Capítulo 31
Era un día soleado.
Caminaba por el césped, estaba más corto que la última vez que había venido pero igual de verde como siempre. Tenía un enorme girasol en las manos con el cual jugueteaba mientras me acercaba a él... me senté a su lado con cuidado y lo saludé.
– Hola Joe – sonreí – te traje algo
Con nostalgia, deje la flor sobre la piedra gris en donde rezaba su nombre:
«Joseph Dylan, 1991-2010»
– ¿Cómo has estado? – le pregunté, acostumbrada a no recibir respuesta proseguí – yo bien, te extraño mucho – solté un suspiro
A pesar de que ya había pasado tiempo, todavía se veían unas ligeras marcas que mostraban que era un lugar reciente, pasé los dedos por ellas de forma distraída.
– Últimamente mamá se enoja por cualquier cosa conmigo – le conté – supongo que esta preocupada por mí... solo que tiene una peculiar forma de demostrarlo. Imagino que de estar aquí en este momento la defenderías... aunque pensándolo bien, si estuvieras aquí ella no estaría preocupada por mí.
Me quedé callada un largo rato, solo observando. A pesar de todo era un lugar lindo, el pasto siempre se encontraba de ese verde obscuro y cuidado, fresco y sano, había pequeños rehiletes clavados en la tierra que se movían como un remolino de colores conforme el viento soplaba y casi siempre aquel sitio estaba repleto de flores en los lugares donde descansaban sus seres queridos.
– Lo extraño es – comenté una vez que el silencio me hartó – que la vida continúa como si no hubiera sucedido nada, aunque para mí todo parece... distinto.
Las cosas ya no tienen sentido, el tiempo debió regresar y traerte de vuelta... o mínimo tener la decencia de detenerse para dejar que nuestros corazones sanen. Mi voz se quebró y tuve que realizar otra pausa para recuperarme.
– Me haces mucha falta – admití recostándome a su lado, en ese momento lo que mas desee fue poder volver a sentir sus brazos rodeándome de nuevo, sus labios en mi piel, susurrándome que me quiere... – hay algo que quiero decirte – dije poniendo cuidadosamente mi mano izquierda sobre el césped – te perdono por no poder cumplir tu promesa, no fue culpa tuya. No te culpo en absoluto, ni a ti ni a la vida – el anillo plateado que llevaba en mi dedo brillo con la luz del sol – Y hay algo que debes saber... te sigo amando, no puedo evitarlo. Sé que dijiste que siempre me cuidarías, pero eso no es suficiente...
Los ojos se me inundaron de lágrimas, pero no me inquieté. Era normal que terminara llorando en este lugar.
– ¿Así que de eso se trata todo? – di un saltó al escuchar aquella voz masculina, por un corto segundo tuve la descabellada idea de que Joe me estaba contestando, pero después me di cuenta de que solo era Alex, sentado a mí lado – ¿Te culpas por lo que le pasó a Joe, Summer?
– ¿Qué haces aquí? – me enderecé molesta. Era obvio que él me había estado escuchando y aquello era privado
– Tú mamá me llamó – explicó encogiéndose de hombros – está preocupada por que no llegaste a casa después de la escuela... otra vez. – el tono de su voz era duro.
– Se preocupa demasiado
– Tú le das razones para hacerlo
Lo miré fulminante
– No te incumbe
– No contestaste mi pregunta
– No tengo por qué hacerlo
Él suspiró, notoriamente decepcionado
– Estas diferente – esa no era la primera vez que me lo decía – ¿sabes que esta fue la primera vez que te oigo hablar en semanas? Pero solo hablabas sola.
– Hablaba con Joe
– Joe no está aquí
Sus palabras fueron como una mortífera bofetada, me eché hacía atrás estupefacta y lo miré con creciente odio.
– Vete – rugí
– No – su tono de voz fue tan severo como el mío, Alex era el único capaz de enfrentarme de esa forma – no te dejaré sola, es más, estoy cansado de que quieras estar sola, te hace daño – dijo con voz pausada. Una de sus manos subió para limpiar mis lagrimas con su dorso, después tomó mi cara y me obligó a mirarlo directamente a los ojos – ¿te culpas por la muerte de Joe?
Había olvidado lo directo que podía llegar a ser.
– No lo sé – admití susurrante – supongo que no de la muerte en sí... más bien me culpo por haberlo dejado solo – agaché la mirada – yo debí estar en ese coche, con él.
– Él no lo habría querido así, ni remotamente hubiera deseado que tú estuvieras en ese coche.
Temblé, a pesar de que hacía calor un extraño frío me dominaba por dentro.
– Yo debí morir con él – pronuncié con tristeza
Alterado, Alex tomó mis hombros y los sacudió violentamente.
– ¡No vuelvas a decir eso! – gritó – Joe no querría que te sintieras así, no te tortures, la culpa no es agradable.
– Que sabes tú de culpa... – ironicé
– Más de lo que crees – respondió – yo mismo te postré tres semanas en una cama, ¿recuerdas?
Me quedé en shock al oír sus palabras
– Eso no fue tu culpa – murmuré sorprendida
Él sonrió ligeramente
– Ves, eso es exactamente lo mismo que Joe te diría
Me dejó sin respuesta y me di cuenta de que Alex no era mi enemigo, al contrario, trataba de ser mi amigo.
– ¿En serio lo crees? – dije al fin
Asintió energéticamente
– No te culpes a ti misma, eso lo angustiaría
– Lo extraño – confesé de improviso y una nueva serie de lágrimas broto de mis ojos – me hace tanta falta
Él se acerco unos centímetros más y me abrazó, yo le devolví el abrazo con la misma fuerza, hacía mucho que no recibía uno y había olvidado lo bien que se sentía, hacía mucho que me había condenado a estar sola.
Sus manos acariciaban mis brazos como consuelo, yo recargué mi frente en su hombro y comencé a llorar sin inhibiciones. Al principio era un llanto fuerte y de dolor, pero conforme me desahogaba se convirtió en uno apacible, lento y de rendición, hasta que me di cuenta de que estaba demasiado cansada como para seguir llorando.
Lo único que hice fue deslizarme hasta su pecho y descansar ahí, estuve quieta un buen rato, tanto que Alex supuso que me había quedado dormida... entonces lo escuché hablar.
– Hola amigo
Intenté tensarme lo menos posible para que no me descubriera, quería escucharlo, al diablo con los buenos modales.
– Perdona si no había venido a verte antes – se disculpó – no tenía el valor para hacerlo, no se como Summer puede pasar tanto tiempo aquí. Aún recuerdo el día en que te la reencontraste como si hubiera sido ayer – su cuerpo tembló, reía en silencio – no dejaste de hablar de ella en todo el santo día. Me contaste tantas cosas, pero nunca olvidaré cuando me dijiste que era «especial»... y yo me reí. En ese momento no me parecía posible, para mí solo era una niña terca que no sabía cuidarse a sí misma... y aún así me importaba. Después hablé con ella, aquel día en la fiesta donde nos quedamos encerrados y pude comprender tu definición de especial... le conté mi vida con tan solo ver sus ojos, aún no comprendo cómo. Tenías razón, ella es especial y ni siquiera lo sabe.
» Ese mismo día te pusiste tan celoso que fue la primera vez que comprendí cuánto significaba para ti. Entonces supe que ella estaba fuera de mi alcance. También creo que la amabas desde antes, porque, perdona que lo diga, pero siempre fuiste un patán con las chicas... y con ella no. Summer fue diferente para ti. La amabas tanto, que no me permití a mí mismo amarla...
Sus palabras me estaban dejando conmocionada, no podía creer lo que oía. De pronto, ya no quería escuchar, quería estar dormida como él creía que me encontraba... cerré los ojos con fuerza.
– Nunca me atreví a confesártelo puesto que nunca creí que sería demasiado tarde para hacerlo. Aún teníamos una vida por delante... gracias a ti comprendí que la vida es más corta de lo que pretende ser. A veces pienso que te fuiste antes de tiempo – confesó – sobre todo cuando la veo, destrozada... deprimida. Ya no ríe, ya no habla como antes, sus ojos ya no brillan, parece una estrella apagada... y entonces comprendo cuanta falta le haces, te necesita a su lado... te necesita Joe, ¿me escuchas? – su voz iba bajando de tono, parecía obligarse a seguir hablando – sé que te prometí que yo la cuidaría en tu lugar, pero se está saliendo de control. Han pasado semanas y no mejora, no quiere compañía, ni siquiera Casey se le ha podido acercar. Solo habla contigo y eso nos preocupa, ¿sabes? Nos da miedo que vaya a hacer alguna tontería... me da la impresión de que aún no nos perdona por haberla dormido en el hospital ese día y por eso nos aleja.
Alex suspiró y tras algunos segundos de silencio, finalizó su discurso.
– Desearía que estuvieras con nosotros, amigo. Las cosas no son iguales sin ti.
Todo mi esfuerzo estaba concentrado en una sola tarea: retener las lágrimas y no soltarme a llorar. ¿En serio había cambiado tanto? ¿Estaba fuera de control sin darme cuenta? Eso sí, quería estar sola, ¿acaso era malo?
– Creo que ahora me la llevaré a casa, necesita descansar – pasó una de sus manos por mi cabello – sabemos que pasa noches en vela, tiene unas ojeras que antes no estaban ahí... espero que no te moleste que me la lleve – su brazo pasó por debajo de mis rodillas y me alzó como si no pesara nada – de todas formas no tardará en regresar....
Comenzó a caminar meciéndome en sus brazos ligeramente conforme sus pasos. Mis ojos habían permanecido tanto tiempo cerrados que me costó entre abrirlos, cuando lo logré pude ver su coche en el estacionamiento cercano.
– ¿Cómo me encontraste? – pregunté algo ronca
Él se sobresaltó al escucharme
– Pensé que estabas dormida
– Yo también – murmuré, no quería que se enterara que había escuchado todo – no me respondiste
– ¿No es obvia la respuesta? Siempre estás aquí...
– ¿Tan predecible soy?
– Te volviste predecible – admitió
– Eso tiene discusión
Alex soltó una carcajada
– No tienes remedio – se burló
Dejó caer mis piernas en cuanto llegamos a lado de su coche, abrió la puerta que daba acceso al asiento del copiloto y me invitó a entrar. Desde ese punto aún alcanzaba a ver el girasol descansando en el lugar de Joseph, lo miré por tan solo un momento, entristecida.
– Adiós Joe – me despedí y subí al auto
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