Capítulo 6
Grité. Aunque de nada sirvió. La música seguía a todo volumen, nadie podría escuchar mi débil grito. Me giré en redondo, asustada.
– ¡Casi me dejas sordo! – se quejó el chico tapándose los oídos, supongo que después de todo mi grito no había sido tan débil
– ¡Alex! – lo reconocí a pesar de que el cuarto estaba semi obscuro – ¿Qué haces aquí?
– Estoy encerrado, espera, corrijo. Estamos encerrados
– ¿Qué? – observé el lugar, era muy pequeño, al grado de que podía sentir el aliento de Alex caer sobre mi rostro
– La puerta no se puede abrir desde adentro, ya lo intenté
– No es cierto – dije sin sentido, volví a girarme e intente girar la perilla... estaba atascada – Esto no puede estar pasando
– Vaya, ¿tanto te aterra quedarte encerrada conmigo?
Lo ignoré y seguí luchando con la perilla, tenía que ceder en algún momento...
Su mano se cerró sobre la mía e inmediatamente dejé de hacerlo. Mis ojos subieron por su brazo hasta encontrarme con los suyos. En ese momento y a falta de luz parecían más grises que verdes.
– Ya lo intenté – repitió – está atascada
– Tiene que haber una solución – exclamé con los nervios de punta
– Gritar no funcionará – dedujo debido a la música – y tú eras mi solución
– ¿Yo? – pregunté atónita
– Si, esperaba que alguien abriera la puerta por la razón que fuera, pero entraste tan rápido que apenas y tuve tiempo de reaccionar... a todo esto, ¿por qué entraste?
Me separé todo lo que pude él, pegando mi cuerpo a la pared. Luego me deslicé por ella con resignación, hasta quedar sentada. Él me imitó.
– Huía – respondí – hay miles de personas allá afuera a las que no conozco, ¿qué esperabas?
– No lo sé – se encogió de hombros – algo así como te seguí para besarnos en privado
Lo miré fulminante
– Ya veo que no disfrutas de las bromas
– No cuando dicen tonterías, a todo esto – repetí tal cual dijo él – ¿Tú por qué entraste?
– Quería escapar un momento, de la gente, del ruido, de todo... quería estar solo y pensar
– ¿En que? – pregunté curiosa. Él alzó la vista, me miró y volvió a desviarla, no me respondió
Un gran nudo se formó en mi garganta. Carraspeé para recuperar la voz
– ¿Qué es este lugar? Parece un closet...
– En cierta forma lo es, uno de esos armarios que están en el recibidor para que los invitados cuelguen sus cosas
– Pues esta mal diseñado – dije con sarcasmo
– Si lo piensas bien no lo está – dijo casi divertido – es decir, ¿a quién le importa que el closet no abra por dentro si te limitas a abrirlo, colgar el abrigo y cerrarlo?
Reí ante la ironía
– Tienes razón
– Normalmente la tengo – presumió
Volví a reír
– ¿Y tu modestia?
– Se la presté a Joe esta noche, la necesita más que yo – me guiñó un ojo
Reí aun más fuerte
– Me gusta tu risa – mencionó él, lo que ocasionó que inmediatamente dejara de reír y un silencio se extendió entre nosotros dos.
Nerviosa, me dediqué a mirar mis manos, las cuales abrazaban mis rodillas para mantenerlas juntas. No se cuanto tiempo pasé así pero definitivamente no quería alzar la vista y perderme en sus ojos.
– Summer – susurró
Increíble. Mi nombre en sus labios sonaba mágico.
– ¿Si? – respondí sin alzar la vista, seguí jugueteando con mis dedos
– ¿Puedo hacerte una pregunta?
– ¿Me estás preguntando si puedes hacerme una pregunta? – ironicé
– Si – afirmo con naturalidad – por que es posible que no te guste
– ¿Me estás preguntando si puedes hacerme una pregunta que no me gustará?
Hasta ese momento levanté la vista y percibí su confusión ante mi trabalenguas
– Me perdí – admitió
Le sonreí divertida
– Hazla – accedí con curiosidad
– De acuerdo – no se desvió de mis ojos, los atrapó como si hubieran caído en una trampa – ¿Por qué tenías dos días sin comer?
La pregunta me tomó totalmente desprevenida, en realidad esperaba por algo menos personal. Ninguno de los dos se movió. Yo no contesté y él no me presionó.
– El día de la mudanza resultó muy ajetreado – dije por fin, después de pensar muy bien en lo que diría – no hubo tiempo y cuando hubo... no tenía hambre. Me estaba mudando del lugar donde había crecido 17 años, estaba dejando atrás a todos mis amigos... comer ya no me era importante. Al siguiente día llegue aquí, a una ciudad desconocida, a una escuela desconocida... y rodeada de personas desconocidas. Lo quieras o no, el hambre se te quita en situaciones como esas...
– Déjame adivinar – continúo al darse cuenta de que yo no diría nada más – el tercer día tampoco desayunaste
No asentí, pero tampoco lo negué, ¿para que? Él conocía perfectamente la respuesta
– Pero... si has comido, ¿verdad?
– Dijiste una pregunta – le recordé
– Pues pregunta tú también, te responderé
Lo pensé un momento, ¿qué se le preguntaba a un chico como Alex? Solo se me ocurría una pregunta y no estaba dispuesta a pronunciarla... me pondría en ridículo
– Cumplo mis promesas – respondí a la de él
Él formó una pequeñísima sonrisa
– Es bueno saberlo
Pasó otro rato de intenso silencio. No sabía a ciencia cierta cuánto, pero había repetido la serie del 1 al 100 por lo menos unas cincuenta veces. Harta del momento, apoyé mi frente sobre mis rodillas, oficialmente estaba arrepentida de haber asistido a la dichosa fiesta que había resultado un fiasco para mí, tal vez si me quedaba dormida mi sufrimiento disminuiría...
– ¿Te sientes mal? – su voz fue lejana, pero incluso a distancia logró ponerme toda la piel chinita, cerré los ojos con fuerza y apreté los labios para que no me ganará la tentación de responderle – hey, Summer – para mi sorpresa esa vez sonó cerca. Abrí los ojos en seco cuando sentí su mano sacudirme suavemente.
Levanté la cabeza casi al momento, él se echó hacía atrás al quedar nuestros rostros a centímetros.
– Lo siento – se disculpó volviendo a su lugar
– Descuida – contesté con un hilo de voz, me aclaré la garganta para disimularlo – no me siento mal, solo estoy harta...
Él comprendió
– Puedo seguir haciéndote preguntas – propuso inocente
No pude evitarlo, volví a reír
– ¿Qué otra cosa quieres saber?
– Tengo curiosidad – repuso – ¿Por qué si eres tan infeliz aquí accediste a mudarte?
Esa vez ni siquiera me había molestado en voltear a verlo por si la pregunta volvía a ser tan personal... y no me había equivocado. Pero al oírle no pude evitar mirarlo con sorpresa.
– ¿Qué te hace pensar que soy infeliz? – pregunté atónita
– Bueno – lo pensó un momento – las personas felices comen
Fruncí el ceño ante su comentario, no me había parecido gracioso. Él se dio cuenta.
– Es más complicado que eso – reproché – no tienes idea
– Podría tenerla
Suspiré exasperada. Me di cuenta de que estaba a punto de contarle mi vida entera a un perfecto desconocido... bendito seas, orgullo de mujer.
– No soy infeliz – aclaré para empezar – no podría serlo aunque mi egoísmo me lo permitiera
Él me miró con una combinación de sorpresa y confusión, pero no me interrumpió.
Tomé aire
– Mi mamá sacrifico absolutamente todo para darme la vida que tengo hoy – expliqué – trabajó durante más de 17 años como empresaria para solventar mis gastos y poder mantenerme, yo sabía lo mucho que ella odiaba estar detrás de un escritorio moviendo papeles... y me dolía aún más saber que lo soportaba todo por mí.
– ¿Qué hay de tu papá? – preguntó en un susurro
Aquella pregunta fue la peor, fue como una bofetada
– No tengo un padre – respondí intentando llenar de nuevo mis pulmones, los cuales sentía extrañamente vacíos – es decir, supongo que lo tengo, pero él dejó a mi madre en cuanto se enteró de mí... no puedo considerarlo mi padre.
Él abrió mucho los ojos y me miró con cierta compasión, decidí seguir hablando ahora que me sentía fuerte.
– Un día me encontré con que el sueño de mi mamá siempre había sido tomar fotografías – sonreí nostálgicamente – y era sumamente buena en eso. Vi sus trabajos y me sentí culpable por ser yo la que se lo impedía... estuve en busca de un buen trabajo para ella durante un mes, comencé a desesperarme al no encontrar nada, pero alguien de esta ciudad se enteró de mí y nos contactaron enseguida... – hice una pausa para recuperar el aliento – claro, nunca tuve hermanos pero siempre encontré esa parte que me había faltado en mis amigos... ellos eran como mi familia, pero mi mamá ya se había sacrificado mucho por mi. Era tiempo que yo me sacrificara por ella. Era necesario mudarnos y ella quería renunciar a su oportunidad para que yo me quedara donde estaba. Yo fui quien la convenció de tomarla y dejé todo sin mirar atrás – mi voz se quebró, pero contuve las lágrimas... no iba a llorar, no ahora
– Así que... – dijo él, parecía como si intentara reponerse de lo que acababa de escuchar – no solo eres infeliz, si no que lo eres porque tú decidiste serlo
Suspiré, más cansada que molesta
– No soy infeliz – repetí – cuando la veo llegar es de noche y llega atareada, pero entra con una sonrisa a la casa... una sonrisa que jamás le había visto, una sonrisa soñadora. Me enseña todo lo que hizo en el día y pienso: "woaw, ella es realmente buena en esto" y sonrío al verla sonreír. Soy feliz al verla tan feliz. Mi mamá es mi única familia y si ella es tan feliz yo no puedo ser infeliz, es imposible – y sonreí, de la manera más sincera
Él estaba perplejo, pestañeó como intentando salir de un trance y me miró de una forma renovada...
– Eres interesante Summer – se limitó a decir
Mi sonrisa creció
– Tomaré eso como un cumplido
– Lo es – aseguró
Sabía que mis mejillas se habían encendido, pero el cuarto estaba tan oscuro que él no podría notarlo.
– ¿Y cual es tu historia? – le pregunté
Inmediatamente vi el cambio en sus ojos, se volvieron más duros, fríos, en su boca se formó una fina línea inconforme
– La misma, básicamente
Alcé mis dos cejas sorprendida ante su descortesía. Acababa de contarle mi vida y él solo se preocupaba por mostrarse frío
– No me digas – también fui fría, incluso me sorprendí
Él volvió a verme al escuchar mi tono de voz y pude ver como la máscara de indiferencia que se había colocado se desvanecía poco a poco al tan solo mirarme a los ojos.
Su boca volvió a la posición anterior.
– Mis papás se divorciaron cuando yo tenía seis años – dijo, me sorprendió escuchar todo el dolor impuesto que esa simple frase contenía, lo admito, jamás creí que Alex fuera de las personas que sienten dolor, pero en ese momento me di cuenta de que todos somos seres humanos – Tengo dos hermanos mayores que viven con mi mamá, los visito los domingos – continuó – pero yo vivo con mi papá. Él volvió a casarse y vivo con otros dos hermanastros, todos más grandes que yo... soy el menor. Ésta es mi historia, yo tenía una familia y se desmoronó... no – dijo al ver mi rostro – no me tengas lástima, no me gusta que las personas me tengan lástima
– En realidad – admití – te tengo envidia
Me miró incrédulo
– ¿Te da envidia que mis papás se hayan divorciado?
– No – aclaré – eso es una pena. Pero para empezar, me da envidia que se hayan casado y que tu padre si se haya hecho cargo de ti. Aunque las cosas entre ellos no hayan funcionado... tienes hermanos, tienes un padre y no solo tienes una madre si no dos. Mira a toda la gente que tienes y mírame a mí. Tienes toda una familia... mi familia es solo una persona...
Una vez más lo había dejado perplejo
– No lo había visto de esa forma – admitió
– Tienes suerte... tal vez no la que querías, pero tienes suerte
Pestañeaba aturdido, aún intentando digerir mis palabras. De un momento a otro, carcajeó
– ¿De que te ríes? – pregunté entre la diversión y la curiosidad
– No se – admitió – de ti, de mi... tu y yo, encerrados aquí. Hablando...
No encontré ningún chiste, pero también reí.
Tardamos un tiempo en dejar de hacerlo. En cuanto lo logramos, nos sumimos en el silencio y nos dedicamos a mirarnos. La timidez había desaparecido.
– ¿Cuánto tiempo llevamos aquí? – pregunté distraída
– No lo sé... horas, días, meses quizás
Rodé los ojos ante su respuesta y saqué mi celular sin señal para revisar la hora. Me quedé helada.
– ¿Summer? – preguntó él al notar mi repentina rigidez – ¿Qué sucede?
– Es media noche – murmuré
– ¿Eso es malo?
– Ya debería estar en casa. Mamá va a matarme... – dije de una forma un tanto histérica
– Hey, tranquila – vagamente comprendí que se había acercado, puesto que su mano estaba firme sobre mi hombro
Lentamente levanté los ojos de mi celular y los clavé en los suyos, los cuales estaban a centímetros de mí. Su rostro se encontraba muy, muy cerca. Él también pareció percatarse de eso, pero no se separó como las veces anteriores, al contrario, se acercó más... y más. La puerta se abrió de repente.
Alex se echó hacía atrás violentamente, tomado por sorpresa. Yo me quedé inmóvil mientras recuperaba la respiración que me había sido robada, entonces dirigí la vista al hueco de la puerta por la que entraba una inmensa luz. Parpadee un poco para acostumbrar la vista y entonces fui capaz de distinguir a Joe.
Gracias al cielo.
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