Capítulo 25. Alberca de pelotas.
«Alberca de pelotas»
—Conozco a un lugar que le encantará a Jared —dijo Raúl emocionado mientras caminábamos por la calle—. Tiene juegos.
—No llevarás a mi hijo a un Mc Donalds —advirtió Amira.
No tenía idea de que era un McDonalds, pero si Amira lo prohibía yo estaba de acuerdo con ella. Podría ser peligroso. Jared subió su cabecita y me miró como si tampoco entendiera absolutamente nada de la conversación. Yo me encogí de hombros.
—¿Qué tiene de malo McDonalds? —preguntó Raúl con la mano de Ana entrelazada en la suya—. A los niños les encanta.
—Pero la comida es asquerosa. No quiero que Jared pruebe la comida chatarra.
—Pero la comida chatarra es deliciosa —insistió, como si Amira estuviera loca.
—Quiero ir a McDonalds —dijo Jared, muy seguro.
—Mamá dice que no —le respondí. No había nada que yo pudiera hacer cuando Amira decía que no.
Jared hizo un puchero adorable, pero ni siquiera eso lograría que yo me metiera con la decisión de Amira en este momento.
—No iremos a McDonalds —aclaró Raúl cuando Ami lo fulminó con la mirada— solo estaba defendiendo un punto. No te preocupes Jared, iremos a un lugar mucho más divertido.
Nuestro pequeño interrumpió su puchero para suplirlo con una sonrisa, quitándome a mí un peso de encima. No podía ver esa carita durante mucho tiempo.
Entramos a un restaurante colorido y con mucha gente sentada en las mesas. A pesar de que físicamente éramos iguales a los humanos, no pude evitar sentir que Jared y yo no encajábamos en ese lugar. Ami debió notar mi ansiedad porque me abrazó por la cintura y se quedó cerca de mí.
Tras esperar algunos minutos, nos sentamos en una mesa para cinco personas. Raúl quedó frente a Amira y yo delante de Ana, con Jared sentado a mi derecha. Una mujer nos entregó lo que pensé que sería un menú. Ya había escuchado la dinámica de estos lugares gracias a Dandelion.
De reojo, alcancé a ver como Ami se quitó su anillo disimuladamente para guardarlo en su pantalón.
«¿Todo bien?» —me preguntó mentalmente.
«Supongo» —respondí mientras evaluaba el menú, algo confundido.
«Estás mirando los postres» —me dijo y su mano tomó mi menú para girarlo con disimulo.
La otra parte era igual de confusa.
«Tal vez deberías pedir algo por mí» —sugerí.
«Bien, lo haré» —aceptó ella—. «Finge que lo lees otro rato»
Mis ojos se deslizaron por el menú con curiosidad mientras Raúl y Ana murmuraban poniéndose de acuerdo con su comida, comenzaba a aburrirme cuando mis ojos encontraron algo conocido. Automáticamente sonreí.
—Ya sé que quiero —dije en voz alta.
Ami siguió mi dedo índice y sonrió al comprender que era lo que estaba señalando. Lo había reconocido por el nombre.
—¿Una sopa de tortilla? —preguntó ella subiendo a mis ojos—. ¿Aún recuerdas eso?
—Como si hubiera sido ayer —aseguré.
Recordé cuando estuve a punto morir intentando salvar a Ami de un troll que Enzo había mandado a la Tierra por ella. La había atacado en su escuela, tomándonos a ambos desprevenidos. En mi intento de ponerla a salvo, el troll había alcanzado a lastimarme en la espalda, llenándome de su veneno.
Ami no sólo hizo un hechizo desconocido y peligroso para poder salvarme, también me cocinó una sopa de tortilla y la llevó a Sunforest, demostrándome su preocupación. Ahora que lo pensaba, tal vez ese fue el principio de todo.
Ella se inclinó sobre la mesa para darme un pequeño beso en la boca que me supo dulce.
—Sopa de tortilla será —dijo separándose tan solo algunos centímetros.
Si no tuviéramos compañía, hubiera tomado su nuca para alargar el delicioso momento, pero podía sentir las miradas de Raúl y Ana sobre nosotros y comprendí que ese no era el momento.
Amira y yo nos giramos al mismo tiempo, yo mucho más relajado que cuando había llegado a ese lugar.
—¿Están listos para ordenar? —preguntó la misma mujer que nos había entregado el menú.
—Sí —respondió el inmune y pidió la comida de Ana y él. La señora la apuntó en algo que tenía en su mano y se giró hacia nosotros.
—Para él una sopa de tortilla —dijo Ami sin poder ocultar una sonrisa divertida—. Y para mí una milanesa de pollo con papas.
«La compartiré con Jared» —anunció.
La mujer asintió y tras dedicarnos una cálida sonrisa, recogió los menús para marcharse.
Ami colocó su mano en mi rodilla e hizo suaves e inocentes caricias. Yo sonreí ante eso y entrelacé mi mano con la suya, aprovechando la intimidad debajo de la mesa.
—Jared —dijo Raúl señalando hacia nuestras espaldas—. ¿Ya viste el castillo?
Los tres giramos el rostro para observar a lo que se refería. Había un pequeño castillo de colores rojo y azul, con distintos niveles, toboganes, puentes y varios niños subiendo y bajando de él. No pude evitar fruncir la nariz, ¿a eso le llamaban diversión?
—Yo vivo en un castillo más grande que ese —dijo Jared arrugando la nariz exacamente igual que yo.
La mano de Ami se tensó bajo la mía y ambos volvimos para observar a Ana con cuidado, pero ella solo miraba a Jared con diversión.
—Se refiere a un castillo de juguete —aclaró Ami con fingida naturalidad.
Jared volvió a abrir la boca y lo interrumpí a tiempo.
—¿No quieres ir a jugar? —pregunté.
—¿Al castillo?
—Se ve divertido —mentí—. Vamos
«Llévate a Ana» —me pidió Ami— «así podré hablar con Raúl»
«¿A jugar?» —pregunté divertido.
«Solo distráela» —me ordenó.
«Sus deseos son órdenes, mi reina.» —Ella me miró con ojos entrecerrados y yo me tuve que aguantar una carcajada—. «Solo estoy jugando»
Me puse de pie y tomé a Jared de la mano para acompañarlo a la zona de juegos. Por supuesto, lo utilicé como mi carnada.
—¿Por qué no invitas a tu nueva amiga? —cuestioné señalando a Ana.
Jared miró a la morena con curiosidad como preguntándose a sí mismo cuando se habían hecho amigos, pero asintió con la cabeza y le ofreció su manita. Ana no pudo negarse a eso. Nadie podía resistirse a Jared.
En cuanto Ana me dio la espalda para adelantarse, le guiñé coquetamente uno de mis ojos a Ami.
«Me debes una» —le avisé.
Ella utilizó una de sus manos para esconder su sonrisa y Raúl la miró intrigado, pero ninguno de los dos dijo nada hasta que estuvimos lo suficiente lejos. Esa era una conversación que no me iba a perder, así que agudicé mi oído.
—Ami, ¿va todo bien?
—Pasaron algunas cosas —admitió— pero estamos bien.
—¿Qué pasó? —preguntó el inmune, preocupado.
Jared observó el castillo, sin entender muy bien lo que tenía que hacer. Ana pareció notarlo y le señaló una alberca de pelotas que estaba justo en el centro.
—Esa es mi parte favorita —le dijo.
Reí cuando Jared entró en ella y su cuerpo se hundió en las pelotitas de diversos colores. Lentamente, una sonrisa se formó en su rostro. Al parecer le había gustado.
—Enzo volvió —confesó Ami.
—¿Enzo? —repitió—. ¿Ese loco que te secuestró en el colegio?
—El mismo. Lastimó a Joham y atacó el bosque, por un momento creí que no la libraríamos —admitió—. Nos tomó por sorpresa.
—¿Segura que estás bien? —insistió.
—Si, esa no es la razón por la que vine.
—¿Ah no?
—No, vine para invitarte a mi boda.
Giré el cuello para alcanzar a ver la reacción del inmune. Raúl abrió sus ojos y su boca al mismo tiempo, mirándola con una especie de incredulidad.
—¿Cómo que tu boda?
—Me voy a casar.
—¿Con Joham?
—¿Con quién más? —preguntó ella con impaciencia.
Yo miré al inmune con cara de pocos amigos, pero él no se percató de aquello.
—¿Cuando?
—El sábado, perdón por avisarte con tan poco tiempo...
—¡El sábado!
—Bueno, tampoco es como si lo hubiera conocido ayer —respondió Ami, tal vez un poco exasperada por su reacción.
—No es eso —aseguró Raúl—. Es solo que esperaba todo menos esto.
—¿Irás?
—No me lo perdería por nada del mundo.
La risa de Jared me distrajo por un segundo y volví la vista hacia él solo para asegurarme de que todo estuviera bien, pero me congelé en mi lugar al verlo. Mi hijo estaba haciendo levitar a 10 pelotitas de colores y las giraba a su alrededor. Otros dos niños lo miraban con la boca abierta.
Rápidamente utilicé mi magia para detenerlas y hacerlas caer de nuevo. Nervioso, observé a Ana, pero la morena estaba tan concentrada en su celular que no se había dado cuenta del incidente. Le dediqué a Jared una mirada de advertencia.
«Prohibido hacer magia hasta que volvamos a casa»
Él abrió sus ojos más grandes de lo normal y sus labios formaron una perfecta "O", entonces me di cuenta, era la primera vez que le hablaba mentalmente y eso debía confundirlo.
Miré a mi alrededor, algo nervioso, esperando que nadie se hubiera dado cuenta de aquello, pero todas las personas estaban concentradas en sus comidas y conversaciones, incluyendo a Raúl y Amira.
—¿Por qué? —preguntó Jared.
Ana levantó la vista de su celular y lo miró.
—¿Qué pasa pequeño?
—Creo que nuestra comida ya va a llegar —volví a interrumpir, sintiendo por primera vez que las cosas se me salían de control—. ¿Tienes hambre?
—Sí —respondió Jared, distrayéndose.
—Volvamos con mamá —lo apuré para que saliera de la alberca de pelotas.
Exhalé con alivio cuando nos sentamos en la mesa sanos y salvos. Amira lo notó y me miró con intriga.
«Tu hijo está haciendo magia frente a humanos» —me quejé.
«Oh no» —se defendió ella—. «Quedamos que en temas de magia sería tu hijo. Tú encárgate de eso» —respondió zanjando el tema.
Yo puse mis ojos en blanco.
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