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Capítulo 24


Me miré al espejo por última vez para verificar que todo estuviera en orden. Había dedicado tiempo extra en mi cabello para que quedara inusualmente ondulado y me había puesto un vestido rosa pálido con tirantes muy delgados que me llegaba a las rodillas.

Suspiré una vez y pasé mis manos por la suave tela. No acostumbraba ponerme cosas así, pero definitivamente me gustaba la imagen que se reflejaba en mi espejo. Me veía diferente. Me veía bonita. Satisfecha, tomé mi celular y bajé las escaleras. No quería llevar bolso para no arruinar mi atuendo.

Encontré a mi mamá sentada en la mesa del comedor, leyendo el periódico y tomando una humeante taza de café, puesto que aún era temprano. Sus grandes ojos se levantaron cuando me escucharon irrumpir en la habitación

– ¡Mírate! – exclamó al verme

Sonreí cohibida

– ¿Cómo me veo?

Se levantó de la mesa para llegar a mi lado

– Estas preciosa – tomó una de mis manos y me hizo dar una vuelta completa – ¿A dónde te llevará Joe?

– No lo sé. Es una sorpresa

– ¿Es una ocasión especial?

Mi sonrisa creció sin límites

– Hoy cumplimos un año

Mamá me miró emocionada

– ¿Tanto? – dijo con la voz un poco más aguda de lo normal – que rápido pasa el tiempo

La emoción la llevó a abrazarme hasta dejarme sin aliento

– ¿Mamá?

– Lo siento – cuando se separó pude ver sus ojos cristalinos – es que me fascina verte tan feliz

Me dejó sin palabras.

Llamaron a la puerta, lo que me salvó de tener que contestar.

– Joe – pronuncié, la emoción me recorrió hasta la punta de mis cabellos

Ella sonrió con complicidad

– ¿Abres tú o yo?

– Yo, por supuesto

Me dirigí hacía la puerta con el corazón latiéndome sin descanso, emocionado y feliz. La abrí con cuidado y las piernas me temblaron al verlo.

Me sonrió tiernamente. Su cabello negro estaba bien peinado, fue lo que más me sorprendió, además de que su ropa estaba impecable, perfectamente acomodada y hasta lucía planchada. Tenía un girasol enorme en su mano derecha. Cuando se dio cuenta de que lo observaba, me lo ofreció mostrándome todos sus dientes blancos en una enorme sonrisa

– Gracias

Tomé el tallo con cuidado y observé sus pétalos abiertos. Él dio un paso para acercarse y sus labios cayeron sobre los míos dos segundos en un gesto de saludo, después su boca se dirigió a mi oído.

– Luces verdaderamente hermosa – susurró, nunca podría acostumbrarme a sus cumplidos, siempre terminaba sonrojándome. Después de eso, levantó el rostro y miró hacia un punto por detrás de mi espalda.

– Buenos días, señora – saludó a mi mamá

– Buenos días Joseph, ¿cómo éstas?

– Muy bien, ¿y usted?

– Bien – sonrió – ¿Así que tomarás prestada a mi hija?

– Ese es el plan, si no le molesta...

– Por mí está bien – dijo tranquilamente

– Perfecto – Joe sonrió y pasó uno de sus grandes brazos por mi cintura, apegándome a él – la cuidaré muy bien

– No me cabe duda

Mamá volvió a sentarse en el comedor y se acercó el periódico

– Regresaré en la noche, ¿está bien? – pregunté con timidez

– Conoces el toque de queda, cenicienta – respondió ella ocultando su sonrisa tras el papel periódico

Joe rió mientras se giraba para darnos vuelta

– Espera – pedí un momento, dejando la flor sobre la mesa – no quiero que se estropee

Salimos juntos de casa.

Abrió la puerta de su coche para que ocupara el asiento de copiloto y enseguida él subió a mi lado. La emoción volvió a caer sobre mí cuando encendió el auto.

– ¿A dónde vamos? – pregunté con una vaga esperanza, sabía que no me lo diría

– Es una sorpresa – repitió él por décima vez

– De acuerdo – suspiré

– Debo advertirte que está lejos... a una hora de aquí

Eso solo logró que la emoción aumentara, ¿un lugar a una hora de aquí? ¿Qué tenía preparado? Maniobró por las calles y 15 minutos después ya nos encontrábamos en la carretera soleada y despejada. El pasto estaba seco y chamuscado debido al sol. El silencio se interrumpió cuando encendió la radio y una canción comenzó a sonar.

– ¿Cómo éstas? – me preguntó atentamente

– Nerviosa, emocionada, feliz... – lo miré a los ojos – muy feliz

Tomó mi mano con la suya mientras que con la otra manejaba el volante.

– También lo estoy – confesó

Me incliné para darle un beso en la mejilla y me las arreglé para recargarme en su hombro por el resto del camino.

Una media hora después, Joe tomó una de las bifurcaciones que se presentó en la carretera y manejó otros diez minutos por ella.

– Ya casi llegamos – anunció

Me enderecé emocionada y miré por la ventana. El camino cambiaba, de pavimento a piedras, y después se convirtió en arena...

Alcé la vista. El agua brillaba como diamantes con la luz del sol de mediodía, al punto de deslumbrarme por completo.

– ¿Qué es este lugar? – pregunté embelesada

Joe estacionó a metros de la orilla

– Esta es la presa de La Manzanilla. Un lugar perfecto si quieres pasar una tarde tranquila.

No podía apartar la vista de aquel lugar, intentando memorizar cada detalle para recordarlo después. Mi puerta se abrió y Joe me ofreció una de sus manos invitándome a salir.

La arena era cálida y el aire fresco. Caminamos juntos hasta que llegamos a la orilla, bordeada por un camino de piedras y un barandal blanco para impedir el paso, incliné mi cuerpo sobre ella intentando alcanzar la fina superficie del agua, pero entonces sentí dos manos tomar mi cintura y apartarme con un fuerte jalón.

Una expresión de miedo cruzaba por el rostro de Joe.

– ¿Qué sucede?

– No hagas eso Summer – me regañó – es peligrosa

– ¿Lo es? – inquirí sorprendida

– Algo – tomó mi mano y me alejó un poco más – no se puede nadar en ella. Es muy profunda y existen corrientes en ella que pueden arrastrarte cuando menos te lo esperas.

Volví a mirar la presa, me parecía imposible verla como algo peligroso. Lucía tan tranquila.

– Solo aléjate, ¿sí? – me pidió al seguir notando mi interés

– Claro – respondí

Voltee a verlo y por primera vez desde que llegamos me olvidé de la presa, solo al verlo a los ojos. Su figura recortada contra el sol me hipnotizaba por completo, con mis dos brazos me enrosqué en su cuello y su preocupación se esfumó, siendo reemplazada por ternura.

– Así que aquí estamos – susurré sobre su rostro. Él se inclinó un poco más – completamente solos... – entreabrí mis labios, expectante – en un lugar romántico...

Él sonrió

– ¿Tienes hambre?

– Sí – respondí colocándome de puntitas – de ti

Rió

– Traje comida

– ¿Ah sí? – dije distraída, observando sus labios

– Sí – afirmó

– mmm... – su labio inferior era ligeramente más grande que el superior y ambos tenían el color del rojo carmesí.

– ¿Me estas prestando atención?

– ¿Qué? – dije aturdida, saliendo de mi ensueño

Puso los ojos en blanco y se agacho para tomar de mis piernas y cargarme en sus brazos.

– Joe – reí – bájame

– No – dijo volviendo hacia el coche – estas en otro mundo 

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