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Capítulo 24. Guerrero.


«Guerrero»

Por las prisas, no fui capaz de aparecer bien y tropecé junto con Ada. Rodamos y el olor a césped inundó todos mis sentidos, tranquilizándome un momento por estar de vuelta en casa.

Quedé boca arriba y observé el cielo azul recortado por las copas de los altos árboles, Ada estaba a mi derecha, podía escuchar su agitada respiración. Me sentía muy mareado y la cabeza me dolía detrás de los ojos, probablemente tenía una contusión, pero cuando la vi alzarse de golpe e inclinarse mientras se abrazaba el estómago, me olvidé de aquello y me puse de rodillas para colocarme a su lado.

—Ada —murmuré—. ¿Estás bien?

—Creo... que voy a vomitar —confesó teniendo arcadas.

Aparté el cabello de su rostro y dejé que su cuerpo expulsara todo lo que necesitaba. Cuando terminó, ella dejó caer su espalda sobre mi pecho y gimió, en voz muy baja.

—Todo estará bien —le dije rodeándola con los brazos, pero aquella era una promesa vacía e incierta.

—Estás sangrando —respondió ella alzando sus ojos en mi dirección.

Yo cerré los míos, intentando controlar el nuevo mareo que me estaba acechando. Todos los colores y sonidos de mi alrededor se estaban difuminando de nuevo y aquel no era el mejor momento para quedar inconsciente.

«Aiden» —hasta mi voz mental sonaba débil—. «Te necesito»

—¿En dónde estamos? —preguntó Ada, mirando a su alrededor histéricamente.

—Esa es una larga historia —logré decir.

Aiden apareció frente a nosotros, sus ojos se abrieron con horror al mirarnos pero no estaba seguro de si aquella reacción era debido a nuestro aspecto o al hecho de que Ada se encontrara en Sunforest. O las dos, probablemente.

—¿Qué...? —Ni siquiera terminó la pregunta porque se quedó sin aire. Ada se apretó aún más a mi pecho, asustada.

—¿Hay más cómo nosotros?

Yo la ignoré y me concentré en mi mejor amigo.

—Creo que tengo una contusión —le avisé—, necesito que me cures.

—¿Estás loco? —preguntó estupefacto—. Llamaré a mamá...

—¡No! —grité y fui recompensado con otra fuerte punzada de dolor—. No pueden saber que Ada está aquí.

—¿Y cómo piensas ocultarles esto? —preguntó mi amigo perdiendo la paciencia y señalando a mi hermana sin ningún reparo—. Ella no es invisible, Jared.

—Aiden, por favor —supliqué.

—Aún no domino mis poderes de sanador —replicó atemorizado— podría hacerte más daño en lugar de curarte.

—No lo harás, confío en ti.

—Tu confianza me importa un diente de león en este momento —se quejó, pero yo lo conocía bastante bien y acababa de ver resignación en sus ojos—. Será mejor que te recuestes.

A pesar de que Ada lucía bastante confundida, pareció entender que Aiden estaba aquí para ayudar, así que me soltó y con su mano en mi hombro me empujó para recostarme sobre el césped. Aiden apareció a mi otro lado y examinó mi cabeza con nerviosismo.

—Se ve mal —fue lo único que dijo antes de alzar su mano y acercarla a mí.

Un resplandor azul apareció en su palma y se extendió hasta alcanzar cada uno de sus dedos. Se detuvo en su muñeca y tintineó un poco, como si estuviera a punto de apagarse. Decidí hacer caso omiso y no decir nada más para no ponerlo nervioso, él cerró los ojos para concentrarse.

Cuando acercó su mano a mi sien sentí un cosquilleo bastante cálido y agradable. Suspiré agradecido, ya que el dolor estaba remitiendo conforme el cosquilleo aumentaba. Mi cabeza se volvió mucho más ligera y noté como comenzaba a pensar con claridad de nuevo. Aiden jadeó y su mano se apagó.

—No es suficiente —dijo abriendo los ojos—. Esto lo contendrá, pero necesitas la flor de yue.

—¿Cómo hiciste eso? —preguntó Ada, sorprendida.

—Soy un sanador —se limitó a responder él, como si con esas simples palabras ella pudiera entenderle.

Me alcé de nuevo, con la mente mucho más despejada para poder crear un nuevo plan. Tenía un millón de dudas en mi cabeza, pero lo primordial era poner a Ada a salvo, ya que no sabía por cuánto tiempo Ezra podría contener a aquellos demonios.

—Jared, ¿qué pasó?

Los miré, Aiden y Ada tenían la misma interrogante en sus ojos, pero antes de que pudiera responderles, mi plan de pasar desapercibidos se derrumbó por completo y el miedo me inundó.

Tres figuras aparecieron junto a nosotros y yo las observé, completamente mudo ¿cómo diablos se habían enterado tan rápido? Entonces trabé mirada con Arus y lo supe inmediatamente: él les había dicho.

Me obligué a separar la vista de él para poder mirar a mi padre. Estaba tan enojado que sus ojos rojos parecían llamear dentro de sus pupilas, no había nada de compasión ni empatía en su rostro, todo él era furia, tensión e incredulidad. Su voz sonó tan peligrosa que me puso los pelos de punta.

—¿Qué, por el amor del bosque, fue lo que hiciste? —siseó.

Mamá se había quedado unos cuantos pasos atrás de él, paralizada. Ella ni siquiera se molestaba en mirarme con decepción, sus ojos azules estaban clavados en su hija, completamente horrorizados. Para mi sorpresa, Ada la estaba mirando en el mismo estado de shock.

—Papá, puedo explicarlo...

Papá tenía sus brazos duramente cruzados sobre su pecho, pero al escuchar mi débil excusa los extendió con tanta fuerza que una ráfaga de viento con el poder de un huracán golpeó en mi pecho y me hizo caer de espaldas.

—Joham... —dijo Arus, bastante sorprendido.

—¡Tú no te metas! —gritó mi padre enfurecido—. Aún no puedo creer que hayas esperado tanto para decírmelo.

Yo me puse de pie con un salto.

—Él solo quería ayudar...

—¡Y tú! —me gritó, interrumpiéndome—. ¿Acaso tienes idea de lo que has hecho! ¿Del peligro en el que nos has puesto a todos! ¡A TI! ¡A ELLA!

Papá volvió a extender su brazo hacia mí y otra ráfaga de aire me mandó hacia atrás, sin lastimarme a pesar de su fuerza.

—¡Joham!

Mi padre apretó el puño, puesto que la única persona que lograba hacerlo entrar en razón acababa de hablar. Mamá se acercó a él, incapaz de disimular su respiración agitada y puso su mano sobre el brazo de mi padre —el cual continuaba extendido en mi dirección— para bajarlo lentamente.

—No le estoy haciendo daño —replicó entredientes.

—Pero estás asustando a tu hija —comentó ella en voz baja, para que Ada no los escuchara.

Desvié mi vista hacia Ada solo para encontrarla tan pálida que parecía a punto de desmayarse. En su mirada había una mezcla de terror y confusión, junto con una chispa de preocupación.

—Estoy bien —dije para tranquilizarla.

—No lo estás —respondió Aiden en su lugar—. Te recuerdo que necesitas la flor de yue.

El enojo de mi padre flaqueó, como si apenas se hubiera dado cuenta de mi rostro ensangrentado.

—¿Estás herido?

—Eso no importa ahora —intenté explicar—. Tienes razón, los he puesto a todos en peligro, nos han atacado demonios —tragué saliva—, la han encontrado...

—Lo sabemos —respondió papá y yo lo miré con sorpresa.

—¿Cómo?

Señaló a Arus con la barbilla, pero no dijo nada más ¿por qué el hada siempre sabía absolutamente todo? Quería exigir respuestas, pero antes de que lograra siquiera abrir la boca Ezra apareció en medio de todos nosotros, causando un revuelo.

—¡Ya vienen! —anunció con un grito.

Apenas lo dijo las sombras comenzaron a aparecer a nuestro alrededor y varios demonios-perros nos rodearon, gruñendo y partiendo sus hocicos en dos para mostrar decenas de filosos dientes.

De reojo alcancé a ver como una sombra mucho más grande aparecía y me giré en redondo.

—¡Ami! —gritó papá con miedo, al comprender que aquella criatura estaba detrás de ella.

El demonio mayor se movió con una rapidez increíble, pasando su brazo esquelético por el cuello de ella y enterrando su larga y filosa garra de 5 centímetros en su yugular. Mamá jadeó, sorprendida.

—¡Que nadie se mueva! —nos ordenó el demonio.

Papá se tensó tanto que las venas de sus brazos sobresalieron por encima de sus músculos, pero se quedó tan quieto como una estatua, apenas respirando.

—Suéltala ahora —lo amenazó con una voz tranquila pero llena de veneno— o te juro que te arrepentirás

Los perros gruñeron y salivaron, como si estuvieran respondiendo a la amenaza de mi padre, pero él ni se inmutó, ya que no separaba la vista de mamá. Yo alcancé a notar que era el mismo demonio que nos encontramos en la tierra, puesto que le faltaba la mano derecha que Ezra le había cortado. Al parecer ese tipo de demonio no se regeneraba, pero ignoraba la razón.

—No estás en condiciones de exigir, rey de Sunforest.

La respuesta del demonio fue burlesca y contuve el aire cuando enterró el filo de su uña y un hilillo de sangre resbaló por su cuello hasta alcanzar el borde de su vestido turquesa. Mamá alzó la barbilla y apretó los labios con tanta fuerza que estos se pusieron blancos.

—No se preocupen por mí —dijo hablándonos a todos, pero clavando su vista ansiosa en mi padre— saquen a Ada de aquí.

—Abandonarte no es una opción, cariño.

Antes de que el demonio terminara de procesar aquella respuesta, un látigo de humo gris salió de la nada y se enroscó en su muñeca, alejándola con un ágil movimiento de mi madre, sin hacerle siquiera un rasguño. Bastante sorprendido, el demonio se giró para ver a su agresor y gruñó al notar la sonrisa altanera de Arus.

—Malditas sean las hadas...

Comprendí que Arus debió haberle avisado mentalmente a papá lo que estaba a punto de hacer, puesto que él parecía esperarlo y en el segundo en el que mamá fue liberada, él saltó hacia ella y la apartó del camino con soltura y agilidad, alejándola del peligro.

Aiden y yo intercambiamos una mirada sorprendida. A pesar de que papá me había entrenado casi toda mi vida, nunca antes había estado en una batalla así y observarlo en acción de esa manera —como un guerrero poderoso y temerario— me llenaba de orgullo y expectación, puesto que yo quería ser como él.

Los perros saltaron en todas direcciones al notar que el demonio mayor perdía el control de la situación. No lo pensé dos veces y desaparecí de mi lugar para posicionarme frente a Ada. Al parecer, no fui el único que decidió defenderla; Ezra y yo chocamos con fuerza al aparecer en el mismo lugar y nos volteamos a ver con hostilidad. Aún no entendía qué papel jugaba él ahí.

—¿Y tú quién eres?

Él puso sus ojos en blanco.

—Este no es momento para tonterías —exclamó—. Yo cubriré su espalda.

Ezra giró con gracia para posicionarse detrás de Ada, yo me quedé al frente. Desde ahí alcanzaba a ver a los demás, papá cubría a mamá y Aiden estaba junto a él, seguramente había decidido aparecer con ellos al percatarse de que Ezra y yo teníamos cubierta a Ada. Algunos metros más lejos, Arus peleaba a solas con el demonio mayor, incluso, parecía estarle ganando.

Daba la sensación de que los demonios menores se estaban multiplicando y yo maldije en voz alta. Seguramente Azael había tenido mucho tiempo para encontrar la manera de meterlos a Sunforest sin necesitar un portal, ya que parecían formarse de la nada. Confiando en que todos estaban protegidos, me concentré en no dejar que ninguno de esos bastardos le tocaran un pelo a mi hermana. No iba a permitir que le hicieran daño.

A pesar de que no nos conocíamos —o al menos yo no lo conocía a él— Ezra y yo estábamos haciendo un muy buen equipo, matando rápidamente a cualquier demonio que se nos acercara, el problema era que ellos se regeneraban con la misma rapidez y aquello era un cuento de nunca acabar.

«Joham, Jared» —dijo la voz de Arus en nuestras cabezas—. «Tienen que atacar su cerebro»

«¿Cómo?» —pregunté sin comprender.

«Ataquen a la cabeza» —explicó—. «Si destruyen el cerebro no podrán volver a regenerarse»

Tras escuchar aquello, de reojo vi como papá hacía explotar uno de sus hechizos en la cara del demonio que tenía en frente, esparciendo sangre verde por todo el césped. El cuerpo del animal tembló y cayó frente a él, inmóvil. Segundos después, en lugar de alzarse y volver, desapareció junto con una voluta de humo negro.

Yo lo imité al mismo tiempo que repetía las instrucciones en voz alta, para que Ezra pudiera escucharme.

—Jared. —Era mi hermana—. Quiero ayudar.

—Ahora no, Ada —respondí mientras acababa con dos de los demonios, al mismo tiempo—. Tranquila, te mantendremos a salvo.

Un bramido me sobresaltó y alcé el rostro justo a tiempo para ver como la cabeza del demonio mayor se desprendía del cuerpo y volaba por los aires antes de que la gravedad la empujara al suelo y rodara sobre él. Casi enseguida, el resto del cuerpo la siguió, desmoronándose en cenizas negras que flotaron por el aire. Alcancé a ver una vez más esos temibles ojos rojos, ahora vacíos y sin vida, antes de que desapareciera por completo.

Incrédulo, mi vista se deslizó hasta Arus, solo para encontrarlo con unos ojos grises fieros y una sonrisa llena de satisfacción. Ante eso, los demonios menores comenzaron a desaparecer, uno por uno, como si acabaran de ordenarles una retirada, o tal vez eso hacían si su líder moría.

—Eso fue impresionante, Arus —lo felicitó papá.

Me giré hacia atrás para averiguar si Ada estaba bien, pero casi me atraganté con mi propia saliva al encontrarme con que ella y Ezra estaban compartiendo una mirada tan intensa que me hizo sentir como un intruso.

—Ezra —susurró ella— ¿por qué nunca me dijiste que eras como yo?

Ezra la miró, incómodo, pero también con tanto anhelo que hasta parecía que algo le dolía muy en el fondo.

—Porque no soy como tú, Ada. Soy diferente.

Aquella respuesta me llenó de curiosidad, pero la conversación parecía tan íntima que yo me sentía como si de nuevo acabara de descubrirlos besándose bajo las gradas, así que me aparté de ellos con pasos silenciosos —para darles un pequeñísimo momento de intimidad— y decidí acercarme a mis padres para averiguar si mamá estaba bien.

En el camino, alcé mi vista y descubrí que papá estaba mirando en nuestra dirección. Sus ojos pasaron de Ada a mí y suspiré aliviado al comprender que ya no quedaba rastro alguno de su enojo, tan solo había curiosidad.

De pronto, sus ojos verdes se abrieron con pánico y entendí que algo iba mal pero no qué, al menos hasta que una mano —negra y esquelética— apareció de la nada y me cubrió la boca, impidiéndome gritar. Otra mano se aferró a mis cabellos y sentí como unas filosas garras arañaban mi cuero cabelludo, inmovilizando mi cabeza.

—¡JARED! —gritó papá, sobresaltando a todos.

Pero nadie alcanzó a hacer nada. Al segundo siguiente, el suelo me engulló como si fueran arenas movedizas y el aire escapó de mis pulmones en cuanto mi cuerpo se contrajo de manera muy extraña, mientras unas manos largas y heladas se aferraban a mis brazos, llevándome a quien sabe dónde.

Comienza el drama :) 

¿Les gustó el capítulo? ¿Creen que la reacción de Joham fue exagerada? ¿O entienden el terror que sintió al ver a su hija en Sunforest? Al descubrir qué Jared la encontró y no le dijo nada. Por cierto, ¿qué sucederá con Jared? 

¡Lo sabrán el Domingo!


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