a Jared adiviné tus intenciones, por eso Arus se quedó protegiendo a Ada.
Azael hizo una mueca de disgusto y retrajo el brazo para recuperar la espada.
—Es una lástima —comentó con sorna—, supongo que tendré que conformarme contigo.
Papá explotó —o al menos eso pareció— ya que un montón de luz plateada pareció salir de él y expandirse por toda el ala. Azael gritó en cuanto la luz lo tocó y dejó caer la espada al suelo, retrocediendo varios pasos. Mi padre se agachó para tomar el arma y apuntarle con ella.
—¿Cómo hiciste eso? —preguntó sorprendido.
—Estoy realmente enfadado contigo —respondió él.
Se movió para atacarlo con la espada, pero Azael dio un gran salto y tras una marometa cayó algunos metros más lejos, completamente ileso. Miraba a papá con una mezcla de curiosidad y asombro, más que eso, lo miraba como si acabara de descubrir que era un digno rival para él.
—¿No piensas luchar? —lo retó mi padre—. O sigues siendo tan cobarde como te recuerdo.
—¿Cobarde, yo? —preguntó con un relampagueo de enojo en sus ojos rojos.
—Te escondiste bajo las faldas de mi esposa, tenías a una humana inocente luchando tu guerra. ¿Eso es valentía?
—Supongo... —dijo con una voz amenazante— que más bien es inteligencia.
Papá explotó de nuevo y Azael chilló como si la luz lo quemara, se retorció hacia atrás para alejarse de él y esa vez no se molestó en ocultar su sorpresa. Yo no podía apartar los ojos, pero conforme el frío se extendía por mi cuerpo mi vista comenzó a nublarse de nuevo. Gemí y el estómago se me revolvió ante el sabor espeso del metal y la sal que parecía quemarme la boca, causandome una arcada.
Azael me miró por encima del hombro de mi padre, con la respiración agitada. Por alguna razón su rostro se iluminó y lentamente alzó su mano, para chasquear sus dedos. Un círculo de chispas rojas flotó en el aire a su izquierda y se abrió hasta formar un portal.
—¿Qué es eso? —preguntó papá, sorprendido.
—Un portal a Sunforest, sin trucos —respondió él.
—¿Por qué debería creerte?
El rey del infierno me señaló con su barbilla.
—Tu chico se está muriendo —le recordó—. Tú decides. Si te quedas, lucharemos. No vencerás, pero ahora veo que eres lo suficiente fuerte como para alargar esto más de lo necesario y no sabes si Jared resistirá. Si te vas ahora, tal vez puedas salvarle la vida.
Y entonces lo comprendí todo. Por primera vez, Azael se sentía inseguro, no porque creyera que mi padre podía derrotarlo, pero sí porque su plan no salió como él esperaba; «te aman tanto, y me consta, que eso los hace débiles» me había dicho... y ahí estaba mi padre demostrando una fuerza poderosa y desconocida sólo por descubrir que su hijo se estaba muriendo.
«Solo el amor la salvará...» Había decretado el oráculo en la profecía y la respuesta a todo flotó tan cerca de mí que casi podía saborearla, pero no la alcanzaba, no con la mente así de débil y amenazando con desconectarse de mi cuerpo para siempre.
—Esto no se quedará así —respondió mi padre, aunque apenas pude escucharlo.
Azael sonrió, satisfecho con la decisión de papá.
—Nos volveremos a ver, Joham Rey —le prometió—. Entonces, estaré preparado.
Papá gruñó, seguramente pensando lo mismo que yo: que estaba dejando pasar una gran oportunidad. Intenté suplicarle que no lo hiciera, no por mí, pero ya ni siquiera tenía fuerza para hablar y ningún sonido salió de mi boca cuando la abrí.
Todo se estaba oscureciendo rápidamente y apenas fui consciente de que sus brazos me volvían a alzar y me acunaba en su pecho como si fuera un niño pequeño, haciéndome sentir a salvo. Nos marchábamos, dejábamos a Azael para volver a Sunforest.
Mientras atravesábamos el portal recordé otras palabras, probablemente las más importantes de todas...
«El amor la salvará a ella, pero el mismo amor cegará a tus padres y les impedirá tomar la decisión correcta. El peso de esa decisión deberá caer únicamente bajo tus hombros»
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro