Capítulo 21. Deseo.
«Deseo»
Pasé mi mano por el muslo de Ami y sentí su piel suave y lisa contra la palma de mi mano. No había rastro ni cicatriz que evidenciara la horrible herida que Enzo había alcanzado a hacerle. Ella colocó su mano sobre la mía y acarició mi dorso, robándome una sonrisa.
—¿Estás bien? —preguntó.
Respondí que sí con una ligera cabeceada.
—Después de lo que pasó, realmente creo que es momento de hablar con Jared y explicarle todo.
Ella mordió su labio inferior y miró a nuestro hijo, aún sorprendida por la reacción de Jared al entender que pronto tendría un hermanito. Ami le había mostrado como crear las burbujas y ahora él corría por el césped rodeado de ellas, aún con sus ojos dorados.
—¿Estás seguro? —preguntó sin apartar la vista de nuestro pequeño.
—Muy pronto comenzará a tener muchas dudas respecto a su magia y su entrenamiento no debe tardar en comenzar.
Amira dejó salir todo el aire que estaba conteniendo y recargó su cabeza sobre mi hombro.
—Me inquieta verlo hacer magia. Ahora son unas inofensivas burbujas pero quién sabe qué pueda suceder después. ¿Y si se pone en peligro? —No pude evitar reír ante la ironía—. No te burles ¡podría pasar!
—Lo sé. Es solo que eso fue exactamente lo que pensé cuando salí y te vi a ti haciendo las burbujas.
Ami chasqueó su lengua para restarle importancia y se separó para mirarme a los ojos.
—Es diferente —intentó convencerme—. Esta no es la primera vez que yo hago magia.
—No —admití con los recuerdos grabados en mi pupila—, la primera vez te moriste.
Amira hizo un mohín, el cual resultó un poco gracioso.
—Detalles sin importancia —aseguró encogiéndose de hombros.
Yo la miré con una chispa de enojo y tomé su nuca para obligarla a mirarme de vuelta. Sus ojos azules se abrieron de golpe, algo asustados.
—Sostuve tu cuerpo inmóvil en mis brazos. Escuché como tu corazón se detuvo. Lloré sobre tu piel pálida y sin vida. Pasa por todo eso y atrévete a decirme de nuevo que tu muerte fue un detalle sin importancia.
—Joham —murmuró insegura— creí que ya habíamos hablado sobre esto.
—No. Tú me pediste que te comprendiera, me juraste que no habías tenido otra opción y me aseguraste que eso ya no importaba porque a pesar de todo estabas aquí. Y en cierta manera, tuviste razón, pero tú nunca me comprendiste a mí ni te pusiste en mi lugar. Tú no sacudiste mi cuerpo sin vida hundida en la desesperación por haberme perdido.
Ella tragó saliva, realmente afectada por mis palabras. Respiré hondo al entender que el enojo me estaba dominando y la solté, intentando tranquilizarme.
—No sé qué decirte —admitió, haciéndome sentir culpable por haberme pasado de la raya.
—Lo siento.
En medio segundo, todo su rostro se tornó en confusión.
—¿Por qué? Tienes razón. Siempre te he pedido comprensión respecto a ese tema y yo nunca me detuve para comprenderte a ti.
—Pero esta no fue la manera de decírtelo.
Por un momento llegué a pensar que esto se convertiría en una gran pelea, pero Ami sujetó mi brazo y se acercó a mí. Sus labios recorrieron lentamente mi mejilla, pasando por mi oreja y bajando hasta mi cuello. Mis hombros se relajaron ante los rayos de placer y cerré los ojos, disfrutando sus mimos.
—No volverá a pasar —me prometió con un susurro que pareció casi un ronroneo—. No usaré la magia a no ser que sea necesario.
Giré mi rostro para verla con sorpresa, interrumpiendo sus besos.
—¿Lo dices en serio? —pregunté sintiéndome muy aliviado.
—Sí —respondió tranquila y segura—. De todas formas no la necesito, te tengo a ti.
Mi corazón se expandió al escucharla y me dejé caer sobre ella. Amira gritó cuando perdimos el control de nuestros cuerpos y giramos juntos colina abajo. Tomé su cintura y la detuve juntando nuestros pechos, quedando lado a lado. Pasé una pierna por encima de su caderas para impedirle moverse y besé su boca, profundamente, explorando cada rincón con mi lengua. Ami gimió largamente, derritiéndose entre mis brazos. Me separé mordiendo su labio inferior, cien por ciento seguro de que mis ojos estaban completamente negros.
Algo nos cubrió el sol, proyectando una sombra sobre nuestros rostros. Ambos alzamos la vista al mismo tiempo.
—Arus —dijo Ami acomodándose el vestido rosa, ya que se le había subido un poco tras nuestro juego.
—No era mi intención interrumpir —dijo al percatarse de mis ojos.
Liberé a Amira un poco frustrado pero sin decir nada. Tenía que admitir que tras los últimos sucesos mi odio hacia el hada había disminuido considerablemente. Una risa aguda nos sobresaltó a los tres y no pude evitar reír cuando descubrí a Jared girando sobre el pasto colina abajo, tal y como nosotros lo habíamos hecho hace escasos segundos.
Aparecí cerca de él y lo detuve, para que no se fuera a lastimar. Jared me observó con unos ojos más amarillos que dorados, demostrándome su felicidad. La magia de mi hijo se estaba desatando rápidamente, recordándome el inicio de la conversación entre Amira y yo.
—Otra vez —dijo mi pequeño lleno de diversión. Reí mientras le quitaba pedazos de césped que se habían enredado en su cabello rubio.
—Necesitarás un baño después de esto. —Jared hizo un mohín muy parecido a los que hacía Amira.
—Los baños son aburridos.
Volví a reír pero alcé la vista para observar que todo estuviera bien con Ami, ella se había puesto de pie y conversaba con Arus. Se veía relajada, así que no eran malas noticias. Extendió su mano para recibir dos aros dorados y sentí mariposas en el estómago al comprender que eran nuestros anillos.
¡La boda! Ahora teníamos tiempo de planearla y llevarla a cabo.
Para mi sorpresa, Arus me miró desde su lugar e inclinó su cabeza hacia mí, casi de manera imperceptible. Le devolví el gesto con algo de confusión y él sonrió maliciosamente antes de desaparecer. A esa hada le encantaba jugar conmigo, primero retándome y después mostrando esos pequeños gestos de respeto, ¿o es que algo había cambiado en los últimos días?
Ami se giró y corrió hacia mí, con una sonrisa tatuada en sus labios e hipnotizándome con el ir y venir de su vestido. Cayó de rodillas frente a nosotros y extendió su mano, emocionada.
—Están listos —dijo enseñándome los anillos.
Yo los observé con atención, eran dos aros completamente iguales excepto por el tamaño. Uno era más grande y el original más pequeño. Jared también los miró con curiosidad.
—Es un poco creepy que Arus conozca la medida de mi dedo —bromeé.
Ella frunció el ceño, como si no lo hubiera pensado antes.
—Ahora que lo dices, lo es. —Pero sacudió su cabeza intentando concentrarse de nuevo y recuperando su emoción—. Son perfectos. No los hizo con magia, sino que trabajó el oro con sus propias manos. Por eso le llevó algo de tiempo. Claro, el tuyo no tiene el hechizo...
Si Arus había aceptado hacer los anillos para nuestra boda, ¿significaba eso una ofrenda de paz? A veces el hada sobre protegía tanto a Amira que parecía ser mi suegro.
—¿Cuando nos casaremos? —le pregunté, no estaba seguro de si ya había pensado en alguna fecha.
—Eso deberíamos decidirlo juntos, ¿no?
Yo sonreí y Jared tomó uno de los anillos, girándolo entre sus dedos para examinarlo.
—¿Para qué son? —preguntó.
—Representan el amor que se tienen mamá y papá —le dije como si fuera un secreto.
Jared me ofreció el anillo y yo lo tomé, era el de Ami. Agarré su mano izquierda para deslizarlo lentamente en su dedo corazón y le di un beso una vez puesto. Miré a Amira por entre mis pestañas sin separar la boca de su mano y la encontré suspirando. Sonreí con algo de malicia y saqué mi lengua para pasarla por todo el dorso hasta llegar a su muñeca. Ella intentó recuperar su brazo pero yo lo tenía bien agarrado y continué con ligeras mordidas hasta su codo.
—¡Joham! —gimió—. Basta, me haces cosquillas. —Me miró con unos ojos llenos de deseo y mi sonrisa se volvió aún más grande.
—Oh amor, cosquillas no es lo único que estoy provocando en ti en este momento. —Sonrojada desvió sus ojos hacia Jared, pero nuestro hijo solo nos miraba con diversión e inocencia.
—Basta ya —dijo con advertencia.
La obedecí y solté su brazo, pero me incliné para pegar mi boca a su oído.
—En cuanto el niño se vaya a dormir no me podrás detener —le advertí.
Si las emociones también se reflejaran en los ojos de los humanos, los de Amira estarían fundidos en un negro lleno de deseo.
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