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Capítulo 18


Lo primero que volví a oir fue un débil sonido llegar a mis oídos. Parecía un rítmico «pip» que hasta ahora solo había escuchado en las telenovelas. Ya me imaginaba donde estaba.

Abrí los ojos lentamente, la luz blanca me cegó por completo, ladee mi vista para que no me diera de lleno y entonces vi mi brazo derecho. En mi muñeca había una intravenosa que estaba conectada a un suero. Ni siquiera la sentía. Levanté un poco más la cabeza y alcancé a ver el monitor que producía aquel sonido y que media mi frecuencia cardiaca.

Estaba recostaba en una camita algo angosta, con impecables sabanas blancas cubriendo hasta mi cintura, cuatro paredes - también blancas - me rodeaban y había una enorme ventana cubierta por persianas cerradas.

Mi mente procesaba todo lentamente, como si fuera un sueño. Sentí algo cálido en mi mano izquierda, giré mi rostro para mirarlo y me encontré con una mano entrelazada fuertemente a la mía. Seguí el camino de su brazo para encontrarme con su dueña.

Una cabellera castaña estaba extendida sobre un trozo del colchón, cubriéndole el rostro completamente a la persona que se había quedado dormida a mi lado. Aún así la reconocí.

– Mamá – pronuncié débilmente y acaricié el dorso de su mano con mi pulgar

A pesar de que el tono de mi voz fue tan bajo como el de un susurro, ella se removió un poco. Levantó la cabeza y echó su cabello hacía atrás con su mano libre. Suspiró.

Unas ojeras grises descansaban bajo el nacimiento de sus ojos, como si no hubiera dormido en toda la noche. Eso me preocupó.

Me miró tranquilamente y mi corazón se enterneció. Ya me imaginaba lo preocupada que la había tenido, una disculpa no estaría de sobra.

Sus ojos se abrieron mucho al encontrarse con los míos y su mano me apretó más fuerte.

– ¡Summer! – exclamó con la otra mano sobre el corazón, después la llevó hasta mi flequillo para apartarlo de mis ojos – hija, estás despierta

– Mamá – repetí – lo siento

Quise levantarme para abrazarla y que se tranquilizara entre mis brazos, pero su mano se movió rápidamente y se colocó en mi hombro, indicándome que no lo hiciera.

– Anoche estuviste en el quirófano – ahora sabía por qué razón no había dormido, por mí y mi insensatez

– Lo siento

Sentía que ni un millón de disculpas podrían justificar lo que le había hecho pasar. Ella negó con la cabeza, pero sus ojos se cristalizaron al momento. Soltó mi mano para limpiarse las lágrimas con su muñeca.

– Querida, estás despierta

Era la segunda vez que lo decía. Un mal presentimiento me invadió.

– ¿Qué ocurrió? – pregunté para cerciorarme

– Tuviste un accidente – ella intentaba controlar su voz

Tras sus palabras los recuerdos me invadieron. Joe, Alex, Casey, dolor, lágrimas, lluvia, gritos, calle, luces, coche, tiempo... más dolor

– No vi el coche – musité

– Las cosas se complicaron – continuó ella, nuevas lágrimas invadieron las comisuras de sus ojos – entraste en coma

Todo mi cuerpo recibió la noticia tensándose

– ¿En... coma? – apenas y logré utilizar la voz

Ella asintió con una seca cabeceada, el recuerdo no la hacía feliz. Su mano se movió hasta alcanzar mi mejilla y acariciarla dulcemente

– Summer, tienes inconsciente casi tres semanas

Miré a mi madre como si esperara que en cualquier momento me dijera que todo era una broma, una broma de mal gusto, por cierto, pero eso no sucedió. Ella solo esperaba pacientemente a que lo comprendiera.

Coloqué mis manos firmes sobre el colchón - a cada lado de mi cuerpo - y las utilicé para intentar alzarme ignorando la advertencia de mi madre, más no fue mi mejor idea. En cuanto me esforcé para levantar la cabeza, mi vista se volvió un remolino blanco que me impidió seguir viendo las cosas concretamente. Volví a caer sobre la almohada, esta vez mareada. La habitación se movía.

– Summer – oí la preocupada voz de mi madre por encima de un zumbido que aturdía a mi oídos – quédate así

Mi mareo mejoró considerablemente ante la seguridad de la cama, mi vista se recuperaba de a poco. La vi alejarse y hablarle apresuradamente a una enfermera vestida con una ropa de color verde agua y enseguida la segunda salió por la puerta dejándonos solas, de nuevo.

– Ya estoy bien, fue solo un segundo – le dije cuando volvió a acercarse a mí, no se sentó, parecía demasiado nerviosa para hacerlo – decías... ¿Qué anoche me operaron?

Ella asintió, muda. Tomó nuevamente mi mano y la resguardo en las suyas.

– Era arriesgado – sollozó en voz baja, me partía el corazón ver su angustia... y así la había tenido todo este tiempo gracias a mi insolencia – y era una oportunidad en un millón. Pero quería intentarlo, ya no soportaba más verte así, casi sin vida. No sonreías, no me hablabas, no reías...

Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Jamás había visto a mi mamá así. Jamás.

– Mamá – apreté un poco más sus manos con la mía – eres la mujer más fuerte que jamás he conocido...

Sus ojos se abrieron más, brillaron y me miraron sorprendidos. Incluso parecía incapaz de hablar.

– Lo lamento tanto – continué – sé que ni con un millón de disculpas podría justificar todo lo que te hice pasar estos días, créeme, nada de esto fue mi intención. Eres la última persona a la que quisiera ver sufrir...

Al final la voz se me quebró.

– Summer, no estoy molesta – ella era demasiado buena – pero, por lo que mas quieras, nunca vuelvas a hacerme esto – suplicó – no podría vivir si te perdiera, hija. Eres la persona más importante para mí.

– También eres la mía – sonreí con lágrimas en los ojos – te amo, mamá

– Y yo a ti, cariño

La puerta se abrió sin aviso, sobresaltándonos a las dos. Un hombre alto entró a la habitación sin preámbulos. Tenía puesto un pantalón de vestir y una bata blanca encima que no dejaba duda alguna de que se trataba del doctor.

Mamá me soltó para dejarle espacio y el hombre se posiciono a mi lado. En un principio, me dio la impresión de que era una persona muy severa, tal vez por su mirada... pero después me sonrió calidamente y me ofreció una de sus manos.

– Dr. Jesús Harriet a tu servicio – me guiñó uno de sus ojos castaños – puedes llamarme como gustes.

Estreché su mano mecánicamente, era grande y cálida, o tal vez las mías estaban muy frías...

– Summer... – titubeé

– Hola Summer – sus ojos se clavaron en los de mi mamá – ¿ella está al corriente?

Mamá asintió

– Bien. Te voy a explicar lo que haremos a continuación – dijo mientras pasaba uno de sus brazos por debajo de mi espalda y me ayudaba a enderezarme lentamente, como si supiera que me marearía de nuevo de hacerlo rápido. Cuando quedé sentada me soltó con cuidado y sonrió al ver que podía sostenerme – avísame si te duele algo

Sus manos se hundieron en mis cabellos y masajearon mi cabeza en distintas partes. No me dolía, al contrario, se sentía bien.

– Nada

Él continuó con ese movimiento algunos minutos más, pero yo seguí negando.

– Bien – repitió – al parecer no tienes ningún trauma, de todas formas – se dirigió hacía la enfermera que lo había buscado – le haremos una radiografía para evaluar la inflamación de su cerebro.

Ella asintió y salió de la habitación con pasos apresurados.

El doctor hizo un movimiento indicándole a mi mamá que tomara asiento en la silla donde había estado hace algunos minutos y él se sentó a la orilla de la cama.

– Vamos a hablar, ¿si? – su voz era curiosa, fuerte y algo aguda. Asentí.

Me preguntó sobre el accidente aunque en sí no recordaba mucho; como había pasado, que había sentido, cómo me sentía en ese momento. Me preguntó también si consumía drogas o si acostumbraba alcoholizarme en exceso. Negué ambas, completamente segura de mí misma. A continuación revisó mis reflejos, mi memoria y para mi vista utilizó una lamparita con luz brillante.

Le confesé que no recordaba haber estado inconsciente tanto tiempo, pero él me explicó que eso resultaba normal en un coma, aunque hubiera sido poco profundo como el mío.

– Tuviste suerte – concluyó media hora más tarde

– ¿Puedo irme a casa? – pregunté ansiosa. Los hospitales no me gustaban

Él rió ligeramente

– Es apresurado. No – hice una mueca – aún quiero hacerte algunos exámenes y tenerte en observación, además, necesitas descansar... regresaré por ti en unos minutos – dijo ya con aire distraído y salió prometiendo volver.

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