Capítulo 18. Invasión.
«Invasión»
Cuando aparecí en el centro del bosque realmente comprendí el caos que había en Sunforest. El viento seguía soplando fuerte, haciendo que una lluvia de hojas moradas cayeran sobre el claro.
Examiné todo rápidamente. El pueblo se encontraba ahí, en el centro, protegido por un enorme campo de fuerza dorado en forma de media luna. Alrededor de él, había varios forestnianos luchando contra el ejército de demonios que había alcanzado a cruzar el portal antes de que lograra cerrarlo.
Comprendí que estaban protegiendo el campo de fuerza, impidiendo que llegaran a los que estaban dentro. Las ramas del gran árbol se movían como látigos, pero cuando alcé la vista entendí que no era por el aire: era Amira.
Abrí la boca sorprendido cuando la vi flotando arriba de la media luna dorada. Enzo estaba frente a ella y por su rostro, alcancé a deducir lo frustrado que estaba. Ella extendió sus manos al frente y con una rayo dorado logró alejarlo.
Amira Rey estaba haciendo magia, de nuevo. Me había mentido y sentí su traición como una punzada en mi pecho.
—Maldito seas, Arus —lo maldije en voz alta.
Él apareció frente a mí en ese momento, con sus ojos grises calculadores pero aliviados. Antes de que lograra recuperarme por la sorpresa, el hada me empujó y recibió de frente el ataque de un demonio que había estado dirigido hacia a mí. Lo convirtió en cenizas en cuestión de segundos.
—Para que lo sepas, esta vez yo no tengo nada que ver —aclaró mientras me ofrecía su mano para ayudarme a ponerme de pie.
La tomé y me jaló para quedar a su altura.
—¿Por qué debería creerte? —pregunté intentando culpar a alguien.
—Estoy aquí, ¿no?
Lo miré con desconfianza, pero tenía un buen punto. ¿Si no se habían fusionado como es que ella estaba haciendo magia? Volví a mirarla, esperando encontrar alguna pista de lo que en realidad estaba sucediendo.
—¡Joham! —gritó un Dandelion aliviado.
Ami bajó la vista en ese momento y sus ojos cayeron sobre los míos. Me miró con sorpresa y tan llena de alivio que no había duda alguna de que era ella. Esa vez no se trataba de una carcasa vacía y fría como la vez que Arus la había poseído. Era nuestra Amira.
Enzo no dejó escapar la oportunidad y Ami pagó caro su distracción. Un hechizo alcanzó a golpear su pierna derecha y perdió el equilibrio, comenzando a caer desde lo alto.
Con un salto, desaparecí y volví a aparecer en el aire, atrapándola. Ella me rodeó el cuello al sentir mis brazos y me soltó un golpe en cuanto caímos suavemente sobre el césped.
—Auch —me quejé.
—¿En dónde estabas? —preguntó enojada—. ¡Estaba muerta de miedo por ti!
—Pues ya somos dos, ¿dónde está Jared?
—Arus se lo llevó... y no me pongas esos ojos. Tú desapareciste y yo no sabía qué hacer. Enzo dijo que te había matado.
Hice una mueca.
—Estuvo muy cerca —admití y la miré con miedo—. Caí en su trampa, pero él te quiere a ti.
—Lo sé —respondió tragando saliva—. Dejó sus intenciones muy claras.
—¿Cómo está tu pierna? —pregunté examinándola.
—Me duele.
Miré su rostro, pero no había sangre saliendo de su nariz ni indicios de debilidad.
—¿Cómo estás haciendo magia?
—Te cuento después —respondió mirando por encima de mi hombro.
Me giré para encontrarme con Enzo. Él nos miró con molestia y tronó su cuello, de manera amenazante.
—Una vez más —susurró— he subestimado a tu estúpida humana.
Gruñí por lo bajo al escucharlo y tomé la mano de Ami para ponernos de pie al mismo tiempo, ella se apoyó en mí para mantener el equilibrio.
—Tal vez sea un mal momento para decirte que he cerrado tu portal.
Los ojos de Enzo destellaron con un brillo rojo, pero intentó disimular su enojo.
—Siempre puedo abrir otro —dijo sin importancia.
La caballería llegó sin necesidad de pedirla. Arus, Dandelion y los lobos aparecieron junto a nosotros, mostrándonos lo valientes que eran. Enzo dudó, por muy poderoso que fuera no podría con todos.
Ami fue la primera en atacar. Extendió su mano y las raíces del gran árbol atraparon sus tobillos, impidiéndole moverse. Aproveché para lanzar una esfera de energía que golpeó en su pecho, arrebatándole el aire. Arus apareció tras él, pero en ese momento logró zafarse de las ramas y dio un salto para alejarse de todos.
Dandelion y yo fuimos tras él. Con el rabillo del ojo comprobé que Amira se quedó en el suelo y con las ramas del árbol comenzó a atacar las hordas de demonios que intentaban penetrar el campo de fuerza dorado. Alcancé a comprender que eso también era cosa de ella, siempre protegiendo a los demás.
Enzo giró en el aire y nos atacó con un rayo desesperado. Dandelion y yo nos apartamos a tiempo. Aparecí a su espalda y le di un codazo en la nuca, regresándolo al suelo. Su cuerpo rodó por el pasto hasta que Arus lo detuvo con su pie y enterró sus garras de hada en el pecho del forestniano. Enzo gritó y Amira se giró para averiguar qué sucedía.
—¡Ami! —advertí cuando un demonio se cernió sobre ella y alzó sus garras para lastimarla.
Un lobo apareció por la derecha y lo tacleó a tiempo. Ella parpadeó, sorprendida por la rapidez.
Una explosión hizo que el suelo retumbara, sobresaltándonos a todos. Los demonios acababan de crear un hueco en la media luna y Amira los miró con odio cuando comenzaron a entrar por los forestnianos. Alzó sus manos y las gruesas raíces serpentearon hasta alcanzarlos, uno por uno fueron sujetados por sus pies y absorbidos por el suelo, hasta desaparecer.
Enzo intentó utilizar su humo negro en Arus, pero el hada rió como si sintiera cosquillas.
—No te llevarás a la reina —le dijo con una mirada asesina.
Un demonio apareció de la nada y alcanzó a atacar a Arus por la espalda, liberando a Enzo. Dandelion cayó a metros de él y comenzó a lanzarle hechizos a diestra y siniestra. A pesar de que Enzo los esquivó, se estaba moviendo más lento y lucía más cansado.
Estábamos ganando.
Lancé un rápido hechizo hacia otro demonio que tenía la intención de atacar a Amira y ella me miró con agradecimiento, mientras continuaba protegiendo a los forestnianos. Después lancé otro hacia Enzo que logró darle en la cabeza y pareció noquearlo durante unos minutos.
Arus, Dandelion y yo nos cerramos alrededor de su cuerpo inmóvil, ¿qué haríamos con él? Apenas lo estaba decidiendo cuando una energía negra explotó en nuestra cara y nos mandó a volar lejos.
Floté durante varios segundos y derrapé por el pasto, con una bruma negra amenazando con dejarme inconsciente de nuevo. Quedé boca abajo y la presión en mi estómago más la pérdida de sangre me provocó náuseas. Un grito agudo fue lo que me hizo volver a la superficie.
Levanté la cabeza y las náuseas se intensificaron. Humo negro se enroscaba en los brazos de Amira mientras ella seguía gritando fuertemente, sus rodillas se doblaron y se dejó caer al suelo entre gemidos y sollozos. En ese momento, el campo de fuerza que protegía a los forestnianos se esfumó.
—No...
Intenté ponerme de pie pero tropecé y caí de nuevo. Un fuerte brazo me ayudó a levantarme y miré a Dandelion de reojo, con el costado de su rostro ensangrentado.
Arus apareció en ese momento y un látigo de humo gris nació de su mano para cortar las ataduras de Ami. Después, la cubrió con su cuerpo mientras ella respiraba agitadamente, intentando reponerse de la fuerte descarga eléctrica.
Aparecí junto a ella y la envolví con mis brazos, intentando tranquilizarla. Su cuerpo aún estaba temblando por el dolor.
—Tranquila Ami —dije acariciando su rostro—. Lo lograste. Mataste a todos los demonios.
Ella alzó su rostro y miró a su alrededor. El campo dorado había desaparecido pero ya no era necesario, los forestnianos estaban a salvo. Amira logró derrotar a los demonios que los amenazaban y como yo había cerrado el portal, no llegarían más. Lo habíamos logrado juntos.
Mi distracción funcionó; aquello logró tranquilizarla y ayudarla a recuperar la compostura. Arus continuó de pie frente a nosotros, cubriéndonos de Enzo. No sabía cómo, pero Ami y yo tendríamos que dar un último empujón para poder derrotarlo.
Ella me miró y pude adivinar que estaba pensando lo mismo. No lo dejaríamos salirse con la suya.
Antes de que pudiéramos hacer o pensar en algo más, sucedió algo extraño. Los forestnianos comenzaron a formar un enorme círculo alrededor de nosotros, dejándonos a Arus, Enzo, Amira y a mí en el centro. Poco después, las hadas se les unieron en su forma original. Miramos a todos, algo extrañados, entonces alzaron sus manos e hilos dorados comenzaron a salir de sus manos.
Arus y Enzo saltaron al mismo tiempo. Enzo intentando huir y Arus alcanzándolo para impedirlo. Con un fuerte golpe, el hada logró que el forestniano volviera a golpear contra el suelo, muy cerca de nosotros.
Cuando los hilos dorados lo alcanzaron, comenzaron a formar una telaraña alrededor de su cuerpo. Enzo gruñó e intentó huir de nuevo, pero los hilos se enredaron hasta dejarlo completamente inmóvil. Imaginé que también le impidieron desaparecer.
Sonreí al recibir tal apoyo. Nuevamente me daba cuenta de que no estábamos solos, así como Ami los había protegido ellos también intentaban protegernos a nosotros. Amira también los observó impresionada.
—¡No te llevarás a la reina! —gritó alguien de la multitud y Ami exhaló con fuerza, parecía algo sorprendida.
Por primera vez desde que había vuelto, la mirada de Enzo reflejó miedo. La telaraña dorada continuó irrompible y las hadas se unieron, extendiendo sus brazos y soltando varios rayos plateados que cayeron sobre el cuerpo de Enzo.
Escuchamos un grito y apartamos la mirada ante la luz cegadora de los rayos, la cual duró varios minutos. Cuando todo acabó volvimos la vista al mismo tiempo, pero Enzo había desaparecido.
El viento dejó de soplar en ese momento y el bosque se sumergió en una repentina calma. Los remolinos negros desaparecieron y lentamente el cielo dejó de ser rojo para recuperar su color, ¿había terminado?
Ami me abrazó y yo gemí ante la inesperada fuerza. Extrañada, ella se apartó para mirar sus manos llenas de sangre.
—Joham... —dijo con un hilo de voz—. Estás herido.
—Lo sé —respondí—, tú también.
Amira y yo nos miramos, sincerándonos y dejándole ver al otro lo exhaustos que estábamos. Nos tomamos de la mano, intentando ser fuertes para mantener la consciencia, pero en cuanto la vi cerrar los ojos y caer hacia atrás, me permití cerrar los míos y olvidarme de todo.
Alcancé a escuchar el bullicio que se formó a nuestro alrededor antes de sumergirme en una negrura llena de paz.
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