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Capítulo 13


Transcurridos algunos meses desde mi llegada, Alex cumplió por fin sus 18 años y no dejó de recordármelo durante dos semanas enteras. Por fin había alcanzado la edad de Joe... pero de él mejor no hablemos. Hace meses que no nos dirigimos la palabra. ¿Razones? No las tengo claras.

Ese día la campana de salida fue como música para mis oídos. Era uno de esos días en los que no me apetecía estar encerrada en un salón. Salí del edificio con una enorme sonrisa, las clases habían finalizado y teníamos todo un fin de semana por delante. Alex y Casey caminaban juntos, sumergidos en una de sus conversaciones mientras yo iba un poco más adelantada, ansiosa por salir de la escuela y mirar la calle repleta de gente.

Justo cuando estaba a punto de cruzar la salida alguien se me atravesó, sentí como si me golpeara de cara contra una pared. La colisión me dejó aturdida y me tambalee hacia atrás, hubiera caído de no ser porque alguien tomó mi muñeca y me ayudó a recuperar el equilibrio.

– Lo siento – dijo aquella persona

– No te preo... – alcé la vista y el resto de las palabras murieron en mis labios – Joe – pronuncié en su lugar

Ahí estaba mi viejo amigo, mirándome directamente a los ojos como no hacía desde hace tiempo.

– Summer – soltó mi muñeca lentamente, hasta entonces me percaté de que traía a Cindy sujeta con el otro brazo. Una punzada de decepción marchitó a mi corazón.

– No te vi – me excusé avergonzada

– Fue mi culpa – aseguró él – no miré por donde iba

Un intenso silencio se formó después de esas palabras y solamente nos quedamos viendo el uno al otro. El estómago se me encogió dolorosamente cuando se limitó a dar media vuelta y se marchó sin decir nada más.

Habría ganado un concurso de estatuas si alguno se hubiera presentado en ese momento. No me moví hasta que la mano de Alex se posó en mi espalda y delicadamente me empujó, guiándome por el resto del camino hasta llegar frente a una camioneta azul marino con las puertas abiertas. Fue entonces que reaccioné.

Sacudí la cabeza para escapar de mi propio trance y le sonreí a la niña que tenía en frente, inmediatamente la pequeña pelirroja saltó a mis brazos.

– ¡Summer! – gritó muy emocionada

– Hola Sofi – saludé a la hermanita de Casey quien siempre se mostraba tan cariñosa conmigo

– Sofía – la regañó una voz a mis espaldas – deja que Summer respire

Me giré para encontrarme con la mamá de Casey, esa señora guapa de pelo al rojo vivo sujeto en un chongo. Era idéntica a sus dos hijas.

– Hola señora – saludamos Alex y yo al mismo tiempo

– Hola chicos – respondió ella educadamente

Esa tarde Alex y yo íbamos a pasarla en donde Casey para hacer una exposición que íbamos a tener el lunes

– Suban – nos apuró – vamos con prisa

Casey subió junto a su madre en el asiento del copiloto, cruzó las piernas y giró el cuello para sonreírnos a Alex y a mí, que nos habíamos acomodado atrás. Enseguida Sofi se sentó en mis piernas y se encaramó a la ventana para ver a través de ella. Le devolví la sonrisa a Case y ella volvió la vista al frente al mismo tiempo que la camioneta se ponía en marcha.

Eché un vistazo hacia atrás antes de que termináramos de alejarnos, intentando ver una vez más a Joe entre la muchedumbre, pero no lo encontré.

La cálida mano de Alex se posó en mi hombro desnudo, casi de inmediato un calor electrizante me recorrió -como siempre sucedía cuando me tocaba- y el estómago se me encogió por segunda vez, aunque esa fue una sensación completamente diferente.

Giré el rostro y me clavé en sus ojos, en ese momento verdes. Me sorprendí al encontrar una chispa de preocupación en su profundidad.

– ¿Estás bien? – preguntó en voz baja

Asentí con un dejo de ternura hacia él. En secreto me gustaba que se preocupara por mí.

– Sí, gracias

– No le prestes atención – aconsejó

Alex se había portado muy bien conmigo desde lo de Joe. Me escuchó hasta que me desahogué, me aconsejó y permaneció a mi lado.

A todos les sorprendía lo buenos amigos que habíamos terminado siendo Alex y yo –incluso a nosotros mismos, cabe decir– barbaridad de personas me preguntaban qué había hecho yo para ganarme la confianza de Alex y siempre quedaban insatisfechas con mi respuesta: no lo sé.

Esa tarde la tarea fue más pesada que de costumbre. René Descartes era difícil y teníamos que explicar sus teorías sobre el método. Leí por tercera vez un párrafo que no lograba entender del todo, pero la mirada de Joe cruzó por mi mente logrando que olvidara cada una de las palabras que acababa de leer. Enojada, cerré el libro de golpe y comencé a tallarme los ojos.

– Summer – era la voz de Alex

– ¿mmm? – respondí sin levantar el rostro

– ¿Todo bien?

– mmm

Lo escuché acercarse y hasta entonces levanté la cara, Casey había desaparecido con la excusa de buscar bebidas para todos. Alex revolvió mis cabellos y yo sonreí sin poder evitarlo mientras inútilmente intentaba apartarme

– Basta – pedí

– Lo mismo te pido. Deja de darle vueltas al asunto Summer, no vale la pena

Me quedé callada, solo observando su rostro, sereno, seguro. Mi corazón respiró hondo y comenzó a aumentar su ritmo cardíaco, siempre me pasaba así con él tan cerca. Era tan pacífico. Sus ojos no dejaban de observarme atentamente, temí que se diera cuenta.

– ¿Te digo un secreto? – susurré

– Dime – respondió de la misma forma, el movimiento de sus labios fue sutil

– Mamá cree que eres mi mejor amigo

Su boca se curvó hacia arriba, mostrándome una pequeña sonrisa

– ¿Y qué crees tú? – preguntó recargándose en uno de sus brazos

Dudé un poco antes de confesar, no porque no estuviera segura sino porque nunca me creí capaz de confesarlo.

– Que eres mi mejor amigo – confesé al fin

Su sonrisa creció y me miró con ternura

– Gracias, pequeña. También eres mi mejor amiga.

Volví a levantar el rostro, esta vez más violentamente debido a la sorpresa. Jamás creí escuchar esas palabras viniendo de él. Alex se rió en voz alta de mi reacción pero selló su confesión con un beso en mi mejilla.

– Lo digo en serio – aseguró antes de ponerse en pie y desaparecer por una de las puertas.

Tuve que tomarme unos minutos enteros para que mi corazón se calmara y volviera a la normalidad. Miré el libro de Descartes, ¡al diablo con él! Lo patee muy lejos de mí y fui en busca de Alex.

Sus voces provenían de la cocina. Me detuve un momento al otro lado de la puerta, acomodé mi cabello e intenté normalizar mi respiración para no entrar pareciendo un huracán...

– ¿Te ayudo en algo Case? – le preguntó mientras yo sacudía mi suéter

– Estoy bien gracias – contestó la animada voz de mi amiga

– Déjame cargarla, se ve pesada

– Solo es una jarra con agua – rió ella

– No importa

Abrí la puerta con cuidado para no sobresaltar a nadie. La sorpresa me la llevé yo. Casey estaba atrapada contra la mesa -acorralada por él- quien intentaba quitarle de las manos la limonada que había preparado.

– Buena chica – la elogió cuando Case por fin cedió. Ella lucía aturdida. Alex dejó la jarra sobre la mesa y colocó sus manos en Casey. Mi mundo se derrumbó.

– Alex – susurró Case, nerviosa

La respuesta de Alex fue arrebatadora.

Dejé de respirar cuando tomó su rostro y plantó sus labios en los de ella. Casey terminó por cerrar los ojos y aferrar sus dedos -pintados con plumón- en el cabello rubio, dejando la sorpresa atrás.

Era un beso perfecto y no estaba destinado a mí. El aire de la habitación era robado por ellos dos. Sentía que me ahogaba, no había oxígeno...

Casey lo empujó violentamente y se cubrió la boca. Alex chocó en contra de la pared y la miró, sorprendido. Desaparecí antes de que advirtieran mi presencia.

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