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Desde la muerte de Jigoro ha tenido que valerse por si mismo viviendo con Kaigaku las veinticuatro horas del día, a veces está en casa otras veces sale de fiesta y pocas veces ni siquiera se queda a dormir. Para Zenitsu no es algo de gran irrelevancia siempre ha sido así y no hay poder alguno que le haga ver a su hermano que está mal.

Jigoro lo hizo. Y no cambió.

Por si mismo ha necesitado despejar su mente en la pequeña pero gran significativa herencia que le dejó su abuelo. A Kaigaku no le gustan las flores ni nada que tenga que ver con colores, tierra e insectos y cuando aquel abogado leyó el testamento, el azabache no dudo en chistar la lengua y entregarle  todo a Zenitsu, a final de cuentas solo era una florería.

Florería de mierda, así la llamó Kaigaku.

Zenitsu era feliz con o sin Kaigaku, con o sin herencia simplemente buscaba una vida tranquila sin tener que preocuparse por la comida o un techo simplemente continuar sus estudios, si es que el negocio iba de maravilla y realmente tenía mucha fe en eso porque estaba seguro que su abuelo no sacrificó el dojo por algo más pequeño y modesto sino por algo más grande como lo era la educación de los dos hermanos. Pero si tan solo Kaigaku no fuera tan codicioso que se llevará influenciar por el dinero solo tal vez comprendería el amor que Kuwajima les dejó.

Los girasoles son los más vendidos en épocas de calor como lo es la primera y una parte del verano, muchos clientes piden mezcla de colores dependiendo de la flor que sea escogida pero la mayoría de las veces los arreglos que le piden son de girasoles. A Zenitsu le encantan mucho los girasoles son amarillos como su cabello y se abren cuando está la luz del sol iluminandolas después, en la noche se cierran y le encanta esa maravilla, ese proceso en sí, porque sabe que se identifica con ellas al momento de cerrarse. Aún no sabe el porqué.

Como ocasionalmente lo es, abre el establecimiento a las seis de la tarde esperando nuevos clientes y preparando sus manos para pedidos de urgencia. Kaigaku lo ve de lejos y bufa.

— ¿Cómo crees que nos ayuda este negocio de mierda?— Escupe a lo que Zenitsu se sobresalta, aquellas palabras las siente tan hirientes, se supone que no debería sentirse así sabiendo como es el pelinegro pero no puede evitar sentir la opresión en su pecho.

— Ayuda para los gastos — 

— Claro.

El rubio ignora los ojos de Kaigaku sobre su espalda y se dedica a arreglar las flores en la estantería siente los pasos pesados de alguien entrar al local y el reventar de una burbuja de lo que parecía ¿Un chicle?. Se gira sobre su eje observando con miedo la gran figura masculina de unos dos metros de altura observar la maceta de girasol sobre el estante, lleva una bata blanca con manchas de pintura, su mano derecha está vendada y ese cabello color plateado. 

No es tan olvidadizo para olvidar aquel hombre y saber a la perfección de quién se trata.

— ¿Zenitsu?— El aludido da un respingo. ¡Pensó que no lo iba a reconocer!

— Uzui sensei...— Murmuró. Ojos magenta y ojos avellana intercambiaron miradas sorprendidas hasta que el mayor soltó una carcajada. En la escuela antes odiaba la risa de su profesor de artes y ahora parece escuchar el sonido tan ligero y sin ser ruidoso es como el aleteo de un colibrí.

Luego se da cuenta que está frente a su profesor de artes...

— ¡Dios mío! ¿Qué hace aquí?— Por inercia la orquídea que traía consigo cae en un sonido sordo.

Zenitsu se arrodilla intentando recojer la tierra. Los dedos de Tengen apenas y rozan los suyos, ambos alzan la vista,  se siente tan cálido el sonido de Uzui es un sonido que no puede describir. Sus ojos de ambos viajaban entre sus rostros admirando los rasgos. El color de ojos de Uzui han sido lo más hermoso que ha visto Zenitsu, nunca había visto un color así. Y Tengen admira el color de cabello de Agatsuma, es tan amarillo y con mechones dorados, como los girasoles. Tengen le regala una sonrisa al menor y se levanta ofreciendo una mano al menor, el rubio dudoso la toma con la orquídea entre su mano libre.

— Pensé verte en una universidad de alto prestigio no en una florería — 

— Mi abuelo murió.

El de cabellos plateado no pudo reprimir un "oh" de sus labios. En este tipo de circunstancias no sabe que decir o hacer. Desde que conoce a Zenitsu su abuelo nada más se ha presentado a la junta de padres solo una vez y eso fue en la graduación,  honestamente, Tengen no podía dejar de pensar cómo un anciano de la tercera edad pudo criar a dos mocosos. Uno berrinchudo y uno que con solo mirarlo ya hasta te dice el día, el lugar y cómo pasas a la otra vida.

Nunca se ha llevado bien con Kaigaku y agradece no haberlo visto en cuanto entró.

— No hace falta Uzui sensei, ya pasó mucho — Agatsuma lo saca de sus pensamientos pasando a la vitrina. Tengen asiente con la cabeza observando el lugar con más detalle, es una forma de distracción.

— Por favor Zenitsu, solo Tengen — Uzui lo contempló de reojo observando el sonrojo del rubio en sus mejillas. 

— D-De acuerdo —

— En fin, no quiero llegar tarde a las clases además tengo un encargo que pedirte — 

Zenitsu le observó atento.

— ¿Cuánto es del girasol que tienes en tus manos?— 

Y Agatsuma no se había dado cuenta que había tomado un girasol de la estantería, el mismo que había plantado en su jardín hace unos cuantos meses.




Decidí que sería una mini historia (⁠*⁠˘⁠︶⁠˘⁠*⁠)⁠.⁠。⁠*⁠♡

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