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8-El hilo rojo del Destino

"El hombre ha encadenado y puesto grilletes al espíritu, pero se ha visto totalmente indefenso ante el amor, y es que el amor tiene el mágico poder de hacer rey a un vagabundo" (Emma Goldman).


Hay una explicación por la cual un animal puede viajar tranquilamente en las nubes siguiendo los métodos adecuados. Todos saben que los animales no se deben a los deseos egoístas de los seres humanos, sino que siguen instintos que los tienen sujetos a la armonía con la naturaleza. De todos estos, los gatos poseen un encanto especial y fino para andar con ligereza y un talento innato para contemplar el vacío. Elegantes y tranquilos, su único pecado es su gran pereza que los hace propensos a llegar tarde, por eso los gatos no tienen su propia constelación en las estrellas. Pero en todas las demás cosas que tienen que ver con la virtud pueden tomarse los gatos como ejemplos a seguir.

Pero Mochi era otra cosa. Él jugaba feliz en la nube, ajeno a lo extraña que en realidad era la situación. No había contemplaciones tranquilas para él, pues era un alma inquieta y traviesa cuyo único fin era divertirse y satisfacer su curiosidad galopante. Era un cachorro Siamés gordo y peludo que escarbaba y mordía feliz la sustancia gaseosa que se deshacía en su boca dejando solamente agua. Excavó y rasgó tanto que hizo un hueco y cayó al vacío. Harto, porque ya era la cuarta vez, Sun Wukong lo levantó de nuevo levitándolo.

—¡Mira que si no te quedas quieto te transformaré en un ratón! —Y esta vez hizo una jaula para el animal con una base de la tela de lo que alguna vez había sido una bonita camisa blanca.

Tomó de la mochila de Path la túnica, la única prenda que le quedaba, y se la cruzó al cuerpo. Con eso y los pantalones bastaría, se dijo. Que de todas maneras siempre había sido tan guapo que cualquier cosa le quedaba bien; y que, en caso de que no fuera guapo ya, le daba absolutamente igual. La prenda, sin embargo, tenía un aroma dulzón extraño como a flores y frutas, uno que no había sentido antes. Observó a la mujer en silencio y comprendió que era su perfume.

Path despertó con la espectacular vista de cientos de nubes a su alrededor y un fuerte viento que marcaba la velocidad a la que viajaban. Vio a su gato durmiendo plácidamente en la cucha improvisada de nubes y tela, vio al Rey Mono sentado adelante, vio hacia abajo la extensión de un mar azul gigantesco... Y comenzó a gritar de nuevo.

Aferrada a sus rodillas en posición fetal, siguió llorando hasta que el Rey Mono se fastidió y le dijo—. Path. Pareces loca. Ya cállate.

—¡Ya te creo! ¡Esto es real! Por favor, por favor, por favor, bájame ya... —dijo ella escondiendo el rostro en la superficie esponjada.

—No lo hago por eso, tuvimos que huir y ¿no me creías antes?

—¡Estoy en una nube!

—Lo sé...

—¡¿Por qué no me caigo si estoy en una nube?! —gritó histérica de nuevo.

—Porque yo te sostengo aquí...

—¡¿Y si ya no lo haces?!

—No dejaré de hacerlo...

—¡¿Y si te distraes?!

—No me voy a distraer, lo prometo... —Era la criatura más fastidiosa y llorona que había visto en la tierra. Más que el monje, más que ese niño que lo volvió loco una semana, más que cualquiera.

—¡¿Y cómo sé que es cierto?! —demandó saber.

—¿Me estás llamando mentiroso? —se molestó el rey.

—¡Acabo de verte asesinar a alguien! ¡No esperarás que te crea de confianza! —gritó. Recordó que él le había hecho optar entre una muerte violenta y una pacífica, y aunque lo consideraba un héroe, o al menos eso decían los libros, también era cierto que en su mundo ella era una especie de botana.

—Supongo que una persona de confianza hubiese dejado que esa cosa te coma, ¿no? ¡No voy a dejar que otro humano de alta moral me diga qué hacer! Mi mundo, mis reglas.

—¿¡Y por qué esa cosa también quiere comerme?! ¿¡Por qué!?

—Ah ¡mira tú...! «Mocosa malagradecida» Patty... Escucha. Me estás fastidiando. Tengo los oídos muy sensibles, y te agradecería que no...

Y Patrisha gritó y lloriqueó de nuevo cuando una bandada de aves migratorias casi la tira de la nube.

—Que no grites... me duele la cabeza ya. ¡No grites! ¡Mira a tu gato! ¡¿Crees que si estuviéramos en peligro estaría tan tranquilo?!

Mochi ahora dormía panza arriba.

—¡¿No?!

—¡Relájate! Necesito pensar...

—Perdón... Lo siento, perdón —Patrisha trató de obedecer, trató de respirar tranquila, trató de serenarse. Tomó grandes bocanadas de aire mirando siempre hacia el frente. Le temblaban las manos. Le temblaban las piernas—. ¿Qué era esa cosa? —preguntó aun sintiendo el corazón latir enloquecido—. Esa ave negra. Ella era una mujer. Yo la vi.

—Era una vieja conocida...

—La mujer serpiente y ahora ese... pavo real del inframundo ¿Acaso me van a perseguir y tratar de matar todas tus conocidas?

—No podría culparlas —dijo él, altanero—. Ao Kuang será un cerebro de camarón, pero sabe tratar con mujeres enojadas.

—Ya veo... Enojadas contigo. ¿Cuántas más hay?

—Seguramente cientos. —El Rey Mono cruzó los brazos tras la cabeza y se acomodó en la nube, listo para presumir—. Lo cual... Ahora que lo pienso, no es tan bueno...

—Con que sí, ya veo —se quejó Path—. De modo que eres uno de esos... —farfulló. Le temblaban las manos, temblaban mucho. No había manera de detenerlas. Se fregó el rostro. Comenzó a morderse las uñas—. La mataste...

—Renacerá.

—¡Aun así sigue siendo horrible!

—¿Preferías que la dejara apuñalarte?

—¿No...?

—Eso pensé.

—Dime la verdad, ¿qué quieren conmigo?

—No sé...

—Dijiste que "esta vez sería diferente porque ese dragón viene tras de mí" y que tú "necesitabas que resolviéramos esto". ¿Por qué me conoces? ¿Qué quieren de mí?

—Path... ¿Por qué asumes que es contigo que...?

—No es conmigo. Es contigo. ¿Por qué tengo algo que ver contigo y por qué me persiguen por tu culpa? Y ¿sabes qué? ¡Sí es conmigo también! ¿¡Por qué todos tus conocidos quieren matarme?!

—Así que lo sabes ya... —Sonrió cansado y miró al frente—. Que lista. Bien. Entiendo. Querrás explicaciones, es obvio...

La mujer, aun temblando, gateó en la nube y se acercó a él—. Te dije que ya no me mientas más. ¿Qué está pasando?

Sun Wukong recitó la frase que solo él conocía, pero esta vez pasó dos dedos sobre el rostro de la mujer. Desde la frente, sobre los ojos hasta la barbilla. Path sintió que el mundo brillaba, que veía cientos de cositas flotar en el aire, que todo encandilaba. Y gritó de nuevo.

—¿¡Qué dijimos de eso!? ¡Que ya no grites mujer!

—¡¿Qué estoy viendo?!, ¡¿qué me hiciste?!

—Es la energía. ¿La puedes ver ahora? Esto es qi.

—¡¿Y tú ves así todo el tiempo?!

—No, qué ridículo, eso sería muy molesto.

—¿¡Y por qué brillas!?

—No brillo.

—Sí lo haces. Brillas mucho.

—Es qi. ¿Ya? Soy el ser viviente con más qi que podrás ver en tu vida entera. Deléitate... No pidas tantas explicaciones y solo mira tu mano izquierda, ¿quieres? —demandó.

La mujer obedeció, temblequeando como lo había estado haciendo desde la noche anterior, y encontró en su meñique un hilo rojo, anudado con fuerzas. Lo agarró y deslizó los dedos por él. Lo zamarreó en el aire con curiosidad, oyendo que cascabeleaba. Lo zarandeó con más brusquedad intentando quitarlo, dándose cuenta de que no era un hilo común y corriente, sino uno parcialmente intangible—. ¿Qué? ¿Cuándo...? ¿Por qué no se sale? —entonces comenzó a morderlo y tratar de desatar la cuerdecita.

—Ni lo intentes. No hay cosa en la tierra o en el cielo que pueda cortarlo.

—¿Qué... es esto? —dijo ella con los ojos bien abiertos, aterrada porque ya sabía la respuesta. La historia del hilo rojo era la historia china más popular y cursi, todos por facetagram andaban fastidiando con eso; hubo un tiempo en el que hasta había estado de moda sacarse fotos con un cordón al dedo... Cosas incómodas y ridículas de internet... Levantó el cordel y lo estiró con ambas manos, buscando el otro extremo. Al hacerlo, levantó el brazo izquierdo de Sun Wukong quien sonrió de mala gana.

—¿Es? —Gimoteó, tratando de controlarse. ¿Con él? ¿De verdad? —Pero tú no eres...

—¿Humano? Pues tú tampoco eres una bodhisattva, ¿sabes? —contestó él con recelo—. Es lo que hay. Tampoco me agrada. ¿O acaso crees que no me hubiese gustado en tu lugar una ninfa?

Los ojos se le llenaron de lágrimas, y no era porque estuviese feliz. Acababa de descubrir que estaba atada a un guerrero legendario de quien sabe cuántos siglos de antigüedad y que por culpa suya había perdido su departamento, su trabajo y su vida. Haló del hilo con fuerza, haciendo caras de asco y horror, porque Patrisha consideraba que cualquier tipo de relación era un compromiso demasiado grande y nunca dejaba que nada, salvo su gato, fuera una cosa permanente en su vida.

—¿Vas a llorar de nuevo, cierto?

—No... —dijo gimiendo y sorbiendo por la nariz.

—Llora si quieres. Yo ya lo hice...

Y Path, con el permiso concedido, dejó correr las lágrimas con amargura.

Seh, seh —se quejó él palmeando su espalda—. Es horrible. Lo sé... —Y la mujer se echó a llorar sobre él de nuevo.

—De verdad que odio los lloriqueos...

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