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22-Ingredientes Necesarios (2)

—No entiendo, ¿cuál es el propósito de hacerte un retrato en vivo si tengo que adelgazarte la panza? —se quejó la mujer.

—Ah, ¡por favor! Todos lo hacen duraznito, no te hagas la inocente —contestó el dragón dejando de posar.

Path sonrió burlándose, pero continuó con su minuciosa labor. No tenía nada más que hacer ni había forma de escaparse; el dragón estaba a su lado día y noche cual feroz centinela. ¡Qué extraño era estar en ese lugar! Era un perfecto hueco del mundo, un redondel donde ya no importaba si era de día o de noche, si yacía bajo el mar o en la cima de los cielos, donde no tenía hambre, ni sed, ni sueño, donde la acuosa atmósfera no la ahogaba ni tampoco la dejaba respirar con soltura. Todo allí irradiaba luz, todo allí refulgía como un permanente amanecer verdoso, y los peces de aguas profundas dibujaban sus sombras sobre ella. Desde el lecho marino, envidiosa, los miraba ser libres; así como miran las aves que no vuelan a las nubes. Había perdido la noción del tiempo, tampoco había vuelto a ver a Emily desde que se la habían llevado cautiva.

—¿Y por qué me llamas así? "Duraznito"; siento que vuelvo a estar en secundaria. Esto puede considerarse bulling. Tengo nombre, ¿sabes?

—No eres digna de que recuerde tu nombre, preciosa. Yo solo sé que eres la semilla de durazno que buscaba.

—Patrisha, ya que pregunta. Es un placer. Por culpa de usted la mitad de los fenómenos que conozco me dice así, es muy humillante —contestó sarcástica—. ¿Podría al menos decirme para qué era que me buscaba tanto?

—Los asuntos de los inmortales no les incumben a los humanos.

—De acuerdo, no me diga... no es como que me deba importar lo que pase conmigo. Entonces hablemos de otra cosa. Dígame, señor dragón, ¿usted es dueño de todo el océano o solo de esta mitad?

—¿Señor dragón? ¿A qué viene tanta charlatanería casual? ¿Con semejante título te refieres a mí? Humana insolente, esa no es manera de dirigirse a un rey. Solo calla y sigue pintando. Tienes hasta esta noche para terminar.

—Ya veo, seguro el Señor Dragón es su abuelo. No crea que se ve viejo, simplemente no sé qué es exactamente usted. Perdón si le parezco ignorante...

Ao Kwan elevó una ceja, calló tratando de ignorar su desfachatez y su falta de modales; total luego la mataría. Volvió a posar. Era muy muy importante para él que este retrato fuera glorioso y la Semilla de la Inmortalidad ya había demostrado tener manos muy hábiles para el arte y la pintura. Lo exhibiría con orgullo cuando se autoproclamara rey del mundo.

—Pero si no es el señor dragón, ¿entonces qué tipo de serpiente marina es usted...? ¿Es lo mismo que el kraken, o que el leviatán? Digo, ya que es el "Dragón del Este", ¿qué significa eso? Digo, ¿hasta a dónde cubre exactamente "el Este" del que hablan? El este de China, el este del mundo, ¿qué es este "Este"?

—¡Yo soy el Gran dios-rey Dragón del Este, dueño de todas las aguas del mundo! ¡No existe mar, río o laguna que no deba tributo u honra a mí! ¡No te atrevas, humana maldita, a insultarme de esta manera! ¡Mis hermanos del oeste, el sur y el norte todos responden ante mí!

—Ya veo, el negocio del agua es algo familiar para ustedes... ¿Y el agua que se bebe?

—¡Por supuesto es mía también! Cada iceberg y cada gota de lluvia. —Volvió a posar. Algo había descubierto Path de todos estos seres mitológicos tan extraños: tenían el ego muy frágil...

—¡Todas las aguas del mundo! ¡qué increíble! O sea, es dueño del setenta por ciento del planeta... ¿También la embotellada...? —El dragón gruñó, su ira hacía retemblar sus escamas—. ¿Qué me dice del agua destilada?

—¡Ya cállate y termina esa pintura de una buena vez!

Path fingió asustarse, rápidamente tomó el pincel y continuó. La verdad, por dentro estaba divirtiéndose. No sabía si Sun Wukong vendría por ella en realidad, pero tenía que creer que era así. Trataría de estirar el tiempo todo lo que se pudiera.

Mientras tanto, Emily recorría al trote los pasillos del calabozo siguiendo a los pólipos gemelos. Las celdas estaban en su mayor parte vacías y fue fácil dar con el juego de llaves que necesitaba para acceder a la cámara del tesoro que se encontraba en ese edificio.

Era un espacio circular, igual de redondeado que el resto de ese complejo. Sin embargo, estaba casi vacío; no parecía que hubiera nada de valor allí—. ¿Seguros de que esta es la cámara del tesoro? ¿Oigan?

Entonces se dio cuenta de que estaba sola. El par de anémonas cerró la puerta con fuerzas y se escuchó el ruido del cerrojo. Aunque Emily comenzó a gritar y quejarse, las temerosas criaturas se disculparon alegando que tenían que obedecer a su señor y se marcharon nadando a toda velocidad.

Al ver que nadie la ayudaría y que no podría salir de allí por el momento, se puso a husmear entre las cosas allí guardadas. Más que un lugar donde se esconderían joyas y oro, era un depósito con algunos muebles viejos cubiertos por salitre y escasa cantidad de cacharros.

Entre tanta basura inservible halló antiguos pergaminos de exquisita caligrafía china e imágenes de la familia real. Dos hijos. En todos los retratos había solo dos hijos varones, no tres. ¿Qué había pasado con esta familia y por qué el dragón parecía tan loco por recuperarla? Algo era seguro, que él mismo los había espantado con su propia actitud parecía ser lo más obvio.

—Si yo fuera esta mujer, tampoco me quedaría. Es todo un psicópata... Aunque está guapo —opinó en voz alta al ver su forma humana.

Siguió hurgando por horas. Algo allí tendría que servir o darle una pista. Tenía a su parecer dos opciones: seguir fingiendo ser la esposa de ese maníaco y convencerlo de que si le daba tiempo encontraría a sus hijos; o... encontrar la perla y usarla para que ella y Path pudieran salir de allí. Pero, ¿cómo usaría esa perla? Y ¿qué era esa perla en realidad? Esas cosas seguían siendo un misterio tan grande como los hijos del rey dragón. Uno de tantos pergaminos llamó poderosamente su atención. Tenía el curioso dibujo de un dragón azul que sostenía una perla, una bella perla rosada y enorme. Algo despertó en su interior: el presentimiento de que era de suma importancia poseer ese rollo. Quiso leerlo, pero, como todos, estaba escrito en chino.

—Ash... creo que acabaré tomando un curso...

Tomó sin dudarlo cuantos pergaminos pudo, incluyendo este, arrancándoles los soportes de madera y doblándolos a tamaño minúsculo para guardarlos en los bolsillos de sus jeans.

—¿¡Cómo se les ocurre encerrarla en la cámara del tesoro, par de pólipos inútiles!? —bramó de pronto una voz. Emily vio una pequeña abertura en el techo y supo que esta era su oportunidad para escapar—. ¡¿Dónde está esa mujer?! ¿¡Dónde está?!

—No podría escaparse, señor...

—Solo es humana...

—Sí, humana.

—No sabrá salir de viejo palacio...

—A menos de que usted dejara el portal activo como siempre...

—¡Ya cállense! Les dije que me dan escalofríos cuando hablan así... —El dragón todavía tenía la gran túnica y los cientos de accesorios con los que quería ser retratado, pero sin importarle mucho ensuciar tan magnífico traje, se metió a la habitación llena de arena y corrosión y lo primero que hizo fue fijarse entre los viejos rollos cuáles faltaban—. No está. El mapa de la perla no está. Esa... sanguijuela... —farfulló—. ¡Idiotas! ¡Vayan a buscarla! ¡Ahora! ¡Si toca esa perla ustedes dos están muertos! ¿¡Fui lo bastante claro?!

—¡Seguro escapó por los viejos ductos! —exclamó uno. Ambas anémonas subieron por ahí y el dragón se marchó insultando y despotricando.

En cuanto los tres salieron de la habitación Emily asomó la cabeza. Se había ocultado entre los muebles gigantes pues cabía perfectamente dentro de un cajón. El dragón había, en su enojo, dejado la puerta del cuarto abierta. Emily se escabulló de allí y recorrió los pasillos sin atreverse a revisar "el mapa" que tal parece le había robado al dragón. En su recorrido por las mazmorras, comenzó a distinguir pequeñas luces que flotaban a su alrededor. Criaturas del mar profundo adornaban los pasillos oscuros con su fosforescencia. Pronto se percató de que creaban formaciones lineales, senderos de luz verdosa y señales en las puertas—. ¿Están señalándome algo? —se preguntó la rubia en un susurro. Estaban marcándole un camino.

Entretanto, Sun Wukong trazaba su propia senda en un viejo mapa del mar del Este.

—Aquí. En este agujero azul cerca de la costa sur. Aquí es el viejo palacio de Ao Kwang; el Palacio del domo de Cristal de Agua. Lo abandonó después de que su familia se desbarató y se mudó al palacio del mar profundo, a unas cuantas millas hacia el este.

—Ah sí, oí que ahora vive en la fosa de las Marianas... ¿no es así? Lo llaman "el Palacio del Cristal Pacífico". Ah de ser un poco frío ahí.

Bajie miraba el corroído mapa de cuero preguntándose por qué Sun Wukong se resistía tanto a las nuevas tecnologías. Le había instalado internet, agua corriente y electricidad prácticamente en balde. Le había mostrado como usar un GPS e incluso se ofreció a poner una imagen satelital de la zona, pero el mono alegó que eso era una pérdida de tiempo y que no lo necesitaba. En vano quiso explicarle que era más preciso un mapa electrónico, Wukong se había quedado en el ayer. Toda su esencia era la de un vejestorio; un guerrero antiguo atrincherado en el pasado.

—Sí... es un exiliado; como todos nosotros... Ahí es donde estaban las tijeras, también donde encontré a Liu'Er. Pero mi informante está seguro de que Ao Kuang no ha regresado aún a la fosa. Así que he de suponer que se llevó a Path al viejo palacio. Allí puede mantener con vida a un ser humano, lo he visto; tendría lo necesario para esconderla. Pero solo lo sabremos siguiendo el cordón... que aún no tengo...

—Bien pero ese es solo uno de nuestros problemas, meterse en el palacio de la fosa es sencillo. Ya lo hiciste y regresaste sin problemas; en cambio este lugar es una fortaleza. Dicen que no tiene puntos ciegos... Si resulta que Path está ahí...

—Tonterías. He ido miles de veces. Todos sus guerreros serán fuertes, pero tienen cerebro de almeja. Será fácil evadirlos.

—¿Pero y cómo la traeremos viva? Los humanos no resisten mucho la presión del agua. En el momento en que la saquemos del domo morirá estrujada como una pasa.

—Ao Kwang siempre olvida sus portales abiertos, es una mala costumbre suya... No te angusties por eso, Path es más fuerte de lo que parece —dijo con orgullo en la voz. Bajie enseguida sonrió con sorna y Sun Wukong carraspeó para agregar—. Es decir, está atada a mí así que es más resistente que un humano promedio. El problema principal es qué haremos para derrotar al dragón en caso de que ya haya bebido ese elixir. No tenemos muchas armas... —Observó su morral, quizás tenían unas seis o siete armas legendarias que de verdad serían de utilidad, pero ninguna superior al Ru Yi Bang. Además, ¿quién las empuñaría? Les faltaba gente para su guerra.

—¿No podríamos pedir refuerzos?

—¿A quién? No sé tú, pero no tengo demasiados aliados ahora. No tengo cómo llamar a Guanyin ni tampoco cómo ir a buscarla —Bajie sonrió gestando una idea—. Bajie... ¿No creerás que...? ¿El niño? No. No metamos en problemas a los...

—Tú trata de encontrar a Path y confirma que esté ahí. Que yo conseguiré los refuerzos.

Zhu Bajie se marchó a la velocidad del viento, mientras que el rey mono decidió que debiera meditar y tratar de encontrar a Patrisha siguiendo su energía. Nunca lo había hecho, pues casi siempre su plan era ignorarla y evitarla; pero, si funcionaba con Liu'Er, tendría que hallarla también.

Cuando Bajie se marchó, Sun Wukong recorrió lentamente los pasillos de su restaurado palacio. Los murales y las vetas de oro, los vitrales de cristales naturales y las guardas pintadas cuidadosamente a mano, los relieves y las orquídeas de las ventanas, las filigranas de oro y las paredes de almagre claro; a todo prestó cuidadosa atención. Path había llenado su casa de luz; y aquí estaba él, perdiendo el tiempo adrede... Tratando de no pensar demasiado en ello sacudió la cabeza y traspasó el portal de la entrada de la Caverna de la Cortina de Agua.

Fue directo al afluente oriental que recorría las plantaciones de azahar y decantaba en la rivera de cañaverales. Allí donde la había encontrado cantándole al bosque. Se sentó sobre una de las rocas verdes y, en posición de loto, reprodujo en su mente el sonido de su voz. Esa voz que era igual que la de Tao Siu Ling pero que no era de la misma dueña. Esa voz que conocía canciones diferentes que hipnotizaban tanto como los viejos romances chinos que cantaba aquella mujer cuando preparaba la cena. Se concentró en ella, en su qi, en la arrobadora energía que había proyectado en ese lugar.

—Pronto, dime dónde estás —dijo al viento.

El claro estaba embebido de luz de sol y los plantines crecían tratando de alcanzar el cielo a una velocidad pasmosa. Las aves guardaron silencio. La presencia de Táo Hé comenzó a latir en la espesura. Los insectos dejaron de chirriar. Sun Wukong irradió luz y la proyectó tratando de hallar el camino. El hilo carmín que había estado oculto trazó de nuevo la senda hacia el destino.

El palacio abandonado del Rey Dragón del Este era un precioso lugar cerca de las costas de China. Desde arriba se apreciaba solo como un enorme agujero azul perfectamente circular, pero a medida que la profundidad iba aumentando se podía vislumbrar en aquella fosa un encantador vergel de corales y algas, coronado de magníficas construcciones. Nada tenía que ver con la actual residencia de Ao Kwang, tan desolada y llena de picos afilados y oscuridad. A primera vista era como una gigantesca perla deslumbrante encastrada en cuatro pedestales de plata. Pero al aproximarse se podía vislumbrar que esos cuatro apoyos eran en realidad puentes excelsos de intrincada hechura dispuestos en las cuatro direcciones de la tierra para que ejércitos y mensajeros, visitantes ilustres y súbditos pudieran acceder a él desde cualquier rincón del mar. Y la perla no era tal cosa, sino un magnífico domo de cristal de agua que absorbía la luz del exterior sumiendo en oscuridad los alrededores, pero llenando de vida y calidez su interior. Allí, dentro del domo, los caminos y patios estaban antaño cuidadosamente decorados y los jardines bien dispuestos en armonía. Ahora, ahora habían crecido en él los líquenes y las lapas. ¡Qué tristes lucían las bancas de mármol puro cubiertas totalmente de salitre! ¡Qué doloroso era ver las puertas de oro totalmente rajadas y manchadas por los años de abandono!

Todas estas cosas las vio Sun Wukong proyectándose sobre ellas sin siquiera moverse de aquel claro de bosque en Ao Lai. Tal como había supuesto, ella estaba ahí.

Ao Kwang lanzó a la mujer contra el artefacto de piedra que estaba enclavado a la mitad de la habitación. Aunque Path se quejó de dolor, no lloriqueó por su vida ni se mostró sumisa en ninguna forma; se levantó apretando la quijada y con la mirada fija en él. Altanera y valiente como jamás había sido, trató de respirar tranquila. Tenía que, de alguna manera, hacer que, lo que sea que fuera el plan de esa lagartija, se demorara lo más posible. Todavía tenía puestos los grilletes en sus muñecas. Solo que esta vez tenía libres los tobillos.

—Siéntate —ordenó el dragón. Path observó la silla de piedra y se resistió a ello; no era tan tonta, esa cosa parecía una herramienta de tortura. Entonces el dragón usó su enorme garra para tomarla por la cabeza y el cuello y obligarla a sentar. El oficial Tortuga de Mar la amarró de pies y manos al asiento, le quitó los grilletes y la retuvo contra el cabezal cruzando una cinta gruesa por su frente—. Querías que te contara por qué te necesito. La respuesta está en tu sangre, duraznito... ¿Sabes quién eres al menos? ¿Ese mono cabeza hueca te dijo en qué problema estás metida por el mero hecho de existir?

—La semilla de la inmortalidad. Tao Siu Ling, ¿no es así? —contestó con esfuerzo. También tenía una liga cruzada en el cuello, otra en la cintura y los brazos, una más sobre las piernas. Apenas podía moverse o respirar.

Bah, Tao Siu Ling solo fue tu primera vida; una humana más de todas. Sí era la semilla, aunque no tan poderosa. Pero con el pasar de los siglos el sufrimiento de cada vida fue purificando y refinando la sangre, tú sangre, Táo Hé. Vaya que pasaste mil quinientos años muy desgraciados; puedes agradecerle a Wukong por eso. Nunca ha existido una semilla tan potente como tú. Sí que eres especial.

—La verdad no creo que sea yo, soy bastante anémica, ¿sabes? Mi sangre no sirve. ¿No cabe la posibilidad de que se hayan confundido?

—Este... particular proceso de reencarnación tuyo debería ser mucho más lento, pero como estás maldita y mueres y naces cada treinta años aproximadamente en lugar de cada cien como los seres normales, tu sangre ya se limpió más de cincuenta veces.

—¿Qué?

—Cincuenta y siete o cincuenta y seis, si no me equivoco.

—Espera... ¿cómo que estoy maldita? Hablas de que, si Wukong se lastima yo también, ¿esa maldición?

—¿Consideras eso una maldición? Eso solo te da ventaja. El mono no puede ni herirte ni dejar de protegerte, además tienes más resistencia que una persona normal. Quizás sea una maldición para él en todo caso... es muy incómodo andar acarreando un lastre tan apetitoso.

—¿Entonces cuál es mi maldición?

El dragón sonrió divertido; no se lo dijo. Más bien, ya se lo había dicho, pero Path no lo acabó de comprender.

—¿Por qué estoy aquí?

—Estoy muy cansado de vivir en la oscuridad. Para agrandar mis dominios necesito más que una tormenta o un tsunami... Necesito una verdadera guerra contra la superficie. Y una buena arma para lograrlo...

—No entiendo por qué haces esto...

—¿Y por qué no? Alguna vez creí que las cosas eran como eran y que debía aceptar el destino... Pero ya no más. Todos siempre hacen lo que quieren; todos salvo yo, duraznito. ¿No te parece injusto?

—¿Qué?

—Los humanos se dedican a ensuciar mis mares y matar a mis hijos. Los dioses me ignoran hasta que necesitan algo de mí. ¿Crees que debo quedarme de brazos cruzados? ¿Crees que simplemente tengo que aceptarlo y dejarlo pasar? El príncipe de Loto y Sun Wukong solo fueron los primeros en faltarme el respeto. Desde entonces todos creen que pueden humillarme y hacerme quedar como un tonto. "Ao Kwang no va a enfadarse, es un buen tipo. Vamos a quitarle todo lo que tiene. Robemos sus rollos y su sabiduría, asesinemos con arpones a sus súbditos —Y bramó—: ¡Vamos a destrozar con nuestras máquinas el fondo del mar!" Pero ya no más... Les demostraré el poder que tiene el mar... La ira que puede acumularse en masas y masas de agua informe e indomable... Lo tenebrosa que es la tempestad cuando se desata...

—Wukong no te dejará hacer esto.

—¿Wukong? —Soltó una risa—. ¿Crees que a él le importará lo que yo haga contigo? No te engañes. Tienes suerte de que él no pueda hacerte daño, o ya hubiese bebido cada gota de tu sangre... Tú morirás, Táo Hé. Sea por mi mano o la de otro. Es tu destino. Y Wukong va a traicionarte cuando menos lo esperes, igual que lo hace con todos los demás.

—¡Mi señor! —gritó una voz desgarrada. La serpiente llegó arrastrándose a través de los portales; herida y exhausta se lanzó a sus pies suplicando—. Por favor... por favor debes protegerme...

—¡¿Qué sucedió?! ¡Deberías estar entreteniendo al cerdo! ¡Ahora sospecharán si desapareces!

—El mono, el mono regresó antes de lo planeado y lo arruinó todo. Él me descubrió. ¡Ahora me sigue para matarme!

El dragón bramó—: ¡Eres una tonta! ¡Vendrán tras de ti! ¡Aún faltan unas horas, pero no queda más remedio que comenzar ya!

—Mi señor... Hay algo más... El Macaco de Seis Orejas los está ayudando...

Ao Kwang gruñó—. Ajusten el espejo y traigan todo ¡rápido! —ordenó apurado a sus súbditos; quienes salieron nadando como podían a cumplir sus órdenes. Entonces uno de los sirvientes del dragón ayudó a la serpiente a levantarse del suelo y la acomodó en un taburete cercano—. El mono ya debe estar aquí tramando algo...

Mientras Ao Kuang y los suyos corrían de un lado al otro, Path comenzó a intentar escapar de alguna forma. Comenzó a tironear en vano las correas para alcanzar el dichoso silbato, pero se detuvo al sentir un cosquilleo en la mano. La cuerdecilla dorada comenzó a brillar—. Viene por mí —se dijo. La había encontrado. Path observó el mecanismo en el que estaba sentada justo al centro del habitáculo. Sobre ella se elevaban bobinas rudimentarias y cuerdas que mantenían suspendidos en su lugar los cacharros que parecían apenas añadidos entre sí.

—Si Sun Wukong ya está aquí, deberías liberarme antes de que te mate —dijo en advertencia.

El dragón sonrió y no interrumpió ni por un segundo las actividades. Observó de reojo a uno de sus oficiales quien sonrió también. Era quizás que ya habían pensado qué hacer con Sun Wukong en caso de que se presentara.

—¿Tan confiado estás? Sun Wukong es indestructible. —Pero Ao Kwang no cedió a sus provocaciones.

—Oye, ¿y tienes licencia para esto? ¿Por lo menos sabes algo de ingeniería? No se ve muy seguro... Si lo ataste con cinta adhesiva te advierto que se vuelve a despegar bajo el agua; lo sé porque ya lo hice en mi baño y la tubería se zafó de nuevo. —El dragón la ignoró tanto como ignoraba a Bai Suzhen; permaneció con los brazos tras la espalda contemplando su creación.

Un guardia cara de pejesapo subió hasta lo alto de la intrincada red de porquería que parecía ser el arma de Ao Kwang. Acomodó algunos artefactos rudimentarios en su lugar y movió la superficie reflectante de una pieza hasta que dio con el ángulo correcto—. Mantén la posición en todo momento. No debes fallar —le advirtió el dragón.

El espejo apuntó hacia una luna llena que apenas comenzaba a asomar en el horizonte y desvió su luz hacia otro y otro hasta que se amplificó como un rayo. El haz de luna cayó contra la superficie redonda, perfectamente redonda, de una gigantesca perla y, para sorpresa de la mujer, toda la cueva marina resplandeció—. Ah, funciona... Quién lo diría... Nunca hay que subestimar a la cinta adhesiva.

El dragón se acercó a ella al fin. Tomó una parte del aparato que parecía ser una manguera con una gruesa aguja de cobre. Y Path entendió que no había estupidez que pudiera decirle para que se detuviera o se demorara ahora—. Espera, espera, espera; olvidé decirte que le temo a las agujas, más a las gigantes conectadas a máquinas raras y sin desinfectar, ¿la desinfectaste? ¿estás seguro de que tienes licencia?, porque...

—Quédate muy quieta, Táo Hé. Recuerda que me es mucho más fácil degollarte. Solo sigues viva porque tú vas a terminar ese retrato a como dé lugar.

Cuando se la enterró en el brazo sin ninguna compasión la mujer pegó un grito de dolor atroz, lloró gimió y se removió en la silla inútilmente, y la sangre comenzó a salir a chorreras por el conducto. Mientras más se movía más dolía; era tan insoportable que dejó de resistirse y se desvaneció mirando su antebrazo destrozado. Lentamente la sangre se fue cargando en un frasco transparente. Y el cordón dorado con el silbato de faisán seguía vibrando; Sun Wukong ya estaba allí.

Entonces el dios rey dragón tomó otro frasco—. Me falta otro ingrediente —dijo observando a Bai Suzhen—. Le falta un poco de... veneno...


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