Capítulo 23
En una de las tardes siguientes por fin anunciaron que me darían de alta. Mamá estaba arreglando algunos papeles mientras yo me ponía la ropa que me había traído de casa. Salí del cuarto de baño ya lista. Quería marcharme sin miramientos.
Joe sonrió al verme, despegándose de la pared donde había permanecido recargado.
– Te buscaba – dije escondiendo mis manos atrás mientras besaba su boca
Puso su derecha en mi brazo para recibir mi pequeño beso y luego me miró con desaprobación.
– Debiste esperar
– Me dieron de alta
– Aún así
– Me encuentro bien
Negó con la cabeza y volvió a probar mis labios
– Siento como si nunca te hubieras ido – confesó
– Nunca me fui – respondí acariciando su barbilla recién rasurada – solo estuve dormida un tiempo
– Es fácil para ti decirlo así – susurró
Con un ademán nos llevó a los dos hacía la cama. Yo me senté a su lado y estudié su rostro, demasiado serio para mi gusto.
– ¿Qué sucede? – pregunté – te imaginaba más alegre
– Me alegra que por fin salgas de aquí – aseguró – solo estaba pensando
– ¿En qué?
– En tu coma, ¿cómo te sentiste?
Me encogí de hombros.
– Fue como despertar. No recuerdo mucho. Tampoco me gusta pensar en eso
– Claro – aceptó – lo siento
– Descuida
Su rostro volvió a iluminarse con su tierna sonrisa y respiré tranquila. Era extraño tener a un Joe serio.
Mamá entró casi saltando al pequeño cuarto donde habíamos dormido las últimas noches. Su sonrisa era aún más infantil que la de Joe.
– Nos vamos a casa – canturreó
Joe y yo reímos casi al mismo tiempo.
– ¿Ya? – pregunté demostrando mi impaciencia
– Ahora mismo – afirmó
Me puse de pie de un salto y atrapé la mano de Joe en el acto para traerlo conmigo.
– Estoy impaciente por volver a la escuela – mencioné subiendo al asiento copiloto del coche de mamá
– Un momento – dijo ella con su tonito de advertencia – el doctor dijo que guardaras reposo
– Y que si me sentía bien podía ir a la escuela mañana
Mamá suspiró
– Tómatelo con calma, Summer – pidió
– Lo haré... pero mañana iré a la escuela
Ella miró con reproche por el retrovisor, seguramente buscando apoyo por parte de Joseph que venía sentado atrás. Él, por supuesto, le hizo caso.
– Princesa – reprimí la sonrisa que estuve a punto de formar al escucharlo llamarme así – yo también estoy impaciente por tenerte en la escuela de nuevo pero tu mamá tiene razón. Ten calma, descansa unos días.
Su mano se apoyó con cariño sobre mi hombro izquierdo y yo la tomé.
– Mañana iré a la escuela. Quiero ir, por favor
Los dos suspiraron al mismo tiempo, un sonido que me indicaba rendición.
– Tú ganas – accedió mi madre – pero te llevaré. No dejaré que te vuelve a pasar nada.
Recargué mi cabeza sobre el caliente cristal de la ventana y miré a través de ella pensando en que nada volvería a ser igual. Todo había cambiado, tenía esa sensación.
– Gracias mamá
***
La escuela.
Nunca me creí capaz de anhelarla tanto. Volver fue como experimentar un deja vu. Las mismas sensaciones del primer día me asaltaron, pero esa vez fue mejor. A pesar de que los nervios se retorcían en mi estómago mi corazón latía con frenesí en una combinación de miedo y alegría. Tranquila, tuve que repetirme más de una vez. Ni una sola me funcionó.
Todos me miraron como en mi primer día, pero esa vez no me escondí tímidamente sino que les sonreí a todas esas caras desconcertadas que me miraban al mismo tiempo. Fui bienvenida después de eso, hasta el profesor me dedicó un discreto guiño de ojo que me prometí a mí misma nunca olvidar. También noté que mi lugar, al lado de Alex, estaba desocupado.
El día fue como haberme tomado una vitamina revitalizadora. Incluso me olvidé por completo de los vestigios del accidente que restaban en mi cuerpo. Por primera vez sentí de lo mucho que me había perdido desde que desperté.
Sin embargo, la mejor parte del día fue ver a Joe recargado en la puerta de la cafetería, esperando por mí.
– Hola princesa – saludó cuando yo corrí para dejarme caer en sus brazos
– Joe...
Sus labios se desplazaron por los míos al hundirse sus dedos en mi cabello. Él soltó una risita.
– ¿Qué? – pregunté disfrutando su aroma
– Nos miran – observó
– No les he dicho
– Eso lo explica
– Tengo que hablar con Casey... – recordé
Joe frunció el ceño
– ¿Por qué?
– Luego te explico
Me miró dejando en claro que no le gustaba mi respuesta, pero al mismo tiempo me soltó indicándome que hiciera lo que tuviera que hacer.
– Gracias – acaricié brevemente su mejilla y busqué con la mirada a Casey
Ella estaba atrás de mí, mirándome con ojos tan redondos como platos.
– Casey, ¿podemos hablar?
Noté la tensión de Alex y la comprensión de Joe. Él último me ayudó.
– Vamos chicos, démosles un poco de privacidad – dijo señalando la cafetería
Grace y Diane siguieron a Joe sin chistar, pero Alex no se movió de donde estaba.
– Summer no
– Por favor Alex, necesito hablar con ella
Él miró a Casey con súplica, pero ella escondió su rostro detrás de su cabello. Nunca creí que viviría para ver el día en el que Casey se mostrase tímida. Le dediqué una especial mirada tranquilizadora a Alex y él se rindió. Suspiró una vez y se dio media vuelta, dejándonos solas.
– Summer – susurró Casey, como si estuviera en problemas
– Sé que te gusta
Sus dos ojos se alzaron velozmente y me miraron con sorpresa.
– Y yo sé que te gusta a ti
– También sé que lo sabes
Ella me miró con confusión
– ¿Cómo?
– Me di cuenta. Creo que hasta te gustaba antes de que yo llegara.
– Solo un poco. Dejó de ser así cuando me di cuenta de cómo lo mirabas.
Yo negué con la cabeza
– No lo entiendes. Yo soy la que se tiene que apartar, Casey. Él es para ti.
– Pero parecía que él te quería a ti – se justificó
– Yo soy su mejor amiga, pero creo que ambas sabemos que a la que quiere es a ti, a la que besó es a ti...
Sus ojos se abrieron aún más y yo solté una risita que sonó un poco nerviosa
– ¿Lo viste?
– No intencionalmente
– Ahora entiendo porque desde entonces lucías decaída
Me encogí de hombros
– Eso no importa ahora
Su mirada se desvió hacía la cafetería, adiviné a quién miraba
– ¿Joe? – preguntó
– También a mí me sorprendió
– Aún así no puedo Summer, jamás te haría eso
Una cálida sensación embargó mi cuerpo. No estaba segura de que había hecho yo para conseguir una amiga como Casey, pero definitivamente esta vez yo haría algo por ella. Le di un fuerte abrazo después de eso.
– Te lo pido Casey. No por mí, ni por Alex. Por ti.
– Pero...
– Respóndeme, ¿lo quieres?
Se quedó en silencio un breve momento.
– Si. Si lo quiero, no puedo evitarlo
Yo sonreí
– Entonces tú y yo no tenemos nada más que discutir.
Joe extendió los brazos en mi dirección cuando se percató de nuestra presencia, tomó de mi cintura y me sentó sobre sus piernas. Casey se sentó al lado de Alex. Él se sorprendió.
– ¿Acabas de hacer lo que creo que acabas de hacer? – susurró Joe en mi oído
– Eso depende – respondí con un tono travieso – ¿Qué piensas que acabo de hacer?
Sus ojos se concentraron en los míos, en una combinación de cautela y gozo. Sus palabras también se movieron con cuidado.
– Acabas de dejar ir a Alex – dijo aun más bajo
No pude evitar sonreír al notar que no había daño, solo un gran alivio por mi parte, como si acabara de quitarme un peso de encima.
– Creo que eso hice – admití – pero hace ya algunos días
Sus ojos se iluminaron de tal forma que me sentí acogida en sus brazos.
– ¿Ahora que sigue? – preguntó tan serio que un escalofrío me recorrió por completo
– Muy fácil – respondí recargando mi frente en la suya, con los ojos cerrados – ¿Qué quieres que siga?
Sonreí al sentir sus suaves labios responderme de una manera tan única como cada lluvia de estrellas.
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