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Capítulo 35. La reina del infierno.


«La reina del infierno»

Recuperé el conocimiento sin abrir los ojos. La espalda era lo que más me dolía, arrancándome un ronco gemido desde lo más profundo de mi garganta. Me quedé quieto durante algunos minutos, deseando que el dolor remitiera, aunque no estaba seguro de si se trataba del físico o el emocional.

Recordaba absolutamente todo. Cada detalle desde nuestra boda hasta que perdí el conocimiento. Lo había soñado una y otra vez y las imágenes estaban grabadas con fuego en mi memoria. Una parte de mí no quería despertar y enfrentar la realidad, pero alcancé a escuchar un ruido lejano que me llamó la atención.

Abrí los ojos, sin prisa. Reconocí nuestra habitación del castillo y por primera vez desde que había despertado me pregunté cuánto tiempo llevaría inconsciente. Miré hacia mi izquierda y observé el lado vacío de la cama con una opresión en el pecho. Teníamos demasiados problemas como para que yo continuara acostado, negando la realidad.

Me puse de pie con cuidado, examinando mi espalda. Seguramente estaba adolorido por los golpes, pero comprobé que podía moverme sin problema así que no debería ser nada serio.

Antes de que lograra pensar en algo más, volví a escuchar el mismo ruido de hace unos minutos. Extrañado, me asomé por la ventana y abrí mis ojos, sorprendido por todo el caos que se alcanzaba a ver al final del castillo.

Aparecí en medio de los forestnianos, preocupado de que algo grave estuviera pasando. Giré sobre mi mismo buscando alguna clase de amenaza, pero me vi envuelto en medio de una intensa discusión.

Algunos guardaron silencio al verme de repente, pero la mayoría siguió gritando cosas inentendibles. Unos cuantos discutían entre ellos, otros en contra de Dandelion y Arus.

—Basta —ordené al notar que aquello era producto del miedo. No deberíamos discutir entre nosotros, ni perder la cordura—. ¡BASTA! —repetí.

Utilicé mi magia para amplificar mi voz y, sin quererlo, los árboles que estaban a nuestro alrededor se estremecieron. Controlé mi rostro para no demostrar ninguna emoción ante eso, pero Arus no lo dejó escapar y me miró con cautela. Ambos habíamos comprendido que el bosque estaba conmigo y me estaba reconociendo como el único rey que se encontraba en Sunforest, por el momento.

Suspiré, apartando esos pensamientos para poder concentrarme en los forestnianos, quienes habían guardado silencio tras mi grito.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—Eso mismo queremos saber nosotros.

No pude evitar sorprenderme por el tono de voz con el que se dirigieron hacia mí, pero me obligué a mantener la calma. Los forestnianos querían tanto a Amira que seguramente estaban aterrados por su desaparición. Tal vez tanto como yo.

—Necesito que guarden la calma —les pedí—. No podemos crear más problemas que los que ya tenemos encima.

—¿Qué problemas? —preguntó uno.

—¡Tenemos que rescatar a la reina! —gritó otro.

Dandelion apareció a mi lado y yo lo agradecí internamente, sintiendo su silencioso apoyo.

—Escúchenme —dije mirando a mi alrededor—. La situación con Amira es más complicada de lo que creíamos. Es probable que tardemos un tiempo en solucionarla.

El pueblo explotó de nuevo en cientos de gritos que no alcancé a comprender. Los forestnianos estaban demasiado nerviosos y alterados y yo sentía que era mi responsabilidad calmarlos, pero no lograría hacerlo sino me escuchaban.

Alcé mis brazos en cruz y me mantuve en silencio. El viento sopló fuerte y se movió por entre los forestnianos, como si fuera una caricia que transportaba tranquilidad. Todos los que la recibieron detuvieron sus incesantes gritos, poco a poco, hasta que todo volvió a sumirse en el silencio. Dandelion me miró algo impresionado.

—Enzo se llevó a Amira —expliqué, como siempre honesto con ellos— pero había alguien detrás de Enzo, alguien mucho más poderoso. Es por eso que no pudimos rescatarla.

—¿Quién? —preguntaron.

—Su nombre es Azael... se trata del rey del Infierno.

Una exhalación colectiva recorrió el lugar y el miedo se sintió como una corriente eléctrica. Yo tragué saliva, intentando apartar mis emociones.

—Al parecer —continué— los poderes de nuestra hija son más inmensos de lo que creíamos... y Azael está controlando mentalmente a Amira para poder hacer uso de ellos —dije bajando un poco la voz, como si no quisiera aceptarlo—. Amira no es Amira en este momento y debemos tener mucho cuidado con ella.

Los forestnianos parecían estatuas ante mis palabras. Ni siquiera yo podía creerlo aún. Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, en este momento estaría en negación.

—¿Qué pasará con nosotros? —susurró alguien, pero lo alcanzamos a escuchar perfectamente.

Abrí la boca, pero alguien respondió antes que yo.

—El bosque ha reconocido a Joham como su rey —anunció Arus dando un paso al frente.

Si hace algunas semanas alguien me hubiera dicho que le escucharía decir esas palabras al hada, me hubiera reído a carcajadas.

—Estoy aquí para ustedes —afirmé —y les prometo que haré todo lo posible por recuperar a Amira, pero es muy importante que comprendan... —Volví a tragar saliva—. Esta es una situación muy difícil y complicada para mí.

Algunos forestnianos asintieron, otros me miraron con comprensión. El resto se quedó mudo.

Recordé como Arus había insistido en sacarme del infierno, alegando que yo era el único rey de Sunforest y en ese momento realmente lo comprendí. Ellos me necesitaban, ahora más que nunca. No podía dejarlos solos y eso me asustaba un poco, ¿llegaría un momento en el que tendría que escoger entre recuperar al amor de mi vida o continuar con mi reinado? Y de ser así, ¿cuál elegiría? ¿Cuál sería la decisión correcta?

No tenía ni idea.

Mandamos a todos a casa una vez que comprendieron la situación en la que nos encontrábamos. No había más que pudiéramos hacer por el momento, salvo estar atentos y mantener la calma.

Dandelion y Arus se acercaron a mí, ambos con una extraña chispa de orgullo. Sí, incluyendo al hada. La cabeza me dolía solo de pensarlo y entonces comprendí por qué, ¿Arus se había rendido respecto a Amira? No quería pensar en que estaba depositando su confianza en mí porque en silencio ya la había dado por perdida a ella.

—Tenemos que hablar —exigí. Dandelion asintió.

—Raúl está en el castillo. Estábamos esperando a que se recuperaran un poco.

—¿Está bien?

—Está vivo —recalcó Dandelion— pero muy afectado por lo de Amira.

Y me observó con ojos preocupados. Yo asentí con la cabeza, ignorando su preocupación.

—¿Y Jared?

—Está con Samara... pero ha estado algo inquieto, tal vez intuye que algo va mal.

—Su mamá ha desaparecido —murmuré casi gruñendo—, claro que intuye que algo va mal.

Dandelion guardó silencio al comprender mi malhumor y yo me limité a volver al castillo, con ambos pisándome los talones.

—Raúl está en tu estudio.

Asentí y aparecimos en esa parte del castillo. Raúl casi saltó hasta el techo por el susto. Cerró los ojos, al parecer intentando calmarse y recargó su espalda en la pared más cercana para deslizarse hasta el suelo.

—Raúl —lo saludé.

—Joham —respondió él sin abrir los ojos. Yo dudé.

—¿Estás bien?

Sus ojos se abrieron al escucharme y me miró, extrañado. Tal vez si era una pregunta rara, al menos viniendo de mí.

—¿Lo estás tú?

Touché.

—¿Podemos hablar? —pregunté, sin intención de responderle.

—Supongo —respondió sin mucha convicción.

Me senté en la silla más cercana a él para poder quedar de frente. Él alzó sus ojos y sostuvo mi mirada.

—¿Recuerdas qué pasó?

Su ceño se frunció, como si recordar le provocara dolor de cabeza.

—Sé que Enzo me encontró cuando estaba con Jared, pero no recuerdo nada más hasta que llegamos al infierno —suspiró—. Conforme más tiempo pasa más confuso se vuelve.

—¿Podrías intentar contarme? —pregunté desesperado por obtener alguna pista.

—Azael fue quién me separó del cuerpo de Enzo —comenzó a relatar— y en ese momento no comprendí en donde me encontraba. Noté que Amira no se podía mover e intenté acercarme a ella, pero Enzo se atravesó en ese momento y se aferró a su cuerpo como si fuera una especie de trofeo. Azael se rió.

»Comenzaron a discutir entre ellos, pero no alcancé a entender muy bien porqué. Lo único que comprendí es que Amira era la clave de esa discusión. Al parecer, los dos la querían para sí mismos... como si fuera un juguete en lugar de una persona.

»Azael le advirtió que lo mataría si no le obedecía y la entregaba, pero Enzo se negó. Al parecer, lo amenazó con que olvidó que él le había dado la mayoría de sus nuevos poderes y que él podía quitárselos. Y lo hizo, lo dejó indefenso y Ami recuperó la movilidad durante ese segundo. Nos miramos, los dos muertos de miedo.

»Entonces, Azael apartó a Enzo y se acercó a ella. Amira no se movió. Se obligó a despegar sus ojos de los míos para poder enfrentarse a él. Se presentó como si nada, con una amabilidad que causaba escalofríos. Ambos nos congelamos cuando comprendimos quien era y... a partir de ahí todo sucedió muy rápido.

»Azael le prometió que todo estaría bien, como si intentara consolarla. Le dijo que él solo quería a la niña que llevaba en su vientre y que, si Amira cooperaba y se portaba bien, una vez que la bebé naciera desaparecería con ella y la dejaría vivir.

»Vi como Amira tembló del enojo y comprendí que ella no se rendiría. Le ordenó que se alejara y lo atacó con un hechizo, una especie de rayo que golpeó justo en el pecho de Azael, pero él solo rió como si aquello le hubiera causado cosquillas. Ella lo miró, incrédula. Ningún daño le hizo.

»Intenté acercarme cuando Azael la tomó de las muñecas, tan fuerte que ella soltó un gemido de dolor. Bastó mirarme con sus terribles ojos rojos para apartarme de nuevo. Ami, como siempre preocupada por los demás en lugar de por sí misma, le gritó que a mí me dejara en paz y me permitiera marcharme.

»Creo que Azael perdió la paciencia después de eso, porque le respondió que ella ya no daba las órdenes ahí. Amira pareció comprender su desventaja, ya que no dijo nada más. Él estaba molesto. Le dijo que había perdido una oportunidad única y que podía darse por muerta. Le prometió que iba a utilizarlas, a ambas, para causar muchísimo daño. Que se arrepentiría de por vida, porque ahora sería ella la que destruiría todo lo que amaba... con sus propias manos.

»Ni Amira ni yo comprendimos en ese momento de que estaba hablando, pero me sentí morir cuando Azael le colocó su dedo índice en la frente y Ami soltó un fuerte grito de dolor. Enzo intentó recuperarla en ese momento, pero era imposible acercarse a ellos, parecían estar protegidos por una barrera invisible.

»Azael presionó con más fuerza la frente de Ami y ella cerró los ojos. Por un momento, creí que la había matado cuando dejó de gritar, pero él se separó y ella continuó de pie. Inmóvil. Con los ojos cerrados. La llamé y no respondió. Azael me miró por primera vez desde que todo eso había comenzado y me sonrió con odio.

»"Ahora solo responde a mí" explicó sin borrar su sonrisa y el estómago se me revolvió. Azael dijo su nombre y ella abrió los ojos, confirmando las palabras que acababa de decir. Noté que sus ojos azules estaban fríos y su rostro serio, ni un rastro del miedo que había antes. "Mátalo" ordenó con voz suave.

»Sorprendido, di un paso hacia atrás cuando Amira flexionó sus rodillas, creyendo que saltaría sobre mí, pero su cuerpo se desvió y cayó sobre Enzo...

Raúl se detuvo de pronto, dejándome en suspenso. Hasta ese momento me di cuenta de que me encontraba casi al borde de la silla, escuchando todo tan tenso que estaba enterrando mis propias uñas en las palmas de mis manos.

El inmune me miró a los ojos y negó con la cabeza.

—No puedo decirlo —explicó—. No puedo describir la terrible manera en que lo mató.

Recordé el cuerpo de Ami manchado con la sangre de Isis, apretando el corazón de la reina oscura en una de sus manos. Esa imagen, después de seis años, aún me causaba pesadillas.

—Está bien —respondí— no necesito saberlo.

Él asintió, al parecer algo agradecido y se tomó un momento antes de seguir. Yo se lo concedí, paciente.

—Después de eso, Azael la felicitó como si fuera un padre orgulloso de su hija. Le limpio la sangre con magia y Amira sonrió, como si estuviera divertida con todo eso. Los ojos de ambos cayeron sobre mí y supe que estaba muerto.

»Azael me dijo que no tuviera miedo e insistió que sería un placer morir a manos de la nueva reina del infierno. Amira asintió, como si estuviera de acuerdo con sus palabras.

»A pesar de que no sentía mis piernas, Azael le dijo a Amira que sería divertido darme 10 segundos de ventaja y que podría comenzar a practicar su cacería conmigo. Yo miré a mi mejor amiga, esperanzado y esperando poder encontrar un rastro de ella, algo que me indicara que no se atrevería a hacerme daño. Pero entonces y para mi sorpresa, empezó a contar con una voz tan dulce que parecía venenosa.

»El instinto me obligó a correr, pero en el fondo pensé que sería inútil y que a esas alturas solo estábamos retrasando lo inevitable. Entonces... me encontré contigo.


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