Capítulo 3
Sin estar muy segura de por qué comencé a cumplir la promesa. Por eso lo primero que hice al despertar fue desayunar antes de irme a la escuela.
Preparé el café de mi mamá y lavé los platos sucios. Respecto al sueño, lo había olvidado incluso antes de haber despertado, pero la imagen de su rostro y esa sensación de haberlo tenido cerca durante toda la noche aún me acechaban.
Entré a la escuela por segunda vez y la misma sensación de desconocido me embargó. Aún no me acostumbraba al lugar.
Casey apareció de camino al salón, así que me sentí más segura al estar con alguien que sí conocía e incluso que me caía bien
– ¿Por qué faltaste a clases ayer? – preguntó sin sonar entrometida, para mi sorpresa sonó preocupada
– No me sentía muy bien – admití – prácticamente dormí todo el día
Lo dije con un tono gracioso para que no se lo tomara tan en serio. Ella rió suavemente
– ¿Estás mejor? – preguntó cortés
– Mucho – le sonreí.
Era difícil contener las sonrisas con ella revoloteando a mi lado. Me devolvió la sonrisa.
– Me da gusto. Hoy te presentaré a mis amigas, ¿qué te parece?
Una punzada de nervios me revolvió el estómago, pero asentí aparentando estar tranquila.
Entramos al aula, esta vez lo hice a tiempo. El profesor o profesora aún no había llegado, pero en cuanto lo hicimos todas las conversaciones fueron interrumpidas y las miradas se clavaron en mí. Un escalofrío de nervios me recorrió de pies a cabeza, ahora podían contemplarme a su gusto ya que no había una figura autoritaria que se los impidiera. Casey se dio cuenta.
Tomó de mi brazo y me arrastró consigo por los espacios entre las bancas. Sonreía y saludaba a los estudiantes que teníamos cerca, ella era tan amable. Llegamos a salvo hasta unos lugares vacíos y nos sentamos atrás de dos chicas. Ellas voltearon enseguida y me sonrieron.
– Summer – dijo la voz de Casey – ellas son Grecia – presentó señalando a la primera – y Diane – señaló a la segunda
Les devolví la sonrisa, aunque de manera más introvertida. Ambas eran tan bonitas como Casey. Grecia tenía el cabello largo y ondulado, pintado de un tono chocolate oscuro y ojos castaños mientras que a Diane le caía hasta los hombros y era de un castaño muy parecido al mío. Se había hecho luces, eso era lo único que lo diferenciaba y lograba que se viera más claro de lo que era, sus ojos eran de un bonito color zafiro. Nuevamente, lo que me agradó de ellas fue esa chispa de amabilidad que poseían casi sin darse cuenta, seguramente eran tan amigables como Casey...
– Amo los viernes – exclamó la última de forma soñadora, giró su rostro para verme – seguro a ti también te gustarán, tienes cara de que te gustarán
Reí ligeramente ante su comentario
– ¿Qué sucede los viernes? – pregunté con curiosidad
– Los viernes son días de expresión – contestó Grecia, que sostenía un mini-espejo enfrente de su rostro y se aplicaba un gloss traslúcido – hacemos diferentes cosas, como pintar, escribir, tocar instrumentos. La semana pasada hicimos una obra de teatro: blanca nieves – rió y miró a Casey
Una sonrisa se extendió en los labios de la pelirroja
– Saqué un 10 en mi nota – explicó – aunque la maestra jamás se enteró de que en verdad me estaba ahogando con la manzana
Las tres rieron y yo las acompañé
– ¿Pero no te sucedió nada? – añadí preocupada
Movió la cabeza negativamente
– Alex me hizo escupirla en cuanto la maestra se dio la vuelta...
Justo a tiempo la maestra me salvó de tener que contestar a eso irrumpiendo en el salón, me sorprendió ver que era joven y lucía llena de vida. Tenía una sonrisa muy natural.
– Hola chicos – los saludó
Una expectación sobrevoló por todo el grupo. Los miré algo aturdida, todos estaban inclinados sobre sus asientos esperando a que la maestra diera las indicaciones... todos menos uno. Me sobresalté al encontrarme con que un par de ojos verdes me observaban con atención desde el otro lado del salón, tragué saliva desconcertada. En cuanto se dio cuenta que lo descubrí volvió la vista enfrente, como los demás. No parecía avergonzado ni arrepentido, más bien fastidiado, como si le molestara ya no poder hacerlo.
También miré al frente e intente cubrirme el rostro con mi cabello. Sus miradas aún me ponían nerviosa.
– ¿Estás bien? – me preguntó Casey de improviso
– ah... sí, ¿por qué?
– Estás roja – comentó
– Ah – dije de forma nerviosa y me proporcioné aire con la mano – es que hace calor – respondí
Ella me miró dubitativa, pero enseguida se encogió de hombros y me dejó tranquila. Definitivamente Casey y yo seríamos buenas amigas.
La maestra nos hizo apartar las sillas y las mesas para sentarnos en el suelo formando un círculo. Traía una lap que dejó en el escritorio. El misterio de lo que íbamos a hacer en esa clase era palpable, todos estaban expectantes.
– Bien – dijo, una vez que todos estuvimos acomodados cerró la puerta – hoy nos uniremos un poco más como grupo
Me quedé estática, ¿cómo iba a unirme más a mi grupo si ni siquiera los conocía?
– Les explicaré de qué se trata el ejercicio – dijo mientras daba un salto y se sentaba en el escritorio a un lado de la lap – tengo diez pistas aquí – dijo señalando la computadora – ustedes me darán un número del uno al diez sin conocer la canción y tendrán que bailarla sea cual sea.
Un murmullo de emoción recorrió todo el salón, yo seguía estática
– Los dejaré pasar junto con sus amigos pero que sea un grupo pequeño. Nadie se reirá y nadie tendrá inhibiciones, aquí todos somos uno solo, ¿de acuerdo?
– Si – respondieron todos al unísono
– Ahora estás pálida – escuché susurrar la voz de Casey
No le contesté, sentía que vomitaría en cualquier momento. Tal vez podría mentir, decir que no me sentía bien, excusarme de la clase. No quería bailar frente a todos esos extraños, tampoco quería bailar frente a él...
– ¿Quiénes serán los primeros? – preguntó la maestra. No me moví
– Nosotras – ofreció Grace con una sonrisa. La miré incrédula. «Ellas» pensé, pero la mano de Casey ya se cerraba sobre la mía e intentaba ponerme de pie
– No – le supliqué
– Vamos Sum – será divertido
– No quiero Case – advertí, no me hacía falta ofrecerme para ser el centro de la atención, ya lo era sin esforzarme – por favor
– Vamos – insistió – ¿Qué mejor forma de adaptarte?
– Ponerme en ridículo no es mi mejor forma de adaptarme – agonicé
Ella me miró dolida. En verdad le dolía que no la acompañara hasta la imaginaria pista de baile, pero no me sentía tan valiente como para hacerlo...
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