18-Bai Su Zhen (2)
Sun Wukong se acostó en la hierba a dormitar bajo una gran retama. Y Path se suponía debía permanecer dentro de un círculo marcado en su derredor con rocas. Pero en lugar de obedecerle, se dedicó a explorar bajo la promesa de no irse demasiado lejos. Promesa que en realidad se hizo a sí misma, pues se escabulló de él cuando vio que se quedó dormido.
Pero poco a poco fue siguiendo el curso del arroyo que alimentaba al río y se internó en los bosquecillos. Todo en ese lugar tenía su propia magia, como si hasta las piedras emanaran energía y calor y la instaran a seguir internándose en la espesura. La luz del sol se filtraba a través de las copas y destellaba dorada en las motas de polvo que flotaban entre los helechos y las orquídeas. Los bambúes se elevaban parsimoniosos haciendo sonidos huecos y aflautados al chocar unos contra otros; y en la meliflua atmósfera, las aves trinaban alegres fuera de la vista y hacían pensar que en realidad eran los árboles los que cantaban. Ya no había ni asomo de la lucha contra el Liu'Er, o quizás era que esa zona había quedado libre de daños.
Path se sentó junto al arroyo peinando su cabello con los dedos, pensando. Su vida había cambiado tanto que ya ni se reconocía en el reflejo del agua. Sus amigas habían venido hasta China por ella, y un sentimiento cálido de gratitud brotó en su pecho, a la vez que una inmensa culpa le dijo que no merecía tanto amor y consideración; que tenía demasiada suerte de tenerlas; que tenía que retribuírselos de alguna manera. Luego pensó en lo extraña que era su relación ahora con Sun Wukong. En el hecho de que lo había encontrado al otro lado de su cordón rojo, pero que ambos lo consideraban una maldición que debían romper. En que era probable que él le ocultara más cosas que no sabía y en que a él se le daba tan bien mentir que, por más de que fuera divertido y simpático, no dejaba de ser un extraño y peligroso monstruo de leyendas. En que no debía ser tan ingenua o dejarse arrastrar por su contagioso sentido del humor o su dinámica manera de ser. Pensó también en las palabras del Macaco: "Cuando Sun Wukong no te dé las respuestas que buscas y sientas su traición, estaré aquí dispuesto a darte explicaciones".
¿Pero explicaciones sobre qué? Estaba tan perdida en su propia mente, que no notó el peligro que la asechaba.
Y trenzó y trenzó su cabello mientras los minutos pasaban y se lo desenredaba con las manos. Es como dice ese viejo poema:
"Cuando te sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza [...]. Que no te agarre desprevenida la melancolía mi niña, aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia. No la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, porque fluirá en cascada por los canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo. Trenza tu tristeza, [...] siempre trenza tu tristeza... Y mañana que despiertes con el canto del gorrión la encontrarás pálida y desvanecida entre el telar de tu cabello".
—Vaya... vaya... ¿qué tenemos aquí? —dijo una enormísima criatura que salió de entre las rocas del lecho. Aunque el arroyo era poco profundo, la bestia era enorme; eran las aguas lo que la formaban, su cuerpo entero era líquido y plantas acuáticas, y alcanzaba los seis metros de alto estando erguida—. Hay una "sirena" en la naciente...
Path observó apabullada al monstruoso ente. Era como un gigantesco sapo o alguna especie de anfibio mutante —uno enturbiado y semi translúcido—; sus ojos rojos espantaban, sus verrugas hedían y supuraban repulsivas—. No soy... una sirena... —Susurró asustada.
—Eso es evidente, mi niña, ¿sabes hace cuanto no veo un humano?
—Y tú eres... ¿algo como un monstruo de pantano o algo así...? Wukong dijo que...
La bestia soltó una carcajada—. Serás un suculento desayuno —dijo con voz gangosa. Path temblaba. La criatura la miraba con malicia y hambre, el deseo perturbador podía presentirse en el ambiente.
—Espera, espera. Se supone que soy una invitada de...
La bestia soltó la lengua y la cazó como si fuese un insecto cualquiera sin que presentara la menor resistencia. Como un cervato asustado, ni siquiera atinó a correr. Enrollada en el pegajoso apéndice, Path forcejeó y tironeó, suplicó y lloriqueó; todo en vano. Se la tragó entera. Y Sun Wukong no estaba por ningún lado.
Dentro del estómago de la bestia, no le quedaba más que llorar. Tenía suficiente espacio para respirar y sin embargo era preferible morir de una vez por todas. El aire apestoso que se obligaba a tragar, la acuosa atmósfera llena de vapores desagradables y el aroma a moho y humedad hacían que sintiera que se desmayaría en cualquier momento; en lo único en lo que podía pensar era en gritar para que Wukong la sacara de allí, y en realidad dudaba de que fuera a escucharla o de que debiera desperdiciar así el poco oxígeno que tenía.
El líquido estomacal le bañaba los pies y sentía como burbujeaba ácido derritiendo poco a poco sus zapatillas. Moriría lento, eso era seguro, lento y dolorosamente. Para peor, como la criatura estaba hecha prácticamente de agua, podía verse reflejada en las paredes de su prisión. Se vería a sí misma morir sin poder moverse o hacer nada para evitarlo. Vería y sentiría cada instante de cómo era digerida viva.
La bestia se echó a tomar una siesta bajo la tibieza del sol de media mañana, esperando a que la mujer se disolviera por completo, pues le era una presa bastante más grande que un pez o que una salamandra, el tipo de criaturas que solía comer, y la sentía bastante... pesada...
Path no quería morir; no quería; no quería. Y al correr de los minutos comenzó a perder la paciencia. No entendía por qué estaba esperando por Sun Wukong cuando jamás en su vida había esperado por nadie. Nunca había necesitado de nadie. Siempre había estado absolutamente sola. Cuando el repugnante líquido comenzó a quemarle la piel de los tobillos, sus propias lágrimas encendieron en su centro una inconmensurable rabia. Una ira que no había sentido nunca.
Comenzó a golpear las paredes del estómago de la bestia. A puñetazos y patadas logró que la criatura despertara de su letargo y enfureciera muchísimo. El gran Sapo comenzó a saltar y revolcarse por el dolor de estómago que le estaba provocando, y hasta se dio varios puñetazos para herirla también a ella. Físicamente no parecía que le hiciera daño alguno, pues la criatura era líquida y era como agujerear una gelatina, pero por sus chirridos, protestas, retorcijones y gritos estaba claro que le dolía. Quizás si seguía lo haría vomitarla. Path, aun clavándole las uñas y empujando para poder moverse mejor, encontró entre los desperdicios huesos a medio disolver, muchos huesos. Comenzó a incrustárselos salvajemente a la criatura desde adentro. Una espina de pescado en el esófago, un fémur que atravesó las paredes hasta el duodeno. Desgarrando y apaleando hasta que la criatura soltó un alarido terrible y atronador.
La bestia tomó lo que restaba del agua del arroyo para duplicar su tamaño e intentar ahogarla. La cólera de Path se encendió por segunda vez y en esta ocasión fue Táo Hé quien personalmente decidió encargarse del asunto.
Sus ojos se hicieron incandescentes como el sol de mediodía, su cabello ardió como el fuego que crepita en el centro de la hoguera y sus dientes se afilaron dándole a su rostro la apariencia de una serpiente. Su cuerpo entero comenzó a tornarse ambarino como la savia petrificada y su piel se empezó a solidificar en pequeñas esquirlas brillantes y afiladas como espinas de rosas, que se clavaron y ramificaron por todas partes donde hallaron espacio.
La bestia ya no pudo soportarla dentro y trató de escupirla, vomitarla, pero es bien sabido que un sapo no puede escupir lo que se ha tragado...
Sun Wukong despertó de golpe, justo después de los gritos desgarrados de la criatura. Era muy raro para él quedarse dormido así de profundo, por lo que el sacudón lo dejó confundido. ¿Dónde estaba la humana? Y sin embargo fue el enormísimo despliegue de energía lo que lo hizo espabilarse en realidad. Como un rayo acudió hacia la fuente de dicho poder, siguiendo el rastro de animales muertos y medio comidos que había dejado el monstruo. En el bosquecillo se encontró con el inmenso ente y le recriminó—: ¿¡Qué está pasando aquí?! ¡Mas te vale que la mujer esté bien!
El anfibio solo lo ignoró; seguía lloriqueando y suplicando que alguien se la quitara de adentro. Metía las manazas hasta el fondo de su garganta; seguía gruñendo y farfullando maldiciones mientras giraba sobre sí mismo como un trombo. Pero Path era ahora un pesado cristal de roca, uno imposible de remover o disolver y había echado raíces hasta el fondo de las entrañas de su huésped tal como un tumor que se apodera de su víctima. Y cada vez le pesaba más, toneladas de hecho, desgarrándole el estómago y las vísceras.
Como la bestia era translúcida, Sun Wukong pudo ver que traía algo brillante como una luciérnaga en el estómago. Algo con los contornos bien definidos de una mujer; aunque no comprendía bien por qué brillaba tanto como una flama. El rey mono, al entender que posiblemente se había tragado a una ninfa o algo por el estilo, se dispuso a atacarle. Sin embargo, antes preguntó:
—¿Dónde está la mujer humana? —Preguntó, llevándose las manos a las caderas—. ¿Y qué rayos eres tú? No te había visto por aquí nunca... Estos son mis dominios. Si insistes en ser agresivo tendré que...
—¡Quítate simio! ¡Jamás he oído hablar de ti! —rugió—. ¿Qué no ves que estoy ocupado? —Entonces sí Wukong, se ofendió muchísimo porque la bestia-sapo ni se dignó a presentarse ni sabía quién era él o de quién eran esas tierras. La molestia se hizo patente en su rostro.
—¿"Simio" dijiste? —Eso era algo que ciertamente no quería escuchar. Y el hecho de que la mujer no estuviera al alcance de su vista lo enfurecía más aún. Se adentró en el lecho seco y embarrado del río con las manos en puños—. Te hice dos preguntas... ¿Dónde está la chica y quién o más bien qué eres tú? No desperdicies mi tiempo dando respuestas groseras porque eso no te salvará...
El batracio no se amedrentó. Como era una monstruosidad de más de doce metros, consideró que el Peregrino era muy pequeño para presentarle una amenaza. Estiró su lenguaza y lo enredó por las piernas dispuesto a tragárselo también...
Los ojos de oro del Rey Mono percibieron cada segundo, afilando su reacción inconsciente. Cuando la bestia trató de meterlo en su boca, le trabó las mandíbulas con sus propias manos y le propinó una patada que le quebró varios dientes. Saltó varios metros hacia atrás con facilidad y gracia—. Ugh... ¿¡qué te comiste?! Mira, si me dices dónde está la humana y te vas justo ahora, no te mataré... —Sun Wukong le dio la espalda al monstruo por solo unos segundos, un gran error, para revisar que Patty no anduviera lloriqueando secuestrada en algún lado—. ¿Sabes cuál es tu problema? Te tragas todo lo que encuentras y por eso ahora tu barriga está a reventar. Puedo curarte si me dejas, soy un excelente médico... —Pero la criatura atacó de nuevo.
Apenas le alcanzaron los reflejos para esquivarlo moviendo ligeramente el cuerpo hacia adelante, entonces estiró la mano y cazó la lengua de la criatura—. Creo que no estás entendiendo lo que está pasando amigo... Yo soy tu Re...
La bestia no escuchó razones o argumentos. Adolorida como estaba, comenzó a tratar de sacarse al Peregrino de la lengua. Lo zarandeó hacia todos lados estrellándolo contra los pilares de roca de la zona. Pero le era imposible. Wukong se transformó en una enorme garrapata. Con eso, comenzó una feroz batalla que destrozó varias partes de la montaña y cambió el curso del arroyo. La bestia seguía atacando a Wukong, se transformara en lo que se transformara, y lo hacía derribar los árboles mientras él la sostenía de la lengua y seguía luchando con un solo puño. Mientras tanto, Path, le hacía las cosas sumamente penosas desde adentro.
No pareciera que Wukong fuera a perder esta batalla, la verdad su fuerza era por mucho superior a la de este adefesio. Finalmente soltó la lengua y, a la vez, con el puño libre le ensartó un golpe directo al rostro que lanzó al gigantesco sapo contra un paredón de roca; pero este rebotó como un balón contra el risco y se lanzó cual proyectil contra el rey mono. Sun Wukong finalmente sacó el Ru Yi Bang del oído.
Empuñando su báculo sagrado no tuvo más que hacer un leve movimiento alzando la vara por encima de su cabeza y darle un ligero toquecito a una saliente. Esto provocó el desprendimiento de las rocas sobre su contrincante. Pero el sapo se estrelló contra el suelo y de inmediato rebotó y se lanzó contra él. Wukong sonrió y le dio otro golpe con el puño. Lo lanzó muchos metros en el aire y luego fue a por él de nuevo. Como si fuese un extraño juego, volvió a lanzar una patada contra la cabeza de la criatura una cuarta vez y le sorprendió sobremanera que con un solo contacto no hubiese bastado. Sin dudas era un enemigo formidable...
No solía pasarle que se encontrara con algo fuerte que derrotar, y una vena competitiva saltó en su interior. Usar el Ruyiyingubang a veces era aburrido... Una victoria inminente. Y el sapo era como una enorme pelota de soccer para él. Siguió así, jugueteando con el batracio y haciéndolo botar, tal como los gatos juegan con su presa, y pronto comprendió que si seguía pateándolo así solo haría que reviente sin decirle donde estaba la chica. Se detuvo justo cuando estuvo a punto de clavarle el pecho con su vara de hierro. Solo la onda expansiva logró que la criatura se desplomara ruidosamente.
—Bien... Última oportunidad para presentarle tus respetos al Rey Mono y contestar... ¿Dónde está la humana que les ordené a todos en esta montaña muy expresamente no tocar...? Contesta sabiamente... ¿Dónde... está?
Pero la bestia le quitó el Ru Yi Bang y se lo tragó.
—¡Ahora sí...! —se quejó el Rey Mono visiblemente más molesto que antes. Bullendo se lanzó contra la criatura usando solo las garras y los dientes. La Bestia lo agarró por la cola y lo zamarreó. Sun Wukong cazó una rama de árbol y la uso para darle un chicotazo en el rostro y liberarse de él.
Ya sin decir palabra alguna y temblando de rabia, su cuerpo se cubrió de una intensa aura dorada de qi puro. Con solo dos dedos creó una bolita de energía radiante que quemaba a simple vista. La lanzó directa hacia el estómago de la bestia. Esta la absorbió y se la devolvió en forma de un chorro de agua hervida. Fue entonces cuando Sun Wukong pudo ver parcialmente a la mujer alojada dentro de su estómago. ¿Era un cristal? No. Pero tampoco era una ninfa cualquiera. Su rostro. Su rostro se le hizo tremendamente conocido.
El batracio aprovechó su leve descuido para descargar otro golpe de su lengua llena de pinchos y ventosas contra él. Wukong cayó contra las rocas del lecho y se golpeó las costillas. El impacto hizo que se mordiera la lengua y quizás hasta que se le resintieran los huesos. Definitivamente sí era más débil dada la existencia de la mujer. Pero eso también significaba que no estaba muerta todavía... Aún tirado en el suelo escupió sangre y sonrió enseñando los dientes. Ya su energía no era dorada, sino que todo él parecía rojo como la luna de un eclipse. Su pelaje se crispó, sus colmillos se hicieron más largos. Hasta su sombra, que debiera ser ínfima por ser mediodía, acrecentó su tamaño oscureciendo los alrededores. De un salto tan rápido que la criatura no pudo ni parpadear se lanzó hacia el cuello; descargando un golpe masivo que tenía como objetivo la yugular. Su furia asesina se concentró por completo en su palma haciendo el conocido movimiento letal de la garra del tigre.
Pero antes de que Wukong lo exterminara, pasó algo sorprendente que lo hizo detenerse en seco. Un haz de luz brotó justo en medio de ambos, y parecía nacer desde el ombligo del monstruo, desde su interior... Miles de dudas asaltaron la mente del Peregrino... Conocía esa energía. La conocía bien. ¿Cómo se atrevía a meterse en el camino? ¿Y cómo había llegado allí tan rápido? ¿Y qué pretendía hacer? Se detuvo justo a tiempo y trató de asimilar el sabor conocido que le dejaba ese qi que sin dudar ya había sentido antes: Path.
Confundido, molesto y preocupado, buscó a la mujer que se había puesto en medio de su lucha, pero no había nadie más allí. Solo él y el gigante. A menos que...
La panza del colosal anuro se desgarró a la mitad, destripándolo por completo, raíces amarillas enormes y gruesas agujerearon a la desdichada criatura y se enterraron en la tierra; de su boca surgió una estructura formando algo similar a un árbol, un hongo, o más bien a una gigantesca flor que se abría. Y era el tallo de jade amarillo, pero la flor de puro cinabrio bermellón; las hojas, ramificaciones y espinas eran una extraña mezcla del lapislázuli y del pesado hierro que cae ocasionalmente del cosmos. De allí surgió un ente nuevo, precioso. Y era tal su hermosura que su gloria obligaba a cerrar los ojos a riesgo de quedar cegado por ella.
—¿Patty...?
Patrisha no contestó nada. Era como si estuviera ausente. Sus ojos brillaban como brasas, su cuerpo parecía hecho de jade blanco y mármol, y su cabello rojizo ondeó al viento igual que su vestido en una quietud que solo ella podía generar. El halo lunar que cubría sus formas tendía un eclipse a sus espaldas. Levantó una mano dirigiéndola hacia la bestia moribunda, y una vieja canción de amor cantada en el idioma de los fantasmas surgió desde la espesura del bosque, trayendo el recuerdo de Tao Siu Ling. La otra mano, esta cargaba el Ru Yi Bang con la punta de los dedos, como si ni siquiera le pesara.
Los cielos se oscurecieron como si viniese una repentina tempestad, y la virtuosa entidad Táo Hé se robó un relámpago del firmamento. Entonces la palma de Path se llenó de energía y el rayo que dirigió a la bestia la disolvió en un nubarrón. Había hecho del agua, cenizas. Solo quedó una pequeña y asustadiza rana de estanque. Una viva. Path había drenado todo el qi de la criatura. La había devuelto a su forma original de una manera en la que ni Tripitaka lo había logrado jamás.
Sun Wukong estaba atónito. ¿Qué era lo que acababa de presenciar? Estaba seguro de que ni él sería capaz de revertir a una criatura tan masiva y poderosa sin haber ejercido por siglos tal arte, y quizás aun así podría ser que le fuera imposible devolverle su forma original; aún más si ésta ya estaba muerta. No recordaba siquiera haber visto a Guanyin llegar a tal nivel. Sus ojos siguieron a la pequeña ranita que volvía al agua del arroyo, pero luego volvieron a centrarse en la mujer que flotaba frente a él. Lo que ella acababa de hacer, todo ese despliegue de rayos, fuego y energía Yang, era simplemente una locura; ¿qué inmortal pudiera enseñarle a una criatura debilucha como ella el secreto para armar trampas que encierren a criaturas tan poderosas como los inmortales?
Path no solo había drenado el qi, sino que solo le había quitado lo justo para permitirle seguir viviendo; además, había curado sus heridas mortales y le había devuelto su forma principal. Como si incluso hubiese echado andar hacia atrás el tiempo. ¿Quién pudiera tener tal finura y delicadeza en esta práctica sin siquiera haberlo intentado antes? Lleno de envidia y admiración simplemente se quedó viéndola boquiabierto y extrañado.
Y había algo más... esa canción. Esa canción que brotaba de cada hoja de bambú y de cada ave. Esa canción él la conocía demasiado, de memoria de hecho. Tao Siu Ling vivía cantándola. De sus ochenta y tantos años de vida, al menos sesenta de ellos había sido custodiada por Sun Wukong, y todo el tiempo él escuchó esa misma cancioncita salir de sus labios cuando se entretenía con sus quehaceres hogareños. La melodía era triste, melancólica, y plagaba su corazón con una profunda tristeza. Era bastante confuso hallar vestigios de su viejo amor no correspondido en esta nueva mujer. Dolía. Dolía como el agarre del cordón rojo. Era una suerte de efecto residual por cada vez que la había perdido "para siempre", pues nunca volvía a ser la misma de antes.
Entonces Path simplemente se apagó. Sus ojos dejaron de brillar y su cabello dejó de flotar. Todo el qi de la extraña estructura de cristal se dispersó en el aire haciendo brotar las flores y madurar los frutos a destiempo; y el Ru Yi Bang volvió a pesarle, la canción se acabó, y Patty cayó de bruces en el riachuelo con el mismo vestido ajado que traía puesto antes. El Rey Mono corrió a su lado de inmediato y la sacó con cuidado del agua. La depositó en la rivera y volvió a mirarla curioso con sus ojos dorados, analizando su qi, buscando algún vestigio de lo que había sucedido. Pero no había nada más. Volvió a guardar el Ruyiyingubang en el oído sin dejar de mirarla ni por un segundo.
Echándose de rodillas en el suelo se descubrió extenuado por la lucha, lo cual no era para nada normal en él, y apoyó su frente contra la cabeza de la mujer como buscando naturalmente un mínimo de confort temporal. Podía oírla respirar débilmente, y eso le dio la certeza de que seguía con vida. Parecía ser que estaba igual o más cansada. Tomó su mano para sentir su pulso. Pero en cuanto la palma de su mano hizo contacto con la de ella, una sobrecarga de energía llenó su cuerpo de renovadas fuerzas. Sus ojos brillaron y todo su cuerpo se cubrió del halo dorado que lo caracterizaba. Espantado por la descarga eléctrica se lanzó haca atrás, apartándose de ella.
—¿Qué rayos eres tú? —Se preguntó. La fatiga desapareció tan pronto como había llegado. Era como si Path fuese un recipiente de qi ilimitado, una batería o más bien un transformador. Lo que podía obtenerse con la práctica del Zen también podía conseguirse por otros métodos, y según parece, el qi se podía quitar, drenar y repartir, pero también se podía regalar y absorber con demasiada facilidad.
Bueno, en realidad no era nada fácil, pero parecía ser algo natural para ella. Hasta las magníficas cantidades de qi que él mismo poseía, parecían migajas en comparación con esto. Era como un pozo infinito de energía pura, maravillosa y resplandeciente; jamás en su vida se había sentido tan lleno, hasta temblaba de la emoción.
Se acercó a ella de nuevo, con el corazón batiendo a son de guerra. Las aves, los insectos, todos los roedores asomaron entre la hierba como también siendo atraídos por su aura, pero sin el suficiente valor como para acercarse tanto como él. Sun Wukong, quien no solía temerle a nada, dudó de sostener su mano. En cuanto lo hizo, de nuevo se sintió colmado, como si los excedentes de lo que había sucedido fueran más que suficientes para otorgarle una nueva inmortalidad que aún no poseía. Como si un simple roce de la mano de Táo Hé fuera más que bastante para sanar cualquier herida, incluso aquellas que no se pueden ver, esas heridas que socaban el alma.
—Eres un misterio mujer... —opinó en voz baja—. Eres la primera que verdaderamente me impresiona.
Path abrió lentamente los ojos. Sun Wukong pensó en la maravilla que había presenciado: Táo Hé.
Chang'E la había llamado "una criatura especial", una que enamoraba para siempre, como un hechizo. Pero no era lo único que había dicho. Recordó que la oyó decir que la muchacha había nacido de un carozo de melocotón inmortal. Los melocotones inmortales solo crecían en el Kunlun, y esos montes habían nacido del sacrificio de Nuwa. Si los árboles habían brotado de sus gráciles dedos, ¿era Táo Hé una porción de aquella beldad divina?
Táo Hé. Una porción de la mismísima Nuwa, custodiada constantemente por las siervas de Xi Wang Mu, regada y cuidada por la diosa madre, protegida como un tesoro por el guardián del huerto. La semilla de la inmortalidad que nacía de la piedad, el sacrificio y el amor...
No sabía si su conclusión era exacta, solo tenía la certeza de que Táo Hé era Tao Siu Ling y otras tantas muchachas en las que había reencarnado a través de los siglos. Todas ellas se aunaban en Patty y se escondían tras esos enormes ojos avellanados y su extraño magnetismo.
Grande era su controversia entonces. Jamás se le ocurriría involucrarse con una humana, solo Tao Siu Ling era su error. Y Path no era Tao Siu Ling, aunque en cierta forma fuera lo único que le quedaba de ella. Pero lo llenaba de una extraña curiosidad y siempre acababa comparándola con sus vidas pasadas. Quizás debiera de cuidarse para no encariñarse con ella. Si lo hacía no tendría corazón para todo lo que sucedería luego. Eso sí. Tao Siu Ling jamás había hecho un despliegue de energía como este. Ninguna de todas ellas. Quizás era cierto que la semilla de la inmortalidad se volvía más poderosa con los siglos. ¿Y si llegaba al punto en que no podía retenerla? ¿O si era un error sacrificarla por un bien mayor? O peor... ¿y si no quería hacerlo?
Todo esto pensó perdido en sus ojos marrones. Path era extraña. Eso sin dudas. El temperamento generalmente calmado de Tao Siu Ling, y la fiereza conflictiva de Kiang Ying que brotaba de la nada; la grácil belleza de Mei Ling, las ocurrencias de Ling Ling, la inteligencia de Chou Nu y la picardía de Fei Fei. Hasta el brillo inocente de la mirada de Kiki, o la arrolladora y dinámica energía de Sophie. Todo estaba allí, en ella, en una mezcla totalmente nueva que las hacía revivir frente a él y que lo ponía de un humor furibundo por su testarudez y su osadía para desafiarlo en absolutamente todo lo que hacía y decía.
Path lo observó en silencio. Primero preocupada por su bienestar y el de ambos en realidad. Luego con confusión tratando de entender qué pasaba o por qué no recordaba como acabó en esa incómoda posición. Y luego miró las manos de Wukong y lo apartó con fiereza de un manotazo—. Ash... ¿Qué pasó? —Se quejó al fin sin entender lo que había hecho.
Wukong se preguntó si acaso ella tenía una ínfima idea de esto, del poder magnífico y apabullante que portaba. Dudó que así fuera. Ella lucía tan confundida como él. Nunca había sucedido que Táo Hé manifestara portento alguno, siempre era simplemente humana y nada más.
—Estás viva... pero que alegría... —se quejó con la indiferencia y frialdad con la que solía escudarse—. Despertaste al fin, ¿todo bien?
—No... Sí. Estoy bien... ¿Qué pasó? —se quejó.
Y Wukong decidió que era mejor no decirle...
—¿Cómo que qué pasó? Me desobedeciste, eso pasó, y tuve que salvar tu gran... ¿Qué parte de quédate cerca no entendiste? ¡Dentro del círculo! ¡Te tienes que quedar dentro del círculo para que funcione! ¿Acaso con decírtelo en inglés no es suficiente para que entiendas algo? ¡¿Por qué ningún humano nunca entiende el simple concepto de quedarse dentro del círculo?!
No iba a admitir que al menos un poco se había preocupado, eso arruinaría su perfil rudo y macho que pretendía mantener para marcar las distancias, pero la verdad la canción de Tao Siu Ling le seguía latiendo en los oídos y trataba de asimilar que se la habían devorado al instante en que se descuidó.
—Un sapo, era enorme y me tragó. Que asqueroso fue que... ¿¡No hay en toda esta montaña un lugar que no tenga monstruos, por favor!? —Se quejó ella en cambio.
Era bastante testaruda, y malagradecida, y terca, y caprichosa, y muchas cosas más. ¿Cómo se las arreglaba para ser todas esas cosas y a la vez ser la criatura más dulce y divertida del planeta? Quién supiera. Lograba volverlo loco. Eso era seguro. Quizás Tao Siu Ling y las demás (que eran 55) hacían una fiesta ahí dentro y por eso sus múltiples personalidades y sus arranques explosivos. Ya exasperado sintió que le drenaba las energías de nuevo—. ¡Culpa tuya por no quedarte cerca! ¡Sí sabes que hay todo tipo de criaturas aquí, ¿verdad?! Esta es mi montaña legendaria donde seres de todo dominio y reino pueden encontrar refugio, así que... ¿eres mensa o qué? ¿No sabes que eres un bocadillo para más de la mitad de mis súbditos?
—¡Ay que tú nunca me dejas hacer nada! —se quejó en español. Wukong no entendía cuando hablaba en esa lengua y se estaba comenzando a fastidiar cuando lo hacía. Ya hasta estaba considerando aprender el idioma para poder tener una mínima ventaja en sus discusiones.
No estaba acostumbrado a lidiar con criaturas lloronas y quejosas como ella, al menos ya no, y la verdad no importaba cuánta curiosidad le hiciera sentir; estos momentos en los que se le volvía desesperante lidiar con ella hacían que le perdiera cualquier mota de paciencia que le tuviera—. ¡Usa la cabeza mujer! ¿Qué no sabes que el mundo entero es un potencial peligro para ti? No tienes permiso de alejarte a más de cuarenta metros de mí en ningún momento. Si tú te lastimas, yo me lastimo; si tú mueres yo hasta podría morir, ¡y no voy a permitírtelo, mocosa loca!
—¡Bien! ¡Lo siento! ¡¿Ya!? ¡Lamento mucho no poder quedarme sentada dentro de un círculo diminuto por cinco horas hasta que tú decidas despertarte! —Se quejó con sarcasmo. Así era ella. Igual que él. No sabía disculparse de forma adecuada.
Sun Wukong enardeció y la apuntó con el dedo—. ¡¿Tienes una mísera idea de todo lo que tengo que pasar para mantenerte a salvo?! ¿¡Podrías mínimo intentar cooperar por una sola vez...!?
La discusión siguió como ya les era costumbre. La ira incendiaria de él lo hacía decirle unas cuantas verdades hasta que ella se echara a llorar y entonces ambos acabarían o ignorándose por horas o disculpándose de inmediato.
Nadie sabe si algún día lograrían llevarse mejor; o si la serpiente blanca acabó por desposar al dragón; o si alguna vez logró Ao Kuang darle vida a su ejército de arena... Tampoco sabemos si el falso Rey Mono volvió a atacar o si las tijeras que rasgan el espacio-tiempo de veras existen. Quien quiera averiguarlo, deberá seguir leyendo esta historia.
Patty, primeros bocetos (img1 y 2)/
Patt (img 3) y por "Cigarra de Peluche" en Facebook (gracias!!! Lo amo mucho)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro