13-El Impostor (2)
La extraña tormenta estelar desapareció sin más, tal como había aparecido. Liuer se había marchado de pronto, dando por terminada la contienda eterna que tenían.
En un acantilado del lado norte de la montaña, Sun Wukong sostenía a Patrisha en brazos, quien lloraba como desquiciada de nuevo porque le dolía horrores el hombro—. Ya, ya... Lo sé, lo sé... —contestaba ante los gimoteos incomprensibles que soltaba en alguna otra lengua desconocida para él. Era una boba exasperante y aun así le causaba mucha gracia su terror. La abrazaba balanceándola de lado a lado burlándose de ella—. Lo sé. Ya pasó —agregó sabiendo que simplemente estaba actuando como actuaban los humanos—. Ya estás a salvo Patty, todo está bien. Dejará de doler pronto, lo prometo.
Para su sorpresa la mujer se limpió las lágrimas y tragó aire para tratar de relajarse. Eso era un progreso. Entonces lo miró a la cara muy fijamente, levantó su brazo revisando quién sabe qué al trasluz y luego le tomó la mano y aguardó unos segundos a ver qué pasaba.
—Estás revisando si soy yo, ¿cierto?
—¿Quién era ese tipo? —admitió soltando un suspiro frustrado sin poderlo evitar—. Era terrorífico. Yo... Yo pensé que me iba a morir y...
—Él se llama Liu'Er Mihou. Y es un problema desde hace mucho tiempo. ¡No puede ser! ¡Destrozó la mitad de mi...! Ah... olvídalo... —El rey se llevó dos dedos al puente de la nariz, luego se masajeó las sienes. Hectáreas de bosques y valles encendidos fuego y/o arrancados de cuajo—. Por favor dime que el inspector se fue antes y no verá todo este desastre...
—¿Quién es? Liuer... —contestó ella recelosa. No estaba segura todavía de estar junto al verdadero Wukong, pero su brazo se había salido de lugar y el mono se lo había acomodado sin ninguna delicadeza, así que no sabía por qué de todas las razones le dolía. Lo que sí sabía era que solo el verdadero Sun Wukong preguntaría por el inspector en un momento como este.
—El Macaco de las Seis Orejas. Somos enemigos desde hace mucho... tiempo.
—¿Seis? ¿Ese es? No tenía seis or...
—Obvio no, si las tuviera sería fácil adivinar quién es. Las esconde. Y hay un viejo dicho chino que dice que "el de la sexta oreja" es un metiche de primera. Le encanta escuchar conversaciones ajenas. —Sun Wukong revoleaba los ojos quejándose de Liuer, pero su mirada seguía puesta en Ao Lai y su estado cataclísmico. Había muchos focos de incendio y las criaturas del valle habían huido despavoridas. De inmediato buscó cómo reprimir su enojo, empezó a recitar en chino—. Ash... «Debe el Ser ser uno con el dolor, debe ser lo mismo con la alegría. El fuego no destruye, es energía que crea. Nada nunca deja de existir en realidad, así como en realidad nada existe... Así también el yo es lo mismo que el otro y nadie es diferente en realidad...»
—Y tiene buen oído, supongo...
—"La vida es siclo con la muerte y lo que se arranca vuelve a enraizar en otro lugar, en otro tiempo" —Suspiró, se relajó un poco, y al fin contestó—: Claro. Debe estar oyéndonos justo ahora. No sé de dónde salió. No sé si de verdad nació de una roca como dicen o de si alguna vez escapó de mi mente. Me han dicho que es igual que yo; incluso que es mi hermano y muchas cosas más. Pero no podríamos ser más diferentes —agregó molesto el rey. Pero si nadie es diferente en realidad, ¿por qué siempre le había molestado ser tan igual a ese monstruo? —Ah, tendré que repararlo todo de nuevo, maldición...
—¿Como un gemelo malvado o algo así?
—Supongo... No sé de qué hablas. ¿Qué es "gemelo malvado"?
—Fue muy... amable, pero... —Dolía. Dolía y de manera inexplicable sabía que no era él, que era un completo extraño.
—Ya con eso debiste haberlo adivinado —la reprochó—. "¿Amable?" Por favor... ¿Cuándo viste que me comportara de forma tan estúpida?
—No me refería a eso...
—Como sea... —La observó de pies a cabeza pensando que tal vez la mujer se había enamorado de él, y bueno, ¿quién la culparía, no? Aunque tal vez le habían gustado las atenciones de Liuer, lo cual no solo era un fastidio, sino que era también muy denigrante—. ¿Qué te traes?, ¿eh?
—Olvídalo Wukong.
—Como quieras. Que ridículo... —Y farfulló—: Ni se me parece...
El Rey Mono quedó en silencio, enfurruñado como un niño; tan ultra ofendido que su indignación sobrepasaba el límite. Colgó los pies al borde del desfiladero y observó a la lejanía para evitar verla de nuevo. Su valle, su precioso reino, ahora no solo tenía basura, sino que estaba destrozado. Tenía ganas de llorar. Juraría que se echaría a llorar si no estuviese ella allí. Entonces miró hacia el otro lado, todo para no mirarla a ella—. ¡No! ¡No, no, no! —gritó acongojado—. ¡Mi estatua!
Wukong se puso de pie y corrió hacia ella. La gran estatua de piedra yacía de lado, sacada de su pedestal. Le faltaba una pata y la cabeza. El báculo estaba roto en tres partes.
—¡Bebé! ¡¿Qué te hicieron?! ¡¿estás bien?! ¡No! ¡Qué horror! ¡Liu'Er Mihou vas a pagarme por esto! ¿¡Oíste?! ¡Esta vez sí que me las vas a pagar! ¡Ríe todo lo que quieras, cuando te atrape te arrancaré la cola!
—Debería molestarte más este desastre, no que te haya confundido o que haya roto una réplica de ti —farfulló ella acercándose—.
—¿Y quién eres tú para decidir qué me molesta, extraña?
El Rey Mono no pensaba aflojar su arranque de rabia. Path lo observó inflando las mejillas y divirtiéndose con la escena que estaba montando. Era a veces un gran héroe y a veces un gran soquete; tan infantil como él solo. Si decía que llevaba tiempo teniendo problemas con este extraño doppelgänger, tal vez su ego se hallaba involucrado y odiaba que alguien los confundiera—. Ni siquiera se te parece tanto —atinó a decir.
—¡Es una magnífica copia de la estatua que guarda la entrada de mi palacio en las nubes! —contestó tratando inútilmente de reensamblar las partes.
—No la estatua. Hablo de Seis Orejas. No se te parece.
—Claro que no. ¡Para nada! No entiendo por qué lo confundirían conmigo. Es obvio si uno presta atención... Ay no mi amor, ¿qué te hizo ese salvaje?
—Pues sí, es más que obvio.
Quiso ponerle la mano y una porción de la escultura se desgranó—. ¿Y entonces por qué no lo notaste, tonta? ¿O acaso? Ya veo... Tú querías creer que era yo —dijo riendo—. Ja, ja, ja. Eso no va a pasar. Bórralo de tu cabeza. —Y exclamó—: Ah ¡mira mi estatua, pobrecillo de ti!
—¿¡Tú crees que yo!? ¡Claro que no!
—¡Pues más te vale que no! Porque nunca...
—¡Solo te estaba dando tiempo para que vinieras! ¿ya? Me di cuenta enseguida de que no eras tú, se le notaba.
—Sí, como no.
La estatua se deshizo toda. Estaba casi pulverizada. Sun Wukong se rindió sabiendo que no la podría arreglar. Tomó la cabeza sonriente entre sus manos y la miró con pena. Se sentó en el pedestal quebrado, mirando el suelo. No iba a llorar. No iba a llorar. No iba a derramar una gota que no fuera de sangre. Cuando atrapara a ese macaco...
Estaba enojado, pero seguía siendo un mono curioso y muy engreído, no podía dominarse cuando se trataba de satisfacer su ego—. Y... ¿cómo lo notaste? ¿Que no era yo?
—Eh... Pues... —Path lo pensó un poco y decidió que podría divertirse un tanto con esto ¿Por qué no? Era su venganza perfecta porque él se las andaba de cascarrabias todo el tiempo. Se sentó muy a su lado, casi rozando su mano con la mano—. Él tiene los ojos muy verdes y su pelaje brilla como la luz de la luna, de un extraño color plateado amarillento, como el oro blanco... Además, le gusta conversar, es agradable... Y tú no.
—Ah... ¡Vaya que le estuviste prestando atención! Apuesto a que fue muy "agradable" cuando trató de matarte... "Oro blanco" pff —farfulló a lo último.
Path ahogó la risa, sus mejillas se colorearon. No se podía ser más obvio, y es que, incluso si ella no le interesaba de ninguna forma, Sun Wukong era a todas luces un celoso de primera. Imaginaba que, de seguro a sus sirvientes y a Bajie les haría la misma escena por haberse atrevido a confundirlo con alguien más; y sin embargo ella tenía una ventaja para desenojarlo, y es que ella estaba tan atada a él que sabía que decir...
—Ya. Simplemente sabía que no eras tú.
—Ay, ajá...
—Es en serio. Tú... Tú eres más... brillante. Entre oro, cobre y crisol —Wukong la observó de reojo, pero se negó a hacer algún comentario, solo elevo las cejas—. Tienes mucha más energía y fuerza, se nota. —Se había ruborizado, se le notaba justo allí donde su rostro tenía un extraño color rojizo, pero no contestaba nada. Seguía cargando la cabeza en sus brazos y parecía guardarse algún comentario despectivo mordiéndose la lengua. A Path le parecía sumamente frustrante, pero sospechaba que si seguía presionando haría que reaccione y eso era cómico por demás—. Todo en ti es muy dorado, y hasta tus ojos son tan amarillos que a veces parecen casi blancos. Como el sol cuando baja —Nada aún—. Es casi como si cada hebra de tu cabello brillara tanto como el mismo sol... ¿Puede la luna competir con el sol? Solo es el reflejo de su poder, pero no la fuente. —Pero nada todavía.
—Ah, debería ir a apagar ese fuego. Ahí anidan los fénix... Supongo que tendré que reparar esto después...
Entonces con una sonrisa, sabiendo que la ignoraba adrede porque sus palabras sí tenían efecto, agregó para rematar—: Apuesto a que tienes más qi en cada pelo que él en el cuerpo entero.
Wukong no lo soportó y soltó un chistido mientras sonreía—. Todo es una broma para ti, ¿no?
—Lo digo enserio. Hasta un humano lo puede notar.
—Está desteñido ¿ya ves? Será un lamebotas, pero ¿en batalla? No existe punto de comparación. No por nada muchos dicen que yo soy "la luz del sol".
—Totalmente. Una copia barata —insistió ella—. Se nota a plena vista.
—¡Ja! —El mono soltó una carcajada fingida—. Mentirosa. Solo lo sientes por el cordón, ¿no es cierto?
Path rio también y lo empujó levemente con el hombro—. ¿Ganaste, no? Eso significa que es verdad.
—Pues entonces no te confundas, duraznito. Es imposible que ese pulgoso sea como yo. Claro que gané. Gané aun estando al borde del colapso porque soy mil, no, un millón de veces superior a él. ¿No me viste? ¡Nuestra batalla iluminó todo el cielo! Soy demasiado épico, tanto que hasta es ilegal. De hecho, es en serio que es ilegal lo maravilloso que soy. ¿Y los treinta y seis metros? ¡Ja! Ni el espacio puede retenerme. Tú, humano, no puedes limitarme. Los dioses debieron pensarlo mejor y atarme a seis montañas esta vez.
Path rio, pero no podía negar que era cierto. No había visto mucho, pues había cerrado los ojos la mayor parte del tiempo, pero lo poco que había observado había sido una batalla colosal y feroz. Se prometió a sí misma prestar mucha atención a cualquier batalla de Sun Wukong que pudiera ver a partir de ahora. En realidad, era una cosa muy épica e increíble.
—Lamento lo de tu estatua, estaba linda. Y lo del valle... Qué bueno que el inspector ya se fue. Pero deberíamos arreglar un poco antes de que regrese, ¿no?
—Seh, no es como que no hay empezado de cero antes... —dijo resignado. No iba a llorar. Esto ya le había pasado muchas veces. Ya no era un niño y siempre podía volver a construir lo que los demás le derrumbaban. Entre inmortales funcionaba así. Hacer pedazos el reino del otro era tan simple como patear el castillo de arena del infante que estaba al lado—. Oye, y hablando enserio, no te atrevas a enamorarte de mí, humana —agregó entonces—. Serías un problema extra.
—¿¡Qué?! ¡Pero qué petulante eres! —se quejó molesta. Sun Wukong no se dio por aludido, quizás consideraba que su advertencia era más que oportuna—. ¿¡Te crees irresistible o algo por el estilo!?
—Seh... —admitió mirando el pedazo de piedra que tenía su rostro. Entonces lo lanzó desde donde estaba hacia el valle, a kilómetros de distancia—. Mira, sé que soy genial y todo eso, pero créeme, sería tu peor pesadilla...
—No podría ser de otra manera... —se quejó la mujer. Sun Wukong se levantó llevándose más pedazos de la estatua derruida y volvió al borde del desfiladero. Path volvió a seguirlo por inercia.
—Ha de ser difícil la tentación que te impone el cielo, pero no es buena idea —dijo mientras seguía lanzando trozos al barranco—. No existe ser más tramposo y traicionero que yo. Además, este tipo de relaciones están estrictamente prohibidas, ¿sabes?
—Olvidaste añadir "mentiroso empedernido sin responsabilidad emocional" a tu lista de grandes méritos y atractivas cualidades que hacen "imposible" que alguien no se enamore de ti... —Y llorón. Pero eso no iba a decírselo. Era obvio que se estaba aguantando de llorar y tampoco era para humillarlo tanto. Ella también comenzó a lanzar piedras; a limpiar. Más que una ceremonia de despedida, parecía ser una manera dañina de desquitar la rabia. Ojalá ninguna persona o animal cruzara por debajo de esa cañada, o se llevaría un gran susto y un buen golpe.
—Solo tendríamos problemas. Ya los tenemos por solo una cita, imagina lo que sería si yo te gustara —Lanzó un gran pedazo de la escultura un poco más lejos, consciente de que la mujer estaba tratando de hacer la misma distancia con las piedras más pequeñas.
—Curioso que lo de la cita fue idea tuya... —Pero Path no podía darle alcance a eso. Lo intentó, claro. Pero para nada se acercó siquiera a la mitad.
Wukong se rio, y tiró un trocito tan lejos y tan fuerte que derribó el único árbol que quedaba en pie. «Uy» —¡Las maldiciones se derramarían sobre nosotros como leche hervida!
—Eso ya lo noté, gracias por la sugerencia... —Se rindió enseguida. Se cruzó de brazos; le dolía el hombro. Imposible equiparar su fuerza—. Después dices que soy yo la que todo el tiempo está jugando...
—Ah, no es juego, lo digo muy enserio. Acabarás o muerta o llorando, o aún peor con uno de esos castigos que duran milenios. —Pateó un último pedazo y se sentó en el suelo. Sin pensarlo, Path hizo lo mismo—. No quieres eso, así que ya no me mires con esos ojos.
—Pff... claro. Entonces agradezco la advertencia.
—De nada. —Colgó los pies del acantilado.
Así, balanceándolos mientras reía, no era más que un adolescente diciendo tonteras. Path sospechó que siempre se comportaba como un tarado cuando algo lo hacía sentir muy mal.
—Eres un cretino de primera —agregó riendo ella.
—Lo sé. Gracias por el cumplido.
—¿¡Y qué diablos tienen mis ojos!?
—Ah, no te hagas, me miras... Pues que son... —La miró de nuevo. A primera vista solo eran ojos marrones, avellanados como los de cualquier occidental, tal vez hasta un poco más redondos y grandes de lo normal. Pero había un hechizo hipnotizante en el brillo que tenían y un pacífico letargo en la profundidad que albergaban. Eran quedos y tristes, rojizos como cerezas muy maduras a la luz del sol, oscuros como dos gramos de noche cuando se enfadaba. Sus pestañas eran largas y arqueadas como las ramas de los pinos salvajes, y tan profusas y llenas como los bosques. Evocaban a la tierra fértil del valle, a las rocas forradas de verde que yacían incólumes dispuestas de la misma manera desde hace siglos, a la madera de cada árbol de cada bosque aquí o en cualquier lugar del mundo. Tal vez esos enormes ojos tuvieran el secreto de su castigo, la razón por la cual debía estar anclado a la tierra; porque eran raíces latientes de su pertenencia a los mortales. Todo en ella era su elemento—. Que son...
—¿Qué? —se burló ella. Estaba boquiabierto.
—¡Que son horribles! Me ponen incómodo — contestó volviendo en sí—. Parecen los ojos de un venado o de un perro.
—¡Oye, eres un idiota!
—Sí ya sé. Pero en serio mira para otro lado, ¿por qué tienes que mirarme fijo? Me das escalofríos... ¿Qué eres? ¿Una ardilla?
—Increíble... —musitó Path cerrando los ojos. Le provocaba reír por nada, reír por todo, reír sin parar aunque le daban ganas de matarlo, y no sabía por qué—. No puedo creer que hagas tanto escándalo por una estatua.
—Oye, tu hiciste un escándalo por tu cuaderno de dibujos...
—Es porque no quiero que nadie lo vea.
—¡Eres dibujante! Se supone que son para ver...
—No si no están listos.
—Ya que estuviste practicando dibujarme podrías hacer un nuevo diseño para mi nueva estatua, ¿no?
—Esa es tu única prioridad en este momento, ¿verdad?
—Yo siempre soy mi única prioridad.
—Eres todo un caso...
—Oh... los cumplidos no paran de llegar. Estás obsesionándote demasiado.
—Tarado... —La mujer volvió a reír y por largos minutos ninguno dijo nada mientras el sol caía en el lejano horizonte.
—Wukong...
—Quep...
—Gracias por salvarme de nuevo —dijo al fin—. Sí que eres increíble.
—¿Soy qué?
—Ya lo dije...
—Repítelo...
—Solo un poco... Solo lo dije para que ya no llores.
—¿Quién llora? Lo aceptaré, es cierto. Lo soy. —Path rio y viró los ojos con hastío. El rey sonrió y asintió mansamente—. Ya estamos a mano —dijo.
Path se sorprendió de saber que él le estaba dando las gracias a ella también; no creyó que estuviera al tanto del esfuerzo que había tenido que hacer para sacarlo del fondo del mar, pues creyó que se trataba de una treta del gemelo. Y por un instante, le agradó esa sensación de que alguien tan increíble como él estuviera cuidando sus espaldas en la aventura más inverosímil que se le hubiera ocurrido; era como estar en un extraño, largo y maravilloso sueño.
—Bueno en realidad no estamos a mano "a mano" propiamente dicho —Hasta que el sueño se acabó, claro—. Yo te salvé como tres veces y tú a mí una sola. De hecho, te vengo salvando dieciocho, diecinueve... veintitrés veces y contando. Y eso es solo en esta vida...
—¿En esta vida?
Wukong se levantó sin contestarle nada más—. Andando mortal insignificante y fácilmente asesinable. Escondí las tijeras por allá —ordenó sacando el báculo del oído y cruzándoselo tras la espalda, dispuesto a bajar la colina—. A ver qué tanto desastre causó este desgraciado... —farfulló; tendría que recorrer de punta a punta la montaña y sus valles. Pero Path no lo seguía. Parecía enojada de nuevo, quién sabe por qué—. ¿Vas a venir o qué? A menos que quieras esperar a que Liuer venga a buscarte... —canturreó, y se burló sacando la lengua.
Path bufó, se levantó como pudo y fue tras él—. ¿Usaremos los portales?
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