Capítulo 4
– ¿Qué sucede? – la maestra se puso de cuclillas a nuestro lado y me miró directamente por primera vez – ¿eres nueva? – susurró
Su complicidad me gustó.
– Sí – respondí también con un susurro
– Comprendo – y en verdad sonaba como si me comprendiera – no te obligaré a hacer el ejercicio si no quieres – respiré aliviada – pero me gustaría que lo hicieras – sonrió de la forma más dulce que jamás había contemplado – aquí te expresas libremente. No hay burlas, te darás cuenta de eso. Aquí es el lugar donde nuestro individualismo queda expuesto, donde somos nosotros mismos sin temores. Me gustaría que lo hicieras, sería una excelente bienvenida.
Inexplicablemente, sus palabras me habían inspirado confianza. Tomé la mano que me ofrecía antes de arrepentirme y juntas nos pusimos de pie.
– ¿Cuál es tu nombre? – preguntó ya con voz normal, como si quisiera que todos la escucharan.
– Summer – contesté en el mismo tono.
Ella me sonrió.
– Yo soy Verónica, pero todos me dicen Vero. Bien, Summer ¿qué número escoges?
Miré a mis amigas, pero ellas no me hacían ninguna seña ni nada. Estaban dejando en mis manos la decisión de elegir.
– Seis – respondí
La maestra se acercó a la laptop dejándonos a las cuatro en el centro del salón... donde todos nos miraban. Jugué con el borde de la blusa negra que me había puesto en la mañana, junto con la pequeña falda de mezclilla. Me sentía incómoda. No tanto por la ropa, si no por las miradas que caían sobre mí.
Una melodía comenzó, no era ni lo suficiente lenta ni lo suficiente rápida. Era agradable pese a que no la conocía, pero no me moví. No pude.
Grace y Diane se pusieron espalda a espalda y comenzaron a moverse de forma graciosa, el público las animó.
Casey puso su mano en mi hombro
– Solo has lo primero que te venga a la mente – aconsejó – lo que tú quieras hacer
Dicho eso comenzó a mover su cabellera que ese día llevaba suelta, no exactamente al ritmo de la música pero sí de manera extrovertida. Acompañaba sus movimientos con los brazos y yo sonreí al verla, no había ni una sola pizca de vergüenza en sus movimientos. No temía moverse de esa forma, de hecho, parecía divertirse.
Me olvidé de todos, ya no sentía las pesadas miradas sobre mí y pensé, ¿que era lo que quería hacer? «Dar vueltas hasta marearme»
Di una vuelta completa y la saboree como si fuera pura libertad, di otra y otra, al ritmo de la música. Ella tenía razón, ahí no había vergüenza, solo adrenalina, libertad y diversión.
Reí junto con mis amigas. Casey me tomo de las manos, su sonrisa brillaba.
Me dio una vuelta con uno de sus brazos y yo le di otra, comenzamos a movernos juntas. A eso ni siquiera podría llamársele baile, solo eran movimientos locos y espontáneos, pero eso era lo que lo volvía divertido.
La canción acabó minutos después. Nuestras respiraciones estaban agitadas pero satisfechas.
– Lo hiciste excelente para ser tu primer clase, Summer – felicitó la maestra, parecía decirlo en serio – quiero un aplauso para su compañera nueva – pidió al resto del grupo.
Todos aplaudieron. Casey, Grace y Diane se unieron a mí en un abrazo.
Así fue como por fin me sentí integrada a mi grupo, en tan solo el segundo día. Una maestra espontánea, unas amigas extrovertidas y algunos movimientos locos bastaron para terminar con mi racha de soledad.
Ese mismo día descubrí que había miles de temas existentes en el mundo para conversar y que nosotras cuatro, juntas, podíamos agotarlos todos en cuestión de horas.
Entramos a la cafetería, yo por primera vez. Era espaciosa, había un lugar donde comprabas tu comida y en seguida montones de mesas para sentarse a comerla.
Yo no compré nada. Había traído una manzana de casa.
Nos sentamos en una mesa para cuatro personas y seguimos platicando. Si al principio me habían creído tímida... ahora tenían una nueva perspectiva acerca de mí, no podía parar de hablar.
– ¿Summer? – fue una voz masculina la que nos interrumpió
Me giré desprevenida y observé al chico que estaba a mis espaldas. Esos ojos verdes eran inconfundibles, pero no estaba solo. A su lado había otro chico, un poco más alto, el cabello negro despeinado y los ojos cafés cálido. Como ese café que se ponía de moda en la ropa de invierno. Y ese café también era inconfundible.
– ¡Joe! – exclamé eufórica
Me puse de pie de un salto y me dejé caer en sus brazos extendidos. Él me acogió y me abrazó con fuerza por un largo momento, después me devolvió al suelo.
– ¿Qué haces aquí? – preguntó emocionado
– Me mudé hace una semana – le respondí con la misma emoción – ¡que sorpresa! – exclamé – es decir, sabía que te habías mudado pero nunca creí que a esta ciudad, de haberlo sabido...
– ¿Qué? – me interrumpió – ¿Te habrías ido a cualquier otra parte?
Le di un leve golpe en su pecho. «El mismo Joe» pensé con alegría
– Te habría buscado en cuanto llegué aquí – finalicé
Una sonrisa enorme cruzó por su rostro. Miró a su izquierda
– Él es Alex – presentó al chico rubio, hasta ese momento caí en la cuenta de que no sabía cómo se llamaba mi héroe – Alex, ella es Summer
– Lo sé – respondió éste de forma seca
– ¿Lo sabes? – Joe sonó confundido
– Si, va en mi salón
Hubo un breve momento de silencio
– ¡Y por que no me dijiste!
Alex miró a Joe, ofendido.
– ¿Cómo demonios iba a saber que la conocías? – se quejó
Joe puso los ojos en blanco, en parte divertido.
– Solo tenías que decirme que una hermosa chica había entrado en tu salón – sus ojos cafés se clavaron en mí – de inmediato hubiera sabido que se trataba de ella
Le sonreí
– No has cambiado nada – comenté
– Es una lástima – objeto él – porque tú si que has cambiado
Me recorrió de pies a cabeza y yo reí tímidamente.
– Ellas son mis amigas – las señalé, intentando cambiar de tema
Él miró por encima de mi hombro, pude ver que las reconoció.
– Vaya, vaya. Casey Loreley ¿ya has reclutado a mi Summer?
Case rió.
– Basta Joe, ahora está con nosotras
Me jaló del brazo para que volviera a sentarme
– Diane, Greiky – dijo Joe a forma de saludo
– ¿Qué cuentas? – Grace le guiñó un ojo
Al parecer era una escuela con un mundo pequeño.
– Haré una fiesta mañana – anunció mostrando todos sus dientes en una sonrisa
– No me digas – bromeó Casey
– Irán – clavó su mirada en mi – ¿verdad?
– Pediré permiso – le prometí
Su sonrisa era contagiosa
– Bien – se inclinó para besarme lentamente en la mejilla – un gusto verte de nuevo, Summer
Se dio media vuelta y salió casi majestuoso de la cafetería, con Alex a su lado igual de majestuoso. Los observé hasta que se perdieron de vista. Suspiré.
– Irás, ¿verdad? – preguntó la voz de Casey, me voltee para verlas.
Las tres me miraban con emoción. Reí.
– ¡Vamos! ¡Es solo Joe! – objeté – él coquetea con todas
Casey pareció sumergirse en uno de sus momentos pensativos y después volvió a la realidad.
– Puede que tengas razón – admitió – aún así ve, las fiestas de Joe son divertidas
– Pediré permiso – repetí segura
– Perfecto
Volví a mirar a mis espaldas, aunque admito que en el fondo no buscaba a Joe, si no a Alex...
– Casey – la llamé
– ¿Si? – ella me puso atención ante mi tono serio – ¿Qué sucede?
– Nada, solo quería saber, ¿ése Alex fue el que te salvó de ahogarte con la manzana? – pregunté
– El mismo – respondió – es lindo cuando lo conoces – añadió como intentando justificar su actitud de hace solo unos minutos – solo que es algo reservado.
– Me di cuenta – murmuré
¿Será que la idea que me formaría de Alex sería la de rescatar damiselas en peligro?
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