Mateo
El verano siempre me pareció una cagada, pero le intentaba meter onda, aunque ahora estaba como el orto. Después de Gesell, la verdad que me había dado muchísima paja el volver a intentar algo con alguna chica, aunque Federico me insistía un montón en que tenía que dejar de pensar en Oriana. ¿Por qué me estaba costando tanto olvidarla?
Quizás porque de verdad estaba muy enganchado con ella, aunque me hubiera hecho mierda. Todavía recordaba todo; la playa, el vestido blanco que llevaba puesto, cómo su pelo castaño se veía suelto con el viento... Y bueno, las palabras que me hicieron mierda, pero eso era lo de menos.
Me prendí un cigarrillo mientras caminaba con Julián y Fede hasta la casa de Juli. Habíamos salido de un boliche porque la joda había pinchado, todo porque había un bardo entre unos. Aunque Juli y yo teníamos interés en quedarnos a ver qué pasaba, Fede no nos había dejado chusmear algo.
─ Mejor irnos antes de que nos caguen acuchillando a nosotros. ─ había dicho. Razón no le faltaba, igual.
Cuando llegamos, yo me senté en el sillón de Juli y lo observé aún fumando mi cigarrillo. Estaba concentrado con su celular, así que en cuanto me vio, le hice una seña con la cabeza.
─ ¿Qué onda? ─ pregunté, con algo de curiosidad.
─ Nada, le estaba diciendo a las chicas si pintaba juntarnos. ─ se sentó al lado mío y siguió mandando mensajes con tranquilidad.
─ Ah. ─ no supe qué más decir.
Las chicas me hacían pensar en Oriana. Siempre que venían terminaban hablando de ella y no sabía si era a propósito o no. Ni siquiera estaba seguro de sí Oriana les había contado lo que había pasado entre nosotros, pero igual era algo que no tendría que importarme. Había pasado ya un mes desde eso.
─ Fiorella dice que no puede, porque está con unas amigas de la facultad. ─ Julián siguió revisando su celular antes de dejarlo de lado. ─ Me parece que re pinchó la de juntarnos.
Él se puso de pie y prendió la tele.
─ Fue. ¿Jugamos a la play?
Yo me reí un poco.
─ Nah, me parece que ya me voy a mí casa. ─ al igual que Juli, me puse de pie y agarré mi celular de arriba de la mesa ratona.
─ ¿Seguro que no te querés quedar? ─ yo le dí una mirada rápida a mi amigo. ─ Fede iba a armar unos tragos, no sé.
─ No, no. Si querés otro día sí, pero hoy no.
Me sentí medio mala onda, pero sentía que tenía la cabeza llena de cosas como para quedarme jugando la play y beber unos tragos. Aunque la idea de tomar unos tragos no me parecía mala, pero ya me conocía. De seguro iba a terminar re en pedo y llorando por Oriana. Oriana. El pronunciar o pensar su nombre hacía que mi corazón se acelerase de una forma muy extraña. No había forma de que mi cuerpo no tuviera alguna reacción por ella. Sin duda estaba enamorado y era algo que me quería ahorrar.
Cuando llegué a casa, lo primero que hice fue tirarme en la cama con el celular y ver algunos mensajes que tenía. Y como todas las noches, le daba una mirada rápida a la tira de fotos que tenía con ella. Que pelotudo que sos, eh. ─ me dije a mí mismo, mientras veía el rostro de Ori en la foto.
¿Por qué era incapaz de sentir odio por ella? Todos me habían dicho que me había re boludeado, que lo único que me había hecho era hacerme sentir mal, pero todas las noches soñaba con volver a acostarme con ella, poder ver sus ojos verdes una vez más. ¿Qué me había hecho esa piba? Me tenía como un pelotudo, comiendo de su mano. Al final me terminé quedando dormido con la foto en manos.
A la mañana, me desperté porque escuché que me estaban golpeando la puerta, así que dejé la foto con Ori en el cajón y me froté los ojos.
─ ¡Ahí voy! ─ pegué el grito. Me puse una remera rápido y abrí la puerta encontrándome a Jos y a Julián con unas medialunas.
─ Levántate, pibe. Vamos a ir a pelotudear un toque por San Telmo. ─ me dijo Jos antes de ponerme una medialuna en la boca cuando empecé a bostezar
Yo le dí una mordida a la medialuna y la seguí con la mirada hasta la cocina en donde ella y Julián estaban haciéndose un mate cocido. A veces me preguntaba seriamente el por qué le había dado las llaves de mi departamento a Julián.
─ ¿Ahora? ─ me quejé un poco, una vez que terminé de masticar la medialuna.
─ Estamos al pedo, así que dijimos de ir ahora. Así comemos y eso... ─ al notar mi expresión de confusión, Josefina me miró ladeando la cabeza. ─ Mira que van a ser las doce, eh. Si te vas a bañar, báñate ahora.
─ Bueno, bueno. ─ caminé de vuelta hasta mi pieza para ir a buscar una toalla. ─ Ya te pareces a mi vieja hablándome así.
─ Dale, dale. Dejá de boludear. ─ cuando salí de mi pieza, Jos me arrastró hasta el baño.
Yo me reí un poco de la situación y me metí al baño. Cerré la puerta y suspiré un poco con cansancio antes de tomarme una ducha rápida. Mientras me estaba duchando y oía el agua caliente caer con velocidad, no pude evitar pensar un poco en las olas. Recordé las veces en las que había jugado con Oriana en el mar.
La voz de Jos me sacó de mis pensamientos.
─ ¡Báñate rápido!
─ ¡Recién entré! ─ le respondí. Rodé los ojos y me empecé a lavar la cabeza con apuro.
La verdad que no sabía que tenía de emocionante San Telmo. Sí, era una parte de la ciudad muy linda, pero tampoco era la gran cosa. Ya había ido un millón de veces con los chicos y siempre hacíamos lo mismo; veíamos el mercado que siempre estaba hasta las pelotas de gente, íbamos a comer a algún lado, sacábamos fotos todos y veíamos la feria de artesanías. Fin. Igual puse mi mejor cara y fuí. Habíamos ido con los chicos y las otras chicas. Lara y Fiorella estaban en una esquina esperándonos. Las dos se habían puesto vestidos cómodos para salir, al parecer. Les quedaban lindos.
Lara alzó la mano para llamar nuestra atención.
─ ¿Qué onda? ─ había dicho Fiorella antes de saludarnos a cada uno con un beso en el cachete.
Cuando Lara fue a saludar a Fede con un beso, todos empezaron a joder un poco, haciendo que ellos dos empezaran a caminar más adelante nuestro. Yo me quedé metido en la conversación que estaba teniendo Juli con las chicas.
─ La quisimos invitar a Valen, pero dijo que no podía. ─ había dicho Fiorella. Movió un poco la cabeza haciendo que su pelo negro recogido se moviera un poco. ─ Me parece que se juntaba con algún chongo.
─ Ah, bueno. Por fin se agarró a uno. ─ jodió Jos. Cuando se giró a verme, yo sonreí con algo de timidez. ─ Bueno, quizás para la próxima viene...
O no. ─ pensé. Sabía que Valentina se había estado haciendo la boluda para no juntarse con nosotros. Sobre todo conmigo. Valen y yo siempre habíamos sido amigos y nos llevábamos bastante bien. Solíamos juntarnos muy seguido con los chicos y las chicas, y por eso la habíamos invitado a Gesell con nosotros. Sin embargo, cuando habíamos regresado, noté que se había puesto más... Rara. Cuando yo le mandaba mensajes, me contestaba así nomás y directamente a los chicos ni les contestaba. Sabía que con las chicas si hablaban, pero no quería juntarse. La situación me parecía un dolor de huevos. Si estaba actuando así por Oriana, me parecía cualquiera porque, en todo caso, yo tendría que ser el que estuviera enojado por lo que había pasado. Aunque dudaba mucho que fuera por eso, pero si me generaba algo el hecho de que nos estuviera evitando a toda costa.
Después de haber visto noventa veces los mismos cinco puestos del mercado de San Telmo, fuimos a comer a un restaurante y finalmente a la feria de artesanías. Nos pusimos a ver collares con Fiorella y noté que ella estaba comprando uno con un colgante en forma de Hello Kitty.
─ ¿Es para vos? ─ me atreví a preguntar. Sabía que ella era muy fanática de Hello Kitty, pero sólo quería saber de chusma.
Ella negó con la cabeza, pero tenía una pequeña sonrisa en el rostro.
─ No, es para Ori... ─ cuando lo dijo en voz alta, me miró rápidamente con un cierto arrepentimiento de haberla nombrado. Yo negué con la cabeza restándole importancia.
─ Está lindo. Seguramente le va a gustar. ─ me encogí de hombros. ─ ¿Cumple años o...?
─ Si. En estos días es el cumpleaños, así que le quería llevar algo. ─ ella sonrió un poco incómoda de la conversación.
Yo le respondí con un asentimiento leve y me fui hacía dónde estaban Jos y Lara viendo cositas de madera. La verdad que con esa información que acababa de darme Fiorella, ya tenía ganas de irme a la mierda.
A eso de las cuatro, cada uno se regresó a su casa. Fede se había ofrecido a acompañarme hasta mi casa porque tenía que hacer algo por ahí cerca, así que caminamos juntos y hablamos un toque. Él me estaba contando algunas cosas suyas con Lara y yo sólo me limitaba a escuchar lo que me estaba diciendo o decirle "sí" y "claro". En un momento, me puso una mano en el hombro cuando se dio cuenta de mi evidente cara de ojete.
─ ¿Todo bien? Siempre hablas un montón y no dijiste nada hoy. ─ no pude evitar reírme con algo de nerviosismo.
─ Sí, pasa que... ─ alcé ambos hombros. ─ No sé. Hablé con Fiorella y me dijo algo de Oriana.
─ ¿Estás mal por Oriana? ─ dijo él. Yo me giré rápidamente para verlo.
─ No, no. Onda, me agarró un bajón, pero todo bien. ─ mentí, dándole una sonrisa que esperaba que fuera convincente. ─ Oriana está en el pasado...
Oriana estaba en el pasado, pero era un pasado al que yo recorría todas las noches cuando me quedaba viendo nuestra foto. Me sentí medio boludo por haberle mentido a Fede, pero no me atrevía a decirle que todas las noches estaba pensando en la mina que había boludeado porque quería ahorrarme la charla de que "me merecía algo mejor" y todo eso.
Me quejé un poco en mi habitación mientras estaba acostado. No quería seguir pensando en ella, en lo que pudo haber pasado con ella. ¿Por qué no había logrado que todo eso quedase en Gesell?
En medio de mi crisis, terminé invitando a Jos a mí departamento. Había tardado un toque en aceptar, pero terminó diciendo que si.
Cuando le fui a abrir la puerta, se acomodó los anteojos y ví que tenía una bolsa de supermercado. Pude distinguir un vino y una botella de pomelo.
─ No te pedí que trajeras para tomar...
─ Ya sé, pero traje igual. ─ ella entró al departamento cuando la dejé pasar y dejó las cosas arriba de la mesa.
Se puso a preparar el vino en un vaso de Boca que tenía en mi casa y yo me senté a ver con atención lo que estaba haciendo. Me prendí un cigarrillo por los nervios.
─ ¿Y? ¿Me vas a contar qué te pasa o te lo voy a tener que sacar yo a la fuerza? ─ me dijo, una vez que había terminado de armar el trago.
Yo me reí un poco. Bajé la mirada un momento antes de mirarla fijo, sosteniendo mi cigarrillo entre los dedos.
─ ¿Qué pensás vos?
─ Que me vas a confesar que sos puto. ─ jodió ella. Yo le dí una patadita. ─ Yo qué sé, boludo. No estoy para adivinar, decilo y listo.
Me encogí de hombros y le dí una calada al cigarrillo.
─ Estoy muy pelotudo con lo de Oriana, todavía. ─ Mi confesión hizo que ella hiciera una mueca. Sabía que el hablar de ese tema era algo incómodo, pero necesitaba decirle a alguien lo que me estaba pasando o me iba a pegar un tiro.
─ Me lo esperaba, un toque... ─ ella me sacó un cigarrillo de mi caja y lo prendió. Dejó el encendedor sobre la mesa. ─ Fede me había dicho algo una vez que nos juntamos...
─ ¿Qué te dijo?
─ Que estabas como... Ahí. ─ exhaló el humo del cigarrillo. ─ Corte, que estabas como re anti con todas las pibas por Ori.
─ Bueno, sí. ─ tiré las cenizas de mi cigarrillo en el cenicero y me quedé un momento en silencio. ─ Es que siento que de verdad estoy enamorado de Oriana y no puedo hacer algo para olvidarla... Encima, la extraño.
Jos sonrió con un poco de tristeza por lo que estaba diciendo. Agarró el vaso de vino que había armado y bebió un largo sorbo.
─ Pensé que estabas enojado con ella.
─ Si, pero la extraño tanto que siento que no puedo seguir enojado con ella. ─ suspiré. ─ Fue una boludez lo que pasó, ella lo sabe.
Josefina se quedó en silencio. Me sentí un poco inquieto porque a lo mejor había soltado todo de una y no sabía qué decirme. Me llevé el cigarrillo a la boca otra vez.
─ ¿Y sí le hablas? ─ cuando alcé ambas cejas, ella me miró con una leve cara de ojete por reírme de su idea. ─ Ya sé, es una re paja, pero nunca vas a saber qué onda con Ori si no lo intentas.
─ ¿Y si no quiere hablar conmigo? ─ alcé ambos hombros. Josefina terminó negando con la cabeza.
─ Ella fue la que se lo mandó, quizás no hizo nada porque quiere que des el primer paso, no sé. ─ ella apagó su cigarrillo en el cenicero después de un rato. ─ Fíjate. Yo no hablo mucho con Oriana, así que... Te conviene más hablar con Fiorella de ese tema, si es que vas a hablar con ella.
En realidad, no estaba seguro de si era buena idea hablar con Oriana. Quizás me servía para sacarme todo lo que le quería decir desde que volvimos, no estaba seguro. Era todo un tema. En parte, me daba cosa que ella reaccionara como el orto porque sentía que quizás ella me odiaba un poco. ¿Odiarme? ¿Por qué me odiaría? Yo no había sido el que había mandado todo a la mierda. Bueno, pero me la había mandado un toque cuando le dije que era una pelotuda... Es verdad. De un momento a otro, le terminé manoteando el vino a Jos y me tomé un buen trago.
Ella se rió.
─ Yo sabía que tenía que traer vino para tener esta conversación.
En la semana, le pedí a Fiorella para ir a brunchear por ahí en Palermo Soho o donde pintara, pero el día que la llamé para decírselo, no sonaba del todo segura con la salida entre los dos.
─ No sé, Mate. Tengo que ir a buscar algo que compré hasta Ciudad Universitaria, porque hago punto de encuentro con una chica. ─ la escuché del otro lado del teléfono acomodar algunas cosas de su cocina. ─ Si querés otro día sí, pero estoy complicada con esto y ya tendría que estar saliendo.
─ Te acompaño si querés.
La concha de mi hermana. Al final la terminé acompañando hasta Ciudad Universitaria porque soy un pelotudo que está desesperado por querer volver a tener contacto con la piba más hermosa del universo... Bueno.
Igual en todo el viaje, no dejamos de hablar con Fiorella. Para entretenernos mientras caminábamos de acá para allá, desde la estación de tren hasta Palermo Soho, una vez que ella retiró lo que había comprado, no dejamos de sacarle mano a algunos que habían ido con nosotros al colegio.
Veníamos riéndonos como unos pelotudos, así que de vez en cuando los que pasaban nos miraban como sí cada uno tuviera un zapato en la cabeza, más o menos.
─ ¡¿Posta la mina lo cagó con otro?! ─ dije tapándome la boca al reconocer que estaba gritando. Ella asintió con la cabeza.
─ Sí, boludo. Ya cuando íbamos al colegio, se re cagaban mutuamente. ─ Fiorella se mordió el labio y se sacó los anteojos de sol.
Los dos nos metimos en una cafetería y nos sentamos en la parte en la que estábamos al aire libre. Hacía un re calor, la verdad, pero ella insistió en que tuviera espacio para fumar porque ya conocía lo intenso que era con los cigarrillos. Cuando quise prender uno, ella me lo sacó de la boca.
─ Pará, nene. Espera que merendemos primero y después te prendes todos los puchos que quieras. ─ Ella dejó el cigarrillo sobre la mesa y se puso a ver la carta de la cafetería, una vez que nos la trajeron.
Terminamos pidiendo un brunch para dos. Ni me acuerdo qué tenía porque la verdad que nos comimos todo sin darnos cuenta, entre todo lo que estuvimos hablando. Estaba esperando el momento perfecto para preguntarle por Oriana, pero en realidad estaba nervioso porque no quería ser muy obvio con lo que me pasaba con ella. Igual, de seguro ya lo debe saber.
Tenía que admitir que me daba algo de miedo la facilidad en la que mis amigas se daban cuenta de absolutamente todo; siempre que necesitaba decirles o pedirles algo, ellas ya lo sabían. Quizás era muy evidente con mi cara de pelotudo o tenían un sexto sentido para saberlo. Ni idea. Cuando la ví terminar de comer una porción de torta Oreo, agarré el cigarrillo que antes había dejado en la mesa y lo sostuve entre mis dedos.
─ Fiore, hay algo que te quiero... Preguntar. ─ levanté mi mirada del cigarrillo y la volví a ver. ─ Tiene que ver con Oriana.
─ Hmm, ya sabía. ─ me reí un toque. Ahí estaba eso otra vez. Siempre mis amigas estaban un paso más adelante de mí. ─ Onda, sí y no. Deduje algo porque Jos estaba rara con ese tema.
─ Bueno, sí. La otra vez la llamé a Jos y estuvimos hablando, pero hasta ahí. ─ no me aguanté más y prendí el cigarrillo. Estaba inquieto y sentía que las palmas de las manos me sudaban. ─ Me dijo que era mejor que hablara con vos de este tema.
Fiorella se rió con nerviosismo. La ví jugar con su pelo por un momento.
─ ¿A mí?
─ Vos sabés todo de todos, desde siempre. ─ arrugué un momento mi nariz. ─ Aparte, sos una de mis mejores amigas desde jardín, haceme ese favor.
─ ¿Soy tu mejor amiga? ─ la ví sonreír con emoción. Se tomó un momento para volver a tomar su postura seria. ─ Bueno... Igual, depende de lo que sea ese favor. Tampoco me pidas que te haga gancho con ella porque dudo poder hacerlo.
Me quedé pensando un poco en eso. Suspiré un poco antes de darle una calada al cigarrillo. La verdad es que yo tampoco había pensado bien lo que le iba a pedir a Fiorella; sólo esperaba hablar de Oriana y que ella me dijera si sabía algo que me sirviera para dar el paso de buscarla, pero sonaba como una idea de mierda, ahora que lo pensaba bien.
─ Ni yo sé qué es lo que te iba a pedir. ─ confesé, llevándome una mano al pelo. ─ Sé que Oriana es muy cercana a vos ahora. Y... No sé, quiero saber si vos crees que hay algún indicio en ella que me de el pie para hablarle.
Mi amiga se bebió un sorbo largo de su té de frutos rojos y después miró la hora en su celular.
─ No te voy a mentir, hablamos de vos unas veces. ─ sentí mi corazón acelerarse al oírla decir eso.
─ O sea que piensa en mí. ─ le respondí, intentando no hacer muy evidente la emoción en mi voz. Ella me hizo una expresión de "más o menos".
─ Se siente mal... Según me dijo. ─ cuando levantó la vista y me miró, suspiró un poco. ─ Por cómo quedaron las cosas entre los dos, pero es lo único que me dijo.
Yo asentí con la cabeza. Lo más seguro era que todo lo hablara más con Valentina que con las otras chicas porque seguían viéndose conmigo. Además, desde nuestra pelea en Gesell, ella había decidido no hablar nada del tema, lo cual me parecía bien.
─ Vas a ir a su cumple, ¿no? ─ pregunté, intentando sacar un toque el tema ese. Ella asintió con la cabeza.
─ Sí, pero nos juntamos el viernes, porque la semana que viene va a llover un montón. No nos vamos a poder juntar para el miércoles. ─ la ví sonreír. Su sonrisa repentina me dio algo de curiosidad.
─ ¿Qué?
─ Nada, estaba pensando en que le podrías regalar algo y que se lo puedo llevar, pero no... Mejor no.
Y en ese momento, se me ocurrió la idea más boluda, pero romántica que se me pudo haber ocurrido en mi vida. Fiorella pareció darse cuenta de que estaba pensando en algo ya y me hizo que se lo dijera.
Desde ahí, Fiorella me estuvo ayudando entre los días que quedaban, antes del cumpleaños de Oriana, para poder elegir un regalo lindo para ella. El día que fuimos a comprarle algo, la habíamos arrastrado a Jos con nosotros y le tuvimos que pagar un Mcflurry para que dejara de quejarse. Mientras lo estaba comiendo y caminaba detrás de nosotros, soltó un chasquido con la lengua.
─ Me tiraron re poquitos Kitkats, cada vez viene más trucho este helado.
─ Cagate, es lo que pediste vos. ─ Fiorella recibió un empujoncito por parte de Jos tras su respuesta.
Los tres caminamos por Unicenter, viendo qué le podría regalar a Oriana para su cumpleaños y que fuera algo... Lindo, pero único. Algo que me sirviera para recordarle lo mucho que la amaba.
─ ¿Qué le gusta a Oriana? ─ había preguntado Jos en voz alta.
─ El color azul, la playa, los gatos, los tulipanes. ─ solté rápidamente. Después de eso, me reí cuando ví que las dos me estaban mirando. No dejaban de sonreír.
Algunas cosas me las acordaba por todo lo que había hablado con Oriana. Bueno, ¿para qué mentir? Me acordaba de todo. Hasta del olor del perfume que usaba y que siempre se lo sentía en el pelo.
En un momento nos paramos en un Starbucks porque Fiorella dijo que quería algo de café frío. Seguíamos rompiéndonos la cabeza para elegir algo. Aunque yo era el que más estresado estaba con ese tema. Me puse a ver un momento Instagram para distraerme.
─ Che, ¿podemos ir a Yeni después? Quiero chusmear un libro que le quiero comprar a mi hermana. ─ al oír hablar a Fiorella, levanté la vista de mi celular.
─ ¿Qué?
Los tres nos quedamos en silencio. O así lo sentí. Le agarré la mano a Fiorella con fuerza.
─ Escribir. A Oriana le encanta escribir. ─ me reí un poco. Le solté la mano después de un rato. ─ ¿Cómo se me pudo haber pasado eso?
─ Fua, amigo. Te iluminé el camino sin haber hecho nada. ─ dicho esto, se terminó de tomar su café frío.
Oriana me había confesado una vez en la playa que le gustaba escribir. Unas pares de veces, llegó a contarme que escribía algunas historias de romance, algunas de terror. Lo que sea que le corriera por la mente. Su sueño siempre había sido estudiar para convertirse en una escritora, pero tenía miedo de decírselo a su vieja por cómo podría reaccionar por eso. Cuando estábamos en Gesell, una vez la había visto escribir algo rápido en un cuaderno negro el cual terminó dejando con apuro en su cajón y después salió con las chicas. Cuando le pregunté por eso, me acuerdo que se rió un poco y me dijo:
─ Es mi cuaderno para escribir mis cosas. ─ se había encogido de hombros. ─ Escribo mis historias o las ideas que se me ocurren para después no perderlas.
Me acuerdo que me había mostrado muy por encima el cuaderno negro. Estaba medio gastado, pero Oriana lo decoraba y lo mantenía muy lindo. Obviamente, no me había dejado leer nada porque me dijo que le daba un poco de vergüenza. Yo lo entendí completamente.
Cuando llegó la madrugada del miércoles, ya estaba lloviendo. Eran las dos de la mañana y yo no dejaba de ver la tira de fotos con Oriana. Hoy era su cumpleaños. La idea de volver a verla, hacía que mi cuerpo se pusiera algo inquieto. ¿Cómo reaccionaría ella al volver a verme después de mucho tiempo? ¿Estaría tan entusiasmada de verme como yo lo estaba? Como todas las noches, me quedé dormido con la mano en la mano y, como todas las mañanas de mierda, me desperté porque Jos estaba golpeando la puerta. Me sentí agradecido, en parte, de que me hubiera despertado.
Me empecé a vestir con apuro y cuando abrí la puerta, la ví a Jos con una bandeja de tortafritas en la mano. Agarré una con la boca cuando ella me la ofreció y salí de mi pieza con apuro para buscar el regalo de Oriana que había dejado envuelto en el sillón.
─ ¿Ya te vas? ─ me había dicho ella. Yo asentí con la cabeza juntando mis cosas.
─ Sí, me muero por darle este regalo ya.
Dejé la mitad de la tortafrita arriba de la mesa y le tiré un beso antes de salir del departamento. Jos corrió detrás de mí.
─ ¡Mateo, llévate un paraguas, pelotudo!
Ni siquiera me volví para ir a buscar el paraguas. Por suerte, había envuelto muy bien el regalo de Oriana, pero por si acaso, me saqué la campera y lo tapé con eso. Estaba caminando muy rápido. Me dí cuenta de eso cuando pasé al lado de unas señoras. Parecía que estaba corriendo, pero no podía controlar esa necesidad que tenía de volver a encontrarme con ella. Mi corazón latió con rapidez.
Me detuve en un puesto en el que estaban vendiendo flores. No estaba en mis planes llevar flores, pero fue algo del momento.
─ Te pido un ramo de tulipanes. ─ saqué la billetera de mi bolsillo y le pagué las flores a la chica que me las vendió.
Estaba completamente empapado, pero ya estaba cerca de Palermo, que era lo importante. Miré mi teléfono un momento para poder ubicarme bien la dirección que me había dado Fiorella. Estaba a unas pares de cuadras de la casa de Oriana ya, así que apuré el paso.
Cuando llegué a su puerta, me quedé paralizado un momento. Tenía el timbre delante mío, a unos pocos centímetros de mi mano. Ya estás acá, no seas cagón. ─ me dije a mí mismo, antes de tocar el timbre unas dos veces por accidente.
Sostuve con fuerza el ramo de flores y con mi otro brazo, el regalo de Oriana que estaba envuelto en mi campera. Mi cuerpo empezó a temblar y no sabía si era por el medio o por la lluvia.
Cuando ella abrió la puerta, su expresión de cansancio se cambió a una de sorpresa. Yo sonreí como un boludo.
─ ¿Estás loco? ¿Qué haces todo mojado? ─ fue lo primero que ella consiguió decirme. Después se quedó en silencio por un momento. Como si estuviera procesando mi presencia. ─ ¿Qué haces acá?
La miré fijamente a los ojos. Seguía igual de preciosa, como la última vez que la ví, aunque había perdido parte del bronceado que se había agarrado en Gesell. Seguro porque no estaba saliendo tanto. Sus ojos verdes me terminaron de cautivar por completo. Extrañaba esa mirada suya.
─ A veces hago cosas muy boludas sin pensarlas mucho. ─ me reí un poco antes de extenderle el ramo de tulipanes. Sonreí de una forma suave. ─ Feliz cumple, Oriana.
Cuando se acercó a recibirme el ramo de flores, se terminó mojando un poco el pelo.
─ Mejor entremos... ─ me dijo en un tono de voz suave. Asentí con la cabeza y la seguí.
Estaba sola en casa. Según me había dicho, su mamá estaba trabajando, pero a la tarde iba a llegar con una torta para festejar entre las dos. Me había parecido un detalle lindo.
Me senté en el sillón, aún teniendo en mis brazos el regalo envuelto en mi campera. Ella se tomó el tiempo de poner los tulipanes en agua.
Cuando se giró a verme, me sonrió con timidez.
─ Gracias por... Las flores. ─ ella se sentó a mi lado y se me quedó viendo fijo.
Yo tenía muchas ganas de abrazarla y de ahogarla con mis besos, pero sólo le sonreí de lado.
─ Perdón por aparecer así. ─ comencé a jugar con mis dedos. ─ No voy a mentir que las chicas me dijeron que hoy ibas a pasar tu cumpleaños sola... Por la lluvia.
Mis ojos se centraron en sus labios, después en su cuello. Tenía esa cadenita de la que tanto me hablaba y compartía con Valentina.
─ Pensé que iba a ser un lindo detalle traerte algo. ─ me volví a encontrar con sus ojos cuando levanté la mirada. Mi corazón dio un vuelco.
─ No hacía falta... ─ esta vez, Oriana decidió desviar la mirada, rompiendo por completo nuestro contacto visual. ─ La verdad es que me sorprende que estés acá, después de...
─ Ya sé. ─ suspiré. ─ Quizás estuviste pensando que yo te odiaba o algo, pero nunca fue así... Pensé todo este tiempo en vos.
─ Yo también... ─ el poder escucharla decir eso, hizo que me fuera imposible no querer besarla de una vez. Ella volvió a mirarme. ─ Me dí cuenta de que me había equivocado mucho en lo que hice... Yo sí quería que estuvieras en mi futuro, pero estaba asustada.
─ Lo entiendo... ─ agarré con delicadeza su mano y le dí un pequeño beso antes de entrelazar mis dedos con los de ella. ─ Oriana... Estoy completamente enamorado de vos. Quiero quedarme y acompañarte siempre. Sea lo que sea que quieras hacer.
─ Al final no voy a seguir haciendo Medicina... ─ soltó de una. Parecía más aliviada de decir eso. ─ Lo estuve hablando con mi vieja y, aunque le costó un montón entenderlo, me dijo que si yo estaba bien con estudiar Lengua y Literatura, que lo hiciera.
Le dí un pequeño abrazo y un pequeño golpecito en la cabeza que la hizo reír.
─ ¿Qué te dije? Sólo se lo tenías que decir y listo. ─ cuando me separé del abrazo, acuné su rostro entre mis manos. ─ Dios, te extrañaba tanto.
─ Perdón por haber sido una pelotuda... ─ antes de que pudiera seguir hablando, le dí un beso para que se callara.
Quería ahorrarme esa parte en la que los dos nos tirábamos la culpa y peleábamos por quién se la había mandado más y todo lo demás. Sólo quería estar con ella. Aparte, ya no me aguantaba las ganas de besarla. Ella subió sus manos por mi pelo y posó uno de sus brazos alrededor de mi cuello para abrazarme con fuerza y atraerme más a ella. Yo le acaricié la cintura con una mano y con la otra, le acaricié el cachete con mi pulgar.
Cuando ella rompió el beso, sonreí de forma amplía.
─ No te haces una idea de cuánto soñé volver a besarte. ─ me hizo bien oírla reír. Tenía la risa más linda de todas. No dudaba de eso.
La volví a abrazar y mis ojos se fijaron en mi campera gris. Se me había pasado por completo darle su regalo. Empecé a carraspear un poco con la garganta.
─ Bueno, ya que no vas a estudiar Medicina, me parece que esto te va a gustar. ─ agarré mi campera y le enseñé el regalo envuelto. Sus ojos brillaron un poco.
─ No hacía falta que me trajeras nada... ─ ella me miró fijo, esperando mi permiso para poder abrirlo. Yo le di una sonrisa en señal de aprobación.
Oriana empezó a desenvolver el regalo con cuidado y la observé ahogar un grito de emoción en cuanto lo vio. No pude evitar reírme por lo tierna que se veía.
─ ¡Un cuaderno nuevo!
Era un regalo sencillo, pero yo ya sabía que a ella le iba a gustar. El día que lo compramos con Jos y Fiorella, me acuerdo que Josefina dijo:
─ ¿Un cuaderno?
─ A ella le va gustar, yo lo sé. ─ dije, mientras llevaba en mis manos el cuaderno azul que había elegido para Oriana. ─ Es perfecto para que escriba sus cosas.
─ Si vos decís...
El cuaderno era lindo y delicado, pero habíamos sentido que le faltaba algo más, así que terminamos convenciendo a Lara para que usara sus pinturas y dibujara algunos gatitos y tulipanes en la tapa para que estuviera más decorado y se viera más único.
Después de un momento de silencio, me encogí de hombros.
─ ¿Te gusta?
─ Me encanta. ─ me puse un poco colorado cuando dijo eso. ─ Es el mejor regalo que me pudieron haber dado.
Me crucé de brazos y desvíe un poco la mirada. Recibí un beso en el cachete por parte de Oriana, quien después me sonrió.
─ Si con esto no te conquisto, entonces no sé con qué.
Antes de que pudiera seguir diciendo pelotudeces, Oriana me volvió a besar. Me pareció justo.
Estuvimos un largo rato besándonos hasta que le dije que me tenía que ir. Me ofreció un paraguas antes de que me fuera y aunque lo rechacé como cinco veces, me lo terminé llevando. Por lo menos ya tenía la excusa de que tenía que devolverle el paraguas para ir a visitarla después.
Cuando llegué a casa, tenía una sonrisa de oreja a oreja. La ví asomarse a Fiorella mientras revisaba mi heladera. Estaba comiendo mi brownie con dulce de leche, pero me daba igual. Yo entré y dejé de lado el paraguas. Mi amiga me siguió con la mirada.
─ ¿Soy yo o puede ser que te fue muy bien? ─ yo me dí la vuelta para verla.
─ Puede ser... ─ cuando empecé a caminar hacia mi pieza, Fiorella corrió hacía mí.
─ ¡Contame todo, Mateo!
El viernes terminé yendo con las chicas al cumpleaños de Oriana. Había recibido un mensaje de ella el jueves, diciéndome que no había problema si quería ir. Le terminé diciendo que sí, después de haberme hecho desear un poco. Como me había invitado, Oriana terminó invitando a Julián y a Fede por igual, así que se terminó reuniendo de nuevo la banda de Villa Gesell, esa noche.
El cumpleaños no era en su casa; en esta ocasión, habíamos ido a comer a un restaurante por la calle Corrientes. Todos nos habíamos vestido medio elegantes, pero porque Jos había jodido en que fuéramos todos lindos. Cuando Fede le preguntó para qué tanta elegancia, ella, con algo de obviedad en su voz, dijo:
─ Quiero sacar fotos. No tenemos fotos juntos.
Josefina había llevado su cámara de fotos. Muy pocas veces habíamos llegado a usarla, porque siempre que nos juntábamos alguno terminaba en pedo, entonces no sacaba tantas fotos como quería. Igual no era mala idea lo de la cámara. Me hacía ilusión sacarme algunas fotos con Oriana.
Cuando terminamos de comer, Julián y Fiorella empezaron a pedir unos cuantos tragos. Los demás nos reíamos y sólo bebíamos lo que ellos nos decían.
─ ¿Y quién va a pagar todos estos tragos? ─ había dicho Jos, tomándose de una el whisky que le habían servido. Hizo una pequeña mueca después.
─ Yo calculo que todo esto lo van a pegar ellos dos. ─ Lara alzó ambos hombros. Siguió bebiendo su trago como si nada.
Yo tomé de mi vaso mientras veía a Oriana. Se había recogido el pelo en una colita y se había puesto algunas hebillas en formas de estrella en la cabeza que la hacían ver adorable. El vestido celeste que tenía puesto le quedaba precioso y hacía lucir a la perfección su figura. Por un momento, me pareció que después de beber mi whisky, tenía la boca abierta. Jos me levantó el mentón con la palma de su mano para que la cerrara, confirmando que sí era así.
─ Se te va a caer la baba así. ─ me jodió Jos. Se rió un poco cuando la pateé bajo la mesa.
Después de pagar la cuenta y haber tenido que poner plata por los tragos (la concha de su hermana), todos fuimos caminando por la ciudad. Fede y Lara venían peleando en joda con Julián, Valentina iba contándoles algo a Fiorella y Jos. Por la cara que pusieron, se veía que el chisme estaba bueno. Oriana venía caminando conmigo.
De vez en cuando nuestras manos se rozaban y se notaba que ninguno se animaba a agarrarle la mano al otro. Aunque estábamos algo tímidos, no dejábamos de hablar. Al menos Oriana hablaba más que antes.
En un momento me fastidié y le terminé agarrando la mano. A ella no le molestó. Nuestros dedos se entrelazaron cuidadosamente. Me puse un poco nervioso, así que la miré de arriba a abajo y conseguí decir:
─ Estás muy linda... ¿Te lo dije?
Oriana me sonrió con dulzura.
─ No, no lo habías hecho. ─ ella bajó la mirada un momento antes de detenerse.
Yo me detuve con ella. Cuando levantó la mirada, quedamos cara a cara. No pude evitar sonreír.
─ ¿Qué pasa? ─ pregunté, en un tono suave y dulce.
─ Quería decirte que... Me siento muy bien con vos. ─ Ori sonrió de lado y fue suficiente para que mi corazón empezara a latir mucho más rápido. ─ Me va a tomar un tiempo no sentirme mal por lo que hice, aunque ya me hayas dicho ochenta veces que ya pasó... Pero me gustaría pedirte que te quedes conmigo.
─ Si no me vas a hacer mierda otra vez, entonces sí. ─ jodí un poco, para aligerar el ambiente. Sabía que lo que había dicho había sonado muy boludo igual. ─ Oriana, siempre voy a estar con vos... Siempre que me lo permitas, claro.
Nos terminamos dando un beso rápido antes de seguir a los demás, porque Julián nos pegó un grito para que siguiéramos caminando. Más tarde iba a tener un beso de verdad, o eso esperaba. Al final de la noche, la acompañé a Oriana hasta su casa. Ella venía abrazada a mi brazo y yo cada tanto le daba algunos besos en la cabeza mientras le contaba algunas boludeces. Tenía que callarme alguna vez.
Cuando llegamos a su puerta, ella me abrazó por unos minutos y después me dio un beso en el cachete.
─ Gracias por acompañarme. ─ Ella sacó las llaves de su cartera y yo me quedé observándola por un momento hasta que volvió a hablar. ─ Nos veremos después.
─ Sí. ─ cuando ella abrió la puerta de su casa y estuvo a punto de despedirse, le agarré la mano con cuidado. ─ Ori...
─ ¿Sí? ─ Ella se volteó para verme. Se quedó viéndome fijamente a los ojos.
Le dí un beso rápido en los labios antes de volver a verla.
─ ¿Haces algo el lunes? ─ ella negó con la cabeza. ─ Bueno... Entonces salí conmigo. Podemos decir que es una cita, no sé.
─ Sí, me parece bien. ─ Ori sonrió de forma amplía cuando dije eso. Incluso se puso un poco colorada.
─ Bueno... Nos vemos el lunes entonces. ─ le dí un último beso más antes de irme.
Sentí una cierta emoción recorrerme el cuerpo mientras caminaba a casa, con las manos metidas en los bolsillos. Después de todo lo malo, por lo menos las cosas habían salido... Bien. El verano no era tan forro conmigo, al final. Sólo me quedaba esperar a que llegara el lunes para tener mi primera cita de verdad con Oriana. De seguro iba a ser encantadora.
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