Capítulo 38. Profecía.
«Profecía»
Tomé todos los libros de la biblioteca que hablaban sobre el infierno, esperando que fueran suficientes. Los puse sobre la gran mesa del centro y me senté a ojearlos, buscando las respuestas a todas las preguntas que tenía.
Encontré que el infierno estaba dividido en más de una dimensión, tal y como Arus me lo había explicado en su momento. Eran sub-mundos infinitos con diferentes objetivos, pero todos estaban atados al mismo universo de desesperación y muerte.
Solté el libro que tenía y busqué otro que tuviera más información sobre Azael. Se trataba de uno de los ángeles más poderosos, expulsado del cielo por rebelarse en contra de energías divinas, siendo sus alas arrancadas como castigo. En algunos relatos lo mencionaban como una leyenda, pero yo lo había visto con mis propios ojos y tenía a mi esposa en sus garras. Lo que no me quedaba claro es si Azael era un ángel o demonio, ¿o tal vez los dos?
Continué investigando, pero en los siguientes libros hablaba más de lo mismo, sin información nueva o que me fuera útil. Eso sí, todos coincidían en lo poderoso que era Azael.
Algo frustrado, dejé caer mi cabeza sobre mis manos, intentando resolver cómo lograría derrotar a alguien mucho más poderoso que yo. Como siempre que me encontraba desesperado, las imágenes de Ami volvían a mi mente, como si intentaran torturarme.
Volví a nuestros últimos minutos juntos y gruñí al recordar a Enzo. Odiaba la manera en la que nos había tomado desprevenidos, si él no hubiera aparecido en ese momento para llevársela, otra cosa sería.
Sentí coraje al recordar cómo la había inmovilizado, poniéndole las manos encima. Además, fue él quien nos dijo que tendríamos una hija y lo poderosa que sería.
"Me lo ha dicho el oráculo del infierno" fueron sus palabras exactas.
Alcé la cabeza de golpe, con la respuesta tan clara como el agua. No tenía idea de cómo, pero yo también tenía que hablar con el oráculo del infierno. Él tendría todas las respuestas que estaba buscando.
Emocionado por ese nuevo rayo de esperanza, volví a tomar los libros y comencé a investigar sobre el oráculo. Pero, al menos en los libros que teníamos en Sunforest, no había nada de información sobre él.
¿Y si Enzo había mentido? ¿Y si el oráculo en realidad no existía?
No. Él debió sacar la información de alguna parte, al igual que Azael. Pasé las palmas por mis ojos ya cansados, no tenía idea de cuánto tiempo había pasado pero sentía como si hubieran sido horas de investigación. Horas que aún no me llevaban a ningún lado.
—Piensa Joham. Piensa —me dije en voz alta y el eco de mis palabras se desplazó por la biblioteca.
Me puse de pie y comencé a dar vueltas en mi lugar, deseando por un segundo que Enzo no estuviera muerto para poder sacarle la información, pero eso ya era imposible.
—Piensa —me repetí.
¿Si yo fuera el oráculo del infierno en donde me encontraría? Me detuve, sopesando mis opciones. Tal vez tenía que volver al infierno para poder averiguarlo.
Pensé en lo que Dandelion y Arus dirían ante esa idea, pero era obvio que ambos se negarían rotundamente. Después de lo que había pasado era una locura que el rey de Sunforest se arriesgara de esa manera y volviera al infierno solo. Si algo me pasaba... el bosque quedaría desprotegido y a su merced.
De nuevo me encontré en medio de esa disyuntiva. ¿Amira o el bosque? ¿De que me servía mantenerme a salvo si me quedaba de brazos cruzados y no hacía nada por ella? Y lo que más me dolía es que se lo había prometido, en nuestra boda.
"Prometo que siempre te protegeré, a ti y a nuestros hijos, y que nunca volverás a estar sola"
Me sentía como el idiota que no estaba cumpliendo con su promesa.
Miré hacia la puerta de la biblioteca. Me encontraba solo desde hace horas y nadie me había molestado, ¿notarían si me marchaba?
Entonces, recordé que necesitaba a un demonio para crear el portal y mi plan se derrumbó. Ahora comprendía que Enzo había logrado crear sus portales gracias a los poderes demoníacos que Azael le había otorgado, pero los simples poderes mágicos de un forestniano no lograrían hacerlo.
Aunque... recordaba el hechizo de invocación que Arus utilizó para llamar al demonio. ¿Lograría hacerlo? Incluso, podría ir más allá. También estaba la opción de intentar invocar al mismísimo oráculo del infierno.
¡Bingo!
Aparecí en el mismo lugar donde Arus y yo habíamos invocado al demonio que nos llevó al infierno, el pentágono seguía dibujado en la tierra. No tenía idea de si mi magia sería suficiente para lograrlo, pero si mi hija era tan poderosa yo tenía que estar a su altura, ¿no?
Me puse de pie frente a la figura, concentrándome al máximo. Alcé mis manos, dejando fluir toda mi energía por ellas hasta que la estrella brilló con un color plateado.
—Oraculi utitur ad hoc manifestum est —dije en voz alta y clara.
No sucedió nada. Cerré los ojos, intentando guardar la calma y mantener la concentración. Sentía toda mi energía fluir por mis venas hasta finalizar en mis manos. Mi magia estaba despierta, yo podía lograrlo.
—Oraculi utitur ad hoc manifestum est —esta vez pronuncié las palabras con más lentitud.
—A mí no se me puede invocar —respondió una voz.
Cuando abrí los ojos, completamente sorprendido, comprendí que en realidad no pensaba que podría lograrlo. Después, me asusté al notar que ya no estaba en Sunforest.
Tampoco era el infierno, entendí cuando miré a mi alrededor. Era un lugar que no reconocía y en el que nunca había estado antes. Estaba completamente oscuro y miles de estrellas nos rodeaban, el suelo era agua fría y las puntas de mis pies apenas lo rozaban.
Se parecía al lugar en donde Amira y Arus se habían fusionado, ella me lo había descrito con tanto detalle que era imposible no compararlos. Recordé como aquella vez yo había dejado de sentirla cuando ella desapareció y comprendí que en casa no tardarían en notar mi ausencia.
Frente a mí estaba un anciano, con una barba larga y un cabello canoso. Su rostro estaba surcado de arrugas y sus ojos completamente blancos me indicaban que estaba ciego. Sin embargo, parecían estar clavados en mí.
—¿Oráculo? —pregunté inseguro.
—¿Esperabas a alguien más? —cuestionó. Su voz, a comparación de su rostro, era suave.
—No sabía qué esperar —me sinceré. Vi como sus labios se curvaron en una inesperada sonrisa.
—En cambio, yo estaba esperando por ti. —Lo miré con sorpresa.
—¿Cómo?
—Sabía que este día llegaría —explicó tranquilamente—. Lo estaba esperando.
Yo fruncí el ceño, cada vez más confundido.
—¿En dónde estamos?
—Estás haciendo las preguntas equivocadas —me advirtió—. No viniste aquí por eso.
—Ni siquiera sé cómo llegué aquí —me defendí.
—Yo te traje, por supuesto. Te repito que a mí no se me puede invocar, pero te escuché...
—Entonces, ¿estamos en el infierno?
Él suspiró, como si intentara armarse de paciencia.
—Claro que no —explicó—. En el infierno no podríamos tener esta conversación. Tu esposa lo impediría.
—¿Eres el oráculo del infierno? —quise confirmar. Me lo imaginaba mucho más aterrador o incluso parecido a los demonios.
—Me llaman de muchas maneras —se limitó a decir—. De nuevo estás haciendo las preguntas incorrectas y no te queda mucho tiempo.
Asentí, tomando en cuenta su advertencia.
—Lo preguntaré de esta manera, ¿fuiste tú quién le dijo a Enzo sobre mi hija?
—El mismo —afirmó—. Fui yo quien recibió la información sobre la profecía.
Mi corazón latió, emocionado y aterrado.
—Quiero escuchar la profecía.
—Aquí lo importante no es lo que tú quieres —habló, acercándose un poco más a mí—. Lo importante es si estás listo para conocer la profecía.
Yo dudé.
—¿Por qué no estaría listo?
—Porque esto va a cambiar tu vida... para siempre. —Tragué saliva involuntariamente, sus palabras me estaban poniendo nervioso.
—Necesito escucharla —supliqué—. Necesito entender todo lo que está sucediendo.
Los ojos ciegos del oráculo continuaron mirándome y, sin decirme nada más, extendió sus brazos y ellos quedaron a centímetros de mí.
—Ella es tu hija —pronunció lentamente.
Lo miré sin comprender, pero él me hizo una seña para que bajara la vista y yo miré hacia el agua que estaba bajo mis pies. Ahí estaba su reflejo.
Las rodillas se me doblaron y caí sobre el agua, pero no la traspasé. Continué flotando sobre ella y dejé caer mis manos sobre su rostro. Una pequeña niña me devolvía la mirada, con unos intensos ojos tan azules como los de Amira. Su piel era tan blanca que sus mejillas coloreadas parecían dos rosas rojas y sus labios eran delgados y de color carmesí. No cabía duda de que se trataba de nuestra hija, todas las delicadas facciones eran de Ami, excepto por el rizado cabello pelirrojo que caía como cascada alrededor de ella.
Un doloroso nudo se formó en mi garganta, pero no tenía idea de si estaba sintiendo felicidad o tristeza. Tal vez era una combinación de las dos.
—¿Cómo? —pregunté anonadado—. ¿Cómo puedes mostrármela si aún no nace?
—Puedo acceder al futuro —resolvió—. ¿Qué crees que hace un oráculo?
Yo me tragué mis siguientes palabras y miré a mi hija, deseando tenerla en mis brazos.
—Es hermosa...
—Y peligrosa —susurró.
Alcé mi vista, juntando todas mis fuerzas para poder separarla de la niña. Los ojos blancos del oráculo seguían clavados en mí, lo que me hizo pensar que no se perdía uno solo de mis movimientos. A pesar de su ceguera, debía haber una manera en la que podía ver.
—¿Peligrosa? —repetí sin poderlo creer.
El rostro de mi hija era completamente dulce e inocente, pero el oráculo asintió, afirmando mi pregunta.
—Su nombre será Ada —anunció—. Ada Rey. La reina más poderosa que Sunforest jamás haya tenido.
—Ada... —repetí para mí mismo, intentando absorber toda la información rápidamente—. No entiendo, ¿la profecía es buena o mala?
—Eso dependerá de ustedes. Y como en este momento tu esposa está siendo controlada mentalmente por Azael, las cosas no lucen a su favor.
—Dime la profecía —exigí—. Si vas por ahí contándosela a demonios, yo también tengo derecho a saberla
—Mi deber es comunicar a los que necesitan saberlo —respondió sin inmutarse—. El mal o el bien no existen para mí.
—Habla. Ahora —volví a exigir poniéndome de pie, al mismo tiempo que el rostro de Ada se disolvió en el agua.
Para mi sorpresa, el oráculo volvió a sonreír.
—Ada Rey —habló alzando su voz—. Hija de Joham y Amira Rey. Futura reina de Sunforest, se convertirá en uno de los seres más poderosos que jamás han existido. En sus manos reinará la paz o bajo su mando se desatará el caos. Si ella cae en las manos equivocadas, será el fin de los tiempos como los conocemos y el mal ganará. Solo el amor la salvará...
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