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Capítulo 39. Verdad.


«Verdad»

El silencio volvió a flotar entre nosotros.

—¿Eso es todo? —pregunté decepcionado. Imaginé que al escuchar la profecía todo estaría claro y tendría más sentido para mí, pero solo estaba mucho más confundido.

—Tienes que aprender a escuchar, Joham —me regañó el oráculo. Un inevitable gruñido retumbó en mi pecho.

—Mi esposa ha sido raptada. Ella y mi hija están en peligro y hay un montón de palabrería de por medio que no entiendo. Así que, en este momento, la paciencia no es mi mejor amiga —lo amenacé.

—Y seguirte quejando no te servirá de nada —advirtió con voz dura— sobretodo cuando eres uno de los pocos que pueden salvarla.

La esperanza volvió, erradicando mi máscara de frialdad.

—¿Lo soy?

—Tú la amas —noté que no era una pregunta, pero de todas formas asentí—. El amor te dará la respuesta.

—¿No me la puedes dar tú? —insistí—. Dijiste que no me queda mucho tiempo...

Él negó.

—Yo no puedo provocar tal desequilibrio.

—¿Qué ves en el futuro? —pregunté intentando cambiar de táctica.

—Veo muchos futuros —explicó recuperando su tranquilidad—. Todos igual de inciertos. No es algo que esté escrito sobre piedra, cualquier circunstancia o decisión podría provocar un salto de uno a otro.

Suspiré.

—No estoy entendiendo.

—Porque no estás haciendo las preguntas correctas —insistió—, incluso ahora que conoces la profecía.

—Es que no logro entender porque Ada es peligrosa. —Una sonrisa torcida se formó en su rostro, dándome una pista—. ¿Por qué Ada es peligrosa? – pregunté y la sonrisa se ensanchó.

—Porque es demasiado poderosa. —Yo dudé, meditando su respuesta.

—¿Y por qué es poderosa? —cuestioné con una extraña punzada de ansiedad en el pecho.

Los ojos del oráculo miraron un momento hacia arriba, parecía complacido y comprendí que por fin estaba haciendo las preguntas correctas. Reprimí el impulso de poner los ojos en blanco, por si acaso su ceguera era falsa.

—Es poderosa por ti —respondió. Todo mi cuerpo se tensó y sus orbes blancas volvieron a caer sobre mí, como si estuviera analizando mi reacción. Yo fruncí el ceño ante eso y su dedo índice, largo y arrugado, señaló su frente—. Tal vez mis ojos no puedan ver desde hace muchos milenios, pero mi "ajna" está muy despierto. Yo veo a través de mi tercer ojo y eso no me limita a observar sólo lo que tengo enfrente —explicó pausadamente y no entendí la relación con el tema, hasta que explicó sus siguientes palabras—: Es así como he observado a tu familia.

Respiré hondo para guardar la calma, pero la mención de mi familia acababa de ponerme los pelos de punta y un mal presentimiento me invadió.

—¿Qué es lo que no sé? —pregunté, ansioso de nuevo.

Mi burbuja de felicidad durante los últimos años me había anestesiado y los dolorosos recuerdos de mi familia ya no me atormentaban como antes, pero tal vez porque ya no les permitía emerger en mi mente con mucha frecuencia. Sin embargo, en ese momento volvieron con una nitidez que me sorprendió, tomándome completamente desprevenido. El rostro de mi papá, mamá y de Killian embargó mi mente, haciéndome temblar por la pérdida.

Contraje mi rostro con dolor y el oráculo pareció adivinar en qué estaba pensando, por lo que sus siguientes palabras me dejaron helado.

—Me refiero a tu verdadera familia, la que tuviste antes de esa.

Abrí la boca con incredulidad.

—¿Mi... verdadera... familia? —tartamudeé sin aliento. Él asintió con cautela y con un paso se acercó más a mí.

—Tu familia adoptiva te acogió cuando apenas eras un bebé —susurró con voz clara—. Te recibieron con los brazos abiertos porque su misión era protegerte.

—¿Protegerme? —volví a repetir con la garganta seca.

—Jamás lo supiste porque murieron inesperadamente, cuando tú tan solo tenías 14 años. Ellos esperaban a que te hicieras mayor para contarte la verdad...

Llevé mis manos hasta mi cabeza, sintiendo que me iba a explotar. Gemí audiblemente y el oráculo calló. Todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas, pero comprendí que no era el momento de perder el control. Al fin estaba obteniendo las respuestas que necesitaba.

—¿Me dirás la verdad? —Él asintió, con una ligera cabeceada.

—Si estás listo para escucharla. —Me envaré al oírlo y alcé la barbilla.

—Lo estoy —aseguré.

El oráculo dio otro paso hacia mí, dejando tan solo centímetros de separación entre nosotros.

—Provienes de una familia muy poderosa —comenzó a hablar con voz profunda—. Tu madre, y me refiero a tu verdadera madre, se llamaba Ada – y una fría sonrisa se extendió por sus labios —como tu futura hija.

La fría yema de su dedo índice se posó sobre mi frente, dejándome completamente ciego. Asustado, intenté dar un paso hacia atrás, pero sus palabras me inmovilizaron.

—No temas, Joham. De esta manera te será más fácil comprender.

Solté un grito ahogado cuando el rostro de una mujer apareció en medio de la oscuridad, después gemí al notar las similitudes. No era mucho más joven que yo en este momento, debíamos tener la misma edad. Su cabello pelirrojo y lacio brillaba bajo la luz del sol, hipnotizándome. Me miraba con una enorme sonrisa que empequeñecía sus dos ojos verdes, mientras que con sus manos acariciaba la enorme barriga por encima de la ropa. Estaba embarazada.

—Ella era tu madre. —Las palabras del oráculo llegaron demasiado tarde, yo ya lo había comprendido e intentaba desesperadamente memorizar su rostro para nunca olvidarlo.

—Y él es tu padre.

Me congelé cuando un hombre alto y rubio se acercó a mi madre y la tomó de las mejillas para besarla dulcemente en la boca. Cuando se separó, sus párpados se alzaron y esos familiares ojos plateados brillaron bajo la luz del recuerdo. Horrorizado, me aparté con un salto del oráculo para interrumpir la imagen.

—¡No! —grité, incrédulo.

—Si —me contradijo y un nudo se formó en mi garganta.

—¿Por qué?

El oráculo ladeó su rostro, con un gesto curioso.

—Él la amaba, pero su amor era un secreto.

Yo negué con la cabeza, eso no era a lo que me refería con mi pregunta.

—¿Por qué me abandonaron?

—Ada murió en tu nacimiento tras unas complicaciones —admitió bajando la voz, como si supiera que aquello me iba a doler— y tu padre, Arus, te dejó en manos de la pareja forestniana para protegerte.

—¿Protegerme de qué?

—No solo eras un secreto, también un misterio. Si alguien se enteraba que por tu sangre forestniana corría la magia de las hadas... estarías en grave peligro. Él tomó la decisión correcta, hoy nadie sabe quien eres en realidad. Ni siquiera tú.

—Los demonios lo saben —negué, recordando las palabras del demonio que Arus había invocado.

—Lo sospechan —admitió— debido a la profecía.

Y de pronto, todas las piezas del rompecabezas encajaron sin esfuerzo alguno.

—Mi hija ha heredado la magia de las hadas —comprendí— y eso es lo que la hace tan poderosa.

El oráculo asintió.

—Y peligrosa —me recordó—. Arus hizo bien en ocultarte, pero hizo mal en no revelarte la verdad. Se confió cuando Jared no presentó indicios de magia y pensó que la sangre humana sería suficiente para contrarrestar tu poder. Ahora, ambos sabemos que con tu hija no fue así.

—¿Por qué Jared es diferente? —pregunté, confundido. Él se encogió de hombros.

—Tu hijo no estaba destinado a ser —se limitó a decir—. Tu hija si.

Recité la profecía en mi mente, ahora encontrándole sentido a las palabras.

—Si ella cae en las manos equivocadas el mal ganará —susurré en voz alta—. ¿Para qué, exactamente, la quiere Azael?

—El rey del infierno busca desatar el apocalipsis. Y con Ada lo podría lograr.

—¿Cómo?

—Azael no puede salir del infierno, está confinado. Condenado para siempre en las tinieblas. Es su prisión —hizo una pausa para observarme con atención— por eso necesita a Ada.

—Ella si podrá viajar a cualquier dimensión —comprendí.

—Y con sus poderes más el control mental de Azael, logrará esclavizar las almas de los inocentes. Desatará el caos, empezando por Sunforest.

—No lo permitiré —gruñí—. La profecía también dice que en sus manos reinará la paz.

—Si todo sale bien, Ada traerá a tu reino lo mejor de tres mundos: el humano, el forestniano y el de las hadas. Sin duda, será algo digno de ver.

Su mirada se perdió durante algunos segundos, como si estuviera teniendo una visión en ese momento.

—¿Oráculo? —dudé.

—Tienes que irte.

—¿Algo va mal?

—El hecho de que tu esposa pueda utilizar los poderes de Ada, incluso antes de que ella nazca, acelera las cosas —explicó—. Si quieres mantener la esperanza, debes recuperar a Amira antes de que sea demasiado tarde.

Una punzada de dolor atravesó mi cabeza, indicándome que toda esa información estaba siendo demasiado.

—Pero... —farfullé—. ¿Cómo puedo recuperarla?

—Es tu deber descubrirlo, yo ya te he dicho todo lo que tienes que saber. Suerte, Joham Rey.

—¡No! Espera —supliqué cuando lo vi alzar su mano, pero fue inútil.

En ese momento desaparecí.


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