Capítulo 27
Le tomó fotos a prácticamente todo, a la presa, al agua, al sol recorriéndose poco a poco, a nosotros... hasta que la agotada cámara se apagó por sí sola anunciando batería baja.
– Traigo otras pilas en el coche – aseguró – voy por ellas
A pesar de que deseaba quedarme para siempre en ese lugar, sabía que nuestro tiempo se acababa. El sol no tardaría más de una hora en esconderse por completo y aún faltaba una hora de camino regreso a casa. Distraídamente, me apoyé sobre el oxidado barandal de la presa, olvidando por completo la advertencia de Joe. En ese momento, un mensaje de texto llego a mi celular, era de Alex:
«Te necesito. ¿Puedes venir?»
Extrañada, comencé a explicar donde me encontraba y también le pregunté si era tan urgente, estaba a punto de enviarlo cuando sentí que el barandal comenzó a inclinarse hacia adelante... no me dio tiempo de reaccionar. El celular se me resbaló de las manos y mi cuerpo comenzó a caer destinado al agua.
Y entonces me detuve.
Vi como mi celular cayó al agua primero, dejando un rastro de burbujas tras él, enseguida el trozo de reja cayó pero yo me mantuve en mi lugar, sostenida por los fuertes brazos de Joe. Una vez más volvió a apartarme del sitio y me giró hacia él, estaba blanco del susto y me tomaba con más fuerza de la necesaria.
– ¿Estás bien? – preguntó con la respiración agitada, seguramente había corrido para alcanzarme a tiempo
– Mi celular... se me cayó
– Te dije que te alejaras – dijo molesto – ¡En qué estabas pensando!
– Lo siento... yo... perdóname Joe.
Él se tomó un minuto entero para calmarse, cuando lo logró me miró serio
– Vámonos
Asentí de inmediato para que no se enojara más
Subimos al auto después de recoger todo.
– Toma – dijo antes de encender el coche – es para ti
Vi que me ofrecía la cámara y la tome con cierta duda.
– ¿Para mí?
– Si, quiero que la tengas
– Gracias Joe
Aún se veía molesto, incluso manejando. Lo sabía por que todo su cuerpo lucía demasiado tenso. Pero incluso hasta molesto se veía lindo.
Tomé la cámara y la encendí, después de todo era mía y podía tomar lo que yo quisiera. Le tomé una foto a él. Volteó a verme con el ceño fruncido
– ¿Qué haces?
Le tomé otra foto
– Quiero recordarte molesto
– No estoy molesto – sonó avergonzado – solo me asusté...
– También me asusté... y mi celular murió hoy
Él soltó una carcajada y aproveché para tomarle una foto más
– Ten – sacó su celular del bolsillo y me lo ofreció – te lo presto mientras conseguimos otro
– Gracias – acepté encantada de tener su celular en mis manos, entonces recordé el mensaje que no alcancé a contestar. Miré la hora, era temprano – Joe... ¿podrías dejarme en casa de Alex? – pregunté
Él me miró extrañado
– ¿Para qué? – preguntó desconfiado
– Quiere verme
– Si eso quieres... – no sonaba muy convencido
– Gracias
El viaje de regreso me pareció más corto a pesar de que se realizó en el mismo transcurso de tiempo, tal vez por que ya no iba expectante si no cansada. El sol terminó de esconderse cuando dejamos la carretera atrás y la noche se abrió paso.
– Recuerda tu toque de queda – dijo al estacionarse frente a la casa de Alex
– Descuida, estaré en mi casa antes de las 12 para no tener problemas – prometí
Sonrió sinceramente cuando me acerque para despedirme. Colocó su mano en mi nuca para alargar tanto el beso como la despedida, me besó de esa forma en la que me arrebató el aliento por completo, dejándome sin aire.
– Gracias por este maravillosa día – dije aún sin despegarme de él
– Ya te estoy extrañando – me besó una vez más, como si no hubiera un mañana – te amo
– Te amo
Bajé del auto y lo despedí con la mano mientras se alejaba por la larga calle. Me quedé viéndolo hasta que dio vuelta y se perdió de vista. Sonreí cuando miré el anillo en mi dedo, nunca me lo quitaría.
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