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20-Doppelgänger

"Ni un beso... ni siquiera una sonrisa he de pedirte yo [...]. Solo besar el aire embalsamado que con sus alas te besó al pasar" (Alphonse de Lamartine).

—Bien. Tengo todo y... ya te dije que no vas a venir —dijo el Rey Mono señalando a Bajie. Bajie bufó y se quejó alegando que Sun Wukong solo quería recibir el favor completo de Kwan Yin, pero este contestó a su vez—: Eres la única persona en quien confío lo suficiente para cuidar de este lugar y de estas personas, Zhu Bajie. No tengo tropas. Solo quedan niños y ancianos aquí; además de un puñado de humanos que no son guerreros. Tú tienes que cuidarlos a todos. Sobre todo, no dejes que Ao Kuang se acerque a Patrisha. Solo una gota de su sangre sería suficiente para desatar el caos.

—¡Wukong! ¡Nunca en mi vida me habías dicho que confiabas en mí! —expresó Bajie conmovido.

—Es más como que eres lo mejor que hay por el momento... —contestó el mono burlón; Bajie gruñó exasperado—. No te emociones tanto. Te necesito aquí hasta que yo vuelva, es todo. —Entonces se dirigió a Emily y le ordenó—: Vigila a Bajie. Si se pasa golpéalo en la nariz. —Pero, aunque Ems se rio levemente, observó de reojo a Patrisha, quien esperaba que Wukong le dijera algo. Este la miró, aferro su bolso, y la esquivó. Prefería marcharse antes de que ella dijera lo que tenía derecho a decirle; pero Path no dejó que la pasara de largo y sostuvo la manga de su traje telar cuando cruzó junto a ella.

Sun Wukong clavó en la mujer sus ojos de ámbar, y se preguntó cómo podría ser posible que el débil agarre de unos dedos tan frágiles pudiera retener a uno de los seres más poderosos del universo. ¿¡Para colmo en frente de todo el mundo!? Ese simple atrevimiento suyo lo había petrificado. No movió un músculo y mantuvo el contacto visual sin siquiera parpadear. Aquí entre nos, a vista de Bajie y Ems, ni siquiera estaba respirando...

Sin amedrentarse ante la mirada de fuego del Rey Mono, ella indicó con un movimiento de la cabeza que necesitaban hablar. Así que, resignado, la siguió a un lugar de la habitación aparte de las demás personas. Patrisha tenía ojos tristes, más que en cualquier otra ocasión. No estaba seguro de qué de todo lo que había hecho mal era la razón de ello, pero sí sabía bien que era culpa suya. Estaba muy claro que seguía siendo un mono dañino, experto en romper cosas. Esperó el regaño que bien merecía, aunque quizás no existiera persona en el mundo que odiara los regaños más que él. Recordó que Tang Sangzang lo regañaba todo el tiempo y que odiaba tener que escucharlo quejarse y despotricar contra él. Curiosamente, ahora estaba impaciente por oír; pero Path no habló, solo lo observó en silencio.

Le hubiese gustado entender qué estaba pensando ella en ese momento. Parecía triste, sí, pero tenía que estar enfadada. No era justo que no estuviera enfadada. No sentía dolor en el brazo sin embargo, y no entendía las razones aunque ya ni siquiera trataba de hallar las congruencias en todo este enredado asunto de lo que se podía traducir como sentimientos. Sentimientos. Sentimientos por ella, o con ella, o por culpa de ella. ¿Y qué iba a decir ella ahora? ¿Qué más podría recriminarle? ¿Y acaso esperaba que se defendiera? Quizás cuando no estaba tan enojada parecía furiosa y cuando estaba furiosa solo parecía triste. No estaba entendiendo nada. Sinceramente, no sabía qué pensar.

—Escucha... Lamento... Yo... siento mucho haber... —¿Haber mentido? ¿Haber ocultado cosas como siempre? ¿Haber fingido que todo estaría bien? ¿Haber obviado la parte más importante de la historia? ¿Haber ignorado lo que pasaría después de cortar el hilo? Sí... Lamentaba todo eso. Y sin embargo no estaba seguro de si podría hacer las cosas de manera diferente, así que tal vez no lo lamentaba lo suficiente, pues seguiría en marcha con este asunto, aunque le hiciera daño en el proceso.

Brevemente, Patrisha lo abrazó amable y contestó—: Cuídate, ¿sí? —Observando su mirada anonadada agregó—: No estoy enojada por esto. No hablemos ahora del asunto, ¿de acuerdo?

—¿Cómo puedes no estar molesta por esto? Yo prometí que ya no... «que ya no mentiría. Y sin embargo todavía hay más por explicar». —Suspiró y no dijo nada. No quería que lo supiera, y sin embargo Kwan Yin le había advertido que ella tenía derecho a saberlo. Pensó que... tal vez debería decírselo luego. Ahora ya tenía demasiado que asimilar.

—Pues en realidad... no me lo prometiste exactamente... —contestó ella fingiendo que la situación era chistosa. No lo era. Sun Wukong no entendía qué estaba pasando entre los dos justo ahora, pero estaba seguro de que había sucedido algo muy serio horas atrás cuando al fin le revelaron a la mujer su verdadera naturaleza; y no comprendía cómo podía ella estar tan cerca cuando debería estar tratando de alejarse lo más posible. Path comprendió que no había manera de alivianar el ambiente y decidió dejarse de juegos. Estuvo a punto de tomarle la mano. No lo hizo. Pensó que debería haber dado algunos pasos hacia atrás. Pero tampoco. Se quedó allí en su espacio, y él en el suyo; allí donde todo y nada eran exactamente lo mismo.

—No estoy molesta. Quizás un poco... decepcionada —dijo al fin—. Creí que ya nos conocíamos lo suficiente como para que me contaras más cosas, pero está claro que aún no es así. Es algo grave y... Olvídalo, ¿sí? Está bien. Lo comprendo. Solo nos conocemos desde hace unas semanas, no puedo exigirte que me expliques todo lo que haces. Además, todo esto es como mucho, ¿no? Seguro era difícil decírmelo. —Sun Wukong solo la miró. Pensó que se hubiese sentido menos culpable con un buen escarmiento. ¿Cómo podía decir que no estaba molesta? A ella le molestaba todo, ¿por qué no un asunto tan importante? —Wukong, no voy a recriminarte nada. Solo vuelve a salvo y explícame más sobre esto después. No voy a mentirte, ahora no solo estoy asustada, estoy confundida, yo... soy una semilla, o algo así. No soy una... persona. —Pero él podía sentir en su propio pecho lo aterrada que estaba en realidad. Era tan transparente para él, que podía ver que solo fingía no estar preocupada para no hacer las cosas aún más gravosas—. Y necesito tu ayuda. No sé a quién más podría pedirle ayuda si no es a ti. Pelear no nos servirá de nada, enfadarme no viene al caso y reprocharte algo no me conviene; ni a ti... Estamos unidos por este cordón mágico que nos maltrata cada vez que nos distanciamos, así que es mejor ser amigos y resolverlo, ¿te parece? Hasta que lo cortemos, llevémonos bien ¿sí? Seamos amigos, al menos temporalmente.

—Hasta que lo corte...

La insistencia de la mujer en que olvidaran el asunto por ahora, lo hizo comprender que era alguien que medía muy bien sus prioridades. Path era, sin dudas, una persona práctica; como él. No entendía que hubiera razón alguna para discutir cuando no había tiempo para ello. Y pudo notar que era algo que Tao Siu Ling siempre hacía; aunque él era un monstruo, no, porque era un monstruo, se esforzaba tanto en ser amable, racional y comprensiva que lo derretía en instantes. Pero sí admitía estar decepcionada.

¿Decepcionada? Sí. Esa era la palabra. Sobre todo, porque había comprendido que esto sí se trataba de ella y no de él. Y si el Rey Mono cortaba el hilo rojo que los unía se desharía del problema, pero ella seguiría siendo comida de dragón. Sun Wukong, todo este tiempo, no había estado tratando de ayudarla, estaba tratando de abandonarla a su suerte; se estaba ayudando a sí mismo. Y si esto la decepcionaba, ¿qué cara pondría si supiese sus verdaderas intenciones?

—Bien. Hasta que lo corte. Eso está muy bien. Volveré pronto. Y no dejaré que te pase nada. Te prometo que te ayudaré a regresar a casa sana y salva —juró—. Yo... doy mi nombre como garantía. Me aseguraré de que recuperes tu vida.

Ante tal confirmación, no pudo hacer más que asentir agradecida. Aunque había mentido tantas veces, optaba por creerle de nuevo. Path sintió que estaba siendo estúpida por eso, pero a la vez era como le había dicho al Liu'Er: no le quedaba de otra. Y Sun Wukong se sintió enormemente contrariado, pues había puesto su honor en juego con una promesa que no sabía por qué había hecho, pero que sí entendía que no podría cumplir.

Volvió a arrancarse un único pelo del brazo y, ante sus ojos, lo transformó en una cuerdecita dorada, idéntica a la anterior que había perdido. Entonces Path sacó de su bolsillo un sobre de papel y se lo entregó sin darle explicaciones. Tras el intercambio de regalos Wukong sonrió y decidió dejarle una preciada posesión.

—Ten —dijo entregándole una pequeña alhaja en forma de pluma—. Esta pluma de faisán me la entregó Guanyin, es un objeto muy sagrado.

—¿De esos que "no son para manos humanas"?

—Exacto. Pero haré una excepción contigo. Quiero que la cuides. Y en caso de que tengas problemas, sopla en ella, es como un silbato. Alguien vendrá por ti si lo haces.

Path asintió y se aferró a la pluma de oro con fuerzas. No hubo más palabras ni despedidas, solo una sonrisa que fue correspondida por otra cuando al final se marchó.

Wukong finalmente salió, acompañado por Fei Lao y algunos monos. Solo entonces Halley fue tras él para decirle en chino—: Hey, su alteza el rey... —Y volteó a mirarla—. Mi amiga confía en ti. En que la vas a ayudar. Así que vuelve pronto.

Todo saldrá bien... tú. —Olvidó su nombre—. No te preocupes por nada. Solo quédense aquí.

Táo Hé. Suena como algo importante. Qué bueno que puede contar contigo... —volvió a decir. Hubo algo en el tono de su voz que lo perturbó y lo hizo sentir culpable. La chica parecía sí estar enfadada y tener muy en claro las razones de por qué. Solo entonces reflexionó en ello. La muchacha de cabello azul veía a todas luces lo egoísta y mezquino que él había sido, pero Path no lo notaba, o fingía no notarlo, quizás por el hechizo de Xi Wang Mu...

Partió de allí un poco distraído, un poco desanimado. Voló en una nube hasta al desierto, tratando de sentir la presencia de Liu'Er en algún lugar. Pero como no lo halló, siguió deambulando en vano por varios días.

La nube lo arrastró sin rumbo fijo siguiendo las corrientes de viento. En todo ese tiempo el sobre de papel quedó en su bolsillo sin que lo revisara ni tratara de pensar qué era, y, con el fin de hallar a Liu'Er, abstrajo su mente de todo, o algo así, pues por más que procuraba sumirse en la meditación no lograba concentrarse en algo que no fueran los ojos tristes de la mujer que lo anclaba a este plano.

Nunca había tenido ninguna razón para sentir que le debía algo a alguien o que fuera responsable por cómo alguien se sintiera. Sus caminos siempre habían sido bastante solitarios, y, si no lo eran, solo Sangzang tenía la facultad de recriminarle cosas o hacerle sentir que había hecho algo mal—. Maestro... tenías razón al no atarte a nada en la tierra. Tener que relacionarse con otros seres vivos es demasiado complicado. "Emociones". La verdad nunca entiendo qué se supone que hago mal.

—Eres egoísta, fanfarrón y poco comprensivo con los sentimientos ajenos —contestó una voz—. Además, piensas primero en ti mismo y perjudicas a los que confían en ti en vez de ayudarlos...

—Liu'Er...

—No tienes responsabilidad afectiva. No tienes responsabilidad alguna, en realidad... Ya que preguntas. Eres la alimaña más traicionera y detestable que haya existido, y mira que lo digo yo...

No había nada allí ni en ninguna parte; no podía sentir su presencia. Una bruma densa de una nube que estaba al paso hizo que tampoco pudiera ver nada. Todo alrededor era blanco brillante y dorado por la luz del sol.

—¡Muéstrate!

—¿Problemas de mujeres, Sun Wukong? Jamás fuiste bueno con las chicas. Todas acaban odiándote a muerte... No veo por qué te parece extraño... Tienes la delicadeza de una piedra. ¡Es increíble que no le hayas dicho que es Tao Siu Ling y que Ao Kuang le tiene tantas ganas como el Rojo al monje...! Patsy confía en ti ¿sabes? Pero tú, como siempre, te reservas las cosas para ti mismo y pones tu trasero antes que el de los demás. ¿Pretendías cortar el hilo y dejarla tirada? Muy mal, Wukong... Ni yo haría algo así. ¿Cuál es el siguiente grandioso plan?, ¿eh? ¿Drenarla como a un pollo?

—¿Qué te dije, animal mugroso, de meterte en mi cabeza? —contestó enfadado. Y sin embargo había funcionado. Lo había encontrado porque Liu'Er supo que lo estaba buscando.

—No estoy en tu cabeza, estúpido. Estoy aquí... No necesito estar en tu cabeza para saber lo cretino que puedes llegar a ser. Te conozco de memoria. Espera... ¿cómo no sabes dónde estoy? ¿Te pasa algo...?

Sun Wukong volteó. Encontró que Liu'Er estaba sentado en una nube detrás de él; en la misma posición de loto que él; usando un traje Tang moderno muy similar al que tenía él pero lleno de cadenas y texturas.

—Hola, hermano, al fin me ves... ¡Ja!, elegimos el mismo outfit de nuevo... Estamos conectados, que locura... Aunque tú te quedaste en el siglo pasado...

—Ya llegaste. ¿Negociaremos entonces? —preguntó con desdén.

—Dudo que lleguemos a un acuerdo —contestó el clon.

—No me apetece causar un cataclismo; tampoco quiero perder mi tiempo. Sin armas ni golpes. Estoy dispuesto a ser razonable contigo.

—Escucho... —Y Liuer se acostó en la nube en la pose más arrogante y desfachatada que le salió.

Wukong volteó de cuerpo completo, diciendo—: Entrega el elixir que robaste para Ao Kuang y testifica ante la corte celeste en su contra. Tu castigo será menor. Me lo juraron.

Liu'Er soltó una carcajada. Sun Wukong jamás en su vida entera había sido tan misericordioso con nadie—. ¡Pero qué considerado! —y rio otra vez—. ¿¡Qué pasó contigo!? ¿Te nerfearon o algo así? Si hasta parece que te preocupas por mí... Dime que no es por causa de esa chica, porque eso sería muy patético.

—Ya no practico la violencia...

—Tus moretones dicen lo contrario.

—Tú atacaste primero.

—Correcto... Bien, ¿entonces de verdad vamos a negociar, monjecito?

—Es la única vez que te lo voy a ofrecer. Hermano...

—Okey, a ver. Déjame entender esto un segundo. ¿Pretendes...? —Sonrió más que antes—. ¿Pretendes interceder ante ellos... por mí? —Y volvió a reír desdeñando su buena intención—. Déjame proponerte yo un trato ¿quieres reinita? —Sun Wukong se cruzó de brazos, sabiendo que no le gustaría lo que oyera a continuación—. Te digo dónde está el elixir que robé para Ao Kuang y tú lo recuperas por tu cuenta. ¿Qué le eche la culpa de todo a él y diga que él me contrató? Claro, ¿por qué no? Puedes llevarte mi testimonio escrito y sellado si quieres, ya me pagó esa parte. Pero no vengas a pedirme que me entregue porque... —carcajeó—. Porque es lo más ridículo que haya escuchado...

—Está bien. Lo aceptaré... Si te entregaras te castigarían. Aunque es lo correcto, dudo que pretendas aceptar justicia.

—Por supuesto que no, qué ridículo —acordó llevándose una mano a la barbilla—. Justicia de parte de ellos, ¡ja! Y no voy a devolver ese dinero. Uno necesita ganarse la vida, ¿sabes?

—Me lo imaginaba. Entonces tenemos un trato. No te molestaré más si me dices donde está el elixir.

—Una cosa más. La mujer...

—¿Qué hay con ella?

—¿Necesitas ayuda para cortar el cordón?

—¿Cómo podrías ayudarme tú con eso?

—Te lo diré...

—¿Lo harás?

—Si me dejas quedármela, sí.

Sun Wukong frunció el ceño, su mirada se afiló y sus ojos perdieron el brillo por completo. Quiso evitar demostrar lo que pensaba al respecto, pues aún estaba negociando, pero apretó la mandíbula con tanta fuerza que sus labios se tensaron y tragó saliva.

—¿Qué? Es obvio que es un problema para ti. Y estando conmigo estaría completamente a salvo de Ao Kuang.

—Parece que todos quieren quitarme este problema... Porque Ao Kuang también se ofreció a ayudarme y quedársela.

—No comprendo Sun Wukong. Luego de que cortes el cordón, ¿qué harás con ella de todas formas?

—¿Y para qué la quieres tú? ¿Acaso es un objeto de colección o algo así?

—Lo es. Y uno muy escaso.

—Olvídalo.

—¿Por qué? ¿Te gusta? —indagó sonriente. Trabó la lengua entre los dientes dejando a la vista sus colmillos. Sun Wukong no contestó—. Claro que no. A ti no te gusta nada que no seas tú mismo —aseveró.

—¿Y acaso a ti te gusta o algo así? ¿De veras piensas que te voy a creer que lo que quieres no es su sangre?

—¿Y cómo sabes que lo que tú quieres no es su sangre? No te hagas el santo conmigo, no te queda...

—Te aseguro que ya no soy como tú... Ya no creas conocerme.

—Si cambiaste o no, me da igual. Ella en cambio... Ella no me da igual. Para nada. Me gusta. Bastante....

—Por supuesto. Es Fei Fei... ¿no?

—Así es. Es la cosa más interesante con la que me haya topado en mucho tiempo; y es ciertamente muy encantadora si sabes tratarla bien. Podría quedármela sin problemas. Mantenerla viva. Muy viva —admitió el Macaco. Perplejo, el Rey Mono trató de asimilar si esa confesión era real o solo otra de las retorcidas ideas que rondaban la mente de su contraparte—. Tranquilo cerebro de roca, no necesito su sangre y ciertamente no me tienta para nada. Pero a ambos nos conviene que Ao Kuang no la tenga. Y déjame decirte que, si la dejas sola por ahí, alguien más la buscará. Ese melocotón es especial. No solo debes temer a la tierra. Seguro muchos dioses también la querrán. La garza del estanque, por ejemplo...

—¿Por qué no me sorprende que me sigas espiando? Eres todo un enfermo.

—La verdad le estuve siguiendo el rastro a tu chica... Tu linda Táo Hé ha venido para desbaratar los cimientos del mundo y desgarrar en dos la tela que cubre el cielo. Pero piénsalo... Te la quito de encima, ella está a salvo, nadie tiene el elixir. Menos muertos para Yama... Todos felices.

Sun Wukong rio. Luego soltó una carcajada fingida—: Jaja. Ni creas que lo consideraré siquiera. Porque no dejaré que vuelvas a acercarte a ella, Farsante.

—Entonces no hay trato, pìmǎwēn. Buena suerte tratando de encontrar el elixir.

—Bien... Tú lo pediste así.

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