PRIMERA PARTE
Los ojos de Park Jimin parecieron oscurecerse por la lujuria al ver a la pelirroja desnuda sobre él, haciéndole sentir que luego del tiempo que llegaban, seguía siendo la imagen más hermosa y gratificante para él. Pues, en cuanto habían despertado y juntó sus labios, se había vuelto una necesidad tenerla en sus brazos volviéndose uno, escuchándola soltar un gemido liberador.
Adoraba sentir la calidez de su cuerpo, la suavidad de su pálida y pecosa piel, enterrando la nariz en su cuello y cabello rizado, para así embriagarse con su dulce aroma que tanto adoraba, moviendo suavemente las caderas.
Imogen abrió los ojos mientras gemía, empuñando su cabello para inclinar su cabeza hacia atrás y así conectar sus miradas. Jimin no pudo evitar morder su labio inferior al notar sus mejillas sonrosadas, pero acabó sonriendo, pensando que a pesar de lo pequeña que podía verse algunas veces, se mezclaba con una gran sensualidad que lograba enloquecerlo, al igual que su carácter tan fuerte.
El castaño estaba seguro que no pudo haber conseguido mejor mujer, tan digna de él. ¿O en realidad era él quién era digno de ella?
—¿Por qué me miras así? —preguntó por lo bajo, empuñando con más fuerza su cabello.
—Me vuelves tan... loco —expresó rozando sus narices, para luego juntar sus labios en un beso intenso.
Así, con sus lenguas luchando por el dominio, escuchando las palabras de su novio resonar en su cabeza, la fémina se sintió más inspirada para seguir el baile de este. Un baile tan íntimo que tanto adoraba, porque su cuerpo se buscaban mutuamente, sus caderas que iban y venían con tanta fuerza y pasión. El miembro húmedo y caliente de Jimin, entrando y saliendo de su interior.
El vaivén iba volviéndose cada vez más intenso, el hombre gruñendo mientras la tomaba con fuerza de las nalgas, enterrando sus dedos para embestirla con más fuerza.
—Soy tan tuyo, Imogen —jadeaba en su oído, sabiendo cuánto eso lograba excitarla e inspirarla aún más—. Me encanta la manera en que me tomas. Se siente tan bien... Me fascinas...
Imogen siempre escuchaba a Jimin murmurarle en el oído, muchas veces hasta cosas sin sentido, pero eso no quitaba el hecho de que sólo lograba que sus sentidos se dispersaran aún más. Park Jimin sabía demasiado bien cómo hacerle perder la poca cordura cuando eran uno.
La fémina sonrió al observar cómo algunos mechones de su cabello castaño y largo se pegaban en su frente sudada, con sus labios de por sí pomposos más hinchados y enrojecidos, luciendo, de todas maneras, tan atractivo ante sus ojos. Ella era tan presa del placer y la lujuria, alzando las caderas buscando que el miembro de Jimin llegase más profundo y golpeara con más fuerza en su interior, estrujándose a la misma vez sus pequeños senos redondos.
Este gruñó, tomando uno de sus pezones con la boca, humedeciendo de paso los dedos de ella, la cual apartó las manos, gimiendo mientras inclinaba la cabeza hacia atrás.
Imogen siempre se veía una jovencita tan respetable, tan intachable, pues su manera de actuar siempre era tan perfecta para cada ocasión, más frente a las cámaras y los socios de su pareja. Pero en la cama se convertía una hembra en celo, y lo había descubierto con Jimin desde la primera vez. Él tan sólo hacía que se despojara de todo su pudor, entregándose al deseo y lujuria.
Jimin subió los besos a su cuello, bajando una se las manos a su clítoris, para así comenzar con sus movimientos, sintiendo cómo ella se restregaba con más insistencia y gemía agudo por cómo es placer aumentaba. Este dejó de besar su cuello para verla, sintiéndose enloquecer ante esa imagen, por lo que empezó a mover con más fuerza sus caderas.
—¡Oh, Jimin! ¡Sigue así!
Este frotaba su clítoris al movimiento de sus rápidas embestidas, lo que hizo que ella sintiese que el placer estaba siendo demasiado como para seguir siendo contenido. Sus paredes se contrajeron mientras el nombre de su amante escapaba de sus labios, arqueando a la vez espalda al alcanzar el orgasmo.
En ese instante las pulsaciones de su vagina eran tan intensas y deliciosas, que Jimin tampoco fue capaz de seguir conteniéndose, por lo que bastaron de unas pocas embestidas para que este alcanzara el éxtasis y se corriese en su interior, a la vez que soltaba un gruñido.
Con sus respiraciones agitadas y una capa de sudor cubriendo sus cuerpos, ella juntó sus frentes, acariciando el cabello de Jimin, el cual acariciaba con suavidad la parte baja de su espalda. Este pareció ronronear, lo que hizo que ella entendiese rápidamente lo que quería, por lo que se alejó unos centímetros para conectar sus miradas, sintiendo su corazón tan cálido al notar aquella dulzura en sus orbes mieles.
Ambos se sonrieron.
—Te amo, Imogen —musitó rozando sus narices, Jimin.
—Sabes que yo te amo mucho más —murmuró con suavidad, antes de juntar sus labios en un pequeño beso.
—¿Nos bañamos y te dejo en tu casa?
Ella asintió rápidamente antes de juntar nuevamente sus labios, gimiendo al sentir cómo Jimin se salía de su interior, y la sensación de vacío la invadiera. Notó la intención de Jimin de seguirla, pero ambos escucharon el celular de este sonar en la mesa de noche, por lo que él suspiró mientras ella soltaba una risilla.
Comenzó a caminar sintiendo las piernas temblorosas, y la intensa mirada de su novio, por lo que antes de entrar al baño, giró pudiendo observar la sonrisa de satisfacción del castaño que llevaba el celular a su oreja para contestar la llamada.
Al escuchar el nombre "Hoseok" salir de los labios de Jimin, pudo relajarse y meterse en la ducha, ya que se trataba del mejor amigo y mano derecha de él. Jung Hoseok era la persona más amable que había conocido en su vida, como también risueño y bromista, por lo que se llevaban demasiado bien. Y si había algo que adoraba Imogen, era cuando planeaban salir a cenar, pues a pesar de que la esposa de Hoseok era unos años mayor que ella, tenían una buena amistad.
Estaba tan perdida en sus pensamientos mientras se bañaba, que cuando estaba enjuagando su cabello, al abrir los ojos no pudo evitar sobresaltarse al encontrarse con Jimin. Este se acercaba con una pequeña sonrisa en sus labios al haber notado eso, pero ella tragó con dificultad cuando el agua comenzó a caer también sobre él al estar tan cerca, y su miembro erecto le rozó el vientre.
—¿Q-Qué...?
Jimin estampó sus labios sobre los de ella, apegándola a la pared fría que la hizo estremecer, pero aún así pasó la mano sobre su nuca mientras le daba acceso a su boca. Si había algo que le fascinaba era la intensidad con la que siempre le besaba su novio, haciéndole saber que aunque el tiempo pasara, seguía deseándola con la misma fuerza.
Este succiona y mordió su labio inferior haciéndole gemir, y cuando ella quiso volver a besarlo, Jimin comenzó a besar su cuello bajando por su pecho mientras con sus manos acariciaba sus senos. Imogen jadeó sintiendo cómo pellizcaba sus pezones, y bajó la mirada al ver cómo besaba llegaba a besar su abdomen, bajando también las manos por su cintura.
La necesidad comenzó a invadirla al saber cuál era la intención de Jimin, y él pudo notarlo cuando se arrodilló frente a ella, lo cual le hizo sonreír. Aún así bajo las caricias a sus muslos, pegando también labios, dándole leves mordidas mientras la escuchaba gemir.
—Ya, ¡por favor, Jimin! —lloriqueó al sentir cómo besaba su entrepierna, pero no seguía subiendo hasta donde ella necesitaba. La torturaba.
Este soltó una risa ronca haciéndola temblar de excitación, pero de manera sorpresiva, tomó uno de los muslos colocándole sobre su hombro. Con su lengua, despacio, comenzó a acariciar sus labios, acercándose a clítoris hinchado y palpitante. Imogen soltó un gemido agudo a la vez que empuñaba su cabello, sintiendo cómo este pasaba su lengua y lo succionaba levemente, saboreándolo, extasiado al escucharla gemir con más fuerza.
—¿P-Por qué me haces esto? —preguntó entrecortado, intentando contener sus gemidos—. Dijimos que nos apresuraríamos
Jimin ignoró por completo sus palabras, enterrando los dedos en sus nalgas mientras besaba sus labios, para luego saborear sus jugos, gruñendo al sentir cómo empuñaba con más fuerza su cabello a la vez que se movía buscando más su placer.
—J-Jimin... ¡Ah! Necesito más —gimoteó —. Te necesito dentro.
Por más que intentaba ignorarlo, necesitaba también saciarse de una vez, por lo que bajó su pierna, para luego reincorporarse haciéndola voltear. Imogen jadeó sorprendida apoyando las manos en la pared, sintiendo cómo Jimin abría sus nalgas permitiendo que su erección rozara su entrada. Lo tomó con una mano, y comenzó a introducirlo lentamente, escuchando cómo ella soltaba un gemido liberador.
Él gruñó sintiendo cómo absorbía su hombría, cómo sus paredes lo apretaban, cómo el embestirla, salir y volver a entrar era fácil por lo húmeda que estaba.
La excitación y el placer era tanto para ella que la tensión del orgasmo parecía quemarle el vientre, por lo que gemía su nombre con fuerza sintiendo cómo los testículos de él golpeaban su punto exacto y este la embestía con más rapidez. Jimin la apretó más contra él al pasar el brazo alrededor de su vientre, gimiéndole ronco en la oído.
—Estoy cerca, no pares...
—Shh... calma, mi amor —murmuró en su oído—. Espera...
Jimin se salió de su interior, para luego hacerla voltear, juntando sus labios en un beso hambriento y húmedo, como si eso calmara su sed y a la vez alimentara el fuego. Sin esperar más, la tomó de los muslos para que enrollase las piernas en su cadera, por lo que Imogen le tomó el miembro para dirigirlo a su entrada, comenzando así una danza de deseo donde el miembro del castaño entraba y salía.
Imogen comenzó a llevarle el ritmo, su cuerpo tan sólo pedía más mientras se aferraba a él, sus gemido resonando en el baño.
—Vamos, amor, enséñame a dónde te estoy llevando —ordenó con voz profunda en su oído.
Jimin la embestía profundo, enterrando lento y lo más que podía su miembro, haciéndole sentir al borde de su orgasmo, por lo que al notarlo, pese a sentirse cada vez más cansado, volvió a aumentar el ritmo. Su miembro la embestía cada vez más rápido, más seguido, sintiendo cómo el sexo de ella lo apretaba a su alrededor para intentar retenerlo. Pero acabó tensándose, siendo invadida por un calor abrasador, su cuerpo ardiendo por dentro mientras sus paredes se contrajeron.
Ella gritó su nombre mientras su espalda de arqueaba y echaba la cabeza hacia atrás, por lo que Jimin, gruñendo, siguió embistiéndola con fuerza hasta unirse a su orgasmo, corriéndose en su interior. Este soltó un gemido liberador, Imogen jadeó al sentir cómo la llenaba y lo tomó de la nuca para juntar sus labios.
Una vez que se salió de su interior, la bajó para que ambos pudieran continuar con su ducha, conversando animadamente, Jimin robándole algún que otro beso, provocando las sonrisas de ella. Cuando acabaron, salieron del baño, para comenzar a vestirse, Imogen sonriendo al saber que Jimin le había comprado más ropa y dejado allí sin decirle nada al respecto.
—Permíteme ayudarte —habló al ver que su novia no podía subir el cierre que llevaba el vestido en la parte de la espalda.
—Si sigues así, tendré más ropa aquí en tu casa que en la mía, Jimin —mencionó riendo mientras él le subía el cierre.
—Pues, eso es bueno porque cuando vivas conmigo no necesitarás traer la ropa que tiene en tu casa, ¿no crees? —preguntó por lo bajo, inclinándose hacia adelante, acercando sus labios al oído de ella.
Imogen, al escucharlo, borró la sonrisa sin poder evitar tensarse, lo que hizo que él al notarlo, borrase lentamente la sonrisa porque tampoco parecía saber qué responder al respecto.
—Se te hará tarde, amor —volteó nerviosa, intentando sonreír.
Jimin tan sólo asintió mientras mordía el interior de la mejilla, para acercarse a los cajones del armario y comenzar a seleccionar la corbata que elegiría para usar ese día, intentando ignorar el amargo sabor de boca que le provocaba pensar que aún podía seguir negada a vivir con él.
(...)
Durante el camino, Imogen y Jimin conversaban animadamente como de costumbre. Ella no podía apartarle la mirada de encima, la forma en que su cabello castaño liso y largo que llevaba dividido se veía sedoso, lo que le provocaba ganas de pasar los dedos por este y empuñarlo, apegarse a él lo que más podía para hundir el rostro en su cuello y embriagarse con el aroma a su costosa colonia. Pero sabía que eso no era posible en ese momento, que no podía saltar sobre él porque arrugaría su traje ceniza, donde resaltaba su camisa blanca, su corbata negra y el chaleco también ceniza, como también aquellos zapatos negros relucientes.
Park Jimin se preocupaba demasiado por su imagen, y eso había hecho que, de cierta manera, Imogen también comenzara a hacerlo. Ella pensaba que eso no era nada malo, al contrario, le gustaba la mujer que era ahora que se preocupaba por su apariencia, que le gustaba mostrarse elegante.
En cuanto llegaron a la casa de la fémina, Jimin se apresuró a bajarse para rodear el coche y abrirle la puerta, estirando la mano para ayudarla a bajar, lo que hizo que ella, acostumbrada a su caballerosidad, sonriese.
Imogen iba a despedirse de él, pero este hizo que lo tomase del brazo como siempre, para así comenzar a caminar, lo cual le hizo fruncir el ceño por el desconcierto.
—Entonces, ¿si vas a desayunar con nosotros? —preguntó sonriente mientras caminaban hacia la entrada.
La casa era grande, de dos pisos, pintada de blanca y con ventanales, y con un espacioso jardín verde con flores. Si había algo que le encantaba a Imogen, era cuidar aquel jardín, a pesar de contar con un hombre mayor que lo hacía. Pero no podía evitarlo cuando de pequeña, siempre era algo que hacía justo a su madre.
Aquello que le había comenzado a gustar gracias a ella, era lo único que nunca cambió con el pasar de los años.
—En realidad, no —respondió con una pequeña sonrisa, desconcertando más a su novia.
—¿Entonces?
Ella lo miró confundida, arrugando ligeramente la frente mientras giraba a verlo a la misma vez que abría la puerta y Jimin no podía evitar sonreír, porque le gustaba que siempre fuese tan curiosa.
—Siempre tienes que saberlo todo, ¿eh? —soltó una risilla, entrando junto a ella que asentía repetidamente.
—Oh, ¡llegaste, hija! —exclamó una voz masculina—. Bueno, llegaron. Lo siento...
—Oh, no se preocupe. Buenas días, señor Bread —habló acercándose a él mientras estiraba la mano.
—Buenos días, Jimin —sonrió estrechando su mano.
—Buenos días, papá.
La fémina se acercó a su padre para dejar un beso en su mejilla y luego abrazarlo, siendo rápidamente correspondida por él que soltó una ligera risa.
—¿Cómo estás, cielo?
—Muy bien, ¿y tú? —se separó para mirarlo, así saber realmente por su rostro cómo podía estar sintiéndose ese día, pues sabía que él siempre le diría la típica mentira. Bien.
—Señor Bread, ¿me puede permitir unos minutos? —intervino llamando la atención de ambos.
—¿Qué tienes que hablar con mi papá, Jimin? —indagó curiosa.
—Deja de ser tan chismosa, hija —reprochó riendo—. Claro que sí. Ven, vamos a mi despacho, Jimin.
El hombre comenzó a caminar tranquilamente, mientras que Imogen miraba con recelo a Jimin, el cual soltó una risilla divertida y le dio un toquecito cariñoso antes de seguir a su suegro al despacho. Imogen no pudo evitar sonreír embobada, observando cómo este se alejaba.
Ahora sentía demasiada curiosidad de lo que podría estar hablando Jimin con su padre, tanto como para que por su cabeza pasase la idea de acercarse a la puerta del despacho para escucharlos, pero sabía que eso no era para nada correcto, y que podrían descubrirla porque era más torpe de lo que le gustaría admitir. Además, estaba el hecho que desde que su padre, Arthur, conoció a Jimin, rápidamente se había mostrado más amable de lo que la joven había esperado, hasta habían comenzado a conversar como si se conocieran hace tiempo, lo que hizo que el miedo que sentían ella y Jimin, más que nada, ya que estaba el hecho de la diferencia de edad, desapareciera por completo siendo reemplazado por un gran alivio.
Jimin y Arthur siempre parecían tener algo para conversar por varios minutos cuando el castaño tenía tiempo libre y decidía visitarlos, lo que para la fémina era algo que le agradaba demasiado porque podía ver a su padre de años atrás. Pero también había algunas veces donde ellos se encerraban a hablar, lo que no le gustaba demasiado porque luego de eso, cuando quedaban solos, su padre siempre le recalcaba que ella debía seguir con su vida normal sin preocuparse por él, lo que solía provocar que discutiese con Jimin.
Los minutos fueron pasando, Imogen estaba sentada observando el desayuno que había colocado Christine.
—Tuve que recordarle que usted estaba por llegar para lograr que pudiera levantarse de la cama...
Imogen soltó un suspiro mientras escuchaba a Christine, y quiso decir algo al respecto, pero escuchó unos pasos y una risotada por parte de Jimin, lo que hizo que la mujer volviese a la cocina mientras ella se levantaba intentando fingir una sonrisa.
—¿Y bien? ¿Te quedas a desayunar con nosotros? —preguntó llamando la atención de ambos hombres, más de Jimin que hizo una mueca.
—No, cariño, ya se me está haciendo tarde —respondió, por lo que ella intentó disimular la desilusión que sentía.
—Bien, entonces, nos vemos, Jimin —habló estirando su mano, Arthur.
—Nos vemos —sonrió estrechando sus manos.
—Te acompaño afuera —dijo acercándose cuando este la miró con la intención de despedirse.
Jimin asintió y ella le regaló una pequeña sonrisa a su padre, el cual se acercó a la mesa para tomar asiento mientras Christine se acercaba con el café. Imogen sintió la intensa mirada por parte de su novio, por lo que retomó el camino hacia la puerta para abrirla, por lo que él salió, pero volteó a verla arrugando ligeramente la frente por la curiosidad.
—¿Estás bien?
—Claro que sí.
—¿Segura?
—¿Qué hablaste con él? —preguntó sin poder soportar más la curiosidad, con la esperanza de que esta vez le contestase, pero el sólo soltó una risilla mientras negaba repetidamente con la cabeza.
—Sólo... arréglate esta noche porque pasaré por ti—informó acercándose más a ella, tomando con suavidad su barbilla.
—No creo que...
—Ya, esta noche será especial, así que no puedes negarte, ¿está bien?
Imogen quería negarse porque no quería dejar a su padre solo otra noche, pero podía ver cómo sus orbes mieles parecían rogarle porque aceptase, y es que tampoco quería que él pudiese molestarse, además que sabía que su padre le insistiría en aceptar si llegaba saber, por lo que acabó asintiendo logrando que las comisuras de sus labios se elevaran en una sonrisa.
—¡Perfecto! Pasaré por ti a las nueve, ¿está bien?
—Está bien.
Jimin juntó sus labios en un pequeño beso, dejando luego otro en su frente, lo cual hizo sonreír a Imogen.
—Te amo.
—También te amo.
Este al ver la sonrisa en su rostro y sus mejillas pálidas y pecosas ahora sonrosadas, le guiñó el ojo seductor para voltear a caminar hacia su coche, escuchando una risilla de su parte que logró hacerlo sonreír.
Imogen acabó presionando sus labios, volteando para cerrar la puerta tras su espalda y dirigirse hacia el comedor donde debía estar esperándola su padre para desayunar, por lo que intentó fingir una sonrisa aunque sentía cómo todo su buen ánimo que tenía por el tiempo que había compartido con Jimin, se esfumaba y la preocupación la invadía.
(...)
Jimin estaba sentado frente a ella, llevaba su cabello largo dividido como de costumbre, una camisa negra que enseñaba un poco su pecho por tener los dos primeros botones desprendidos y sus mangas ahora dobladas hasta sus antebrazos, pantalones negros y zapatos del mismo color. Estaba sentado frente a ella mientras volvía a servir vino en sus copas, lo que hacía que ella no pudiese dejar de mirar cada expresión de su rostro, cómo parecía tan concentrado, hasta que al dejar la copa frente a ella, sus miradas se conectaron.
Las comisuras de sus labios se elevaron en una pequeña sonrisa, por lo que ella bajó la mirada mientras sentía sus mejillas arder. Y es que, aunque su mirada fuese tan cálida y tenue, Imogen sentía cómo la seducía en lo más profundo de su alma.
Jimin sabía lo que pasaba, como sin siquiera intentarlo, podía lograrlo porque tenía un gran efecto en ella. Él sabía perfectamente lo que pasaba, y parecía usarlo como carnada.
Imogen estaba más que encantada con él esa noche en su casa, como actuaba aún más romántico de lo normal, haciendo brincar a su corazón. Todavía siquiera podía pensar en qué había hecho que fijase sus ojos en ella aquella noche en un Club, donde se conocieron.
La fémina había salido junto a su grupo de amigas hacia un año atrás, bailó durante un buen rato hasta que se acercó a la barra para continuar bebiendo, escuchando a sus amigas hablar. Estaba pasándola bien, así como las noches que salían, ella se divertía bailando, bebía hasta embriagarse y si terminaba en la cama con alguien, no le importaba demasiado con tal de que la pasase bien. Disfrutaba de su soltería cuando quería.
Pero esa noche, sintió una intensa mirada, y cuando dirigió su mirada hacia arriba, la Zona VIP, se encontró con un hombre de cabello castaño y corto echado hacia atrás, camisa celeste que enseñaba su pecho por los primeros dos botones desprendidos, llevando en su mano un vaso de whisky que llevó a sus esponjosos labios cereza, sin quitarle la mirada de encima.
En ese momento parecía dficultarsele respirar, pues, había escuchado hablar del CEO Park Jimin, un hombre bastante serio y respetable para todos. Lo había visto en redes sociales y revistas, siempre apreciando aquella belleza masculina, pero jamás había esperado encontrárselo en un Club y que no pudiese quitarle la mirada de encima.
Le intimidaba demasiado.
Esa noche él bajó para acercarse a ella que seguía en la barra, pudo escuchar a sus amigas chillar de emoción, lo cual le desconcertó e hizo voltear, encontrándose con aquel hombre intimidante que provocó que el oxígeno abandonase sus pulmones por un momento. No sabía qué decir, qué hacer, pero Park Jimin lo había hecho demasiado fácil para ella al hacerla subir a la Zona VIP, para conversar más tranquilos, conociéndose.
Imogen no comprendía para nada que un hombre tan respetable, interesante, importante y deseado como él, pudiese mostrar interés en ella. Pues, Imogen se consideraba alguien insípida, pero esa noche bebió, conversó y hasta logró hacerlo sonreír y reír más de lo esperado. Esa misma madrugada donde él tenía la intención de llevarla a su casa, Imogen había logrado que todo acabase diferente.
Si alguien como él parecía no considerarla insípida, entonces, no tenía porqué intentar ocultar lo que le había estado generando. Pero luego de esa noche pasional, creyó que no sabría más de él, y para su sorpresa no fue así cuando él la había llamado.
Claramente para Jimin no había sido sólo sexo, estaban las citas donde las sonrisas y miradas seductoras no faltaban, como tampoco él saber más del otro. Para Imogen era el hombre de sus sueños, aquel que siempre había creído tan inalcanzable, pero, sorpresivamente, parecía tenerlo a sus pies cuando luego de poco tiempo este le confesó sus sentimientos sin miedo alguno al ser demasiado notable que era completamente correspondido.
Park Jimin había logrado cambiar a aquella insípida Imogen Bread, y a ella no le desagradaba para nada al querer estar a la altura de un hombre como él, pues sabía que al ser tan reconocido podrían hablar demasiado de ella, además, siempre estarían las opiniones acerca de su edad. Pero eso no le importaba a ninguno, y menos ahora que ya tenía veintidós.
Imogen mordió ligeramente su labio inferior, volviendo a encontrarse con la mirada de Jimin, el cual le daba un sorbo a su copa de vino.
—¿Y bien? ¿Por qué esta cena tan... romántica? —preguntó con una pizca de diversión.
Ella esperaba que este riera o le soltara alguna respuesta divertida, pero al contrario, este tomó una bocanada de aire como si estuviese preparándose para hablar, lo que llamó demasiado su atención. Park Jimin se levantó para acercarse a la fémina que arrugó ligeramente la frente, pero él tomó su mano haciéndola también levantar para quedar en frente, y llevó una de las manos a su mejilla derecha.
—¿Qué sucede?
Los nervios se estaban volviendo parte de ella, al igual que los malos pensamientos que siempre intentaba hacer a un lado, por lo que Jimin al darse cuenta de eso, decidió tomar valentía para hablar.
—A veces me pregunto si eres real, porque me escuchas, me apoyas, estás allí cuando más lo necesito por más que sea un imbécil que no escuche —murmuró mientras ella parecía relajarse—. Desde que te conocí me di cuenta que ya no era necesario que siguiera buscando, porque tú eres la mujer por la que he estado esperando tanto tiempo —confesó acariciando su mejilla, mirándola con tanta dulzura que Imogen sentía que podría derretirse—. Te has adueñado por completo de mi corazón, y es por eso que ya no puedo imaginar un vida en la que tú no estés conmigo. Es por que... te prometo que si te sientes igual que yo, trabajaré en quitar todas esas inseguridades, porque sé cuánto luchas por cuidar lo nuestro, así que haré un mejor trabajo para darte tanta seguridad que esas ideas malas desaparezcan —aseguró con una pequeña sonrisa mientras ella lo miraba con los ojos cristalinos, pero cuando este llevó la mano al bolsillo derecho de sus pantalones negros y se arrodilló frente a ella abriendo un estuche bordó que enseñaba un anillo brillante, Imogen jadeó abriendo los ojos a la par—. Imogen Bread, ¿me harías el honor de casarte conmigo?
—J-Jimin...
—Prometo hacerte la mujer más feliz del universo entero. Por favor, di que...
—¡Claro que sí! —chilló emocionada.
Ella quiso abalanzarse sobre él que le recordó sobre el anillo, por lo que ella soltó una risotada algo avergonzada mientras Jimin le colocaba el anillo con un diamante ni muy pequeño ni muy grande, pero que ella admiraba boquiabierta. Eso hizo sonreír al hombre, el cual la tomó de la cintura llamando su atención, apegándola más a él.
—En este momento soy el hombre más feliz del mundo —aseguró por lo bajo.
Ella lo miraba con dulzura, acunando su rostro sin poder creerse lo que estaba sucediendo, por lo que observaba sus ojos mieles que casi desaparecían por su sonrisa, algo que sin dudas amaba demasiado.
—Te amo tanto, Jimin —musitó rozando sus narices.
—Yo te amo más, cariño.
Jimin juntó sus labios con los de ella, en un principio siendo un beso lento donde se tomaban el tiempo de saborearse, de disfrutar de todas las sensaciones que se provocaban, pero poco a poco, este fue aumentando la intensidad. Fue tanto así, que al separarse para recuperar el aliento, Jimin la tomó de la mano, ambos mirándose con una sonrisa cómplice para comenzar a dirigirse hacia las escaleras.
En cuanto entraron a la habitación, volvió a besarla con hambre, siendo rápidamente correspondido. Imogen no tardó demasiado en comenzar a desabotonarle la camisa, por lo que una vez que logró hacerlo por completo, este se la quitó rápidamente tirándola en alguna parte de la habitación. Ella dirigió los labios a su cuello escuchándolo jadear ante la sensación, mientras se encargaba de desabrocharle el pantalón y él la ayudaba a quitarse el vestido rojo que llevaba.
Él la hizo voltear para quitarle el sostén, pero ella se acercó más, logrando poder sentir su bulto, por lo que este hizo a un lado su cabello para comenzar a besar su espalda, su cuello, rodeándola con sus brazos mientras sus manos subían hasta llegar a sus senos.
—Quiero hacerte mía, Imogen —murmuró rozando sus gruesos labios húmedos con el lóbulo de su oreja.
—Puedes hacerme tuya las veces que quieras, Jimin.
Jimin mordió ligeramente su labio inferior sintiendo cómo su miembro estaba durísimo, por lo que la hizo voltear para juntar sus labios nuevamente mientras la dirigía hasta la cama, donde ella se recostó y él se posicionó encima. No paraban de besarse, acariciarse, él disfrutando de jugar con sus senos, bajar hasta sus nalgas y llegar a bragas sintiéndolas humedecerse, escuchando los pequeños gemidos salir de sus labios enrojecidos e hinchados por los besos intensos.
Se deshicieron de su ropa interior, Imogen abriendo las piernas lista para sentirlo, pero Jimin tan sólo se dedicaba a besarla y acariciarla, rozando sus sexos sintiendo su humedad, cómo se estremecía, la manera en la que se movía demostrándole lo desesperada que estaba, lo ansiosa y excitada igual que él. Era tanto así, que no pudo seguir soportando y acabó llevando la mano a su miembro para dirigirlo a su entrada, pero este apartó su mano haciéndola sorprender.
Jimin sonrió juntando sus labios en un pequeño beso.
—Voltéate, cariño.
Ella sonrió más aliviada, obedeciendo rápidamente, por lo que Jimin mordió su labio inferior mientras acariciaba su trasero redondo. Llevó la mano a su miembro colocándolo entre sus nalgas, sintiendo cómo ella daba un pequeño saltito, por lo que él soltó una risilla, ya que no pensaba en hacerlo por allí, tan sólo quería que lo deseara más.
Bajó su miembro sintiendo su humedad, refregando su glande, hasta que decidió introducirse de una vez. Lo hizo lento, disfrutando de cómo la carne de ella iba abriéndose alrededor hasta que lo metió por completo.
Jimin se movía lentamente, disfrutando de la vista de su gran trasero, como también de cómo ella se aferraba a las mantas, gimiendo mientras se acostumbraba a sentirlo, de cómo llegaba profundo a ella.
Iba poco a poco tomando ritmo, moviendo con más rapidez sus caderas, su pelvis chocando contra el trasero de la fémina, observando cómo el cuerpo de ella se retorcía cada vez que su miembro golpeaba profundo.
Estaba encantado ante aquella imagen, por lo que comenzó a dejar besos en su espalda, mientras el tiempo iba pasando, aumentando los movimientos, ella volviéndose tan ruidosa cómo a él tanto le fascinaba al punto de sentir que se ponía aún más duro. Comenzaban a estar cerca y lo sabían, la respiración de Jimin iba volviéndose más pesada, sus movimientos más fuertes y torpes, su miembro palpitando, y por cómo ella se movía y decía su nombre, sabía perfectamente que quería que la llenase.
Su cuerpo estaba tensándose, sus piernas debilitándose, pero intentaba seguir soportando, por lo que su mano izquierda soltó la cadera de ella, bajando hasta su feminidad. Al encontrar su hipersensible clítoris, la escuchó gemir por lo alto, por lo que comenzó a hacer movimientos circulares mientras seguía embistiéndola.
Fue tan sólo cuestión de pocos segundos para que ambos lograrán sentir aquel éxtasis, que provocó que este cayera sobre su cuerpo. Sus pieles se pegaban por el sudor, pero eso no le importaba a ninguno, y aún así, Jimin se hizo a un lado, por lo que Imogen volteó tomando una bocanada de aire, apoyando la cabeza en el pecho de él y así abrazarlo.
Imogen levantó la cabeza para mirarlo, notando cómo este sonreía mientras corría un mechón de cabello para ver mejor su rostro sonrojado, ella se acercó más y juntó sus labios en un pequeño beso, para luego devolverle la sonrisa.
Aquella noche ambos seguían intentando procesar el paso que estaban atreviéndose a dar, a pesar de que llevasen apenas un año juntos, pero aún así, ambos estaban más que emocionados. Se amaban más que nada.
(...)
Los días pasaban, Imogen y Jimin seguían emocionados con su compromiso, ella ansiosa por comenzar a planear cómo sería, por lo que al día siguiente le había contado a sus amigas, esperando recibir ayuda de ellas, más que nada de Evie, que fue la más emocionada al ser su mejor amiga desde adolescentes. Pues, siempre habían hablado sobre novios, matrimonios, su futuro, pero hacía tiempo que Imogen se había cerrado sobre algún día casarse luego de lo sucedido con sus padres, y por más que Evie intentó cambiar aquellos pensamientos, no lo logró. Pero con la llegada de Jimin, aquella puerta que le había cerrado al amor, volvió a abrirse, trayendo consigo, nuevamente, el deseo de unir su vida junto a la de alguien más, aunque su temor seguía ahí, latente.
Ahora se encontraba en la oficina de Jimin, bebiendo café con él mientras conversaban animadamente. Este se había sorprendido por su repentina visita, pero no le había desagradado para nada, era todo lo contrario, porque hasta sentía que estrés se había esfumado.
—¿Qué harás luego? —indagó curioso.
Ella abrió la boca, teniendo la intención de responder que sólo iría a pasar la tarde con su padre, quizás intentar convencerlo de salir un poco de aquella casa, pero su celular sonó llamando la atención de ambos. Era el de ella, por lo que Jimin miró curioso intentando ver el nombre, pero cuando la fémina vio de quién se trataba, sintió cómo un escalofrío recorría si espina dorsal.
—¿Quién es?
—No se cansa de llamar —masculló tomando su celular, para luego levantarse dirigiéndose hacia el ventanal para ver la ciudad.
—Cariño...
—¿Qué quieres? —preguntó una vez que respondió la llamada, por lo que Jimin, el cual se había levantado para acercarse a ella, se detuvo rápidamente.
—¿Qué maneras de contestar son esas, Imogen? ¡Llevo días llamándote! —exclamó indignada la mujer.
—¿No has pensado que si no te contesto las llamadas, deberías dejar de insistir porque significa que no quiero hablar contigo, y que si te hablo de esta manera, es porque me molestas? —cuestionó alzando una ceja.
—Eres mi hija, así que necesito saber de ti —recalcó provocando que ella endureciera sus facciones.
—Porque te sientes obligada, no porque realmente te interese...
—¡Me interesas más que nada! Si no fuera así, no insistiría en saber de ti, Imogen.
—Ajá, como sea. Estoy ocupada así que...
—No te atrevas a colgarme. Necesito hablar contigo.
—A mí no me interesa hablar...
—¿Cómo es eso que te comprometiste con ese hombre, Imogen? —preguntó molesta, por lo que Imogen rodó los ojos.
—Sí, lo hice.
—¡¿Cómo puedes comprometerte con un hombre que apenas estás conociendo realmente?!
—¿Por qué rayos te importa tanto? —frunció el ceño.
—¡Ese hombre te lleva años! ¡No estás viviendo tu juventud como deberías!
—¿Por qué lo dices? ¿Eh? ¿Por qué tú cometiste el error de embarazarte de joven y tuviste que casarte con papá? ¿Por qué ambos arruinamos tu juventud? —interrogó con los ojos cristalinos, sintiendo su garganta arder por el nudo que se había formado—. Por esas malditas razones lo dices, ¿verdad, Joanne?
—¡Por supuesto que no! ¡Tú no has arruinado mi vida para nada! —aseguró rápidamente—. Sólo quiero lo mejor para ti, que puedas vivir tu vida...
—Si quieres lo mejor para mí, entonces, no te metas en mi vida. Déjame en paz de una jodida vez porque no quiero saber nada de ti —escupió molesta, para luego colgar la llamada, sin dejarle siquiera decir algo.
Sentía cómo su respiración se había vuelto pesada, sus latidos estaban acelerados, hasta su cabeza había comenzado a doler, por lo que llevó su mano a la frente para masajearla. Sentía muchísimo rencor, rabia, tanto que no sabía cómo manejarla en ese momento, pero unas manos se apoyaron sobre sus hombros, y al sentir su embriagador aroma colarse por sus fosas nasales, inhaló y exhaló.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó por lo bajo, acercando los labios a su oreja.
—Sí, sólo necesito respirar un poco.
Jimin con las manos en sus hombros, la hizo voltear al verlo, y al encontrarse con aquellos orbes verdes que expresaban su gran molestia, pero también dolor, hizo una mueca llevando la mano a su mejilla para acariciarla con suavidad.
—¿Quieres hablarme de lo que te dijo?
—Hablar de ella sólo hará que me amargue más —chasqueó la lengua, desviando la mirada.
—No acepta nuestro compromiso, ¿verdad?
—¡No deja de meterse en mi vida! —exclamó histérica al ver la desilusión en los orbes de su prometido—. No te tiene que afectar eso...
—Cariño, es tu madre. Me gustaría su aprobación...
—¡Ni siquiera se ha tomado el tiempo de venir a conocerte, así que no tiene porqué juzgarte!
—Debí insistirte más en visitarla para que pudiera conocerme y darse cuenta que soy un buen hombre, que la edad...
—¡No quiero verla, y con la aprobación de mi padre es suficiente! —lo interrumpió pasando los brazos por sus hombros para acercarse más a él—. Ya no hablemos más de ella. Yo voy a casarme contigo sin importar qué.
—No quiero que nada arruine la felicidad que sentimos por nuestro compromiso, pero...
—Nada lo hará. Lo prometo —aseguró con una pequeña sonrisa, para luego juntar sus labios.
Ella se aferró a él buscando que los malos pensamientos abandonaran su cabeza y que la calma la invadiera, mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios al sentir cómo Jimin la estrechaba con fuerza entre sus brazos, como si supiese lo que buscaba y él estuviese más que dispuesto a dárselo. Pero al apoyar la cabeza en su hombros, sintiendo cómo acariciaba su espalda y dejaba un beso en la coronilla de su cabeza, luego de unos instantes así, pudo darse cuenta que este parecía estar tensándose cada vez más.
Sabía que no estaba bien que siempre estuviese analizando cómo se sentía, qué pasaba por su cabeza, porque muchas veces provocaba alguna que otra discusión, aunque siempre las resolvían al instante. Pero es que ahora que había hablado con su madre, estaba demasiado alerta.
Ella se separó para poder verlo al rostro, notando que este se había dado cuenta de que ella sabía que algo estaba ocultando.
—¿Qué sucede, Jimin?
—Con lo que acaba de suceder con tu madre, es mejor que lo hablemos tranquilos a la noche, ¿sí? —habló intentando sonar relajado, con la intención de tomar sus manos, pero ella las apartó rápidamente.
—Dime.
—No es nada malo, cariño.
—¡Habla! —exigió histérica.
—Por Dios, relájate, sólo quería hablar lo que viene después de casarnos —respondió frustrado.
Al escucharlo, no pudo evitar sentir cómo la culpa la invadía por dejarse llevar por sus malos pensamientos, el temor, por lo que se acercó a él que se había apoyado en el escritorio, tomando sus manos.
—Lo siento...—musitó arrepentida.
—Tranquila, dije que lucharía por ganarme tu confianza por completo, y lo haré —aseguró intentando regalarle una sonrisa tranquilizadora—. Yo jamás haría algo como eso. No podría ser capaz de dañarte cuando tú has mejorado mi vida.
—Oh, Jimin...
Ella lo miraba enternecida, queriendo romper en llanto y aferrarse nuevamente a él, porque si bien había muchos hombres que tenían dulzura en los labios, sabía que había muy pocos que la tenían también en su corazón. Y Jimin era uno de esos. Estaba segura.
—¿Quieres que te lo diga ahora? —preguntó antes de dejar un beso en su frente, logrando que se sintiese más tranquila al saber que no estaba para nada molesto.
—Sí —asintió repetidamente con la cabeza y con una pequeña sonrisa.
—Sólo quería saber si ya que tenemos pensados anunciar nuestro compromiso en unos días, también te gustaría mudarte antes de nuestro casamiento —respondió tomando sus manos, mientras la sonrisa de ella se borraba—. Me gustaría tenerte un poco antes viviendo conmigo...
—¿Vivir contigo? —su voz salió casi inaudible mientras su sonrisa se borraba por completo.
—¿Por qué pones esa cara, cariño? —cuestionó intentando reír—. No es como si no fueras a vivir conmigo luego de que nos casemos.
—Jimin, no voy a mudarme contigo —aclaró separándose.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Sabes que mi padre no está bien...
—¡Ya lo sé! Siempre me lo dices cuando te pido que te quedes otra noche conmigo —recalcó de mala gana.
—Entiéndeme, no puedo dejarlo solo.
—Pero si nos casamos, lo correcto es que vivas conmigo, por Dios.
—¡No puedo abandonarlo y él tampoco aceptaría dejar esa casa, Jimin!
—¡¿Y qué carajos se supone que pase con nosotros luego de casarnos, Imogen?! —cuestionó molesto.
—N-No lo sé. Tal vez podrías... podrías mudarte tú con nosotros —respondió nerviosa.
Jimin la miró cínico y soltó una ligera risa mientras negaba repetidamente con la cabeza, logrando que Imogen se pusiese más histérica al no encontrar alguna solución.
—Esto no puede estar pasando —murmuró antes de pasar las manos por rostro, Jimin—. ¡¿Qué carajos crees que van a decir de nosotros al saber que mi esposa no vive conmigo, Imogen?! ¡La prensa va a hablar!
—No voy a dejarlo, Jimin. No voy a arriesgarme a que empeore. Soy su única familia —se encogió de hombros—. Si no puedes entenderlo, lo siento.
—¿Estás acabando con nuestro compromiso? —examinó indignado—. ¡Te he aceptado todo, pero tú no puedes aceptar mudarte conmigo!
—¡No lo entiendes...!
—¡Tú no lo entiendes! ¡Voy a necesitar a mi esposa a mi lado, Imogen! ¡Quiero casarme contigo para poder tenerte para mí porque estoy cansado de tenerte tan sólo unos pocos días a la semana! —expresó con su rostro enrojecido y ojos cristalinos.
Ella lo miraba atónita sin saber qué decir al respeto, pues sentía que hasta un nudo se formaba en su garganta, pero es que no estaba dispuesta a dejar a su padre solo sabiendo que parecía estar hundiéndose cada día más. Temía por él, y Jimin parecía cada día más estresado por la situación, sin poder ponerse un poco en su lugar.
—Lo siento...
Eso fue lo único que pudo decir antes de voltear para comenzar a caminar hacia la salida, pero al cerrar la puerta pudo escuchar un grito y golpe por parte de Jimin, lo que provocó la presión en su pecho aumentase. Aún así, siguió caminando, intentando actuar con tranquilidad para no ganarse más las miradas de quienes trabajaban allí.
(...)
Imogen se encontraba en el sofá de la sala de su casa, con Evie sentada a su lado, ambas tomando té mientras conversaban. Pues, lo que más necesitaba la pelirroja era de los consejos de su mejor amiga, ya que no podía creerse que su compromiso estuviese en riesgo de acabarse, pero es que no podía pensar con claridad y seguía negada a dejar a su padre solo, aunque tenía también a Christine, pero ella era su única familia allí.
La joven miraba a su amiga que tenía el brazo apoyado en el respaldo y su cabeza apoyada en la mano, mientras presionaba los labios como si estuviese pensando. Evie tenía el cabello liso, azabache, corto hasta los hombros, tes bronceada, ojos saltones y cafés, nariz fina y larga, labios gruesos y carmesí, delgada y de estatura baja.
Desde que se vieron la primera vez en el instituto, se le había hecho alguien muy divertida como también sincera, y a pesar de que algunas veces eso le dolía, era quien le hacía ver la realidad.
—En parte entiendo a ambos —se encogió de hombros, Evie—. De tu parte claro que es muy difícil dejar a tu padre solo, pero... Jimin tiene razón —hizo una mueca—. Sabes cuánto te ama y que si por él fuera, estarían viviendo juntos hace tiempo. Cuando se casen es obvio que va a querer que vivas allí con él.
—Es que si tan sólo se pusiera en mi lugar...
—¿No crees que siempre lo hace? ¿No crees que es hora de que tú te pongas en el de él? —frunció el ceño—. Está pidiéndote que vivas con él, no que abandones a tu padre para siempre, Imogen.
—Es que... tengo miedo de que mi padre haga algo...
—Jamás te causaría un dolor así, hija.
Ambas al escuchar esa voz masculina, voltearon sobresaltadas encontrándose con Arthur, que se acercaba al sofá donde estaban ambas.
—Buenas noches, señor Bread —habló con una sonrisa nerviosa, Evie—. Yo... mejor me voy. He quedado en juntarme con mis amigas, ya sabes —hizo una mueca mirando a Imogen—. Nos vemos otro día.
Ella tan sólo asintió, sintiéndose avergonzada, escuchando cómo su padre saludaba a Evie antes de que ella saliese por la puerta. Al sentir cómo se hundía el sofá a su lado, bajó la mirada mientras jugaba con sus dedos, intentando mantener la calma.
—¿Sabes? Cuando Jimin me habló aquella mañana para pedirme tu mano, sí me sentí algo triste al darme cuenta que mi niña se estaba convirtiendo en una mujer, pero también me sentí muy feliz al pensar que estabas dejando todo lo sucedido atrás —mencionó sorprendiéndola—. Lo único que quiero es que hagas tu vida, que seas feliz, hija —aseguró tomando su mano—. Deja de preocuparte tanto por mí...
—Pero, papá...
—Hay días difíciles, pero eso no quiere decir que no puedas continuar con tu vida —aclaró apretando su mano—. Ve y busca a Jimin. Dile que vivirás con él —Imogen lo miraba con sus ojos cristalinos, insegura de tomar esa decisión—. Ve, hija.
Ella tan sólo se aferró a su padre que la estrechaba con fuerza entre sus brazos, sonriendo, mientras su hija sentía cómo las lágrimas brotaban. El alivio se estaba volviendo parte de ella al pensar que su miedo, aquel que no le permitía avanzar, estaba esfumándose por completo.
Había sido tan sólo cuestión de pocos minutos para que se encontrase en su coche conduciendo hacia la empresa de Jimin. Quería más que nada llegar allí y verlo, pues no importaba que fuese tarde porque sabía que seguiría trabajando, más por la discusión que tuvieron, ya que siempre que algo así sucedía él se quedaba ahí trabajando para intentar distraerse, algunas veces sin siquiera contestar sus llamada porque estaba demasiado molesto y no le gustaba hablar cuando era así. Razón por la que ahora había decidido no llamarlo, prefería llegar y darle la sorpresa, deseaba ver su felicidad al decirle que estaba dispuesta a vivir con él, poder estar en sus brazos esa noche sin aquel miedo que la asfixiaba.
En cuanto llegó a la empresa vio que sólo había pocas personas que ya estaban marchándose, y subió hasta el último piso donde estaba la oficina de Jimin. No podía borrar la sonrisa de su rostro mientras se acercaba a la oficina de él, no se le hacía extraño que no estuviese la secretaria por lo tarde que era, así que siguió su camino tranquila.
Al ver las puertas de su oficina frente a ella, tomó una bocanada de aire intentando tranquilizar los latidos acelerados de su corazón por la emoción que sentía, aunque rogaba también que no estuviese tan molesto como para no estar dispuesto a escucharla. De todas maneras sabía que Jimin era alguien demasiado tranquilo, pese a que tenían sus discusiones, cuando estaban juntos, él siempre estaba dispuesto a escucharla, algo que le sorprendía.
La relación que tenía con aquel CEO era intensa en cuanto lo pasional, más no en lo emocional por parte de él, aunque aquella tarde en su oficina, parecía que ya no pudo seguir reprimiendo su molestia. Eso sí que había sido una sorpresa para ella, pero también le había gustado ver que Jimin también sentía que las emociones que provocaba en él parecían sobrepasarlo.
Imogen intentó reprimir la sonrisa al llevar la mano al pomo de la puerta, y en cuanto la abrió, no fue necesario que siguiera intentando reprimirla, porque se había borrado por completo mientras sus ojos se cristalizaban al ver cómo Jimin estaba sentado con su camisa abierta enseñando su pecho, y detrás de él estaba su secretaria, Katherine. Aquella mujer de cabello castaño y liso, vestido negro apegado a sus curvas corto por encima de las rodillas, parecía estar ayudándole con unos masajes, pero una de sus manos bajaba por el pecho desnudo de él, mientras que sus labios rojos se acercaban a la oreja izquierda de él que tenía sus ojos cerrados, murmurándole.
Este al escuchar la puerta abrió los ojos mientras fruncía el ceño, pero acabó soltando el vaso que aún tenía un poco de Whisky, provocando que se rompiera al caer al suelo, lo que no le importó en absoluto porque se levantó rápidamente, intentando sostenerse de la mesa a la vez que Katherine se alejaba intentando reprimir una sonrisa. La verdad era que, aquella mujer jamás le había dado una buena impresión, pese a que Jimin parecía confiar en ella, pues siempre le repetía que le era eficiente y, ahora, Imogen comenzaba a comprender a qué era a lo que se refería con eficiente.
—Imogen...—su voz salió profunda y con un ligero temblor.
—Púdrete, Jimin —masculló con sus ojos cristalinos.
La fémina comenzó a caminar rápidamente, escuchando cómo este gritaba su nombre, pero ella no quería saber nada en absoluto sobre él. Su visión estaba nublada por sus lágrimas, se le dificultaba respirar y la presión en su pecho no la ayudaba para nada, al contrario, sentía que estaba ahogándose, pero aún así presionaba una y otra vez el botón del elevador porque necesitaba marcharse lo antes posible.
—¡Cariño, espera, por favor! —suplicó tomándola del brazo, haciéndola girar.
Ella observó su cabello castaño y largo desordenado con mechones cubriendo un poco sus ojos enrojecidos, su rostro estaba sonrosado y sus labios humedecidos entreabiertos. La rabia estaba apoderándose de ella con gran intensidad al seguir viendo su camisa abierta, al pensar en todo lo que pudo haber sucedido entre ellos, mientras ella luchaba contra su cabeza para no seguir arruinando su relación, lo que provocó que acabase haciéndole girar la cabeza y que perdiese un poco el equilibrio por la fuerte bofetada.
—I-Imogen...—murmuró mirándola dolido mientras llevaba la mano a su mejilla enrojecida.
—Tú no tienes idea de cuánto me odiaba por no poder confiar en ti, de cuánto luchaba con mi cabeza para poder creer en todo lo que me decías, pero era tan sólo mierda —espetó mientras lágrimas brotaban—. ¡No quiero saber más nada de ti! Es más...—Imogen comenzó a sacarse de manera brusca el anillo de compromiso para tirárselo, golpeando su pecho, aunque acabó cayendo al suelo, por lo que él comenzó a buscarlo con la mirada—. Puedes entregárselo a esa perra porque ella sí aceptaría al segundo vivir contigo, no como yo que me tardé horas en aceptarlo y era lo que venía a decirte...
—¿Qué...? ¿T-Tú ibas a decirme...?
—No quiero saber más nada de ti —masculló antes de dirigirse al elevador que tenía las puertas abiertas, por lo que entró a este mientras Jimin parecía seguir atónito—. Eres una basura, Park Jimin.
Imogen apretó una y otra vez el botón, deseando que las puertas pudiesen cerrarse más rápido mientras veía cómo las lágrimas de aquel hombre parecían brotar, pero él seguir sin reaccionar. Y es que cuando lo logró, cuando pudo decir su nombre y tener la intención de acercarse para impedir que se marchara, las puertas ya se habían cerrado por completo, lo que hizo que Imogen rompiese en un llanto desconsolado.
(...)
Despertarse el día después de que tu corazón había sido destrozado, es una gran mierda. A Imogen se le había dificultado abrir los ojos hinchados después de haber llorado tanto la noche anterior, hasta quedarse dormida, sin querer darle explicaciones a su padre. Tenía el corazón vacío, agitado, triste e inmensamente confundido porque no sabía cómo aceptar que realmente se había confundido con Jimin. No sabía cómo aceptar que él no era aquel príncipe azul que había visto en tantas películas, cuando se había convencido de que sí al poseer aquella belleza como también la dulzura, el romanticismo. Siempre se había mostrado tan enamorado de ella, siempre la había llenado de tantas palabras de amor, pareciendo que intentaba demostrarle que le era fiel, haciéndola sentir una estúpida por desconfiar.
Y ahora se sentía una estúpida por haberse permitido amarlo.
Christine había subido con el desayuno, pero ella tan sólo se había cubierto la cabeza con las mantas, negándose por completo a comer al tener el estómago cerrado, y cuando las horas pasaron la servidumbre le había hablado, sorprendida de que siguiese en la cama y no tocase su desayuno, pero Imogen al estar cubierta por las mantas fingió dormir.
Las horas continuaron pasando, había escuchado toques en su puerta, pero decidió ignorarlos, y cuando anocheció ella se encontraba sentada frente a su cama, mirando por el balcón que tenía las puerta abiertas, el cielo azul estrellado, sintiendo la brisa fresca. Abrazaba sus piernas, apoyando la barbilla en sus rodillas, mientras su mente parecía convertirse en un oscuro laberinto, la soledad en un manto pesado y el silencio se volvía abrumador, provocando que lágrimas comenzaran a brotar sin que ella fuese consciente.
Ella no era consciente de nada de lo que sucedía a su alrededor, hasta que sintió una presencia, y cuando giró, se encontró su padre lo que hizo que escondiese rápidamente el rostro en sus rodillas.
—¿Quieres contarme qué es lo que sucede?
—Nada —musitó.
—Entonces, ¿por qué Jimin vino a buscarte desesperado y tú estás aquí encerrada llorando? —indagó llamando por completo su atención, al punto que levantó su cabeza para mirarlo, dejándole ver su rostro enrojecido y húmedo por las lágrimas—. Soy viejo, no tonto.
—¿V-Vino a buscarme?
—Hace un rato, pero no creí que quisieras verlo al estar así —respondió haciendo una mueca—. Quise saber por él qué sucede, pero no quiso decirme nada...
—¡Él me engañó, papá! ¡Jimin me engañó! —confesó rompiendo en llanto.
Arthur no pudo evitar sorprenderse, pero acabó envolviéndola con sus brazos sintiendo cómo ella se aferraba a él, sollozando desconsoladamente en un intento de dejar ir aunque sea un poco todo el dolor que estaba ahogándola. Sentía que volvía donde comenzó, siendo la tristeza, el rencor y la soledad sus compañeras, mientras las heridas del pasado volvían a sangrar con intensidad, recordándole que al abrirse al amor, sólo lograría salir herida.
No comprendía, porque ella había odiado todas esas horas a Jimin, pensando que ella se quedaría rota, sintiendo, mientras que él se iría a amar a Katherine, o a otra mujer. Pero, al contrario, él la había buscado.
¿Por qué rayos la buscaría? Lo pensaba una y otra vez mientras seguía llorando en los brazos de sus padres, recordando por momentos cuando la situación era al revés.
Ella no quería terminar como él. No lo quería para nada, pero el dolor era tan fuerte en ese momento que no sabía cómo podría seguir con su vida, cuando hasta respirar le dolía.
—Todo va a pasar, hija —murmuró mientras acariciaba su cabello y ella negaba—. Sí. Va a pasar y vas volver a estar bien.
—¡No mientas! —exclamó separándose y sorbió su nariz—. No podré salir adelante jamás...
—Sí lo harás...
—Si es posible, ¿por qué tú no lo haces? —cuestionó limpiando sus lágrimas bruscamente, con sus manos empuñadas—. No podré...
—Hija, tú tienes una vida por delante, claro que podrás superarlo, hasta conocerás a otros hombres...
—¡No quiero! No quiero que amar a otro. No puedo —negó repetidamente con la cabeza, y sollozó.
—¿Quieres hablar con él? Quizás dejar que te explique...
—¡No hay nada que explicar! ¡Yo lo vi, papá! —aseguró histérica—. No quiero saber más nada de él. No quiero volver a verlo en mi jodida vida.
Arthur asintió sin saber qué decir, aunque quería más que nada lograr que dejase de llorar, pero el celular de este comenzó a vibrar en el bolsillo de su chaqueta gris, por lo que lo tomó y al ver de quién se trataba, la fémina pudo notar cómo tragaba con dificultad, lo que hizo que sintiese curiosidad.
—No has estado contestando las llamadas de tu madre, ¿verdad? —preguntó frustrado.
—No quiero hablar con ella, y lo sabes.
El hombre suspiró levantándose para salir de la habitación, mientras ella lo miraba dolida porque seguía necesitando que se mantuviera a su lado consolándola. Al escuchar la puerta de su habitación cerrarse al salir, ahogó un sollozo volviendo a colocarse en la posición que estaba antes de que notase a su padre.
Los minutos pasaban mientras las lágrimas seguían brotando mientras el dolor la invadía, detestando todo lo que tuviese que ver con el amor y la confianza, porque le había entregado su corazón al hombre que lo tomó desgarrándolo cruelmente, usando su más grande temor.
Imogen escuchó el sonido de la puerta, lo que le hizo voltear rápidamente, observando cómo su padre parecía algo tenso mientras masajeaba su nuca, por lo que ella se levantó mirándolo curiosa.
—¿Qué sucede? ¿Qué te dijo esa mujer? —examinó antes de sorber su nariz.
—Nada.
—Papá...
—Sólo... prepara tu maleta.
—¿Qué? ¿Por qué haría eso? —frunció el ceño.
—Imogen, estuve hablando con ella y ambos llegamos a la idea de que lo mejor es que estas vacaciones... las pases con ella, aunque sea un tiempo —explicó haciendo una mueca.
—¡Yo no pienso desperdiciar mis vacaciones y amargarme estando al lado de esa mujer!
—¿Y cómo prefieres desperdiciarlas? ¿En estas cuatro paredes? ¿En tu cama mientras lloras por Jimin? —cuestionó provocando que ella se indignara, por lo que soltó un suspiro al notarlo—. Prepara las maletas porque buscaré si hay algún vuelo disponible para que te vayas mañana, y no pienso tolerar tus caprichos.
—¡No me hagas esto, papá! —pidió con un hilo de voz—. ¡¿Por qué parece que no me quieres más aquí?!
—¡Porque no quiero que sigas teniendo miedo de dejarme solo! Sí, me hundí en la depresión por el engaño de tu madre y no me gusta salir de esta maldita casa, pero necesito que tú sepas que puedes continuar con tu vida, Imogen —explicó molesto—. Necesito que te vayas con tu madre, que resuelvas tus problemas con ella porque sé que eso también es lo que te impide avanzar —se acercó a su hija, observando cómo sus lágrimas seguían brotando y en su mirada se reflejaba el temor—. Yo te llamaré cada día para que sepas que estoy bien, ¿sí?
Imogen no sabía qué decir, pero acabó asintiendo, por lo que su padre dejó un beso en su frente para luego envolverla con sus brazos, sintiendo cómo ella lo abrazaba algo dudosa.
—No te enojes conmigo por querer lo mejor para ti —murmuró separándose—. Anda, prepara tus cosas, y luego baja a cenar conmigo.
—Está bien —murmuró observando cómo él sonreía satisfecho.
La fémina al verlo salir de su habitación cerrando la puerta tras de él, quería más que nada gritar de la rabia, tomar su celular y llamar a su madre para hacerle saber cuánto estaba detestándola, porque estaba segura de que se había victimizado con su padre para así manipularlo y él tomase la decisión que se fuese con ella. La odiaba demasiado en ese momento, pero, aunque odiase admitirlo, también una pequeña parte de ella se aliviaba de saber que al menos por un tiempo no tendría miedo de volver a encontrarse con el hombre que había roto su corazón la noche anterior.
(...)
La tarde en Texas, en aquella granja de su madre, estaba siendo fresca y soleada. Imogen miraba a su alrededor luego de haberle dado su maleta a su tío, Alfred, que parecía haberse emocionado demasiado al volver a verla luego de tantos años, por lo que le dio un fuerte abrazo mientras ella intentaba que en su rostro no se notase la gran incomodidad que le provocaba. Para ella ahora quienes antes eran su familia, eran unos completos desconocidos, no importaba cuánto los hubiese querido en un pasado porque ya habían pasado años.
Sentía una presión instalarse en su pecho al ver la gran casa de la granja, el establo a varios metros, pues recordaba cuando disfrutaba de pequeña, corría a sus alrededores y cómo sus padres le habían enseñado a montar. Pero ahora luego de tantos años estaba allí, ignorando por completo a su madre desde que la había buscado en el aeropuerto, detestando la tensión durante el camino.
—¿Por qué no entras, hija? Tu tía y primos están allí y quieren saludarte —habló su madre, llamando su atención—. Ahora comeremos. Hasta preparé la jalea que tanto amabas, ¿recuerdas?
Imogen no pudo evitar sorprenderse, pero intentó fingir que no había provocado nada de ella, desviando la mirada.
—Entro en un momento —informó antes de comenzar a caminar.
En el momento que observó a su madre, suspiró frustrada, detestando que actuase tan dulce con ella. Joanne era una mujer dulce, pero también demasiado bonita, llevando su cabello pelirrojo, ondulado y largo hasta la cintura, su tez era pálida y tenía unas mecas esparcidas por su rostro y grandes ojos verdes, lo que Imogen había sacado de ella. A pesar de que ya estaba en sus cuarenta, aquella mujer parecía adorar cuidarse, pues la camisa de a cuadros roja y negra, al igual que sus jeans resaltaban su cuerpo delgado y curvas.
Imogen siguió observando curiosa al ver cómo se acercaba a un hombre que estaba sobre su camioneta, como si estuviese arreglándola, pero se bajó para entrar en esta, encendiendo el motor, lo que hizo que Joanne soltara un grito de emoción y aplaudiese, por lo que aquel hombre bajo para chocar su mano con la de ella. La fémina no pudo evitar arrugar la frente, pensando que había demasiada confianza entre ellos, y que este a pesar de estar a varios metros de ella, lo que no le permitía visualizarlo bien, parecía ser demasiado atractivo.
—¡Hija, ven a conocer a Jungkook! —alzó la voz volteando a verla, provocando que Imogen se tensara al notar que aquel hombre fijaba su mirada en ella.
¿Acaso ese tal Jungkook era el nuevo amante de su madre? Aquella pregunta no abandonaba su cabeza, provocando que sintiese su sangre hervir y empuñara las manos en un intento por mantener el control, por lo que decidió que era mejor entrar a la casa e ignorarlos.
¡Hola!
¿Qué les pareció la primera parte del shot? ¿Qué piensan de Jimin? ¿Qué se esperan de Jungkook e Imogen?
Lamento si hay varios errores, la verdad es que tuve que escribir rápido las últimas 4k palabras, lo que me tomó horas, y si me ponía a corregir, me iba a tomar más horas, por lo que ya no iba a ser tu cumpleaños fermichellgh. No iba a fallarte, mi vida
Espero que les haya gustado esta primera parte, si es así no se olviden de votar y comentar
¡Nos leemos pronto!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro