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Capítulo 50. Ada.


«Ada»

Tres meses después Arus, Dandelion y yo nos encontrábamos en el estudio del castillo, arreglando los últimos detalles de nuestro plan. Tras una extensiva búsqueda, Arus por fin había encontrado una familia en la Tierra que resultaba perfecta para Ada, aunque ni Dandelion ni yo conocíamos muchos detalles sobre ellos.

El punto era que solo Arus supiera la ubicación de mi hija, para que el plan funcionara y Ada se encontrara realmente a salvo.

Sin embargo, habíamos tenido que recurrir a la magia para crear los documentos necesarios, como una identificación para la forma humana de Arus y falsos certificados de nacimiento de Ada, para poder simular una adopción lo más normal y real posible. Si no levantábamos sospechas todo saldría bien, así que estábamos revisando minuciosamente que no quedara ningún cabo suelto.

Me encontraba algo nervioso porque Ami llevaba dos días teniendo ligeras e irregulares contracciones y sabíamos que el momento estaba muy cerca. Por fin conoceríamos a nuestro hija... y nos despediríamos de ella. Arus la tomaría en cuanto naciera para hacer el hechizo que reprimirá sus poderes y llevarla inmediatamente a la Tierra, eso era lo mejor para todos, de lo contrario, Ada correría un terrible peligro.

—Bien —dije en voz alta tras algunos minutos de silencio—, me parece que todo está en orden.

Miré a Arus solo para obtener su aprobación y él asintió con una leve cabeceada.

—El plan saldrá bien —me prometió— ¿cómo estás?

—Ansioso —confesé.

—Te comprendo —respondió y Dandelion no pudo evitar mirarnos con curiosidad.

—¿Así te sentiste conmigo? —indagué. Arus evitó mi mirada, pero volvió a asentir con su cabeza.

—Fue bastante difícil —admitió— pero tú no estás solo, nos tienes a nosotros.

Exhalé aire que ni siquiera me había dado cuenta que estaba reteniendo y comencé a repasar de nuevo todo en mi mente, esperando que eso me ayudara a sentirme más tranquilo, pero la poca calma que empezaba a llegar desapareció de golpe cuando escuche la voz de Amira en mi cabeza.

«Te necesito» —suplicó— «ya no falta mucho»

Su voz estaba impregnada de dolor. Tragué saliva y miré a las dos personas que estaban junto a mí.

—Te has puesto pálido —comentó Dandelion al devolverme la mirada.

—Es hora —les avisé—. Ada está por nacer.

Ambos asintieron al mismo tiempo y comenzaron a ordenar los papeles que teníamos sobre la mesa.

—Ve con ella —dijo Arus— nosotros nos encargaremos.

Cuando entré a la habitación encontré a Amira de pie, inclinada a un lado de la cama y con los brazos apoyados sobre el colchón. Su cabello rubio estaba recogido en un moño y dejaba ver su frente perlada por el sudor. Samara se encontraba a su lado, pasando una pequeña toalla por su cara.

Ami soltó un gemido que se convirtió en un grito y sus uñas se enterraron en el edredón blanco. Samara la sostuvo cuando le fallaron las piernas y yo me acerqué a ella de un salto para cargarla y depositarla con suavidad sobre la cama. Me miró con agradecimiento mientras por la boca tomaba rápidas bocanadas de aire.

—Perdón por no venir antes —me disculpé con sinceridad.

Parecía incapaz de hablar, por lo que se limitó a negar con la cabeza y tomar mi mano con fuerza. Samara la levantó con mucho cuidado y colocó varias almohadas en su espalda para que quedara alzada, en ese momento, Ami soltó un grito tan fuerte como el anterior y se inclinó hacia adelante con los ojos cerrados. El corazón me dio un vuelco al comprenderlo y me volteé hacia Samara.

—¿Qué tan seguidas están siendo las contracciones? —pregunté.

—Un par de minutos, tal vez menos —respondió abriendo las piernas de Amira para examinarla—. ¿Estás lista?

Amira asintió y apretó aún más fuerte mi mano, todo estaba pasando tan rápido que comencé a sentirme un poco mareado y apenas escuché las instrucciones que Samara comenzó a gritar, pero algo helado atravesó mi pecho cuando alzó su rostro con unos ojos llenos de terror.

—¡Deja de pujar! —gritó, sobresaltándonos a los dos.

—¿Q... qué? —logró preguntar Ami, confundida.

—Tú bebé viene volteada. ¡No pujes, Ami! Tengo que acomodarla.

El miedo nos invadió a ambos y Samara se puso pálida cuando Amira tuvo otra contracción, ésta mucho más larga que las anteriores.

—Joham —me llamó— ayúdame, entre los dos lo haremos más rápido.

La sanadora había colocado sus manos sobre el vientre de Ami y yo la imité, haciéndolo en la parte de arriba.

—¿Qué tengo que hacer? —pregunté con voz temblorosa.

—La moveremos al mismo tiempo, con magia —explicó rápidamente—. Concéntrate en ella y gírala muy lentamente hacia el sentido contrario de las agujas del reloj.

—De acuerdo —respondí con la boca seca.

—Tenemos que hacerlo con mucho cuidado, Joham —me advirtió— si dañamos la matriz de Amira, ambas morirán.

Me congelé al escucharla y en automático recordé las palabras que Arus me había dicho cuando le pregunté cómo había muerto mi verdadera madre."Hubo un problema cuando naciste y perdió mucha sangre muy rápido. No pude hacer nada"

Respiré hondo para concentrarme y no dejar que los nervios me dominaran. Podía escuchar el acelerado corazón de Amira repiqueteando con fuerza en mis oídos, haciéndome muy consciente de su miedo.

«Todo saldrá bien» —le prometí mentalmente, porque en ese momento no recordaba cómo hablar en voz alta.

Las manos de Samara adquirieron un brillo azul al mismo tiempo que comenzamos a girarla.

—Es para que la bebé no deje de respirar —respondió ante mi mirada nerviosa.

Ami no lograba quedarse quieta durante las contracciones y eso nos complicaba un poco el trabajo, pero Samara y yo no perdimos la concentración ni un solo momento y, tras algunos minutos, logramos acomodar a Ada en la posición correcta sin poner en peligro la vida de ninguna de las dos.

—Ahora sí —ordenó Samara— puja con todas tus fuerzas.

Amira soltó una especie de grito combinado con un sollozo y yo pasé uno de mis brazos por sus hombros para sostenerla.

—Tú puedes, amor —le dije al oído al mismo tiempo que besaba su pelo—. Yo sé que tú puedes hacerlo.

Algunos minutos después, ambos escuchamos un llanto muy agudo y melodioso.

Ada acababa de nacer.

***

Amira y yo estábamos recostados en el centro de la cama, con Ada durmiendo en medio de nosotros y envuelta en una cobija rosa. Tenía mucho más cabello que cuando Jared había nacido, por lo que su cabecita pelirroja resultaba muy llamativa, pero el color era lo único que había sacado de mí. En ese momento sus ojos estaban cerrados, pero había heredado los zafiro azules de su madre y la piel crema. Amira acariciaba con suavidad el pequeño mechón que le alcanzaba a caer sobre la frente, que en ese momento parecía ser lacio, pero —gracias a la imagen que el oráculo me había mostrado— yo sabía que no se quedaría así.

—Cuando crezca —le conté a Ami con un susurro, para no despertar a nuestra bebé— tendrá tus rizos.

Ella soltó un suspiro de felicidad y se inclinó para besarla muy suavemente en la frente.

—Quisiera congelar este momento y que nunca se acabe —confesó con voz ronca.

—Suenas exhausta, deberías descansar un poco. —Amira negó.

—No quiero perderme un solo minuto de esto —dijo sin apartar sus ojos de ella.

Ada era mucho más pequeña que Jared cuando lo sostuvimos por primera vez, tal vez por eso parecía una muñequita con mejillas sonrosadas. Respiraba acompasadamente y un intento de sonrisa se asomaba por sus labios, como si se sintiera feliz de estar con nosotros. Me incliné para oler su cabecita y me prometí en secreto grabar ese aroma en mi memoria, ya que nunca más podría volver a hacerlo.

Ami tomó una de sus manitas y la llevó hasta sus labios para besarla, era increíble que Ada no despertara con tantos mimos, pero tal vez eso era lo mejor.

Me sorprendí un poco cuando Ami comenzó a hablar, ya que me daba la sensación de que ambos estábamos muy cómodos con ese silencio, pero la escuché con atención.

—Hola Ada —le susurró—, somos mamá y papá... y también tienes un hermano mayor que se llama Jared. Solo quiero que sepas que los tres te queremos muchísimo, a pesar de que no estemos contigo. Te digo todo esto porque en un rato más... estarás con otra familia —respiró hondo—. No porque no queremos que te quedes con nosotros, sino porque solo así estarás a salvo y no soportaríamos perderte. Pero no importa que tengas otra mamá, tú siempre serás mi niña. Y siempre te amaré con todo mi ser, nunca dudes eso.

Un doloroso nudo se formó en mi garganta al escucharla, mientras que los ojos de ella se llenaron de lágrimas que estaba conteniendo. Para nuestra sorpresa, en cuanto Ami se calló Ada alzó sus párpados y nos miró con unos ojos azules increíblemente tranquilos, como si acabara de entender cada palabra que Amira le había dicho.

Ami sonrió y un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas. Me miró emocionada y el nudo que tenía en la garganta creció aún más, como si acabara de tragar un puñado de alfileres. ¿Seríamos capaces de separarnos de ella?

Alguien llamó a la puerta y Amira se limpió las lágrimas rápidamente, aunque sus ojos vidriosos aún la delataban.

—¿Podemos pasar? —preguntó la cabeza de Raúl asomándose por la puerta emparejada.

—Claro —respondió Amira y se levantó un poco para recostarse en el respaldo de la cama y tomar a Ada entre sus brazos.

Raúl entró a la habitación junto con Jared, quién nos miraba con un rostro expectante. Ana entró tras ellos, sonriendo tímidamente y observándonos con curiosidad. Los ojos de Jared, que en ese momento estaban dorados, me buscaron frenéticamente y se depositaron en mí, ansiosos.

—¿Quieres conocer a tu hermanita? —le pregunté.

Él corrió y saltó en la cama para gatear hasta llegar a mí. Yo lo abracé y lo senté sobre mis piernas

—Ella es Ada —le dije señalándola.

Jared alzó el rostro cuando Ami extendió sus brazos, para acercarla hacia él. La observó con curiosidad durante largos segundos, sus ojos parecían emocionados.

—¿Por qué es tan pequeña? —preguntó.

—Tú también fuiste así de pequeño —le respondió Ami—. ¿Quieres cargarla?

Él asintió y yo extendí mis brazos por debajo de los de él para ayudarlo a sostenerla. En cuanto cambió de brazos, Ada clavó sus ojos en Jared, sin perder la calma o mostrarse molesta, al contrario, nos observaba con una tranquilidad inusual en una recién nacida y cuando subió sus ojos un poco más para encontrarse con los míos sentí un extraño vuelco en el estómago, como si ella supiera exactamente quién era yo.

Contuve el aire al comprenderlo: Ada sería una bebé muy especial.

—Woaw, Ami —dijo Raúl inclinándose sobre la cama para verla aún más de cerca—. Si fuera rubia, sería idéntica a ti.

Amira sonrió, aún sin apartar la vista de nosotros tres.

—Me encanta que sea pelirroja —respondió—, siempre me ha gustado mucho el cabello de Joham.

Yo también sonreí al escucharla y la miré con dulzura.

—Muchas felicidades —dijo la voz de Ana, mientras se colocaba a un lado de Raúl—. Es hermosa.

—Gracias —respondimos Amira y yo al mismo tiempo.

Otro golpe en la puerta rompió nuestra burbuja y me tensé un poco al ver que Arus entraba por ella.

—No puedo darles más tiempo —explicó con una mirada de disculpa—. Si Azael se entera, será muy arriesgado.

Amira y yo volvimos a mirarnos, esa vez con tristeza.

—Les daremos un momento a solas —dijo Raúl tomando la mano de Ana para salir del cuarto.

—Jared —lo llamé con cariño— Ada tiene que irse.

—¿Por qué? —preguntó sin comprender.

—Por que aquí estará en peligro —me limité a responder, habíamos decidido explicarle la profecía cuando fuera mayor.

—No quiero —se quejó—. Yo la cuidaré.

Amira acarició el cabello de Jared.

—¿Y quién te cuidará a ti? —le preguntó con cariño.

—Yo ya soy grande —aseguró aferrándose más a Ada.

Ami sonrió con tristeza.

—No lo suficiente para esto, cielo —le explicó—. Confía en nosotros, Ada estará a salvo en otro lugar. Aún así, queríamos que la conocieras, ella siempre será tu hermanita... —La voz de Ami se quebró.

—Despídete de ella, hijo —finalicé.

La confusión reinaba en el rostro de Jared, mientras que Ada continuaba mirándonos con tranquilidad. Al final, nuestro hijo se inclinó para darle un largo beso en la frente y se giró para abrazarme con fuerza en cuanto Ami volvió a tomar a Ada. Yo acaricié su cabeza en un intento de consolarlo.

En silencio, Arus se acercó a Amira para cargar a Ada y la observó durante un momento, embelesado.

—Me recuerda a ti —dijo en voz alta, pero dirigiéndose a mí—. Sin llorar y con una mirada valiente. Ella estará bien —nos prometió.

Yo no podía apartar los ojos de mi hija y estaba conteniendo las ganas de arrebatársela para mandar el plan a volar. Lo único que me mantenía fuerte en ese momento era el abrazo de Jared.

Arus colocó su mano sobre el pecho de Ada, la cual también abarcaba parte de su estómago.

Magicae somnum —pronunció en voz baja pero clara.

Un resplandor plateado escapó de su mano para envolver a Ada por completo. Duró tan solo unos segundos y volvió a desaparecer, pero yo sabía que con ese sencillo movimiento su magia había quedado dormida. Ahora era tan solo una humana.

Arus me miró y yo asentí. Segundos después, desapareció llevándose a nuestra hija...

para siempre.


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