
PART FOUR
Eleanor jaló a su hermano, ¡debían irse se ahí de inmediato! Sin mirar atrás y sin bajar los ojos a la tierra. Pero estaba demasiado avergonzada, ¿qué iba a suceder si su padre se enteraba? ¡Otro remordimiento más a la lista de preocupaciones del hombre! Se acomodó el saco de su hermano al mirar los jirones de su vestido y un sollozo sacudió su cuerpo. El cuerpo de Drake no se movió de su sitio y ella se detuvo para dar la vuelta con lentitud. ¡Ahí estaba Tom! De pie frente a ellos, mirándola con compasión y a la vez con ¿ternura? No estaba muy segura, pero Eleanor no quería que la viera así.
-¿Qué quiere? – Preguntó con rudeza.
-Quiero llevarlos a su casa – Dijo Tom sin incomodarse por la pregunta de Eleanor.
-¡No! – Gritó la joven.
-Por supuesto – Intervino Drake – Es usted muy amable, Señor Hiddleston – Añadió y después miró a su hermana – No deberías ser tan grosera con el conde, él sólo quiere ayudarnos.
-¡Yo no necesito la ayuda de nadie! – Murmuró Eleanor y levantó la cabeza para dar media vuelta y echarse a andar.
Drake la sujetó con firmeza y sonrió un poco incómodo por el comportamiento de su hermana.
-No le haga caso, señor – Murmuró – Está un poco alterada por lo que sucedió. De hecho ¡todos lo estamos! – Dijo Drake y caminó junto a Tom, arrastrando a Eleanor en pos de él.
-Lo entiendo – Sonrió Tom dedicándole esa sonrisa seductora a Eleanor, quién le temblaban las rodillas – Sólo quiero saber si ese hijo de puta no la lastimó, porque si lo ha hecho, ¡yo mismo lo acabaré con mis propias manos! – Murmuró Tom apretando los dientes.
-¿Te hizo daño, Eleanor? – Preguntó Drake una vez que subieron al carruaje.
La chica se envolvió aún más en el saco y negó con la cabeza. De pronto sintió que la garganta se le cerraba y no podía decir nada. Ella sólo quería llorar, gritar y desahogarse... pero en los brazos de Tom Hiddleston. Deseaba que ese hombre la tomara entre sus brazos y la consolara, que le hablara con esa voz tan suave y delicada, pero tan increíblemente masculina. Cerró los ojos para desechar esos pensamientos, ¡no era correcto! ¿Por qué deseaba eso? Lanzó un fuerte suspiro y un par de lágrimas se escaparon de sus ojos sin querer.
-¿Se encuentra bien, mademoiselle? – Dijo el Conde tomándola de la mano y acariciando su dorso.
-¡No me toque! – Respondió Eleanor casi al borde de la histeria y apartó bruscamente la mano, cuando en realidad deseaba todo lo contrario – Sólo quiero estar en casa, ¡sabía que no era una buena idea venir a esta estúpida fiesta!
Drake rodó los ojos ante la manera de reaccionar de su hermana; estaba siendo más dramática de lo habitual, sin embargo. Era lógica su reacción luego de lo sucedido, pero ¿acaso también le gustaba el conde? No estaba muy seguro. Abrazó a su hermana y la consoló un poquito.
El conde sólo los miraba, hubiera deseado por un instante estar a solas con Eleanor y ser él quien la consolara. Deseaba rodear su cuerpo con sus brazos y apretarla contra su ser, fundiéndose en ella y besarla con... ¡alto! No era necesario dejarse llevar por esos pensamientos, aunque era verdad, ¡le encantaba! Y no iba a descansar hasta convertir a Eleanor Walker en su esposa. Estaba seguro que su madre quedaría encantada al conocerla y su padre también.
El resto del camino se tornó largo e incómodo, especialmente por el silencio que predominaba sobre el carruaje. Drake estaba a punto de decir algo, cuando Eleanor se le adelantó.
-Ni una palabra sobre esta situación, Conde Hiddleston – Dijo la chica – No quiero que mi padre se entere y vuelva a decaer – Exclamó con firmeza – Hemos llegado.
-No se preocupe, señorita Walker – Respondió Tom y le dedicó sus ya acostumbradas sonrisas – Yo no diré nada, al menos, de mi boca no saldrá una sola palabra, pero.... recuerde que Marie Hamilton puede decir más de lo que en realidad sucedió – E hizo una seña al cochero para que se detuviera.
-¡Esa desgraciada! – exclamó Drake – Mañana, para antes de que salga el sol, es seguro que todo el pueblo sepa lo que sucedió.
-¡Yo no lo permitiré! – respondió Tom – La dignidad de su hermana es algo que debemos conservar celosamente. Ella no hizo nada, ¡ese malnacido la atacó! Y lógicamente va a pagar por lo que hizo. Yo me voy a encargar de que reciba su merecido.
-Se lo agradezco, Conde. – intervino Eleanor – Pero yo puedo cuidarme sola, así que buenas noches. – dijo y bajo del carruaje – Con permiso.
-Haga lo que tenga que hacer, Conde. – dijo Drake – Ella no podrá hacerlo sola y le estoy muy agradecido por todas sus atenciones. Disculpe que no le invite a pasar, pero no son horas de visita. Pero lo esperamos mañana a la hora del té, a mi padre le dará mucho gusto recibirlo en nuestra humilde morada. – sonrió Drake y guiño un ojo antes de bajar del carruaje para entrar en su casa.
Tom sonrió, estaba consciente de las insinuaciones de Drake Walker y él no iba a desaprovechar la oportunidad de ver de nuevo a la bella Eleanor. Hablaría con su padre y le daría a conocer sus intenciones. Quería cortejar a la chica y necesita la aprobación del hombre. Una vez que el señor Walker consintiera nada lo iba a detener.
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El Conde Hiddleston miraba por la ventana mientras bebía café y leía el periódico. Hacía unas horas que había abandonado la casa Hamilton con el pretexto de regresar a la fiesta y poder hablar a solas con Marie Hamilton. A la rubia le había dado mucho gusto verlo regresar y lógicamente no se negó a hablar a solas con él. Ella rápidamente sacó a relucir el tema del incidente de Eleanor y Jason Miller.
-¡Es una casquivana! – exclamó la rubia sentándose frente a Tom y levantándose la falda para dejar ver sus pantorrillas.
-¡Guarda silencio, Marie! – dijo Tom con seriedad – Eleanor es una dama, ese bastardo de Miller la agredió sin motivo alguno.
-Se nota que no la conoces, Tommy. – dijo Marie con voz melosa – A Eleanor le gusta provocar a los hombres, pero cuando ya los tiene encima, quiere parecer una santa. Lógicamente que calentó los ánimos de Jason y como él estaba borracho, tuvo que reaccionar de alguna manera. Yo me encargaré de que todo el mundo sepa la clase de golfa que es.
-¡Tu no vas a decir nada! – exclamó el Conde y se levantó de su asiento para acercarse a Marie y tomarla por el cuello – Si tú hablas o dices algo que manche la integridad de la señorita Walker, yo mismo me encargaré de hacerle saber a tu padre tus sucias intenciones para conmigo. Ya te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir, si tú haces algo en contra de Eleanor. El mundo sabrá que la verdadera casquivana aquí eres tú, ¿te quedó claro, Marie?
La señorita Hamilton apenas si podía respirar. El Conde la apretaba con fuerza de su cuello y con muchos trabajos logró responder un sí. Sabía que el hombre estaba hablando en serio y a ella no le convenía que su reputación estuviera en boca de todos. Eso le daría mala imagen a su familia y si su padre se enteraba de todo, la mandaría desterrar a Sudáfrica y la sola idea le aterrorizó.
Tom salió de la casa de Marie y se dirigió a su departamento para descansar, aunque no pudo pegar los ojos. Estaba muy molesto por lo que Jason Miller le había hecho a Eleanor. Recordó el vestido rojo hecho girones y la sangre le hirvió en las venas, ¡quería hacer pedazos a ese desgraciado! También recordó a Eleanor y lo encantadora que se veía en la fiesta. Pero esa tarde iría a verla y le llevaría unos presentes o quizá se los enviaría antes. Llamó a su mayordomo y este apareció inmediatamente para escuchar la orden de su patrón.
-¿Dígame señor? – dijo el hombre e hizo una reverencia.
-Necesito que vayas a la boutique que se encuentra frente a este edificio y compres cinco vestidos para la señorita Eleanor Walker – Murmuró Tom – Supongo que la dependienta sabrá la talla y todo eso. Un vestido para diferentes ocasiones, ¿de acuerdo? ¡No importa el precio! – Añadió al ver la cara de su mayordomo – Quiero que sean los vestidos más finos que tengan, ¡dignos de una hermosa dama como la señorita Walker!
-Haré lo que usted me dice, señor – Murmuró su mayordomo - Pero voy a pecar de imprudente al decirle que no debería tomarse tantas molestias con una mujer como Eleanor Walker.
Tom lo miró, escudriñándolo. Entrecerró los ojos y apretó los labios. ¡Esos comentarios hacia Eleanor! ¿Qué tenía todo el mundo en contra de esa chica? Estaba molesto, así que suspiró y tomó asiento.
-Y según tú – Exclamó - ¿Qué clase de mujer es Eleanor Walker?
-La madre de Eleanor Walker era una... ¿Cómo decirlo? – Dijo el hombre y guardó silencio unos instantes para buscar las palabras adecuadas – Era de cascos ligeros, dejó a su esposo y a sus tres hijos para irse detrás de un hombre adinerado – Exclamó el mayordomo – Eleanor, físicamente es idéntica a su madre, quizá también lo sea de mañas – Continuó el hombre - ¿Necesita algo más el señor? – Preguntó al ver la cara del Conde que estaba descompuesta en una mueca de rabia.
-¡No! – Dijo Tom la voz un volumen más alto de lo normal - ¡Vete a hacer lo que te dije! Quiero que esos vestidos estén en casa de Eleanor Walker antes de las cuatro de la tarde.
-¡Sí, señor! – Murmuró su mayordomo un tanto amedrentado y salió inmediatamente de la habitación para hacer lo que su patrón le ordenaba.
Tom se frotó el tabique nasal, de pronto le había dado dolor de cabeza. ¿Cómo se atrevía la gente a juzgar sin tomarse la molestia de conocer a las personas? No conocía la historia de Eleanor y mucho menos la de su madre y no le interesaba, ¡no por ahora! Lo que le interesaba primero era ganarse la confianza de Eleanor y, una vez que la tuviera, profundizar en esos aspectos personales. Continuó mirando el periódico y tomando su café; de pronto tomó un papel y pluma y escribió una misiva a su madre. Le hablaría de Eleanor y de todo lo que le había sucedido desde su llegada a América.
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Eleanor se encontraba en la cocina, cuando el ama de llaves entró en esta. La mujer llevaba en sus manos varias cajas de una tienda exclusiva. La chica se secó las manos con el delantal y miró con interés los paquetes que dejaba encima de la mesa. Instantes después entró su padre, llevando un par de cajas más y las dejó junto al resto. Después buscó en su bolsillo y sacó una nota, para entregarla a su hija.
-¿Qué significa esto, padre? – Preguntó la joven - ¿Estás gastando lo que no tenemos? Todos estos vestidos deben valer una fortuna y...
-¡Yo no los compré! – Respondió su padre – Son un regalo para ti, lee la nota.
Eleanor tomó la nota y miró el remitente; ¡Tom Hiddleston! Ahora comprendía la cara de felicidad de su padre. El conde le enviaba regalos caros, intentando llegar a ella por ese medio, ¡como si fuera una interesada, una oportunista! La chica apretó los labios y suspiró con molestia mientras leía el texto escrito en esa elegante caligrafía.
"Perdone mi atrevimiento, señorita Eleanor.
Pero me he tomado la molestia de comprarle estos hermosos vestidos. ¡Sé que ninguno de ellos reemplazara el que fue hecho jirones por las sucias manos de Jason Miller!
Acepte mi presente como muestra de mi gran admiración hacia usted. También aprovecho este breve espacio para informarle que me he encargado de que el incidente en la casa Hamilton no salga a la luz.
La veré a la hora del té y espero que esta vez no me rechace.
Suyo por siempre
TH"
Eleanor arrugó la nota y la guardó en su bolsillo, mirando con desdén las cajas dónde había sombreros, zapatos y vestidos. Levantó la barbilla con altivez y caminó para salir de la cocina.
-¡No los quiero! – Dijo con desprecio – Por favor, regresen esas cajas a su dueño – Exclamó y abandonó la estancia.
-¡Espera Eleanor! - Gritó su padre y ella se detuvo a mitad del camino – No deberías ser tan orgullosa y descortés. El conde sólo quiere ser amable contigo – Exclamó su padre – deberías darle una oportunidad y tratar de conocerlo.
-¿Y qué me tachen de oportunista? – Preguntó Eleanor - ¡No, gracias!
-Pero tú nunca has buscado a ese hombre – Exclamó el señor Walker – Es él quien desea acercarse a ti. ¡Dale esa oportunidad! En tus manos está; si te das cuenta que ese hombre no es lo que esperabas, se lo haces saber y te alejas.
Eleanor rodó los ojos; su papá tenía razón. Por dentro ella estaba que gritaba de felicidad al recibir regalos de parte de Tom. Ansiaba verlo de nuevo, poder hablar con él y tener una charla amena y agradable, pero no podía externarlo. Ella no quería que la vieran como una aprovechada y que de inmediato sacaran a relucir el tema de su madre. Asintió, pero no dijo nada más, sólo besó la frente de su padre y subió la escalera.
-Una cosa más – Añadió su padre y ella giró el rostro – Les diré que suban tus presentes a tu habitación y elegirás uno de esos vestidos para lucir esta tarde. El conde vendrá a tomar el té y seguramente estará feliz de verte.
-¡Por supuesto! – suspiró la chica – Me parece una excelente idea – dijo mientras se alejaba para entrar en su habitación.
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El carruaje del conde se detuvo frente a la puerta de la casa Walker. El hombre descendió de él y se acomodó el sombrero y la levita y llamó a la puerta. Mientras esperaba a que abrieran, contempló la fachada de la propiedad. La mansión era enorme y sólida, aunque un poco descuidada; pero si se le daba el mantenimiento necesario, seguramente luciría esplendorosa. La puerta se abrió y Tom sonrió galantemente al ver a la mujer que atendía; se trataba del ama de llaves, que lo saludó amablemente y lo hizo pasar de inmediato.
-El señor Walker lo espera en su despacho – Dijo – Sígame por favor.
-Gracias – Respondió Hiddleston y caminó tras la mujer.
Tom entró en el despacho del padre de Eleanor, la estancia estaba llena de libros, papeles y retratos. El señor Walker estaba sentado detrás del escritorio y se puso de pie inmediatamente para recibir a Tom. El conde lo observó brevemente, había imaginado a un hombre mayor, pero se sorprendió al darse cuenta que no era así.
-¡Bienvenido, conde Hiddleston! – Dijo el señor Walker extendiendo su mano.
Tom la apretó con fuerza, respondiendo al gesto de ese hombre.
-Muchas gracias, señor Walker – Exclamó Tom con visible alegría – Es un placer estar aquí.
-Recibí su nota – Dijo el señor Walker – Pidió hablar conmigo antes de pasar a tomar el té, ¿de qué se trata? – Preguntó el hombre - ¿Es sobre los sementales que le vendí?
-No, estoy muy contento con mi adquisición, sus caballos son muy majestuosos y muy pronto estarán en las caballerizas de Inglaterra – Sonrió Tom – Mi motivo es completamente distinto.
-Entonces dígame – Respondió Walker con curiosidad - ¿Qué es lo que tiene que decirme?
-Se trata de su hija Eleanor – Comentó Tom – Quiero pedirle su consentimiento para cortejarla – Dijo y suspiró – Su hija me dejó cautivado desde la primera vez que la vi. Es una criatura preciosa, vivaz y que conserva aún su candor. Me considero admirador de su belleza, pero también de su inteligencia; es una mujer muy valiente y fuerte. ¡Ya casi no hay mujeres como ella!
El padre de Eleanor guardó silencio, mientras escuchaba las palabras de Tom. Había pasión en su voz y mucho entusiasmo. Eleanor lo había cautivado en verdad y no se notaba que fingiera esas emociones; sino todo lo contrario, hablaba con tanta sinceridad y admiración que él podría haber respondido de manera afirmativa de inmediato, pero debía ser cauteloso. No por él o por el conde, sino por su hija.
-Me alegra mucho escuchar sus palabras y conocer el concepto en el que tiene usted a mi hija a pesar de no conocerla del todo – Respondió el señor Walker – Eleanor puede mostrarse como una mujer orgullosa y altiva, simplemente para alejar a la gente. Pero si usted promete ser paciente y tratar a mi hija con cariño y delicadeza, ¡yo no me opongo! Usted tiene mi permiso para cortejarla, conde Hiddleston.
-Se lo agradezco mucho, señor Walker – Respondió Tom – Yo le prometo ser el hombre más paciente y amoroso con su hija. Sólo deseo que su hija se interese en mí y que vea que yo no tengo malas intenciones.
-Eso se lo tendrá que hacer saber usted y demostrárselo – Sonrió el padre de Eleanor – Mi hija es muy observadora y perspicaz – Murmuró – Pero yo sé que usted es un hombre sincero y que no tendrá ningún problema; únicamente debe ser muy paciente.
-Lo seré, señor – Sonrió Tom.
-Entonces, pasemos a tomar el té – Dijo el hombre y se levantó de su asiento.
Tom lo imitó y juntos salieron del despacho para dirigirse a una salita dónde Eleanor los estaba esperando. El conde se quedó en una pieza al observar a la chica que lucía uno de los vestidos que él le había enviado. Se trataba un vestido de muselina en color rosa, ligero y con pequeños bordados en tonos dorados, de manga corta tipo farol que dejaba ver la blancura de los brazos de la joven. Eleanor había recogido su pelo y lo sujetaba con un lazo de seda a tono del vestido. Hizo una reverencia al ver al conde y le dedicó una sonrisa. Thomas la miraba extasiado, perdido ante su belleza y sus ojos brillaron de felicidad al darse cuenta que ella le dedicaba una sonrisa.
-Buenas tardes, señor – Murmuró la joven tendiéndole la mano – Bienvenido.
-Gracias, señorita – Exclamó Tom apresurándose a tomar la mano de la joven y depositar un beso sobre su dorso.
Eleanor se estremeció y sintió como miles de fuegos artificiales explotaban en su interior. El roce de los labios del conde sobre su piel hizo que la temperatura de su cuerpo aumentara. Ella se ruborizó con intensidad e intentó apartar la mano que Tom sujetaba de manera firme, pero delicada a la vez.
-Luce usted hermosa – Continuó Tom aún sin soltarla – Ese vestido le sienta de maravilla, acentúa el color de su cabello y la belleza de su piel.
Eleanor volvió a ponerse aún más roja y titubeó, no sabía que responderle. Después miró a su padre y notó la enorme sonrisa que el hombre tenía dibujada en sus labios. Como si aprobara la galantería del conde.
-Gracias – Susurró Eleanor – Pero la verdadera belleza no se encuentra en el físico.
La sonrisa se borró en el rostro de su padre, pero no en el de Tom.
-De nada sirve ser bella, si por dentro se está podrida. De nada vale un rostro angelical si la actitud que se demuestra es altanera, pedante y egoísta – Continuó Eleanor.
-Lo sé – Exclamó Tom – Y estoy muy consciente de ello – comentó el hombre – Pero me alegro que usted no sea así. Usted es una mujer hermosa, sí; pero su belleza se acrecienta por el brillo de su alma, señorita Walker. Por eso le he pedido a su padre que me permita visitarla a menudo y él está de acuerdo en que lo haga.
Los ojos de Eleanor se abrieron, y miró a su padre, quién volvió a sonreír, mientras colocaba ambas manos en la solapas de su saco.
-¡Así es, hija! – Sonrió – El Conde es un gran hombre y me encantaría que ambos se conocieran más y comenzaran una linda amistad, ¡te hará bien! Ambos son amantes de los caballos, ¡eso ya es un buen comienzo!
Eleanor asintió y suspiró. Estaba feliz, aunque no lo externaba; no era esa clase de chicas que brillaban por su efusividad en ocasiones exagerada. Necesitaba actuar con prudencia; pero había algo en el conde, algo que la fascinaba y la hipnotizaba. Debía ser más fuerte que ese sentimiento de atracción. Sonrió y se sentó en una sillita frente a su padre y el conde; esa acción evitaría que se arrojara a los brazos del conde y se lo comiera a besos.
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¡Y a partir de ahora comenzará el romance! Pero Eleanor es un hueso duro de roer, así que Tom va tener que usar medidas drásticas con tal de conquistarla. ¿Qué les pareció este capítulo? Quizá en el siguiente tendremos un acercamiento entre ambos. ¡Déjenme sus comentarios! Siempre son bienvenidos. Gracias
#MaryCruz
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