15-El Eco del Bosque
"Lo que no se siente no se recuerda, porque sin emoción no hay memoria" (Siri Hustvedt).
—¿Y qué tal la espada Zhan Lu de la misericordia? —insistía Bajie empujando una enorme columna de tierra solo con sus pies—. Dicen que es muy afilada. La he visto. Tiene buena pinta.
—Olvídalo —contestaba Wukong desenrollando grandes toneladas de valle, que aún tenían césped, de una sola patada—. Esa porquería ni siquiera podría empuñarla. —La espada Zhan Lu, para quien no lo sepa, había sido creada por un tal Ou Yezi para acompañar solo a aquellos gobernantes que eran íntegros, gentiles y benevolentes. Si acaso alguien que no fuera puro la tocaba, esta traía desgracia a todo su reino. Sun Wukong jamás lo había pensado, pero no quería ni probar tocar esa cosa. Antaño lo hubiera intentado sin medir las consecuencias, pero ahora sabía lo que era y lo que no era; no iba a ni siquiera tratar, por si acaso—. Vamos una maldición a la vez, ¿quieres Bajie?
—¡Vamos! Tal vez yo pueda...
Wukong lo observó en silencio. Deteniéndose por completo de su labor. Ninguno de los dos podría definirse a sí mismo como una persona de alta moral. No ahora.
—Bien, es cierto. Olvídalo. ¿Y qué tal... ¡La espada de la divinidad!? Ya sabes, la Xuan Yuan...
—¿La del Emperador de Jade...? —se quejó Wukong. No había ni que decirlo. Era un plan absurdo. A la primera, el Emperador Amarillo ni de chiste lo ayudaría a quitarse la atadura que él mismo le había impuesto, así que pedírsela no era una opción. Y en caso de que la robasen... ¿cómo se suponía que iban a subir a buscarla? El Rey Mono solo apuntó hacia el cielo con un dedo, recordándole con una mueca que el problema que tenían era que no podían subir.
—Okey... ¿Tu Espada Celestial no puede...?
Wukong bufó y viró los ojos.
—Ah, que mal. La dejaste allá también. ¿La Ballesta Divina de Hou Yi?
—¿La que está en la luna?
—Ah... claro. No podemos ir allá... Cosas en la Tierra, cosas en la Tierra... ¿¡La espada Chi Xiao del dragón rojo Liu Bang!?
—No es mejor que mi báculo, y el Ru Yi Bang no le hace ni cosquillas... Sería inútil.
—¿Y la espada "De la Media Luna del Dragón Verde" de la familia Guan?
—Ya la probé y el hilo la astilló...
—¡¿Rompiste la...?!
—No digas nada... Yo sé cosas Bajie...
—¿Yu Chang, la Espada del Valor? La de Zhuan Zhu.
—Muy pequeña, además nadie sabe dónde está. Dicen que se la tragaron los peces...
—¿Qi Xing Long Yuan, la Espada de la Integridad?
—¿Las Siete Estrellas? Demasiado musical. Mucho ruido para nada, y también está en el Cielo, en mi casa, se la quité a ese maníaco que...
—Ya, ya. Tai E, ¿la Espada del Prestigio?
—Difícil de maniobrar para algo tan delicado...
—¡Ay, pero es que tú nunca te conformas con nada! —se quejó Bajie.
—O tal vez, porque vengo buscando cómo hace mil quinientos años, ¡ya lo intenté! ¿¡No se te ocurrió!? —se quejó el mono.
—Bueno, ya, tranquilo... debe haber algo que no hayas tratado de hacer...
Se puso de nuevo a limpiar y juntar escombros, pero, aunque intentaba ignorarlo, Bajie seguía tras él. Al menos no estaba enojado por la discusión de ayer.
Sun Wukong comenzó a sacar las grandes rocas que se habían derrumbado sobre la cascada, tratando de acomodarlas como si de un rompecabezas se tratase. En alguna parte de todo ese desastre tendría que estar la Caverna de la Cortina de Agua, el pasillo que conducía a su gran salón de trono y tras él la habitación principal y los senderos que llevaban a puntos estratégicos del interior de la montaña. Tal vez los monos habían sido tan listos como para esconderse en el almacén de grano, o tal vez estaban bajo los escombros esperando a ser rescatados. Sea como sea, tenía que quitar ese montículo y Bajie lo había retado por cien yuanes a sacarlo en menos de quince minutos.
—Escucha... Con respecto a Path. No deberías ser tan rudo con ella. Después de todo, solo es humana y...
—Bajie... ¿No decía el maestro que "el agua de pozo no corre en el río"? —dijo pidiendo que no se metiera en algo que no entendía para nada. No lo iba a distraer. Iba a ganarse ese dinero. Era dinero bien merecido. Y sabía que Bajie trataba de que se pusiera a discutir en lugar de apurarse a ordenar.
—Yo solo digo. El maestro también decía que cuando el arroz ya está cocido...
—¡Mira idiota, aquí nadie está cociendo ningún arroz!
—Escucha... es huérfana, como tú.
—¿Y eso? ¿Qué?
—Que al igual que tú siempre se las ha arreglado sola. Es entendible que sea un poco difícil...
—No es justificación. Tao Siu Ling también tuvo sus tragedias y no era como ella. Es caprichosa, y entrometida también. Nunca se conforma con nada.
—Son tal para cual entonces...
—¡Dou-zhànshèng-fó, señor...! —gritó desde abajo, junto al río, Zhang Wa Mu—. ¡Su alteza Sun Wukong!
Sun Wukong bajó de un salto luego de acomodar varias piedras más. Dejó un doble suyo haciendo el trabajo porque no pensaba perder una apuesta y se burló de Bajie quien se quejó de su trampa. Se limpió las manos por la ropa, y un poco fatigado por la situación, preguntó qué sucedía, o más bien movió la cabeza sin decir nada, pues un rey sabe de hacerse entender sin hablar.
—Mi señor el rey, hay un problema.
—¿Qué problema? ¿Por qué es tan importante interrumpir nuestro concurso de tiro de rocas?
—Vengo de la ciudad. Fui a traer algunas cosas necesarias como te dije esta mañana. Y averigüé... Las autoridades investigan si el incendio fue provocado intencionalmente para apropiarse de las tierras por la fuerza, señor, y hay drones por toda la zona —dijo enseñando su celular—. Quizás no debas, justo ahora, hacer demostración de tu poder, a menos de que quieras dejar en evidencia a todo el mundo espiritual.
—Neh, ¿solo eso ibas a decir? Me da igual lo que los humanos piensen de mí o no. Quizás si se asustan, los turistas y los mugrosos que me llenan de basura el patio se larguen...
—Señor, no digas eso. Es verdad que ha habido problemas, pero muchas de las personas que vienen aquí te admiran. Sería una lástima que se interrumpieran las labores y los paseos de montaña.
—Si me admiran, ¿entonces qué problema hay con que me conozcan? Hay muchos de mí para todos.
—Señor... Muchos humanos no están listos para entender la magnitud de... esto. Y me preocupa saber que algunos malintencionados podrían meterse en tu reino cuando estás ausente si piensan que hay algo digno de robarse. Las criaturas de este bosque... ¿no vale la pena protegerlas?, ¿mantenerlas en secreto? Además, los tesoros de tu palacio están expuestos. Si llamamos la atención de los noticiarios ahora, quizás vengan saqueadores o enemigos poderosos tuyos a buscarte. Y no es buen momento...
—¡Que se atrevan...! —se burló el Rey Mono haciendo caso omiso. Lanzó otra roca y su clon la cabeceó para ponerla en su lugar. ¿Desde cuándo Zhang Wa Mu había sido contratado como consejero y protector de los unicornios?
—Pero...
Zhang Wa Mu había dicho "pero" y Zhu Bajie ya estaba esperando una reacción colérica del desagradecido e imprudente Sun Wukong que había conocido hace tiempo.
Pero Wukong parecía estar de mejor humor esta mañana. Es decir, seguía siendo el mismo cabeza dura impulsivo y arrogante de siempre, pero se había calmado y tenía como única prioridad encontrar a su gente. Como todos lo ayudaban en eso, estaba tranquilo; aunque mucho sospechaba Bajie que Path tuviera que ver con su inexplicable paz mental.
Por cierto, Path no aparecía desde la mañana; estaba limpiando por su cuenta en una pequeña vertiente. ¿Por qué Wukong la dejaba estar sola después de todo lo que pasó? Quién sabe... Tal vez solo la estaba evitando como parte de su absurda defensa de su espacio vital, cosa que, francamente, a vista del cerdo, no le estaba funcionando.
—Ash... Si lo que dices es que mantengamos en secreto nuestra ultra mega remodelación, me parece que sería genial que las personas puedan visitar el lugar cuando todo esté reparado. Claro, cobrando una pequeña entrada, ¿no? Además, a los fénix no les gustan los extraños y suelen ponerse agresivos ¿eso dices? ¿Qué es bueno evitar a los metiches y chismosos?
—Sí señor.
—Bien. —Se frunció de hombros y lo ignoró nuevamente. Tronó los dedos y estiró el cuello. Muchos Wukong harían un trabajo mucho más eficiente y rápido.
—Pero además...
—Ay, ¡¿qué...?! ¡Me cortas la inspiración!
—Podría ser... ¿discreto?, ¿señor?
—¿Discreto?
—Sobre ser Sun Wukong, Sosia del Cielo; sobre la verdadera Montaña de las Flores y los Frutos; y sus... clones —pidió—. Solo mientras tanto, hasta que pueda volver a encontrar a su ejército y que los portales se regeneren. Será útil que mantengamos las cosas en frío mientras hacemos los documentos y los arreglos del templo. Seguro los drones se alejarán en un par de días.
Wukong, con una mueca de desdén, lanzó otra roca del tamaño de un autobús solo con la mano y hacia atrás, como si estuviese jugando a encestar—. Obvio, soy el rey de la discreción, ¿qué no ves? Nadie lo sabrá, tranquilo —dijo quitándole importancia a su advertencia—. Este lugar lleva oculto por milenios. Además, parece más un terremoto que un incendio o una pelea, ¿no crees?
—Ah, pero señor...
—Dou-zhànshèng-fó, ¡Gran Sabio! —susurró entonces Fei Lao, jalándolo de la ropa para que no se marchara.
—Ah, ¿¡ahora qué!? —El Rey Mono estaba fastidiándose ya. Solo quería encontrar su cuarto y averiguar dónde estaban sus súbditos. Y en este caso, el orden de prioridad le era indistinto. Moría por una ducha tanto como moría de preocupación.
—Eh... tenemos un problema... —señaló el ladrón detrás de sí.
Una mujer rubia, tan rubia como la Dama Blanca, estaba mirándolos asustada. Tras ella, una mujer, un tanto más bajita y de cabello azul, con ropa extraña, observaba la situación con parsimonia, mascando chicle. Preocupado, Sun Wukong absorbió a su clon de inmediato, transformándolo en una fina hebra, un vello dorado que se prendió a su brazo; sonrió queriendo disimular, tarde, que nada raro pasaba allí.
—Es... el dibujo de Pat... —susurró la rubia, espantadísima al ver los ojos amarillos y los enormes colmillos.
—¿Y qué? ¿Las matamos? —susurró Bajie.
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