Capítulo 16. Encuentro.
«Encuentro»
«Joham»
Gemí en voz alta al escuchar la voz de Dandelion, ¿qué hora era? Abrí los ojos y descubrí que todavía estaba oscuro. Un mal presentimiento me recorrió.
«¿Qué sucede?» —pregunté aún algo adormilado.
«¿Puedes venir al castillo? Creo que he descubierto algo importante»
«¿Qué haces en el castillo a esta hora?»
«No podía dormir y he querido investigar»
«¿No puede esperar a mañana?»
«Es realmente importante» —insistió.
Suspiré.
«De acuerdo»
Me puse de pie y mi cuerpo me reclamó por la falta de descanso. Observé a Amira, recostada de lado y abrazando a Jared, ¿la despertaría para avisarle? Negué con la cabeza, si la despertaba ella no volvería a dormirse hasta que yo regresara y quería que siguiera descansando.
Escribí una nota antes de desaparecer.
El castillo estaba oscuro y silencioso. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral y mi intuición me dijo que algo iba mal.
—¿Dandelion? —pregunté en voz alta.
La puerta y ventanas desaparecieron, dejándome encerrado en medio de cuatro muros altos y oscuros. Giré varias veces, sin comprender qué estaba pasando.
—Que bueno que viniste —me di media vuelta y me congelé al encontrarme con Enzo. Acababa de hablar con la voz de Dandelion.
—¿Qué?
Él rió, recuperando su voz.
—Es muy fácil engañarte, ¿verdad?
Comprendí que había caído en una trampa y lo observé con odio.
Enzo había cambiado. Era un poco más alto y mucho más fornido. El cabello negro y lacio le caía hasta los hombros, más largo que la última vez que lo había visto. Me examinó con sus ojos negros y una sonrisa estiró su rostro.
—Esta es una bienvenida muy extraña.
—¿Quién te dijo que eres bienvenido? —lo reté.
—Oh —dijo fingiendo lamentarlo— no tenía idea.
—¿Qué es lo que quieres? —pregunté yendo al grano.
—Joham, tenemos mucho sin vernos ¿no quieres que nos pongamos al día?
Enzo estaba jugando y eso me hizo comprender que nuestro encuentro tan solo era una distracción. Preocupado por Ami y Jared, intenté desaparecer sin éxito. Él volvió a reír.
—No puedes salir de aquí.
—Entonces te mataré —lo amenacé—. ¿Por qué has vuelto a Sunforest?
—Quiero ser el rey.
Esa vez me tocó reír.
—Ni en tus sueños más locos.
—Y quiero a Amira —dijo lentamente, como si disfrutara cada una de sus palabras.
Me congelé al escucharlo y una oleada de ansiedad arrastró conmigo al estar lejos de ella. Todo mi cuerpo se tensó y el enojo me calentó de tal manera, que estaba seguro de que lo estaba mirando con mis ojos rojos más diabólicos.
—A Amira no la tocas, ¿entendiste?
—Uy que miedo —se burló.
Completamente furioso, le lancé una esfera de energía que nació sin ningún esfuerzo. Enzo la esquivó con un salto.
—Quiero a Amira a mi lado —repitió, caminando hacia mí— y físicamente. Quiero todo de ella. No se me ocurre una mejor venganza contra ti.
Dos esferas aparecieron en cada una de mis manos en segundos. Las lancé sin dudarlo, pero Enzo se agachó y giró para esquivar ambas. Era más rápido, también.
—No puedes vencerme —dijo—. Me escondí en el infierno para que no me encontraran y he aprendido muchos trucos nuevos. El incendio que casi te mata debería darte una idea.
Lo observé con cuidado, Enzo no estaba fanfarroneando y por un momento dudé sobre si yo podría vencerlo solo. Tal vez necesitaba ayuda.
Él debió percatarse de la duda en mis ojos, ya que aprovechó ese momento para atacar. Yo salté y esquivé por un pelo una bola de energía color negro. Caí unos pasos más atrás y ambos nos miramos con fiereza, como si estuviéramos acechando a nuestra presa.
Salté y giré en el aire cuando un par de hechizos se dirigieron hacia mí. Uno golpeó en mi hombro, me hizo perder el equilibrio y caer al suelo. Gruñí y sujeté mi brazo mientras me ponía de pie.
Él me miró con altanería.
—Me parece que estás algo oxidado —comentó.
Una lluvia de hechizos inundó el lugar. Esferas negras y blancas rebotando por todos lados. Ninguno de los dos logramos hacernos el suficiente daño y yo caí de cuclillas en el suelo, agotado.
—Oh Joham, solo estoy jugando contigo.
Comprendí sus palabras muy tarde y no me di cuenta del humo negro que nació del suelo para sujetar mis tobillos y fijarme al suelo. Enzo rió al notar mis pobres intentos para liberarme.
—Gracias por dejarme el camino libre.
—No —gruñí.
El humo comenzó a serpentear por mi cuerpo. Se enroscó por mis piernas hasta alcanzar mi torso sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Cuando llegó a mi rostro, ya tenía a Enzo frente a mí. Sus ojos negros me miraban con satisfacción.
—Buenas noches —dijo como si fuera una despedida.
Una fuerte descarga eléctrica me sorprendió, haciéndome gritar. Todo mi cuerpo tembló aguantando el dolor durante segundos que me parecieron eternos. Cuando terminó, el humo desapareció dejando caer mi cuerpo.
Primero las rodillas chocaron contra el suelo, después el resto de mi cuerpo cayó. Mi mente fue arrastrada por una ola negra que me sumergió en la inconsciencia.
Había caído redondo en la trampa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro