11-Portales (2)
Alcanzó a ver un zorro de tres colas del tamaño de una ardilla correteando entre las flores, y a un ciervo blanco de cuernos de cristal que pastaba con tranquilidad en la espesura. La tierra de la Caverna de la Cortina de Agua no solo era magnífica, sino que, tal como Path había supuesto, era un lugar estratégico al que era muy difícil entrar. Los maravillosos portales que se abrían y cerraban constantemente prevenían el ingreso de cualquiera que no fuera conocedor de los secretos de esa área llena de misterios.
Bajando la ladera, la flora y la fauna parecían acomodarse para ser algo normal a la vista humana, y vio varias aves fénix acabar por disfrazarse de garzas blancas. No por ello resultaba ser menos idílico el paisaje. Huaguo exuberaba vida en cada latido. Mucho hay por decir de las grandes extensiones de bambú silvestre que armaban murallones de oro y jade, o del musgo verdi-azul que crecía cubriendo las grandes rocas esculpidas por los elementos. Los centenarios árboles de ginko y los ciruelos silvestres estaban plagados de aves e insectos que hacían de ellos su hogar, y entre las matas y arbustos se apreciaba el aroma de infinidad de plantas medicinales. No había hongo u hojarasca fuera de lugar. Las extensiones de esa área indómita y rústica eran un auténtico paraíso terrenal bien regado y cuidado. Bastaba prestar atención para saber que de veras alguien, un excelente jardinero, se hacía cargo de ello.
Path y Bajie habían resuelto buscar al inspector y a Zhang Wa Mu ellos mismos, así que tuvo la oportunidad de, por primera vez, observar todo el hermoso paisaje e incluso cruzar algunos portales para ver sus tesoros ocultos. Con fascinación admitió que jamás había visto nada igual—. ¡Es precioso! —suspiró. Wukong jamás la llevaba tan lejos en sus paseos diarios. El agua de la pequeña naciente se transformaba en un arroyo y este decantaba en una enorme cascada a las afueras de la entrada principal de la caverna.
El lugar era de difícil acceso, no obstante, Bajie parecía saber por qué caminos andar para que no fuese tan complicado llegar a destino. Y una vez que alcanzaron la entrada tuvo la impresión de que habían arribado a otro mundo. Todo allí era tan normal y lleno de turistas que fue un gran shock, y aun así se respiraba un aire solemne, como si hasta la neblina blanca fuese sagrada. La mujer acarició al colobo que llevaba al hombro; la criatura estaba tanto más nerviosa que ella al ver a tantas personas. Ella no lo sabía, pero la Mona Sabia de ojos dorados siempre asignaba a alguien para que la vigilara y cuidara. En este caso, el primate tenía el encargo de mantener a Bajie apartado en todo el tiempo que Wukong no estuviera, solo que no esperaba que se lo llevaran tan lejos. Y Path asumió que esa reacción era simplemente porque no solía tener contacto con humanos. Extraño como pareciera, entendía demasiado bien lo que a los animales les pasaba, y era susceptible a sus reacciones a los cambios en el ambiente.
—Una vez fuera del portal principal —advirtió Bajie—, ningún humano puede volver a entrar por sí mismo. Debes recordarlo siempre. Solo los animales tienen vía libre. A menos que Wukong te lo autorice, no puedes regresar aquí.
—¿Y cómo es que tú entras y sales?
—Si quieres conocer mis secretos, tendrás que contarme los tuyos —contestó el Cerdo en su afán de conquistarla. Path sonrió incómoda, pero ya no dijo nada. Y el colobo le gruñó cambiándose de hombro en la chica y enredando la cola por su cuello. Bajie miró con extrañeza al animalejo. Esa cosa no necesitaba hablar para dejarle en claro que no lo quería cerca; lo iba a mantener a raya a fuerza de mordiscos. ¿De qué servía llevarla a un paseo romántico si no podía acercarse a ella?
Zhang Wa Mu dijo que les avisaría cuando llegara al final de la escalinata de piedra, a las afueras del recinto principal que todos los turistas conocían y visitaban. No eran fechas de vacaciones y no había tanta gente como otras veces, pero sí la suficiente como para sorprender a Patrisha, quien no creyó que la zona tuviera tanta concurrencia. ¿Quién lo diría? Oculto a plena vista estaba el reino legendario del Rey Mono, pero la gente siempre visitaba el camino equivocado y se entretenía dándole de comer bananas al actor disfrazado de Wukong que se escondía "enterrado" entre piedras de papel maché. Sospechaba que, incluso si algún rebelde se atreviera a pasar de los límites que imponía el gobierno, los portales harían que se perdiera y que no pudiera ver una sola criatura hasta regresarlo al camino principal. Es más, vio a muchas personas jugando en la cascada, pero ninguno encontraba nada dentro de sus grutas.
Bajie entonces explicó que todo el año se ofrecían recorridos a los cuatro puntos principales de la montaña. El templo de Sun Wukong, que tenía una gran platea de entrenamiento y una pequeña pagoda; la casa de té que ahora era un salón memorial para Wu Cheng'en; el portal sur del cielo, que ya no estaba abierto; y este: la entrada de la Cortina de Agua. Path observó el lugar con detenimiento y curiosidad. Hasta se podía llegar en auto hasta ahí y había barrios residenciales en las laderas. ¿Cómo es que nadie nunca los había descubierto? Y pensó de nuevo en los portales, los magníficos portales... Era una montaña entera escondida a plena vista dentro de otra montaña. Una era humana, terránea; la otra sobrenatural, divina. Wukong jugaba con la realidad todo el tiempo, engañando a los mortales frente a sus narices.
—Los portales son bastante confusos —observó ella.
—Es normal que te sientas mareada al atravesarlos. Algunos llegan a la india, otros a Sudamérica.
—¿De veras?
—Sí claro... Wukong siempre va saltando a todos lados, o volando; la verdad ni los usa. Creo que los tiene como extensión de sus dominios. Hay varios montes Huaguo en realidad, y en muchas partes. Por eso el clima allá adentro es un desastre.
—Entonces lo que vi cuando llegué, es la unión de todos los portales... —susurró.
—Tierra salvaje y desastrosa. La aborrezco...
—¿Salvaje? Este lugar es muy pacífico.
—Si tú dices. No es como si esos monos estuvieran dispuestos a lapidarnos en cualquier momento.
—Bueno, sí, está eso —Sonrió—. Aun así, es más tranquilo que la ciudad.
—Supongo... Sun Wukong ha cambiado bastante, podría decirse que sus tierras también —observó el Cerdo recargándose contra las piedras. Hoy no había tanta gente... solo algunos admiraban los árboles en flor y las rocas con viejas inscripciones de sabios y Emperadores—. Al final este lugar es como él se siente.
—¿Ah sí? —contestó Path distraída; un grupo de turistas se sacaba fotos con un falso maestro Tang y sus discípulos. Si supieran que el Cerdo de los Nueve Preceptos estaba allí parado, charlando con ella.
—Dicen que este lugar fue magnífico en su estado salvaje; indomable. Todo tipo de reyes y monstruos se reunían aquí para estar cerca de Hóuwáng; entrar era casi imposible. Pero es raro, ya que lo dices... Sí... —notó—. Ahora es demasiado tranquilo.
—¿Raro por qué?, ¿qué pasó? —Le daba curiosidad oír la verdadera historia, pero además admitía tener otras intenciones: quizás algo se le escapara contar al cerdo, algo que Wukong no quisiera, alguna pista sobre esta Tao Siu Ling de la que de pronto hablaban y de la que de pronto callaban. En el viejo libro clásico no decían nada sobre una mujer de nombre similar y ciertamente nada sobre el hilo rojo. Ya lo había leído completo. Narraba sobre el nacimiento de Wukong, su rebelión contra el cielo y su castigo; explicaba el origen de Tang Sangzang, y el peregrinaje hacia el oeste que había hecho en compañía de cuatro discípulos: el mono, el cerdo, y un ogro y un caballo-dragón. Pero jamás, jamás mencionaba una mujer que no fuera o pariente de alguno, o una diablesa, un yaoguai, o una bodhisattva. Y mucho menos ninguna con relación a Sun Wukong, ni siquiera en el reino de las mujeres—. Bajie... Me sería un gran honor oír la historia jamás contada del Mariscal de los Juncales Celestes.
—De ser así... Verás, yo era...
—¿Conociste a Wukong antes de su peregrinaje? ¿Anduviste por esta montaña cuando era un lugar salvaje?
—Wukong Claro. De eso quieres hablar —dijo exasperado. Path sonrió con inocencia fingida, y el cerdo no pudo decirle que no a sus ojos—. ¿Que si lo conocí? Sun Wukong era un completo caos cuando era joven. Por esas épocas yo estaba tranquilo, sirviendo en Palacio. No tratábamos directamente, pero oí de sus desastres. Fue antes del festival de los Melocotones Inmortales. Él y esos reyes... acabaron conspirando contra el Emperador de Jade. Como cada vez era más poderoso le fue difícil tener el control de lo que hacía o decía. Y creyó que podría ser él quien lo reemplazara. Creía que era demasiado importante, tanto que desafió a todo el que se le enfrentara, hasta que Buda lo castigó. Lo encerró bajo una gran montaña.
—Como dice en el libro... claro —Era decepcionante. No había información nueva en eso.
—Ah... Pero lo que nunca dicen, es que durante todo el tiempo que estuvo encerrado, la montaña se veía gris y horrenda. Pocas plantas crecían por aquí. Incluso alrededor todo se volvió muy feo, y los animales y las criaturas huyeron. Un desierto. Como él no estaba para cuidar de los animales, los humanos y hasta Erlang Sheng se encargaron de hacer pedazos este lugar. Y cada vez que el Rey Mono se ausenta, todo aquí se desbarata. Por eso prefirió vivir para siempre aquí. Eso, y que de todas maneras tiene vetado regresar al Cielo de Jade.
—Entonces... ¿el lugar se ve como él se siente, literalmente?
—Así es —Sonrió—. Pero sigue siendo raro... Como dije, este siempre ha sido un lugar salvaje, pero ¿no puedes sentir la paz que hay?
—No es algo malo, ¿o sí? —dijo ya aterrada porque de nuevo hubiese un problema.
—No lo creo, no —rio el Cerdo—. Supongo que el viaje que hicimos con nuestro maestro le ha hecho bien, más que bien. Sus tierras están bien cuidadas, y aun así es diferente el aire que se respira. Podría ser una de esas cosas raras de mono místico que él hace... o quizás es que ya sabe ser un buen rey. Parece que todos confían en que hace bien su trabajo. Ya sabes, un buen rey tiene muchos buenos súbditos porque sabe conservarlos. Tomar buenas decisiones para no arrastrar consigo a los demás forma parte de su trabajo. Ah... supongo que tú sabes de eso. Acabó por arrastrarte a ti después de todo —aclaró para sabotearlo. Hablar bien de Wukong no se le daba mucho. Eran amigos, sí, si no había una chica involucrada...
—No creo que lo haya hecho a propósito.
—¿No crees? Él todo lo hace siempre a propósito, Patsy.
—Sun Wukong no es malo, su vida ha sido difícil, es todo. Como dijiste, está tratando de ser buen rey; y dudo mucho que me quiera aquí en realidad. Esas cosas que le sucedieron, ¿no fueron hace miles de años?
—Pues de hecho sí. Fueron épocas oscuras para todos —admitió—. También para mí fueron malos tiempos. Pero dime, señorita, ¿tanto confiarás en él? Estás defendiendo su honor.
—Tú eres su amigo. ¿No deberías tú estar defendiéndolo?
—Yo lo conozco demasiado como para eso —rio—. Pero tú lo conoces muy poco...
—Pues, es un héroe, ¿o no?
—Yo supongo que lo puedes ver así. El maestro Tang Sangzang confía en él, siempre dice que Wukong ha aprendido a cuidar de los demás. Viendo todo este lugar, creo que es cierto. Sí, tienes razón. Seguro lo que sea que hace, es para cuidarte también.
—Lo hace bien. Su único problema es que no deja que nadie lo ayude. Eso y que sus métodos no son los más... ortodoxos...
—Bueno, nunca tuvo nadie con quien contar, así que siempre ha sido así de desconfiado, y está orgulloso de decir que se las ha arreglado bien por su cuenta y a su manera. Que nos haya encargado Huaguo a nosotros es de hecho toda una sorpresa para mí. —Pero Bajie seguía pensando que era muy extraño. Había paz... demasiada paz... Y Wukong no parecía estar en paz por esos días; todo lo contrario. Miró a Path con desconfianza; carraspeó incómodo—. Como sea... Trabajemos, humana.
—Espera, espera... Conocías a Wukong de antes, ¿pero no más que rumores? ¿No viniste aquí o...?
—Es inútil Path. No vas a sacarme información. Tao Siu Ling llegó a existir mucho después de que acabáramos nuestro viaje juntos, ella no estuvo aquí jamás. Y si lo hizo, es a Wukong a quien debes preguntarle, no a mí.
—Sí... Lo siento —Se resignó la mujer.
—Es encantador que trates de manipularme, pero después de lidiar con Wukong ya estoy en las ligas mayores. Te deseo la mayor de las suertes, señorita.
Path bufó, ofendida y agobiada, y se puso a revisar las imágenes que formaban parte del reporte—. Entonces... Wukong quiere conservar para él la zona éste, junto al parque nacional, el templo abandonado que está en medio de las arboledas en la costa, los humedales y algunas construcciones que sirven de albergue para los monos. ¿Correcto?
—Correcto...
—¿Y por qué?
—¿Qué?, ¿no te dijo nada? Creí que eras su novia, ¿por qué no te lo contaría?
Bajie la miró de lado y Path quedó colorada. Negó con espanto—: Nosotros no... No es como crees.
—Ah... pues... Te diré... La ciudad puso un basural muy cerca del arroyo y de las plantaciones de árboles frutales. Dijo que sus monos se enfermarán si no hace algo al respecto. En China es difícil tener propiedades privadas, pero no imposible. Es la forma más pacífica y la mejor a largo plazo; muchos dioses lo hacen, registrar sus tierras.
—Una solución pacífica... Bien —aprobó ella—. Espero que pueda remediarlo pronto.
—Ajá. ¿Sabes? Le habrá costado mucho reconstruir toda esta montaña desde cero. Me sorprende que no esté pataleando y gritando. Está más enojado de lo que demuestra...
—¿Tú crees?
—El Sun Wukong que yo conozco ya hubiera agarrado su garrote y hubiera despedazado el primer camión que encontrara, pero parece que sí aprendió del maestro y está tratando de hacer los papeles de las tierras. De hecho, hasta me juró que solo iría a molestar a Ao Kwang y que no pensaba hacerle nada a los humanos del basural.
—Genial, ya que no cometerá vandalismo ni tentativa de homicidio, es bueno saber que solo piensa allanar el palacio de un dragón.
—Al menos nos dijo a dónde va. Eso me agrada del nuevo Sun Wukong.
—Qué suerte la mía...
—Entonces... ¿lo que dices es que eres soltera...? —Path no dijo nada, solo sonrió y aceptó una flor de manos del colobo. El cual miraba a Bajie con ceño fruncido y suspicaz.
El señor Zhang finalmente llegó en un taxi, y les presentó al inspector y a su camarógrafo. Bajie les enseñó con orgullo las carpetas y documentos que habían preparado con cuidado. El inspector —pobre de él—, insistió en ver el problema por sí mismo, en conseguir muestras de los especímenes que habitaban el área y en que le mostraran cuál era el dichoso templo que faltaba registrar; lo cual significaría subir en auto hasta donde fuera posible y luego caminar mucho, cuesta arriba y a través de algunos portales sin que se diera cuenta. Además, por supuesto, preguntó por qué el dueño de las tierras se llamaba a sí mismo Sun Wukong y si era alguna especie de broma.
Como ni el inspector ni su acompañante hablaban inglés, Bajie aprovechaba a pedirle a Patrisha ayuda para inventarse excusas y explicaciones que luego tendrían que memorizar; Path por su parte le daba la advertencia de si algún animal mitológico extraño o alguna otra criatura se quería acercar a ellos, poniendo en peligro el secreto del bosque. Así acabaron diciendo que Sun Wukong había sido nombrado así porque lo habían criado con el propósito de cuidar de ese lugar como lo había hecho su familia por generaciones, y que ahora que había regresado de Estados Unidos estaba dispuesto a cumplir su deber. Bajie dijo ser su representante legal, para terror de Zhang Wa Mu quien ya estaba harto de tantas mentiras ridículas; y Patrisha agregó que ella era su secretaria, quien tenía contactos, según decía, con miembros de organizaciones medioambientalistas internacionales. Todo esto, mientras escondían una cebra tras un árbol y pateaban a los duendecillos para que se marcharan.
Pasearon al inspector y al camarógrafo por toda la callejuela externa de la ladera para que no necesitaran recorrer la montaña completa. Aunque les tomó varias horas ese simple recorrido, los exhaustos visitantes no salían de su asombro con solo ver una pequeña porción del magnífico entorno y se negaban a detenerse para descansar. El inspector quedó encantado al saber que aún había algunos tigres en las cumbres del oriente y simios blancos en el occidente, pues estas eran especies en extinción. Se enamoró de la neblina celeste que cubría la garganta del norte y admiró lo bello que era el valle extenso y verde que lindaba con las cañadas del sur. Nunca se le ocurrió preguntar por qué la montaña se veía tan diferente o cómo es que había un parque tan grande que solo se conociese de él la mitad. El camarógrafo filmó cada abeto, cada pino y cada cedro con la misma dedicación con la que degustó los dátiles que le ofrecieron, y fotografió a las garzas blancas que bebían del arroyuelo junto al bosque de bambú como si jamás en su vida hubiese visto tan magníficas aves. Era un alivio que Wukong tuviese un inventario perfecto de cada animal, con nombre y edad, que viviera en su territorio, pues con eso ahorraron bastante tiempo.
—Me resulta increíble que tan cerca de una zona turística haya un basurero —decía Path. Bajie traducía su indignación al chino. El inspector asentía, igual de molesto que ella—. Y además en una zona protegida donde hay especies en peligro de extinción; y humedales, ¿sabe lo que pasará si los organismos internacionales se enteran de que se contaminan los humedales? —insistía la mujer. Zhang Wa Mu estaba totalmente de acuerdo e instaba al inspector a resolver esto antes de que el propietario legal levantara una denuncia. Bajie ponía una mirada hosca, como la cara más seria de abogado que podía poner. El inspector decía que sí, que sí, que sí repetidas veces. El camarógrafo grababa todo cuanto podía para llevarlo a la prensa. Lejos de su vista, Fei Lao espantaba con una escoba a un fénix que había anidado sobre el tejado, el cual respondía agresivamente.
El pobre inspector estaba todo sudado y acalorado por el ejercicio de acceder a los rincones principales de ese paraíso terrenal, aunque solo bastó con enseñarle el templo grande plagado de monos y la extraña relación de confianza que tenían los animales con Path para que les creyera que llevaban tiempo cuidando el lugar. Eso sí, dio una advertencia: al menos el recinto principal debía tener acceso al público para que el gobierno considerara darles apoyo. De la protección del hábitat de los monos podía discutirse otro acuerdo, uno que Sun Wukong aceptara y que no fuera perjudicial para los animales.
Finalmente, y luego de cinco engorrosas horas de hospitalidad, fotografías y sonrisas amables, el inspector se fue satisfecho, decidido a llevar los datos ante el ministerio de medioambiente ecológico y ante el ministerio de cultura y turismo; incluso ante la Asamblea Popular Nacional si era necesario con tal de enmendar reverendo error. Por su parte, el camarógrafo estaba complacido con las buenas fotos y tomas que había conseguido; servirían muy bien para las noticias. Su primera plana era Path con un pequeño macaco albino en el hombro y el colobo en brazos. Se marcharon acompañados de Zhang Wa Mu quien aseguró que se encargaría de escoltarlos a la salida desde la escalinata de piedra en adelante.
Por fin Path soltó todo el aire que tenía guardado en los pulmones, Bajie comenzó a limpiarse la cara diciendo que odiaba sudar.
—Bien hecho, abogado —se rio ella. Bajie contestó que ella era la secretaria más aterradora y manipuladora que había conocido. Entonces ambos rieron más fuerte.
Fei Lao, subió los peldaños apenas, arrastrando los pies desde los matorrales. Le faltaban las cejas y su ropa olía a carbón y a pelos quemados.
—¿Pero y a ti que te pasó? —se quejó el cerdo. Fei Lao cayó de bruces diciendo que odiaba los fénix y que de hecho detestaba ese lugar y que no quería vivir en China.
Path consideró reírse otra vez, pero se agachó a palmear su hombro y decir—: Bien hecho.
Habían cumplido con el encargo del rey.
Img.1: Monte Huaguo en Lianyungang, tinta sobre lienzo
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