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Capítulo 35


Despertar no fue lo mismo que los últimos meses. El pequeño vacío antes adormecido ahora latía con fuerza junto a mi corazón. Hoy más que nunca me sentía sola. Y no era agradable.

Me levanté con una decisión en mente y un pequeño plan para lograrla. Me vestí con lo primero que encontré - un pantalón de mezclilla con un suéter rosa - me colgué la mochila café y bajé las escaleras mientras me hacía una cola de caballo.

Como siempre, encontré a Mamá en la cocina con su amigo fiel: el café. Me sonrió de manera calculadora, intentando averiguar mi humor matutino. Le devolví la sonrisa lo mejor que pude.

– ¿Te sientes mejor? – preguntó

– Sí – respondí evitando su mirada

– ¿Quieres que te lleve a la escuela?

– No mamá, gracias. Caminaré.

– Ve con cuidado – advirtió antes de que saliera

Llegué justo a tiempo. Alex apenas salía de su casa cuando yo me aparecí.

– ¡Summer! – se sobresaltó al darse la vuelta y encontrarse conmigo – no hagas eso

– No fue mi intención – me disculpé

Él examinó con atención mi rostro.

– ¿Está todo bien?

– Necesito un favor

– ¿Un favor?

Asentí energéticamente

– Préstame tu coche – le rogué

Alex me miró como si no le diera crédito a mis palabras

– ¿Para qué?

No me avergonzaba admitírselo a él, pero si me costaba trabajo

– Quiero ir a la presa de La Manzanilla

La sorpresa cruzó por su rostro.

– Summer... no estoy seguro

– Necesito ir a esa presa – supliqué – eres el único que confiaría en mí

– No es prestarte el coche lo que me preocupa – aclaró

– Por favor

– No te dejaré ir sola

– ¿Eso es un sí?

Alex me miró durante un largo momento a los ojos, dudando. Yo solo esperé.

– Ojalá no me arrepienta

– Gracias Alex – suspiré aliviada – en serio

– Pero yo manejaré. Joe nunca te enseñó a manejar en carretera...

Calló de golpe, como si temiera que acabara de decir algo malo. Yo solo me encogí de hombros.

– Por mi está bien

Apartó el cabello que había quedado en mi cara

– ¿Recuerdas el camino?

– Como si hubiera sido ayer

– Supongo que tienes pensado saltarte la escuela

– Eres bueno suponiendo

– Vamos, antes de que cambie de opinión

Abrió la puerta trasera de su coche, se descolgó la mochila de los hombros y la aventó a los asientos, después abrió la del copiloto y me invitó a subir. Lo hice sin chistar y esperé pacientemente a que rodeara el coche para abordar su lugar.

Puse mi mochila en mis rodillas mientras él encendía el auto y se ponía en marcha rumbo a la carretera, a partir de ahí yo lo guiaría.

Alex permaneció callado gran parte del camino. No sabía porque pero eso me incomodaba, así que voltee a ver su perfil y caí en la cuenta de lo distintas que eran las cosas. De que era otra persona la que iba al lado y no mi Joe.

– Me estas mirando – mencionó él sin siquiera echarme un vistazo, supuse que mi mirada era muy penetrante – ¿sucede algo?

– No has dicho nada – expliqué

– ¿Qué quieres que diga?

– Nada, solo me extraña que estés tan callado

Una comisura de su boca subió, en media sonrisa.

– Eso es porque me adapté a ti. No te gusta que hable.

Yo fruncí el ceño

– ¿De dónde sacas eso?

– Se deduce – explicó – últimamente ya no hablas con nosotros

– Eso no es cierto...

Él me miró seriamente

– Lo es

Mordí mi labio inferior, apenada.

– De acuerdo. Tal vez es cierto pero... necesito hablar con alguien.

Noté que sonrió

– Estás distinta a los últimos días, ¿de que quieres hablar?

– De Joe – dije lo más tranquila que pude

Volteó a verme de nuevo y me puse nerviosa.

– Vista al frente Alex – advertí – no quiero ningún accidente

A pesar de que me obedeció los nervios no aminoraron.

– ¿Todo bien? – preguntó atravesando la carretera. No parecía la misma que aquella vez. El día nublado comenzaba a deprimirme.

– Dentro de lo que cabe... – suspiré – ayer encontré la cámara que me dio Joe

– ¿La que perdiste?

– Resultó no estar perdida. Estaba intacta, con todas nuestras fotos en ella...

– Ahora entiendo por qué quieres volver...

Ignoré su comentario

– Había un video en ella. Joe grabó un video para mí.

Noté que sus manos se tensaron en el volante

– ¿Lo viste?

– Claro que lo hice

Bufó

– Me imagino cómo te has de haber puesto

– ¿Y cómo querías que me pusiera, Alex?

– Eres tan masoquista

Apreté los dientes fuertemente y miré a través de mi ventana

– Eso me gano por confiar en ti – murmuré

Hubo un momento de silencio, yo continué mirando la carretera y el pasto chamuscado por el sol de los días anteriores.

– Lo lamento – le escuché decir – ¿Qué decía el video?

Tardé en contestar, pero lo hice.

– Hasta luego – dije – se despidió diciendo hasta luego

Él suspiró

– Summer...

– Todo estaba pensado – lo interrumpí – cada pequeño detalle. Es cruel comprender que lo tenía todo minuciosamente planeado, excepto su muerte. Eso nadie se lo esperaba.

Estuvimos callados el resto del camino.

La expectación volvió cuando Alex tomó la bifurcación y recorrimos el camino de piedra que llevaba directamente a la presa. Sentí mi corazón detenerse cuando llegamos a la arena.

– Es aquí – mencioné, aunque no era necesario – detente

Alex estacionó un poco más lejos que Joe la vez pasada, aún así de un salto bajé del coche y corrí hasta quedar a pocos metros de la orilla. Observé el lugar. Seguía igual, pero no era el mismo. Él día nublado hacía que todo se viera opaco, el agua parecía verdosa y no brillaba como la última vez. La magia del lugar se había esfumado.

El aire frío azotó en mi rostro y echó mis cabellos hacia atrás, haciéndome estremecer. Abracé mis brazos y reprimí el impulso de echarme a llorar. Aun así las lágrimas se agolparon al borde de mis ojos.

– Lo lamento – dijo Alex a mis espaldas – no debí traerte

– Está bien – aseguré – jamás te hubiera perdonado de no haberlo hecho

Su mano se posó en mi hombro y su rostro apareció a mi lado

– Estoy cansada Alex – confesé – cansada de llorar, de estar triste, sentirme vacía y sola. Es agotador. Quiero terminar con esto.

– Me alegra escucharlo – admitió

Sonreí al notar que no me había entendido

– Eres un buen amigo. Grábatelo.

Abrió la boca para decir algo pero fue interrumpido por una llamada proveniente de su celular. Sacó el aparato y torció la boca al mirarlo.

– Es Casey – explicó – debe estar preocupada

– Dile que la quiero

Asintió y se alejó un poco para obtener más privacidad. Probablemente esa sería mi única oportunidad de lograr lo que pretendía hacer, así que la aproveché.

En cuanto me dio la espalda, yo reduje los metros que me faltaban para llegar a la orilla. Una vez con el borde a mis pies me asomé un poco para mirar el agua en su tono verde musgo, las palabras de Joe resonaron en mi mente: es peligrosa, no se puede nadar en ella. Es muy profunda y existen corrientes que pueden arrastrarte cuando menos te lo esperas. Aléjate de ella.

Era justo lo que yo necesitaba.

Respiré hondo para armarme de valor y entonces crucé una pierna por encima del barandal. Coloqué mi pie en el pequeño borde que sobresalía y me sujeté fuerte con ambas manos para poder cruzar la otra pierna. Una vez del otro lado me giré con cuidado sin dejar de sostenerme y volví a mirar el agua. Estaba tranquila, como si fuera un trampa engañando a su presa. Por un breve segundo dudé y me pregunté si eso iba a funcionar, pero alejé todos esos pensamientos anhelando la paz que tanto me hacía falta.

Sonreí al comprender que todo estaba a punto de llegar a su fin. No más dolor, soledad o tristeza. Me sentía como una loca ahí, al borde de una presa peligrosa, pero no me importaba. Otra ráfaga de viento azotó contra mi cara y disfruté de la sensación por última vez, eso bastó para terminar de infundirme valor y prepararme para saltar.

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