17-Mal Sueño
"Le dijo que el amor era un sentimiento contranatural, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa" (Gabriel García Márquez).
En poco tiempo su conexión con él se había vuelto tan fuerte que podía percibir el alrededor como él lo hacía: los sonidos, los olores, las presencias. Era casi como ver en la oscuridad. Junto al fuego, Bajie y Fei Lao "montaban guardia", supuestamente; sus ronquidos cuajaban el silencio. El gato, que por ser un gato siempre elegía el lugar más cómodo, dormía en la hamaca colgante hecha de telas que habían rescatado de entre los escombros y podía escucharlo ronronear. Los demás ruidos eran los monos. Sus respiraciones dormidas se oían entre los árboles que se bamboleaban con el viento.
Era muy tarde en la noche y todos habían cedido al sueño profundo salvo por ellos dos. Emily y Halley se habían regresado al hotel en el auto de Zhang Wa Mu; Bajie y Fei Lao no iban a despertar con nada. Sun Wukong, sabiendo que nadie lo vigilaba, se acercó con sigilo y se sentó a su lado contra una gran piedra, sin pronunciar palabra. No hacía falta explicar qué hacía allí. Ella también lo sentía. El dolor en el brazo había regresado.
Path se incorporó y se aproximó a él también. Estaba adolorida, cortajeada y muy muy cansada por todo el trabajo que habían hecho. Estaba sucia, mugrosa; igual que todos los demás. Wukong se apoyó contra la roca y extendió el brazo fingiendo indiferencia, ofreciendo su mano. Patrisha no se lo pensó dos veces; en lugar de tomarla, lo abrazó y se acomodó en su pecho.
El rey mono se espantó, pero no hizo nada para quitársela de encima. Cerró los ojos y trató de negar que el corazón le latía frenético. No sabía qué era peor, que ella estuviera tan loca como para abrazarlo solo para fastidiar o que de verdad le gustara que lo hiciera.
Path volvió a reír sin ninguna razón aparente y dijo—: ¿De verdad me tienes miedo o qué? Solo lo hago por comodidad, créeme.
—Sch... los despertarás. Y Bajie hará un escándalo ridículo. —Era sin dudas un bochorno espantoso e incómodo saber que podía escuchar sus latidos. Ojalá nadie más lo oyera. Su vista se desvió automáticamente a la zona donde dormitaban sus sabios para asegurarse de que nadie supiera esto—. ¿Qué no sabes hablar bajo?
—Perdón —susurró.
—Ya suéltame, ¿qué te pasa?
—Ayer no escuché ninguna queja...
—Un suceso aislado. Si no me sueltas ahora, te lanzaré al primer barranco que encuentre.
—Tengo frío, no seas odioso.
—Pues toma una manta.
—Eso hago...
—Mira, mocosa...
La mujer carcajeó—. Ya... No empieces. Si duermes bien unas horas podrás meditar mejor después, ¿o no? Esto nos beneficia a ambos.
—Se supone que la meditación va en lugar de dormir.
—¿Ah sí?
—La que yo practico sí.
—Pues medita. No estorbaré.
—Te detesto. Mucho, mujer. Muchísimo.
—No es mi culpa que parezcas de peluche. Es tentador.
—¿De verdad buscas que te lance por un acantilado, no es así?
—Te dolería también.
—Te dolería más que a mí.
—Lo dudo mucho. Habría que ver...
—Lo disfrutaría... créeme. Cada segundo.
—Hazlo. Si muero le pasaré el problema a otra chica.
—No me tientes... —Le gustaba tenerla cerca, le gustaba demasiado. Y podía sentir en la oscuridad la mirada penetrante y acusatoria del viejo mono de cara de comadreja. Se había despertado. La empujó—. Que te quites.
—¡Au! ¡Oye!
—Exijo mi espacio vital. Eres como una niña... —se quejó entonces limpiándose la ropa y sacudiéndose el polvo.
—La fruta más selecta... madura con lentitud.
Wukong sonrió, pero su mente estaba atribulada. Los vigilaban. Sabía que los vigilaban. Si no eran los sabios monos, eran los cachorros; si no eran ellos, entonces eran las hembras que se reían; si no eran ellas, era Bajie; si no era Bajie, era la luna...
—¿Seh? Ojalá y te pudras pronto. —Volvió a dejar la mano cerca de su mano... No podría estar a solas con ella. No debía estar a solas con ella. No quería estarlo. O quizás... sí.
—Igualmente —Y el milímetro de distancia entre ambos era una tortura escabrosamente divertida.
—Pues muere esperando. Yo soy indestructible.
La noche era profundamente oscura, sin estrellas. Quizás por el humo que había ascendido del incendio; aunque también podría ser que el bosque de bambú —o lo que quedaba de este— bloqueara la vista al cielo nocturno. Los minutos pasaban y pasaban, escurriéndose de forma incierta para ella, quien sentía que el tiempo no significaba nada ya. El tiempo solo podía medirse por escalas de dolor en el brazo, por ratos de distanciamiento, por cantidades de risas; pero no por minutos, no en Purvavideha—. ¿Cuándo podremos volver a la Caverna de nuevo?
—¿Que? ¿La humana fácil de asesinar extraña dormir en una cama?
—Lo que extraño es el jacuzi del baño.
—Todo está lleno de polvo y escombro, mañana sacaremos algo de ropa y cosas para el viaje.
—Agh... pero necesito una ducha. Y tú también... Apestas. ¿De verdad no vamos a descansar siquiera un día antes de irnos?
—Estuve 500 años sin bañarme, ¿por qué haría un escándalo por un poco de mugre?
—Que asco —rio ella. Cuando reía arrugaba la nariz y cerraba los ojos; igual que Fei Fei.
—Lo sé —Sonrió también—. No lo niego, me pone de malhumor. Muero por un baño caliente...
—¿Sí? Oye, debo preguntar... Porque, un jacuzi tiene agua. El otro... ¿eso es aceite hirviente?
—Sí, ¿por qué? —La mujer lo observó extrañada, ahorrándose el comentario—. ¿Qué? Es bueno para la piel.
—Y si estas conectado a mí, ¿no te hace daño?
—No sé. No lo intenté por las dudas. Como sea, mañana temprano podrás bañarte en el río.
—Dijiste que el río...
—Sacamos mucho escombro y ceniza, para la mañana el agua ya no estará turbia; aunque sigue estando bastante fría. Toma un baño entonces. Yo vigilaré a Bajie.
—¿Lo harías? —Agradecida, levantó la mirada y sonrió de nuevo—. ¿Sí?
—Obvio —dijo el rey. Path sonreía contenta, era demasiado fácil hacerla feliz. Y Wukong aprovechó la oportunidad para decir—: Te urge. Tú... hueles horrible.
Path volvió a reír—. Lo sé. Es muy asqueroso. Pero no más asqueroso que no bañarse por quinientos años...
—Créeme... hay cosas mucho peores.
—Ou... Ahora exijo un ejemplo...
—Jhm... Okey... Escucha esto. Era un lugar llamado "Carreta Lenta" y mis... condiscípulos y yo nos metimos en un templo taoísta a comernos las ofrendas... el maestro Tang ni se enteró, él estaba dormido, así que nosotros...
El dolor ya iba amainando. Era impresionante lo rápido que aparecía y desaparecía. Todavía no lograba armar un patrón para deducir cuándo comenzaría o cuándo se detendría. Pero tenía una leve sospecha de que tenía que ver con si ella estaba enojada o no; lo cual era el colmo de males, porque Path se enojaba por todo y luego se desenojaba en cuestión de segundos. Aunque ahora no lucía enojada, ¿o sí? De hecho, se estaba desternillando de la risa. ¿Entonces por qué dolía si la estaba haciendo reír así?
—¿De casualidad... estás enojada por algo?
—¿Eh? No, ¿por qué? Estoy muy bien... ¿Parezco enojada?
—¿No...? Aunque... Ah, no sé. —Y susurró en chino—: Me va a volver loco de verdad...
—Oye, ¿estás bien? Estás más raro de lo normal. Y eso es bastante...
—Estoy bien. Mi tropa regresó, ¿por qué estaría mal? —contestó fingiéndose relajado.
—Te dije que estarían bien. —Y sonrió de nuevo. Y a él le dolió el brazo, pero a ella no, y ya no tenía sentido gastarse en tratar de entenderlo. Simplemente la necesitaba cerca para que dejara de fastidiar su vida, o necesitaba que fastidie para que no doliera, o quién sabía en realidad qué era lo que pasaba. Los ojos marrones enormes que lo observaban con evidente confusión estaban haciendo que le costara respirar y quería exigir que volviera a abrazarlo, o al menos tomar su mano. Todo esto era muy patético y difícil de comprender—. Ya enserio, ¿seguro estás bien?
—Seh...
—Los demás volverán pronto, estoy segura. —Y al fin dejó caer su mano en la mano de él. El alivio fue instantáneo. Como la lluvia incesante que gobernó sobre la Montaña de Fuego cuando la brisa del Abanico de Palma trajo consigo la humedad.
—Sí, Oye... No quería decir esto, pero... creo... Creo que te confundiste. No sé si lo notaste, pero no soy Liu Er —dijo él con saña—. Así que, repito... Dame espacio, loca. O buscaré un desfiladero muy muy profundo.
—¿Ah no? Uy... Entonces perdí esa apuesta. Hall estará decepcionada —Rio quitando la mano una vez más. Y el dolor volvió—. Oye...
—¿Qué?
—Tengo... una confesión que hacer...
—De enserio tienes una apuesta para abrazar a Liu Er con tu amiga dragón.
—No. Bueno sí, pero no. Otra cosa. Es grave.
—Escucho.
—Mentí.
—¿Eh?
—No logro diferenciarlos para nada.
Entonces fue Wukong quien se rio—. Bruja —farfulló.
—Es que son iguales.
—Ya...
—De verdad... No tengo ni idea.
—Ajá.
— Misma cara...
—Calla o le diré a...
—Misma voz...
—...a Bajie que coqueteas con él.
—Son muy iguales.
—Te fastidiará todo el viaje. Ya verás.
—¿Me amenazas?
—Lo hago. Sí señora. Y de suerte no te meto en una fosa en el fondo del mar por decir eso.
—Que cruel...
—Te pasaste.
—Creí que eras un héroe, ¿por qué las amenazas?
—Te la buscaste.
—Eso no se hace...
—Cruel es compararme con ese títere farsante y pulguiento.
—Ah... ¿fue un golpe bajo?
—Demasiado hasta para ti.
—Y hablando de farsantes, ¿Sung Sam cómo está?, ¿eh?
—No me digas que lo extrañas...
—Para nada. ¿Sabes? Sospecho que era gánster...
—Ah, ¿tu gusto en desgraciados viene desde antes? —dijo sin pensar que, de hecho, hablaba de sí mismo. Ambos se cruzaron de brazos, chismorreando, con las espaldas apoyadas en la roca.
—Si sigues quejándote de Liuer asumiré que son celos...
—¡Ja! ¿Y quién hablaba de Liuer? Tú solita lo mencionaste... ¿Ya ves? Te gusta meterte en problemas con tipos equivocados, ¿no?
—Oye, tú fuiste quien...
—Celos, sí claro. Yo solo me preguntaba con cuantos criminales habías salido ya...
—Ya que lo preguntas, Liuer no es la primera cita que tengo que intenta matarme o que practica el robo de identidad como pasatiempo. Es curioso... Tal vez sí soy yo la que se busca líos.
—Ah, ¿sí?
—Ni tampoco la más peluda, hubo un traficante de órganos muy interesado en mí.
—¿Trafi...? —Wukong dudó si había comprendido bien, después de todo no era experto en inglés—. ¿Un qué?
—Traficante de órganos. Ya sabes. Corazón, hígado, riñones... Órganos. Comprar y vender...
Se quedó pensando unos segundos en si era verdad o no. Podía ser, sin embargo, pues la mujer era un error universal y siempre algo trataba de que dejara de existir—. ¿Por lo menos era humano?
—Quien sabe, ahora que asumí mi nueva realidad creo que podría haber sido el chotacabras. Era peludo, peludo como un oso. Pero era un chico tan profundo... De verdad creo que era sincero cuando dijo que quería conocerme por dentro.
—Al menos... no era superficial.
—No, de verdad. Le interesaba mucho el interior de las personas...
—¿Ah sí?
—Mhm, éramos muy compatibles. Hasta teníamos la misma sangre. Lo sé porque me pidió que le prestara un riñón.
Sun Wukong carcajeó, era difícil no comenzar a reír y gritar con las tonterías que salían de su boca. Era todo, no solo lo que dijera, sino los gestos que acompañaban sus palabras. Estaba muy loca, y era deslumbrante por eso. Y de pronto si dolía o no, ya no importaba—. Y yo que creía que tu peor cita había sido yo...
—No..., para nada. Te diré. Mi momento más humilde. Hubo uno. Esto fue en Valencia, cuando era niña. Yo vivía en el orfanato, y él siempre pasaba a verme. Era un skater que tenía una patineta naranja y que...
Pero Bajie ya no dormía. Decidió que Emily tenía razón, que sí tenían motivos para estar preocupados por esos dos. Mientras Path más hablaba, más feliz Sun Wukong era y más comprendido se sentía. Y vaya que la mujer tenía un largo repertorio de cosas estúpidas que decir para entretenerlo y de lamentos existenciales sobre los cuales opinar... Y al revés también seguían la misma dinámica: Wukong contaba alguna historia épica o una anécdota chistosa y la chica lo halagaba o se burlaba según lo ameritara la situación.
No era que fueran el par más armónico del mundo... Eran absolutamente compatibles en algunas cosas, y en otras eran diametralmente diferentes. Era el hilo, o quizás otro factor, lo que los arrastraba a buscar la compañía del otro. Tampoco era que Patrisha fuese la mujer más increíble de la tierra; solo era una chica normal, pero no a los ojos de Sun Wukong. Y ella no consideraba que él fuese ni una amenaza ni un héroe, ni un ser mágico ni un monstruo, ni un humano ni ninguna otra cosa; simplemente era una persona. Una persona cuya compañía le gustaba. Y para Wukong era difícil encontrar alguien que lo tratara sin prejuicios ni etiquetas.
Eran un problema de vista. Un problema de perspectiva. Bajie ya no estaba seguro de si se miraban bajo la influencia del hechizo del cordón rojo y por eso ésta rara manera de tratarse, o si de verdad se veían tal cual eran y era eso lo que les atraía de alguna extraña forma. Porque el verdadero problema que alguno tendría que admitir en voz alta, era si esto era real o no. Si no lo era, alguno saldría lastimado, y si lo era, saldrían lastimados los dos. ¿Y qué sería de ellos cuando tuvieran que separarse de nuevo? Era obvio que las cosas se pondrían difíciles. Después de todo su peculiar relación venía creciendo demasiado rápido y desordenada, como la cizaña cuando invade.
Sun Wukong jamás debió habérsela traído consigo, pensó. Tendría que haberla dejado donde estaba, ni siquiera hablarle. Ahora ya no había vuelta atrás. En todos estos siglos, las pocas veces en las que el Rey Mono trataba con la mujer, todo acababa muy muy mal. Pero esta vez era la primera vez que corría peligro de ser perjudicado.
Los cuchicheos, las reflexiones y las risas siguieron por largo rato hasta que la madrugada dio paso al alba y Path se quedó dormida, caída sobre su hombro.
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