«Kiss me hard before you go»
Ahí iba de nuevo, en su incesante pesar que no le genera más que un vacío en el pecho y malestar en el estómago, caminando bajo la parpadeante luz naranja y azulado cielo del amanecer. Sus pasos no tenían ritmo, se movían por sí solos y a veces perdían el sentido. El frío de la madrugada choca contra su cálido cuerpo, cansado por no haber pegado ojo en toda la noche y parte del día anterior.
Mientras camina intercala la mirada entre el suelo, sus propios pies, y los alrededores; viejas casas de barrio, descoloridas, árboles que rozan el cielo y se comen los postes de luz, enrerándose entre los cables. ¿Tenía siquiera sentido lo que estaba haciendo? No, no realmente. Se sentía un estúpido, un grandísimo estúpido por permitir que esos impulsos guíen su accionar que, muy racional no era tampoco, pero era mejor a ésto.
Las calles estaban vacías, muy pocas personas se levantan a las cinco de la mañana un sábado de diciembre. Todos están descansando en sus camas, tranquilos, sin las preocupaciones que conlleva una ajetreada rutina en sus últimas instancias antes de unas merecidas vacaciones. Todos, a excepción de ChangKyun. ChangKyun es el único tonto que lleva una madrugada entera pensando en frases que sabía no diría, palabras que jamás saldrían de su boca, imaginando miles de variables de una simple situación.
Cruzó la avenida sin mirar dos veces, apurando el paso por mera inercia. No sabía qué hora era, cuánto tiempo lleva caminando, pero sí sabe la distancia que le queda para llegar a la estación de autobuses. Cuando salió de casa todavía estaba oscuro, ahora el sol se cuela entre las montañas y da señales de vida.
Se lo replanteó una vez más. ¿Qué es lo que gana con lo que hace? ¿Insultos, gritos? ¿Un mal momento para ambos? Todavía tenía tiempo para arrepentirse, dar la vuelta y ignorar ese impulso, incluso cuando se encuentra a la vuelta del establecimiento. Observó con terror la puerta de la estación con un pequeño centro comercial al frente, todos sus negocios cerrados. Personas iban y venían, entran y salen, pero ChangKyun se mantiene estático.
¿Aún tiene tiempo, no?
Tembloroso se encaminó hacia el interior, sin detenerse a ver vidrieras o analizar el deprimente ambiente que se forma en aquél sitio las madrugadas. Agitaba con disimulo las manos en los momentos donde le toca esperar, los de fila o ignorando la lentitud de las escaleras mecánicas.
El pecho le dolía como nunca antes lo hizo, sentía los ojos arder cuando al llegar a la estación entre, la reducida multitud de personas, no pudo encontrar a la persona que le carcome la cabeza.
Goyang a Seúl, 5:55 a.m
Revisó su celular, seis y quince minutos. Un lastimero jadeo salió de su boca al darse cuenta de lo tarde que era. Culpa disfrazada de alivio, pierde la estabilidad pero las lágrimas no amenazan con salir, o no hasta escuchar una vocecilla a su espalda.
—¿Chang? ¿Qué haces aquí? —pregunta, en un hilo de voz, con esa característica suavidad.
Y entonces la vió. Aquellos rasgaditos ojitos oscuros, ojerosos al igual que los de él; su larga cabellera azabache y desprolija luciendo elegante en ella; tan pequeñita, tan triste. El soporte de sus piernas falló y cayó sobre sus rodillas, finalmente dejando las lágrimas salir, sintiéndose miserable de repente.
—Lo siento, YeoJoo —balbucea, limpiando de forma inútil el agua que ensucia su rostro—. Lo siento mucho, muchísimo.
Esas manos, manos que tanto deseó besar, acunaron su rostro y ChangKyun sólo dejo que lo toque, aferrándose con necesidad al cuerpo de la chica.
—Pensé que no vendrías —murmura YeoJoo con cierto tono de tristeza, el castaño negó de inmediato.
—No quiero terminarlo así. Fui un estúpido y estoy arrepentido, tienes razón en todo, siempre la tuviste —habla, tropezando con las palabras y tartamudeando en el proceso—. Eres lo mejor que tengo y no quiero terminar esta amistad mal, no te lo mereces…
—No, ChangKyun. Me equivoqué —interrumpe—; tú no te mereces el mal rato que te hice pasar, fui egoísta.
Los ojos de ChangKyun ya no imploran un perdón, sólo tristeza. Una profunda tristeza y arrepentimiento, YeoJoo fue capáz de verlo.
Agachó la cabeza y estiró apenas el rostro del desconsolado muchacho, besando primero su frente y luego aquellos quebradizos labios. Acarició sus mejillas, el largo cabello que por las estresadas andanzas se ha despeinado. Besó con cariño a su querido amigo de la infancia que, más que un amigo, se había vuelto en algo más.
—Te estaba esperando —dijo al separarse.
—¿Qué? ¿Por qué? Por esperarme se te ha hecho tarde, ¿y si no venía…?
—Viniste.
ChangKyun, aún abrazando a la azabache por la espalda baja y piernas, alzó una de sus manos para alcanzar la de ella, depositando un beso en su palma.
—Ya estoy aquí.
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