Capítulo 16. Castigo.
«Castigo»
Cuando el lunes volví a la escuela, me sentía aún más cansado por el estrés del fin de semana. Sin embargo, me calmó un poco ver a Ada entrar sana y salva al salón de clases, aunque también gruñí por lo bajo al notar que Ezra estaba junto a ella.
Los ojos azules de Ada me ignoraron limpiamente, como si yo no existiera, y pasó por mi lado para sentarse en su lugar habitual. Para mi sorpresa, Ezra sí me observó y me dedicó una gélida mirada que yo traté de devolverle, aunque aún no comprendía muy bien de dónde venía esa extraña rivalidad.
Si supieras quién soy yo —pensé para mis adentros— tendrías mucho más cuidado conmigo para que no te patee el trasero.
Cuando la profesora comenzó a hablar decidí desconectarme por completo y volver a repasar en mi mente la charla que Aiden, Flora y yo habíamos tenido el día anterior. Terminé contándoles todos los detalles de lo que había sucedido con el oráculo, aunque tampoco eran muchos. Ellos me escucharon atentamente y juntos comenzamos a crear varías teorías de lo que aquello podría significar, pero, al final, los tres llegamos a la conclusión de que a partir de ahora tendría que estar muy atento a todo lo que sucedía alrededor de Ada. Atento, sobre todo, a cualquier indicio de que la profecía pudiera cumplirse.
De ser ese el caso, sin duda alguna tendría que contárselo todo a mis padres.
Algunas risitas me sacaron de mis pensamientos y me devolvieron a la realidad. Extrañado, miré a mi alrededor y encontré a varios pares de ojos mirándome, incluyendo los de Ada.
Alcé la vista y noté que la maestra estaba de pie frente a mí, zapateando contra el piso y mirándome con impaciencia.
—¿Qué? —le pregunté sin razonar. Las risas aumentaron y la maestra se ruborizó al escucharme, visiblemente enfadada.
—Estoy esperando tu respuesta —me retó.
—Ni siquiera escuché la pregunta —admití encogiéndome de hombros.
Las risas cesaron y fue cuando comprendí que tal vez me estaba pasando de la raya, pero entonces una sonora carcajada flotó por todo el salón y mi corazón dio un salto al comprender que era Ada la que estaba riendo. Y yo la había hecho reír.
Mi pecho se infló de orgullo ante esa hazaña, pero cuando volví a mirar a la profesora noté que resoplaba con enfado. Ada se calló abruptamente, tal vez al comprender que era la única que se había reído, pero demasiado tarde.
—Señorita Evans —la llamó con una calma alarmante—. ¿Se puede saber qué es tan gracioso?
—Nada, profesora —se apresuró a responder.
—Entonces, ¿de qué se reía? —preguntó con impaciencia.
—Es que me acordé de un chiste.
Reí en voz alta, en parte para salvar a Ada y también porque había sido una excusa graciosa. Los fieros ojos de la profesora volvieron a mí y la vena marcada en su frente me informó que la mujer estaba a punto de explotar.
—¡Castigados! ¡Los dos! —gritó moviendo la cabeza tan ferozmente que algunos cabellos escaparon de su moño.
Apreté mis labios para no volver a reír ante la infantil rabieta de la profesora y la escuché murmurar algo sobre que los jóvenes de ahora éramos una falta de respeto. Cuando se giró para darme la espalda, Ada y yo intercambiamos una mirada tan divertida que por primera vez sentí como si en verdad fuera cómplice de mi hermana.
Cuando sonó la campana Ada se levantó de un salto, seguramente queriendo escapar del castigo, pero la profesora nos hizo una seña y mi hermana arrastró los pies con enfado hasta llegar a su escritorio. Yo la seguí, un par de pasos más atrás.
—Espero que durante el resto de la clase hayan meditado sobre sus errores.
Ada cruzó sus brazos, sin responder. Tal vez mi hermana había sacado los mismos genes rebeldes que yo y por un segundo imaginé cómo hubiera sido la vida con Ada en Sunforest. Sin duda, las travesuras entre ella, Aiden y yo habrían sido maravillosas, pero dolía un poco pensar en eso.
—¿Cuál será nuestro castigo? —pregunté para agilizar las cosas.
La maestra nos dejó un trabajo extra en equipo que tendríamos que entregar el miércoles o de lo contrario no se nos permitiría presentar el examen y, por lo tanto, ambos estaríamos reprobados.
—Pero... profesora... —intentó quejarse Ada—. Es muy poco tiempo.
—Tal vez eso la ayude a controlar sus risas la próxima, señorita Evans.
—No es un crimen reírse —murmuró ella, pero cuando la maestra alzó sus cejas supe que la había escuchado.
—¿Perdón?
Automáticamente puse mi mano izquierda sobre el hombro de Ada, para poder detenerla en caso de que volviera a abrir la boca.
—El miércoles tendrá nuestro trabajo —le prometí al mismo tiempo que empujaba a mi hermana hacia la salida.
La maestra nos siguió con unos ojos tan entrecerrados que tan sólo se alcanzaban a ver dos rendijas antes de que saliéramos del salón.
—Vieja arpía —murmuró Ada apretando los dientes—. ¡Como si no tuviéramos ya bastante tarea!
—No quería meterte en problemas —me disculpé al notar su enojo.
—Bah —respondió ella haciendo una seña con la mano—, supongo que no es tu culpa ser naturalmente gracioso.
Yo reí.
—¿Así que he pasado del fingido desinterés a la gracia natural? —Las comisuras de Ada se crisparon en una sonrisa.
—Que no se te suba a la cabeza.
—No te prometo nada —respondí con una auténtica sonrisa. Me encantaba la facilidad con la que estábamos conversando.
—¿Qué harás saliendo de la escuela? —me preguntó.
«Volver al bosque mágico de donde vengo» —pensé.
—No tengo planes —respondí mirándola con curiosidad.
Alcé la vista y descubrí a Ezra recargado en una de las columnas que sostenían al edificio del cual estábamos saliendo, ¿qué ese chico nunca se separaba de mi hermana? Ada pareció percatarse de él al mismo tiempo que yo, puesto que se detuvo y se giró hacia mí.
—Podemos ir a mi casa para hacer el trabajo extra, ¿qué te parece?
—¿Tu novio no se enfadará? —pregunté al percatarme de la hostil mirada por parte del chico.
—Ezra no es celoso —respondió Ada con tranquilidad—. ¿Te veo a la una en la salida?
—Claro —acepté.
Me sonrió brevemente y volvió a girarse para reducir la distancia entre ella y su novio, para darle un rápido beso en la boca que hizo que me quemaran las entrañas.
La casa de Ada no era tan grande como el castillo donde pudo haber vivido, pero si era bonita. Ella abrió la puerta y dejó caer sus llaves plateadas en una mesita que estaba en el centro de una habitación rectangular.
—Siéntete como en tu casa —dijo caminando con soltura y desapareciendo tras una puerta que se encontraba al fondo.
Me quedé de pie, quieto, tan solo observando el lugar en donde me encontraba. Era una sala envuelta en tonos cálidos y muebles beige, lucía bastante acogedora. Ada volvió en ese momento y me observó con una sonrisa.
—¿Quieres?
Me extendió una botella de agua y la tomé por pura inercia. Sus ojos me recorrieron durante un momento, como si intentara descifrar algo y yo desenrosqué la tapa para tomar un largo trago a pesar de que no tenía sed.
—Vamos a mi cuarto —avisó haciendo una seña para que la siguiera.
Ada subió los escalones de dos en dos, como si tuviera mucha energía de sobra y estuviera buscando desquitarla. Cuando llegamos al piso de arriba, se dirigió hacia la puerta que estaba a la derecha y volvió a cerrarla después de que yo entrara tras ella.
Hubo un pequeño remolino tras eso: Ada aventó su mochila hacia una silla y por poco cae al suelo. Su celular voló y con un pequeño rebote cayó sobre la cama. Con dos patadas se deshizo de sus zapatos cafés, los cuales atravesaron la habitación y quedaron sobre el piso sin ningún orden. Se acercó a un espejo que tenía pegado a la pared y, tras girarse un poco para observarse desde todos los ángulos, comenzó a recoger su cabello en un moño despeinado.
—Sigues mirándome —dijo ella sin siquiera voltearse.
—Lo siento —respondí con algo de vergüenza.
Decidí observar la habitación para distraerme y entonces noté que era muy... peculiar. Había detalles que no se alcanzaban a ver desde la ventana, como que la pared principal era de color menta y contrastaba con unos muebles grises. Miré con curiosidad una alfombra peluda que cubría gran parte del suelo y me pregunté porque alguien en su sano juicio pondría esa cosa en su habitación.
—¿Te gusta?
Alcé mis ojos, noté que Ada había terminado de peinarse y ahora ignoraba al espejo para concentrarse en mí.
—Está cool —mentí.
Ella sonrió, como si fuera un detector de mentiras y no me hubiera creído nada.
—Será mejor que empecemos con el trabajo —dijo tomando su laptop de un pequeño escritorio y dejándose caer en su enorme cama de edredón blanco y cojines de colores—. No seas tímido, siéntate
Dejé caer la mochila en el piso, me saqué los zapatos y me senté junto a ella. Ada levantó la tapa de su computadora y presionó un botón para después dejar caer su barbilla sobre la palma de su mano.
—Tengo la sensación de que te pongo un poco nerviosa —confesó con desenvoltura.
Cielo santo, que directa era.
—Estoy bien —la evadí. Movió su cabeza de lado a lado y volvió sus ojos a la pantalla.
—Comenzaremos con lo más importante —anunció con una sonrisa antes de decir—: la música, ¿qué te gusta escuchar?
—Puedo escuchar lo que sea —respondí encogiéndome de hombros.
—Ah —dijo ella ladeando su rostro—, el Jared misterioso ha vuelto.
—¿Qué? Yo no...
Ella rió.
—No tiene nada de malo ser misterioso —dijo para calmarme—. Es sexy.
Válgame el bosque, mi hermana acababa de llamarme sexy. Yo me aclaré la garganta, repentinamente incómodo, pero ella me ignoró.
—¿Te gusta Kygo?
—No lo conozco.
Sus ojos se abrieron con sorpresa.
—¡Hombre! ¿En qué mundo vives?
«En uno muy lejos de aquí» pensé con ironía.
—Soy algo distraído.
—Bueno, pondré Kygo —dijo más para sí misma—. Necesitamos algo relajante. —Una canción comenzó a sonar, pero no le presté atención porque estaba completamente embelesado con mi hermana. Era divertida y quería conocerla mucho más—. Bueno —dijo suspirando— ahora sí deberíamos concentrarnos en el trabajo.
A pesar de todo, ambos logramos enfocarnos un par de horas y al notar que habíamos avanzado mucho —todo gracias a ella, la verdad— decidimos tomarnos un descanso. Ahora entendía porque Ada había insultado a la maestra, las tareas eran agotadoras y aburridas. Si tenía que hacer deberes, prefería mil veces más los entrenamientos de Sunforest.
Mi hermana se recostó boca arriba sobre la cama y subió sus pies descalzos a la pared, mientras los observaba con interés.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó como si se le acabara de ocurrir.
—23 —admití.
Ella asintió, como si ya se lo hubiera imaginado y solo quisiera confirmarlo.
—Luces mucho mayor que yo.
—Lo dices como si fuera un viejo —me quejé con una sonrisa.
—De viejo no tienes nada —dijo para tranquilizarme.
—Gracias, creo.
Ada volvió su rostro hacia mí y me miró de una manera mucho más intensa.
—¿Cómo se llama tu novia? —soltó de improviso.
—Flora —respondí tranquilo.
—Vaya, sin dudar.
La miré con una chispa de diversión.
—¿Crees que te estoy mintiendo?
—Solo quería asegurarme.
—Confía en mí, Ada —le dije sin borrar mi sonrisa—. No hay absolutamente nada romántico entre tú y yo.
Ella alzó las cejas, un poco sorprendida.
—¿Me estás retando? —preguntó confundida.
—Claro que no, solo estoy siendo honesto contigo.
—Si tú lo dices...
—Amo a mi novia —le confesé con mucho orgullo, a pesar de que a Flora nunca le había dicho te amo. Tal vez eso tenía que cambiar—. ¿Y tú? —pregunté con curiosidad.
—¿Me estás preguntando si amo a Ezra?
—Supongo.
—Eso es algo privado, ¿no crees?
—No tienes que contestarme si no quieres.
—¿Para qué me haces preguntas si no quieres que las conteste?
—Ya, olvídalo.
Contra todo pronóstico, ella me sonrió.
—Conocí a Ezra cuando cumplí los 10 años —me contó— y él tenía 15. De hecho, ahora que lo pienso, creo que es de tu edad. Lo quise como a un hermano desde entonces, pero conforme crecí me di cuenta de que era algo más. He estado enamorada de él desde hace tiempo y un año atrás descubrí que él siente lo mismo por mí. La verdad, somos algo inseparables.
—La verdad, se nota.
—¿Hay algo más que quieras saber, don metiche?
—Tú empezaste.
Ella puso sus ojos en blanco y rodó sobre la cama para ponerse de pie con agilidad.
—Me muero de hambre —dijo frotándose la barriga plana—. ¿Tú no?
Estaba disfrutando tanto cada minuto con ella que ni siquiera había pensado en eso, pero, en cuanto ella lo dijo en voz alta mi estómago rugió, como si aquellas palabras lo hubieran despertado de un largo trance y estuviera enojado por la falta de comida. Ada rió al escucharlo.
—Vamos —me dijo.
Así que Ada y Jared por fin están conviviendo :) ¿se la imaginaban así? ¿Cómo creen que será su relación de ahora en adelante? ¿Lograrán ser amigos o se convertirán en enemigos?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro