Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9-La Montaña de las Flores y los Frutos (4)

Obedeciendo a la orden de prepararse para viajar, y luego de que Wukong se marchó azotando la puerta, Patrisha buscó algo de ropa en el armario. En todo momento la curiosidad quería arrastrarla a abrir el otro mueble, pero, descartando la tentación, siguió eligiendo entre los trajes de su hospedador algo que le quedara. Todo allí era seda y engastes de oro y plata, hilos preciosos, pedrería y bordado fino. No había casi nada común. Tomó unos pantalones negros lisos y la chaqueta más simple que halló, una de bordes rosados y verdes agua sobre fondo blanco. Entonces se dirigió al cuarto de baño.

Esta última habitación era amplia y simple. Tenía dos enormes tinas talladas en la piedra. De una de ellas borboteaba el agua caliente; la otra parecía estar llena de algo parecido a aceite que hervía a mayor temperatura todavía. Pero a pesar de todos los lujos que había visto desde que había llegado, en toda la habitación solo había una barra de jabón. Dos tinas y un jabón común. Nada más.

Path se quedó allí un rato, en el agua caliente, pensando; pensado en que su vida siempre estaba llena de mala fortuna y tratando de entender por qué—. "Mesedes, ozen esan negua joan egin dela Nire arima hotzak ez du sinisten eta" —tarareó. "Por favor, di en voz alta que el invierno se ha ido, pues mi fría alma no se lo cree".

Esto era demasiado cruel. ¿Qué cosa mala podría haber hecho ella para merecer esto? Se hundió en la tina, quejándose, pensando que cuando abriera los ojos todo esto sería un extraño sueño. Pero casi se ahogó, sacó la cabeza del agua tosiendo, y descubrió con pesar que estaba demasiado despierta y que todo seguía siendo real. Se dedicó entonces a tararear viejas canciones que conocía de niña, de su tierra natal. Salió, cambió los vendajes y se vistió, luego tomó de un estante un peine de piedra bruñida.

Recorrió el cuarto de baño mientras se desenredaba el cabello, y vio que tenía ventanas cavadas en la roca que daban vista a la entrada de la cascada. No podía bajarse a través de ellos, pues se catapultaban en desfiladeros profundos. Pensó que, más que ser ventanales decorativos, eran una suerte de estrategia preventiva, pues desde allí se veía toda la ladera y el valle, hasta lo lejos donde se divisaba una moderna ciudad. «Este lugar existe, pero no» se repitió. Si ladeaba la cabeza, cuando refractaba la luz entre las campanas de viento que adornaban los marcos, podía ver las islas, y la ciudad desaparecía. Acceder a esta fortaleza sin ser detectado era prácticamente imposible. Ningún extraño lograría cruzar la entrada de la caverna, y la enorme cantidad de senderos falsos y de portales mágicos la hicieron imaginar el lugar como un gigantesco termitero.

No pudo evitar sentirse prisionera, y sonrió sabiendo que quizás jamás podría de salir de este refugio. Él había dicho "unos años". ¿Y cuántos? ¿Dos; tres; cincuenta? Perséfone era prisionera de Hades de por vida; Rapunzel lo era de su madrastra; el ruiseñor lo era de un emperador... Path ahora estaba atada a alguien a quien todo el mundo llamaba un héroe, pero no sentía que tuviese mejor suerte que ellos.

De regreso en la habitación, vio que unos monos pequeños traían más bandejas de fruta y grandes botellones de agua. Eligió algunas botanas y se las guardó en su mochila. Ciruelas y fresas del tamaño de manzanas, jugosas mandarinas y unos cuántos duraznos muy sonrosados y de exquisito perfume. Tal parece eran lo que mas se consumía en el lugar.

Volvió a oír las voces. Asomó por la puerta con timidez y miedo. Desde el umbral, se quedó mirando a los dos extraños hombres que la vigilaban con sospecha también. Se hablaron el uno al otro en chino y luego la volvieron a observar.

Un simio humanoide, grande y de rostro enjuto y avejentado, saltó de algún lugar de la cima de la caverna y cayó frente a ella. Rezongó bajo, mirándola directo a los ojos. La mujer tembló de pies a cabeza. Él espantaba mucho más que el Rey Mono. Los primates más pequeños la rodearon, algunos se acercaron tanto que le rozaban las piernas con su respiración. Nerviosa, Path se aferró al picaporte para volver a refugiarse en el cuarto de Wukong. Y el simio frente a ella le gruñía enseñando los colmillos.

—¡Ya! Déjenla en paz... ¿Qué nunca han visto una mujer humana? —Se quejó el Rey Mono trayendo papeles y carpetas que entregó a manos de los extraños hombres. Uno de ellos pareció preguntar quién era ella o qué hacía allí; el simio también farfulló alguna cosa. Pero el Rey Mono los ignoró monumentalmente y siguió hablando y haciendo señas sobre los documentos.

Aunque los hombres dejaron de hablar de la mujer por temor a Sun Wukong, los monos hicieron caso omiso a su regaño. Algunos comenzaron a trepar sobre ella, otros a olfatearle los pies y las manos, y uno pequeño le mordió con fuerza el dedo meñique. La chica gritó de dolor y Wukong le gruñó al monito, quien huyó chillando.

Entonces el Rey Mono anunció una seguidilla de órdenes y quejas en lo que parecía ser su idioma para tratar con simios, haciendo que buena parte de sus súbditos salieran corriendo en todas direcciones. El gran macho que la observaba con desconfianza se alejó lento, sin dejar de vigilarla—. Supongo que esto es lo más cerca que estaré de conocer a Tarzán—susurró Path con resignación.

Sun Wukong volteó al sonido de su voz, tratando de entender a qué se refería, pero Path negó y no contestó más nada. Estaba despeinada de nuevo, y le dolía un poco el meñique, pero lo que restaba del comité de bienvenida parecía estar compuesto por simples cachorros inofensivos —salvo el que mordía—. Una chimpancé adulta la tomó de una mano. La Sabia inmortal de pelaje dorado la llevó del otro brazo. Viendo que él estaba ocupado, Path volteó una vez, pero luego dejó que la arrastraran para cuidar de las crías.

Sun Wukong siguió con sus asuntos sin prestarle la más mínima atención. Estaba preocupado por el vertedero en su arroyo y quería que se solucionara de inmediato el problema. Zhang Wa Mu y el ladrón Fei Lao todavía trataban de recuperar el latido normal de sus corazones por la violencia en las órdenes de su amo, quien quería que las cosas se resuelvan bien y de inmediato como él lo exigía. Acababan de bajar sus maletas del taxi, pero ya tenían un buen de trabajo acumulado.

—¿Y cuándo se puede iniciar? —insistió—. Ya dime, anda, contesta. ¿Viene un inspector y luego qué?

—Se puede detener a los obreros y cerrar el vertedero estatal de inmediato. Lo trasladaremos a otro lado —contestó Zhang Wa Mu—. Pero...

—¿Pero? —Si había algo que Sun Wukong detestaba eran los peros. Significaban un límite, sujetarse a una condición, y por lo general implicaban esperar por algo. Y si había algo que él no tenía, era paciencia.

—Pero las obras de limpieza son complicadas, necesitamos voluntarios y pagarles a algunos trabajadores. Para eso hay que reunir dinero, armar el proyecto y...

—Bueno ¿y?

—Y podemos empezar quizás... el próximo mes señor —contestó Zhang Wa Mu cerrando los ojos y apretando los puños.

—¿¡Qué?! —chilló sumamente indignado el Rey Mono—. ¿Cómo que quizás?

—Estos proyectos de restauración suelen tomar años señor. No hay nada humanamente posible que se pueda hacer... Empezar en un mes es de hecho muy bueno.

—¿¡Y hasta entonces qué van a comer?! No, no, no, resolveré esto yo mismo, ¡ahora! —decidió.

La furia en sus ojos era tan amplia que quizás podría, en su indignación, destrozar por completo la ciudad que era culpable de tanto mugrero. De pronto la atmósfera hedió a peligro. Los monos, los simios, todos los presentes, empezaron a rugir, chillar y aullar.

—¡Señor! —dijo Fei Lao asustado—. Por favor, escúcheme... Mi compañero es un tonto y no sabe solucionar nada. Denos una semana para resolverlo, y si no logramos conseguir trescientos obreros, nosotros mismos pagaremos agua limpia y comida sana para usted y los suyos hasta que se inicie la limpieza.

Wukong gruñó y ambos se lanzaron al suelo con la frente pegada a las manos. Suplicando su inmensa paciencia. Paciencia de la cual él carecía totalmente.

Un chimpancé viejo de pelaje desgarbado se acercó a Sun Wukong y tomó su mano. El Rey Mono lo miró y el animal comenzó a hacerle señas explicando la seria discusión que había tenido el consejo de Sabios en su ausencia.

Sun Wukong se tranquilizó—. Bien —les dijo—. Una semana. Ni un día extra más, ¿está claro?

Fei Lao y Zhang Wa Mu salieron corriendo de allí. El Sabio mono de túnica verde y mirada de zorro astuto se alejó para llevar la noticia a los suyos. El chimpancé se fue con él. Pero una sombra prominente permaneció en la entrada.

—Uy... El maestro se enojará si ve que eres tan severo. ¿Por qué tienes sirvientes? Eso no es muy piadoso de tu parte... —dijo una exasperante voz que conocía demasiado.

Se volteó a mirarlo y se topó con su usual cara de tonto y su sonrisa lambiscona.

—¿Cerdo...?

Zhu Bajie.

—¡Sorpresa!

—¿Quién te dejó entrar? No espera... ¿qué haces en la Tierra de todas formas?

—Vengo a honrarte con mi bella presencia —le dijo él, dándose aires con altanería. Traía uno de esos elegantes atuendos de color pastel que tanto le gustaban y por supuesto un abanico a juego y un sombrero lleno de cuentas.

—Bajie... No es buen momento —se quejó el mono tratando de empujarlo para que se marchara.

—Oye, ¡qué alto estás! ¿qué te pasó chaparro? Ay..., y qué guapo... ¡No juegues! ¿Estás tratando de engañar a alguien?

—¡Esta es mi verdadera altura!

—¡No es cierto!, mides metro cuarenta cuando mucho. Yo te recuerdo enano como de un metro y con cara de troll...

—Era un hechizo, zoquete...

—Al menos ahora no tengo que agacharme para ver tu frente, aunque sigues siendo bastante bajito, ¿sabes? ¿Y la cara? No me digas que es la verdadera también, porque no es cierto.

—Quiero verte comer cobre derretido por quinientos años después de salir de un horno de fundición y de una sala de torturas, y entonces muéstrame como luces tú. De hecho, ya que ibas a reconstruírtela..., ¿no podías pedir una mejoría que fuera acorde a el resto de la edad y contextura de tu cuerpo?

—Óyeme, soy guapísimo. Ahora soy todo un éxito con las damas. Esta es mi verdadera esencia. Este es el Chu Bajie real que siempre fue.

—Seh, seguro que sí Wu Neng. Como digas... No es que te conozca desde antes o algo así... Ahora llévate tu verdadera esencia a otra parte.

—Ay mira quien habla...

—¡Largo! Vete. No te invité a venir.

—Vengo de visita, ¿y me echarás? El maestro quiso que viniera a ver como estabas.

—¿Te parece que estoy mal? ¡Ahora vete! Hoy no tengo tiempo para ti y tus tonterías. Vuelve en doscientos años y podré atenderte.

—Ah, estás viviendo de nuevo en tu caverna, rodeado de animales y sin ningún humano cerca salvo sirvientes. —Giró sobre sus talones, y rodeándolo evitó que lo arrastrara a la salida—. Dejaste tu palacio en las nubes y deambulas por la tierra de los hombres abandonando los preceptos que tanto te costó poner en práctica. El monje te extraña, y azul también... —observó sin que nadie se lo preguntase—. Estamos preocupados por ti Wukong.

—¿Sigues viéndolos? —cuestionó Sun Wukong, curioso por oír de amigos tan entrañables. Alguna vez había viajado al Oeste con cuatro compañeros. Llevaba siglos sin oír de ellos.

—Ya no tanto —dijo el hombre—. Limpiar altares es un trabajo muy ocupado —dijo sobándose la panza. Había engordado bastante, evidencia de que las ofrendas sobrantes se las comía como Wukong lo había previsto—. Hace mucho no veo a Sha Wujing, porque te estaba buscando a ti; harán unos, ¿qué?, ¿doscientos años? Pero el maestro Tang Sangzang siempre habla conmigo y me dijo que te enviara sus saludos cuando te encontrara. También Ao Lie dijo que algún día deberías visitarlo, que quiere que conozcas a su familia.

—¿A mí? ¿Y por qué Tripitaka te pidió que me busques?

—Para hacerte compañía. Es obvio que me necesitas para amigarte con todos por allá arriba y que permitan que regreses —dijo colgándose de su hombro—. Mira, esto de trabajar en las ofrendas es perfecto para codearse con todo tipo de deidades. Chang'E y yo ya somos buenos amigos, estamos en buenos términos ahora, así que puedo hablarle bien de ti para que te perdone. Y vengo a acompañarte en este largo viaje de peregrinación nuevo que estás haciendo, porque es más que obvio que es por mí que la vez anterior tardamos solo catorce años. En cambio, tú solo, por tu cuenta, llevas mil quinientos años aquí abajo comiendo tierra. Así que... ¿qué dices? ¿Es Tang Sangzang un genio o qué? ¿Verdad que soy un amigo increíble y necesitas mi ayuda?

—La verdad es que no. No solicité más estorbos de los que ya tengo...

—¡Perfecto! ¿Qué hay de comer, ah?

Bajie se invitó a sí mismo a almorzar, y por varias horas habló y engulló para después beber vino y repetir todo el proceso de nuevo. Bajie hablaba, comía, hablaba y bebía; siempre había sido igual. Wukong lo observaba tragar y tragar mientras se le hacía un nudo en el estómago como antaño. Pensó que hay cosas en la gente que nunca cambian. Características básicas que los hacen quienes son. Inmediatamente su mente se trasladó a Patrisha y se preguntó si siempre había sido una costumbre en ella llorar y reír al mismo tiempo, o si alguien le había dado algo de comer, pues él estaba enojado y se le había olvidado enviar alguna botana.

Entonces Bajie mencionó que la comida celestial sabía mucho mejor, aunque esta no dejaba de ser excelente. Wukong lo observó suspicaz hasta que entendió lo que en realidad estaba pasando.

—¿También te echaron, cierto? Quieres mi ayuda para regresar.

El cerdo sonrió con su rostro humano, nervioso por la pregunta. Era obvio que lo negaría, pero incorregible como era, seguramente alguna metida de pata se había mandado.

—Sabía que no podrías andar buscándome por doscientos años y que recién ahora se te ocurriría venir aquí... Ya no sabes qué hacer, ¿cierto? Ay Bajie... ¿Qué hiciste ahora?, ¡cabeza hueca!

—Ah... ¡no fue culpa mía! ¡¿Sí?! ¿Cómo iba a saber yo que esa dulzura no era parte de la ofrenda? Si hasta me sonrió.

—Ah... Tienes rostro humano ahora, pero por dentro sigues siendo un cerdo —le recriminó él—. ¿¡Y qué!? ¡¿Otra vez te metiste con una de las diosas?! ¿¡O es una mortal esta vez!?

—Hada.

—Hada. Claro. Tenía que ser una inmortal, ¡zopenco!

—Ella fue la que me besó primero... Las mujeres como ella siempre toman la iniciativa, es una chica de autoridad. De alta cuna. Tan talentosa. ¿Estoy viviendo un sueño, o una pesadilla? Cada segundo en la Tierra después de esa mujer, te aseguro que lo vale —dijo. Entonces se acabó un séptimo tazón de arroz—. No me arrepiento de nada. El Ying y el Yang están hechos para bailar juntos, ¿sabes? Lo antinatural es separarlos cuando claramente se pertenecen.

—¿Tú pertenecerle a alguien? No me hagas reír.

—Quién sabe... Podría sentar cabeza con ella, no me molestaría. —Y escupiendo arroz agregó—: Es preciosa, divertida, y cree que soy genial. Yo soy su príncipe azul, me lo decía todo el tiempo.

—¿Y quién era? —el hombre no contestó. Frunció los labios, miró hacia otro lado, siguió engullendo—. Bajie...

—Mira, ella me cortejó a mi primero, ¿eh?

—Chu Bajie... Habla.

—Era Zhinu, pero de verdad te aseguro que era ella la que me estaba coqueteando —se quejó él con la bocaza llena de comida.

—¿La hij...? ¡¿La hija del Emperador?! ¿Te volviste totalmente loco? —susurró Wukong.

—El amor nos vuelve locos a todos. ¡Ella está enamorada de mí Wukong! ¡Loca por mí!

—Imposible.

—Nos empezamos a hablar durante las ofrendas de la mañana del festival de primavera y de inmediato dije: ¡ésta es la chica! Siempre nos encontrábamos, éramos como amantes mariposa, en el linde de lo prohibido. Pero un día me pidió vernos en el huerto de duraznos la noche de luna llena... La vieja se nos apareció y arruinó todo...

Wukong se llevó la mano a la cara. Se fregó el rostro con toda la palma. Hasta podía imaginar el escándalo que se habría armado cuando Xi-Wang Mu los atrapó infraganti—. No aprendiste nada —le dijo.

—Claro que aprendí.

—¿¡Y qué aprendiste?! ¡dime! ¡Con suerte sigues con vida!

—A veces un iluminado como yo elige seguir su propio camino. Y yo elegí el amor.

—¡Siempre el tonto se las da por sabio y el insensato por iluminado! ¿Qué no está casada ya? ¡Tiene hijos! ¡Piensa un poco las cosas Cerdo! ¿¡Por qué te encanta tanto acarrear desgracia sobre las mujeres!?

—Es un amor... difícil —admitió rascándose la cabeza—. Me las arreglaré, tranquilo.

—Eres incorregible. Tiene literalmente siete hermanastras. Todas exactamente igual de bonitas. Y la señora Chang que es viuda, dices que ya te llevas bien con ella. ¿¡No podías elegir a cualquier otra inmortal que estuviera libre y que no fuera la princesa?!

—No elijes el amor, tonto. El amor te elige.

—¡Está casada! ¿¡Qué hay con Niulang?! ¿¡Él lo sabe?!

—¿Y tú qué? ¿cómo vas con eso del camino de regreso?

—Ash... Está... un poco... enredado... —admitió con vergüenza. Si su maestro lo viera correr tras una mortal como lo hacía, ¿qué pensaría de él? ¿Acaso estaba al mismo nivel que el idiota frente a sí? Se suponía que había abandonado cualquier anhelo o deseo, que ya no había ni ira ni imperfección en su cuerpo y mente, pero en este momento su espíritu estaba tan inquieto como el agua del arroyo azotado por la cascada. Imposible. No podría comer. No podía tragarse siquiera una uva. No podía porque no sabía deducir si estaba molesto, preocupado, asustado o abochornado por todo lo que le estaba sucediendo justo ahora.

—¿Oye no quieres eso? —dijo el Cerdo al notar su falta de apetito—. ¿Estás bien?

—Desayuné pesado.

Wukong apartó el plato y dejó que se lo tragara. Un barril sin fondo como lo era Bajie necesitaría más, o se descontrolaría. Tendría que apartarlo de los almacenes o acabaría con la poca comida sana que quedaba.

—Sabes, si yo fuera tú aceptaría el castigo de buena gana, digo ¿qué no siempre es la mujer más bella del mundo? ¡¿Qué tipo de castigo es ese?! Yo digo que más bien te dieron vacaciones obligadas en el paraíso.

—La belleza no lo es todo, ¿sabes? Eso dices porque no sabes lo que es soportarla... o mantenerla viva...

—¿Y tú sí? ¿Entonces sí intentaste tratar con ella?

—No exactamente. De todas maneras... ¿para qué querría yo una mujer? No me hace falta.

—¿Quieres la explicación corta o la larga?

—Mis días de tontear con las mujeres de la tierra se acabaron hace muchos siglos, Bajie. Hace tantos que ya ni los recuerdo. Quizás cuando era un rey joven reconozco que... bueno... En la senda de la luz no hay lugar para esas cosas. Ahora lo común a los mortales carece de importancia para mí.

—De acuerdo, entiendo eso. Y, ¿qué hay de las cosas importantes de la vida? Tú sabes... las intangibles. No quieres una pareja, ajá, pero ¿no te aburres de no tener compañía? ¿No te sientes solo o demasiado... aislado aquí?

—Tengo compañía. Más de la que quiero a veces...

—Hablo de personas. No monos. O de turistas a los que ni les hablas. Ni súbditos. Una amiga por lo menos te vendría bien. Una linda. Había escuchado que la tenías contigo, ¿no funcionó o...?

—Me gusta mi tranquilidad —negó de plano. No era de tener muchos amigos íntimos, y la única mujer en la lista había sido... ella.

Se oyó una carcajada fuerte y ligera como el vuelo de un gorrión. A la vez, un cascabel hizo un mágico sonido en el centro de su pecho y provocó una punzada en su corazón. Tanto él como el cerdo voltearon buscándola.

—¿Qué fue eso?

—Una... urraca. Es época de migración.

—Ajá... ¿de casualidad, la chica anda por aquí? ¿Cuándo podré conocer a tu amorcito?

—Espero que nunca, no sé quién sea ni donde en el mundo esté. Y si fueras yo no querrías saberlo. Es más, si yo fuera tú no querría saberlo tampoco. Créeme.

—¿No se supone que es tu destino encontrarla? Debería ser fácil saber... —Seguía mirando en esa dirección y Wukong se puso a buscar con qué distraerlo.

—¿Cuándo has visto que yo me apegue al destino? Me desharé de ella. ¡¿Quién quiere encontrarla?! Es un imán para las desgracias. Oye, ¿quieres postre amigo Bajie?

—¿Postre? —dijo interesado.

Bingo.

—Sí, postre. Tenemos ambrosía, pasta de frijol dulce, mochi, tarta de durazno, tú pide. Luang Xiaolian es excelente cocinera. Hasta hace una exquisita crema de leche.

—¿O sea que la chica sí está aquí?

—Ese es el nombre de la orangután, zopenco.

—Y... no es ella, ¿verdad?

—¿Eres idiota?

—Es una pregunta válida.

—De verdad que no has cambiado para nada.

La monita se paseaba poniendo y sacando platos. Era una criatura que unía la parsimonia del caminar y la destreza para servir como si estas fuesen la misma cosa. Tenía en la cabeza ornamentos de flores amarillas que caían en cascada y un vestido con adornos de flores de loto bien bordadas. Los miraba con cara de asco, como si estuviese permanentemente harta de escuchar tonterías, pero era verdad que cocinaba exquisito.

Bajie se distrajo pensando en qué manjar dulce se serviría primero; entonces volvió a oírse otra risa estridente. Wukong cerró los ojos viendo venir el desastre.

—¿Está aquí o no?

—Nop.

Y otra carcajada.

—Reconocería ese sonido en donde fuera, mentiroso —dijo el Cerdo yendo inmediatamente hacia allá, dejando atrás solo platos sucios. Y olfateando el aire agregó—: Perfume...

«Abrazar la paz... lo mismo que al dolor, al amor lo mismo que al... odio, al rencor lo mismo que a la tranquilidad de espíritu y transformar todo en...»

—Uh... ¿qué tenemos aquí? —oyó.

Sun Wukong echó la cabeza hacia atrás bufando y maldiciendo de nuevo. Fue tras él para detenerlo antes de que hiciera algo que ameritara dejarlo inconsciente.

Tras un largo corredor había un pasillo, y al final de este un hueco, una gruta llena de plantas selváticas humedecidas por el arroyo que crecía de la naciente. Allí, cientos de crías revoltosas y felices jugaban y corrían por todos lados, bebían del agua pura más pura que quedaba en la tierra, y se acicalaban entre ellos como les habían enseñado sus madres. En medio de todo ese escándalo, Path miraba el paisaje del valle que se extendía a la distancia. Desde ahí no se veía la ciudad y pensaba que en cuatro días su vida había cambiado demasiado. Unos colobos pequeños traían frutitas, flores y palitos para que la chica los acariciara como recompensa. Exigían mimos aferrándose a sus dedos. Un gibón de mejillas blancas retozaba tranquilo sobre sus piernas y un macaco adolescente jugaba con su cabello mientras que la mona sabia de pelaje dorado la acicalaba y peinaba tratando de reparar el desastre de su pelo...

Sun Wukong y Zhu Bajie se quedaron mirándola con asombro. Estaba despeinada y con el pelo mojado; tenía los pies descalzos en el agua; y traía la ropa de Wukong puesta, aunque se notaba bastante que la camisa le quedaba muy grande y los pantalones muy ajustados. Seguía riendo y jugando con los cachorros sin notar su presencia. Les cantaba algo sobre monos que bailaban. Y se veía tan linda cuidando de las crías que era difícil no entender el rostro de Sun Wukong cuando la miraba.

Bajie se percató de inmediato de lo que estaba pasando, y con sorna se quedó viendo la expresión desesperada de su odioso compañero, al que creía inmune a estas cosas. Jamás podría haber imaginado que Sun Wukong manifestaría una sola emoción que no fuera la de una bestia hosca y enojona.

—Fi, fai, fo oh jo-jo... —Se rio de forma inquietante—. Una pelirroja... ¿Dónde la encontraste? Dime.

—Florida...

—¿Está usando tu ropa? —dijo burlón.

Sun Wukong se volteó a verlo y automáticamente se enfadó, porque conocía esa expresión en su cara.

—Tuvo que huir de casa. No seas un...

—Ah, pero con reaccionar así lo admites...

—Solo es temporal.

—¡¿Entonces vive contigo?! ¿Tenemos una nueva reina? —susurró el Cerdo— ¿Esta es la renombrada Tao Siu Ling por la que abandonaste el cielo? Ya veo por qué de pronto te preocupas por ser alto y guapo, cabezón, hay que estar a la altura de una cosa tan linda como esta... Ah... ¡y además huele tan bien! Como a flores y frutas de durazno, lo cual es irónico ¿no crees? Se siente hasta aquí, apuesto a que quedará todo impregnado en tu ropa, ¿no?

—¿Puedes parar de decir idioteces? ¿Qué harás si te escucha? —contestó el Rey Mono cortando el contacto visual con él, pero su mirada volvió a Patrisha y al enorme problema que tenía con ella.

—Pero no tiene cara de Luang Xiaolian. ¿Habla en inglés?, ¿no?

—Ash... No lo sé, yo le hablo en inglés. A veces dice cosas que directamente no entiendo en como tres idiomas diferentes. Sobre todo, cuando está enojada. Es más gruñona y terca que un garañón.

—Odiosa, lista, y colorada... ¿Sabes lo difícil que es conocer una pelirroja en China?

—¿Y su cabello es más importante que su pésima actitud porque...?

—Siempre quise ver una de estas, pero no me gustan los aviones, y viajar en nube últimamente me está costando.

—Eso es porque tragas como bestia.

—No he visto criatura igual en la tierra. Es tan hermosa como Man Tang-Chiao. Quizás más. ¡Diāochán! ¡Es tan linda como Diāochán!

—¿Quién? —Sun Wukong lo miró entre extrañado y fastidiado por su idiotez. Pero luego regresó su vista hacia la mujer—. No. Olvídalo. No quiero saber.

—Tsk... aunque te lo dijera no entenderías —Se quejó Bajie. Hablar de mujeres con Wukong era conversar con una piedra. Literalmente—. ¿Cómo puede ser tan hermosa estando despeinada y usando ropa de hombre? Es bellísima. ¡Qué suerte tienes!

—Ah... No es para tanto —se quejó fastidiado. Mentira. Él también consideraba que era parcialmente bonita y le constaba. Había dicho que no, que de hecho le parecía extraña, pero la recordaba riendo y bebiendo jugo de mango con los labios pintados de rojo cada veinte o treinta minutos. Eso significaba que en cierta forma sí le afectaba, ¿verdad? ¿Y no era en ese caso mejor arrancarse los ojos o morir? ¿No debía un monje evitarse las ambiciones comunes a los hombres para alcanzar la inmortalidad? ¿No debían los dioses evitar la vergüenza y alejarse de los humanos?

«Podría arrancarme los ojos. Realmente no sería tan difícil» pensó de pronto. Y acercó su mano a la cara. Sus garras eran lo suficientemente filosas...

—Wukong, sí es linda. Está muy linda de hecho. Tú no sabes nada de mujeres porque nunca te interesan, pero esta es un primor. Es cierto que es la cosa más linda de la tierra entera.

—Pues es su única cualidad atrayente. El encanto se le pasa cuando abre la boca y empieza a quejarse.

—Un digno rival. Encontraste una dispuesta a pelear contigo. ¡Entonces esta es la razón por la cual reniegas de tu camino! Bien por ti.

—Yo no reniego nada —negó molesto. Esta tortura era peor que toda otra. Prefería mil veces que lo encerraran de nuevo en el horno de Lao-Tsé que pasar esta vergüenza—. Chang'E me tendió una trampa. ¿Recuerdas la horrible corona correctiva que me hicieron usar?

—¿La diadema que te puso el maestro?

—Esto es básicamente lo mismo. Estoy atado a ella. Esa mujer es una maldición.

—Quisiera volver a estar maldito...

—Pues yo no. Solo quiero resolver esto y regresar a casa —dijo dispuesto a irse y escapar de tal bochorno.

—Pues si tú no quieres... —El Cerdo se peinó un poco el cabello y aligeró un—: Hola... belleza... —En un sorprendente despliegue de conocimiento del inglés.

Pero Wukong lo cazó del cinturón—. Ponle una pezuña encima, y estarás muerto.

Soy un inmortal —dijo él despreocupado.

No por mucho.

Ah, no seas así, solo quiero conocerla...

Estoy seguro de que ella no quiere conocerte.

—Pero si dijiste que no la querías.

No cambia el hecho de que me pertenece.

Sí sabes lo que acabas de decir, ¿no?

¿Crees que puedas seguir burlándote cuando ya no tengas dientes?

Probablemente sí pueda...

Entonces también te arrancaré la lengua.

—¿Quién es? —contestó Path viéndolos a ambos con curiosidad. No entendía nada de chino, por suerte para Sun Wukong. El problema era que, según parece, Bajie sí podría comunicarse con ella más de lo que el rey consideraba conveniente.

—Ash... Path, él es Zhu Bajie. Y es un idiota. No le hables mucho —dijo él soltándolo.

—¿Me llamaste idiota?

—Si tienes que preguntar es obvio que es cierto —contestó el mono.

—¿Quieres que te golpee?, ¿¡eso quieres chaparro!?

—Atrévete y te haré Tang Cu. Estoy seguro de que jamás probaste a qué sabe el Ruyiyingubang —amenazó ya enseñando su barra de hierro.

—¡Quita eso de mi cara, psicópata! ¡No puedes andar por ahí apuntando a la gente con esa cosa! ¡Es peligroso!

Path rio. No estaba segura de por qué presentía que en el fondo eran buenos amigos—. ¿Baji-e? —dijo pensándolo más.

—Que lindo le suena mi nombre... —soñó el Cerdo.

—Seh, eso dije —contestó el Mono mirando con desagrado el paisaje circundante—. Path... ¿comiste algo?

—¿Te importa?

—No. —Le era fácil ser quisquilloso y bruto con los demás para alejarlos. Si no lo hacía con ella tendría un problema grave—. Es que me había olvidado de que existías. Pero creo que, si los humanos no comen, se mueren...

—Conveniente para todos...

—Quizás la siguiente tú no sea tan insufrible.

Bajie los miraba absorto. Sonrió.

—Al menos no seré yo la que te aguante.

—Pff... Mira, criatura fea y tonta, tienes el privilegio de que no pueda hacerte nada. No abuses de eso.

La mujer gruñó, pero decidió no seguir con el asunto pues se había prometido no pelear con él—. ¿Este es Baji-e el Cerdo, tu compañero? ¿El del libro? ¿Del Viaje al Oeste? —preguntó en cambio—. Wu Neng ¿no?

—Entonces me conoces —contestó el porco con ánimos renovados. Caminó hacia ella empujando a Wukong y le tomó la mano con galantería—. Siempre es bueno conocer a una admiradora... Yo también he oído de ti. Quisiera que sepas, que siempre he amado los duraznos.

—¿Eh?

—No pelees con este tonto, reina mía. Hóuwáng no sabe tratar con mujeres. En cambio, yo...

—Ya basta. Suficiente —gruñó el mono jalándolo del arete de la oreja pese a los lloriqueos del hombre—. Ya la conociste. Ahora largo —demandó empujándolo con violencia. De una patada lo sacó afuera—. ¡Y te vas de mi montaña!

Path volvió a reír y Sun Wukong se quedó viéndola por unos segundos. ¿Por qué se reía y lloraba por todo? ¿Por qué hablaba tanto y después callaba por tantas horas? ¿Por qué no decidía si estaría enojada o no de una vez? Sin duda las mujeres eran complicadas, por eso jamás le había interesado lidiar con ellas.

La mujer de cabello ondulante rompió el contacto visual y volvió a centrar su mente en los árboles lejanos. Wukong resopló al ver que lo ignoraba, pero hizo lo mismo; por alguna razón acabó sentándose a su lado. Ambos creían que el otro estaba molesto, pero no sabían si seguían enojados en realidad. Toda la situación era estúpida. Ninguno de los dos parecía saber cómo disculparse por algo o mantener la paz, y ninguno quería dejar de lado las malas actitudes de su difícil carácter, pues era cuestión de orgullo. Y mientras Path pensaba que tenía que intentar tener alguna especie de tregua con él, Wukong seguía diciéndose a sí mismo que no debía encariñarse con ella, que era una suerte que fuese un fastidio, que tenía un plan que seguir.

Wukong la miró, repitiéndose vez tras vez que ella era un mero objeto. Path lo vigilaba, recordándose que "Sam" era una pantomima, que estaba loco y era muy inestable; que tenía que cuidarse de él tanto como le fuera posible. Él había dicho que se habían arruinado la vida entre los dos, que esta atadura era un desastre, que él estaba maldito y ella tenía la mala suerte echada encima. Pero no le había explicado todo, ella lo sabía; y Wukong sabía que sospechaba que hubiese mucho más. Por eso permanecieron así, absortos el uno en el otro por un tiempo incómodamente largo.

Cuando Bajie quiso volver a la gruta para ponerse en medio, el Rey Mono lanzó hacia atrás su báculo dorado y este dio contra una saliente de roca con tanta precisión que un trozo de la cueva derribó al cerdo dejándolo inconsciente en la entrada.

—No se irá —se dijo a sí mismo—. Al menos no nos molestará por unas cuantas horas —agregó sonriendo con satisfacción. Golpear a Bajie era terapéutico, como siempre. El báculo volvió a él como el mjölnir a las manos de Thor y al verlo, Path concluyó que él era el único dueño que esa cosa reconocía. También dedujo que no había nada nuevo u original que Sun Wukong no hubiese intentado ya y se preguntó qué tantas leyendas nacían de sus andadas—. ¿De veras no vas a almorzar algo?

—No tengo hambre.

—Sí... Tampoco yo...

La mona anciana le hizo una seña a la chimpancé para que esta se marchara. Ambas sonrieron. Entonces solo la monita dorada se quedó allí con ellos, peinando el cabello de la chica sin molestar para nada ni entrometerse.

—Necesito uno como este para volver por mi barrio en las noches —Agregó entonces Path, mirando el bastón de oro, tratando de hallar un tema de conversación que quitara el incómodo silencio.

—¿Mi báculo? —la chica asintió. El rey sonrió y contestó—: Su nombre es Ru Yi Yingu Bang, y hemos sido compañeros por largo largo tiempo.

—Pesa ocho mil cien kilogramos y fue usado para dibujar el puente de la vía láctea. Controlaba las mareas del palacio del dragón del este hasta que tú se lo robaste —contestó ella sonriendo—. ¿Es verdad?

—Trece mil quinientos li. ¿Estamos ante una experta? —Arqueó una ceja.

—¿Entonces sí lo robaste? —contestó imitando sus gestos.

—Yo diría que... lo tomé porque era legítimamente mío.

—Con razón ese huachinango te odia tanto...

Ambos sonrieron, y el rey mono decidió que era su turno de intentar iniciar una conversación—. ¿Cómo es que sabes todo eso?

—Hay muchas leyendas escritas. Escuché también que tus enemigos evitan siquiera tocarlo por si acaso, y que pelear contigo es prácticamente esforzarse por esquivar el ataque. Que un solo golpe es suficiente. ¿Es cierto?

Pero Wukong, quien cargaba con muchos crímenes y pecados desde antes de ser proclamado un "héroe", no quiso contestar. Más bien, como acostumbraba, decidió cambiar de tema de la manera más irritante que le fuera posible—: Estoy empezando a pensar que estás un poco obsesionada con...

—Hice mi tarea para dibujarlo —Se defendió ella de inmediato.

—Había muchos libros sobre mí en tu casa —sugirió.

—Aunque creo que el diseño no quedó igual de bonito...

—Y dibujos en tus paredes.

—El tallado es diferente...

—Y me estás ignorando a propósito.

—"Ruyi Yingu Bang" —insistió ella adrede, procurando no reír—. Es realmente hermoso.

El báculo cantó y vibró ante el elogio.

—Creo que le agradas —contestó Wukong sonriendo—. Si él te deja, podrás sostenerlo fácilmente.

—¿Enserio?

—Ligero como una pluma —Enseñó él levantándolo sobre la punta de un dedo. Y Path rio otra vez. Su risa era como el agua de la naciente: afloraba sin necesidad de hacer mucho esfuerzo. Lo puso parado en el suelo y la instó a intentar. Path trató de moverlo, pero no fue capaz siquiera de hacerlo caer de su posición—. Es un poco tímido y caprichoso. Aún no te tiene confianza —explicó él. Entonces lo tomó en la mano y lo redujo al tamaño de una fina aguja que podía guardar en su oreja.

Path rio otra vez, pero se instauró un nuevo silencio—. Lo siento —dijo al fin—. Por enfadarme contigo. Sé que la situación en la que estamos también escapa a tu control. Solo...

—Tienes miedo.

—Sí. Bastante.

—Lo sé. También... también lo siento. No es culpa tuya... Soy muy bueno arruinando cosas, no solucionándolas.

—Yo igual. Créeme... Si acaso tienes más problemas que yo, es solo porque tuviste más tiempo para meterte en ellos... Cuando dijiste que mi vida ya era un desastre desde antes... tenías razón. No hubo mucho que arruinar.

—Y a todo esto, ¿qué edad tienes...?

— Veintiocho.

—¿¡Tanto?! Juraría que luces más joven.

—¿Por qué? Oye, ¿tú no tienes como tres mil o no sé cuantos miles de años...?

—Ya, pero no es normal que un humano tan viejo no tenga cónyuge o hijos.

—¡Oye! —Se molestó ella—. Tú tampoco tienes, ¿qué tanto hablas?

—En primer lugar, a lo largo de mi vida he entrenado discípulos que son como hijos para mí. Y a la segunda, yo soy inmortal. Tengo todo el tiempo del mundo para hacer lo que yo quiera.

—Quizás yo también...

—¿Lo dices en serio?

—Pues no sé... ¿Jugar con el mercurio de los termómetros, no cuenta cómo inmortalidad? —Se burló ella.

—No, no creo —contestó él tomándoselo muy en serio—. A menos que te lo metas a la boca...

La chica soltó una carcajada.

—No creo que sea buena idea Sun Wukong...

—Wukong está bien. Solo así.

—Wukong entonces... ¿Puedo decirte Kongo?

—Pero claro que no.

—¿Qué tal Hóuwáng? Oí que tu amigo te llamó así.

—Supongo que no me molesta...

—¿Y qué significa?

Siguieron charlando solos; el Cerdo quedó allí tirado unos tres cuartos de hora más. La nana hacía gestos en silencio y sonreía. Y mientras Zhang Wa Mu y Fei Lao andaban corriendo como locos tratando de salvar la montaña, Mochi, el gato, sin moverse de su misma posición en la cama del cuarto del rey, dormía.

Detalle: Chu Bajie

(Abajo) Canción Vasca "Negua Joan da ta" que Path tararea.

https://youtu.be/Ok-Wy212Gak

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro