summer love
Fandom: Supernatural.
Pareja: Dean Winchester/Sam Winchester.
Advertencia: contenido altamente explícito, incesto entre hermanos.
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Memphis, Tennessee.
Año 2000.
10 de Julio.
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Si algo podía decir Sam de Memphis, Tennessee, era que el lugar, en verano, era demasiado bochornoso. Las temperaturas eran altas en comparación con otras ciudades o lugares en los que había estado, y el calor y el sudor provocaron que la ropa se pegara a su cuerpo de una manera bastante incómoda. Sam lo odió al principio, deseando haberse quedado en el Estado anterior porque al menos ahí había asistido a la escuela antes de volver a ser arrastrado por John hacia un nuevo caso en el que ni siquiera iba a tener participación.
Simplemente genial.
John les prometió que solo estarían en Memphis dos o tres semanas como máximo, pero Sam no sabía si creerle. El caso de Arkansas parecía difícil, considerando que su padre no les había querido comentar sobre ello y que también los había enviado —o llevado— a una ciudad que estaba a más de dos horas de distancia del lugar donde él estaría. John solo los enviaba bastante lejos de él cuando los casos eran complicados y decía que no quería ponerlos en peligro —en opinión de Sam, solo los enviaba lejos porque no los creía aptos para el caso y, probablemente, creía que serían más un estorbo que una ayuda; nadie podía juzgarlo por pensar así, y si lo hacían, no importaba. John no era un padre modelo precisamente y ya había dejado muy claro que dejaría a Sam fuera de casos cuando Sam estuviese siendo un estorboso niño rebelde e inmaduro—.
Dean trató de convencer a su padre, mientras Sam esperaba en el asiento trasero del Impala, que reconsiderara la opción de llevarlos. Al menos, lo intentó, hasta que John tiró las llaves del Impala en sus manos y le entregó la llave de la reserva de un hotel y una tarjeta de crédito pirateada.
Los ojos de Dean brillaron entonces —Sam miró cómo el verde se iluminó desde el asiento trasero, dándose cuenta también, innecesariamente, que Dean tenía un par de pecas más en las mejillas que el mes pasado. O al menos, eso creía, no era que Sam llevara un recuento de la cantidad de pecas que Dean tenía en el rostro durante el mes. Por supuesto que no— y dejó de insistir. Dejó ir a John —que se dirigió al lugar donde un amigo le prestaría un auto; Sam más bien pensó que ese amigo iba a acompañarlo a cazar pero no lo mencionó. John nunca antes les había dejado el Impala— y volvió al auto, indicándole a Sam que se sentara en el asiento de pasajero.
Sam obedeció a la orden sin palabras, recibiendo nada más que una mirada de despedida por parte de John que solo lo enfureció y lo hizo sentir aún más incómodo con el jodido clima y con toda su vida en general.
Jesús, la adolescencia realmente le estaba pegando más fuerte de lo que pensó que lo haría. No había otra razón por la que Sam estuviera sintiendo algunas emociones de manera tan intensa y que no estuviera relacionado a una revolución hormonal. Los cambios de humor que estaba teniendo en el último tiempo estaban comenzando a molestarle también, preguntándose en qué momento iban a terminar.
Su hermano no tardó en encender el auto y conducirlo hasta la dirección del hotel, hablándole a Sam durante el camino sobre lo increíble era que papá le hubiese confiado a Baby y que él se iba a encargar de cuidarla como si fuera su propia vida —o mejor que eso, agregó después, dado que solía poner su vida en riesgo con frecuencia y salir con bastantes heridas; Dean no quería que Baby tuviera ni siquiera un rasguño).
—Lo único bueno —dijo Sam, después de escuchar toda la palabrería de Dean con atención— es que papá estará lejos.
Dean desvió la vista de la carretera, mirándolo mientras fruncía el ceño. Sam comenzaba a pensar que era una injusticia que Dean incluso se viera bonito cuando fruncía el ceño.
Nadie se debería ver bonito mientras su frente se arrugaba. La vida había sido horriblemente considerada con Dean en algunos aspectos físicos, porque sentimentales y familiares, Dean estaba tan jodido, o peor, que Sam.
—No empieces, Sam —murmuró Dean. Le dio una última mirada a Sam antes de volver su vista a la carretera—. Disfruta de este tiempo, con suerte, tal vez encontremos un caso o tal vez no. Como sea, piensa que estás en una ciudad que es como la cuna del blues y del rock'n roll.
Sam resopló, recordando lo famoso que era Memphis, además, por ser la ciudad que albergó a Elvis Presley también durante sus últimos años de vida.
—No te olvides que aquí murió Martin Luther King Jr y que está el Museo Nacional de Derechos Civiles —agregó con un poco de saña. Mencionar temas civiles siempre decepcionaba a Dean.
Sin embargo, Dean solo hizo un ademán con las manos que decía que estaba de acuerdo, a pesar de que, probablemente, minutos antes ni había estado enterado del Museo o del lugar de muerte de Luther King Jr.
—Exacto —dijo Dean—. Piensa positivo, Sammy. Tal vez te diviertas en este tiempo y encuentres algo que estés buscando y que aún no sabes.
—Espero que no —comentó Sam, solo para llevarle la contraria a su hermano. Para molestarlo más, agregó—: y no me llames 'Sammy'.
Se decepcionó mucho cuando Dean no reaccionó como él esperaba a sus palabras. Había esperado algún comentario mordaz o mal intencionado, pero este nunca llegó.
Dean solo le sonrió como si supiera lo que estaba haciendo y procedió a cantar las canciones en la radio local, ignorando a Sam.
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Sam subió al tercer piso del hotel mientras Dean conseguía algunos alimentos y bebidas para consumir mientras estaban en el lugar. La buena noticia era que la habitación era bastante grande y espaciosa, tenía un baño limpio y una tina bastante grande, así como también una televisión y una reproductora de cassettes con la que seguramente Sam sería torturado por Dean. Era bastante bonita, en realidad. Comparando los lugares horribles en los que solían quedarse. La mala noticia era que solo había una cama —tamaño king, sí— y que el sofá era tan incómodo que casi parecía imposible que Sam convenciera a Dean de dormir en el sofá.
Probablemente, iban a tener que compartir cama.
No era que nunca antes lo hubiesen hecho, porque lo habían hecho más veces de las que podían contar, ese no era el problema. El actual problema de Sam era que en su etapa hormonal sus hormonas estaban… locas, precisamente. Sam había despertado con erecciones incómodas durante los últimos días, siempre provocadas por sueños húmedos en los que había mucha piel desnuda y en los que Sam aparecía solo con compañeros rubios y masculinos que lo hacían rogar de placer.
Vaya ironía. John era un hombre bastante homofóbico según había notado Sam, y su segundo hijo no solo era un rebelde inteligente, sino también un homosexual —término discutible, en opinión de Sam. También había visto a muchas chicas bonitas. Probablemente, era más bisexual que gay—. Sam no quería ni pensar en cómo reaccionaría su padre si supiera que él era así.
Dejó caer sus cosas sobre el sofá, tirándose a la cama para descansar. Su rostro se hundió en las almohadas frescas, que lo hicieron darse cuenta de lo mucho que en realidad había sudado en el poco tiempo que llevaba en Memphis.
Sam no estaba seguro si iba a soportar estar más de una semana en ese lugar.
Con movimientos perezosos, decidió levantarse y rebuscar ropa limpia y holgada en su bolso. Lo mejor en ese momento era darse una ducha, sentirse fresco y limpio antes de que pasara el suficiente tiempo como para volver a ducharse.
Se duchó durante un buen rato, con agua totalmente fría. Sam se sorprendió de que el agua fría no impidiera una erección, así que tuvo que tocar su polla mientras los riachuelos de agua corrían a lo largo de su cuerpo hasta llegar al desagüe. Recién terminó de manchar la pared del baño con su semen cálido cuando escuchó el movimiento de Dean en la habitación, provocándole un sonrojo. No estaba seguro de cuánto tiempo había estado Dean revoloteando afuera, y Sam tendía a ser un poco… ruidoso en algunas ocasiones.
Cerró la llave del agua, ignorando todos los pensamientos. Se secó el cabello y solo se puso una camisa holgada y un par de calzoncillos, dejando los pantalones encima del lavado.
Dean estaba organizando algunas cosas en la pequeña cocina de la habitación cuando Sam salió; su hermano alzó la vista, y miró a Sam durante un largo minuto —Sam no estaba tan seguro, pero creía haber notado que la mirada de Dean se detenía un poco de más en sus muslos— y después volvió a seguir organizando los alimentos. Dean había llevado un montón de cosas.
—¿Cansado del calor? —Dean preguntó, con un tono de burla en la voz a pesar de que él no se veía mucho mejor que Sam antes de tomar la ducha.
Las puntas de su cabello ya estaban húmedas por el sudor y la camisa se le pegaba a la piel.
—Como no tienes idea.
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12 de Julio.
Se quedaron en el hotel durante los dos primeros días, en los cuales incluyeron el día de llegada, Dean, obstinadamente, durmiendo en el sofá incómodo y compartiendo el control de la televisión para ver programas alternativamente. Estuvo bastante bien, en opinión de Sam. Llegaron a un punto de paz y de cotidianidad que tenían tiempo de no conseguir.
Para el tercer día en la ciudad, Dean lo despertó temprano y lo molestó, hasta que Sam fue a ducharse, para llevarlo a desayunar y a comprar algo de ropa.
Sam intentó que compraran la ropa antes que la comida, pero fue un caso perdido. Dean lo arrastró hacia un restaurante local bastante pequeño pero cálido que sirvió los mejores desayunos de la ciudad.
En cuanto Sam probó sus huevos picados, supo que era cierto. La camarera les sirvió dos tazas de café y un par de tostadas extras —como siempre, le lanzó miradas de coqueteo a Dean que Dean correspondió porque ya era parte de su personalidad—, mientras Dean y él se sumergieron en una conversación sobre el lugar.
—Nunca habíamos estado aquí —dijo Dean—. Creo que es un buen lugar para estar sin que haya un caso involucrado. Extraño cazar, pero este lugar parece ser bastante famoso y tiene lugares de comida buenísimos.
Sam bebió un sorbo de café mientras asentía. Fue una hazaña no derramar su café haciendo las dos cosas a la vez.
—Es muy famoso, en realidad —aseguró Sam—. Además del origen del Memphis Blues y toda la historia con el Rock'n Roll, es una ciudad famosa por haber sido el último lugar en donde Elvis Presley vivió antes de morir…
—Si es que está muerto —agregó Dean.
Sam no estaba sorprendido de que su hermano hubiese leído las teorías sobre el rey del rock.
—Exacto —dijo—. Además, está el Museo Nacional de Derechos Civiles, en donde Martin Luther King Jr fue asesinado.
Dean silbó suavemente. El sonido, aunque suave, envió un escalofrío a la columna de Sam que lo hizo estremecerse.
—Parece que estamos en tierra de famosos —dijo Dean alegremente—. Así que, eh, hay que hacer que este tiempo valga la pena, ¿no lo crees, Sammy?
Sam desvió la vista, escuchando un tono desconocido en la forma en que Dean había dicho su nombre. No era como una burla —Dean, en realidad, había usado su nombre con tonos de burla, de tristeza, dolor, y hasta consuelo—, sino que como algo diferente que Sam no pudo identificar en ese momento.
—Por supuesto, Dean.
Había llegado a un acuerdo consigo mismo. Tenían muchos lugares al alcance para visitar y John no estaba a la vista. Podían convertirse en las vacaciones perfectas que nunca habían tenido. Podía salir con Dean y fingir que eran personas normales visitando lugares normales, podía hacer chistes estúpidos y escuchar la risa sincera de Dean, podía reírse de los chistes de Dean sin que John estuviera a un paso de distancia de criticarlo.
En muchos sentidos, Memphis significaba libertad para Sam. De la misma forma que Martin Luther King había luchado para que el país significara libertad para muchos más.
Le lanzó una sonrisa a Dean y se dispuso a terminar su desayuno, escuchando la información que Dean tenía para compartirle sobre el rock y sobre el blues.
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Escucharon la radio cuando volvieron al hotel, después de comprar un par de camisas para la época y al menos un par de ropa interior más. Sam ni siquiera se sorprendió de que la música de Elvis Presley estuviera sonando en la estación de radio local.
Lo que si le sorprendió fue que Dean se pusiera a cantar I Can't Help Falling In Love With You, mientras conducía por las calles. Habían perdido bastante tiempo en la tienda de ropa, asi que ya estaban cerca del mediodía y con el calor a su punto más alto.
Sam no entendió cómo Dean pudo conservar la alegría con la incomodidad que el clima cálido proporcionaba. Su mirada miró a Dean con atención, mientras su hermano tarareaba y cantaba al ritmo de la canción romántica de Elvis.
Dean debió sentir su mirada desconcertada, porque en seguida miró a Sam y le lanzó una sonrisa antes de continuar cantando. Nunca dejó de lanzarle miradas a pesar de que su vista debía ir al frente y Sam resistió el impulso de reprenderlo por eso.
Los ojos de Dean estaban demasiado felices como para borrar esa felicidad de ellos.
—Take my hand. Take my whole life too. For I can't help falling in love with you. —Dean miró a Sam mientras cantaba los versos, provocando un sentimiento extraño en Sam.
La profundidad con la que Dean estaba cantando hacía parecer que no eran palabras vanas para él. Hacía parecer que realmente sentía lo que decía la canción.
—Muy bonito —dijo Sam, con una burla que realmente no sentía. Dean no era un cantante profesional pero su voz no era la peor que Sam había escuchado.
Dean solo sonrió más ampliamente y se lanzó a cantar los otros versos, golpeteando el volante del Impala. El corazón de Sam se aceleró cuando Dean volvió a mirarlo y cantó, en un susurro, los siguientes versos:
—Some things are meant to be.
La mirada de Dean no se despegó de él hasta que las palabras terminaron de ser susurradas. Las mejillas de Sam se enrojecieron —agradeció poder culpar al clima— con fuerza.
El corazón de Sam dejó de latir con tanta fuerza hasta que la canción terminó, justo antes de llegar al hotel.
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13 de Julio.
Estaban en la heladería cuando conocieron a Ashley y Ashton —Sam, en su mente, criticó un poco la similitud de los nombres. Sin ninguna razón—; Ashley era rubia y de ojos azules, mientras que Ashton tenía el cabello castaño y ojos del mismo color que la rubia. Por cosas del destino, ambos eran hermanos y tenían edades similares a Sam y Dean. Ashley tenía veinte años, siendo un año mejor que Dean, y Ashton tenía dieciocho años, siendo un año mayor que Sam.
Por alguna razón —por el coqueteo abierto y cínico de Dean, en realidad— terminaron comiéndose el helado juntos en un parque de Memphis. Ashley entabló una conversación con Dean rápidamente, excluyendo a Sam y a Ashton de la conversación llena de coqueteos que irritaron a Sam y le parecieron ridículos.
Sam suspiró de manera irritada y se alejó un poco de ellos. Se sentó en una banca vacía y en la sombra que había en lugar. Se sorprendió un poco cuando Ashton siguió sus pasos y le dio una sonrisa avergonzada y de disculpa. Ashton se sentó a su lado antes de hablar.
—Lo siento por eso —se disculpó Ashton, señalando a Ashley con un ademán.
Sam hizo un gesto para restarle importancia.
—Estoy acostumbrado en realidad —admitió—. Dean lo hace todo el tiempo.
Una expresión de entendimiento cruzó por el rostro de Ashton. Sam se sintió un poco feliz de no ser el único que tenía un hermano estúpido y que coqueteaba hasta con las piedras.
—¿Estás en la secundaria?
Sam asintió.
—Terminándola, en realidad —comentó—. ¿Estás en la Universidad ya?
Ashton asintió. Un mechón de su cabello se removió hasta su frente por el movimiento. Por alguna razón, las manos de Sam picaron por acomodar el cabello.
—Estoy en Standford —admitió Ashton. Sam lo miró con más atención, la mención de la universidad atrayendo su interés—. Psicología. ¿Tienes planes para continuar tus estudios?
—Sí —dijo Sam por impulso—. No… no sé. Aún lo estoy pensando.
No era una mentira. En realidad estaba considerando seriamente aplicar o no para algunas universidades, en las que estaba Standford. Su principal retención para tomar una decisión fue su padre y Dean, su hermano sobresaliendo más que su padre, como siempre.
A Sam realmente no le importaba la caza en ese punto de su vida, soñando más bien con una vida normal y cotidiana en la que no tuviese que arriesgar su vida día a día o en la que no tuviese que quedarse despierto hasta la madrugada esperando noticias de Dean de que están bien y no había sido despedazado por algún monstruo.
—Toma un buen tiempo para pensarlo —sugirió Ashton—. Y si en algún momento necesitas mi ayuda, no dudes en pedirla.
El comentario ocasionó que intercambiaran números. Sam le estaba dando su número a Ashton cuando Dean se acercó lenta y perezosamente con una sonrisa de suficiencia en su rostro.
Sam se sintió un poco tranquilo de que al menos Ashley se hubiese quedado atrás. Ella no le agradaba del todo, contrario a Ashton. Ella provocaba un sentimiento de incomodidad e irritación en su vientre que Sam nunca antes había sentido. Si no hubiese sido tan inexperto en las emociones así, habría pensado que eran celos los que sentía.
—¿Nos vamos? —Preguntó Sam, terminando de teclear su número en el teléfono de Ashton.
Dean negó con la cabeza.
—Me voy —dijo Dean. Sam frunció el ceño inmediatamente, sabiendo por donde iba el asunto. No era la primera vez que Dean hacía eso—. Puedes llevarte el Impala, Sammy. Lleva a Ashton contigo al hotel. Ashley y yo llegaremos dentro de una hora o un tiempo más corto.
La incomodidad aumentó en Sam. El calor de irritación y desagrado en su vientre se transformó en un río de molestia. Lo odió inmediatamente. A su lado, Ashton no parecía más cómodo que él.
Dean sacó las llaves de su bolsillo y se las tiró a Sam.
—Dean…
—Vamos, Sam. —Dean lo interrumpió inmediatamente, dándole una mirada de insistencia. Sam suspiró y asintió, le hizo un gesto irritado a Dean y guió a Ashton hasta el Impala.
Dean es un idiota, pensó para sí mismo mientras encendía el Impala y esperaba a que Ashton se subiera al auto. Deseó no haber sugerido ir a tomar el estúpido helado, porque por su insistencia habían terminado ahi.
Ninguno de los dos habló de camino al hotel. A ninguno de los dos parecía gustarle la idea de que sus hermanos fueran a follar en algún lugar, pero Ashton parecía más incómodo por la idea de su hermana yéndose con un tipo al azar que cualquier otra cosa.
Sam fue lo contrario. Sam no pudo ignorar el pozo de celos en su vientre, sabiendo que los celos no eran por Ashley, porque ella le gustara o algo parecido. Al menos, que no se llevaran el Impala y follaran ahí fue un alivio mínimo para Sam.
Ashton y él subieron en el elevador en silencio, hablando hasta que llegaron a la habitación.
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Para su suerte, Ashton le habló sobre lugares agradables de la ciudad para comer. Le contó sobre su infancia y cómo fue crecer en la ciudad, cómo había sido su vínculo con Ashely —bastante débil; contrario al de Sam y Dean— y cómo llevaban un par de años tratando de reconstruir el vínculo. Después, le contó sobre la universidad y las clases que tomaba, los amigos que tenía.
Hizo que Sam escuchara cada palabra con atención y que contara algunas de sus propias experiencias en la vida. Hablaron durante lo que parecieron horas, pero en realidad fueron minutos, antes de que Dean volviera.
Ash y él estaban sentados en el pie de la cama, en el suelo, apiñados bastante cerca cuando Dean abrió la puerta y los encontró. Ellos detuvieron su conversación inmediatamente, y Dean se congeló durante un momento en el marco de la puerta —mirando entre Ash y él simultáneamente, con una mirada de irritación comenzando a llenar sus ojos— antes de reaccionar y entrar.
—Ashley te está esperando en el estacionamiento.
Ash no notó nada raro en el tono de Dean, porque solo miró a Sam y asintió, pero Sam sí se dio cuenta que el tono de Dean había sido de irritación y molestia, pero de forma sutil. Sam se levantó rápidamente del suelo y le dio la mano, innecesariamente, a Ash para ayudarlo a levantarse.
Recibió una sonrisa agradecida de Ash.
—Entonces…
Sam se congeló durante un momento, agradeciendo que Ash no mencionara la Universidad directamente. Parecía haber leído entre líneas que Sam le estaba ocultando ese asunto a Dean y a su padre.
—Si tengo una duda, te llamo —dijo con rapidez. La mirada de Dean se agudizó sobre ellos—. Gracias, Ash.
Ash lo miró fijamente, y después asintió. Dudó, pero finalmente le dio una última mirada y después salió por la puerta a la par de Dean, que solo le dio una sonrisa llena de sarcasmo que Ash no notó.
Dean esperó hasta que los pasos se desvanecieron por el pasillo antes de cerrar la puerta detrás de sí. Ambos se quedaron mirándose fijamente sin ninguna razón aparente. Ninguno de los dos cedió.
Fue Dean quien rompió el silencio primero.
—¿Lo llamas? ¿Ash?
Sam puso los ojos en blanco, negándose a pensar que el tono en la voz de Dean era de posesividad a pesar de que sonaba totalmente como eso. Dean no tenía por qué sentirse celoso, ¿no era así? Seguramente, era ese sentido de sobreprotección incómodo que siempre había asfixiado a Sam bastante.
—Lo llamo si necesitamos ayuda con algún lugar o algo así de la ciudad. Me estuvo recomendando sitios para comer —mintió con molestia—. Y Ash es mejor que estar diciendo Ashton cada tres segundos.
—Ash no es nada mejor —contradijo Dean con irritación—. Ash es demasiado familiar. No los conocemos. Y no le vas a llamar.
Sam comenzaba a sentirse más enojado.
—¿Y? No necesitaste conocer a tu hermana para follartela. ¿O sí? ¿Y quien dice que no le puedo llamar? Es mi decisión.
Dean se sonrojó inmediatamente. La sangre inundando sus mejillas de forma furiosa. Sam le sonrió con satisfacción, sabiendo que tenía razón y por eso Dean se había sonrojado.
—No sé por qué piensas eso —dijo Dean sin convicción—. No desvisto a las chicas en la primera cita.
Sam se rió, sin poder evitarlo. Su risa pareció encrespar más los nervios de Dean. Sam se acostó en la cama con movimientos lentos y perezosos.
—Por supuesto que no —se burló con sarcasmo, mientras tomaba el control y encendía la televisión.
—Estás siendo molesto —se quejó Dean con irritación. Pareció darse cuenta que aún estaba de pie y, para molestar a Sam seguramente, se metió a la cama con él. Un espacio bastante reducido entre ambos, considerando que Dean era bastante ancho de cuerpo y que Sam estaba creciendo mucho.
—Y tú ni siquiera tuviste una cita.
Dean rodó los ojos, pero se acomodó en las almohadas para ver el programa que Sam puso.
La discusión terminó ahí.
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14 de Julio.
Los rayos de sol despertaron a Sam, haciéndolo sentir bastante incómodo. Ni siquiera le había prestado atención a la ventana a un lado de la cama, pero siempre se despertaba por los rayos de sol que esta dejaba entrar. Necesitaban cortinas, las persianas no eran suficientes.
Sus ojos se abrieron de manera lenta. Y no fue hasta que vio a Dean tan cerca de su cuerpo que se dio cuenta que por eso hacía un calor más intenso. Prácticamente, el cuerpo de Dean estaba acurrucado contra su costado derecho. Sam sintió el aliento y cada punto cálido del cuerpo de Dean contra el suyo.
Las pecas en el rostro de Dean brillaron contra los rayos de sol de manera bastante bonita, para la forma en que Dean odiaba sus pecas. Sam, sin poder resistir el impulso, llevó sus dedos a las mejillas de Dean, trazando los pequeños puntos café claro que ocupaban espacio en los pómulos de su hermano.
Su respiración se atascó, pasando las yemas de sus dedos en la piel suave. Sam necesitó un gran esfuerzo para retirar su mano antes de que Dean se despertara y se pusiera molesto o irritado.
Además, Sam no quería que su hermano despertara mientras él tenía problemas hormonales de adolescentes, porque, al parecer, el calor y el roce del cuerpo de Dean contra el suyo había hecho creer a su polla que tenía un acompañante para su libido. Sam recordaba breves fragmentos de su sueño húmedo también, recordaba la sensación abstracta de un cabello puntudo entre sus dedos y unos ojos verdes que parecían desnudarlo desde el alma.
Tomó toda su fuerza de voluntad ponerse de pie, abandonar su comodidad y mudarse al baño para tomar una ducha y masturbarse mientras Dean aún estaba dormido. Sam se tocó lentamente, evocando el recuerdo del sueño de unos labios sobre su polla y unos dedos follando su agujero y masajeando su próstata. La sensaciones que la imagen provocó en su mente se sintieron tan bien que pronto su semen manchó su mano al mismo tiempo en que su respiración trastabilló y su cuerpo se estremeció entre espasmos por el orgasmo.
Dean aún estaba dormido cuando salió de la ducha, así que Sam tomó la palabra de Ash y visitó un restaurante cercano que le había recomendado, usando un poco de efectivo que tenía para eso. Pidió la comida para llevar, no queriendo arriesgarse a que Dean se despertara y volvieran a pelear por haberlo dejado sin un aviso de a dónde iba. La camarera fue amable con él —de manera cálida y honesta— y empacó su comida para llevar con bastante cuidado.
Sam le dio las gracias con sinceridad antes de regresar al hotel, tratando de esquivar pensamientos sin éxito. Su mente logró volver a la forma en que Dean se había comportado el día anterior después de volver y encontrarlo con Ash. Generalmente, cuando Dean volvía de… hacer sus cosas, volvía con una energía y humor agradable a su alrededor. Pero el día anterior no había sido así y la presencia de Ash parecía haberlo puesto molesto sin ninguna razón real.
Sam y Ash no habían estado haciendo nada que pudiese molestarlo y habían ido al hotel y se habían llevado el Impala a petición de él.
La probabilidad de que Dean estuviera celoso por alguna razón —no romántica, se recordó Sam— fue menos estúpida después de analizar la situación.
Sus pensamientos se desviaron hasta que volvió al hotel y volvió a encontrar a Dean dormido. Sam suspiró y les sirvió el desayuno a ambos, usando la cafetera del hotel para hacerse unos cafés. El aroma a comida y café pareció alertar a Dean, porque su hermano pronto se removió en la cama y después se levantó para ir al baño.
Cuando volvió, parecía más despierto. Le dio las gracias con amabilidad y comieron en silencio, escuchando solo el sonido que sus tazas de café producían contra la pequeña encimera de la cocina de la habitación. Sam estaba sorprendido de que el ambiente no fuera incómodo para ambos, considerando la pelea del día anterior —pelea que ahora parecía estúpida para Sam— y la forma en que Dean se había comportado.
Su hermano terminó su desayuno comiéndose un último trozo de bacon que lo hizo gemir de manera exquisita.
—Esto fue maravilloso, Sammy —elogió Dean. Una expresión de satisfacción marcó sus facciones—. Prepárate para después del mediodía.
Sam frunció el ceño, dejando los pocos alimentos de su plato a un lado.
—¿Qué? ¿Para qué? ¿Papá llamó?
—Relájate, hombre —pidió Dean. Sam estaba seguro de que había escuchado el pánico en su voz—. Te llevaré al Museo como recompensa.
Las cejas de Sam se alzaron en una expresión de incredulidad. La mirada de Dean se desvió ante eso, parecía casi abochornado y no parecía que fuera producto del calor inmenso que ya estaba comenzando a hacer.
—¿Recompensa por qué?
Los hombros de Dean se encogieron con facilidad. Sam casi pensó haber escuchado mal a Dean cuando su hermano dijo—: Estaba siendo un idiota ayer.
Dean no era muy frecuente a admitir que se había equivocado o que había actuado de manera tonta, porque siempre era terco y le gustaba tener la razón. Era uno de los pocos rasgos que compartían en personalidad —aunque el rasgo parecía ser de familia, John era lo mismo—.
—Sí, lo estabas siendo —dijo con burla.
—Por eso —dijo Dean, ignorando su burla— voy a llevarte al museo y espero que no comiences a ser un idiota tú ahora que yo he admitido mi error.
Su hermano lo miró largamente, sus ojos verdes analizándolo de una manera que hizo que Sam quisiera removerse. La vista de Dean se desvió hasta que Sam asintió y le dio una mirada de acuerdo tácito.
—Está bien.
Dean bebió una taza más de café y después se fue directo al baño.
•
El museo estaba en 450 Mulberry Street, así que Dean condujo durante media hora para llegar al lugar. Ninguno de los dos habló durante el camino. Sam se bajó del auto mirando la estructura del edificio.
El museo era increíble. Sam no tenía otras palabras para describir el lugar. Había una exhibición de cosas impresionantes e importantes que Sam jamás pensó que vería.
Dean se quedó a su lado cuando Sam escuchó a los guías y presentadores del museo hablar sobre la importancia histórica y cultural del museo y de los movimientos de derechos que Martin Luther King Jr había llevado a cabo mientras aún estaba con vida.
—… como muchos de ustedes saben —dijo una de las presentadoras—, Martin Luther King fue asesinado en el Lorraine Motel. El Museo fue construido en esta zona en su honor, por la lucha que él llevó para que los Derechos Civiles le fueran concedidos a todas las personas de color…
Sam se desconectó de la información cuando el costado de Dean se pegó al suyo y la mano de Dean se envolvió alrededor de su cintura. Un cosquilleo eléctrico recorrió la piel en donde sus cuerpos se tocaron.
—¿Todo bien? —Preguntó, tratando de ignorar el cosquilleo en su piel en donde Dean estaba tocando. Incluso encima de la camisa, el toque de su hermano envió sensaciones que no debería haber enviado.
—Sí, sí —dijo Dean rápidamente, mirándolo de manera profunda y brillante—, solo quería estar… más cerca de ti.
—Oh.
—Sí.
Dean le dio una sonrisa que hizo que el pecho de Sam se calentara.
Como Dean lo dijo, se quedó a su lado durante el resto del recorrido por el museo. Distrajo a Sam de prestarle la atención a la información e historia que le estaban enseñando, pero Sam no se quejó. Tener la mano de Dean en su cintura le proporcionaba una seguridad que jamás antes había sentido. Le hacía sentir bien.
—La vida es injusta con algunas personas, ¿no crees? —Las palabras de Sam atrajeron la atención de Dean.
—¿Por qué lo dices?
—Martin Luther King luchó desde joven para conseguir una igualdad y derechos civiles. Lo hizo de manera pacífica y dedicada y aún así fue asesinado de manera injusta.
—Algunas personas mueren por una buena causa, Sammy —dijo Dean—. No en el sentido que merezcan morir, sino que su muerte marca un hito importante en la historia. Por cruel que parezca, su muerte ayuda a otras personas y causa una progresión en el mundo.
Sam asintió, su cabello se desordenó sobre su frente de manera incómoda. Si Martin Luther King Jr no hubiese luchado por los derechos de la gente de color, en la actualidad los derechos no serían como eran. Quizás hubiese existido alguien más, sí, pero quizás también las cosas no se habrían dado como se dieron.
—Tienes razón —admitió—. Aún así es injusto.
Los ojos de Dean se tornaron con una mirada llena de tristeza que decía: muchas cosas lo son.
—No digo que no, Sammy.
Dean y él se miraron lo que pareció ser durante horas, ambos sumidos en sus propios pensamientos. Solo desviaron su miradas hasta que el recorrido continúo y la voz de la guía los sacó de su ensoñación.
Durante el resto del tiempo que estuvieron en el museo, la mano de Dean nunca abandonó su cintura.
•
Era de noche cuando salieron del museo, así que Dean se quejó por el hambre y le dijo que lo iba a llevar a cenar a algún lugar local. Sam le indicó el camino para que condujera hacia el restaurante del que había tomado el desayuno para ellos, porque, en palabras de Dean, la comida fue exquisita.
Fueron atendidos por la misma camarera que atendió a Sam en la mañana. Ella les proporcionó los menú y esperó pacientemente hasta que ambos estuvieron listos para ordenar. Sam se sorprendió de todas las opciones variadas que el menú tenía disponible y le tomó algo de tiempo elegir una opción.
Dean parecía igual que él.
—¿Qué van a ordenar, chicos?
—Quiero la ensalada de la casa, un jugo de naranja y una hamburguesa, por favor.
La camarera, que ya se había presentado como Katy, asintió y anotó la petición de Sam.
—Quiero lo mismo —dijo Dean—, menos la ensalada y la hamburguesa con doble queso, por favor.
Ella sonrió y anotó su petición. Después se marchó y los dejó a solas. Sam y Dean pronto se hundieron en una conversación sobre el museo —en realidad, Sam había hablado y Dean lo había escuchado como si fuera lo más increíble que había escuchado en toda su vida— y sobre lo increíble que era.
Dean hizo comentarios ocasionales que impulsaron a Sam a seguir hablando, y para cuando la cena llegó, el tiempo de espera se había sentido corto.
—Aquí tienes, corazón. —Katy le sirvió el pedido de Sam con sumo cuidado, después pasó a servirle a Dean su hamburguesa—. Y para tu novio, aquí está su hamburguesa con doble queso.
—Gracias —dijo Dean, ignorando el comentario de Katy o decidiendo que no merecía la pena corregir el hecho de que Sam y él eran hermanos, no novios.
Sam se sonrojó y evitó la mirada de Dean mientras Katy terminaba de servirles la comida. Cuando terminó, se marchó, no sin antes decir—: Disfruten.
Dean comenzó a comer inmediatamente después de que ella se marchó, gimiendo en cuanto mordió la hamburguesa. Sam ignoró los gemidos lo mejor que pudo y probó su ensalada, disfrutando de la forma en que habían mezclado los vegetales y de la salsa con la que lo habían acompañado.
Terminaron de comer después de lo que pareció una eternidad, porque ambos habían alargado la comida lo mejor que pudieron para disfrutarla al máximo.
—¿Quieres hacer algo más? —Preguntó Dean.
—¿No lo sé? —Dudó Sam—. ¿Tu quieres ir a alguna otra parte?
Dean se encogió de hombros, limpiándose las comisuras de los labios con una servilleta.
—Pensé que podíamos conducir hacia alguna parte y ver las estrellas. O simplemente hablar.
Sam se abstuvo de comentar que a Dean no le gustaba hablar mucho y que no solía estar interesado en las estrellas, porque eso implicaría que Dean se retractara de ir a ver la noche con él, cuando Sam sí quería ir.
No podía recordar la última vez que ambos habían estado en el exterior y disfrutado de cosas tan simples y preciosas como las estrellas.
—Creo que es una buena idea —dijo finalmente. Dean le dio una sonrisa enorme y cálida y esperó hasta que Sam se terminó la ensalada antes de pagar con la tarjeta que su padre les dejó y marcharse.
Dean condujo hasta un lugar libre de árboles y de mucha urbanización alrededor —que fue bastante difícil de encontrar, porque Memphis era una ciudad llena de urbanización. Por suerte, la zona que estaba sobre el río Mississippi fue una buena zona para alejarse de las personas—. Estacionó el Impala y salió para respirar el aire puro de la noche. Sam lo siguió inmediatamente, estremeciéndose un poco por el frío que se había desatado en los últimos minutos. Se arrepintió un poco de no haber llevado una chamarra con él, porque la ropa holgada no parecía ser suficiente para la noche.
Sam tomó el ejemplo de Dean y se sentó en el capó del Impala, su costado rozando el de Dean por lo cerca que quedaron y sus dedos tocándose ocasionalmente con los de su hermano.
Mantuvieron silencio durante los primeros minutos, observando cómo poco a poco las estrellas se dejaban ver cada vez más como puntos brillantes y relucientes en el cielo. Fue majestuoso ver el cielo oscuro llenarse de puntos de luz. No fue hasta que Sam sintió el frío demasiado insoportable que se bajó del capó del Impala y entró en el asiento trasero sin decir ni una palabra de explicación a Dean.
Una parte de él esperaba que su hermano lo siguiera y otra estaba segura de que lo haría, pero mientras pensaba en eso, se estremeció por el frío.
El interior del auto estaba más cálido que el exterior, Sam se dejó caer encima de los asientos y no supo si sorprenderse un poco o no cuando Dean abrió la puerta del asiento trasero y se sentó a su lado, todo sin decir ni una palabra. El cuerpo de Dean se deslizó ágilmente por el asiento hasta que tocó el suyo. Sus cuerpos esta vez estuvieron en más contacto, pues todo sus costados se presionaron intencionalmente, y quedaron tan cerca que Sam terminó recostando su cabeza en el hombro de Dean para descansar un poco.
Dean no lo alejó.
—¿Estás bien? —La voz de Dean rompió el silencio después de unos minutos.
—Sí —respondió Sam—. Solo tenía frío.
—Debimos haber traído un abrigo —dijo Dean, un tono de preocupación se abrió paso entre sus palabras.
Sam nunca dejó de sorprenderse por la forma fácil en que la preocupación por él se dejaba mostrar de un momento a otro en la voz de Dean.
—Está bien, Dee —murmuró Sam—. Ya me siento mejor.
—¿Estás seguro?
—Sip.
—Ciertamente —dijo Dean— te ves más feliz desde que estamos aquí. Pareces como… radiante.
Sam sonrió. Las palabras de Dean no eran mentira, por alguna razón, a pesar de que llevaban tiempo en Memphis, Sam se había sentido más tranquilo. No tenía esa sensación de escape sobre los hombros, el sentimiento de prisión en el que John solía empujarlo. Estar con Dean provocaba una sensación de libertad en él.
—Es por ti. —Las palabras de Sam salieron de sus labios antes de que fuera capaz de pensarlas con claridad. El cuerpo de Dean se tensó contra el suyo, pero su hermano se relajó rápidamente después de un momento.
—¿Por mí?
Sam asintió. Una sensación de somnolencia lo inundó entonces, haciéndolo bostezar. No tenía idea de qué hora de la noche era, pero se había despertado temprano y parecía estar haciéndole efecto ahora.
—Por ti.
Su rostro se removió, buscando espacio en el cuello de Dean. Dejó de moverse hasta que encontró un lugar cómodo para descansar su rostro y en el que su respiración no se viera incomodada. Sus pensamientos comenzaron a parecer cada vez más borrosos a medida que el aroma de la loción y la piel de Dean embargaron sus sentidos, a medida que el sueño comenzaba a hundirlo.
—¿Por qué por mí? —La voz de Dean se cortó en un hilo al final de su pregunta.
Sam no sabía si ese tono era de inseguridad o vulnerabilidad. Su estado no le permitía analizar bien el tono.
—Porque siempre haces cosas que me hacen feliz —confesó—. Porque sin siquiera intentarlo, me haces feliz.
Dean jadeó, o eso creyó Sam. No pudo estar seguro porque justo en ese momento el mundo se volvió oscuro bajo sus párpados.
•
Sam se despertó con una mano palmeando su mejilla y la voz de Dean susurrando en su oído. Su hermano lo sacó del Impala bajo la luz de la luna, lo guió hasta el interior del hotel y lo sostuvo cuando Sam estuvo a punto de dejarse caer en el ascensor por el sueño y la somnolencia que embargaba su cuerpo. Los movimientos de Dean fueron inestables, en la opinión de Sam, cuando su hermano trató de abrir la puerta de su habitación. Le tomó alrededor de tres intentos insertar la llave en el lugar correcto y después abrir la puerta.
Un gemido se escapó de sus labios cuando su espalda tocó el suave colchón de la cama en el momento en que Dean lo dejó caer sobre las sábanas. Sam se dio la vuelta para hundir su rostro en la almohada, deseando caer en la inconsciencia de nuevo. Estaba a punto de volver a dormirse cuando las manos de Dean lo tocaron.
Su hermano le quitó los zapatos con movimientos suaves, así como también los calcetines. Sam sintió las manos de Dean tanteando para desabrocharle el pantalón también.
—Colabora, Sammy —pidió Dean—. En la mañana serás una perra si te despiertas con el pantalón húmedo por el calor.
Sam gimió y se dio la vuelta, facilitándole a Dean desabrocharle el pantalón y bajarlo por sus muslos. Una risa divertida salió de sus labios sin su permiso.
Jesús, Sam se iba a morir de la vergüenza por la mañana.
—Pensé que no desvestías a tus conquistas después de la primera cita.
Las manos de Dean se congelaron sobre sus muslos. Sam estaba seguro de que Dean lo miró, pero él no tuvo la fuerza para abrir los ojos y devolverle la mirada a su hermano.
—Gracioso —dijo Dean. Sus movimientos se reanudaron y esta vez fue más rápido quitando el pantalón de Sam sin tocar su piel directamente.
Como si temiera mostrar algo o dar una idea equivocada sobre algo.
Sam tarareó. Dándose la vuelta de nuevo y dispuesto a dormirse de una vez por todas. Escuchó los pasos de Dean revoloteando alrededor de la habitación, apenas alcanzó a registrar el sonido de los pasos de su hermano dirigiéndose al lado de la ventana y las persianas cerrándose.
Hubo un momento de silencio después de eso. Sam pensó que Dean se había ido para el baño o había salido de la habitación ante el poco sonido.
El otro lado del colchón se hundió después de unos minutos, el cuerpo de Dean rozó el suyo de manera leve que hizo calentar el pecho de Sam de manera tonta. Sam suspiró, y se durmió con el cuerpo de Dean emanando calor hacia el suyo.
•
No fueron los rayos de sol que despertaron a Sam en esta ocasión, fue el aroma a comida fresca y caliente y a café recién hecho.
Dean ya tenía el desayuno listo cuando él se despertó y se animó a levantarse para desayunar. Hizo una pasada por el baño para lavarse el rostro y arreglarse el cabello antes de ir a la cocina y acompañar a su hermano.
—Buenos días, princesa —saludó Dean.
—Buenos días —respondió Sam. Se sentó en la silla frente a Dean, robando la taza de café de su hermano y dándole un sorbo.
—¡Ey! —se quejó Dean, pero no hizo ningún esfuerzo para recuperar la taza. En su lugar, su hermano se sirvió otra taza para sí mismo y comenzó a comer sus huevos fritos y bacon—. ¿Quieres salir a algún lugar ahora?
Sam sacudió la cabeza, suspirando alrededor de su propio bacon.
—Creo que es mejor si nos quedamos aquí —dijo Sam—. Podemos salir mañana.
Recibió un asentimiento por parte de Dean. Quedarse en el hotel y pasar un día normal parecía bastante atractivo en ese momento que John no estaba para reñirlos hasta por respirar —era posible que Sam estuviera exagerando un poco—, sabiendo que no había nadie más que ellos y que no tenían ningún compromiso actual.
Sam ya había rebuscado en las noticias locales para ver si encontraba un caso que resolver, pero la vida parecía querer darles un descanso en esa ocasión porque todo en Memphis parecía normal.
—¿A dónde quieres ir mañana?
—¿A dónde quieres ir tú? —Preguntó Sam—. Es justo que elijas el lugar.
Dean tarareó. Se tomó un momento para pensarlo, momento en que ambos siguieron comiendo con normalidad. Sam no podía recordar la última vez en que su hermano y él habían tenido un desayuno tan normal y cotidiano como ese. Además del desayuno del día anterior, por supuesto.
—¿Graceland está bien?
Sam sonrió y asintió. Conocer la casa en donde Elvis Presley había residido parecía interesante y algo que Dean amaría.
—Está perfecto.
—¿No hay nada en los periódicos locales? —Preguntó Dean, después de un momento.
Si era honesto, Sam estaba un poco sorprendido de que no hubiese preguntado antes por un posible caso.
—Nada —dijo Sam—. Todo parece normal aquí.
El rostro de Dean se llenó de una decepción momentánea que divirtió a Sam.
—Que lástima —comentó su hermano—. No te voy a mentir, esperaba ver aunque sea el fantasma de Elvis Presley o Frank Stokes.
Sam se rió, su barbilla se alzó ante las ocurrencias de su hermano. Aunque no iba a negar que él también había esperado algún fantasma de un ícono famoso de la ciudad.
—Es una verdadera pena —estuvo de acuerdo Sam—. Supongo que tendrás que conformarte con pasar tiempo con tu hermano nerd y molesto.
Dean le lanzó una sonrisa llena de diversión.
—Eso es más que suficiente para mí, Sammy.
El tono de voz de Dean no dejó ni un poco de duda sobre sus palabras.
Sam le sonrió, y murmuró un—: Espero que lo sea.
Dean asintió, pero después de unos cuántos minutos agregó—: Aunque no me molestaría encontrarme con Johnny Cash o B.B. King.
Sam no pudo contener la risa que salió de sus labios, pero se alegró de no hacerlo. Su risa hizo que los ojos de Dean brillaran aún más.
•
Hicieron una maratón de películas durante todo el día, como en días anteriores, eligieron películas alternativas que les gustaran a ambos, para tener cosas que comentar sobre la trama o el cast.
Almorzaron golosinas y refrescos, disfrutando de la compañía del otro.
Cuando la tarde llegó, Dean apagó la tele y sacó un cassette —que dijo que había comprado el primer día que llegaron— de música de Elvis Presley. Ambos estuvieron tarareando canciones durante minutos, pero cuando I Can't Help Falling In Love With You llegó, Dean se puso de pie y lo arrastró para que bailaran la canción.
Fue ridículo.
No había una manera de bailar una canción romántica sin que sus cuerpos se tocaran, y Sam pareció un poco nervioso ante la manera en que Dean lo tocó y los acercó cada vez más hasta que sus cuerpos estuvieron más cerca de lo que debía ser estrictamente normal.
Los brazos de Dean se envolvieron en su cintura mientras los de Sam se detuvieron en los hombros de Dean, alrededor de ellos. La forma en que Dean susurró toda la canción en su oído hizo que su pecho se calentara y que su corazón latiera con fuerza.
Sus cuerpos se movieron a un ritmo suave que pareció ralentizar el tiempo entre ellos. Sus pechos se rozaron y enviaron oleadas de nerviosismo al cuerpo de Sam. Sam terminó recostando su rostro en el cuello de Dean, tratando de calmar su respiración. Dean no parecía mucho mejor que él, con sus labios entreabiertos para respirar por la boca y apaciguar a su corazón.
El vientre de Sam se deshizo en un pozo de nerviosismo y deseo que lo recorrió de pies a cabeza. Los dedos de Dean rozaron su cintura con sus pulgares encima de la tela de la camisa.
Sam deseó que lo besara.
El momento fue como si una línea invisible hubiese sido desdibujada.
—Take my hand. Take my whole life too. For I can't help falling in love with you. For I can't help falling in love with you.
Dean murmuró las últimas palabras sobre su oído con un tono de calidez que endulzó el corazón de Sam. No se separaron ni siquiera cuando la canción terminó de sonar y, por lo tanto, la última canción del cassette sonó. Sus cuerpos se siguieron balanceando lentamente.
—¿Te parece bien si vamos a ver las estrellas de nuevo?
Sam asintió contra el cuello de Dean, aún sin querer romper la comodidad e intimidad entre los dos con palabras.
Se separaron hasta que el sol bajó por la ventana.
•
Sam hizo sándwiches y salió a comprar pie de manzana mientras Dean se duchaba. Su hermano estaba saliendo del baño cuando Sam volvió, provocando que se congelara; el pecho de Dean estaba desnudo y su parte inferior estaba cubierta por nada más que una toalla. Había gotas de agua corriendo en sus clavículas desde su cabello, sus mejillas estaban rojas y sus labios parecían haber sido mordidos recientemente. Parecía como si hubiera estado…
Dean se detuvo también, mirándolo fijamente. Sus ojos se miraron con intensidad hasta que Sam sintió el calor correr por sus mejillas y decidió moverse. Dejó las bolsas de las compras sobre la encimera y se movió para empacar los sándwiches.
Mientras lo hacía, Dean se vistió. Se puso un suéter delgado y un jeans azul que acentuó sus caderas.
Sam no debería estar fijándose en eso.
Estaban a punto de salir de la habitación cuando Dean se detuvo y se giró hacia Sam para decir—: ¿Llevas una chamarra?
A pesar de que quería negarse a llevar una —recibir el calor de Dean se había sentido muy bien—, se volvió para tomarla. Dean le dio una sonrisa después de eso y ninguno de los dos volvió a decir nada hasta que llegaron al Impala.
La radio sonó mientras Dean condujo y Sam miró las calles oscuras pasar. Memphis, para ser una ciudad bastante grande, no tenía mucho tráfico a esa hora de la noche, así que no tardaron mucho en llegar a su destino. Igual que la vez anterior, Dean estacionó el Impala en el mismo sitio y después se bajó para sentarse en el capó.
Sam, intencionalmente, no se puso la chamarra y salió con los empaques de comida. Sam comió sándwiches de jamón y lechuga y mayonesa, mientras Dean comió lo mismo pero con queso y kétchup; Sam también le hizo un sándwich de Nutella y banano que Dean se comió con una sonrisa de alegría en el rostro porque era su favorito.
Dean parecía estar dispuesto a besarlo cuando Sam sacó una porción de pie de manzana y se la dio para que se la comiera.
Las estrellas brillaron en el cielo, parpadeantes y hermosas. Parecían diamantes grabados sobre tela negra y sedosa. Sam disfrutó mucho de verlas mientras Dean terminaba de comer.
Sam solo se quedó afuera unos minutos, antes de subir de nuevo al asiento trasero del Impala y sentarse ahí. Como pensó, Dean no tardó mucho en seguirlo. Su hermano se sentó más cerca que la vez anterior, rozando sus cuerpos de manera intencional.
—¿Tienes frío de nuevo? —Bromeó Dean. Sam apenas alcanzó a ver su sonrisa en la oscuridad de la noche. Las luces del Impala ayudaron a iluminar el espacio, pero apenas fueron suficientes.
—Esta vez no —contestó Sam; a pesar de sus palabras, terminó recostando su cabeza en el hombro de Dean de nuevo. Su hermano fue más confiado esta vez, porque optó por pasar su brazo detrás de los hombros de Sam para envolverlo—. Solo estaba pensando.
—Un dólar por tus pensamientos.
¿Qué tal un beso? Pensó Sam.
—Solo me estaba preguntando qué se sentirá ser normal; vivir un amor adolescente. Estos días hemos estado cerca de la normalidad y creo que me gusta mucho. Podría vivir en ella.
—Puedes vivir un amor de verano —sugirió Dean con facilidad—. Eso sería muy normal.
Sam dejó que su palma descansara en su rodilla, acariciando levemente su propia piel cubierta de ropa. Un amor de verano.
—No lo sé —dijo después de unos segundos—. He leído lo suficiente como para saber que los amores de verano siempre dejan al menos un corazón roto. No sé si quiero que me rompan el corazón.
La mano de Dean cubrió la suya, haciendo que el corazón de Sam trastabillara en su pecho. La mano de Dean era del tamaño de la suya, pero estaba más cálida que la de Sam. Sam siempre había tenido una piel bastante susceptible al frío.
—Nadie tiene que romperte el corazón —dijo Dean con voz suave—. Puedes solo divertirte.
—¿Solo por placer? —Cuestionó Sam—. No le veo el atractivo a salir con alguien por placer. Ni siquiera he tenido una novia porque no me he enamorado lo suficiente para creer que vale la pena.
Dean suspiró, su propio rostro buscó apoyarse sobre el cabello de Sam. La intimidad fue abrumadora y ardiente, correcta.
—Está bien entonces, Sammy —murmuró Dean—, ya llegará ese alguien especial para ti. Está bien si le toma un tiempo llegar.
—¿Tú crees que… está bien que no haya tenido novias a pesar de mi edad?
Dean esperó un momento antes de tararear en confirmación. El sonido hizo que su pecho vibrara.
—Está bien, Sammy. —Los nudillos de Dean acariciaron su mano—. Algunas cosas toman tiempo, pero están destinadas a ser.
El pecho de Sam se calentó ante la referencia de I can't help falling in love with you. Las palabras sonaron como algo más especial con la mención de la canción.
Cuando la mano de Dean envolvió la suya para entrelazar sus dedos, el pecho de Sam quemó ante el contacto. El toque pareció tener la misma reacción en Dean, porque su hermano se estremeció contra su cuerpo y su respiración se ahogó en su pecho.
Sam no sabía cuánto tiempo iba a seguir negando e ignorando lo que sentía, pero sabía que no sería durante mucho tiempo. No cuando Dean y él tenían momentos así. No cuando Dean hacía todo lo posible por hacerlo feliz. No cuando Dean parecía estar sintiendo cosas similares a él. Cosas que Sam nunca había sentido y que se sentían más intensas por sus desórdenes hormonales. Con más intensidad.
Solo había un punto hasta que las cosas podían ser ignoradas antes de explotar. Sam se estaba acercando a su punto.
—Gracias. —Las palabras de Sam rompieron el silencio. Explotaron la burbuja de nerviosismo en la que ambos se habían sumergido.
—¿Por qué? —Preguntó Dean.
—Por darme aquellas cosas que nadie nunca me ha dado y que nadie nunca me dará. Por darme una vida más allá de los límites que nos han sido impuestos —dijo con sinceridad—. No importa cómo sea nuestro futuro, Dee. Siempre recuerda que mi vida ha sido mejor por ti, que tú eres la razón por la que he aguantado tanto. Así que gracias.
Gracias por ser mi único en la vida, pensó. El único que me entiende, el único que me ama, el único que se preocupa por mi. El único que me hace feliz y el único al que amo.
—Esto suena muy sentimental —murmuró Dean, a pesar de sus palabras, su tono no tiene ni una gota de la burla usual que usa para referirse a los sentimientos o los momentos de chicas que tanto evitaba—. Y suena como si nunca nos fuéramos a ver de nuevo.
Sam pensó en la universidad. Y después pensó: quizás así sea. Pero no lo dijo. No creía que fuera el momento para sacar a colación la Universidad. No estaba listo para eso. Y aunque sospechaba que nunca iba a estar listo, no quería hablarlo en ese momento.
—La caza es insegura —dijo, mitad mentira mitad evasión. Uno podía ocultar sus secretos con algunas verdades—. Podemos morir en cualquier momento.
Dean apretó la mano más fuerte alrededor de la de Sam en cuanto Sam terminó de hablar.
—No digas eso, Sam.
—Tampoco me gusta la idea —confesó Sam—. No me gusta pensar que algún día te irás y no volverás. Que tendré que verte morir y quemar tu cuerpo. Quemar mi corazón en el proceso.
—Sam…
—Moriría por ti —interrumpió Sam. Ya comenzaba a sentir sus ojos llenarse de lágrimas—. Tomaría tu lugar sin pensarlo para no verte morir. Porque no sé si… no sé si podría vivir sin ti.
Dean se movió entonces, su cuerpo envolviendo el de Sam y abrazándolo. Dándole el apoyo que Sam necesitaba en ese momento. Que ambos necesitaban.
—No digas esas cosas —pidió Dean, una nota de dolor en su voz—. Por favor, no lo hagas. No soportaría verte morir en mi lugar. No soportaría una vida sin ti. Eres todo lo que tengo, Sammy, nunca olvides eso.
Sam asintió, su rostro se hundió en el pecho de Dean, en el centro de su aroma varonil.
—Está bien —aceptó—. Está bien.
Los dos supieron que no importaba si Sam no lo decía de nuevo, que aún así podía pasar y que era una probabilidad bastante grande para el tipo de vida que llevaban.
El pensamiento, probablemente, no iba a abandonar a ninguno de los dos durante un buen tiempo.
•
15 de Julio.
Graceland era impresionante.
La mansión era totalmente la mansión de un rico, y estaba llena de fotos enmarcadas del Rey del Rock en muchas de las paredes del lugar. Los jardines eran completamente hermosos y brillantes, y las paredes parecían limpias. Dean y Sam se movieron en sincronización en el espacio de la mansión, escuchando la historia sobre la mansión y sobre la vida de Elvis Presley.
Elvis parecía haber comprado la casa a los 22 años, y había vivido ahí hasta su supuesta muerte en el año 1977, en donde su esposa lo había encontrado muerto en el baño. Al principio, la mansión había sido un regalo para sus padres pero eventualmente la había convertido en su residencia habitual de vida.
Dean conservó una sonrisa durante todo el recorrido por la mansión, y tomó a Sam de la cintura de nuevo a medio recorrido. Algunas personas los miraron con bastante recelo durante la estancia. Sam no necesitaba ser muy inteligente para saber qué apariencia daban estando tan cerca y con Dean tomando su cintura, pero no le importó.
Que se atrevieran a decirles algo.
La mano de Dean envió oleadas de nerviosismo y satisfacción en su cuerpo que lo hicieron sentir feliz.
Cuando el recorrido terminó, Sam y Dean se quedaron durante un rato más, apreciando las fotos de Elvis en las paredes limpias de la mansión. Parecía casi increíble que Elvis ya estuviera muerto y que no hubiese sido capaz de ver la total influencia de su música y de su vida.
Sam se preguntó si así sería con ellos algún día. Si ellos no iban a alcanzar a ver la importancia de las vidas que salvaban y de la manera en que protegían a muchos lugares del mundo. Que protegían a los ignorantes de las cosas que habían en la oscuridad.
Dean lo llevó a almorzar después de salir de Graceland, al mismo lugar en donde habían comido anteriormente. Sam se complació de saber que Katy los atendió de nuevo, recibiéndolos con una sonrisa y una gran calidez. Sam ordenó la misma ensalada, pero en esta ocasión pidió un poco de lasagna. Dean optó por lo mismo de la vez anterior, dándole una sonrisa de agradecimiento a Katy.
Los dos parecieron recordar que ella pensaba que eran novios cuando Katy les dio un guiño a ambos y después se marchó.
Conversaron de la visita a Graceland mientras comían, disfrutando de la música de fondo.
Sam jamás había visto a Dean más feliz.
•
Volvieron al hotel para ducharse de nuevo, Sam quejándose de la forma en que la camisa se le pegó a la piel. Dean solo rodó los ojos y dejó las llaves del Impala en la mesita de noche, dándole espacio a Sam para que tomara la primera ducha. Sam se bañó con agua fría, tratando de evitar pensar en cosas que encendieron su cuerpo.
No quería tener que tocarse en ese momento sabiendo que Dean estaba en el exterior.
Dean se bañó después de él, mientras Sam se secaba el cabello y se ponía ropa cómoda. Sabiendo que no iba a poder dormir, Sam tomó uno de los pocos libros que tenía y se acostó en la cama para leer.
Cuando su hermano salió del baño ya vestido, Dean se acostó a su lado e intentó dormir. Sus cuerpos volvieron a tocarse mientras los dos trataban de tener su propio espacio. Sam trató de concentrarse en la lectura, pero la calidez que el cuerpo de Dean emanaba contra el suyo lo distrajo de leer los párrafos y entender lo que decían. Su concentración se fue más al carajo cuando Dean se removió en la cama durante un par de minutos hasta que terminó recostando su cabeza contra el pecho de Sam. El cabello de Dean se sintió húmedo y frío contra su piel incluso con la tela en medio de ellos.
—¿Pasa algo? —Preguntó, cerrando su libro para prestarle atención.
Sus dedos picaron por hundirse en el cabello de Dean y acariciar su cuero cabelludo.
—No, solo no puedo dormir —dijo Dean con honestidad. Su rostro se movió hasta que su respiración golpeó el pecho de Sam—. ¿Podrías leerme?
Las cejas de Sam se alzaron, incluso si sabía que Dean no podía verlo.
—¿Quieres que te lea?
—Eso es lo que dije.
Sam tarareó. Miró a Dean durante un momento corto antes de volver a tomar el libro y abrirlo en donde lo había dejado. Comenzó a leer Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë, en voz baja y pacífica. Trató de hacer su voz lo más suave que pudo, viendo si su voz podía sumergir a Dean en el sueño que tanto parecía necesitar. Pero Dean no se durmió, escuchó atentamente cada palabra de Sam e incluso hizo algunos comentarios inteligentes y ocasionales sobre la lectura.
—El pensar en él llena toda mi vida. Si el mundo desapareciera y él se salvara, yo seguiría viviendo, pero si desapareciera él y lo demás continuara igual, yo no podría vivir… —Sam se detuvo, entonces, los pensamientos fluyendo en su mente como si fueran cascadas.
Ni siquiera era la primera vez que leía Cumbres Borrascosas, pero si era la primera vez que las palabras escritas por Emily Brontë tenían un impacto real en sus pensamientos. Probablemente, estaba relacionado con el hecho de que el día anterior habían estado hablando sobre la caza y la muerte.
No importaba si Dean y él estaban juntos, Sam se conformaba con saber que Dean estaba vivo incluso si su corazón agonizaba por tenerlo lejos. Sam podría vivir con la distancia entre Dean y él, pero no podía vivir con Dean muerto y él teniendo que soportar vivir en un mundo sin Dean.
—Sigue —pidió Dean, pareciendo saber lo que Sam estaba pensando. Probablemente temió que Sam mencionara la muerte de nuevo.
Sam conocía a Dean lo suficiente como para saber que la frase del libro significaba lo mismo para él.
—Mi afecto por Linton es como las hojas de los árboles, y bien sé que cambiará con el tiempo, pero mi cariño a Heathcliff es como son las rocas del fondo de la tierra, que permanecen eternamente iguales sin cambiar jamás. Es un afecto del que no puedo prescindir...
Sam cerró el libro con fuerza, sintiendo que el libro estaba escrito con sus propios pensamientos. No podía seguir leyendo algo cuando la emoción en su voz delataba que Sam se sentía igual, era como revelar los secretos más profundos de su corazón.
Dean no se quejó por la abrupta interrupción de la lectura. Solo se removió más contra el pecho de Sam y se durmió, minutos después, con su respiración calentando el pecho y el corazón de Sam.
•
Terminaron viendo las estrellas de nuevo. Pero esta vez, no sé mantuvieron mucho tiempo afuera del auto antes de que ambos terminaran apiñados juntos en el asiento trasero del Impala. Había música sonando de fondo mientras Dean y él se abrazaban lo más inocentemente que fue posible.
—¿Crees que algún tipo de amor es incorrecto?
Fue Sam quien preguntó. Sam había sido siempre quien hacía las preguntas más existenciales o profundas, que obligaban a Dean a buscar una respuesta para satisfacerlo o para hacerlo pensar más. Así había sido desde que eran pequeños.
—Depende del contexto —contestó Dean—, ¿por qué lo preguntas?
—Estaba pensando en cómo la sociedad etiqueta algunos amores como correctos o incorrectos. Cómo ellos emiten su juicio sin preguntarse la pureza del amor o la forma en que las personas se sienten.
—La sociedad es una mierda, Sammy —dijo Dean—. No dejes que el juicio de la sociedad sobre el amor te haga dudar de lo que sientes. Además, en nuestra vida, sabes que lo blanco no siempre es blanco y que lo negro no siempre es negro. Pueden haber intermedios.
—¿Si?
—Sí —dijo Dean—. Y yo creo que no puede haber un amor incorrecto. Solo amor de diferentes formas. Pero diferente no siempre significa malo, a veces significa especial.
Sam asintió, su rostro enterrado en el pecho de Dean. Se preguntó qué diría Dean si supiera que en realidad sus sentimientos sí eran incorrectos. Nadie debería sentirse enamorado de su hermano, sentir que el mundo no importaba mientras estuviesen juntos. Era anormal.
Era anormal querer besar a tu hermano hasta perder la respiración, querer tocar, besar y lamer cada rincón de su piel, conocer cada cicatriz y besar cada lunar y peca que marcara su piel, querer ser tocado y amado por él, querer ser follado hasta perder el conocimiento y saber que la única verdad existente era él; que no había nada más real y especial que él.
Su respiración se atascó, el sonido de su pecho se volvió más audible.
—Dean, yo…
Sus palabras se ahogaron en su boca, los secretos que había guardado y negado durante años y meses pulsaban por salir de su boca. Por ser liberados. ¿Qué diría Dean si supiera que Sam lo deseaba? ¿Si supiera que Sam se había tocado en la ducha y había deseado que fuera él quien lo tocara? ¿Si supiera que Sam había gemido su nombre en un susurro cuando su orgasmo había llegado por las fantasías en las que él persistía?
—¿Qué, Sammy?
Tragó saliva. Era ahora o nunca. Sam sabía que una oportunidad de contarle a Dean cómo se sentía podía no volver a llegar. Quizás Dean lo odiara en ese momento, quizás devolviera sus afectos, quizás le dijera que no sentía lo mismo pero que aún así lo aceptaba y estaba dispuesto a ignorar que eso había pasado.
Había tantos destinos plausibles. Arriesgarse y ganar, arriesgarse y perder, no arriesgarse y no saber qué hubiera pasado.
—Sabes que te amo, ¿no es así?
Dean suspiró, sus dedos hundiéndose en el cabello de Sam y acariciando. Enloqueciendo a Sam y enviándolo a un estado de nerviosismo mayor, de desesperación y esperanza.
—Lo sé, Sam, también te amo.
El corazón de Sam se detuvo por un segundo.
—No —dijo, su voz se había vuelto tan baja que no estaba seguro de que Dean lo hubiese escuchado—. Te amo.
Escuchó el corazón de Dean acelerarse tanto que Sam casi pensó que se le iba a salir del pecho.
—Sam —murmuró Dean, su voz oscura—, ven aquí.
Sam no entendió las palabras de Dean hasta que las manos de Dean lo guiaron para subirse a su regazo. Sam sintió su propio corazón en su boca mientras sus muslos se abrían alrededor de las caderas y los muslos de Dean. Su cuerpo se sintió hecho fuego cuando miró a Dean y sus rostros estaban tan cerca que podían besarse, cuando se dio cuenta que sus pieles estaban presionadas tan juntas y que el calor de sus cuerpos se sintió como si fuera un mismo calor: como si fuesen una sola persona.
Tal vez lo eran. Tal vez siempre lo habían sido.
Dean lo besó, entonces. Sus labios cálidos rozaron los de Sam de forma casta, convirtiendo el beso en nada más que una confesión de amor inocente. Los labios de Dean dejaron de rozar los suyos después de un tiempo, se arrastraron por su mejilla y presionaron un beso ahí, sobre la piel sonrojada y caliente.
Las manos de su hermano se movieron entonces, acariciando la espalda de Sam y deslizándose hasta que terminaron en sus caderas. Dean apretó los dedos en su piel, bajo la de su camisa, casi con devoción. Como si estuviera disfrutando de la forma en que la piel de Sam era suave y cálida y estaba disponible solo para él.
El toque hizo que Sam se removiera encima de los muslos de Dean. Hizo que sus caderas se contonearan y que su erección creciente se rozara contra la ingle de Dean. Dean, que también se estaba endureciendo en sus pantalones, que tomó las caderas de Sam y las guió para que Sam continuara moviéndose y frotándolos juntos.
Sam sintió a Dean ponerse cada vez más duro y más caliente contra su cuerpo, escuchó sus jadeos convertirse en gemidos que se ahogaron contra la piel de sus mejillas. Sam hizo un esfuerzo entonces, guió sus manos para meterse debajo del pantalón de Dean incluso si fue un poco incómodo por la posición.
Dean murmuró, contra su piel, una letanía de—: Oh, Sam. Sammy, así, bebé.
Bebé. La palabra estremeció su cuerpo. Lo impulsó a querer seguir tocando a Dean, a sacar más elogios de los labios de Dean porque los elogios y saber que estaba haciendo sentir bien a Dean le hicieron sentir cálido y feliz.
Su mano se envolvió en la polla de Dean entonces, los dedos de Sam tantearon la punta y tocaron la suavidad de la piel, la humedad del presemen de Dean. Su mano se movió, con movimientos lentos de arriba hacia abajo que hicieron que las manos de Dean se apretaran alrededor de sus caderas con más fuerza. El rostro de Dean se movió hasta enterrarse en su cuello, para esparcir besos húmedos y calientes sobre su piel, haciendo que Sam también gimiera.
Sam deseó tatuarse ese momento en la piel, grabarlo en su mente para toda la eternidad.
Dean dejó escapar un gemido ronco cuando llegó al orgasmo, su cuerpo se estremeció y tuvo espasmos contra el cuerpo de Sam mientras su semen manchaba los dedos de Sam. La respiración de Dean se calmó hasta que los efectos del orgasmo pasaron. Sam lo sintió volver su respiración cada vez más profunda contra su cuello.
Las manos de Dean bajaron de sus caderas entonces, se deslizaron debajo de su pantalón hasta que estuvieron apretando el trasero de Sam, piel con piel, hasta que guió las caderas de Sam a moverse aún más encima de él para estimular la polla de Sam. Sus cuerpos se rozaron tanto que la polla de Sam se apretó contra su pantalón.
—Dean —gimió Sam—. Oh, Dean.
Su cabeza se echó hacia atrás, rozando el asiento delantero levemente; cuerpo se arqueó, su orgasmo se desató sin que Sam fuera capaz de controlarlo. Una parte de él se sintió avergonzada por haberse corrido con nada más que roces, pero otra parte fue lógica y le dijo que estaba bien, que su resistencia era pésima porque esa era su primera experiencia sexual con otra persona.
Los labios de Dean marcaron su cuello mientras su cuerpo se estremeció, la sangre corriendo caliente en sus venas y la sensación de clímax inundando su vientre.
Su rostro se movió entonces, aún con la respiración agitada, para buscar los labios de Dean. Dean lo besó profundamente esta vez, lo instó a abrir la boca y su lengua recorrió y lamió cada espacio de la boca de Sam hasta que ambos estuvieron jadeando con la respiración entrecortada.
—Joder.
Sam se dejó caer contra el cuello de Dean, sin saber si había sido Dean quién pronunció la palabra o él.
•
A pesar de las palabras de Sam, no pudo evitar darse cuenta que la forma en que su relación con Dean avanzó pareció ser la de un amor de verano. Un poco cliché. Sin hablar sobre el futuro o sobre planes próximos. Sin establecer una etiqueta sobre el estado de la relación. Sin hablar sobre los sentimientos. Dejándose llevar por emociones fuertes. Con una relación única. Intensa, apasionada, increíble. Parecía casi irreal la manera en que Dean lo besaba en cualquier momento del día cuando estaban en el hotel y cómo Dean siempre ponía su mano en la cintura de Dean o en su hombro cuando estaban en público, sin fijarse mucho en las miradas que las otras personas les dieran.
Dean había dejado más que claro que le importaba una mierda lo que la sociedad pensara.
Los besos se convirtieron en roces, los roces en sus cuerpos frotándose y estimulándose hasta llegar al orgasmo; los toques se convirtieron en mamadas y Sam sabía que las mamadas pronto se convertirían en algo más. Pareció ser un patrón que la mayoría de esas cosas se dieran mientras estaban en el asiento trasero del Impala, sus cuerpos pegados juntos y a veces húmedos por el sudor y sus labios hinchados por los besos y las mordidas.
Cada vez que volvían al hotel, se acostaban juntos. Dean parecía haber reclamado el lado derecho de la cama y Sam el izquierdo. Se dormían con sus cuerpos enredados en abrazos y agarres de piernas, o con el rostro de Dean en el pecho de Sam y viceversa.
Sam estaba ansioso de avanzar a la siguiente etapa, los besos y los toques parecían no ser suficientes para la intensidad que su cuerpo hormonal necesitaba.
•
Tuvieron más momentos sexuales e íntimos después del primero, y aunque fue un poco incómodo, al inicio, hablar de cosas sumamente íntimas y personales, hablaron de lo que era necesario. Como si era necesario usar preservativos o no, dado que Dean tenía un largo expediente sexual y Sam tuvo que preguntarle para estar seguro de que estaba limpio sin ninguna ETS. Dean lo había mirado con un poco de indignación al inicio, pero después le había dicho que todo estaba bien con su salud sexual y que no tenían que preocuparse por nada.
Él no preguntó por Sam, él sabía que Sam no había intentado nada con nadie antes. Eso fue un pie para seguir disfrutando de su sexualidad cada vez que lo deseaban.
Como en ese momento.
Se estaban besando, las caderas de Sam balanceándose sobre los muslos de Dean. Moviéndose y provocando excitación en sus venas, en su vientre. Las manos de Dean estaban amasando sus nalgas tan bien, debajo de la ropa, que Sam ahogó la mayoría de sus gemidos contra los labios húmedos de Dean.
Dean, que suspiró y gimió contra su boca, que empujó su propio cuerpo para buscar más contacto y más roce. Sam sospechaba que la intimidad con ropa de por medio ya comenzaba a incomodarlo un poco también.
—Dean… —Sam gimió el nombre de su hermano contra sus labios, suplicante.
—¿Qué? ¿Qué necesitas, Sammy?
Las caderas de Sam se movieron con más fuerza, sus brazos enredados alrededor de los hombros de Dean para detenerse y darse impulso. Sus rodillas ardían un poco contra el asiento del Impala, pero el dolor y ardor no importó porque el placer dominó.
—Tus dedos —murmuró con rapidez—. ¿Puedes…?
Dean entendió, sin necesidad de que Sam terminara la pregunta. Su hermano dudó un poco, pero finalmente asintió. Guió a Sam para que levantara sus caderas mientras buscaba en el bolsillo trasero de su pantalón, de ahí sacó un sobre plateado de lubricante que puso contra el espacio vacío en el asiento.
Sam se movió para desabrochar su pantalón, lo bajó lo suficiente como para dejar su trasero y su polla desnudos, el pantalón se enrolló de manera incómoda alrededor de sus muslos, pero Sam trató de ignorarlo. Dean se estiró, desabrochó su propio pantalón y lo bajó lo suficiente como para dejar su polla libre y parte de sus muslos también.
Los dos estuvieron bien con ignorar las partes incómodas del asunto.
Las piernas de Sam se abrieron contra los muslos de Dean de nuevo, sus pieles rozándose en donde estaban desnudas, enviando oleadas de electricidad y excitación en sus cuerpos. Sam volvió una de sus manos al cuello de Dean, pero la otra la apoyó sobre su pecho. Dean tomó sus caderas de nuevo, las empujó contra las suyas para que sus pollas se rozaran. Sus dedos bajaron, apretando las nalgas de Dean. Sam escuchó el rasgado del sobre de lubricante, sintió la forma en que Dean calentó el líquido frío en sus dedos para no sobresaltar a Sam.
La polla de Sam se endureció, rozando el abdomen de Dean, cuando los dedos de Dean finalmente tantearon el borde de su agujero con sus dedos húmedos.
Sam enterró su rostro en el cuello de Dean, ahogando los gemidos que se escaparon de sus labios cuando Dean finalmente presionó un dedo sobre su agujero hasta que el músculo cedió y su dedo estaba dentro del cuerpo de Sam. El empuje provocó una quemadura levemente incómoda en su interior, un poco de dolor pasable. El segundo dedo también dolió, provocando un estiramiento mayor en sus músculos.
El dolor desapareció, o se hizo más pasable, cuando Dean hundió sus dedos tan profundo que tocó un punto sensible en su interior que lo hizo retorcerse contra el cuerpo de su hermano.
Una parte de su cerebro que aún conservaba neuronas le proporcionó que el punto de placer era la próstata. Un verdadero tabú en la comunidad masculina.
Todo mejoró desde entonces. Dean presionó los dedos contra su próstata hasta que Sam estuvo hecho un lío contra él, hasta que su cuerpo no fue más que un charco de excitación y nerviosismo, reducido a gemidos y susurros incoherentes.
Dean se dedicó a presionar besos aleatorios contra sus clavículas y contra su cuello mientras lo follaba con los dedos. Impulsó a Sam a follarse a sí mismo en sus dedos, hasta que la polla de Sam estaba roja, hinchada y goteando presemen. Fue entonces cuando su mano se envolvió alrededor de la polla de Sam y lo tocó mientras seguía presionando sus dedos una y otra y otra vez contra la próstata de Sam.
Sam se corrió con un gemido ahogado, su semen salpicando su propio pecho y el pecho de Dean, su cuerpo se estremeció con oleadas de placer y de sobreestimulación, se arqueó sintiendo que los dedos contra su próstata lo habían enviado al orgasmo más intenso de sus diecisiete años de vida.
Pareció una eternidad hasta que su cuerpo dejó de moverse con los espasmos del orgasmo. Los ojos de Dean estaban brillando, llenos de lujuria, cuando Sam lo volvió a mirar.
Sus labios se unieron de manera magnética, como si Sam y Dean no pudiesen estar lejos de los labios del otro. Tal vez era así, porque los besos se sintieron como agua en medio del desierto. Se sintieron como si ellos jamás se hubiesen besado y tuviesen una necesidad inmensa de hacerlo.
Sam se separó de Dean, arrastró los dedos por su propio vientre, tocando la humedad de su semen, y subió sus ropa interior y sus pantalones, bajo la atenta mirada de Dean. Sam miró a Dean mientras se bajaba de sus muslos, la mirada de Dean estaba llena de incertidumbre y nerviosismo.
Los ojos de Dean se abrieron cuando Sam comenzó a separar sus muslos.
—Sam, ¿qué…?
—Abre tus muslos —ordenó Sam, su voz se volvió profunda de repente—. Y deja espacio entre tus pies.
Dean obedeció, sus ojos brillaron con compresión bajo la oscuridad de la noche. Sus muslos se abrieron, pálidos bajo la luz de la luna que se filtraba bajo la ventana trasera del Impala. Sam se abrió paso en medio de los pies de Dean, arrodillándose en la superficie áspera del Impala.
Las manos de Sam se presionaron contra los muslos de Dean, los apretaron y los acariciaron con suavidad. Sam no pudo evitar inclinarse y lamer la piel salada de Dean, chupando una marca de amor después de un momento, disfrutando de la forma en que la piel de Dean tembló bajo su lengua.
Hasta ese momento, Sam nunca le había hecho una mamada a Dean, solo Dean a él. Aunque las ganas no le habían faltado en ningún momento. Creyó que era conveniente hacérsela en ese momento.
Las caderas de Dean se deslizaron un poco hacia adelante, dándole a Sam el espacio perfecto para deslizar su boca desde los muslos de Dean hasta su ingle. Su lengua se hundió en la cabeza de la polla de Dean con entusiasmo, lamiendo y chupando la piel suave, húmeda y salada. Su paladar se llenó con el sabor de Dean inmediatamente, dejándole un regusto salado y amargo en su lengua. Sam lo amó.
Empujó su propia cabeza y boca para tragarse unos centímetros más de la polla de Dean, deteniéndose hasta que la polla de la cabeza de Dean tocó su garganta. Dean se estremeció entonces, tembló bajo su lengua y la humedad de su boca. Sam se las apañó para dominar su respiración y el trozo de carne en su boca, moviendo su cabeza de arriba hacia abajo en cuanto lo logró.
Su boca y la polla de Dean produjeron sonidos de humedad cuando Sam comenzó a mover su cabeza de arriba hacia abajo, los músculos de su garganta abriéndose para recibir a Dean, que echó su cabeza hacia atrás en el asiento y gimió roncamente.
Las manos de Dean se enredaron en mechones de su cabello y tiraron de él, sin presionarlo más profundo o instarlo a retirarse. El agarre fue solo una manera de Dean de mantener a Sam en su lugar y de hacer algo con sus menos debido al placer.
Sus propios dedos trazaron patrones suaves en la piel lisa de los muslos de Dean, para crear un mayor contacto físico y estimulación mientras su cabeza seguía subiendo y bajando en la polla de Dean.
Toda la advertencia que Sam recibió sobre el orgasmo de Dean fue un suave: "Sam" que su hermano murmuró y lo impulsó a retirarse un poco. Sus labios se abrieron alrededor de la cabeza de la polla de Dean y siguieron chupando. El cuerpo de Dean se contrajo cuando se corrió, sus manos apretando más fuerte el cabello de Sam y su semen llenando la boca de Sam y bajando amargo por su garganta. Un poco de semen manchó su barbilla, y Dean lo limpió con el pulgar cuando tuvo la suficiente fuerza como para inclinarse hacia adelante en el asiento trasero.
Sam aprovecho para lamer el pulgar de Dean, provocando que Dean le lanzara una mirada de advertencia. Tuvo que esperar a fortalecer y recuperar su voz antes de preguntar—: ¿Eso estuvo bien?
Su pregunta provocó que Dean lo volviera a subir sobre sus muslos y lo besara hasta que los labios le ardieron. Sam lo tomó como un sí.
Sus rodillas ardieron y sus músculos dolieron durante el siguiente día, pero el esfuerzo valió la pena.
•
20 de Julio.
El cuerpo de Dean se volvió familiar para Sam, la forma en que su piel sabe, en que sus caderas se mueven, en que sus puntos erógenos lo hacen retorcerse cuando están en la intimidad, en que le gusta que le besen el cuello porque eso provoca que todo su cuerpo se excite, en que le gusta que Sam entierre su rostro en el cuello y envuelva sus muslos alrededor de sus propios muslos y caderas, en todo eso y más. Después de un par de días, Sam incluso siente que conoce más el cuerpo de Dean que el suyo. Probablemente sea así.
Dean conoce bien sus puntos también, aquellos que lo enloquecen y que lo vuelven un lío.
Siguieron yendo a comer al restaurante que tanto les gustó, pero también intentaron probar otros lugares de comida solo para volver al lugar en donde ambos amaban la comida. Salieron a hacer un poco más de turismo durante algunos días, sabiendo que el regreso de su padre comenzaba a estar cerca con cada día que pasaba. Sabiendo que si no aprovechaban en ese momento, quizás nunca se volviera a presentar la oportunidad.
Dean llevó a Sam a ver las estrellas cada noche, pero ninguno de ellos las vio exactamente porque siempre estuvieron más pendientes del otro que del cielo. Poéticamente, Sam pensó que consideraba a Dean su propia estrella brillante. Quiso decírselo a Dean, pero el pensamiento de que Dean hiciera alguna burla lo detuvo.
Sam se encontró con Ashley en la tienda un día, ella le preguntó por Dean y Sam tuvo que esforzarse mucho en decirle que no era de su incumbencia en dónde estaba su hermano. Tuvo que decirle que estaba fuera de la ciudad para que ella no siguiera preguntando por él. De su propia experiencia, Sam sabía que Dean era bueno en lo que hacía, así que no podía juzgar realmente a Ashley por preguntar por su hermano.
Dean parecía tener ese efecto en todas las chicas a las que follaba y después dejaba atrás como si nunca hubiesen existido.
A Sam siempre le había desagradado eso, pensando que no había sentido en follar con personas al azar solo por placer, pero Sam siempre había sido una persona más de sentimentalismo —cosa muy criticada por John— así que sabía que de todos modos nunca encontraría el sentido en vivir así.
Al menos, pensó un día, Dean parecía haber dejado atrás la etapa de recoger a cualquier persona al azar de cualquier parte a la que iban.
Sam se preguntó si Dean volvería a sus andanzas cuando John volviera y todos estuvieran juntos como una familia no feliz.
•
El día que hicieron el amor, Dean lo llevó a cenar antes de conducir el Impala hacia el mismo lugar del que se habían adueñado en los últimos días. Sam jamás se imaginó que su primera vez iba a ser en un auto, pero estando con Dean la idea parecía alocada y atractiva.
Ese día ni siquiera fingieron observar las estrellas antes de meterse al asiento trasero del Impala, con Dean dejando la radio encendida para profundizar el ambiente y la intimidad entre ellos. Sam se sorprendió un poco de que hubiese música blues sonando, pero no se quejó. Lo hablaron con antelación sobre si era seguro hacerlo en el Impala y acordaron que sería así por decisión unánime.
Dean y él se sentaron juntos en el asiento trasero, moviéndose para comenzar a quitarse la ropa —que cayó en el suelo del Impala— y facilitar el proceso y no incomodarse por el espacio reducido. Sam se subió a los muslos de Dean cuando ambos estuvieron completamente desvestidos, con su piel rozando la piel de Dean y enviando oleadas de nerviosismo a sus cuerpos. Sus pollas se rozaron y se endurecieron contra la otra, mientras Dean mojaba sus dedos con lubricante y acariciaba las caderas de Sam. Dean disfrutó tocando y apretando sus nalgas antes de llevar sus dedos al agujero de Sam y abrirlo lentamente con los dedos, estirando los músculos de Sam lo mejor que pudo.
Los dedos de Dean presionaron su próstata mientras sus pollas se rozaron, impulsando a Sam a moverse sobre las caderas de su hermano para perseguir su propia liberación. Sin embargo, Dean no se lo permitió y sacó los dedos de su cuerpo para poner lubricante sobre su propia polla.
Se besaron húmeda y profundamente, los dedos de Dean tirando del cabello de Sam y empujándolo más para profundizar el beso y lamer su boca. El rostro de Sam encajó en el cuello de Dean y sus brazos se envolvieron alrededor de sus hombros cuando decidieron dejar de besarse, Sam alzó sus caderas cuando Dean guió su propia polla hacia su agujero, y mordió la piel caliente del cuello de Dean cuando su polla se abrió paso en su agujero y provocó una quemadura intensa. La música de fondo volviéndose cada vez más cálida e íntima, volviéndose tan parte de la atmósfera entre ellos que Sam la sintió como un sonido natural que siempre había estado ahí.
Las manos de Dean acariciaron su espalda lentamente mientras su polla lo abrió, y sus labios susurraron elogios y palabras dulces en el oído de Sam.
Palabras que fueron como—: Ese es mi bebé. Así, bebé. Te sientes tan bien, bebé.
Y palabras que enviaron calor y satisfacción en todo su cuerpo, que lo ayudaron a soportar la quemadura y la sensación de ser abierto y llenado hasta el fondo. La polla de Dean se sintió más grande de lo que era cuando estuvo enterrada en sus entrañas, pero se sintió tan bien y tan dura en su interior que la respiración de Sam se cortó y su cuerpo se arqueó, su agujero se contrajo para tener más de la polla de Dean.
—Joder —gimió Sam, aún respirando contra el cuello de Dean—. Te sientes tan bien.
Dean asintió contra su cuerpo rápidamente.
—Me tomas tan bien —le dijo Dean—. Joder, puedo sentirte abierto a mi alrededor y te siento tan profundo, y aún así quieres de mi, ¿no es así?
—Sí —gimió Sam. Sus caderas tomaron vida propia y comenzaron a moverse a pesar del dolor, comenzaron a arrastrarse y a profundizar—. Sí, quiero más. Quiero todo de ti.
Dean envolvió sus manos anchas en las nalgas de Sam, lo apretaron mientras Dean gemía.
—Tan codicioso —murmuró Dean—. Tan perfecto para mí.
Sus manos presionaron las nalgas de Sam tan fuerte que dolió, pero Sam amó ese tipo de dolor que le dejaría una marca que le recordaría ese momento. Sam quería marcas así siempre.
Marcas que le recordaran que Dean lo había amado, besado y follado. Que evocaran recuerdos y sensaciones agradables en su mente.
—Solo para ti —susurró Sam, sus dientes se hundieron en la piel de Dean de nuevo y mordieron hasta que Dean gimió, por dolor y placer—. Solo para ti.
Sus caderas se alzaron, entonces, hicieron un deslizamiento hacia arriba hasta que la cabeza de la polla de Dean quedó al borde de su agujero, y después, las manos de Dean lo ayudaron a bajar con fuerza sobre su polla. El deslizamiento fácil y duro: exquisito. Repitieron el movimiento, cada vez las manos de Dean bajándolo con más fuerza sobre su polla. Sam lo sintió tan profundo que un cosquilleo recorrió su vientre y se arrastró por todas sus entrañas, le provocó una sensación de placer y embobamiento.
Los dedos de Dean se hundieron tan fuerte en sus nalgas que Sam sabía que la mano de su hermano iba a quedar pintada en su piel, incluso si su piel se había vuelto un tono más oscura en los últimos años.
En uno de los deslizamientos, el agujero de Sam apretó a Dean cuando la polla de Dean rozó su próstata y envió chispas de placer a su sistema nervioso y a todo su cuerpo. Sus muslos y rodillas se tensaron contra los de Dean cuando su hermano siguió presionando ese punto en las próximas embestidas.
Sam movió sus caderas más rápido, buscando el placer que su próstata tenía a su alcance. La polla de Dean se enduró un poco más en su interior, y lo folló tan bien y tan duramente que Sam juró que podía sentir a su hermano en sus entrañas. Tan profundo que parecía irreal y a la vez era delicioso.
La polla de Dean golpeó su próstata una y otra vez, provocando gemidos profundos de Sam contra su piel, mordidas que al día siguiente iban a estar rojas e iban a adornar la piel de Dean con fiereza. El cuerpo de Sam se arqueó cuando una mano de Dean abandonó su nalga y se deslizó por su abdomen hasta su polla, Dean lo tocó con movimientos coordinados que se sincronizaron con las embestidas. Movimientos que empujaron a Sam a su orgasmo, con su cuerpo apretándose alrededor de la polla de Dean, tensándose y su semen brotando de la punta de su propia polla, manchando su pecho y el de Dean. Su cuerpo se hundió en espasmos desde ese momento, no pudo dejar de temblar y estremecerse mientras Dean seguía penetrándolo.
Dean lo folló con más fuerza entonces, persiguiendo su propio orgasmo y dejando escapar un gemido ronco de satisfacción cuando su polla dio una última embestida y se vació en el agujero de Sam, presionando su próstata y llenado el interior con semen caliente que provocó escalofríos en el cuerpo de Sam.
Sus cuerpos se dejaron caer juntos en un estado de languidez. Sam siguió presionando besos suaves sobre la piel maltratada de Dean, sintiéndose un desastre, y Dean siguió acariciando sus nalgas con suavidad.
Sam se alejó de Dean cuando Our Love Is Here To Stay de Frank Sinatra comenzó a sonar en la radio. Sus labios se encontraron con los de su hermano de manera casta, con sus cuerpos aún unidos y conectados de una manera que era más que íntima. Los labios de Dean presionaron besos en su mejilla y trazaron un rastro desde su barbilla hasta su pecho. Sam se estremeció de nuevo cuando la lengua de Dean lamió el semen sobre sus pezones, los pequeños círculos cafés enviando excitación y estimulación en su cuerpo. Su agujero se apretó alrededor de la polla semidura de Dean, provocando un jadeó sorprendido de los labios rojos de este.
La voz de Sinatra se deslizó en la mente empañada de Sam: But oh my dear, our love is here to stay. Together we're goin' a long, long way.
Dean siguió lamiendo sus pezones hasta que el cuerpo de Sam se erizó por la sensibilidad y su boca de abrió en gemidos de placer doloroso; las letras de Frank Sinatra sonando de fondo.
•
22 de Julio.
John llamó al siguiente día, diciendo que volvería en un día máximo y que fueran empacando sus cosas porque les había conseguido un caso nuevo en otro Estado, que no quería retrasos a la hora de marcharse de Memphis.
Dean le dijo la noticia a Sam endulzando las palabras duras de su padre con una expresión de tranquilidad que, Sam sabía, su hermano no sentía. Sam quiso enfadarse con John pero se controló, sabiendo que su ira iba a herir a Dean de paso y Dean le había dado las mejores vacaciones de verano del mundo.
No era justo.
No hablaron sobre su relación, pero ambos supieron que volver con John cambiaría las cosas y, probablemente, las empeoraría. Ni siquiera sabían si era adecuado continuar. La duda sobre qué pasaría persistió en sus mentes, pero no evitó que se besaran y tocaran en cada ocasión posible sabiendo que el fin podía estar a la salida de Memphis.
•
Sam llamó a Ash mientras Dean estaba en la ducha, durante la noche. Ash contestó y accedió a darle ayuda y guía a Sam para la Universidad de Standford, diciéndole que le hablara cuando quisiera o que enviara un correo con sus dudas, que él las resolvería.
Le dio las gracias y cortó la llamada cuando el sonido del agua se detuvo en el baño.
Cuando Dean salió, Sam estaba leyendo Cumbres Borrascosas de nuevo.
Sam no tuvo el valor para decirle sobre sus planes, y mientras leía se dio cuenta que su pequeña aventura con Dean había sido peor que la de un amor de verano. A los amores de verano se les dejaba atrás, con el tiempo, se les olvidaba si no se volvían a encontrar. ¿Cómo iba Sam a olvidar a Dean si compartían tiempo, espacio, vidas y sangre? ¿Cómo olvidar a alguien cuando lo llevas marcado en la sangre y en el corazón?
¿Cómo romper una aventura romántica con alguien que tendrás que ver durante toda tu vida probablemente? O al menos, hasta que uno de los dos muriera.
Su corazón se rompió cuando se dio cuenta que de todos modos los dos iban a terminar rotos cuando Sam se marchara.
•
EPÍLOGO
23 de Julio.
Dean despertó antes que Sam. No estaba seguro, pero Dean lo atribuyó al hecho de que su mente ya era consciente de que John llegaría ese día y que debía despertarse temprano para no retrasar a su padre. Sam hubiese odiado el pensamiento si Dean se lo hubiese dicho, pero Sam aún estaba dormido.
Miró a su hermano, su cabello largo parecía oro oscuro contra las fundas blancas de las almohadas y estaba extendido sobre una gran parte de la tela. La respiración de Sam fluía lentamente.
Su mano se extendió, antes de considerarlo, para tocar la piel suave de Sam. Disfrutó de trazar la piel desnuda de las clavículas de su hermano, disfrutó de notar las marcas en el cuello y pecho de Sam que Dean había dejado con sus dientes y lengua en la zona. Un sentimiento de posesividad lo envolvió por eso.
Dean había escuchado a Sam hablando con Ashton el día anterior, y si bien no había escuchado el por qué de la llamada, podía hacer algunas conjeturas simples sobre el motivo. Ashley había dicho que Ashton iba a Standford. No era ningún secreto para Dean que Sam había soñado durante años en secreto sobre Standford. Era como sumar dos más dos. Sobretodo si se tenía en cuenta la forma en que la relación de John y Sam comenzaba a desmoronarse pieza a pieza, vínculo rotos sin ninguna posibilidad de retorno.
Sam se removió, sacando a Dean de sus pensamientos. La respiración de su hermano comenzó a acelerarse a medida que comenzaba a despertar. Dean decidió inclinarse y presionar sus labios contra los de Sam, mientras pensaba en el rumbo que iba a tomar su dinámica después de esa vacaciones y con la presencia de John.
Su hermano abrió sus ojos verdes, luciendo confundido. Dean admiró las motas de oro en el iris de Sam mientras Sam parpadeaba lentamente.
—Despierta —susurró Dean—. Tenemos que empacar.
Sam cerró los ojos entonces, su rostro transformándose en una expresión de desagrado y molestia.
—Voy a dormir un momento más.
Dean tarareó, inclinándose para besar los labios de Sam de nuevo.
—Te perderás el desayuno entonces —le dijo—. Estaba a punto de ducharme e irme.
Sam abrió los ojos y lo miró con interés, Dean ni siquiera pudo evitar sonreír con satisfacción.
—¿Puedo ducharme contigo?
—Sabes la respuesta.
El rostro de Sam brilló con una sonrisa de nuevo, y esta vez Sam lo besó antes de levantarse y dirigirse a la ducha. Se ducharon juntos, desayunaron juntos y empacaron juntos. Por primera vez en años, cuando John llegó y reclamó el Impala, Dean rechazó el asiento de pasajero con tal de sentarse al lado de Sam.
Su padre encendió la radio entonces, la estación de Memphis aún sonando. Dean casi creyó que era una señal para Sam y él que sonara Hey, that's no way to say goodbye de Leonard Cohen, mientras comenzaron a salir de la ciudad. Se sintió como una señal de vida para Dean, una señal que le decía que todo ya estaba llegando a un fin.
Dean no pudo evitar pensar en que le gustaría que Sam se quedara con él, incluso si en el fondo sabía que Sam ya estaba encaminando su vida hacia la Universidad. Su hermano probablemente hasta tenga las solicitudes hechas o planeadas. Sam siempre fue estratégico y planeador, organizado.
Y Sam probablemente nunca le dirá que piensa marcharse. Probablemente esperará hasta último minuto o día por miedo a que Dean le diga algo. Eso probablemente sea injusto para ambos, pero Dean sabía que ambos podían sobrevivir a eso. Emily Brontë lo escribió en Cumbres Borrascosas, se puede vivir en un mundo alejado de la persona que se ama mientras la persona que se ama está viva. Si no lo está… es casi imposible sobrevivir.
El futuro es incierto para ambos. Lo único que Dean sabía era que no había forma en que los dos no se rompieran en el futuro.
El pensamiento no fue un consuelo.
Dean estaba seguro de que los dos pensaron en su momentos vividos en el asiento trasero del coche cuando por fin salieron de Memphis y se alejaron a través de la carretera. La canción aún sonando en la radio y su padre conduciendo de manera inconsciente: sin saber que el corazón de sus hijos se acaba de romper, de verdad, por primera vez en sus vidas.
•
Sam se marchó en Agosto, a finales de Agosto. El marchó el día 22, rompiendo sus corazones por segunda vez a tan solo un mes de distancia.
Sam ni siquiera se despidió de Dean, porque se fue después de tener una discusión con John, en la noche, mientras John y Dean dormían. Dean siempre recordará la mirada de tristeza y pena que brilló en los ojos de Sam antes de irse a dormir. Esa debió haber sido su señal, siempre lo pensará.
Solo dejó una nota, sobre su almohada. Dean apenas alcanzó a leer unas cuántas palabras por encima —Querido Dean, sé que esta es la peor forma de irme y de despedirme, quiero disculparme por eso y decirte que...— antes de que la carta de hiciera puño en su mano y Dean se dejara caer sobre la almohada, aspirando el aroma de Sam.
Dean lloró ese día, sobre la almohada de Sam. John no criticó ni juzgó su llanto evidente cuando lo encontró después.
Las palabras de la canción resonaron en su mente —Your eyes are soft with sorrow. Hey, that's no way to say goodbye — mientras Dean pensó que esa no era una manera de decir adiós, que era peor que decir adiós de verdad a no decirlo. Lo pensó durante días, mientras su corazón se rompió en mil pedazos que jamás iban a ser vueltos a su lugar.
Las líneas que se habían desdibujado nunca volverían a encajar en su antiguo lugar, y los amores de verano siempre rompían el corazón.
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